CAPITULO 2 SIGNIFICADOS DE LA SEXUALIDAD Ernesto Vásquez Del Aguila Introducción En este capítulo se explora los diversos significados que tiene la sexualidad para estos varones. Se parte de la construcción del deseo sexual, el cual se configura en torno a hitos de significancia como los juegos eróticos, la polución nocturna, la masturbación y la primera relación sexual. Los significados que la sexualidad tiene para estos varones, se relaciona con fronteras de actuación, con el homoerotismo y la pasividad como sus límites repudiados, y las expectativas de actuación social a través de la configuración de imperativos de desempeño sexual "correcto". Estas representaciones estarán en constante tensión entre el imaginario social y las propias experiencias de los sujetos. Posteriormente se explora la forma en que estos varones representan la sexualidad femenina y se describen los diferentes tipos de vínculos que establecen y en los que actualizan todos los significados anteriores sobre la sexualidad, todo lo cual será de vital importancia para analizar posteriormente las representaciones que elaboren en torno al placer sexual masculino. Construcción cultural de las sexualidades Entendemos a la sexualidad como una construcción histórica social que reúne distintas posibilidades biológicas y mentales como la identidad de género, las diferencias corporales, las capacidades reproductivas, las necesidades, los deseos y las fantasías, que no necesariamente deben estar vinculadas entre sí (Weeks, 1985). De esta manera, concebimos las diversas manifestaciones de la sexualidad y no sólo la referida a la reproducción. A pesar de que los elementos constitutivos de la sexualidad tienen su origen en el cuerpo o en la mente, éstas sólo adquieren significado en las relaciones sociales. En este sentido, incluso los "impulsos" son productos de la socialización de los sujetos, pues la sexualidad no está determinada por lo biológico. El cuerpo, las hormonas y los genitales son necesarios para la sexualidad humana pero ellos no determinan ni sus contenidos, ni las prácticas, ni sus formas institucionales, pues todo estará mediado por los significados culturales (Rubin, 1989). Estos significados culturales, arraigados en las historias personales de los sujetos, implica un proceso continuo y constante de configuración y reconfiguración. Nunca es estático, sino que varía no sólo al interior de un mismo grupo cultural, sino que varía a lo largo de la vida del propio individuo. Nunca se condensa en algo invariable e inmutable, sino que por el contrario se va enriqueciendo y complejizando a lo largo de los años. A los cambios producto de la maduración biológica y psicológica, propios del proceso de vida, se adicionan otros que son producto de la construcción al interior del grupo social al que pertenecen y a las propias experiencias de los sujetos. Los significados elaborados en torno a las prácticas sexuales son construcciones de momentos históricos determinados, lo cual configura ideales de actuación sexual y persecución a todo aquello que se aparte de la norma1. Muchas condenas morales tienen sus orígenes en legislaciones medievales que buscaban preservar y negar la sexualidad femenina e incentivar el dominio de la masculina adulta, y si bien gran parte de esta ideología proviene de la religión, han sido los saberes médicos y legales los que en la actualidad se han encargado de legitimarla y reproducirla (Rubin, 1989). Las sexualidades modernas configuran representaciones acerca de lo que sería una orientación erótica espontánea, naturalmente predispuesta a un tipo de deseo2. No existe sexualidad en sí; sino en tanto parte de un contexto cultural que es en gran parte responsable de la transformación de los cuerpos sexuados en cuerpos socializados, insertos en redes de significado que definen categorizaciones de género, de orientación sexual y de elección de pareja (Heilborn, 1997), con lo cual, los márgenes para lo "natural" o "esencial", se recortan y contextualizan en las subculturas de origen. Por otro lado, la sexualidad tal como la entendemos en nuestra cultura, es parte de todo un aparato de instituciones que producen el dispositivo3 1 Así por ejemplo las creencias de que la masturbación es perniciosa para la salud es una herencia el siglo XIX, pues este interés prematuro por el sexo, la excitación sexual, y sobre todo el orgasmo, dañarían la salud y maduración de un niño (Rubin, 1989). 2 Como dice Lamas, cualquiera que sean los orígenes de la orientación del deseo, lo que cuentan son los significados que las personas les atribuyen y los efectos que esa valoración tiene sobre la manera como organizan su vida sexual. En esto cobra especial importancia el género para entender la lógica subyacente a los mecanismos culturales que han armado las narrativas históricas sobre la sexualidad (Lamas, 1995). 3 Para Foucault, el dispositivo "es un conjunto resueltamente heterogéneo, que implica discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados escritos, proposiciones filosóficas, filantrópicas, etc. en síntesis, tanto lo dicho como lo no dicho (...) en segundo lugar es la naturaleza del vínculo que puede existir entres estos elementos heterogéneos (...) y en tercer lugar es una especie de formación que en un momento histórico dado, ha tenido como función principal, la de responder a una urgencia y esta es una función estratégica" (Foucault, citado por Bonano, 1998). sexualidad tal como lo entendemos hoy en día. Este mecanismo funciona a través de la producción de discursos que, desde el siglo XVIII incitan en occidente a hablar, escuchar y registrar todo lo relacionado con el sexo. Desde instituciones religiosas, económicas, políticas, médicas, legales, entre otras, todas las instituciones de occidente se han dedicado a la producción de una amplia variedad de discursos (Foucault, 1 977). Si bien los grupos humanos producen constantemente variaciones históricas de las sexualidades, en cada momento histórico existe una versión hegemónica o ideal que subordina las otras, a través de un sistema social normatizado a través de pautas o guiones que los sujetos actualizan en su vida social. Los significados que atribuimos a la sexualidad están socialmente organizados, sostenidos por diversos modelos de actuación que prescriben qué es el sexo, qué es lo que debería ser y qué podría ser. Estos guiones del sexo están insertos en tratados morales y religiosos, prácticas educativas, ritos sociales, teorías psicológicas, suposiciones de sentido común, entre otras, que aparecen como representaciones verdaderas de los deseos y necesidades de los sujetos (Weeks, 1986). El sujeto se enfrenta a discursos que son contradictorios entre sí, razón por la cual tiene que solucionar estas tensiones a través de "traducciones" a sus propias vivencias subjetivas. El comportamiento sexual humano es muy diverso e incluye prácticas que van más allá de la heterosexualidad, pues en algunas culturas las prácticas con personas del mismo sexo son bastante comunes (Giddens, 1995), hablándose en muchas de ellas de una pedagogía homosexual, como ritos de pasaje a roles de adulto y varón. Si focalizamos el análisis en el comportamiento heterosexual, vemos que los distintos tipos aceptados socialmente de este comportamiento también varían ampliamente de una cultura a otra, producto de la cualidad, aprendida y no innata de la sexualidad.4 La sexualidad masculina se constituye en permanentes tensiones y contradicciones para los varones. Entre sus deseos sexuales, sus búsquedas de placer y los dispositivos sociales de masculinidad y sexualidad hegemónicas, por lo que algunos autores la conciben como un sistema de tensión y conflicto interno en el que constantemente se producen negociaciones internas (Horowitz y Kaufman, 1989). Tensiones entre estos modelos de actuación y las propias vivencias de los sujetos. En esta construcción social se configuran fronteras de sexualidad masculina, donde la "pasividad" y el homoerotismo pertenecen al dominio de lo abyecto y se delinean pautas sociales para un desempeño sexual masculino. Entendemos desempeño sexual como la actualización de "guiones" esperados para una práctica "correcta" de lo que debe y no debe ocurrir en el acto sexual. 4 En un estudio antropológico con más de 200 sociedades, se encontraron enormes diferencias en lo que se considera el comportamiento sexual "natural" o heterosexual, así como las normas que rigen el atractivo sexual. Las variaciones son sobre todo en el tiempo dedicado a la estimulación, la frecuencia de la actividad sexual, las zonas del cuerpo que se convierten en atractivo para ambos sexos (Clellan et. al 1951, citados por Giddens, 1995). Estas pautas de actuación están íntimamente relacionadas con imperativos de masculinidad y sexualidad hegemónicas, pues un desempeño sexual diferente al ideal hegemónico, cuestiona o lesiona imperativos fuertemente arraigados en el imaginario masculino (Barash, 1997). Este desempeño sexual, se actualiza a través de dos escenarios interdependientes: las expectativas de actuación social y las propias experiencias personales de los sujetos. Es importante anotar que estas expectativas de comportamiento masculino están basadas en la socialización que prescribe la toma de iniciativa y ciertas cuotas de agresividad en las relaciones afectivas con las mujeres, con el "objetivo" de asegurar la "virilidad" y la propiedad y la responsabilidad de los placeres femeninos. Es decir, depende del varón la satisfacción o no de su pareja, situación que genera crisis ante los crecientes "reclamos" femeninos por la satisfacción de su deseo sexual. En las últimas décadas, en las sociedades urbanas occidentales, especialmente en las clases medias -con mayor acceso a la información y educación, y por tanto a reproducir estos cambios en los discursos- se observan cambios en la vida cotidiana de los varones, que nos encaminan a una transformación de las intimidades, hacia un proceso que reinvindica la sexualidad desvinculada de la procreación, sin que tengan que mediar justificaciones más allá del deseo para su realización. En este desarro llo, aparecen la reinvindicación del placer femenino5 y la idea de que la sexualidad tiene fin en sí misma. Esta sexualidad liberada de las necesidades de la reproducción6, tiene sus orígenes en la tendencia iniciada a finales del siglo XVIII, a limitar estrictamente el número familiar y se acentúa posteriormente como resultado de la difusión de la anticoncepción con métodos modernos (Giddens, 1992). Veamos a continuación, como se configuran los discursos sociales en las historias de los varones entrevistados, a través de la exploración a los significados que otorgan a su deseo sexual y a la forma como éste se fue constituyendo a través del paso de una serie de acontecimientos vitales que funcionan como hitos en torno al cual elaboran significados para representar su sexualidad y su placer. 5 En un estudio en Santiago de Chile, las autoras concluyen que las mujeres conciben al placer como más integral que el solo orgasmo. Lo asocian más con actos previos y posteriores al coito. Es un placer con pocos o nulos márgenes de innovación. Las razones para tener relaciones estarían principalmente en una búsqueda de placer, por amor en su visión romántico y por obligaciones que la relación de pareja implica (Gysling, et al., 1996). 6 Giddens (1995), identifica a esto como la sexualidad plástica, es decir la emancipación del placer de la procreación y el reconocimiento del placer sexual femenino, fenómeno que es el antecedente previo de la revolución sexual de las pasadas décadas, cuyas expresiones son la autonomía sexual de las mujeres y las reinvidicaciones de los movimientos homosexuales y lésbicos. 1. Construcción del deseo: hitos de significancia Según Olavarría, la construcción del deseo es un proceso que implica tiempo pues supone la toma de conciencia de la propia sexualidad, el cuerpo y de situaciones particulares que hacen que el niño/adolescente perciba su condición de varón sexuado y con identidad sexual (Olavarría, 1999). En este proceso hay tanto subjetividades individuales como procesos sociales, en los cuales algunos construyen hitos de significación en torno a su sexualidad. Es decir, acontecimientos en la vida sexual con gran significado y que se estructuran generalmente a través de ritos que funcionan como pasajes a otros status que generalmente lo da el grupo de pares. En este sentido, las principales experiencias significativas en esta construcción son los juegos eróticos infantiles, la polución nocturna, la masturbación y la primera relación sexual. Es importante anotar que estos sucesos no son experimentados por todos los varones y, aún en aquellos que los experimentan, la significación es variada y no implica necesariamente un proceso lineal. Lo común a todos estos varones, tanto entre aquellos que descubrieron solos su sexualidad como entre los que tuvieron una pedagogía sexual por parte de otros varones de mayor edad del grupo de pares, la evaluación sigue siendo la misma: no estaban lo suficientemente preparados. 1.1. Los juegos eróticos infantiles En la construcción del deseo de los varones heterosexuales, una de las experiencias de mayor significado para ellos son los juegos con contenido erótico que mantienen durante su infancia y niñez. Estos juegos generalmente se desarrollan en contextos de mucha curiosidad por parte de los sujetos y pueden ser desarrollados en parejas o en grupo: Mi primer contacto en el sexo con otra persona es con una amiga a los 7 años, nos fuimos a un túnel y ambos nos desnudamos y nos tocamos el sexo... el recuerdo de esta situación lo asocio con mucha curiosidad, pero también con vértigo, pánico, el deseo, cierta vulnerabilidad. (Nicolás, 28 años, conviviente). Jugábamos a meternos debajo de la mesa, debajo de un mantel grande y ahí todos nos besábamos, éramos una prima, mi primo y uno o dos amiguitos más. Era un juego, mucha curiosidad por sentir esa cosa del beso y de cierto manoseo, pero también muy inocente. (Héctor, 27 años, soltero). El objeto hacia el cual se dirige el erotismo no siempre es el sexo opuesto. Muchos varones desarrollan juegos con contenido erótico con niños de su mismo sexo. En este caso, algunos varones viven con culpa esta situación, pues hay dos transgresiones presentes: la sexualidad y el contacto con alguien del mismo sexo: Yo era muy chiquito, 8 ó 9 años, franeleos con un amigo de mi misma edad, que no llegaba a ser masturbación, era un toqueteo pero estaba el miedo tan grande no sólo a la homosexualidad sino a la sexualidad en sí (...) al final uno no sabe si uno no hace las cosas porque no le gustan o por esa presión social tan grande, con este amigo estaba presente esta doble prohibición, todo estaba negado, eso no se hace, no existe lo sexual, no se masturba y no se hace con mujeres y menos con un hombre. (Mateo, 31 años, soltero). En alguno casos estos juegos eróticos incluso pueden prolongarse hasta la adolescencia, donde los juegos pueden ser de mayor intimidad e inclusive incluir la penetración.: Eh (pausa prolongada), sí tuve juegos, (risas) es duro, eh, es duro hablar de esto (risas) supongo que como todo el mundo he tenido una etapa homosexual, 12, 13 años, se le podía llamar relaciones homosexuales (...) fue sólo con un amigo, ambos sabíamos que era prohibido, se cortó naturalmente, duró 6 meses quizás, el también tenía mi misma edad (...) eran desde mirarnos el pito, rozarnos los dos, masturbarnos a cada uno y a veces nos cogíamos uno al otro . (Germán, 28 años, casado). Muchos de estas experiencias en esta etapa no llegan a ser representadas como parte de un deseo homoerótico pues hay elementos que lo justifican: la ingestión de alcohol, significándose por tanto como transgresiones validas en un contexto que, como dice Santiago, es de una "supuesta inconsciencia": En los famosos viajes de egresados de quinto año ves grupos del mismo sexo, que escudándose en el hecho de estar alcoholizados se besan o se tocan, a mí me ha pasado con amigos alcoholizados, tocándonos, pajeándonos supuestamente porque estábamos alcoholizados y todo lo que pasa ahí es en estado de supuesta inconsciencia. (Santiago, 32 años, conviviente). En el caso de los varones homosexuales, estos juegos eróticos infantiles no se diferencian de los de sus pares con identidad heterosexual. En el caso de Andrés, la sexualidad también está instaurada como algo doblemente prohibido, no saben exactamente por qué, no necesariamente lo asocian con culpa, pero tienen la certeza que no pueden ni deben hablarlo con la espontaneidad de otros temas, y al igual que Mateo, sabe que es "malo" por tratarse de sexualidad como por el hecho que su deseo se dirige a personas de su mismo sexo: Yo mismo no sabía lo que era, éra mos muy niños, yo ahora veo que ya había deseo homosexual de mi parte por este chico, pero era todo muy inocente, muy ambiguo también, pues jugábamos a pelearnos, siempre nos estábamos tocando, rozándonos y una vez nos terminamos franeleando y masturbando mientras supuestamente dormíamos en un paseo del club... al día siguiente fue como si todo nunca hubiera pasado, yo quería que continuara a la noche siguiente, pero no me atrevía a iniciar nada, él no lo hizo y ahí quedó todo, sin hablarlo, sin comprender qué pasó exactamente (...) no lo podía hablar con nadie pues sabía que estaba mal, muy mal, habíamos estado jugando con sexo y encima los dos éramos hombres. (Andrés, 29 años, soltero). 