2005 - Vol. 35 - nº4 236 OSTEOMIELITIS POSTRAUMÁTICA O POSQUIRÚRGICA: 242 248 260 TRATAMIENTO DE LA EPICONDILITIS MEDIANTE ESCARIFICACIONES TENDINOSAS 263 OSTEOMIELITIS HEMATÓGENA AGUDA PÉLVICA. CASO CLÍNICO 263 SÍNDROME DE PAGET-SCHROETTER. A PROPÓSITO DE DOS CASOS 266 TROMBOEMBOLISMO PULMONAR TRAS ARTROSCOPIA DE HOMBRO 269 FRACTURA DE ESTRÉS BILATERAL DE CADERA 274 REINSERCIÓN DISTAL DEL BÍCEPS BRAQUIAL POR VÍA ANTERIOR MEDIANTE 277 SÍNDROME DE MÜLLER-WEÏSS PROTOCOLO DE DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO LESIONES POR AVULSIÓN DEL TENDÓN DISTAL DEL BÍCEPS BRAQUIAL. TRATAMIENTO MEDIANTE REINSERCIÓN ANATÓMICA A TRAVÉS DE UN SOLO ABORDAJE ANTERIOR SISTEMA DE ANCLAJE RÁPIDO VOL. 35, nº 4 2005 SUMARIO Revisión OSTEOMIELITIS POSTRAUMÁTICA O POSQUIRÚRGICA: PROTOCOLO DE DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO JF Comellas B Ferreira F Granell A Montiel M Morales F Ronda 236 Revisión TRATAMIENTO DE LA EPICONDILITIS MEDIANTE ESCARIFICACIONES TENDINOSAS A Montiel Giménez M Edo Llobet F Granell Escobar S Gallardo Villares B Guinot Saera 242 Revisión LESIONES POR AVULSIÓN DEL TENDÓN DISTAL DEL BÍCEPS BRAQUIAL. TRATAMIENTO MEDIANTE REINSERCIÓN ANATÓMICA A TRAVÉS DE UN SOLO ABORDAJE ANTERIOR A Arenas Planelles H Ayala Palacios H Ayala Gutiérrez A Arenas Miquélez A Garbayo Marturet 248 Caso Clínico OSTEOMIELITIS HEMATÓGENA AGUDA PÉLVICA. CASO CLÍNICO A Luis Calero M Benito Caparrós M Muñoz Manchado J Carrasco Ruíz M Cintado Avilés G Fernández Moreno JJ Quintana Cruz 260 Caso Clínico SÍNDROME DE PAGET-SCHROETTER. A PROPÓSITO DE DOS CASOS FJ Herrero Álvarez MJ Lecumberri Castaños I Boyero Camardiel 263 Caso Clínico TROMBOEMBOLISMO PULMONAR TRAS ARTROSCOPIA DE HOMBRO I González-Busto Múgica A Caso García A Amigo Fernández A Menéndez González 266 Caso Clínico FRACTURA DE ESTRÉS BILATERAL DE CADERA VM Teruel González M Vicente Zuluaga R Sáinz Septién LA Paul García A Ramos Ugidos 269 Caso Clínico REINSERCIÓN DISTAL DEL BÍCEPS BRAQUIAL POR VÍA ANTERIOR MEDIANTE SISTEMA DE ANCLAJE RÁPIDO JJ González Fernández S Sánchez Herráez JM Acosta Fle A López-Sastre Núñez 274 Caso Clínico SÍNDROME DE MÜLLER-WEISS O Fernández Hernández et al. V Marco Poza S Sánchez Herráez J Betegón Nicolás JJ González Fernández J Fernández Díaz 277 Osteomielitis postraumática o posquirúrgica Protocolo de diagnóstico y tratamiento J.F. Comellas, B. Ferreira, F. Granell, A. Montiel, M. Morales, F. Ronda Hospital ASEPEYO, Sant Cugat del Vallés Resumen La osteomielitis postraumática es una patología compleja, con una difícil protocolización de su tratamiento. Es necesario a efectos prácticos, relacionados tanto con aspectos del diagnóstico como de dicho tratamiento (viabilidad de la osteosíntesis), su diferenciación en precoz o tardía en función del tiempo transcurrido desde el tratamiento quirúrgico de la fractura. En la osteomielitis de aparición precoz es básico un diagnóstico rápido y preciso, basado fundamentalmente en hallazgos clínicos aunque la ecografía puede jugar también un papel importante. En la fase tardía es importante un estadiaje correcto que nos permita planificar un tratamiento quirúrgico agresivo y una cobertura adecuada de las partes blandas. Este tratamiento incluye siempre un desbridamiento correcto, la obliteración del espacio muerto, la estabilización ósea y dicha cobertura, basada en técnicas de microcirugía. Todo ello completado con un tratamiento antibiótico adecuado y la modificación de factores sistémicos o locales asociados.El tratamiento antibiótico se basa en la utilización de fármacos que actúen sobre el biofilm y que nos permitan un tratamiento oral prolongado. Las quinolonas pero fundamentalmente la rifampicina juegan un papel importante en el tratamiento actual de estas infecciones. Palabras clave Osteomielitis postraumática. Desbridamiento quirúrgico. Ecografía, estadiaje. Aporte óseo microvascularizado 00436 000503 Introducción El diagnóstico y tratamiento de la infección osteoarticular en el paciente traumático plantea varios problemas difíciles de abordar. Correspondencia J.F. Comellas C/ Alcalde Barnils s/n 08039 Sant Cugat del Vallès (Barcelona) Tel.: 935 653 900 236 Por un lado la dificultad de estandarización y por lo tanto de protocolización del tratamiento, debido a la amplia variabilidad de situaciones relacionadas con la propia lesión inicial y su localización. Esta variabilidad tiene que ver con la presencia o no de material de síntesis y sus características, la presencia o no de fragmentos óseos necróticos, el estado de las partes blandas, la situación vascular y la patología asociada3. 35/4 2005 - Págs. 236 a 241 Por otro lado el carácter a veces críptico y/o diferido de la aparición de dichas infecciones y la dificultad a la hora de diferenciar entre la infección superficial o profunda de la herida o infección de la síntesis. A todo ello debemos añadir que la respuesta inflamatoria local al traumatismo, dificulta aún más el diagnóstico de estas infecciones y en ocasiones la interpretación de las exploraciones complementarias. El enfoque diagnóstico y terapéutico de estos pacientes plantea dos escenarios distintos en función del tiempo transcurrido desde el traumatismo o la intervención quirúrgica. Dicho período comporta a la luz de la evidencia clínica, diferencias en la viabilidad del material implantado (formación del biofilm) y por lo tanto enfoques distintos en cuanto al tratamiento7. En primer lugar, la valoración del paciente que se presenta en el postoperatorio precoz con signos o síntomas sugestivos de infección posquirúrgica. J.F. Comellas, et al En este caso se plantean problemas en cuanto al propio diagnóstico de la infección y a la extensión de la misma, y en cuanto a la actitud terapéutica inicial, que comporta decisiones referentes la viabilidad del material de osteosíntesis que mantiene la estabilidad ósea 7,8. En segundo lugar la valoración del paciente con infección osteoarticular no resuelta en la fase anterior, o que vemos por primera vez con el diagnóstico de infección ósea postraumática o posquirúrgica de más de 2-4 semanas de evolución. En este caso el aspecto relevante es la valoración de la extensión y sobre todo la planificación del tratamiento, que vendrá determinado por dicha extensión y por el manejo de las partes blandas 1,4,5,6. La complejidad de estos pacientes implica una valoración cuidadosa y multidisciplinar de los mismos con la aportación tanto del traumatólogo como del internista y cirujano plástico. de fragmentos óseos y su potencial viabilidad, etcétera. Los datos más importantes nos los dará la exploración herida traumática o quirúrgica que nos dictará la actitud a seguir: 1. Si hay signos inflamatorios francos, supuración evidente o sospecha de infección necrotizante: a) Estabilidad de la síntesis. b) Estado correcto de las partes blandas. c) Diagnóstico microbiológico claramente establecido. d) Germen sensible a un agente oral, bactericida (ver tabla de tratamiento) e) Paciente sin contraindicación y fiable para seguir tratamiento antibiótico vía oral prolongado. • Proceder a desbridamiento de la herida y fragmentos óseos necróticos si los hay • No retirar el material de osteosíntesis si se cumplen los siguientes criterios: • Si no se cumplen los criterios, retirada de la síntesis y colocación de un fijador externo • Obtener cultivos (aerobios y anaerobios y a ser posible varias muestras de exudado y tejido) Fase precoz postoperatoria (fig. 1) Entendemos por fase precoz las infecciones con un máximo de cuatro semanas de evolución7. En esta situación el paciente suele presentar fiebre (sin otra focalidad aparente) y/o celulitis de la herida quirúrgica así como en ocasiones dolor. Debemos proceder a una valoración inicial clínica teniendo en cuenta el diagnóstico diferencial de fiebre en el paciente postraumático o posquirúrgico. La analítica puede ser útil aunque inespecífica. Deben practicarse hemocultivos si el paciente está febril y cultivos de cualquier exudado de la herida quirúrgica. La radiología simple suele ser poco útil también en esta fase excepto para tener una valoración de la situación actual: Presencia de material de osteosíntesis y de que tipo, estabilidad del mismo, presencia VANCES ATraum Fig. 1. Algoritmo de actuación en infección precoz postoperatoria. Osteomielitis postraumática o posquirúrgica 237 • Tratamiento antibiótico según cultivo y duración según extensión de la infección (a definir en el acto quirúrgico): - Infección superficial o profunda de la herida quirúrgica: 10-14 días. - Infección osteoarticular con retirada de la síntesis: 6-8 semanas, según tolerancia al tratamiento. - Infección osteoarticular sin retirada de la síntesis: 12 semanas 2. Si no hay cuadro inflamatorio franco ni supuración evidente: En estos casos somos partidarios de la practica de estudio ecográfico. Se trata de una prueba inocua, rápida de realizar a la cabecera del paciente y fácilmente reproducible lo que facilita el seguimiento: • Si se evidencia la presencia de una colección (hematoma o absceso), se procederá al desbridamiento como en la situación anterior (de forma optativa puede realizarse punción-aspiración con control ecográfico y práctica de estudio microbiológico, previo a la decisión de la limpieza quirúrgica). • Si no hay colección: - Si se mantiene una sospecha clínica elevada (sin otra focalidad evidente) y el paciente presenta datos clínicos o analíticos sugestivos de proceso séptico, se planteará urgentemente exploración quirúrgica de la herida y/o iniciar tratamiento antibiótico empírico (evitar en lo posible). En este último caso, si persiste la fiebre o aparecen signos inflama-torios a las 24-48 horas del inicio del tratamiento antibiótico, se efectuará la exploración quirúrgica. - Si la sospecha clínica no es alta y el paciente tolera bien la sintomatología, optar por la actitud expectante con control ecográfico a las 24-48 horas. - Si persiste una ecografía normal, se mantendrá un control estricto de la herida y si no hay cambios, se repetirá el control ecográfico y analítico a los 5-7 días. 238 Infección tardía Infección de más de cuatro semanas de evolución: Se considerará al paciente como afecto de osteomielitis crónica, definida por adherencia bacteriana a un sustrato inerte, necrosis ósea o material de osteosíntesis. 1. Se procederá al estudio inicial: • El diagnóstico es fundamentalmente clínico: presencia de signos inflamatorios, fístula. La valoración clínica inicial debe incluir la consideración de factores sistémicos y locales asociados (ver estadiaje). • Analítica incluyendo valoración del estado nutricional: hemograma, hemostasia, VSG, PCR, glucemia, urea, creatinina, GOT, GPT, FA, bilirrubina, colesterol, triglicéridos, proteínas y proteinograma, transferrina. • Radiología simple para valorar la estabilidad de la fractura, presencia de material, la calidad ósea y la presencia de secuestros. • RM, TAC o tomografías para definir morfológicamente la lesión y valorar la presencia de fragmentos necróticos con vistas a la planificación quirúrgica. • Arteriografía si la fractura es abierta IIIC, se sospecha de una lesión vascular asociada o de enfermedad vascular de base o en función de necesidades del tratamiento (ver más adelante). • Si persisten dudas en cuanto a la actividad del proceso o en cuanto a la extensión, gammagrafía con leucocitos marcados. 2. Proceder a estadiaje de la infección ósea (clasificación de Cierny Mader), que nos permitirá estandarizar el tratamiento (tabla I). Tabla I. Osteomilelitis – estadiaje. Calsificación de Cierny-Mader2 Clasificación Tipo anatómico (ver esquemas más adelante) Estadio 1 Estadio 2 Estadio 3 Estadio 4 Clase fisiológica Huésped A Huésped B* Huésped C Sistémicos (Bs) Locales (BI) Descripción - Osteomielitis medular - Osteomielitis superficial - Osteomielitis localizada - Osteomielitis difusa - Huésped normal - Compromiso sistémico (Bs), local (Bl) o ambos (Bsl) - Tratamiento con consecuencias más graves que la propia infección - Malnutrición - Insuficiencia renal o hepática - Diabetes mellitus - Hipoxia crónica - Inmunosupresión o deficiencia inmune - Neoplasia - Extremos de edad - Linfedema crónico - Estasis venoso - Compromiso de un vaso principal - Vasculitis - Cicatrización extensa - Fibrosis por radiación - Enfermedad de vasos pequeños - Neuropatía - Tabaquismo * Factores de compromiso sistémico y local (clase B) Cada paciente se clasificará por estadio y clase fisiológica, y dentro de ésta, se especificará la presencia de factores locales o sistémicos J.F. Comellas, et al 3. Tratamiento: Siempre nos basaremos en los mismos principios generales: Estadio 2: Osteomielitis superficial • Desbridamiento • Obliteración del espacio muerto • Recubrimiento de partes blandas • Tratamiento antibiótico • Tratamiento de los factores locales o sistémicos asociados 1. Desbridar de forma extensa todo el hueso necrótico y las partes blandas. 2. Retirada del material de osteosíntesis si la fractura está consolidada 3. Cobertura precoz de partes blandas en los 5-7 días. Se aplicarán los distintos aspectos y técnicas del tratamiento en función del estadio. - Colgajo cutáneo. - Colgajo muscular local o libre, con anastomosis vascular Estadio 1: Osteomielitis medular Estadio 3: Osteomielitis localizada 1. Fresado intramedular con retirada del material de osteosíntesis. 2. En principio no es necesaria la obliteración del espacio muerto: Los sistemas de irrigación, aún mantenidos durante un período corto (máximo de 5-7 días), no recomendados por problemas de obstrucción, manipulación y sobreinfección 3. Colocación de un fijador externo. 4. Si a las cuatro semanas de tratamiento antibiótico, el paciente está: clínicamente asintomático y con analítica correcta (PCR y VSG), puede plantearse la colocación de una nueva síntesis. 1. Desbridar de forma extensa todo el hueso necrótico y las partes blandas, con retirada del material de osteosíntesis. 2. El material con ATB (gentamicina o con otros ATB) puede utilizarse como complemento en los primeros 5-7 días previos a la colocación del colgajo muscular. 3. Colocación de un fijador externo 4. Colgajo muscular local o libre, con anastomosis vascular, a los 57 días del desbridamiento. 