1.2. La polución nocturna La polución nocturna, resultado generalmente de sueños eróticos que terminan en una eyaculación no "provocada" por el sujeto, es un acontecimiento que si bien no se presente en todos los varones, sí representa para otros un momento importante en la configuración de los significados para su sexualidad. La mayoría de estos varones ha experimentado una polución en algún momento de su adolescencia. No siempre es un paso previo a la masturbación, pues algunos de ellos ya han tenido sus primeras eyaculaciones a través de la propia estimulación: Yo he escuchado de mis amigos que primero tuvieron la polución y después recién eyacularon al masturbarse (...) en mi caso fue al revés, yo me masturbé primero, llevaba creo meses haciéndolo hasta que un día tuve estos sueños con sorpresa (risas). (Héctor, 27 años, soltero). Para la mayoría de los varones que experimentaron la polución, esta es una experiencia que los desconcierta y que saben pertenece al ámbito de lo oculto. Saben que no pueden compartirlo con sus padres con la naturalidad que podría tener algún otro acontecimiento en su salud. Generalmente la información previa que tienen es proporcionada por el entorno del grupo de pares: Sí sabía que si estabas pensando en sexo todo el tiempo, y si uno encima soñaba con eso, podía tener un sueño húmedo como se le llama, pero aún así, por más que los pibes te hayan explicado como es, siempre te asusta un poco (...) no es algo que le vas a comentar a tus padres, mirá tengo el slip mojado, sabés que lo tienes que ocultar (...) yo lavaba mis slips antes de ponerlos en la ropa sucia, tenía vergüenza que se dieran cuenta en mi casa. (Mateo, 31 años, soltero). A mí realmente me sorprendió un poco ver mis calzoncillos mojados, no asocie que fue por lo que había soñado, esto recién lo hacés después, en ese momento es como que decís que es esto (...) circula entre los amigos todo esto, pero igual cuando te pasa no te acuerdas de lo que te dijeron, el desconcierto para mí fue como si nunca hubiera escuchado nada de esto. (Juan, 26 años, soltero). Esta experiencia no llega a convertirse en un rito de pasaje hacia la sexualidad activa. Ninguno de los varones lo significan como el inicio de su sexualidad, sino más bien como la "constatación" de cambios maduracionales, y si bien hay placer en estos sueños, no la representan como una experiencia significativa en la configuración de su placer: No das un grito de guerra, mirá ya me inicié sexualmente, mojé las sábanas. No es para nada eso (...) quizás es un aviso, una constatación más de tus cambios corporales pues ahora tus franeleos o jueguitos terminan en una eyaculación. (Santiago, 32 años, conviviente). Para algunos varones, la polución incluso se convierte en un "fastidio", una experiencia no sólo poco placentera, sino que tratan de evitar pues esta eyaculación "involuntaria" es una oportunidad perdida de placer, que ellos hubieran preferido obtener a través de la masturbación: Yo prefería masturbarme mil veces claro antes de tener estos sueños húmedos, a veces estaba soñando y sentía que estaba a punto de eyacular, ahí empezaba una verdadera lucha interna mía entre mi conciencia y mi inconsciencia para tratar de despertarme antes de que eyaculara, yo decía no voy a desperdiciar mi semen en un sueño, prefiero yo mismo masturbarme que así disfruto más. (Nicolás, 28 años, solero). Como se ve, la polución nocturna no llega a convertirse en un "hito" en la forma en que representen su sexualidad ni en la construcción del placer de estos varones, sin embargo, su presencia forma parte de las viviencias ocultas y con sentimientos de ambigüedad y desconcierto con que la sexualidad se presenta en ellos. En general integran esta experiencia como una señal de que su cuerpo está cambiando, y que otros acontecimientos más importantes serán el escenario para experimentar estas sensaciones. 1.3. La masturbación Como vimos anteriormente, la mayoría de estos varones ha tenido juegos eróticos en su niñez, ya sea en pareja o en grupo con amigas y amigas de su entorno. Sin embargo, la masturbación que implique la eyaculación, es un acontecimiento cuyo significado se representa como diferente de estos juegos eróticos anteriores: Yo había jugado mucho antes, franeleos, tocarse el pito inclusive con amigos, no era nuevo en el asunto (risas) pero cuando eyaculás producto de la masturbación, es otra historia, ahí el juego es distinto, es como más sexual, ya no puede ser ingenuo, incluso el placer es distinto. (Santiago, 32 años, conviviente). El significado más arraigado de la masturbación en estos varones, es el de una búsqueda para desahogar las "necesidades" del varón. Para la mayoría de ellos es la única posibilidad de vivir su sexualidad en forma "activa" pues aún entre aquellos que ya se han iniciado sexualmente, la poca frecuencia de estas relaciones hace que la masturbación sea la experiencia de mayor presencia en la obtención de su placer sexual: En ese momento todo gira en torno a la masturbación, yo me masturbaba todos los días, a veces más de una vez al día, era como una rutina, estudiando, en el baño, en mi cuarto, incluso en los baños del cole (...) es como una cajita que abriste y no la quieres soltar, es tu juguete nuevo y estás con él todo el día, pues el sexo verdadero todavía está lejos. (Nicolás, 28 años, conviviente). (...) en esa época el sexo está todo el tiempo presente, yo me masturbaba todo el tiempo, toda ocasión era propicia para correrme la paja (...) yo ya tenía mi novia, pero el sexo con ella era difícil siempre los viejos, siempre los hermanos, (por lo que) lo único seguro era la paja (risas) ella nunca fallaba, era la más fiel. (Germán, 28 años, casado). Al igual que los juegos eróticos de la niñez, la masturbación también se puede dar en un contexto grupal, en donde no está presente el fantasma de la homosexualidad sino que es parte de la complicidad y competencias entre varones: Recuerdo pajas colectivas a los once o doce años, jugábamos a competencias de paja y cosas así, después hablando con otra gente escucho que ellos también lo han hecho (...) ninguno pensaba que eso era de putos, todo lo contrario, era como un juego de pibes q ue éramos los más osados del grupo. (Héctor, 27 años, soltero). Sin embargo, para otros varones, estas experiencias de masturbaciones compartidas, si bien no lesionan su identidad sexual actual, sí son episodios que prefieren no recordar pues la posibilidad de reconocer contenidos homoeróticos en estas prácticas les causa malestar: (pausa) una vez lo hice con mi primo... esta vez fue yo a él y él a mi ... una cosa así (...) no es algo que haya contado a nadie jamás, no es que piense que tuve una etapa de puto ni nada de eso, pero tampoco es un mérito decirlo no?, no me agrega nada, prefiero olvidarlo. (Juan, 26 años, soltero). Esta práctica está instaurada en torno a una ambigüedad entre la prohibición y una creciente permisividad de los discursos más "progresistas". Sin embargo, esta búsqueda de placer no debe ser practicada en exceso, el placer debe ser regulado, por lo que algunos varones incluso llegan a desarrollar "estrategias" para canalizar esta "energía", generalmente a través de la intensa actividad física: La prohibición de la masturbación era una de las cosas más fuertes en mi colegio. Los curas te lo decían, de mil formas, con detalles, con metáforas, con miedos que te ponía para que no pecaras. (Santiago, 32 años, conviviente). En mi caso no fue como cuentan algunos que les decían que era pecado y que les iban a salir pelos en la mano si se masturbaban (sin embargo) sí estaban por ahí frasecitas de no hacerlo muy a menudo, que uno debía controlar eso, era como condenar el exceso de placer (...) no es que me sintiera un pecador ni nada por el estilo, pero a veces intencionalmente hacía más deporte, salía a patear la pelota, lo que sea para distraerme de ese vicio tan fácil, barato y placentero de hacer. (Nicolás, 28 años, soltero). Es interesante observar el testimonio de Germán, donde estos discursos ambiguos y contradictorios se superponen: Los profesores te dicen que no debes pajearte, que debes practicar deporte, que te vas a volver loco y toda esa basura que siempre está presente (...) mi viejo era más liberal, él decía que eso era normal, que uno debería conocer su propio cuerpo, para mi madre esto era más difícil, a ella siempre le molestaba esta actitud de mi padre pues ella era más conservadora (...) algunos pibes te repiten lo de sus padres o pro fesores, que es pecado, que te vas a volver loco (...) otros pibes estaba la historia de quien se hacía más pajas en la noche, más del fanfarronear (...) yo sabía, de uno u otro lado, que algo de prohibido tenía, que no estaba del todo bien hacerlo. (Germán, 2 8 años, casado). Como se puede observar, en Germán se presenta la tensión en los discursos sobre la sexualidad. Germán tiene incorporado los discursos contradictorios de sus diferentes espacios de socialización. En el espectro más amplio, está presente el imaginario social donde la masturbación está prohibida; en los discursos de los padres, ésta práctica es contradictoria, influenciando el liberalismo paterno por sobre el conservadurismo materno; en los pares prima la ambigüedad pues tienen tanto el discurso conservador del entorno, como los discursos de alardeo en el que la curiosidad y las búsquedas de explorar son similares a las experiencias autoeróticas de Germán. Como en los casos anteriores, y a pesar de no haber prohibiciones explícitas sobre este autoerotismo, el imaginario que lo colocaba en lo prohibido ya estaba instaurado. De esta manera, la masturbación se convierte en una experiencia de mucha importancia en la sexualidad de los varones, pues para muchos es la puerta de entrada para su iniciación sexual, y es además, uno de los hitos más importante en la configuración del placer sexual. 1.4. La iniciación sexual De todos los hitos antes descritos, la iniciación sexual es la que mayor significado representa para los varones en la constitución de su deseo y en la representación de su sexualidad. Como vimos en el capítulo anterior, los mandatos del grupo de pares de la adolescencia para que los varones se inicien sexualmente, funcionan como ritos de pasaje que confirman la "virilidad" del sujeto. En este sentido, este hito en la sexualidad de estos varones, funciona más como la actualización de estos mandatos de sexualidad y masculinidad que de una búsqueda por disfrutar de la sexualidad. Es un espacio más para compartir complicidades y actualizar imperativos entre amigos del mismo sexo: (mi primera vez) fue con una prostituta, fuimos con un pibe más grande y otros amigos de mi edad, ni me acuerdo porqué elegía la mina, todo fue tan rápido todos salimos a los dos minutos y nos cagamos de risa, antes todos muertos de miedo, primero entró uno, luego yo y luego otro, yo llegué a dudar de no entrar, eran minas grandes loco, luego todos cagándonos de risa, como una descarga de nervios, reírnos entre amigos y luego contarlo entre amigos, eso era lo lindo de la experiencia, la cosa entre amigos, claro, todo era bien claro, eso era de macho, todo el mundo va y podíamos decir por ahí vamos a jugar fútbol o cartas o ir al burdel, daba igual, era una obligación social ir, nadie iba a decir que no, era parte de las actividades del grupo. (Carlos, 33 años, soltero). Esta "obligación social" que algunos varones sienten para iniciarse sexualmente, y que los lleva en algunos casos a recurrir al sexo comercial, es vivida con ansiedad y temor. La tensión entre búsqueda de placer y de cumplir con los mandatos grupales termina en una relación sexual que no satisface las expectativas personales de los sujetos, sólo las grupales, ante la necesidad de reconocimiento al interior del grupo. En este escenario, ya sea con una trabajadora sexual o con una mujer de mayor experiencia, la imagen de sexualidad femenina que se configura es la de mujer con amplia experiencia sexual, son mujeres "curtidas". En este sentido, empieza el aprendizaje, la significación y la interpretación de lo que les ocurre actualizando las representaciones sociales de género y de identidad sexual configuradas en las agencias anteriores: Mi primo y yo hinchábamos mucho con el tema del debut, bueno un día mi tío dijo, esta noche les consigo una mujer de verdad, ahí vino el cagaso, igual fuimos en la noche con el auto, recogimos a la mina, fuimos al bulín de ella, mi tío nos esperaba afuera, primero entró mi primo y luego yo, todo mal, nosotros sólo estábamos jugando, para nosotros era inconcretable y de pronto nos encontrábamos con una mina abierta de piernas, vieja. Ni siquiera colmó mi necesidad de ver pues no se desnudó totalmente, obviamente todo fue guiado por ella, yo pánico total, ella con toda la cancha del mundo, me explicaba todo, vení acá, la tenés que meter acá, todo hacía ella (...) ahí hubo presión, no pude decir sabés qué no tengo ganas, me abro. Y luego está la presión social de tus amigos, no es que estaban en ese momento para decirme tienes que hacerlo con esta mina, pero de nuevo es esto de ser el Gardel, todo el mundo seguía con la paja y tú ya te habías acostado con una tipa, no importaba la cagada que pudo ser. (Héctor, 27 años, soltero). Mis primeras relaciones fueron un tanto promiscuas, con pibas con