5. Si a las cuatro semanas de tratamiento antibiótico el paciente está: clínicamente asintomático, con analítica correcta (PCR y VSG) y con buena cobertura de partes blandas, puede plantearse la colocación de una nueva síntesis con o sin aporte óseo. Estadio 4: Osteomielitis difusa 1. Desbridar de forma extensa todo el hueso necrótico y las partes blan- Fig. 2. Osteomielitis de tibia secundaria a fractura abierta con presencia de fragmento necrótico. VANCES ATraum das, con retirada del material de osteosíntesis. 2. El material con ATB (gentamicina o con otros ATB) puede utilizarse en los primeros 5-7 días previos a la colocación del colgajo muscular. 3. Si se utiliza un espaciador con ATB mantenerlo hasta el aporte óseo. 4. Colocación de un fijador externo. 5. Colgajo muscular local o libre, con anastomosis vascular, a los 5-7 días del desbridamiento 6. Si a las cuatro semanas de tratamiento antibiótico el paciente está: clínicamente asintomático, con analítica correcta (PCR y VSG) y con buena cobertura de las partes blandas, puede plantearse la colocación de una nueva síntesis con o sin aporte óseo. 7. Si el defecto óseo es superior a 5-6 cm se deberan considerar otras otras técnicas: • Aporte óseo microvascularizado. Debe efectuarse a las cuatro semanas del desbridamiento y valorando previamente la práctica de arteriografía • Transporte óseo con osteotomía más fijador circular Tratamiento antibiótico (tabla II) Principios generales • Es necesario disponer de un diagnóstico microbiológico claramente establecido, preferentemente cultivo óseo y con obtención de múltiples muestras. Fig. 3. Fragmento resecado. Osteomielitis postraumática o posquirúrgica 239 Fig. 4. Herida expuesta tras resección de fragmento. Oclusión de cavidad distal con material antibiótico Fig. 5. Arteriografía previa a aporte óseo microvascularizado en que se observa el gran defecto óseo Fig. 6. Aporte óseo microvascularizado • Se remitirán siempre muestras para anatomía patológica • El mejor medio de transporte es el pus: siempre que sea posible remitirá el material aspirado en la propia jeringa y se evitará los frotis como medio de transporte. • Es importante recordar que la práctica de tinción de gram nos puede dar de forma rápida una orientación inicial sobre el germen origen de la infección • Se tendrá presente las escasa fiabilidad de los cultivos del trayecto 240 Fig. 7 Resultado final de la cobertura de partes blandas fistuloso, especialmente si existe crecimiento de bacilos gramnegativos (posibilidad de colonización de la fístula). • Puede utilizarse la v.o. si el paciente no está séptico. Si la infección es por Staphylococcus aureus o Pseudomonas aeruginosa, se iniciará tratamiento parenteral las primeras dos semanas, desde el desbridamiento quirúrgico, y después por v.o. hasta completar el tratamiento5,8. • La duración del tratamiento puede variar también según el estadio: 1. Fase aguda: - Con retirada del material de osteosíntesis 6-8 semanas - Si se mantiene el material, 12 semanas 2. Infección crónica: - Estadio 2 (osteomielitis superficial) : 4 semanas - Estadios 1,3 y 4 : de 6 a 8 semanas J.F. Comellas, et al Tabla II. Tratamiento antibiótico para los gérmenes más frecuentes. A modificar en función de la sensibilidad Patógeno Tratamiento inicial Staphylococcus aureus Cloxacilina 2 g i.v. / 4 horas o Clindamicina 600 mg iv. / 8 horas (si alérgico a penicilina) + rifampicina v.o. (si peso < 70 kg: 300 mg v.o. / 12 horas.Si peso > 70 kg: 300 mg v.o. / 8 horas) MRSA y Staphylococcus coagulasa negativo Duración del tratamiento parenteral Dos semanas Tratamiento oral* Levofloxacino 750 mg v.o. / 24 horas + rifampicina v.o. Vancomicina 1 g ev / 12 horas + rifampicina v.o Dos semanas Levofloxacino 750 mg v.o. / 24 horas + rifampicina Si resistencia a Levofloxacino: Cotrimoxazol v.o + Rifampicina v.o. o linezolid vo Pseudomonas aeruginosa Ceftazidima 2 g i.v. / 8 horas + Ciprofloxacino 750 mg v.o. /12 horas Dos semanas Ciprofloxacino 750 mg v.o. / 12 horas Enterobacterias Ciprofloxacino 400 mg i.v. / 12 horas Hasta que inicie ingesta v.o. Ciprofloxacino 750 mg v.o. / 12 horas * Hasta completar la duración total del tratamiento Bibliografía 1. Arnold PG, Yugueros P, Hanssen A. Muscle Flaps in Osteomyelitis of the Lower Extremity: A 20-Year Account. Plast Reconstr Surg 1999;104:107-110. 2. Cierny G III, Mader JT, Penninck JJ. A clinical staging system for adult osteomyelitis. Contemp Orthop 1985; 10: 17-37. 3. Lazzarini L, Mader JT, Calhoun JH. Osteomyelitis in Long Bones. J Bone Joint Surg 2004;86-A: 2305-2318. VANCES ATraum 4. Mader JT, Shirtliff M, Calhoun JH. Staging and Staging Application in Osteomyelitis. Clin Infect Dis 1997;25:1303. 5. Shuford JA, Steckelberg JM. Role of oral antimicrobial therapy in he management of osteomyelitis. Curr Opin Infect Dis 2003;16:515-519. 6. Tulner AF, Schaap GR, Strackee SD, et al. Long-term Results of Multiple-Stage Treatment for Postraumatic Osteo-myelitis of the Tibia. J Trauma 2004;56:633-642. 7. Widmer AF. New Developments in Diagnosis and Treatment of Infection in Osteomielitis postraumática o posquirúrgica Orthopedic Implants. Clin Infect Dis 2001;33(suppl 2):S94-106. 8. Zimmerli W, Widmer AF, Blatter M, et al. Role of Rifampin for Treatment of Orthopedic Implant-Related Staphylococcal Infections. JAMA 1998;279:15371541. 241 Tratamiento de la epicondilitis mediante escarificaciones tendinosas A. Montiel Giménez*, M. Edo Llobet**, F. Granell Escobar*, S. Gallardo Villares*, C. Guinot Saera* * Hospital ASEPEYO Sant Cugat (Barcelona) ** Hospital de Sant Pau (Barcelona) Resumen Los autores revisan 100 casos de epicondilitis tratados quirúrgicamente mediante escarificaciones (peinage) del tendón conjunto asociadas a perforaciones óseas del epicóndilo. Se valoran datos epidemiológicos, tratamientos previos realizados, y tiempos de espera, curación y recidiva antes de la intervención. Describen la técnica quirúrgica, el tratamiento postoperatorio, las complicaciones y los resultados finales. Para su valoración se utiliza la escala de Roles y Maudsley con unos resultados de 88% entre excelentes y buenos y un tiempo de curación próximo a los tres meses. Palabras clave Epicondilitis. Entesopatía. Codo de tenista. Codo. Tratamiento quirúrgico. 003445 Introducción En el año 1995 comunicamos en un artículo publicado en esta revista nuestros primeros casos tratados mediante la técnica consistenCorrespondencia A. Montiel Giménez Hospital ASEPEYO Avda. Alcalde Barnils, 54-60 08174 Sant Cugat del Vallès (Barcelona) Tel.: 935 653 990 - Fax: 935 896 368 amontielgimenez@asepeyo.es 242 te en practicar escarificaciones tendinosas y perforaciones óseas en el epicóndilo, sin realizar desinserción del tendón conjunto9. En el año 1996 y también en esta revista revisamos los resultados sobre 33 casos tratados10. En ambos artículos intentamos justificar el tratamiento basándonos en la anatomía microscópica de la entesis epicondílea y su fisiopatología cuando es sometida a sobrecargas asociadas al proceso natural de envejecimiento del organismo. 35/4 2005 - Págs. 242 a 246 La epicondilitis es una entesopatía13. La inserción epicondílea es una inserción directa, donde las fibras tendinosas van a fijarse en el interior del tejido óseo tras un proceso de transformación progresiva de los tejidos 7-8. Dentro de esta transformación hay una zona fibrocartilaginosa calcificada que es intermediaria entre el plano fijo del hueso y el segmento móvil del cuerpo tendinoso sometida a fuerzas de tracción y cizallamiento8. Además es una zona precaria en vascularización o “tierra de nadie” entre el aporte vascular óseo y el tendinoso16. Si asociamos que la entesis como transmisora de fuerzas es mecánicamente inadecuada3,4,13 hace que con la edad y el sobreuso las estructuras de la entesis, muy susceptibles frente a sobrecargas dinámicas bruscas o cíclicas, sufra fatiga mecánica y evolucione hacia la rotura y degeneración15,16. Se trata de un proceso degenerativo sin indicios histológicos de inflama- A. Montiel Giménez, et al ción aguda, por lo que el término epicondilitis no es el adecuado. Nirschl la define como una “tendinosis fibroangioblástica”, dándole un carácter degenerativo (tendinosis) desde el punto de vista histológico y que se localiza en la zona fibrocartilaginosa de la entesis y primordialmente en la del segundo radial (fig. 1)14. tendón conjunto, se realiza la revisión macroscópica del mismo. Si se encuentran lesiones degenerativas (fig. 2) se practica su exéresis hasta tejido sano. Pero en la mayoría de los casos no se observan lesiones macroscópicas y lo que se observa es un tendón deslustrado y con depósitos de cortisona. Se realiza una incisión longitudinal sobre el tendón para poder acceder a la articulación (fig. 3) y revisarla buscando la presencia de meniscos, franjas o repliegues sinoviales o lesiones condrales. Se puede asociar antes del cierre articular la exéresis de un fragmento en cuña del ligamento anular para su relajación. A continuación, se efectúan, con el bisturí, unas escarificaciones o peinage del tendón conjunto en el sentido longitudinal de las fibras (fig. 4). Por último se realizan unas perforaciones óseas en el epicóndilo con broca o aguja de Kirschner (fig. 5) y se procede al cierre cutáneo. Si hay presencia de alguna calcificación se procede a su exéresis (fig. 6). Si hay afectación de la rama profunda del nervio radial confirmada por EMG, se asocia la apertura de la arcada de Fröhse, por una vía anterior (fig. 7). Se inmoviliza con un vendaje compresivo braquio-antebraquial. A los 2-3 días se revisa la herida y y se repite el vendaje compresivo o se inmoviliza con una férula de yeso. A los 8-10 días se retira la sutura cutánea y se inmoviliza mediante Fig. 1. Localización de la tendinosis en el segundo radial yeso braquio-antebraquial hasta las tres semanas. Una vez retirada la inMaterial y métodos movilización se inicia la rehabilitación suave y progresiva durante Se revisan de manera retrospectiva las tres primeras se100 epicondilitis tratadas quirúrmanas, con movili gicamente entre los años 1995 y zaciones activo-pasi2002. vas, estiramientos y Se han tenido en cuenta, además masajes locales, pude los datos epidemiológicos (edad, diendo iniciarse a parsexo, lateralidad, mecanismo cautir de este momento la sal), los tratamientos realizados fase de potenciación y previos a la intervención, con sus adaptación a la vida índices de curación y recidiva, así Fig. 2. Lesiones degenerativas en el tendón conjunto cotidiana hasta el como los plazos transcurridos enalta. tre la aparición de la sintomatología Para la valoración de y la primera vista médica y entre el resultados se ha utilizafracaso del tratamiento conservador do la escala de Roles y el quirúrgico. y Maudsley: En cuanto a la técnica quirúrgica pasamos a detallarla a continua- Excelente: No dolor. ción: Movilidad completa. Actividad completa La intervención se desarrolla bajo - Bueno: Molestias ocafleboanestesia o bloqueo nerviosionales con movilidad so asociando el uso de manguito y actividad completas neumático para la isquemia. En - Aceptable: Molestias decúbito supino y el codo sobre después de actividad el tórax. prolongada La incisión cutánea incurvada - Malo: Dolor limitante sobre epicóndilo de unos 8 cm Fig. 3. Revisión articular de la actividad. de longitud. Una vez expuesto el VANCES ATraum Tratamiento de la epicondilitis mediante escarificaciones tendinosas 243 Fig. 4. Escarificaciones con el bisturí Fig. 6. Imagen de calcificación en el epicóndilo Resultados El seguimiento medio fue de 4,5 meses (rango 3-24 meses). La edad promedio de 44 años (rango 21-65). En cuanto al sexo 70 eran hombres y 30 mujeres. La lateralidad, 64 pacientes con el lado derecho afectado y 36 con el codo izquierdo. Como mecanismo lesional sólo en 10 casos hubo un antecedente traumático evidente y recordable. Los 90 casos restantes referían la aparición del dolor de una manera insidiosa, sin recordar mecanismos precisos y con aumento progresivo de la sintomatología. Siempre en 244 Fig. 5. Perforaciones en el epicóndilo Fig. 7. Arcada de Fröhhse trabajadores manuales que realizan movimientos repetitivos. El tiempo promedio entre el inicio de la sintomatología y la primera asistencia médica es de cuatro meses, y se relaciona con la aparición insidiosa que describimos en el apartado anterior. La totalidad de los pacientes han recibido tratamientos previos, distribuidos de la siguiente manera: • Rehabilitación en el 100% de los casos. La efectividad de los tratamientos realizados es la siguiente: • El 48% curaron pero redicivaron en un plazo promedio de cinco meses. • El 50% no curaron, realizándose directamente la cirugía • En un 2% se realizó una cirugía previa sin curación, precisando de una segunda cirugía. • AINEs orales en el 100% • Infiltraciones en el 65%, con un promedio entre 2 y 3 infiltraciones • Inmovilización en el 13% de los casos, con un promedio de tiempo de dos semanas. El tiempo promedio entre la primera asistencia hasta la intervención quirúrgica fue de 6,5 meses. Los hallazgos quirúrgicos mas frecuentes fueron: A. Montiel Giménez, et al - Franja o repliegue sinovial 16 Meniscos 7 Derrame articular 4 Calcificación inserción 3 Condropatía cabeza radial 3 En tres casos se asoció la apertura quirúrgica de la arcada de Fröhse Las complicaciones postoperatorias fueron: - Distrofia simpático-refleja - Intolerancia puntos sutura - Seroma - Hematoma (Arcada de Fröhse) 3 2 1 1 Tras la intervención quirúrgica se produjeron un 9% de recidivas, con un tiempo promedio de seis semanas. De estas recidivas el 2% se resolvieron con tratamiento conservador y el 7% restante precisaron de nuevo tratamiento quirúrgico: - Desinserción tendón conjunto 6% - Apertura arcada de Fröhse 1% La fisioterapia se prolongó hasta un tiempo promedio de siete semanas y el tiempo transcurrido desde la intervención quirúrgica hasta el alta laboral fue de tres meses. Los resultados finales valorados con las escala de Roles y Maudsley son: - Excelentes Buenos Aceptables Malos 73% 15% 3% 9% Discusión Han sido múltiples las técnicas quirúrgicas preconizadas para el tratamiento de la “epicondilitis” o tendinosis producida por sobreuso, algunas muy agresivas y produciendo alteraciones anatómicas de la zona5,11. Desde Runge que en 1873 cauterizaba la piel y el tejido de inserción tendinoso, hasta las teorías neurológicas de atrapamiento de la rama profunda del radial en la arca- VANCES ATraum da de Fröhse defendidas por Winkworth y O’Sullivan (1883), Capener (1996) y Roles y Maudsley (1972) han habido distintas formas de tratamiento: • Hohmann en 1927 practicaba la desinserción y legrado del epicóndilo. • Boyd