experiencia, la primera me e ncaraba y me encaraba, yo era virgen, sólo apretábamos, no cogíamos, hasta que un día lo hicimos después de tanto encare de ella y fue así nomás, no fue placer para mí, para ella no era la primera vez, ya estaba recurtida. (Nicolás, 28 años, conviviente). ¿Qué sucede con los adolescentes homosexuales en su iniciación sexual, en el contexto del imperativo del debut sexual heterosexual?. Los dos varones entrevistados que tienen sexo con otros varones, también pasaron por momentos de angustia para su iniciación sexual. Ambos recurrieron al sexo comercial para llevarlo a cabo. Al igual que en testimonios anteriores de sus pares heterosexuales, el afecto y el placer estuvieron ausentes en estas primeras experiencias: La primera vez es con un chico pagando. Vi un aviso en el diario, llamé y fui. Fue desastrosa como todas las iniciaciones sexuales, con miedo, con toda esa carga, una verdadera cagada. Pero luego me sentí bien, pues eso era lo que yo buscaba y lo hice. Fue mala técnicamente pues yo sólo me guiaba por instinto de placer, no tenía cancha en la cama, no sabía que hacer, lo que yo quería, lo que me gustaba, todo era instinto. (Andrés, 29 años, soltero). Mi primera relación sexual es bastante traumática, yo estaba muy caliente toda esa temporada, mis padres estaban haciendo arreglos en casa y había un obrero bastante provocativo que tenía un cuerpo perfecto y una mirada que destilaba sexo, un día estaba tan caliente que decidí romper con mi atroz miedo y mi vergüenza y me encontré justo solo esa tarde co n él en mi casa y le propuse tener sexo a lo cual él respondió que cobraba. Esto para mi alivio pues si me hubiera sacado corriendo la situación hubiera sido peor. Como no tenía preservativo salí corriendo y fui a la farmacia y regresé a hablar con él, le dije que lo que yo quería era penetrarlo porque nunca había tenido una fantasía de sexualidad pasiva y él se rió y me dijo que ni loco, que si quería me lo hacía a mí. Bueno dije yo, ya estaba jugado. Estaba muy caliente, había llegado a un punto donde nunca había llegado, nos encontramos y lo hicimos, con mucho dolor de mi parte y cero de satisfacción, no me gustó nada y encima terminé sintiéndome culpable de haberlo hecho en el cuarto de mi hermana. (Olaf, 27 años, soltero). En la medida que estas experiencias de iniciación son representadas en forma negativas, muchos de estos varones terminan por elaborar una "segunda iniciación". La primera en este contexto de presión social y displacer y la segunda iniciación cuando ellos sienten que fue por afecto o placer: De la primera relación nunca se habla pues es una cagada, yo considero que me inicié con mi novia, después de experiencias que fueron cualquier cosa, mi descubrimiento sexual fue con esta novia, esto fue copado, pasamos los dos por la misma experiencia, por el mismo temor, por descubrir las mismas cosas, en ese momento no sabés, la situación te domina porque te viene el miedo, pero está el afecto y eso es una gran diferencia, es una experiencia maravillosa, es una de las cosas más lindas de la vida y que nunca se olvida. (Nicolás, 28 años, conviviente). La primera vez que hice el amor de verdad y no sólo sexo como en mi primer debut, fue algo que nunca lo voy a olvidar (...) los dos estábamos en las mismas condiciones, no había presión. Todo era muy tierno, muy dulce, muy placentero (...) así como las mujeres dicen que a veces su primer orgasmo es después de años de tener sexo, nosotros (los varones) también podemos decir que el primer orgasmo es con la primera vez de verdad. (Héctor, 27 años, soltero). Esta "segunda homosexuales: iniciación" también está presente en los dos varones Tuve dos iniciaciones, mi primera vez a los 15 años cuando empiezo a tener vida sexual activa y mi primera vez en serio a los 22 años cuando lo hago con mi primera pareja (...) mi primera vez en serio fue otra cosa, yo buscaba que un hombre que yo quisiera me penetrara y ese paso era muy importante para mi sexualidad. El me dijo que sólo hiciéramos lo que yo quisiera hacer y yo le pedí que me penetrara, yo quería que él me iniciara de verdad y recuerdo que llegué a mi casa feliz, de ver a mi familia toda careta y yo con toda la felicidad, ya no sólo de haberlo hecho, sino de haberlo hecho bien, con amor, con cuidado, con felicidad, con placer. (Andrés, 29 años, soltero). Como se ha visto en ocasiones anteriores, no todos se alinean con el imaginario esperado, algunos varones se apartan de estos imperativos de actuación y alardeo masculino y buscan que su primera relación sexual sea con una persona por la que sientan afecto y puedan disfrutar del acto sexual. Estos varones recuerdan esta primera experiencia con mucho ternura y satisfacción, y a diferencia de los otros varones, cuya iniciación es con una persona casual o de sexo comercial, desarrollan una intensa actividad sexual a partir de esta primera vez: Para mí fue bárbaro mi primera vez, fue con mi novia, tenía casi 20 años, yo había esperado pues no quería hacerlo con una prostituta, fue bárbaro pues rompí con prejuicios (...) la situación me dio mucho miedo, estaba muy nervioso, no sabía lo que iba a pasar bien, por un lado contento y después fue como algo salvaje, no lo vas a creer pero después de esperar tanto, en esas primeras veces lo hicimos todo el día, nunca más me pasó eso, que en tan poco tiempo lo haga tantas veces, no parábamos, era la espera tan larga. (Santiago, 32 años, conviviente). En el caso de Mateo, se adiciona a su búsqueda de afecto y placer, las rígidas normas religiosas de su socialización escolar, lo cual lo lleva a "retardar" su iniciación sexual hasta que él se considera parcialmente liberado de estas normas: El contacto con la religión me hizo retardar mi iniciación sexual con una mujer, que recién fue a los 19 años cuando me pude liberar parcialmente de esto (...) los dos estábamos tranquilos, ella era mi novia, fue casi sin darnos cuenta, fuimos avanzando y así de poco vino el acto. Teníamos juegos anteriormente pero nunca penetración, fuimos avanzando y todo fue muy lindo. Desde ahí empezamos a tener una relación continua. (Mateo, 31 años, soltero). Para Juan, el retardo en su iniciación sexual no tuvo los mismos resultados que para Mateo y Santiago. En su caso, su búsqueda personal de afecto y placer en su primera relación sexual, termina en una relación en un contexto inesperado, en donde el afecto y el placer que eran las razones de su espera y rebeldía contra el imperativo dominante, estuvieron ausentes: Hay una cierta presión que circula en el ambiente, en la secundaria todos hablaban de su iniciación sexual y yo lo tenía mas idealizado, no quería hacerlo como ellos, con una prostituta, o en el típico viaje a Bariloche donde los que se han escapado hasta ahí regresan iniciados, y bueno yo regresé sin hacerlo, pero al final si bien no lo hice como la mayoría, tampoco lo hice bien, fue todo casual, con la novia de un amigo, para ella no era su primera vez, yo era el único que debutaba, ella la tenía clara, se dio que un día nos quedamos solos, nos empezamos a besar y se dio, todo rápido, me acuerdo de mi total inexperiencia que tenía y el hecho que pesaba que era la novia de mi amigo y que algunos conocidos nuestros sabían lo que estaba pasando. (Juan, 26 años, soltero). Todos estos acontecimientos vitales para la sexualidad de estos varones se integran en forma diversa en la representación de la constitución de su deseo sexual. La mayoría de varones consideran que el deseo sexual heterosexual es algo natural, que forma parte de su ser hombre, que siempre estuvo en ellos. Esta situación la reportan incluso aquellos varones que tuvieron experiencias con alto contenido homoerótico, pues estas prácticas, por muy ocultas y conflictivas que para algunos pueda llegar a ser, no cuestionan su identidad sexual. Como ya se vio anteriormente, la noción de sexualidad heterosexual se transmite e interioriza a través de mensajes, actitudes y gestos rituales de sexualidad y masculinidad hegemónicas, las cuales se convierten en verdaderas pedagogías de actuación para los sujetos. En esta forma, el deseo sexual se construye en este escenario social que prescribe y normatiza la sexualidad. En el caso de los varones homosexuales, la constitución de su deseo sexual también es un proceso que implica tiempo para que sus sensaciones hacia personas de su mismo sexo sean interpretadas y representadas como parte de un deseo homoerótico. La tensión entre aceptar las normas de sexualidad esperada y su atracción por personas de su mismo sexo, no encuentran referentes inmediatos para configurar su deseo. Están socializados con el imperativo que los varones no pueden enamorarse ni desear a otros varones, por lo que su proceso es de mayor soledad que la de la mayoría de varones heterosexuales. 2. Significados de la sexualidad masculina Para los varones entrevistados, la sexualidad de los varones tiene una asociación direc ta con actividad sexual, con el acto concreto de tener sexo: sexualidad es tener relaciones sexuales , que como dice Weeks, es el significado dominante en la cultura occidental actual7. Este primera asociación se relaciona con un eje central en torno al cual se estructuran los otros significados de la sexualidad: el del sexo como sinónimo de placer. De esta forma el sexo para estos varones parte de una independización de funciones reproductivas, pues lo central en la actividad sexual es el la obtención de placer: Sexo es placer, es lo primero, lo básico que uno piensa cuando escucha sexo. Todas las sensaciones, las poses, lo que quieras que sea el sexo es placer. (Nicolás, 28 años, conviviente). 7 Según Weeks (1985), en la transformación de la forma en que se entiende la sexualidad en las culturas occidentales a partir del siglo XIX, se configura la asociación dominante del acto de tener sexo. En este sentido hay un desplazamiento de significados anteriores en los que el sexo aludía principalmente a la división de las personas en masculinas o femeninas, hacia el de las prácticas, con el supuesto que existe conexión directa entre el hecho de ser varón o mujer y la forma correcta de comportamiento erótico: coito genital entre un varón y una mujer. Lo primero, lo central en el sexo es que te proporciona placer, es la base del sexo, es su función principal. (Mateo, 31 años, soltero). En torno a esta representación directa de sexo como placer, se estructuran otros significados que se pueden observar en cuatro ejes: la descarga de tensiones, el consumo de cuerpos, la conquista y dominación de mujeres y el afecto y la comunicación. Estos ejes no son excluyentes entre sí, sino que están en constante tensión y contradicción en las imágenes sociales y en las propias experiencias de los sujetos. 2.1. Descarga de tensiones Una de las imágenes más fuertemente arraigadas en estos varones, es la del sexo como liberador de tensiones y energías consideradas naturales. Esta tensión necesita "resolverse" de algún modo. Ya sea canalizándola hacia otras actividades, masturbándose o realizando el acto sexual con la pareja que asegure la eyaculación y el orgasmo: Hay tensión en el cuerpo, tensión y deseo, a mí me pasa eso, yo siento deseo de tener una relación sexual y siento que es algo que cada vez se hace más fuerte, va creciendo y en algún momento tienes que sacar esa tensión con el efecto práctico de una relación sexual. (Nicolás, 28 años, conviviente). El sexo es como una fuerza interna que va incrementándose con el deseo por el otro y que tiene que tener una solución para la propia salud del hombre, sería enfermo no canalizar esa fuerza, esa necesidad, en deportes, masturbarte y claro tener relaciones sexuales, que es la forma más sana creo de solucionar este deseo natural del hombre. (Héctor, 27 años, soltero). Por otro lado, la expresión de esta "necesidad" de liberar estas tensiones, se traduce muchas veces en una sexualidad que funciona como válvula de escape a otras emociones y sentimientos que estos varones no pueden expresar o les resulta difícil enfrentar. De este modo, el sexo se convierte en una forma de canalizar estas situaciones y al mismo tiempo es una "distracción" para no pensar ni afrontar la tristeza o problemas difíciles de resolver: En épocas en que corto con situación, tengo amigas, entre estos momentos. Era como ir estos momentos tengo mal en parejas y estoy generalmente mal por toda la comillas amigas, que eran la recurrencia para a buscar en el sexo, para llenarme lo que en mi vida (...) era como regocijarme en el placer del sexo para distraerme, olvidarme. Como ver una película que te gusta y te distrae de la tristeza que quieres evadir. (Héctor, 27 años, soltero). Creo que el sexo es una forma que encontramos en otras cosas, en proyectos de vida, proyectos Muchas veces lo hacemos por ansiedad, como pensar y evadir lo que no quería ver. los hombres para no pensar laborales, tristezas, miedos. válvula de escape para no (Olaf, 27 años, soltero). Sin embargo, algunos varones consideran que esta situación estuvo presente al inicio de su actividad sexual, pero que en sus relaciones actuales tratan que estas emociones y situaciones difíciles de afrontar o solucionar, no sean evadidas a través del sexo ni sean la causa para recurrir a una relación sexual: Cuando uno es pendejo, tu vida es un caos, e ntonces mas vale que lo hiciste por soledad, por miedo, inseguridad, soy hombre, no lo soy, que mierda soy, tengo esta cosa colgando acá. Son cosas que ahora las puedo rebobinar pero en ese momento las manejás así y lo hacés por escapismo. Ahora no lo hago así, trato que sea por deseo y si estoy triste, me siento confundido o mal, prefiero conversarlo con amigos o pareja pero no recurrir al sexo como escape. (Nicolás, 28 años, conviviente). 