en 1943 realiza una reinserción del tendón desinsertado. • Bosworth en 1955 asoció a la desinserción tendinosa una exéresis parcial o relajación del ligamento anular. • Spencer (1953), Posch (1978) y Goldberg (1987), practican la fasciotomía. • Garden propone el alargamiento del segundo radial en el tendón distal • Cantero y Litt en 1983 proponen el alargamiento proximal del primer y segundo radiales. • Van der Beken en 1983 diseñó una transposición en Z del tendón conjunto cambiando la inserción del 2º radial. • Tavernier (1946), Kaplan (1949) y Wilhem y Giesselen (1962) preconizan la analgesia local mediante denervación regional. • Pero son Conrad en 1973 y Nirschl y Petrone en 1979, los que proponen las bases del tratamiento actual de la epicondilitis, con técnicas menos agresivas e intentando preservar los tejidos sanos. Realizan una exéresis de la zona ulcerosa intratendinosa del segundo radial, reparación del desgarro intersticial y asocian una decorticación o perforaciones del epicóndilo14. Dado que en la visión macroscópica del tendón son raras la presencia de úlceras, como describen Nirschle y Petrone, nosotros inclinándonos por esta tendencia menos agresiva, proponemos el tratamiento quirúrgico basado en escarificaciones del tendón conjunto y perforaciones del epicóndilo. Con ello pretendemos provocar una agresión sobre el tendón degenerado y su inserción que facilite una reorganización histológica que cure el pro- ceso. Todo ello con la menor alteración anatómica local9,10. Asociamos los tiempos de revisión articular y relajación del ligamento anular con el fin de eliminar otras posibles causas que puedan provocar dolor1,2, así como la liberación de la rama profunda del nervio radial a nivel de la arcada de Fröhse, si está afectada electromiográficamente17. Para favorecer la reorganización histológica debe inmovilizarse en el postoperatorio. Woo et al, apreciaron que la inmovilización durante tres semanas, seguida de movilizaciones pasivas, aceleraba la reparación del tendón18,19. En cuanto a los resultados hay un 88% entre excelentes y buenos, cifras muy próximas a otras series y siempre conservando la anatomía de la zona y evitando las secuelas que pueden aparecer como consecuencia de la desinserción, como son la lesión del ligamento colateral lateral, que se produce con una cierta frecuencia y que puede abocar a una inestabilidad posterolateral rotatoria del codo 12. Conclusiones Creemos que es un método sencillo y poco agresivo, con el que provocamos una reorganización histológica del tendón degenerado y que curará el proceso, todo ello sin alteraciones anatómicas de la zona y evitando posibles secuelas. Bibliografía 1. Bosworth David M. Surgical treatment of tennis elbow. J Bone Joint Surg 1965;47(8):1533-1563. 2. Bosworth D. 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Montiel Giménez, et al Lesiones por avulsión del tendón distal del bíceps braquial Tratamiento mediante reinserción anatómica a través de un solo abordaje anterior A. Arenas Planelles, H. Ayala Palacios, H. Ayala Gutiérrez, A. Arenas Miquélez, A. Garbayo Marturet Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología. Hospital de Navarra. Pamplona Resumen Los autores presentan nueve casos de lesión del tendón distal del bíceps braquial por avulsión de la tuberosidad bicipital del radio, ocurridos todos ellos en pacientes varones en la edad media de la vida. El mecanismo fue indirecto en ocho de los casos que presentamos. Todos los pacientes fueron tratados quirúrgicamente, precediéndose en todos ellos a la reinserción anatómica del tendón arrancado en la tuberosidad bicipital a través de una vía de abordaje anterior. La evolución fue satisfactoria en los nueve pacientes, con una recuperación funcional completa de los mismos. Palabras clave Codo. Avulsión del tendón del bíceps braquial. Tratamiento quirúrgico 001743 Introducción El tendón distal del músculo bíceps braquial tiene su comienzo en la superficie anterior del vientre muscular, aproximadamente a unos 5 Correspondencia Antonio Arenas Planelles Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología - Hospital de Navarra C/Irunlarrea, s/n - 31008 Pamplona Tel.: 848 422 206 ajosearenas@yahoo.es 248 centímetros por encima del codo y se inserta en la tuberosidad bicipital del radio. Este tendón tiene la forma de un cordón aplanado de alrededor de 10 centímetros de longitud que se torsiona sobre sí mismo conforme se aproxima a su inserción distal. El curso es oblicuo, de superficial a profundo y de cubital a radial. Presenta una extensión aponeurótica, la aponeurosis bicipital que se extiende medialmente desde la unión musculotendinosa para unirse con 35/4 2005 - Págs. 248 a 258 la fascia profunda sobre el vientre muscular del pronador redondo25. El bíceps braquial posee dos funciones diferentes: por una parte es flexor del codo y además es supinador del antebrazo. La primera de estas funciones puede ser suplida por la existencia de un músculo braquial anterior más potente, eficaz sobre todo cuando el antebrazo se encuentra en supinación. La segunda de las funciones está ligada a la torsión de sus fibras tendinosas que se insertan en la parte posterior de la tuberosidad bicipital. Todo esto explica que las lesiones del tendón distal del bíceps provoquen principlamente un déficit de fuerza de supinación del antebrazo11. Fue Dobbie en 1941 el primero que publicó una reparación quirúrgica de una lesión de esta índole. El tratamiento que describió consistía en la sutura y solidarización del tendón avulsionado al músculo braquial anterior 14 . Posteriormente, fue Debeyre quien publicó en 1948 la A. Arenas Planelles, et al primera tentativa exitosa de reinserción anatómica del tendón arrancado en la tuberosidad bicipital del radio13. Desde entonces, se han efectuado variedad de técnicas quirúrgicas diferentes, cada una de ellas con sus ventajas e inconvenientes. Las rupturas y avulsiones de la extremidad distal del bíceps braquial son lesiones raras y casi siempre de origen traumático. Representan tan solo el 3% de las lesiones tendinosas de dicho músculo. Por el contrario, las lesiones de su extremidad proximal son más frecuentes (96% la porción larga y 1% la porción corta) y casi siempre son de origen degenerativo1,8,21,23-26,29,30,37. Se han publicado poco más de 200 casos en la bibliografía14,19,30, y la mayoría de las series aportadas están constituidas por menos de 10 casos, a excepción de algunos estudios multicéntricos o metaanalíticos11,41,45: Bornes et al.3 (4 casos), Gennari et al. 21 (6 casos), Gifuni y Strada22 (5 casos), Hovelius y Josefsson26 (5 casos), Le Huec et al. 31 (10 casos), Meherin y Kilgore35 (6 casos), Postacchini y Puddu43 (7 casos), Strauch et al.50 (3 casos), Vastamaki et al. 52 (5 casos), Ware y Nairn54 (4 casos), etc. Esto explica la gran variedad de técnicas de tratamiento propuestas desde la primera descripción por Dobbie en 1941. Dado lo poco frecuente que es este tipo de lesiones, el motivo de este trabajo es presentar una serie de nueve casos tratados en nuestro Servicio desde el año 1988 hasta principios del 2004. A propósito de los mismos y basándose en una amplia revisión bibliográfica, los autores discuten distintos aspectos de su diagnóstico y tratamiento quirúrgico. media de la vida (entre 32 y 53 años). En siete el brazo lesionado era el derecho (extremidad dominante) y en dos se vio afectado el lado izquierdo (un paciente mientras levantaba un peso importante y el otro realizando una flexión forzada contrarresistencia mientras practicaba culturismo). En ocho de los casos el mecanismo lesiona! fue indirecto, siendo un golpe directo en la zona el causante de la ruptura en el caso restante. Todos los pacientes referían una sintomatología muy parecida y presentaban dolor en cara anterior del codo e impotencia funcional notable en la extremidad lesionada tras sentir una especie de chasquido brusco en el momento de sufrir el traumatismo que generó la lesión. En la exploración clínica destacaba una disminución de la fuerza de flexión del codo afectado en comparación con el lado contralateral. Asimismo, se apreciaba un ascenso de la masa bicipital y no se palpaba el relieve del tendón del bí- Presentación de los casos Los datos correspondientes a los nueve pacientes de la serie vienen expuestos en la tabla I. Todos los pacientes eran varones, en la edad Tabla I. Exposición de los datos clínicos correspondientes a los nueve casos presentados en este trabajo Casos Edad (años) Sexo Lado Caso1 32 Varón Izquierdo Caso 2 41 Varón Caso 3 39 Caso 4 Mecanismo de producción Tiempo Tiempo de inmovilización de evolución (días) (meses) 40 10 Izquierdo Flexión forzada contrarresistencia Levantamiento de peso 31 5 Varón Derecho Jugando a pala 61 6 36 Varón Derecho Jugando a pala 45 6 Caso 5 45 Varón Derecho Levantamiento de peso 45 7 Caso 6 51 Varón Derecho 39 6 Caso 7 47 Varón Derecho Caída de altura Colgándose ESD Jugando a pala 31 5 Caso 8 48 Varón Derecho Levantamiento de peso 61 6 Caso 9 53 Varón Derecho Golpe directo 44 7 VANCES ATraum Lesiones por avulsión del tendón distal del bíceps braquial Resultado Excelente Función normal Excelente Función normal Excelente Función normal Excelente Función normal Excelente Función normal Bueno Alguna molestia Excelente Función normal Excelente Función normal Excelente Función normal 249 ceps braquial en la cara anterior del codo que era doloroso a cualquier exploración. La movilidad de la articulación despertaba dolor en la zona. Se realizaron exploraciones complementarias que confirmaron el diagnóstico de sospecha de las lesiones (figs. 1, 2, 3, 4 y 5). Ante este diagnóstico se procedió al tratamiento quirúrgico en los nueve casos de la serie. Se realizó un abordaje anterior en forma de cuatro a nivel del pliegue de flexión del codo. Se practicó una neurólisis cuidadosa de la rama cutánea del nervio radial y una apertura de la vaina tendinosa del bíceps, exponiendo el tendón arrancado (fig. 6). Seguidamente se seccionó el lacertus fibrosus, disecando con sumo cuidado el trayecto tendinoso hasta alcanzar la tuberosidad bicipital del radio (fig. 7). Una vez expuesta la tuberosidad y con el antebrazo en supinación máxima, se procedió al labrado del lecho receptor del tendón avulsionado utilizando una fresa de alta frecuencia (fig. 8). Llegado este momento, se realizaron dos perforaciones en la cara lateral del radio que comunicaban con el interior del lecho receptor previamente labrado, en posición de pronosupinación neutra del antebrazo (fig. 9). Se procedió al anclaje del tendón avulsionado en el interior del lecho receptor preparado mediante un punto tipo Bunnell, extrayendo los dos cabos del material de sutura a través de las dos perforaciones antes realizadas, anudando posteriormente dichos cabos. El material de sutura utilizado ha sido alambre del 0 (fig. 10), o material irreabsorbible tipo nylon monofilamento del 1 o del 2. Una vez finalizado el reanclaje tendinoso, hemos procedido a la comprobación de su función. Cierre por planos suturando el lacertus fibrosus. Inmovilización con vendaje escayolado en posición de 90° de flexión y supinación máxima. El tiempo de uso de dicha escayola osciló entre 31 y 61 días dependiendo de los casos. Tras la retirada del sistema de inmovilización, los pacientes iniciaron un programa de movilización progresiva (flexoextensión y pronosupinación), 250 comenzando sin resistencia en contra. Asimismo realizaron ejercicios de potenciación muscular de las estructuras reparadas. Tras un período de evolución que varió de 5 a 10 meses, 8 de los 9 pacientes presentaron una recuperación completa de la movilidad, fuerza y función de la extremidad lesionada, sin dolor y con una situación subjetiva excelente (figs. 11 y 12). El caso 6 de la serie (tabla I), considerado como el único resultado «no excelente», en la revisión efectuada a los seis meses de evolución refería molestias leves en la zona lesionada. La movilidad era casi completa, con una flexión de 135° y una extensión total. La supinación estaba, sin embargo, algo limitada en sus últimos grados. La fuerza de la extremidad estaba prácticamente recuperada y el paciente hacía vida normal. Discusión El mecanismo más descrito como posible generador de estas lesiones consiste casi siempre en un esfuerzo de flexión activa brusca del codo en contra de una extensión pasiva simultánea del mismo, generalmente en posición de supinación del antebrazo3,11,19,21,31,36. Se ha propuesto que cambios preexistentes avasculares o degenerativos en el seno del tendón pueden debilitarlo haciéndolo más vulnerable a la ruptura7,20,39. Algunos autores han atribuido dichos cambios degenerativos al rozamiento continuo y a la rotación del radio proximal respecto del cubito24. Mucho más raro parece el mecanismo por golpe directo11, aunque en nuestra serie uno de los casos (caso 9) respondió a este tipo de mecanismo, frente a los otros ocho en los que el traumatismo fue indirecto. Esta lesión se presenta normalmente en pacientes varones en la edad media de la vida 2,3,5,11,21,31,37,57, aunque existe algún caso descrito en mujeres46,51. Casi todos los casos aparecen en pacientes atléticos21,37, y el lado afectado suele ser el derecho: de los 10 casos aportados por Morrey et al.37, en 9 el lado afectado era el derecho; también era el lado derecho el afectado en todos los casos de la serie de Gennari et al. 21 ; en la casuística de Baker y Bierwagen2, en 10 de los 13 casos era el derecho el lado afectado. Entre nuestros pacientes, todos eran varones, con edades que oscilaban de 32 a 53 años. En siete estaba afectado el lado derecho que era la extremidad dominante. En los dos casos en que se vio afectado el lado izquierdo, los pacientes realizaban actividades de esfuerzo que comprometían por igual a ambas extremidades superiores. Estas lesiones del tendón distal del bíceps producidas por mecanismo indirecto, son normalmente avulsiones puras del mismo de su inserción en la tuberosidad bicipital del radio y no rupturas del propio tendón11,14,19,21,25,29,30,37,57,58. Generalmente, la tuberosidad bicipital aparece intacta, libre de restos de fibras tendinosas tal como lo describió Debeyre13 en su publicación de 1948. De manera excepcional, se ha citado algún caso aislado de arrancamiento de una parte de la tuberosidad bicipital unido al tendón del bíceps 35 . La expansión aponeurótica del bíceps está generalmente desgarrada, aunque también puede estar intacta21. La integridad de dicha expansión es la que determina el grado de retracción tendinosa del cabo avulsionado11,38. El desgarro o no de la expansión aponeurótica también puede explicar la presentación de las rupturas en dos tiempos descritas por algunos autores 16 . El diagnóstico diferencial entre un desgarro completo y una ruptura parcial del bíceps es a veces difícil de realizar clínicamente, especialmente en los casos en que la expansión aponeurótica se encuentra intacta25. La palpación de una expansión aponeurótica tensa en casos de ruptura tendinosa puede conducir a un fallo en el diagnóstico y a que la lesión pueda pasar desapercibida inicialmente8,39. A. Arenas Planelles, et al Fig. 1. Ecografía en la que se aprecia un hematoma que indica la existencia de una ruptura del tendón distal del bíceps. Figs. 3 Figs. 4 Fig. 2. Estudio ecográfico que muestra un hematoma en la cara anterior del codo lesionado, hallazgo compatible con una ruptura completa del tendón distal del bíceps. Figs. 5 Figs. 3, 4 y 5. RM donde se aprecian signos de ruptura completa del tendón distal del bíceps con cierta retracción del cabo tendinoso. Fig. 6. Imagen operatoria en la que se visualiza el cabo arrancado del tendón distal del bíceps. VANCES ATraum Fig. 7. Exposición de la tuberosidad bicipital del radio Lesiones por avulsión del tendón distal del bíceps braquial 251 Fig. 8. Imagen obtenida durante la intervención quirúrgica en la que se aprecia el lecho óseo donde se reinserta el tendón del bíceps avulsionado. Fig. 10. Estudio radiográfico postoperatorio en el que se observa el material de sutura metálico utilizado para la reinserción tendinosa. Fig. 9. Perforaciones realizadas en la cara lateral del radio, en comunicación con el interior del lecho receptor del tendón. Fig. 11 Fig. 12 Figs 11 y 12. Imágenes que muestran el resultado final satisfactorio en lo que respecta a la fuerza y a la función de la extremidad lesionada. 252 A. Arenas Planelles, et al Las rupturas del tendón distal del bíceps son, normalmente, fáciles de diagnosticar clínicamente. El diagnóstico clínico puede ser, sin embargo, mucho más difícil en casos de ruptura parcial o en aquellos otros en que la ruptura tendinosa no vaya acompañada de retracción del tendón, debido a que la expansión aponeurótica esté intacta8,31. En estos casos, las lesiones pueden no ser diagnosticadas inicialmente y pasar desapercibidas, como consecuencia de la escasa repercusión clínica que provocan31. El retraso en el examen del paciente puede ser otro factor que dificulte de forma importante el diagnóstico de estas lesiones7,20. El tratamiento de una ruptura completa sin retracción tendinosa o de los desgarros parciales puede verse claramente mejorado si se consiguen precisar las características de la lesión mediante los datos clínicos y los que se obtienen con las pruebas complementarias18,19,25. En este sentido, tanto la ecografía34,36,55,57 como la RM (resonancia magnética)18,19,25,31,56 pueden ser de gran valor en la evaluación y definición de este tipo de lesiones. Aunque la RM es la prueba más utilizada para este fin, la ecografía también juega su papel pues es una técnica más barata y rápida en su realización, y además permite utilizar el lado contralateral sano como estudio control36. En cuanto a la RM, puede ayudar en el planteamiento del tratamiento a realizar definiendo la extensión del desgarro y diferenciando las rupturas parciales de las totales18,56. También permite determinar el sitio en donde se localiza la ruptura56, la calidad de los cabos tendinosos y el grado de retracción del tendón18. Con esta exploración es factible medir la distancia entre el extremo distal del tendón y la tuberosidad bicipital, estableciendo el grado de retracción tendinosa que está directamente relacionado con la integridad o no de la expansión aponeurótica del bíceps. Cuando dicha retracción excede de los ocho VANCES ATraum centímetros es indicativo de que la expansión está rota31. Otra utilidad de la RM es definir las características de las lesiones de larga evolución31. Al abordar el capítulo sobre el tratamiento de estas lesiones, el primer tema de debate es si debe ser conservador o quirúrgico. Mientras algunos autores preconizan el uso de medidas ortopédicas considerando innecesario un manejo más agresivo, otros creen imprescindible el tratamiento operatorio de las mismas. Sleeboom y Regoort47, en su trabajo publicado en 1991, aportaban una serie de casos tratados con una inmovilización en un yeso braquial con el codo en posición de flexión de 90° y supinación completa durante un período de cuatro semanas, seguido a continuación de un programa de rehabilitación. Con dicha forma de tratamiento, los autores creían que podía esperarse una recuperación completa de la fuerza en la mayor parte de los casos47. Otros autores consideran que no se tiene porque producir un déficit funcional asociado al tratamiento conservador de estas lesiones, y por eso no creen necesario su tratamiento quirúrgico10,48. Frente a lo dicho en los anteriores trabajos, son muchos los autores que se han mostrado a favor del tratamiento quirúrgico de estas lesiones. Bornes et al., en su trabajo publicado en 1993, afirmaban que tras la revisión que habían realizado quedaba plenamente demostrado que los resultados tras el tratamiento quirúrgico eran claramente más favorables que los conseguidos con el tratamiento no operatorio3. Catonné et al. (1995) preferían igualmente el tratamiento quirúrgico al conservador en estas lesiones pues los resultados eran mejores en cuanto a fuerza de flexión del codo y supinación del antebrazo 11 . Rantanen y Orava (1999), en un metaanálisis de 147 casos aportados en la bibliografía previa referente a esta modalidad lesional, observaron un escaso 14% de resultados buenos o excelentes cuando se optó por el tratamiento conservador, frente a un porcentaje más elevado de dichos resultados en los casos en que se decidió el tratamiento quirúrgico45 (entre un 60 y un 90% de resultados buenos o excelentes dependiendo de la técnica quirúrgica utilizada). Morrey at al., en su revisión efectuada en 1985, observaron que cuando se opta por el tratamiento conservador en estas lesiones, se produce una pérdida del 40% de la fuerza de supinación del antebrazo y del 30% en lo que respecta a la fuerza de flexión del codo37. Hovelius y Josefsson (1977) consideran necesaria la reparación quirúrgica en lesiones de esta índole, aunque la técnica que utilizaron en sus casos no restauraba siempre de forma completa la fuerza de supinación del antebrazo26. Baker y Bierwagen (1985) efectuaron una comparación entre 10 casos intervenidos quirúrgicamente mediante reinserción anatómica del tendón avulsionado en la tuberosidad bicipital y tres pacientes tratados de forma conservadora. En ambos grupos midieron las fuerzas de flexión del codo y de supinación del antebrazo de los pacientes, concluyendo que existe una clara superioridad de los resultados en los casos tratados quirúrgicamente. En los enfermos tratados mediante reinserción anatómica, el déficit de la fuerza máxima de supinación era de un 13% respecto a pacientes normales. Por lo que se refiere a la limitación de la resistencia máxima a la supinación, esta era de tan solo un 7%. En cuanto a la flexión, la reducción de la fuerza máxima era de un 6% y de la resistencia máxima, del 31%. En el grupo de casos tratados de forma conservadora, los déficit encontrados fueron en general más elevados. La fuerza máxima de supinación estaba limitada en un 55%, la resistencia máxima a la supinación presentaba una reducción del 86%, la fuerza máxima de la flexión se encontraba reducida en un 36%, y por último, la resistencia máxima a la flexión pre- Lesiones por avulsión del tendón distal del bíceps braquial 253 sentaba un déficit de un 62%. El déficit residual que presentaron los tres pacientes tratados ortopédicamente les ocasionó una incapacidad para realizar ciertas actividades como el uso de un destornillador o de un bate de béisbol2. Cuando se decide realizar el tratamiento quirúrgico en estas lesiones, se puede optar por una reinserción anatómica del tendón arrancado en la tuberosidad bicipital del radio o bien se puede proceder a la sutura y solidarización del mismo a alguno de los músculos vecinos, generalmente el braquial anterior 29,31. Cada una de estas técnicas tiene sus ventajas e inconvenientes que citaremos a continuación, existiendo defensores y detractores de las mismas. El bíceps braquial, además de ser flexor del codo, es el principal supinador del antebrazo. Por este motivo, en lesiones recientes del tendón distal del mismo, especialmente en gente joven, para conseguir la más completa restauración de ambas funciones es preciso efectuar una reinserción anatómica precoz del tendón avulsionado en la tuberosidad del radio 9,11,21,22,29,37,54. Según algunos autores21, generalmente es una técnica simple y, en principio, exenta de riesgos. Sin embargo, es más ambiciosa y compleja que otras técnicas descritas, y puede verse acompañada de un cierto riesgo de lesión neurológica de la rama profunda del nervio radial14,29,35. Incluso hay autores que afirman que casi todas las complicaciones que surgen por el tratamiento de estas lesiones sobrevienen tras la práctica de reinserciones anatómicas en la tuberosidad bicipital sea cual sea la vía de abordaje utilizada11. Debido a este posible riesgo de complicaciones, se han propuesto técnicas paliativas que intentan evitar la lesión del nervio radial. Estas consisten en suturar o solidarizar el tendón bicipital avulsionado a la cara palmar del músculo braquial anterior, tal como lo describió Dobbie14 en 1941, o bien reanclar 254 dicho tendón sobre el cubito, técnica a la que Gennari et al.21 denominaron de Plummer en su publicación de 1995. Klonz et al. (2003) observan que las complicaciones tras la reinserción anatómica no son en absoluto excepcionales, y por este motivo, los autores consideran que la sutura al braquial anterior es un método válido para el tratamiento de estas lesiones28. De igual parecer son otros autores que creen que con este procedimiento puede reducirse el riesgo de lesiones nerviosas del radial, más frecuentes cuando se realizan reconstrucciones anatómicas de tales rupturas14,35. La técnica descrita por Dobbie es realmente más sencilla y asume menos riesgos que la reinserción anatómica, pero no tiene en cuenta el hecho de que el bíceps además de flexor del codo es el más potente supinador del antebrazo21,43. Debido a esto, aunque permite conservar la flexión del codo, no restaura normalmente de forma completa su función supinadora del antebrazo29. Esta intervención está especialmente indicada en casos en que el tratamiento ha sido diferido durante algún tiempo tras la lesión. En esta situación, el tendón avulsionado tiende a retraerse en mayor o menor grado en sentido próxima!, lo que hace que el reanclaje anatómico sea más dificultoso y precise de una extensa exposición y disección de la zona lesionada11,57. Este hecho, secundariamente, incrementa de forma importante el riesgo de lesión de la rama profunda del nervio radial 21,37, y de aparición de osificaciones en la zona traumatizada11. También puede estar indicada dicha técnica en pacientes de edad avanzada11. Jorgensen et al. (1986) la utilizan con buenos resultados en pacientes musculosos, prefiriéndola a la reinserción anatómica que debe ser reservada para los casos con pérdida significativa de fuerza de flexión y supinación 27. Postacchini y Puddu (1975), en un estudio sobre siete pacientes con ruptura del tendón distal del bíceps, encontraron una función excelente en los enfermos tras la práctica de una sutura del tendón desgarrado al músculo braquial anterior. En esta serie, la fuerza de flexión era normal en todos los casos entre los 6 y los 12 meses de la intervención quirúrgica. Hay que destacar, sin embargo, que en este estudio la fuerza de supinación no había sido medida en ninguno de los casos43. A propósito de este trabajo, Morrey et al. (1985) comentan que es difícil de comprender cómo puede restablecerse una supinación normal mediante la técnica utilizada por estos autores, teniendo en cuenta la importancia del bíceps en la supinación del antebrazo37. En el trabajo de Morrey et al. se observa que cuando se realiza la técnica de Dobbie puede recuperarse la fuerza de flexión del codo casi en su totalidad (déficit del 13%), pero se produce una pérdida del 57% de la fuerza de supinación del antebrazo37. Parecidos son los hallazgos encontrados por Le Huec et al. en su trabajo publicado en 1996. Estos autores apuntan que cuando se realiza la técnica de Dobbie se produce una pérdida de la fuerza de supinación que ronda el 50%, en comparación con los casos en que se efectúa un reanclaje anatómico en la tuberosidad del radio31. Este hecho ya había sido citado anteriormente en la bibliografía por diversos autores2,11,21,37,38,45. Catonné et al. (1995) observaron que en los casos en que realizaron un reanclaje al braquial anterior (técnica de Dobbie), se produjo una pérdida media del 33% de la fuerza de flexión y del 52% de la fuerza de supinación. Frente a esto, en los casos en que la técnica consistió en la reinserción anatómica en la tuberosidad, la pérdida fue tan solo del 5% de la fuerza de flexión y del 15% de la fuerza de supinación. Con estos hallazgos concluyeron que la técnica de Dobbie era claramente insuficiente para restaurar la función, sobre todo en lo que respecta a la fuerza de supinación del ante- A. Arenas Planelles, et al brazo 11. Estos autores indicaron asimismo que los resultados subjetivos en los pacientes eran buenos cualquiera que fuera la técnica utilizada. El hecho de que incluso los pacientes tratados con la técnica de Dobbie se encontraran satisfechos con el resultado obtenido podría explicarse porque la conservación de una fuerza de flexión correcta aunque asociada a un déficit de la fuerza de supinación no generaría más que una mínima limitación funcional para la vida corriente. Este déficit, sin embargo, podría dificultar la realización de ciertas actividades como, por ejemplo, utilizar un destornillador, o desempeñar algunas profesiones, como en el caso aportado por Boutin y citado por Doliveaux15 en su trabajo publicado en 1970, que se trataba de un camarero que no podía desarrollar su trabajo habitual de llevar una bandeja tras presentar una lesión del tendón