2.2. Consumo de cuerpos Otro significado que tiene el sexo para los varones es como un consumo de cuerpos, es decir la ingestión de los cuerpos en el acto sexual: Para mí el sexo es comer a mi pareja, es devorarla, es tomar su cuerpo (...) cuando yo le hago el amor siento que la como y en el pico máximo de mi placer es como que quiero comérmela en pedacitos. (Nicolás, 28 años, conviviente). Este consumo además se asocia con la absorción de energías y fuerzas en el acto sexual, en la que tras el orgasmo, los cuerpos terminan acabados y consumidos: El sexo es comerse, es como un banquete de cuerpos, hay que tomarlo todo, hay que comerlo todo, hay que consumirlo todo (...) es una lucha de energías en las que se absorbe todo de la pareja y al final uno queda out, agotado, después de esta lucha. (Héctor, 27años, soltero). Ahora bien, este consumo de cuerpos tiene dos significados. Para la mayoría de estos varones, esta ingestión de cuerpos está relacionada con dominación y aspectos de reforzamiento de la virilidad y la masculinidad del varón. Además, en estos varones es más marcado que hay un cuerpo que come y otro que es comido, con lo que la sexualidad masculina termina asimilando a la sexualidad femenina: Cuando se habla de comer a una mina, es como queriendo decir que te la vas a recoger. Creo que es una mezcla de algo mu y erótico, pero también hay algo de macho en eso, como que las dejás satisfechas porque les hiciste el amor como los dioses. (Germán, 28 años, casado). Creo que por ser la sexualidad masculina más avasalladora, es como que los hombres nos consumimos el cuerpo de la mujer. Creo que tomamos todo de ellas, es como que los hombres nos comemos a las mujeres (...) las mujeres nos dan sus cuerpos y nosotros la comemos, consumimos su cuerpo, su sexo, todo de ella se incorpora a nuestra sexualidad que la consume. (Héctor, 27 años, soltero). Por otro lado, otros varones asocian este consumo con búsqueda de mayor intimidad entre los cuerpos. En este sentido hay un deseo de unirse al cuerpo de la pareja, con lo que la ingestión del cuerpo amado o deseado es una búsqueda de posesión y unidad al mismo tiempo. Además, en estos varones, ambos miembros de la pareja pueden consumir el cuerpo del otro: Cuando uno come a su pareja es lo más sublime del sexo, es cuando ambos somos uno solo, una sola persona. Es la figura de haberme comido su cuerpo, de haberla poseído a tal punto que su cuerpo todo ahora es parte del mío, somos una sola persona. (Santiago, 32 años, conviviente). Uno debe comerse en el sexo, que ella se coma todo lo tuyo, sin reservas y que uno se coma todo el cuerpo de ella, debe ser como que al final todo se ha probado y se ha consumido. (Mateo, 31 años, soltero). Sin embargo, estos ejes de significados no son excluyentes entre sí, sino que pueden presentarse en un mismo sujeto. En el testimonio de Carlos podemos observar tanto la alusión a la búsqueda de unidad como el de dominio en la ingestión de cuerpos, asociados directamente al tipo de vínculo con las parejas sexuales: Cuando yo pienso en comer a una mina que me interesa, pienso en hacerla el amor de tal forma que sea totalmente mía, que el sexo sea pleno (pero) cuando uno dice que se va a comer a una minita, pensás en hacerla nada, en matarla en la cama, como si su cuerpo fuera arrasado por uno. (Carlos, soltero). Es interesante observar en el testimonio de Olaf, como en sus prácticas homoeróticas, estos significados pueden variar según el rol que el varón ocupe en el acto sexual. De esta forma, el que "come" el cuerpo del otro es generalmente el miembro activo, el varón que penetra. El cuerpo consumido es el del varón que ejerce el rol pasivo, el que es penetrado: Es el miembro activo el que se come al pasivo. Uno no dice me voy a comer a ese pata con el ano, uno dice me voy a comer a ese tipo con el pene. Creo que por más que en el sexo, si una relació n ha sido buena y uno dice que nos comimos en la cama, es siempre más el activo el que come y el pasivo el que es comido. (Olaf, 27 años, soltero) 2.3. Conquista y dominio de mujeres En la configuración de las masculinidades, el sexo es un espacio privilegiado para afirmar y demostrar la identidad de género del varón. De esta forma, en el escenario de la sexualidad, la conquista del mayor número de parejas sexuales, es sexualidades una forma de acercarse al ideal de las masculinidades y hegemónicas: Cuando yo me masturbo siento necesidad de terminar con ese deseo compulsivo, en cambio la relación sexual, tiene más que ver con lo que es la conquista, es las ganas de tener algo, y ese algo es una mujer, de haberla ganado, es como subir a la cima de una montaña y haberla conquistado, llegar a algo que te habías propuesto. (Juan, 26 años, soltero). Esta conquista se convierte en un record en el currículum sexual del varón. Una "grilla" en la que deben ingresar la mayor cantidad de mujeres posibles y el sexo se convierte en un "trofeo" a exhibir, como forma de lograr y reafirmar la virilidad ante la fragilidad de la identidad sexual masculina: El sexo para el hombre es como alcanzar en su vida. El hombre debe levantar a la vos, diciendo que bien hacés el amor, levanta los bonos de virilidad. Sos conviviente). un record de cuantas minas se cogió mina, las minas deben hablar bien de que la tenés grande, creo que eso más hombre. (Santiago, 32 años, En mis amigos del laburo yo veo que les pasa esto de levantarse una mina, de comentar que se la voltearon, de sumar puntos en una grilla, como parte de este modelo de hombres que van de una relación a otra sin una búsqueda más que el intercambio de fluidos y de acumular y acumular mujeres. (Mateo, 31 años, soltero). A esta conquista se adiciona la búsqueda de ejercicio de dominación y poder de los hombres sobre las mujeres, el cual parte de las diferencias anatómicas de los sexos (el pene es intrusivo y la vagina receptiva), para inscribirse en la forma en que se desarrollan las relaciones sexuales: El sexo es poder, todos los movimientos del hombre, su mismo cuerpo (...) hay una cuestión de función por la posición en el sexo, pues tenemos un elemento agregado positivo, el pene, yo soy el que estoy metiendo o saca ndo cosas de acá (...) es difícil que el hombre esté en una situación donde a él se lo limita en sus movimientos, donde las mujeres determinan los tiempos y lo que se hace o no hace como lo hacemos los hombres, que tenemos muy fuerte este sentido del dominio y todo hace que el sexo sea de poder total sobre la mujer. (Héctor, 27 años, soltero). En el sexo hay como una sensación de dominio de la mujer, uno es más fuerte que ellas, el cuerpo del hombre cubre al de la mujer. El sexo termina siendo un dominio sobre ellas, una complementariedad de roles. (Nicolás, 28 años, conviviente). 2.4. Afecto y comunicación Otra imagen de lo que significa el sexo para los varones, es el afecto y la comunicación. Estos significados están en constante tensión y contradic ción con otro muy arraigado, el de que los varones separan amor y sexo. Para la mayoría de estos varones, el amor y el sexo pueden estar escindidos, no necesariamente van juntos. Es el sexo "puro", pues sólo en términos ideales se logra una sexualidad "plena", es decir donde confluyen amor y sexo en una misma persona, que generalmente es la pareja a la que se ama: El amor y el sexo no vienen juntos, si vienen juntos mejor, es la situación ideal, pero no vienen necesariamente juntos. Vos podés tener buen sexo con una persona que no amás, y también con la que amás. Son necesidades diferentes del hombre, a veces quieres un sexo pleno que lo lográs sólo con la mujer que amás, y otras veces sólo quieres sexo puro y esto lo podés tener con cualquier mujer. (Germán, 28 años, casado). Yo creo que generalmente nunca están juntos amor y sexo (...) el amor y el sexo pueden estar separados y el hombre puede tener sexo sin amor y pasarla bárbaro, un sexo diferente al sexo que podría tener con la mujer que ama (...) en este momento de mi vida yo lo tengo unido, es la primera vez que siento así de unido amor y sexo, pero antes no fue así. (Santiago, 32 años, conviviente). Sin embargo, para otros varones, el significado más importante de la sexualidad es el afecto, el cual lo relacionan con comunicación e intercambios con la pareja sexual, que serían las metas finales de la sexualidad: Yo busco intercambiar otras cosas en el sexo, por eso el sexo más light, de sólo fluidos, me cuesta más que a otros hombres. Creo que esto es porque tengo la sexualidad ligada más a una cosa más afectiva, creo que tengo una mirada femenina en eso, en el sentido que tengo que querer al otro, cuido al otro, veo que la pase bien. (Mateo, 31 años, soltero). Mi novia tenía la imagen que el hombre siempre respondía independientemente del afecto, yo le decía yo tengo sentimientos también. Estas son imágenes equivocadas de muchas de la mujeres, ellas creen que nuestra sexualidad es sin sentimientos, que es así de fácil, que sólo ellas tienen una sexualidad afectiva. Pero no siempre es así, creo que para algunos hombres la sexualidad puede ser más sexo puro, pero para mí sino siento ese cariño, ese amor y todo, me cuesta la sexualidad. (Rubén, 28 años, soltero). En el caso de los varones homosexuales, las tensiones en las representaciones de la sexualidad masculina entre sexo y afecto como unidos o escindidos también se presenta en forma dominante. Tensión entre una sexualidad de sexo "puro" y otra de sexo "pleno": Yo separo amor y sexo todo el tiempo, a las mujeres les cuesta esto más que los hombres, nosotros lo hacemos todo el tiempo, esto pasa tanto con hombres homo como hetero. El sexo para nosotros es con menos responsabilidades, es más sexo puro, no está ligada al amor como se ha estipulado tanto para las mujeres, por lo que lo podemos hacer con personas que no amamos. Ahora, cuando lo hacemos con amor, es otra cosa, el sexo ahí es distinto, entran otras cosas del compartir, del querer al otro. (Andrés, 29 años, soltero). De esta manera, la sexualidad masculina se representa con significados en constante tensión y contradicción, en el que estos cuatro ejes descritos se actualizan y superponen al interior del grupo y en un mismo sujeto. Estos significados se entrecruzan con otras imágenes elaboradas en torno a la sexualidad femenina y las imágenes de mujeres con las que establecen sus diferentes tipos de vínculos, así como con otras dimensiones de la sexualidad masculina como las fronteras repudiadas de actuación y las expectativas de un desempeño sexual "correcto". 3. Fronteras pasividad de la sexualidad masculina: homoerotismo y La sexualidad masculina se constituye en torno a fronteras delimitadas que actúan como un repudio a los límites que son dados por lo despreciable, que como dice Fuller refiriéndose a las fronteras de la masculinidad, pertenecen al dominio de lo abyecto (Fuller, 1997), de aquello que un varón, para ser valorado como tal, no debe cruzar jamás. Estas fronteras de la sexualidad masculina están centradas en el fantasma normativo del sexo que coloca a la homoerotismo8 y a la pasividad, como fronteras que un verdadero hombre no debe pasar jamás. La frontera del homoerotismo sigue funcionando en estos varones en su edad adulta, como un fantasma normativo que determina la heterosexualidad y sigue vigente como la base de lo esperado en la sexualidad masculina. Como vimos en el capítulo anterior, aún en los modelos de masculinidades y sexualidades emergentes, la heterosexualidad es algo que se tiene que probar a lo largo de todo el ciclo de vida de estos sujetos, que como dice Mateo, es un imperativo que no debe "relajarse": La eterna y primera constante es que un hombre no se debe acostar con otro. Eso no varía, no ser puto es algo que te acompaña por toda la vida, la vas viendo distinto, eres menos intolerante con los años, pero eso no significa que tu sexualidad deba relajarse para hacerlo con hombres. (Mateo, 31 años, soltero). En el testimonio de Carlos, podemos observar esta frontera temida y repudiada como siempre presente en la vida de los varones: "no es lo mismo pero es igual". Por otro lado, es interesante observar como se presentan la identidad de 8 A pesar de que en el presente estudio se usa en algunos momentos homoerotismo y homosexualidad como sinónimos, consideramos más apropiado el primero pues homosexualidad tal como la entendemos hoy en día, es un concepto configurado en el siglo pasado, cuando se dotó a las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo de connotaciones de desvío y peligro, relegándolas con ello al campo de lo patológico. Esto además llevó a que las expresiones de la sexualidad se consideren como algo "natural" e inmutable de la experiencia sexual humana. Por otro lado, la noción de homoerotismo también tiene una dimensión ética y política, pues introduce la diversidad sexual y el respeto por las diferencias sexuales (Freire Costa, 1992). género y la él considera cumplir con tiempo un homosexual, diferentes identidad sexual en las representaciones de este varón. Por un lado que un varón puede ser visto y valorado como masculino, es decir lo esperado para una identidad de género hegemónica, y al mismo varón puede tener prácticas homoeróticas e incluso identidad con lo que separa estas dos dimensiones como dominios de la identidad de los varones: De adultos no es lo mismo, pero es igual, en serio, si un pibe tiene novia y todos saben que siempre estuvo con minas, hay como una cierta garantía que ese pibe es heterosexual, pero esta garantía es parcial, nunca hay seguridad absoluta, pues puede ser bien masculino, tener novia y darse sus escapadas con otros tipos, incluso todos pueden saber que es homosexual y ser muy masculino, con modales de hombre. (Carlos, 33 años, soltero). Como vimos anteriormente, la constitución del deseo heterosexual se realiza en torno a acontecimientos vitales en los que entran en juego mandatos de socialización en masculinidades y sexualidades hegemónicas. En ella se actualizan los mensajes de todas las agencias de socialización que han producido sus propios discursos sobre la sexualidad y que normatizan la heterosexualidad como un deseo "natural". En este momento de sus vidas, la mayoría de varones heterosexuales consideran su heterosexualidad como producto de un deseo siempre presente y no como parte de un proceso de construcción: Yo tengo deseos por la mujer desde siempre, esto siempre ha sido así, se dio en forma normal. No me excitan, no me interesan los hombres, nunca me ha pasado ni me va a pasar ni creo que me pase. (Rubén, 28 años, soltero). Sin embargo, algunos varones, cuestionan la constitución "natural" de su deseo heterosexual y, a pesar de que no tienen prácticas sexuales con otros varones y tampoco cuestionan su identidad sexual, consideran que su sexualidad está influenciada por la cultura y que por lo tanto fue "construyéndose" en el transcurso de su socialización: La heterosexualidad está tan planteada hoy en mí que no me erotizan los hombres (...) pero sé que esto es por mi contexto, que por ejemplo en los griegos y los romanos la homosexualidad era normal (...) sé que mi gusto por las mujeres ha sido influido por mis padres, mis amigos y mis experiencias, con lo cual finalmente llego a desear tanto a la mujer que termino creyendo que nací con este deseo. (Mateo, 31 años, soltero). En ambos casos, ya sea entre aquellos varones que naturalizan su heterosexualidad como entre aquellos que la consideran parte de un proceso de socialización, hay un repudio a la homosexualidad y a los homosexuales si es que éstos amenazan con buscar un acercamiento sexual: Yo no tengo nada contra los putos pero no me gusta que estén siempre al acecho de nosotros los hombres (...) eso es así, tu puedes ser amigo de ellos, están en el trabajo, son buenas personas y todo, pero en algún momento van a sacar las uñas y te van a acosar y eso es lo que yo no tolero, ahí me pongo bravo. (Carlos, 33 años, soltero). No creo que nadie te va a decir que odia a los homosexuales pues parecería un ignorante o un facho, pero sí es cierto que si ellos intentan tener algo con uno, ahí vas a ver todo el odio que puede haber hacia ellos (...) lo que molesta es que quieran hacerlo con uno, que te busquen cuando uno los rechaza. (Juan, 27 años, soltero). De esta forma, la posibilidad de realizar una práctica sexual con otro varón, es algo que produce un rechazo y aversión muy grande entre la mayoría de varones: Una cosa son los juegos de chicos, las pajas y todo lo que quieras, otra cosa es ya de grande, ahí tiene otro significado y francamente me causa repulsión imaginarme con otro hombre, yo necesito algo diferente para tocar, me da vértigo pensar en un cuerpo como el mío. (Héctor, 27 años, soltero). El contacto con el cuerpo de un hombre me parece repulsivo, me daría ganas de vomitar creo esa posibilidad. (Rubén, 28 años, soltero). Ahora bien, esta frontera tiene sus propias jerarquías internas que nos relacionan con la diversidad de significados de las prácticas homoeróticas. En este sentido, el límite más repudiado