distal del bíceps que fue tratado con sutura y solidarización al músculo braquial anterior. Contrariamente, para estos autores, los resultados objetivos de estas lesiones sí que son claramente distintos dependiendo de la técnica utilizada en su tratamiento. La diferencia de la fuerza es muy evidente, especialmente en lo que concierne a la supinación del antebrazo11. Morrey et al. (1985) apuntaron también que una reinserción anatómica permitió a sus seis pacientes tratados con esta técnica recuperar la fuerza de flexión hasta alcanzar el 90% de los valores normales y la fuerza de supinación hasta superar el 80% de las cifras normales. Por el contrario, el único caso de su serie en que se utilizó la técnica de Dobbie mostró una pérdida de flexión-supinación del 45% comparativamente con el lado sano38. Rantanen y Orava (1999), al realizar un metaanálisis en 147 casos aportados en la bibliografía previa encontraron un 90% de resultados buenos o excelentes entre los casos tratados con reinserción anatómica y un 60% de tales resultados cuando fueron tratados con VANCES ATraum sutura al braquial anterior. Con estos datos concluyeron que la reinserción anatómica del tendón avulsionado era el tratamiento que mejores resultados daba en este tipo de lesiones45. Baker y Bierwagen (1985) presentan una serie de 10 casos de lesión del tendón distal del bíceps tratados mediante reinserción anatómica en la tuberosidad bicipital que evolucionaron con un buen restablecimiento de la fuerza de pronosupinación2. En el trabajo publicado por Gennari et al. en 1995, el estudio funcional del codo mostraba que la inserción distal del bíceps en la tuberosidad del radio era esencial pues desempeñaba un papel importante en la supinación del antebrazo. El estudio dinamométrico de sus pacientes indicaba que una reinserción anatómica en la tuberosidad podía restituir en un 83% la fuerza de supinación fisiológica del antebrazo y una amplitud normal de la excursión articular tanto de la flexoextensión como de la pronosupinación21. En general, puede afirmarse que el resultado funcional es claramente superior en los casos en que se procede a la reinserción anatómica del tendón que cuando se practica una sutura-solidarización al músculo braquial anterior21,31. En las series en que se decidió dicha reconstrucción anatómica, prácticamente todos los casos recuperaron un completo balance articular del codo y una fuerza de flexoextensión y de pronosupinación próxima a la normal1,3. En todos nuestros casos se ha practicado la reinserción anatómica con unos buenos resultados globales, y por ese motivo creemos que debe ser el tratamiento de elección. La reinserción anatómica en la tuberosidad puede realizarse por una única vía anterior o por una doble vía combinada anterior y posterior. La técnica quirúrgica por doble vía fue descrita por Boyd y Anderson en 1961 y posteriormente ha sido utilizada por numerosos autores1,2,5,8,9,11,12,29,37,50,52,57. Los que pro- ponen esta técnica lo justifican porque la reinserción por una sola vía puede resultar traumática para las partes blandas adyacentes, como consecuencia de la dificultad de la exposición a través de un espacio limitado y puede verse acompañada de un elevado riesgo de lesión de la rama motora del nervio radial 9,11,33,40,49,50 . Debido a esto, recomiendan el uso de la doble vía aduciendo que dicha técnica reduce de forma notable dicho riesgo durante la intervención quirúrgica9,11,17,29,37. Además, el método es sencillo, seguro y efectivo para restaurar la función de forma adecuada2,9,11. Cuando se practica este procedimiento, el tendón distal del bíceps se pasa a través de la parte proximal de la membrana interósea y se fija a la tuberosidad bicipital del radio por su parte posterior. Por este motivo, es preciso conseguir un tendón bastante largo que llegue a la zona posterior de la tuberosidad radial 9 . Como consecuencia de los gestos realizados para pasar el tendón del bíceps a través de la membrana interósea, puede producirse la aparición de osificaciones localizadas en la zona e incluso presentarse una sinostosis radiocubital a nivel proximal del antebrazo, con la consiguiente limitación de la pronosupinación 17,37,49,50. Davison et al. (1996) aportan una serie de ocho casos de ruptura del tendón distal del bíceps tratados quirúrgicamente mediante reinserción anatómica con la técnica de doble vía. Tras la revisión de sus resultados observaron que la supinación estaba reducida en más de 30° en tres pacientes y la pronación estaba limitada en más de 30° en un caso. Subjetivamente, seis de los ocho pacientes estaban satisfechos con la función conseguida en su codo lesionado. Además, la fuerza de flexión fue recuperada hasta niveles normales en la mayoría de los casos. Por el contrario, seis de los ocho pacientes continuaron con menos fuerza de supinación en el brazo lesionado comparativamente con el lado contralateral sano12. Lesiones por avulsión del tendón distal del bíceps braquial 255 Otros autores prefieren por el contrario realizar la reinserción anatómica a través de una vía de abordaje anterior aislada3,21,22,29,49,50. Consideran que dicho abordaje es superior y ofrece más ventajas que el que se realiza por doble vía3. Generalmente da una exposición excelente del campo quirúrgico3 y tiene la ventaja de ser un método simple que no debilita la tuberosidad bicipital o el vientre muscular del bíceps21 como lo hacen otras técnicas 53. Gennari et al. (1995) presentan seis casos de este tipo de lesión tratados con la técnica de reinserción anatómica del tendón en la tuberosidad del radio a través de una sola vía. Durante la intervención, exponen fácilmente la tuberosidad bicipital poniendo el antebrazo en posición de supinación forzada. Una vez efectuada la reinserción, aprietan igualmente los nudos en posición de supinación máxima del antebrazo 21. Gifuni y Strada, en su trabajo publicado en el año 2001, aportan cinco casos tratados mediante reinserción anatómica por una sola vía de abordaje anterior que presentaron unos resultados buenos o excelentes. Basan su decisión sobre el uso de una sola vía en su menor invasividad quirúrgica, en que es un método más simple de reinserción y en su menor incidencia de posibles sinostosis radiocubitales. La intervención, sin embargo, precisa de un especial cuidado en no dañar la rama motora del nervio radial. Esto es evitable si el gesto quirúrgico se realiza por cirujanos experimentados que efectúen una exposición y preparación precisas y limitadas del lugar para el anclaje tendinoso22,29. En nuestra serie, en todos los casos se ha utilizado un único abordaje anterior, realizado de forma cuidadosa, con una disección delicada y guardando especial cuidado en no lesionar el nervio radial. Con dicha vía, la exposición ha sido excelente, sencilla y poco traumática para las partes blandas de la zona. En la literatura revisada los procedimientos utilizados para efectuar 256 la reinserción son diversos. Wagner (1956) recomendaba el uso de una bandeleta de fascia lata para solidarizar el tendón avulsionado del bíceps en su unión tenomuscular con la tuberosidad bicipital del radio. La intervención, sin embargo, era dificultosa de realizar y precisaba de un doble abordaje53. Con este procedimiento, Bayat et al. (1999) obtuvieron unos buenos resultados en su serie, especialmente en lo que respecta a la restauración de la fuerza de flexión del codo4. En el caso de que sea preciso restaurar la fuerza de supinación, se puede proceder a elongar el tendón retraído utilizando fascia lata, tal y como lo recomiendan algunos autores26,37, o también el tendón del palmar menor44. Estas técnicas de reconstrucción, sin embargo, sólo deben de ser utilizadas en rupturas antiguas o que han pasado desapercibidas, como método de reparación diferida 26,37,53. También se ha utilizado la técnica de «pulí out» descrita por Sterlihg Bunnell, en la que la sutura se apoya en botones externos. Este procedimiento ha sido usado por Ozyurekoglu y Tsai (2003) en algunos de sus casos, con peores resultados en lo que respecta al tiempo de retorno a la actividad normal y al trabajo que cuando se utilizaron otros métodos de reinserción41. Otro sistema utilizado para realizar la reinserción ha sido mediante el uso de tornillos y arandelas, aunque dicho método no parece ofrecer ciertamente ninguna garantía de seguridad29. Un método utilizado con bastante frecuencia son los anclajes óseos tipo Mitek® o similares, aplicados en la tuberosidad previamente refrescada y cruentada, que facilitan mucho la intervención y reducen el riesgo de lesión neurológica del radial al precisar de menor exposición de la tuberosidad bicipital durante la intervención 3,21,29,31,32,41,49,50. Los anclajes serán insertados siempre en la parte más interna y profunda de la tuberosidad para conseguir el mayor brazo de palanca posible. Una vez introducidos éstos, se deben apretar los nudos manteniendo el antebrazo en posición de supinación 3,31. Con este procedimiento, algunos autores han apuntado buenos resultados entre sus casos49,50. También se ha utilizado en ocasiones la técnica de la reinserción con puntos transóseos en la tuberosidad con material no reabsorbible11,41,57,58. La fuerza de agarre y la durabilidad de los anclajes óseos han sido muy discutidas en la bibliografía. Las pruebas biomecánicas realizadas por algunos autores demuestran que la adaptación del tendón al hueso mediante un anclaje es claramente inferior a la inserción dentro de la tuberosidad previamente refrescada, usando como método de sujeción provisional puntos transóseos 6,42. Las reparaciones con dichos puntos son significativamente más fuertes y resisten más tensión que cuando se utilizan anclajes óseos6,42. La protrusión de dichos anclajes fuera de la tuberosidad durante las cargas cíclicas puede condicionar el desarrollo de una separación de los cabos tendinosos en el lugar de la sutura, e incluso interferir en las rotaciones de antebrazo6. Existen por el contrario artículos que observan que la reinserción mediante anclajes óseos aporta una mayor fuerza de fijación que los puntos transóseos en las lesiones distales del bíceps32. En nuestra serie se ha utilizado en todos los casos el método de reinserción con puntos transóseos con la misma técnica que otros autores11,41,57, siendo excelentes los resultados como puede comprobarse en el apartado correspondiente del artículo. Para la preparación del lecho receptor de la inserción tendinosa, algunos autores, como nosotros, utilizan una fresa de alta frecuencia que permite horadar una especie de cavidad en la cual quedará introducido el cabo tendinoso durante el reanclaje21,37,57. Una vez efectuada la reinserción tendinosa, algunos trabajos recomiendan reforzarla re- A. Arenas Planelles, et al construyendo y suturando la expansión aponeurótica bicipital desgarrada de la forma lo más anatómica posible3,21,31, e incluso solidarizando el tendón del bíceps al del braquial anterior21. En cuanto al momento idóneo de realizar el tratamiento quirúrgico, el tiempo que se difiere el mismo puede influir de forma importante en su resultado, ya que si el retraso es prolongado se complica de forma notable el gesto quirúrgico, bien por la creación de adherencias en la zona o por la retracción del vientre muscular y del cabo tendinoso en sentido proximal11. También otros autores han obtenido mejores resultados en pacientes tratados precozmente49. Por el contrario, Rantanen y Orava (1999) observaron que el retraso en el tratamiento quirúrgico no influyó en forma alguna en el resultado de sus pacientes45. Entre las complicaciones más frecuentemente descritas al realizar este tipo de cirugía están las lesiones neurológicas de la rama motora del nervio radial11,14,31,35. Esta complicación es un riesgo real que puede producirse sobre todo cuando se utiliza una técnica de reinserción anatómica del tendón en la tuberosidad bicipital11, habitualmente a través de una única vía de abordaje anterior11,35. Dobbie (1941), en su trabajo de revisión de 51 lesiones previas de esta naturaleza tratadas quirúrgicamente, apuntaba dos casos de lesión de la rama motora del nervio radial14. Catonné et al. (1995), en la serie de casos que presentaron en su publicación encontraron dos parálisis transitorias que ocurrieron en pacientes que fueron tratados mediante una reinserción anatómica por una vía anterior aislada11. Meherin y Kilgore (1960) también aportaron dos casos de parálisis residual de la rama motora del radial en su serie de seis pacientes intervenidos por presentar una ruptura distal del bíceps, en los que utilizaron un abordaje anterior para realizar una reinserción anatómica35. El peligro de lesionar la rama VANCES ATraum motora profunda del nervio radial está ligado sobre todo al uso del separador que se coloca para exponer la tuberosidad en los casos en que se recurre a la vía de abordaje anterior. Dicha lesión puede ser evitada seccionando la arteria recurrente radial anterior y dejando la rama profunda del nervio radial por debajo del supinador corto que la protege 11. Además, el hecho de practicar la reinserción anatómica del tendón por una doble vía de abordaje anterior y posteroexterna, disminuye también de forma importante el riesgo de que pueda producirse esta lesión nerviosa 11 . Otras complicaciones descritas tras el tratamiento quirúrgico de estas lesiones son las osificaciones en la zona que pueden condicionar sinostosis radiocubital en la porción proximal del antebrazo, con el consiguiente bloqueo de la pronosupinación 11,14,17,37,49,50, Dobbie (1941) y Morrey et al. (1985) presentaron un caso de sinostosis proximal del antebrazo tras la práctica de una reinserción anatómica, bien por una sola vía anterior14 o por doble vía de abordaje anteriorposterior 37. Catonné et al. (1995) presentaron asimismo un caso que cursó con osificaciones importantes que provocaron un bloqueo completo de la pronosupinación, que ocurrió tras realizar de forma tardía una reinserción anatómica del bíceps por doble vía (el tratamiento se llevó a cabo a las seis semanas del traumatismo)11. Entre nuestros casos no hemos observado ninguna de las complicaciones apuntadas por los distintos autores citados. Bibliografía 1. Agins HJ, Chess JL, Hoekstra DV, Teitge RA. Rupture of the distal ¡nsertion of the biceps brachii tendon. Clin Orthop 1988 234:34-38. 2. Baker BE, Bierwagen D. Rupture of the distal tendon of boceps brachii. Operative versus non-operative treatment. J Bone Joint Surg (Am) 1985;67-A:414-417. 