de la frontera del homoerotismo es la actividad en el rol "pasivo", es decir cuando un varón es penetrado por otro varón: Puede ser visto en contexto de joda, hasta de macho, el que un hombre se haga chupar el pito por otro que va a desempeñar el rol de putito, eso no se cuestiona tanto, es cierto, no es para contarlo entre tus amigas ni novias, pero entre hombres eso se puede pasar y hasta puede ser anecdótico, pero lo que no se te perdonaría jamás y ahí si ya fuiste como hombre es que a ti te la metan, si te penetraron ya quedas marcado tú como puto. (Nicolás, 28 años, conviviente). Esta situación incluso la encontramos entre los varones homosexuales, pues la práctica "pasiva" se convierte en la que más tensiones y angustias les genera en sus experiencias homoeróticas. En el relato de Olaf encontramos esta tensión que significa para su masculinidad el desempeñar este rol, dada la socialización en masculinidades y sexualidades hegemónicas en la que fue formado al igual que sus pares heterosexuales: Yo trato de luchar con la concepción que se me formó que sentir placer con la estimulación anal no es masculino, fui educado con eso, no es tanto que no sea varonil sino que es una derrota, como si el sexo fuera una pequeña batalla y gana el que tenga la posición activa (...) hay algo con la mirada de la sociedad que es más implacable con el pasivo que con el activo, el pasivo está cerca de lo femenino, de lo no viril, con que no cumple lo esperado por los padres y la sociedad, entonces es muy difícil asumir el rol pasivo porque es más fuerte aún asociarlo con lo no correcto, con lo que no se debe hacer. (Olaf, 27 años, soltero). En el caso de Andrés, esta frontera repudiada la siente presente en sus parejas que tienen el rol "activo" en la relación sexual, quienes al igual que la mayoría de varones heterosexuales entrevistados, tienen presente el imperativo de sexualidad activa y penetrativa. La "pasividad" casi exclusiva de Andrés no cuestiona su identidad de género, pero él sabe que el rol sexual "pasivo" se asocia con lo femenino y pertenece al dominio de lo abyecto , a lo socialmente repudiado: Para los chongos, los machitos que sólo la ponen, la sexualidad es como la del macho heterosexual más tradicional, quieren ser los dominantes, sólo son exclusivamente activos, nada de caricias, sólo penetración, esto les repulsa pues ellos no se creen putos si sólo la dan. En mi caso no siento que hay que demostrar que uno es hombre penetrando. Si te dejás penetrar se asocia con que eres femenino, putito, y esto es un insulto. Pero no es así, yo soy casi exclusivamente pasivo y no soy femenino ni tengo que demostrar que soy hombre en la cama penetrando. (Andrés, 29 años, soltero). La relectura que hace Olaf de su identidad de género a partir de sus prácticas e identidad como homosexual, es un proceso que lo lleva a resignificar las transgresiones a las fronteras de la sexualidad masculina, como una forma de ser hombre: Me siento masculino tanto por lo que cumplí del mandato masculino a nivel de lo que hago en la sociedad como hombre como de lo que no cumplí en lo sexual. Fui educado para ser heterosexual, no soy heterosexual pero soy hombre, incluso siendo homosexual me siento hombre por haber transgredido esta carga de la heterosexualidad para los hombres. (Olaf, 27 años, soltero). En cuanto a la actitud "pasiva" del varón en una relación heterosexual, ésta se entiende como ausencia de dominio del acto sexual y de ejercicio de poder sobre la mujer. Es decir, hay una alusión directa a una "excesiva" actividad femenina lo cual se relaciona con sometimiento del va rón, actuaciones repudiadas dentro de las sexualidad hegemónica: No está bien visto que el hombre esté como supeditado a los movimientos de la mujer, que no tome la iniciativa, que sea pasivo en la cama, no creo que nadie comente a sus amigos que se quedó echado mientras la mina le hacía el amor, si pasa es un rato por ejemplo si te hacen sexo oral, pero luego debes continuar como dirigiendo todo el acto sexual. (Germán, 28 años, casado). Creo que si una mujer te intenta oprimir de alguna manera, hacerte acatar alguna orden, hasta un lugar puede ser erótico, pero hay un límite que es muy fluctuante y creo que ese punto del sometimiento, en que pasás a ser pasivo, ese momento no me erotiza. (Nicolás, 28 años, conviviente). Esta pasividad se constituye en otra frontera de lo repudiado en la sexualidad masculina, pues el hombre que tiene una sexualidad que encaja en los modelos socialmente esperados, debe ser el que tenga un rol activo y dominante en el acto sexual. Sin embargo, este imperativo social es fuente de una de las tensiones más importantes en la sexualidad masculina: el mandato de general el placer de la pareja, que como veremos más adelante, muchos de ellos cuestionan y rechazan pues puede llegar a ser fuente de angustias en la obtención de su propio placer. 4. Desempeño sexual: experiencias personales entre expectativas de actuación y La socialización masculina centrada en la búsqueda constante de éxito, llevada al plano sexual, se traduce en la configuración de un espacio de búsquedas de un desempeño sexual "correcto" o "exitoso", a través de actitudes socialmente esperadas, de lo que debe y no debe ocurrir en el acto sexual. Entre los varones circulan imperativos de actuación que han sido constituidos en el proceso de socialización En este sentido, estos imperativos se inscriben en representaciones anteriormente configuradas de sexualidad y masculinidad. Como vimos en el Capítulo 1, la sexualidad masculina adolescente se configura en torno a la actividad sexual y la actuación de ciertos ges tos rituales de sexualidad hegemónicas. A lo largo de su paso por agencias de socialización en su vida adulta, estos imperativos se cuestionan, reactualizan y se superponen en sus relaciones de pareja. En este momento de sus vidas, el desempeño sexual masculino para ser considerado socialmente "correcto" o "exitoso", debe satisfacer las expectativas de cuatro mecanismos que funcionan como imperativos: el siempre querer, el siempre poder, el ser activo y el generar el placer de la pareja: 4.1. El hombre siempre quiere Para que el varón se acerque al ideal de sexualidad y masculinidad hegemónicas, tiene que tener una predisposición permanente al sexo. La predisposición considerada "natural" del varón al sexo se representa como una "energía" sexual "omnipresente" en la vida sexual masculina. La imagen social es que el hombre siempre quiere tener sexo: La cosa es clara, el hombre siempre tiene ganas, el hombre desea sexo todo el tiempo, el hombre desea a todas las mujeres, eso es muy masculino. (Carlos, 33 años, soltero). En algunos varones este imperativo social se inscribe en sus propias subjetividades y se hace "carne" en ellos. El deseo masculino que está presente en todo momento debe ser "solucionado" mediante la relación sexual, que se presenta como imposible de controlar: El sexo está pasando todo el tiempo por mi mente, para mí es una de las cosas más importantes, uno está pendiente todo el tiempo de la sexualidad, mirando, pensando a quien se podría coger, es como una constante, estás pendiente de quien te atrae, que tetas tiene, que culo tiene, y uno obviamente trata de solucionar esta presencia constante cogiendo a las minas para tener orgasmo. (Santiago, 32 años, conviviente). A todos los hombres nos gustan las mujeres, siempre tenemos ganas de tener sexo y con la mayor cantidad de mujeres, ese es un deseo que está siempre ahí y por más que nadie te lo diga o te lo disfrace con frasesitas hechas o progres, al final la verdad es que esto nos pasa a todos los hombres: queremos coger con minas todo el tiempo, es una tensión corporal que lo tenés que solucionar. (Nicolás, 28 años, soltero). Esta imagen masculina está presente incluso entre los varones homosexuales: Creo que el hombre de por sí está pensando todo el tiempo en sexo, cada persona es un potencial objeto de deseo para meter a la cama (...) todo hombre lindo para mí es objeto de mi deseo para tener sexo con ellos. (Olaf, 27 años, soltero). En otros varones en cambio, este imperativo no se aplica a sus experiencias personales, y pese a ser conscientes de esta expectativa social, se apartan de éste y reconfiguran sus subjetividades de manera diferente a la hegemónica: Es mentira que el hombre todo el tiempo quiere sexo, mucho menos ahora, con todas las tensiones que uno tiene en el trabajo , o a veces en la misma relación que pasa por altibajos, uno no tiene ganas de sexo y no tiene ganas, no somos máquinas con el deseo funcionando todo el día (...) mi novia al principio me decía que si uno ama al otro siempre hay que querer tener sexo y yo le decía mira que no es así, y después había momentos en que ella estaba cansada y me ha dicho que no, y yo le decía viste que está bien a veces decir que no y no está en peligro la relación ni nada. (Rubén, 28 años, soltero). Como podemos observar, Rubén cuestiona el discurso tradicional de su novia, lo cual nos permite constatar que los discursos tradicionales de género no están presentes en un sexo determinado, sino en personas y grupos sociales. La masculinidad y sexualidad hegemónicas pueden estar tan arraigadas en varones como en mujeres con modelos tradicionales. Del mismo modo, los discursos emergentes también se pueden presentar en ambos sexos. Una situación similar relata Mateo, quien en su relación de pareja cuestiona este imperativo haciendo uso de la "broma", la respuesta que recibe de su novia, también en el contexto de la "broma", refuerza el imperativo social: Yo no lo creo pero circula esto de que el hombre siempre quiere. Justo hace unos días hablaba con mi novia y ella no podía o no tenía ganas y yo en broma le digo que alguna vez me puede pasar a mí y ella me dice que a mi eso no me puede pasar, pero es todo en broma, pero la figura está, en broma o en serio los hombres siempre debemos tener ganas. (Mateo, 31 años, soltero). La versión más extrema del siempre querer, la expresan algunos varones que llegan a tener sexo con mujeres a las que sólo les une el deseo sexual inmediato y que necesitan satisfacerlo para solucionar esta "tensión" corporal. Incluso algunos llegan a tener sexo con mujeres en donde este deseo o "calentura" es tan efímero que una vez terminado el acto sexual, el rechazo hacia la persona es tal que ellos mismos se llegan a sentir mal, como dice Germán, por una "animalidad masculina" que no permite controlar este primer impuso y los lleva a no dejar pasar oportunidades de tener sexo: La sexualidad de un hombre es más animal, más genital, las minas me atraen por las tetas y por sus buenas piernas. Si me las llevo a la cama, no me interesa nada su inteligencia. Si la mina era una tarada o no hay química y ya pasó la calentura, es una situación horrible, es como que se despeja la nube y la quiero echar a patadas. El rechazo que me provoca es lo peor que me puede pasar, y todo como ves por esta animalidad del hombre de no p erdonar nada cuando está caliente (...) antes yo sentía mucha presión, de decir, "hermano" (mirándose el pene) no me falles que tenemos que cumplir, pero después se fue pasando, al principio sí, está la presión, yo he sido bastante bagallero, me he acostando con cada bicho, me he cogido a cada engendro. (Germán, 28 años, casado). Me ha pasado tener relaciones con alguien que no tenés onda, no tenés acercamiento por ningún lugar y es como tener algo forzado, es como forzarte, sentirte incómodo tanto sexualmente como a otros niveles. Sin ni siquiera tener un buen diálogo, estar con una persona con la que no tienes afinidad en ningún sentido, sólo por haberte sacado la calentura de encima . (Santiago, 32 años, conviviente). Esta situación también es manifestada por varones homosexuales, quienes al no poder controlar la "calentura" de la sexualidad masculina, terminan en relaciones sexuales donde incluso el propio deseo sexual no está dirigido hacia la persona con la que están teniendo relaciones sexuales en ese momento: He estado en situaciones desesperadas donde en plena relación me encuentro con que no siento nada por esa persona, donde la sola calentura me llevó ahí y veo como la excitación empieza a desaparecer, en esos momentos trato de buscar desesperadamente anclas de donde agarrarme, pensar en otra persona o me concentraba en algo de la persona que me gustara y tratar de no ver el resto que no me gustaba. (Olaf, 27 años, soltero). 4.2. El hombre siempre puede Por otro lado, el desempeño sexual también se cuantifica por el número de orgasmos obtenidos, los cuales actúan como índices de virilidad y de sexo "exitoso". Sin embargo, estas imágenes están presentes más como expectativas sociales de actuación sexual masculina que como experiencias de los sujetos. La mayoría de estos varones relativizan estas representaciones de sexo cuantificable ante sus propias limitaciones "biológicas" que les imposibilita tener orgasmos sucesivos. Es decir, la propia "naturaleza" del varón pone límites a esta "potencia" sexual masculina: El hombre tiene que tener una actitud, viste, yo me hice tres sin sacarla, el famoso mito del poderío del hombre. Lo más masculino es el tipo que anda alardeando de que se hecha tres sin sacarla, es la más generalizada, la potencia sexual, el que uno hace gozar mil veces a su mujer o la llevó hasta el clímax y la mayoría es totalmente falso. Uno sabe que en su propia vida el hombre no puede tener tantos orgasmos, esto es biológico, un hombre no puede tantas veces. (Germán, 28 años, casado). Para algunos varones, las angustias por el desempeño sexual también se expresan en aspectos "físicos" del propio varón: en el tamaño del pene. Para la mayoría de ellos este temor está basado en la importancia que creen le dan las mujeres a las dimensiones del pene, importancia que según ellos puede incluso estar disfrazada de un discurso más progresista que minimizaría esta situación, pero que en la práctica es una fijación presente en ellas: Las mujeres dicen que el tamaño no les importa, pero no sé si e so pase de verdad, creo que tienen una fantasía que van a tener más placer con un pene grande (...) mi novia dice que no le da importancia y sin embargo me dice que yo la tengo más grande que el novio anterior, hay que ver con quien compara (risas) pero en general creo que sí le dan importancia a pesar de todo esto que circula en ciertos ámbitos más progresistas o intelectuales de que el tamaño no es importante. (Mateo, 31 años, soltero). En el testimonio de Santiago podemos observar como esta preocupación que la mayoría de varones considera presente en las mujeres, está más relacionada a una preocupación del universo masculino, de las fantasías y temores de los propios hombres: Yo siento que sigue estando este mito, como que eres más macho y potente si tenés el pito más grande, pero creo que más que en las mujeres, esto está presente en nosotros los varones. De mi experiencia, funciona literalmente eso de que importa más el uso que el tamaño. Pero la cuestión del tamaño es algo presente entre los hombres, es una preocupación desde cargadas o bromas entre nosotros los hombres. (Santiago, 32 años, conviviente). En esta misma línea, los varones homosexuales entrevistados señalan como en sus propias experiencias con sus parejas sexuales, la preocupación por el tamaño del pene ha estado de una u otra forma siempre presente en la sexualidad masculina. Ambos reconocen que el tamaño no se relaciona con la obtención de placer, pero sí con aspectos de virilidad, poderío e incluso mayor masculinidad: Hasta que no empecé a ir al gimnasio y tener relaciones sexuales con hombres, no me di cuenta que mi pene era más chico que lo normal. Generalmente siempre comparo y en general salgo perdiendo (...) los demás parecen no darle importancia al asunto, por lo menos cuando están desnudos conmigo (...) es cierto que no hay importancia en términos de grados de placer o masculinidad, pero sí a nivel formal, un buen pene es seductor, la gente se fija en el bulto. (Olaf, 27 años, soltero). Creo que entre los hombres gays hay un mito del tamaño del pene, he estado con tipos que tenían complejos de su pene y no necesariamente eran chicos, pero siempre se está comparando. Yo prefiero los penes medianos para la penetración, pero no voy a negarlo que mi fantasía siempre es un hombre con pene grande, por lo oral, por el poder del pene, por todo lo que significa entre hombres el pene. (Andrés, 29 años, soltero). A pesar de la importancia de este "mito" del tamaño del pene, la "potencia" sexual no está relacionada con las dimensiones de este órgano, pues más importante que el tamaño es asegurar el desempeño "exitoso" del pene. El hombre siempre puede es el imperativo social. La potencia sexual del varón se asegura con una sexualidad sin "fallas". Es decir que excluya situaciones como la eyaculación precoz, y principalmente la impotencia. La ausencia o insuficiente erección son fantasmas que cuestionan no sólo la actuación sexual sino la masculinidad de los varones: La eyaculación precoz y el no poder ponerla son episodios lamentables para un hombre. Se espera que el hombre la ponga siempre y bien, sin estos episodios, eso es lo que se espera de él como tal en la cama y es lo que uno mismo espera de uno. No es que haya una voz que te dice tienes que tenerla al palo siempre, eres tú mismo que sientes esa autopresión de que no te puede fallar, no puedes ser impotente nunca . (Héctor, 27 años, soltero). Hay un mandato social que te obliga a poder y tenerla al palo, y además en todas las situaciones sexuales está la expectativa de tener un orgasmo, provocar un orgasmo, primero que nada en la posición tradicional que es la penetración, y no poder penetrar se lesiona el orgullo del hombre, porque no sólo no puedes tener sexo sino que no puedes como hombre, no cumples como hombre. Creo que no poder es lo más frustrante y terrible para la sexualidad y la vida de un hombre. (Nicolás, 28 años, conviviente). En este escenario, aquellos varones que experimentaron algún tipo de disfunción sexual, especialmente las relacionadas con falta o ausencia de erección, sufren angustias por no poder cumplir el imperativo del "poder siempre". Esta situación no llega a ser del domino de lo abyecto como es el caso de la homosexualidad pasiva, pero se instaura como una frontera que lesiona en gran medida la virilidad de es tos sujetos e incluso puede llegar a cuestionar la propia identidad sexual: No sé cómo se siente el hombre, pero te digo como me siento yo, me parece que es algo difícil de soportar, que te molesta, pues uno siente que no ha completado la cosa, ni para uno ni para la pareja, para el propio placer y el de la pareja (...) te llegas a cuestionar tu propio gusto por las mujeres, es terrible. (Juan, 26 años, soltero). Lo peor es arrugar en la cama, levantarte y decirle loca, vestíte, vámonos, no puedo, eso es málísimo, no poder (pausa) me ha pasado una vez, estaba borracho y no había forma por nada del mundo, yo me sentí que no te puedo explicar, al otro día me moría, me sentía terrible, qué boludo, cómo pude desperdiciar esa oportunidad, aparte de querer, ese es el tema, de querer y no poder, no se me paraba por nada. (Carlos, 33 años, soltero). Algunos varones cuestionan estas presiones sociales sobre su sexualidad y llegan a integrar estas "fallas" en su desempeño sexual como situaciones no sólo factibles sino integrantes del quehacer sexual. Sin embargo, estas "fallas" no deben ser permanentes, con lo que el imperativo sigue instalado: A mi no me ha pasado (pausa) claro, sí me ha pasado ponerme nervioso la primera vez y nada, cero erección, pero el chiste era que teníamos que vernos una próxima vez para demostrar que uno no era impotente ni ella frígida, debe ser la gente con la cual me vinculo que toma esto en esa forma, es lógico que en una primera vez que uno está más nervioso de mostrar su propio cuerp o, hay mucha exigencia de tener que poder, que se tiene que parar, estar al palo. Luego viene el juego que a la próxima todo bien. (Mateo, 31 años, soltero). Como dice DaMatta (1997), la sexualidad occidental es un espacio donde se configura y expresa la masculinidad, y al estar la sexualidad masculina centrada en el desempeño y la genitalidad, hace que los posibles "fracasos" de este órgano tan endiosado configuren una dimensión relacional y contextual de la masculinidad. Es decir que detrás de la pertenencia del pene está la exigencia masculina de demostrar su buen uso sabiendo relacionarse con él, acumulando experiencias sexuales "exitosas" en las que se expresa la noción contextual de la masculinidad y sexualidad hegemónicas: se es más hombre con aquella mujer que con esta otra, o se es más hombre en este contexto de hombres que en este otro, por lo que se reactualizan o recrean muchos de los gestos rituales que se observaron en el grupo de pares de la niñez y adolescencia, cuya función sigue siendo el de asegurar la integridad de estas débiles identidades masculinas. De este modo, ser hombre no es la misma cosa que sentirse como hombre, pues esto último implica realizar la relación sexual con una mujer, quien dará en última instancia el título de "verdadero" hombre. El tamaño del pene, la eyaculación precoz y la impotencia son algunas de las preocupaciones comunes en los varones que acompaña su socialización y que funcionan como la frontera repudiada de la homosexualidad pasiva: no se debe pasar jamás, temores que generan angustias y empobrecen las posibilidades de satisfacción tanto física como emocional, pues un "mal" desempeño sexual, se asocia con fracasos como hombre. 4.3. El hombre debe ser activo El imperativo social configurado en la adolescencia para que el varón tenga domino y conocimiento sobre las mujeres y el sexo, se traduce ahora en que el hombre debe delinear la relación sexual, debe ser "activo", lo cual se relaciona además con el repudio a la frontera de la pasividad en la sexualidad masculina. Esta actividad implica que el hombre tome la iniciativa, corteje y dirija todo el acto sexual: El hombre debe conquistar, debe hacer todo el juego previo, la manera de encarar a la mujer, ver el estado de ánimo en que está, seducirla, saber tocar, acariciar, conocer las partes más placenteras de la otra persona, como armar un clima en el cual la mujer se sienta cómoda y se suelte. Debe ser activo, el que decide, el que penetra, y el que hace, el que dispone. (Santiago, 32 años, conviviente). El hombre debe llevar adelante la relación sexual con éxito. Nunca se habla de juegos previos, ni se habla de que la mujer puede tener iniciativa, siempre el hombre es el que decide las posiciones, los tiempos, el momento en que se hace, la manera en que se hace. El hombre que es activo y debe cumplir con una buena erección haciendo el amor a la mujer penetrándola. (Héctor, 27 años, soltero). Este imperativo genera muchas tensiones entre los varones, pues como vimos la pasividad sexual es una frontera repudiada de la sexualidad masculina y la actividad es un imperativo de actuación. La tensión entre las imágenes sociales del entorno social y los propios deseos de estos varones, se expresa en que muchos de ellos reconocen este imperativo social pero al mismo tiempo reclaman una mayor actividad femenina, lo cual les podría dar la posibilidad de experimentar "roles" en su sexualidad de menor responsabilidad propositiva y activa durante el acto sexual: Yo no estoy de acuerdo en que el hombre tenga que hacer todo y la mujer deba ser una invitada de gala que no participa. Yo no me banco que la mina espere que uno sea todo tiempo el activo, creo que estos roles se pueden intercambiar cada vez más. (Héctor, 27 años, soltero). A mí me gusta que la mujer de vez en cuando pueda desvestirme, me chupe la pija y se siente encima mío. Me gusta que sean más masculinas, que arremetan, que busquen y salgan de esto tradicional que el hombre sea el que tome la iniciativa, desvestir a la mujer primero, penetrar, eyacular él primero, tomar la iniciativa en todo. (Mateo, 31 años, soltero). Sin embargo, este deseo por una mayor "actividad" femenina, no significa que el varón se convierta en el sujeto "pasivo" del acto sexual. En este sentido, la posibilidad de una real mayor "ac tividad" femenina es algo que les produce tensión y sentimientos contradictorios pues no se tolera "excesos" en esta actividad. Esta posibilidad los asusta e inhibe y al mismo tiempo termina por minar su deseo ante el enfrentamiento a la pasividad del varón, que como ya se vio, es una frontera repudiada en la sexualidad masculina: Creo que a todo hombre le gusta que la mina tenga iniciativa en el sexo, que no esté esperando que vos hagas todo como si la responsabilidad del sexo solo fuera tuya, pero tampoco a un hombre le gusta que este cambio sea tal que ya no tengas las riendas del acto, creo que al final al hombre siempre le gusta tener el dominio del sexo. (Carlos, 33 años, soltero). Una mina que te de vuelta y media, que no para de hacerlo, que te enseña cómo hacerlo, que te dice qué quiere, te termina por hacer mierda, te quita todas las ganas pues te mato con tanta dominancia (...) una tipa que admita que es activa, dominante o que quiere manejar la situación, creo que eso desvaloriza la femineidad en la mujer y el deseo en el hombre . (Germán, 28 años, casado). El rol "activo" en la sexualidad del varón, se expresa en la configuración de una sexualidad penetrativa, que según la mayoría de estos varones, no sólo se encuentra presente en ellos, sino que también está instaurada en sus parejas mujeres: En el hombre la penetración es una cuestión casi imperativa, al menos eso me pasa a mí, el hombre está pensando todo el tiempo en penetrar, en realidad esa es para el hombre la relación sexual, el sexo pasa si hubo penetración. Para la mujer en un primer momento puede llegar a ser secundario, pero creo que una vez llegado cierto estadío en la relación, para ella también es importante la penetración, te lo piden siempre . (Juan, 26 años, soltero). Sino penetrás a la mujer creo que directamente no hay una sexualidad completa. Puede haber un juego erótico maravilloso, besos caricias, tocarse, jugar con voz, tacto, sonidos, bañarse juntos, hacer un montón de cosas y obviamente si no hay penetración creo que la satisfacción es incompleta para ambos. (Santiago, 32 años, conviviente). Es interesante analizar como este imperativo está instaurado para todos los varones, pues aún aquellos con identidad homosexual sintieron esta presión social en su sexualidad. El caso de Olaf, en la transición hacia la definición de su identidad sexual, tuvo relaciones sexuales con mujeres con las que al tener el rol activo penetrativo, sintió que cumplía con lo que su grupo social esperaba de él como hombre: Tenía una amiga con la que la primera vez que intenté hacerlo no pude, y después tuve sexo algunas veces con ella. Cuando lo hacía, yo sentía que se encarnaba en mí lo que la sociedad me pedía que fuera: el hombre que le hace sexo a la mujer para que tenga placer, el rol del macho activo que penetra. Las veces que tuve sexo con ella me sentí parte de la sociedad, era un orgasmo con ella y con la sociedad. (Olaf, 27 años, soltero). 4.4. El hombre debe generar el placer de la pareja A los imperativos de actuación para un desempeño sexual "correcto", se adiciona uno nuevo: generar el placer de la pareja sexual. Para cumplir con las exigencias de las sexualidades y masculinidades hegemónicas no basta con tener disposición al sexo, "potente" o "activo", hay que asegurar también la obtención del placer de la pareja sexual: Creo que es una constante en los hombres de nuestra generación, estar pendientes del placer de la pareja, si ella no ha disfrutado, si no ha tenido un orgasmo, es que no has sabido hacerle el amor, es que no eres buen amante, no eres lo suficientemente hombre . (Mateo, 31 años, soltero). El que la mina goce es fundamental, un hombre debe hacer gozar a la mina, sino es como que te faltó algo, no hiciste bien las cosas, no eres un buen amante, estás en nada (...) para que puedas decir que realmente eres bárbaro en la cama tienes que asegurar que las minas gocen contigo. (Nicolás, 28 años, conviviente). Sin embargo, para la mayoría de estos varones este imperativo es contextual al tipo de vínculos que establecen. En estos varones conviven en forma más explícita la polaridad entre el varón que "genera" el placer de la pareja y el varón que sólo se preocupa por su propia satisfacción. En el primer caso estamos ante relaciones con parejas formales o del entorno social del sujeto, y en el segundo, ante relaciones ocasionales generalmente de una sola vez: Para mí es central ver que la mina esté gozando conmigo, claro que si la mina es un levante, una tipa con la que lo único que quiero es ponerla y salir corriendo después de saciar mi deseo, con ellas su placer me importa un carajo . (Germán, 28 años, casado). Si la mina es tu novia o son amigas del trabajo, o minas que te importen y que vos querés que la relación se vuelva a dar, entonces sí o sí, las tenés que hacer gozar, eso es así (pero) si la mina es una atorranta, ahí vos solo te importa lo tuyo, no está esto de que el hombre debe hacer gozar a las minas. (Carlos, 33 años, soltero). En aquellos varones que no tienen relaciones ocasionales, este imperativo social, deja de ser contextual y se incorpora como un mandato para su sexualidad: Si no logro ver que mi pareja ha disfrutado de la relación, yo siento que no tuve buen sexo, siempre estoy pendiente del placer de ella, trato de que ella llegue primero y luego yo, es como una preocupación constante en mí. (Rubén, 28 años, soltero). La preocupación por el placer de ella es fundamental para mí, estoy siempre atento a que ellas disfruten de la relación sexual, es como un requisito a cumplir ineludible para mí. (Mateo, 31 años, soltero). Y son éstos varones los que en mayor medida sienten la "carga" del imperativo e incluso de los reclamos femeninos, por lo que esperan mayor equidad en las "responsabilidades" por general el placer del otro: Ahora es terrible para el hombre el que no pueda satisfacer a la mujer, y esto no sé si esté bien decirlo, no sé si el hombre tiene que satisfacer a una mujer, quizás también la mujer debería satisfacer al hombre, esto sería lo ideal, entre los dos, estas cosas deberían ser así, pero no es así, se quiere que el hombre sea el que satisfaga a la mujer. (Rubén, 28 años, soltero). Es interesante observar el relato de Santiago, un varón con identidad y prácticas heterosexuales que en un momento de su vida estableció una relación sexual con otro varón, sin que para él esta relación lo apartara de su identidad y preferencias heterosexuales. Santiago refiere como en esta relación se vio "liberado" del imperativo de pensar en el placer del otro