3. Bornes SJ, Coleman SG, Gilpin D. 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Fernández Moreno*, J. J. Quintana Cruz* *MIR del Servicio **FEA del Servicio Hospital Infanta Elena. Huelva Resumen Hacia mediados del siglo XIX Nelaton introdujo el término osteomielitis al establecer una diferencia entre la inflamación de hueso cortical (osteítis) y la inflamación de la médula ósea (osteomielitis). Aunque la osteomielitis a menudo se origina en la porción medular de los huesos tubulares, en general se considera que el término significa infección tanto de la porción cortical como de la medular del hueso. El diagnóstico y tratamiento tempranos usualmente llevan a la resolución completa de la infección; no obstante, un retraso en el diagnóstico o una terapéutica inadecuada pueden ocasionar el desarrollo de una infección crónica acompañándose de pérdida de la estructura normal del hueso y consecuentemente con alteraciones en la función. Vamos a exponer un caso clínico de un niño de nueve años que comienza con dolor de cadera y una ligera claudicación y que después de descartar la patología de cadera más frecuente para su edad, se llega al diagnóstico de osteomielitis aguda. La osteomielitis hematógena aguda (OHA) de la pelvis es una extraña forma de osteomielitis en la niñez. La forma clásica de OHA en la niñez se produce en los huesos largos (fémur, tibia, húmero, etc.), usualmente ocurre en niños mayores (en torno a los 8 años), y es menos frecuente en los niños más pequeños (2-5 años) aunque la localización continúa siendo en huesos largos.. Es más frecuente en niños que en niñas (varón:hembra = 1,5:1)(10). La localización más frecuente en la pelvis es el ilium (40%), seguido del isquium (28%) y el pubis (15%)(10). Al contrario que la OHA de los huesos largos, el antecedente traumático no es común en la OHA pélvica. El dolor en la OHA pélvica puede reflejarse en la cadera, piernas o abdomen, retrasando el diagnóstico. Palabras clave Osteomielitis, ilium, Staphylococcus aureus. 001101 Introducción La osteomielitis aguda es una enfermedad poco frecuente en la infancia. Se puede clasificar como “aguda” cuando su evolución es menor a un mes y “crónica” cuando supera ese periodo. Respecto al tipo de agente agresor, se ha descubierto que el Staphylococcus aureus es la causa más frecuente de osteomielitis en todas las edades. Generalmente aparece en varones menores de 5 años y tiene predilección por los huesos de rápido crecimiento, como son los huesos largos de las extremidades inferiores, considerándose los huesos pélvicos como localización excepcional. Este hecho dificultará su diagnóstico, retrasándose hasta varias semanas después del comienzo de la sintomatología. Esta enfermedad puede simular muchas enfermedades que engloban a órganos cercanos, artritis séptica de cadera, sinovitis transitoria o apendicitis. Correspondencia Antonia Luis Calero Hospital Infanta Elena. Huelva Avda Julio Caro Baroja, 8, 3ºC 21003 Huelva Tel.: 658 882 482 260 35/4 2005 - Págs. 260 a 262 En el pasado, la OHA era encontrada infrecuentemente en largas series de OHA en niños, con una incidencia del 6-8%. En una reciente serie se ha encontrado un 8-20%, sugiriendo un incremento en los casos de OHA en la infancia10. Traumatismos previos sobre las zonas donde se desarrolla la infección pueden actuar como un factor precipitante. La mayoría son de origen bacteriano, y con un diagnóstico correcto y tratamiento adecuado la tasa de complicaciones se sitúa en torno al 5%4. Es muy importante cumplir adecuadamente el tratamiento antibiótico indicado y el seguimiento a largo plazo de estos pacientes pues la infección puede afectar al cartílago de crecimiento produciendo deformidades posteriores. Caso clínico Paciente varón de 9 años y 11 meses que consulta por dolor en región inguinal-perineal izquierda que le ocasiona cojera, también presenta fiebre de tres días de evolución, tratado con antitérmicos y reposo. Refería caída de bicicleta una semana antes. A la exploración presenta buen estado general. Dolor referido en región glútea izquierda con tumefacción. Al andar presenta postura antiálgica con escoliosis y con cojera de pierna izquierda. Dolor a la palpación sobre zona isquiática, sin sig- A. Luis Calero, et al nos locales inflamatorios, balance articular de caderas normal. Resto de la exploración sin hallazgos patológicos. Los estudios complementarios presentaban: leucopenia de 3.070 leucocitos, con predominio de neutrófilos (67,1%) y linfopenia (4%), PCR elevada (10,7 mg/dL), VSG elevada (69 mm a la primera hora), hemocultivos seriados negativos, Rx de caderas: se observa una dudosa imagen de lisis en rama isquiopubiana izquierda (fig 1). Ecografía de cadera normal, RMN de cadera izquierda: aumento de señal de la rama isquiopubiana izquierda y de los músculos obturador interno y externo, con patrón tipo edema que sugiere un proceso inflamatorio con colección líquida alrededor de la rama mencionada, que puede corresponder a un absceso (fig 2). TAC de caderas: no se observan alteraciones significativas a nivel de las cabezas femorales, así como tampoco en los acetábulos; la irregularidad que se observa a nivel del acetábulo de forma bilateral corresponde a la edad que tiene el paciente y al tiempo de osificación de estas estructuras. Llama la atención la existencia de una asimetría a nivel de la sincondrosis de ramas isquiopubianas mucho más relevante en el lado izquierdo en relación al derecho y que se acompaña de un mínimo aumento de partes blandas adyacentes a esta sincondrosis también comparativamente con el lado derecho. Después de realizar los primeros estudios de imagen ,y ante la ausencia de un absceso claro para poder drenar, y habiendo descartado otras etiologías infecciosas (serología: inmunoglobulinas séricas normales, ASLO elevado (434 UI/ mL), FR IgM negativo, coprocultivo negativo, Mantoux negativo) se mantiene como primera opción diagnóstica la de osteomielitis aguda. Diez días después de su ingreso se repite la radiología de caderas (fig. 3) apreciándose imagen de rarefacción en rama isquiopubiana izquierda sin otros hallazgos significativos. La ecografía de caderas se mantiene normal. En la RM realizada ocho meses después no se encontró patología (fig. 4). Se inició tratamiento intravenoso con Cefotaxima y Cloxacilina que se ha mantenido durante dos semanas con una evolución muy favorable, cedió la fiebre a las 48 horas y el dolor y la cojera en 3-4 días, no presentando después ninguna incidencia reseñable, continuando con Cloxacilina oral cuatro semanas más. El control evolutivo de la VSG y PCR en descenso. Fig 1. Radiografía anteroposterior de las caderas al ingreso, donde se aprecia una imagen de lisis en la rama isquiopubiana izquierda. VANCES ATraum Discusión El diagnóstico de osteomielitis aguda pélvica se basa en los criterios generales de la osteomielitis aguda hematógena en general, esto es, cuando encontramos dos o más de los siguientes signos clínicos o de laboratorio: 1) signos locales de inflamación, 2) cultivos positivos de sangre o del aspirado óseo, 3) transudado subperióstico purulento, y 4) cambios radiográficos o gammagrafía positiva. El diagnóstico de la OHA se basa en la presencia de tres de estos criterios: clínica, bacteriología y gammagrafía. Considerando la no especificidad de los síntomas clínicos, habrá que realizar estudios diagnósticos precozmente ante la sospecha de OHA en niños con dolor en la cadera, pierna o parte inferior del abdomen con una VSG, PCR y recuento leucocitario elevados9. El aspirado con aguja fina puede diagnosticar sólo el 60%, otras modalidades diagnósticas son: ganmagrafía con leucocitos marcados, ultrasonidos y tomografía computarizada que presentan una mayor sensibilidad1,5. Aunque la RM y la ecografía han demostrado su eficacia en el diagnóstico de OHA, incluida la OHA de pelvis, el alto coste de la RM y la necesidad de un ecografista con gran experiencia, han excluido el amplio uso de estas técnicas en el diagnóstico de esta enfermedad. En vista de la frecuente negatividad de la radiografía en la presentación de la enfermedad, la gammagrafía con tecnecio parece ser la técnica más práctica a realizar para el diagnóstico precoz de la OHA pélvica. La causa más frecuente es la bacteriana, y entre las más frecuentes (por orden decreciente) se encuentran: Staphylococcus aureus (90%), Streptococcus betahemolítico del grupo A (menos del 10%), Streptococcus del grupo B y bacilos gramnegativos (en neonatos), Pseudomonas aeruginosa y otros bacilos gramnegativos (en punciones plantares en niños mayores de 6 años), Salmonella (en niños con anemia de células falciformes), etcétera. La pelvis es una localización infrecuente de OHA; esta localización se presenta con mayor frecuencia en niños mayores y con mínimo proceso inflamatorio de las estructuras adyacentes. Aunque el pronóstico es generalmente bueno, el retraso en el diagnóstico y en el tratamiento puede dar lugar a un incremento de la morbilidad. Fig 2. RM de la cadera izquierda al ingreso. Aumento de señal en rama isquiopubiana izquierda con patrón tipo edema compatible con proceso inflamatorio. Osteomielitis hematógena aguda pélvica 261 Fig 3. Radiografía anteroposterior de caderas diez días después de su ingreso. Imagen de rarefacción en la rama isquiopubiana izquierda. Bibliografía 1. Abernethy LJ, Carty H. Modern approach to the diagnosis of osteomyelitis in children. Hosp Med 1997;58(9):464468. 2. Bensahel H. Infección y ortopedia. Manual Ortopedia Pediátrica 1980;(2):9-14. 3. Campbell. Osteomielitis. Cirugía Ortopédica. Vol 1, 10 ed. (16):661-677. 2003. 4. Gold R. Diagnosis of Osteomyelitis. Pediatr Rev 199;12(10):292-297. 5. Hughes LO, Aronson J. Skeletal infections in children. Curr Opin Pediatr 1994;6(1):90-93 262 Fig 4. RM de las caderas ocho meses después del inicio de la finalización del tratamiento médico. No se aprecian imágenes patológicas. 6. Nelson JD. Osteomielitis and suppurative artritis. Nelson Textbook of Pediatrics. Behrman R. Kliegman R, Jenson H. W.B Saunders Company. 16th ed. 2000; 178:776-780. 7. Roy DR. Osteomyelitis of the patella. Orthop 2001;(389):30-34. 8. StutleyJE, Conway WF. Magnetic resonance imagin of the pelvis and hips. Orthopedics 1994;17(11):1053-1062. 9. Sucato DR, Gillespine R. Salmonella pelvic osteomyelitis in normal children: report of two cases and review of the literature. Pediatr Orthop 1997;17(4):463-466. 10. Wall EJ. Childhood osteomyelitis and septic arthritis. Opin Pediatr 1998;10(1):73-76. 11. Zvulunov A, Gal N, Segev Z. Acute hematogenous osteomyelitis of the pelvis in childhood: Diagnostic clues and pitfalls. Pediatr Emerg Care 2003;19(1):29-31. A. Luis Calero, et al Síndrome de Paget-Schroetter CASO CLÍNICO A propósito de dos casos F. J. Herrero Álvarez* MªJ. Lecumberri Castaños** I. Boyero Camardiel* * Centro Asistencial de ASEPEYO Bilbao ** ** Centro Diagnóstico Virgen Blanca de Bilbao Resumen El síndrome de Paget Schroetter o trombosis venosa del miembro superior es una entidad poco frecuente aunque potencialmente grave por las complicaciones locales y sistémicas que puede desencadenar si no se diagnostica y trata precozmente. Presentamos dos casos en varones jóvenes en relación con esfuerzos musculares practicados con la extremidad comprometida en las horas precedentes al evento trombótico en los que no se estableció un diagnóstico y tratamiento precoz. Palabras clave Trombosis. Trombosis de la vena axilosubclavia. Miembro superior. Síndrome de Paget Schroetter 001926 003023 Introducción La trombosis venosa del eje axilosubclavio supone entre el 1-4% de las trombosis de las extremidades y se clasifica en dos grandes grupos: trombosis primaria y trombosis secundaria. La trombosis primaria o idiopática o síndrome de Paget Schroetter puede ser espontánea o de esfuerzo. Afecta a jóvenes sanos y activos y aunque poco frecuente, puede ser potencialmente incapacitante1. Suele acontecer en la extremidad dominante en pacientes con ocupaciones que determinan una actividad muscular repetitiva y generalmente existe el antecedente de algún esfuerzo efectuado en los días anteriores al evento trombótico2. Deberán descartarse anormalidades de las estructuras osteotendinosas de la salida torácica que puedan condicionar compresión venosa extrínseca, como la presencia de costilla cervical, una primera costilla o clavícula anómala o una hipertrofia anómala del músculo escaleno anterior... ya que predisponen a la recurrencia y requieren solución quirúrgica. La trombosis secundaria que comprende la mayoría de casos, está asociada a un factor predisponente, como estados de hipercoagulabilidad, o, a factores que producen obstrucción de la vena axilosubclavia, como tumores que comprometen la región de la salida torácica, traumatismos o cuerpos extraños intravasculares2. No tiene una franca predilección por ninguna extremidad y su incidencia ha aumentado de manera signi- ficativa desde la generalización del uso de los catéteres venosos centrales. La clínica es similar en ambos grupos, presentando de forma aguda edema y dolor de la extremidad entre moderado y severo. Otros posibles síntomas son: cianosis del miembro, dilatación venosa, ingurgitación yugular, fiebre...2. Si bien la estrategia terapéutica más eficaz se encuentra inmersa en distintas controversias1, si existe, sin embargo, consenso sobre lo primordial que es establecer un diagnóstico de sospecha temprano, que permita indicar pruebas diagnósticas adecuadas que lo confirmen y un tratamiento precoz de cara a conseguir la repermeabilización venosa evitando las potenciales complicaciones1. No obstante, en ocasiones, la patología puede debutar con sintomatología menor y, dada su escasa incidencia no establecerse inicialmente un adecuado diagnóstico de sospecha, difiriéndose la realización de pruebas diagnósticas idóneas y la adopción de medidas terapéuticas eficaces y precoces. La complicación más frecuente de la enfermedad es el síndrome postflebítico, con dolor y edema que se exacerban con el ejercicio, y la más peligrosa el tromboembolismo pulmonar, cuya incidencia se encuentra según las diferentes series entre el 2,5 y el 35% de los casos2. Casos clínicos Caso 1 Correspondencia Dr. Javier Herrero Álvarez Centro ASEPEYO Bilbao c/ Sabino Arana, 33-35 48013 Bilbao Tel.: 944 398 714 VANCES ATraum de Paget-Schroetter 35/4Síndrome 2005 - Págs. 