para dedicarse a disfrutar del placer propio: Con un hombre esas tensiones que hay en el sexo con mujeres desaparece, es verdad eso que es más fácil complacer a un cuerpo como el tuyo, al cual conoces mejor y hay menos dificultades por conocerlo, pero lo central es que podés liberarte de esa presión por moldear tú la relación, de que la tienes que hacer gozar. Creo que con otro hombre los roles son más intercambiables, ambos buscan su placer, claro que esto fue en mi caso, pues conozco parejas de homosexuales donde los roles son más rígidos que en relaciones heterosexuales, pero en general creo que entre hombres hay más libertad de la común. (Santiago, 32 años, conviviente). En la búsqueda de generar el placer de la pareja, se presenta la amenaza para el cumplimiento "exitoso" del mismo, de que la mujer, al no obtener orgasmo, mienta al varón, ya sea por complacerlo o por consideración y "finja" un orgasmo que no obtuvo. Esta posibilidad ocasiona en algunos casos dudas y desconfianzas ante la escasa posibilidad de probar la certeza del mismo. Todo lo cual genera ansiedad, preocupación y en algunos casos malestar entre los varones: Hay algo terrible para el hombre y es que nunca puede estar cien por ciento seguro de que su mujer no esté fingiendo un orgasmo. No es como en nosotros que hay la cosa física del semen, la lubricación de la mujer no te da la certeza y sus jadeos pueden ser fingidos (...) pueden hacerlo porque te quieren, saben que eso es importante para nosotros y no quieren que uno se preocupe por eso y te dicen que sí cuando en realidad no lo tuvieron. (Carlos, 32 años, soltero). Siempre hay un algo de duda, una preocupación porque realmente hayan llegado con uno (...) como no es posible saber con fiabilidad si llegaron o no, creo que eso te puede dejar mal, pensando y hasta que no tengas otras muestras de que sí llegó, uno está como preocupado. (Juan, 27 años, soltero). Como se puede observar, los varones están en constante negociación entre estos cuatro imperativos de su entorno social y sus propias vivencias personales. En esta negociac ión intersubjetiva, existe mucha diversidad en la forma en que algunos varones se alinean a lo socialmente esperado y otros se distancian del mismo. Sin embargo, en ambos casos, el imaginario social que prescribe estos mandatos, está fuertemente arraigado en todos ellos y funcionan como modelos hegemónicos que son referentes de la sexualidad que todos reconocen como la socialmente valorada. 5. Significados contradicciones de la sexualidad femenina: misterio y En los relatos de estos varones, podemos observar que para ellos la sexualidad femenina es un misterio difícil de develar, por lo que las imágenes que construyen están en torno a tensiones y contradicciones que conviven no sólo al interior del grupo sino en un mismo sujeto. En este sentido se configuran imágenes centradas en tres ejes: pasividad, voracidad y afectividad. 5.1. Pasividad El eje central de tensiones sobre la sexualidad femenina es la asociada a la pasividad actividad. Para la mayoría de estos varones, las mujeres son sujetos pasivos en el acto sexual y esperan que ellos sean los que delineen la relación sexual. Estas mujeres se representan con escaso conocimiento de su sexualidad y con mínima capacidad de "negociación" con el varón sobre su sexualidad y su placer: Hay mujeres que no saben nada de sexo, no saben lo que les da placer o lo que les gusta y por eso no exigen, o que están más subordinadas en la relación y lo único que esperan es que el hombre haga todo (...) conozco chicas que han salido mucho tiempo con un tipo y jamás han tenido un orgasmo. ( Juan, 26 años, soltero). Algunas mujeres están completamente descontentas con el sexo y han seguido en la relación, sin hablarlo con su pareja, incluso algunas han fingido orgasmos para complacer al tipo y ellas resignarse no tanto por boludas sino porque no saben lo que quieren, son absolutamente pasivas. (Germán, 28 años, casado). Estas imágenes están en estrecha relación con el tipo de vínculo que estos varones establecen con las mujeres con las que se relacionan. De este modo, para la mayoría de ellos, la pareja formal es la que se representa como de mayor pasividad que las de tipo ocasional. Con estas últimas algunos señalan poder desarrollar prácticas que con la formal no pueden hacerlo. En ambos casos hay versiones superpuestas de imágenes tradicionales y modernas de mujer, en el contexto de un doble estándar de moral sexual: Mi novia no tiene creatividad, no es que no sepa, yo sé que sabe, pero no tiene disposición para hacerlo. Me cuestiona que yo sea el único que se preocupe por la sexualidad de la pareja y ella no tome la iniciativa en esto (...) las minas ocasionales tienen la ventaja que lo que te une con ellas es el sexo, el pacto es eso y la mina va a estar con toda la iniciativa para que esa relación sea bárbara y va a estar creativa y muy activa en el sexo. (Nicolás, 28 años, conviviente). En general mis novias han sido más tranquilas, han estado más esperando que yo les haga el amor (...) con las transas el sexo es más violento, ellas están más al mando de la situación, saben lo que buscan. (Carlos, 33 años, soltero). En oposición a esta representación, para algunos de estos varones que mantienen relaciones ocasionales, la sexualidad que tienen con mujeres en este tipo de vínculo, está más pautada hacia una sexualidad penetrativa, y donde el rol dominante del varón se relaciona con una mayor "pasividad" de la mujer en términos de estar limitada la sexualidad a practicas penetrativas y de buscar un desempeño sexual "correcto": Con las mujeres de levantes la cosa es más chata, la ponés y te vas (...) es un bombeo intenso y se acabó (...) en general he estado más con minas pasivas en los levantes y con mis novias he desarrollado una sexualidad de más exploración de los cuerpos, de buscar nuestros puntos de placer (...) los levantes sólo buscan que no se te deje de parar. (Héctor, 27 años, soltero). Yo me he levantado todo tipo de mujeres en la onda sábado y domingo. Con ellas las cosas son claras, vamos a los bifes (...) ellas buscarán que las penetrés, que hagas unas cuantas poses. Si fallaste se jodió la cosa y chao, no hay reclamos (...) salvo excepciones, buscan que uno les haga todo, penetrarlas, bombear y acabar. La mayoría son como una morsa muerta, esa pasividad me enferma. (Germán, 28 años, casado). En este sentido, estos varones que perciben mayor "actividad" en sus parejas "formales", está en función a las "exigencias" de estas mujeres para un mayor conocimiento del varón del deseo femenino, de los "tiempos" que ellas necesitan para llegar al orgasmo y de la dimensión "afectiva" en la sexualidad: Mis novias siempre han estado más al frente de los reclamos, de exigirme que uno debe saber captar el deseo de la mujer, que sepas conducirlas al orgasmo lo cual significa que conocés sus puntos de placer, que sabes provocarlos, que respetás sus tiempos que ella necesita para llegar. Tenían una actitud de mayor presencia en el acto sexual y de mayores exigencias. (Héctor, 27 años, soltero). Con las mujeres que he estado en relaciones largas, me doy cuenta que empiezan a poner más atención en la relación y les gusta estar al frente del sexo, proponer, sorprender, buscarte para el sexo, salirse del rol tradicional de pasividad y ser ellas las que dominen la situación. Hoy las mujeres también quieren gozar y divertirse (...) esperan que el sexo no sea sólo penetración, sino que haya cariño de por medio. Que se tome un tiempo, que no sea sólo calmar mi instinto sino que haya algo más de caricias que fortalezca el vínculo. Si bien se entrega en la relación sexual, también te pide algo, quiere que algo quede en eso . (Mateo, 31 años, soltero). Las contradicciones y tensiones en la configuración de esta imagen acerca de la sexualidad femenina, se pueden observar en que a pesar que para la mayoría de los varones, las mujeres en general tienen una sexualidad "pasiva"; sin embargo, también reconocen en forma mayoritaria, que las mujeres de su generación han experimentado cambios importantes en su sexualidad que se traduce en mayores exigencias al varón. Según Barash (1997), los cambios en las relaciones de trabajo alteran las relaciones afectivas e insconscientemente los comportamientos direccionados para el amor y la vivencia del placer sexual. La mujer al ingresar al mercado laboral, compite con el varón, adquiere otro conocimiento, y en general aumenta el respeto por ella misma. Esa nueva actitud profesional, le hace ver que podría ser parte actuante en las relaciones afectivas, exigiendo sensaciones y placeres que antes eran relegadas a segundo plano. Sin embargo, los varones no están preparados para estos cambios, ante lo cual se producen malestares masculinos 9, que como dice Santiago, asombran y asustan a los hombres: Creo que los hombres de mi generación no exigencias de las mujeres Las mujeres ahora buena sexualidad, tener juegos eróticos, tener lugar. Creo que esto asombra y asusta a los conviviente). Las mujeres igualdad y esperan que deba ser estamos preparados para las son otras, desean tener una orgasmos, exigen desde ese hombres. (Santiago, 32 años, tienen un doble discurso, y doble actuación. Por un lado hablan de que todos debemos colaborar en la relación sexual y por otro uno haga todo en la relación. Encima al final le exigen a uno que el responsable en el sexo. (Rubén, 28 años, soltero). De esta manera, ya sea con mujeres con los que establecen vínculos "formales" o con las que desarrollan vínculos "informales", estos varones tienen a la pasividad como un significado muy fuerte para representar la sexualidad femenina. Las diferencias que hacen entre las mujeres y los cambios que observan en general en la sexualidad de éstas, se cruzan con los imperativos de la sexualidad masculina, los cuales se actualizan en la configuración de este eje femenino de tensión en la representación masculina, que produce estos "malestares" en los varones. 5.2. Voracidad Como ya se vio anteriormente, un significado central en la sexualidad masculina es considerar el sexo como un consumo de cuerpos, que para la mayoría de varones implica la ingestión por parte del varón del cuerpo de la mujer, pues en esta lucha de energías, la sexualidad del varón es más dominante y avasalladora que la sexualidad femenina. Sin embargo, este significado se encuentra en tensión con un eje muy fuerte de la sexualidad femenina: la voracidad. En este sentido, la mujer es una devoradora de la energía sexual del varón, capta su fuerza, se nutre y alimenta de éste: 9 Lillian Rubin, a finales de los 80 entrevistó a un millar de norte americanos de 13 a 48 años, para tratar de ver los posibles cambios en los últimos 30 años en las actitudes y el comportamiento sexual masculino. Entre otros hallazgos, la autora muestra que los varones presentan angustias ante los crecientes reclamos de las mujeres por conseguir su placer sexual. Incluso el placer de estos varones está mediatizado por ansiedades ante la posibilidad de no poder satisfacer a sus parejas, de las que temen el juicio sobre su desempeño sexual (Giddens, 1995). El orgasmo de la mujer es más receptivo, captan la energía del varón. Su sexualidad es absorbente de la del hombre, ellas se alimentan de nosotros, como que se cargan de nuestra energía. (Héctor, 27 años, soltero). Existe el mito que la sexualidad masculina es más fuerte pero eso es falso, las mujeres son más fuertes, ellas reciben nuestra energía, nosotros aportamos ellas absorben. (Nicolás, 28 años, conviviente). Este captar la energía del varón, significa que la sexualidad de las mujeres tiene mayor resistencia al sexo, pueden tener más relaciones sexuales que el hombre. Algunos incluso consideran que esta insaciabilidad femenina lleva a las mujeres a tener más ganas de tener sexo que los propios varones: Las mujeres tienen una sexualidad mucho más fuerte que la de los hombres, son multi orgásmicas, pueden hacerlo las veces que quieran sin cansarse, por lo tanto pueden tener muchas más relaciones que nosotros. (Carlos, 33 años, soltero), Ellas no se cansan con el orgasmo, al contrario, es como que se estimulan más y pueden seguir y seguir mientras uno está hecho pelotas. Las mujeres son come hombres. (Juan, 26 años, soltero). Para algunos varones, siguiendo esta línea de significado, esta voracidad puede llevar a considerar "peligrosa" la sexualidad femenina, dada su insaciabilidad. Todo esto se origina cuando la mujer "conoce" la sexualidad y toma las riendas de su placer sexual: Las mujeres pueden llegar a ser insaciables si conocen el sexo y pueden llegar a consumir a un hombre (...) no es broma que pueden ser un peligro pues si ya les gustó te pueden hacer leña . (Carlos, 33 años, soltero). Si una mujer conoce su sexualidad no hay quien las pare, pueden llegar a ser más voraces que los hombres (...) creo que por eso hay nifómanas y no ninfómanos, su placer puede ser incontrolable. (Rubén, 28 años, soltero). Como vemos, este eje está en tensión con el significado de sexualidad masculina, con la idea que, en el consumo de cuerpos, es el hombre el que ingiere el cuerpo de la mujer. 5.3. Afectividad Un tercer eje de tensiones en torno a la sexualidad femenina es el referido al afecto. Para la mayoría de estos varones la sexualidad femenina está directamente asociada con la afectividad. En este sentido las mujeres tendrían mayor dificultad para escindir sexo de amor: no sólo buscarían "tener sexo", sino también "hacer el amor": Yo veo en la mujer una cosa más de entrega, lo sexual más unido a lo afectivo, cariño, afecto por la otra persona. En el hombre eso es más desapegado. Es difícil que una mujer sólo quiera coger e irse, ellas quieren quererte y creo que sueñan con hacer el amor más que con tener sexo. (Juan, 26 años, soltero). Las mujeres finalmente buscan enamorarse del hombre con el que tienen relaciones, creo que por más que digan lo contrario, que quieren disfrutar del sexo, en el fondo, tienen la fantasía de hacerlo con alguien por el cual sientan cosas, amor, cariño. (Carlos, 33 años, soltero). Para algunos varones esta "afectividad" en la sexualidad femenina se asocia con pasividad y para otros en cambio con mayor actividad. En el primer caso el afecto ligado al sexo configura una sexualidad "romántica" que se traduce en sumisión, escasa iniciativa y adscripción a roles más tradicionales donde el varón toma la iniciativa del acto sexual: Generalmente la mujer une su sexualidad al afecto, con lo que la ternura en la relación termina siendo de la mujer y el rol dominante d el hombre. La mujer se convierte en una novia que espera al príncipe y si quieres ser gráfico, como que la sexualidad termina siendo para la mujer una novela de noviazgo tipo Corín Tellado y para el hombre sería algo más explícito tipo película pornográfica, sin afecto. (Nicolás, 28 años, conviviente). En el segundo caso, la afectividad en la sexualidad femenina las llevaría las mujeres a "reclamar" de los varones mayores cuidados en los "tiempos femeninos", en caricias y en la consecución del placer de la mujer: Yo no creo que la sexualidad de la mujer sea distinta de la del hombre, yo veo que mi mujer tiene un deseo tan fuerte como el mío, son más afectivas eso sí, buscan más caricias, franeleo, darse tiempo en la relación. Te exigen si estás apurado que vayas a su ritmo para que ellas también puedan disfrutar de este sexo más cariñoso y puedan tener su satisfacción también. (Santiago, 32 años, conviviente). Estos tiempos varones, pues muchas veces preámbulos y no se femeninos, son una fuente de tensión y malestar para algunos implic a una dedicación del varón al placer de ellas, cuando el varón sólo quiere tener un sexo "rápido", sin mayores que sólo implique la penetración, situación que ellos consideran presenta en la sexualidad femenina: No es que nosotros seamos salvajes y que lo único que querramos sea ponerla e irnos, eso es obvio al menos para mí y mi entorno, pero también es cierto que a veces los hombres lo único que queremos es un polvo rápido como se dice, sin tantas caricias previas, sin tanto ritmo a coordinar, solo bombear y salir, un orgasmo rápido (...) no será tan pleno como el gran orgasmo pero tiene lo suyo el que sea así sin afecto, ni nada más que sexo rápido. (Nicolás, 28 años, conviviente). Es interesante observar, como este significado de la afectividad se relaciona directamente con el de la fidelidad femenina. Al igual que lo que encuentra Fuller (1997), los varones entrevistados consideran que, a diferencia de ellos que pueden ser "infieles" pues por no mezclar sexo y amor, puede ser una relación "superficial", sin poner en peligro la estabilidad de la pareja; las mujeres no podrían hacer esto, pues al no poder escindir amor y sexo, una infidelidad de ellas es más "peligrosa": Las mujeres también son infieles, pero se me hace más difícil que ellas no se enganchen con el tipo (...) como de algún modo están buscando el lado afectivo del sexo, creo que se pueden terminar enamorando del amante y con ello poner en peligro su relación estable y quizás hasta su relación de pareja se acabe. (Juan, 26 años, soltero). Desde el momento en que el hombre es infiel con otra mujer, es obvio que las mujeres también son infieles (...) el problema es que ellas se llegan a encariñar con su amante. No creo que sólo puedan tener sexo sin enamorarse como uno y estar con su pareja todo bien, creo que si buscan un amante es porque ya no quieren a su pareja. (Carlos, 33 años, soltero). 