263 a 265 Varón de 32 años de profesión encofrador, sin antecedentes vasculares de interés, que tras trabajar paleando acude por presentar dolor en tercio proximal de brazo derecho. La exploración clínica revela dolor a la palpación a nivel de bíceps y tríceps braquial con leve tumefacción asociada, apreciándose intensificación de la sintomatología dolorosa con los movimientos de abducción de la extremidad. El estudio 263 radiológico descarta la presencia de lesiones óseas. Ante la sospecha de posible rotura fibrilar, se pauta tratamiento con AINEs y relajantes musculares. Después de setenta y dos horas acude de nuevo por incremento de la sintomatología dolorosa, que le impide incluso conciliar el sueño. Refiere dolor en región axilar y brazo derecho, con extensión de la tumefacción a toda la extremidad. Se realiza una ecografía urgente que descarta patología muscular, colecciones o hematomas. La ecodoppler demuestra trombosis de las venas subclavia y axilar derechas (figs. 1 a y b). Caso 2 Varón de 23 años sin antecedentes vasculares de interés que presenta en relación con esfuerzo practicado seis días antes durante su actividad profesional (empujando una barra metálica de hierro) intenso dolor en la cara anterointerna de brazo izquierdo. Acude al servicio de urgencias de un centro hospitalario siendo diagnosticado de dolor bicipital. Le son pautados AINEs y analgésicos. Cuatro días después acude al centro asistencial de la mutua por persistir la sintomatología dolorosa con mayor tumefacción de la extremidad. La exploración clínica pone de manifiesto dolor a la presión digital en la región del bíceps braquial y pectoral mayor, discreto edema e incremento de la sintomatología con los movimientos de la articulación glenohumeral. Las exploraciones radiográficas descartan lesiones óseas. Ante la sospecha diagnóstica de rotura fibrilar, se pauta tratamiento con AINEs y reposo. Después de veinticuatro horas el paciente acude con dolor intenso y edema difuso de toda la extremidad. Se practica una ecografía que descarta la rotura fibrilar, estableciendo la ecodoppler el diagnóstico de trombosis venosa del eje axilosubclavio-basílico izquierdo. El servicio de cirugía vascular pauta tratamiento con heparina de bajo peso molecular a dosis terapéuticas, posteriormente sustituida por acenocumarol. El paciente es reevaluado un mes después, apreciándose buena evolución clínica con disminución de Fig 1. a) Ecodoppler del eje axilosubclavio derecho. Se aprecia una las molestias y del edema. Tres meses más ocupación de la luz venosa por un material moderadamente ecogénico con tarde se reincorpora a su puesto laboral, perausencia de senal doppler color; sistiendo leve malestar a la palpación profunda humeral proximal. En la ecodoppler practicada se aprecia una recanalización parcial de la vena trombosada. Se suspende el acenocumarol y se solicita estudio de hipercoagulabilidad. Discusión Fig 1. b) Señal doppler espectral. El paciente es remitido a cirugía vascular que inicia tratamiento con heparina de bajo peso molecular a dosis terapéuticas, posteriormente sustituida por acenocumarol. El paciente experimenta una mejoría progresiva en las semanas siguientes y después de tres meses causa alta laboral persistiendo leves molestias y discreto edema de la extremidad. 264 La trombosis venosa de la extremidad superior se puede clasificar en dos grandes grupos, la trombosis venosa primaria o síndrome de Paget-Schroetter, que puede ser espontánea o de esfuerzo, y, la trombosis venosa secundaria, en la que existen factores predisponentes, como los estados de hipercoagulabilidad, o, factores obstructivos, como la presencia de catéteres venosos centrales2. En los dos casos expuestos se puso de relieve el antecedente de un esfuerzo practicado con la extremidad afecta en los días precedentes al evento trombótico. La trombosis venosa primaria relacionada con el esfuerzo es poco frecuente aunque potencialmente grave por las posibles complicaciones que puede desencadenar, tanto locales (la más frecuente el síndrome posflebítico, con dolor y edema que se exhacerban con el ejercicio y limitación de la movilidad, hasta en un 7090% de los casos) como sistémicas (la más peligrosa la embolia pulmonar que se da en un 2,5-33% de los casos, según las series)2. F. J. Herrero Álvarez, et al Es importante descartar anomalías anatómicas del opérculo torácico que puedan favorecer la compresión venosa y predisponer a la recurrencia y que requerirían intervención quirúrgica, así como anomalías trombofílicas1. Aunque en muchos casos la clínica del paciente (dolor y edema del miembro superior, ingurgitación yugular, cianosis del antebrazo...) pueda orientar el diagnóstico2, la escasa incidencia de la enfermedad primaria y la posible presencia de sintomatología menor en el momento del debut del cuadro podrán retrasar el diagnóstico y tratamiento, siendo importante establecer un diagnóstico y tratamiento precoces para obtener la repermeabilización venosa y evitar las potenciales complicaciones1. En los dos casos expuestos la sintomatología no permitió un diagnóstico de sospecha lo que supuso un retraso en el tratamiento. La confirmación diagnóstica de la patología requerirá el empleo de métodos complementarios, invasivos o no2. La ecodoppler es una técnica no invasiva que posee buena resolución y permite identificar los posibles trombos, siendo su especificidad del 97%2. Fue la técnica complementaria que se utilizó con éxito en nuestros dos pacientes, permitiendo establecer el diagnóstico de trombosis venosa. La flebografía permite demostrar el trombo, la permeabilidad de la circulación colateral y la presencia o no de anomalías estructurales en la salida torácica, pero no es un procedimiento inocuo. Emplea radiación ionizante asi como contraste yodado, con el consiguiente riesgo de perpetuar el trombo , de reacciones alérgicas y de fallo renal 2. Otras pruebas diagnósticas pueden ser la angiorresonancia y el angiotac. El tratamiento convencional ha sido la anticoagulación precoz con heparina seguida de acenocumarol y la descarga postural de la extremidad, para evitar la expansión y propagación del trombo y complicaciones como el TEP2. No todos los pacientes responden adecuadamente. Un 3390%, según las series, desarrollan secuelas postrombóticas con sintomatología recurrente de tipo dolor crónico, edema residual y limitación de la movilidad4, y hasta un 10-12% complicaciones sistémicas como embolia pulmonar3. Nuestros pacientes fueron tratados con heparina de bajo peso molecular a dosis terapéuticas, sustituida posteriormente por acenocumarol, apreciándose como secuela un síndrome posflebítico, con edema y dolor que se incrementan con los esfuerzos repetitivos de la extremidad. Otra alternativa terapéutica en la fase aguda es el tratamiento con fibrinolíticos (uroquinasa o estreptoquinasa), administrados de forma sistémica o local. Se obtienen mejores resultados si se administran de forma local, dado que se consigue mayor concentración en el área del trombo2. El éxito terapéutico suele ser del 100% cuando se inicia la administración en los primeros 3-5 días después del inicio de los síntomas. En aquellos casos en los que el tratamiento comienza dentro de los 10 primeros días, habitualmente mejora la permeabilidad venosa y disminuyen los síntomas, pero en un 20% de los pacientes no se obtiene la deseada permeabilidad venosa 5 . Dentro de las posibilidades quirúrgicas, la trombectomía es ineficaz dado que se produce retrombosis rápidamente2. El único tratamiento quirúrgico aceptado es la eliminación de la causa directa, en los casos de trombosis secundaria, y, la cirugía descompresiva con eliminación de los elementos que causan compresión en la salida del tórax, en los casos de trombosis primaria2, existiendo controversia sobre en que casos y en que momento debe realizarse1. Existen dos estrategias de tratamiento. Algunos autores6-8 recomiendan un tratamiento expeditivo, combinando trombólisis temprana seguida de descompresión quirúrgica inmediata, lo que permite disminuir la duración del tratamiento y la inactividad, aumentando la probabilidad de mantener la permeabilidad VANCES ATraum Síndrome de Paget-Schroetter venosa con menos síntomas residuales minimizando el riesgo de trombosis recurrente9. Otros autores10 recomiendan retrasar la descompresión quirúrgica, realizando trombólisis temprana seguida de anticoagulación durante un mes, siendo solamente sometidos a cirugía descompresiva aquellos pacientes con síntomas persistentes y obstrucción venosa, realizándose en el mismo acto quirúrgico la escalenectomía, la disección de la primera costilla y la lisis del trombo venoso. Esta posibilidad parece más juiciosa por evitar procedimientos invasivos potencialmente incapacitantes que pueden provocar morbilidad. Sin embargo, el retardo de la intervención quirúrgica puede poner en peligro el mantenimiento de la permeabilidad venosa1. En ocasiones, a pesar del tratamiento fibrinolítico y de la resección de la primera costilla, queda una zona de estenosis venosa secundaria a fibrosis intra y extravascular. Si es mayor del 50% requerirá dilatación o angioplastia percutánea endoluminal, con o sin colocación de un stent venoso 9. Conclusión La trombosis venosa primaria de la extremidad superior relacionada con el esfuerzo es una enfermedad rara aunque potencialmente incapacitante por el riesgo de complicaciones locales y sistémicas que puede desencadenar si no se realiza un diagnóstico rápido y tratamiento adecuado. Se debe establecer un diagnóstico de sospecha ante la presencia de dolor y tumefacción del miembro comprometido que permita adoptar medidas diagnóstico-terapéuticas precoces e idóneas, dado que el tratamiento precoz con fibrinolíticos en fase aguda permite el éxito terapéutico. 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Menéndez González Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología Hospital V. Álvarez-Buylla. Mieres Asturias Resumen Las complicaciones tromboembólicas en la cirugía de miembros superiores son poco frecuentes. Se presenta el caso de una paciente que presentó un tromboembolismo pulmonar en el postoperatorio de una artroscopia de hombro. La posición del brazo en tracción, el edema del hombro y la lesión directa sobre un vaso con el instrumental pueden ser el origen del proceso. Es de gran importancia identificar a los pacientes con factores de riesgo. La utilización de heparinas de bajo peso molecular puede prevenir estas complicaciones. Palabras clave Artroscopia de hombro. Tromboembolismo pulmonar. 001926 003023 001331 Introducción La trombosis en las venas de las extremidades inferiores tras la cirugía ortopédica y en situaciones de inmovilidad es un fenómeno bien conocido. Su aparición se previene mediante medidas físicas y farmacológicas que siempre se deben adoptar en dichas situaciones 6,8,12. La utilización de heparinas de bajo peso molecular ha demostrado su eficacia en la prevención de la enfermedad tromboembólica venosa en cirugía de artroplastia de rodilla y de cadera así como en la artroscopia de rodilla10. La cirugía de miembros superiores raramente se complica con fenómenos tromboembólicos por lo que en las guías clínicas no se hace referencia a la necesidad de medidas profilácticas7. Se presenta el caso de una paciente que desarrolló un tromboembolismo pulmonar al cuarto día de una artroscopia de hombro. Caso clínico Mujer de 45 años que consulta por disnea progresiva de tres días de evolución acompañada de sensación de opresión torácica. No presentaba antecedentes de HTA, metabolopatías ni factores de riesgo cardiovascular. Refería estar apendicectomizada e histerectomizada. Diagnosticada de arteritis de la temporal hacía años sin tratamiento en ese momento. Correspondencia I. González-Busto Múgica Hospital V. Alvarez-Buylla Murias s/n. 33616 Mieres. Asturias Tel.: 985 458 500 266 35/4 2005 - Págs. 266 a 268 Tomaba ansiolíticos en relación con un proceso ansioso-depresivo. Una semana antes había sido sometida a una artroscopia en su hombro derecho, durante la cual se practicó una acromioplastia. Durante la intervención fue posicionada en decúbito lateral con una tracción en el brazo de 7 kg y la cirugía duró 65 minutos aproximadamente. Había sido dada de alta el mismo día por la tarde con medicación analgésica y la recomendación de que al día siguiente comenzara a realizar movimientos pendulares con el hombro. Durante los dos primeros días siguió las recomendaciones pero a partir del tercero notó algo más de dolor por lo que dejó de mover el hombro, refiriendo sensación progresiva de edema en la mano derecha. Al cuarto día presenta disnea que se hace progresiva hasta acompañarse de sensación de dolor en su hemitórax derecho y opresión el séptimo día tras la cirugía. En la exploración presentaba una taquicardia y una hipoventilación global en ambos campos pulmonares. El brazo derecho estaba inmovilizado con un cabestrillo y se apreciaba un discreto edema desde el hombro hasta la mano en comparación con el otro brazo. Las heridas quirúrgicas estaban bien cicatrizadas. No se evidenciaban signos de flebitis ni de trombosis en los miembros inferiores. En la gasometría se objetivó una hipoxemia por lo que se realizó una TAC con contraste en la que se evidenció una trombosis de la rama principal de la arteria pulmonar izquierda, de ramas distales de lóbulos superior e inferior izquierdo y del lóbulo inferior derecho (figs. 1,2 y 3). Se realizó una ecografía con medición de flujo en sus miembros inferiores encontrándose permeabilidad en todo el trayecto venoso. En el brazo derecho se objetivó la interrupción del flujo venoso a nivel de la vena cefálica. Con el diagnóstico de tromboembolismo pulmonar, la paciente fue ingresada presentando una evolución favorable con tratamiento médico y medidas de sostén. I. González-Busto Mugica, et al Fig. 1. TAC con contraste. La flecha blanca señala un extenso trombo en la pared de la arteria bronquial izquierda. Fig. 2. TAC con contraste. La flecha blanca señala un trombo que oblitera parcialmente la luz de una de las ramas lobares de la arteria bronquial izquierda. publicado casos de embolismo pulmonar relacionados con traumatismos3 y con diferentes tipos de cirugía del hombro. En cirugía abierta se han comunicado casos de embolismo tras una artroplastia de hombro en un paciente que había estado mucho tiempo sentado y desarrolló una trombosis en los miembros