6. Calificación femenina: sexualidad masculina "certificado de aprobación" a la Se ha visto como en la configuración de la sexualidad masculina en torno a ciertos imperativos, fronteras y un desempeño sexual "correcto", los varones confirman socialmente su sexualidad a través del alardeo con sus pares varones. Sin embargo, en la intimidad, los varones sienten que son las mujeres las que "califican" este desempeño y las que otorgan el reconocimiento o no de su actuación sexual: Las únicas que pueden decir si uno es o no un buen amante son las mujeres. Uno puede fanfarronear con sus amigos que te cogiste a tantas o que hiciste tal o cual cosa, pero si no hay respuesta afirmativa de la mujer que te haga sentir que realmente la pasó bien contigo, esa percepción no sirve. (Mateo, 31 años, soltero). Yo creo que las mujeres también conversan sobre quién fue o no un buen amante, creo que inevitablemente te comparan y son ellas las que en último van a saber si eres bueno o no en la cama. (Héctor, 27 años, soltero). Esta noción contextual de las sexualidades y masculinidades hegemónicas en donde es la mujer la que da el "certificado de aprobación" al varón en este espacio de intimidad, configura representaciones de actuaciones femeninas ante estas "fallas" en el desempeño sexual masculino. Como ya se vio anteriormente, el principal temor masculino es la falta de erección. La mayoría de los varones consideran que las mujeres no toleran las "fallas" del varón pues el placer en la relación es algo que ellas cada vez reclaman más: Ese temor no esta en nosotros por gusto, hay un referente real y es que las mujeres no toleran estas situaciones (...) quizás antes las mujeres por el matrimonio o los hijos sacrificaban su placer, pero ahora, sino las satisfaces te lo hacen notar y por supuesto que te pueden hacer sentir mal por eso, aunque sean amables y dulces, eso es peor para nosotros. (Nicolás, 28 años, soltero). Otros varones en cambio, consideran que las mujeres tienen actitudes más comprensivas, y de apoyo a este desempeño poco "exitoso". Incluso, que esta situación les puede generar inseguridades a ellas. El tipo de vínculo establecido con la mujer es fundamental para esta calificación: Cuando me ha pasado yo he sentido que las mujeres han buscado la comprensión, los juegos sexuales o intentarlo en otro momento. (Juan, 26 años, soltero). Creo que todo depende de la confianza con las mujeres, no todas reaccionan igual, algunas serán comprensivas, buscarán sacarle la vuelta a la situación, probar con sexo oral, incluso ser ellas más activas, otras en cambio se cuestionarán ellas, que están gordas, que tiene otra mujer, otras dirán este tipo no es tan macho, es un pelotudo. Creo que las reacciones son diversas y depende del tipo de relación en esa pareja y de cómo sea esa mujer. (Santiago, 32 años, conviviente). Sin embargo, la conclusión es una sola: la "comprensión" de la mujer será sólo si estas fallas son ocasionales y se revierten con otra relación "exitosa", pues la permanencia de un desempeño no correcto, puede acabar cualquier tipo de relación: Si (la impotencia) persiste viene la discordia, las dudas y si eso no se soluciona se pierde el interés sexual de la mujer y se puede acabar la relación. (Juan, 26 años, soltero). Esta calificación y la búsqueda de este certificado de aprobación femenino, genera un malestar en la mayoría de estos varones, y al igual que las exigencias que ellos perciben para su desempeño sexual, esta calificación es percibida como injusta en las relaciones de intimidad: En la sexualidad hay un juego de poderes y los hombres también tenemos las de perder. Las mujeres te exigen y al final dicen si vos funcionaste o no funcionaste, y hasta te dejan si no se te para como debería ser. Creo que esta es una cosa injusta en la sexualidad que no se ve. Se cree que sólo la mujer lleva las de perder en relación con los hombres, pero nosotros también estamos en desventaja. (Juan, 26 años, soltero). Hombres y mujeres calificamos al otro inevitablemente, pero lo que no me parece justo es que las mujeres tengan que juzgar finalmente si lo hiciste o no lo hiciste bien, cuando en general nosotros somos los que más aportamos en la relación sexual. Creo que estas cosas deberían cambiar para quitar presión a la sexualidad de los hombres. (Rubén, 28 años, soltero). De esta manera, el poder de los varones en la sexualidad se relativiza, se negocia, ante la angustia de no cumplir un imperativo que lesiona las expectativas de cumplir con las masculinidades y sexualidades hegemónicas. Este espacio se convierte en un escenario privilegiado para analizar a mayor profundidad la emergencia de algunas formas de violencia entre los sexos. 7. Tipos de vínculos en las relaciones de parejas Las imágenes que tienen estos varones sobre la sexualidad se actualizan al momento en que establecen sus relaciones de pareja. Estas relaciones pueden corresponder a diferentes tipos de vínculos, en los que se clasifica a las mujeres en rótulos sociales, más allá de la sexualidad que se ejerza con ellas. En este escenario conviven discursos tradicionales con otros más emergentes de relaciones entre los sexos. Las relaciones que estos varones esta blecen se pueden clasificar en dos grandes tipos de vínculos: "formales" e "informales". En algunas circunstancias, algunos varones también establecen vínculos de tipo comercial con trabajadoras sexuales. Las relaciones de tipo "formal" son la relación más frecuente en estos varones. Estas relaciones se realizan en el contexto del enamoramiento y noviazgo. Lo común a estas relaciones es que generalmente se desarrollan con mujeres del entorno social del sujeto, las cuales son mostradas "oficialmente" a la familia y amigos. La estabilidad del vínculo es algo que puede variar desde periodos de corta duración, hasta convivencias largas con proyectos de formar familia, algunas de las cuales culminan en el matrimonio: Me caracterizo por ser una persona de relaciones estables de menos de un año de duración, casi relaciones de estación, pues al año me entra un aburrimiento que mata la relación, y con muchas relaciones casuales en el medio. (Juan, 26 años, soltero). Siempre he estado en relaciones largas, desde mis noviecitas de adolescente hasta mi novia de ahora con la que convivo y pensamos más adelante formar una familia. (Nicolás, 28 años, conviviente). A la par de estas relaciones "formales", la mayoría de estos varones mantienen otras que no gozan del reconocimiento oficial de su entorno. Una variante de este tipo de vínculo, es la relación con una "amiga" de su entorno, a la cual recurren en algún momento para tener relaciones sexuales que no llegan a convertirse en relaciones paralelas ni a competir con la "oficial". Estas relaciones pueden ser con mujeres del mismo entorno laboral o de estudios del sujeto, con las que comparte además otros espacios fuera de lo sexual. En algunos casos incluso pueden llegar a establecer cierta "estabilidad", sin que ello signifique que se convierta en una relación paralela a la oficial ni pierda su naturaleza de "ocasional". Estas "amigovias" a su vez pueden o no estar en relaciones formales con otros varones: Siempre he tenido relaciones con otras mujeres al mismo tiempo que he tenido una novia estable (...) generalmente son amigas del trabajo, amigas de mi novia, amigovias mías. Lo que sí no me atrae es mantener dos noviazgos o dos relaciones estables al mismo tiempo. (Juan, 26 años, soltero). Una variante de este tipo de vínculo es la relación con mayor estabilidad temporal, y que sí se convierte en paralela a la oficial. Es la figura de la "amante". En el momento de las entrevistas, este tipo de vínculo sólo lo reportan como presente entre sus pares varones más no en ellos: Por otro lado, algunos de ellos también establecen relaciones "informales" con mujeres que conocen generalmente en discotecas o "boliches". Estas relaciones se conocen como "levantes" o "transas" y son aventuras de una noche o de un fin de semana. Su duración es escasa pues el único vínculo establecido es el intercambio sexual. Estas mujeres, a diferencia de las "amigovias", generalmente no pertenecen al entorno cercano del sujeto y en algunos casos inclusive son de un estrato social y económico de menor nivel que la del sujeto: De vez en cuando voy con amigos a boliches y siempre encuentras minitas que están buscando pasarla bien. Con ellas no existe el compromiso de volver a verse o de tener algo serio. Con ellas las cosas son claras, sexo (...) casi siempre son minitas de clase más baja que están buscando niños bien como se dice, para pasarla bien. (Nicolás, 28 años, conviviente). Algunos varones recurren a este tipo de relación en medio de crisis o rupturas con sus parejas formales: Entre una relación de noviazgo y otra, siempre tengo un espacio de mucha joda y promiscuidad, de aprovechar ese tiempo para estar con los amigos y hacer de cada noche una conquista, con cuanta mujer encuentres en los boliches. Pero luego de esta temporada venía la novia formal y así siempre me veo en relaciones estables y largas. (Héctor, 27 años, soltero). Finalmente, otra forma, aunque poco frecuente de establecer parejas sexuales, es a través del sexo comercial. Algunos de estos entrevistados recurren a los servicios de trabajadoras sexuales: Tengo amigos con los que nos vamos de joda y luego nos vamos a lugares donde vos pagás y tenés lo que querés, minas de todo tipo y que están ahí para tu placer . (Carlos, 33 años, soltero). Los "requisitos" que estos varones tienen para establecer sus relaciones de pareja, también estarán en función al tipo de vínculo establecido y la imagen de sexualidad femenina implícita en la relación. Con la novia formal, hay grandes exigencias pues ellas será mostradas al entorno social. En cambio, para las relaciones "informales", estos requisitos se hacen cada vez más laxos, desde las amigovias, hasta los levantes de fin de semana, con las que no se tienen muchos reparos pues lo importante es "saciar" el apetito sexual masculino: Para mis transas no tenía requisito, sólo que sean mujeres (risas) en serio, que sean mujeres, he transado con cada bagallo, con cada loro. En el tema sábado y domingo, mientras fuera mujer no me importaba si era flaca gorda, petisa, no me importaba nada, cu alquier cosa me venía bien, no perdonaba nada. Con mis novias formales sí era otra cosa, a ellas las tenía que mostrar a los amigos o a la familia. Tenían que tener algo especial que las distinguiera del resto de mujeres, que las hiciera interesantes y que no fueran las turras del boliche que habían pasado por todos. (Germán, 28 años, casado). En este escenario donde se configuran representaciones diferenciadas de la sexualidad de las mujeres, la mayoría de estos varones observan cambios sociales en la forma de ver la sexualidad femenina. Sin embargo, estos cambios siguen estando muy ligados al tipo de vínculo, y se siguen manteniendo diferencias para calificar la actividad sexual de varones y mujeres: Las cosas han cambiado, nosotros no necesitamos una prostituta para iniciarnos porque a las novias había que respetarles su virginidad. Pero igual a la mujer se la representa diferente que un hombre, escuchás si una mujer coge con varios tipos es una puta y yo por más que no comparta esto, entiendo esto mismo cuando alguien dice esto, y por otro lado el hombre que curte a una y otra, es el hombre dominante, porque él gana la situación, va la busca y la conquista y no está tanto la idea de que la mina va, busca y conquista. (Nicolás, 28 años, conviviente). Creo que las cosas son más igualitarias ahora para los hombres y para las mujeres. Antes si una tipa se acostaba con un hombre era una turra, si se acostaban con muchos hombres eran como putas, eso era típico. El pibe era un Gardel y la mina una atorranta (...) esto ha variado ahora, la sexualidad es más fácil, los pibes se acuestan entre ellos sin problemas (pausa) claro que nunca va a ser lo mismo si una mujer es conocida como que se ha acostado con todos los amigos del grupo como el del pibe que hizo lo mismo, creo que ahí sigue la diferencia. (Héctor, 27 años, soltero). Como se puede observar, a pesar de las tensiones y cambios en las relaciones entre los sexos, se siguen manteniendo imágenes polarizadas de mujeres y de sexualidad de mujeres. A pesar que las exigencias de la virginidad y los modelos de mujer "virgen" o inmaculada, no se presentan en estos varones, se siguen manteniendo exigencias de un control sobre la sexualidad femenina, pues la "excesiva" actividad sexual de las mujeres se sigue considerando algo que las degrada socialmente. A diferencia de los varones, cuyo "record" sexual los convierte en "ganadores", las mujeres con muchas parejas sexuales corren siempre el peligro de "perder" y ser consideradas "putas". Veamos a continuación como estos significados de la sexualidad se relacionan con las diferentes dimensiones que elaboran en torno al placer sexual masculino. Cómo citar este documento: Formato de cita electrónica (ISO Vásquez Del Aguila, Ernesto. Capítulo 2. Significados de la sexualidad. En publicación: "El plac masculino". Masculinidades y sexualidades en los relatos de vida de varones adultos jóvenes de clase Buenos Aires. : , 2000. [Citado: 30/8/2008]. subir