inferiores14, tras una artroplastia de hombro con trombosis de la vena axilar 1 y en una descompresión subacromial17. La incidencia de trombosis venosa profunda tras la artroscopia de hombro es muy baja. En una revisión de complicaciones en 1.084 pacientes intervenidos mediante artroscopia de hombro, Small15 no comunica ningún caso de complicación tromboembólica. En otra revisión de complicaciones en cirugía artroscópica, el mismo autor16 no comunica ningún evento tromboembóolico. Hay dos casos publicados de tromboembolismo tras artroscopia de hombro. Burkhart4 presenta un caso de un paciente que tenía una masa mediastínica por un linfoma de Hodgkin que comprometía el retorno venoso y que no había sido diagnosticado previamente por no haberse realizado una radiografía de tórax previa a la intervención. Polzhofer et al.11 comunican otro caso de trombosis tras una descompresión subacromial artroscópica en un varón de 48 años sin factores de riesgo, a pesar de haber hecho profilaxis con heparinas de bajo peso. La utilización de medidas físicas y medicamentosas en la prevención de la enfermedad tromboembólica tras la cirugía de artroplastia de cadera y rodilla y tras la cirugía artroscópica de rodilla es habitual en nuestro medio8,9 y es recomendada por la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología7. Se aconseja la utilización de heparinas de bajo peso molecular por su eficacia y seguridad6,10. La aparición de complicaciones tromboembólicas en la cirugía artroscópica de rodilla está bien documentada y se relaciona con la utilización del manguito neumático de isquemia y con la disminución de la actividad física5,10,12. Sin embargo en la artroscopia de hombro dichas complicaciones son excepcionales y por ello no existen recomendaciones respecto a la profilaxis18. En los casos publicados, uno de ellos presentaba una masa mediastínica pero el otro no tenía factores de riesgo por lo que relacionan el episodio con una lesión directa con el motor durante la cirugía o con un exceso de extravasación de líquido infiltrando planos blandos comprometiendo el retorno venoso. La paciente de este caso estaba diagnosticada de arteritis de la temporal, patología que no está considerada como factor de riesgo de trombosis venosa profunda, por lo que no se administró tratamiento profiláctico. La intervención no duró más de lo habitual y no se objetivaron incidencias reseñables durante la misma, por lo que no podemos aseverar con certeza cual fue el origen de la lesión. La posición del brazo, el edema del hombro por extravasación de fluido y la utilización de instrumental motorizado durante la intervención son factores citados en la bibliografía y pueden haber sido determinantes también en este caso. Conclusiones Fig. 3. TAC con contraste. La flecha blanca señala un trombo obliterando la práctica totalidad de una arteria lobar distal. Discusión La incidencia de trombosis venosa en los miembros superiores ha sido escasamente documentada. Se consideran factores de riesgo para su aparición la utilización de catéteres para vías centrales, el abuso de fármacos intravenosos, los traumatismos, las coagulopatías y el antecedente de un episodio trombótico previo en los miembros inferiores2,13. Se han VANCES ATraum La artroscopia de hombro es un procedimiento seguro aunque no hay estudios que cuantifiquen la incidencia de trombosis venosa profunda tras la cirugía. El aumento de las indicaciones y el incremento del número de cirujanos que emplean esta técnica hacen previsible la aparición de más casos de trombosis. No hay trabajos que hagan referencia a la relación coste-efectividad del tratamiento profiláctico con heparinas de bajo peso molecular. La posición del brazo, la utilización cuidadosa del instrumental y la precaución con la extravasación de fluidos pueden contribuir a evitar estos episodios. Se debe considerar la utilización de heparinas de bajo peso en función de los factores de riesgo personales de cada paciente. Debe tenerse en cuenta la posibilidad de esta Tromboembolismo pulmonar tras artroscopia de hombro 267 complicación cuando en el postoperatorio aparezcan cuadros compatibles con embolismo pulmonar que son potencialmente de una gravedad extrema. Bibliografía 1. Arcand M, Burkhead W.Z, Zeman C. Pulmonary embolism caused by thrombosis of the axilary vein after shoulder arthroplasty. J Shoulder Elbow Surg 1997;6:486-490. 2. Ault M, Artal R. Upper Extremity DVT: What is the risk? Arch Intern Med 1998;158:1950-1952. 3. Baulot E, Bricteux S, Durand PY, Trouilloud P. Luxation rétrosternale de la clavicule compliquée d’une thrombose veineuse sous-clavière. Rev Chir Orthop 2000;86 :396-401. 4. Burkhart S.S. 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Coxa vara. 004323 000925 Introducción Las fracturas de estrés son conocidas, desde 1855 por Breiphaut, (médico militar prusiano)5,9, siendo Blecher en 190516 el primer autor, en describir este tipo de fractura a nivel del cuello femoral. Los lugares más frecuentes para la producción de este tipo de fracturas son los metatarsianos, el calcáneo y la tibia1,7. La frecuencia de esta fractura a nivel de la articulación de la cadera es muy escasa, tanto en la clínica como en la literatura3, siendo más inusual su producción a nivel de ambas caderas1. Material y métodos Se trata de un paciente varón de 49 años, que acude a Urgencias de nuestro hospital, tras haber sido operado (siete días antes) en otro centro hospitalario, de una fractura de cadera izquierda, sin antecedente traumático. El paciente refiere una coxalgia izquierda progresiva en el último mes, por lo que acudió a Urgencias del hospital de la localidad donde se hallaba de vacaciones. El paciente fue diagnosticado de fractura patológica de cadera izquierda y tras realizar estudio preoperatorio, fue intervenido de urgencia bajo raquianestesia, procediéndose a reducción y síntesis con sistema DHS más tornillo coaxial. Entre sus antecedentes personales figuran: apendicitis, lumbalgias de repetición, hernia de hiato y fractura de calcáneo derecho. En sus antecedentes familiares: padre vivo de 86 años pero afecto de coxa vara, sin evidencia de enfermedad Correspondencia Víctor Manuel Teruel González Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica Hospital Comarcal Santiago Apóstol Carretera de Orón s/n - 09200. Miranda de Ebro (Burgos) Tel.: 947 349 000 victormanuelteruel@hotmail.com VANCES ATraum reumatológica o metabólica ósea entre sus hermanos, hijos (2) o parientes de segundo grado. El paciente no refiere síndrome constitucional, ni pérdida de peso en los últimos meses. Asimismo niega sobreesfuerzos, marchas, caminando, prolongadas o aumento de actividad física, en los últimos meses o en período vacacional. En la exploración efectuada en nuestro hospital por el traumatólogo de guardia, no se objetivan dismetrías ni actitudes viciosas de miembros inferiores, con movilidad pasiva de ambas caderas simétrica y prácticamente normal, la deambulación es posible aunque dolorosa a nivel de ambas caderas y la cicatriz quirúrgica de la cadera izquierda no muestra signos infecciosos ni flogóticos. En el estudio radiográfico simple, se visualiza fractura transcervical de fémur izquierdo con osteosíntesis DHS + tornillo coaxial, correctamente implantada, así como fractura incompleta con trazo en la cortical inferior a nivel basicervical en fémur derecho (figs. 1 y 2). Se procede al ingreso del paciente y se realiza estudio preoperatorio, que incluye analítica general, serie ósea, TAC de pelvis y gammagrafía ósea. No se solicita RM debido a la reciente cirugía sobre la otra cadera, (intervalo de siete días de evolución), pues tras consultar con el servicio de radiodiagnóstico desaconseja el empleo de esta técnica, en los tres meses siguientes, a la colocación de un implante ortopédico. Resultados En la analítica general, no se hallan alteraciones significativas a nivel series roja y blanca con negatividad para las pruebas reumáticas (factor reumatoide, ASLO, HLA-B27) y aumento de los reactantes de fase aguda (VSG 22, PCR 55,2). La serie ósea es informada como “ausencia de signos radiográficos compatibles con metástasis o lesiones líticas”, asimismo no se visualizan huesos con imágenes sugestivas de enfermedad metabólica subyacente (fig. 3). El TAC óseo realizado a nivel de la cadera izquierda es informado de “patrón permeativo a nivel de cabeza de fémur de estrés 35/4Fractura 2005 - Págs. 269 bilateral a 272 de cadera 269 derecho, con disrupción de la cortical inferior, compatible con fractura patológica” (fig. 4). La gammagrafía informa de “hipercapatción patológica del radiotrazador en tercio proximal de fémur izquierdo en relación con cirugía previa. Depósito patológico en tercio interno del cuello femoral, que puede estar en relación con la fractura de fatiga que se nos menciona. Enfermedad ósea crónica degenerativa columna vertebral. Poliartropatía” (fig. 5). Finalizado el estudio preoperatorio, se procede a intervención quirúrgica sobre la cadera derecha, implantación de sistema DHS (135º con placa de 4 agujeros), más tornillo coaxial. En el acto quirúrgico se toman muestras para anatomía patológica y microbiología, y se constata la extrema dureza ósea que presenta el paciente. Se realiza profilaxis antibiótica con Cefazolina 2 g i.v. 30 minutos antes de la cirugía y posteriormente Cefazolina 1 g i.v. cada 8 horas (3 dosis) (fig. 6). Se autoriza la deambulación con ayuda de dos bastones ingleses, al segundo día tras la intervención quirúrgica, siendo dado de alta al quinto día, cursando el postoperatorio con total normalidad. El paciente recibió profilaxis con heparinas de bajo peso molecular (Enoxaparina 4000 UI SC/24 horas), durante un mes más, tras el alta hospitalaria y utilizó los bastones ingleses un mes y medio aproximadamente. Las muestras enviadas a microbiología, descartaron la presencia de gérmenes. La anatomía patológica fue informada de fractura y no hacía referencia a enfermedad ósea subyacente. Las revisiones en Consultas Externas de Traumatología, fueron a las 2 semanas, al mes, 3 meses y 6 meses, pasando posteriormente a revisiones anuales. En el momento actual, el paciente presenta balance articular completo a nivel de ambas caderas y está sin limitación alguna para su actividad laboral y social cotidiana. Discusión Dentro de las fracturas de estrés existen dos tipos, las “fracturas por insuficiencia” que son las que resultan de un estrés normal aplicado a un hueso anormal, como es el caso de la osteoporosis, enfermedad de Paget, hiperparatiroidismo, osteopetrosis etcétera. Y las “fracturas por fatiga” que ocurren cuando un hueso normal es sometido a estrés repetitivo, que de forma individual no serían capaces de producir una fractura, pero la suma de los mismos conlleva a un fallo mecánico del hueso1,3,9. El término de “fractura patológica”, debería reservarse, para aquella que sucede sobre un hueso tumoral3. Las fracturas por estrés del cuello del fémur pueden suceder en jóvenes, personas vigorosas, acostumbradas a actividades extenuantes, como atletas, corredores o marchadores de largas distancias18. En los ancianos pueden suceder debido a algunas alteraciones metabólicas del hueso y también se han descrito en los niños18. Existe tendencia a la bilateralidad del proceso, pero en la revisión bibliográfica no se citan porcentajes1,6,15. Con frecuencia el estudio radiográfico simple es normal, y el diagnóstico se confirma antes con RM o gammagrafía7,15. A pesar de su escasa frecuencia clínica, esta entidad consta de varias clasificaciones, que tratan de explicar su patogenia y pronóstico: • Blickenstaff y Morris distinguen tres tipos (I, II y III). • La clasificación de Devas distingue entre fracturas por compresión o por tensión. • Fullerton y Snowd y, distinguen tres tipos (A, B y C). El tipo A (laterales) son fracturas por tensión, que son más inestables y propensas al deslizamiento y recomiendan fijación in- 270 terna con tornillos. El tipo B (mediales por compresión) pueden tratarse mediante reposo seguido de un período de apoyo en carga protegido. El tipo C son fracturas desplazadas y precisan una reducción cerrada o abierta y fijación con tornillos o hemiartroplastia1,2,4,8,11,13,14,15,16 (fig. 7). La osteopetrosis es también conocida como “enfermedad de Albers-Schömberg” o “enfermedad marmórea de los huesos”; otros sinónimos menos usados son “osteosclerosis fragilis” o “huesos de yeso”10. Representa un grupo infrecuente de trastornos del metabolismo óseo en los que tiene lugar una disminución de la resorción osteoclástica del hueso y del cartílago, con normalidad en el proceso de formación ósea. Este trastorno da lugar a un incremento en la densidad del hueso y a una ocupación de los espacios medulares6,17. Desde el punto de vista histológico, el hueso está constituido por zonas de cartílago calcificado rodeadas de hueso nuevo, generalmente hueso trenzado inmaduro. La arquitectura desordenada de los huesos hace que sean más frágiles y susceptibles a presentar fracturas6, 17. Genéticamente se han descrito nueve fenotipos distintos de osteopetrosis17.Si bien en la literatura se distinguen tres tipos: forma infantil, intermedia y tardía o del adulto. La forma infantil es de herencia autonómica recesiva, su curso es maligno y lleva a la muerte a los pocos años de vida. La forma intermedia es de herencia autosómica recesiva y aunque las manifestaciones resultan importantes, no tiene una evolución fatal. La penetrancia de esta enfermedad no obstante es muy variable, y la forma tardía o variante del adulto, es de mucho mejor pronóstico y la de mayor interés ortopédico6. El diagnóstico en la forma del adulto suele ser casual, o bien a raíz de una fractura. Los huesos presentan las corticales engrosadas y a nivel vertebral, se pueden observar imágenes en “sandwich” o “camiseta de rugby”. En estos pacientes existe una tendencia a la osteomielitis, retardos en la consolidación de las fracturas y a padecer dolores lumbares6,10,12,17. Siendo en ocasiones el dolor lumbar incapacitante su única expresión12. La deformidad en coxa vara puede ser a consecuencia de una epifisiólisis capitis femoris o a consecuencia de fracturas de estrés del cuello femoral de modo bilateral, como sucede en la osteopetrosis6,13,14. Asimismo existe controversia de si la morfología en coxa vara, o la varización del ángulo del cuello femoral, pudiera ser una consecuencia o bien la causa de la fractura de estrés del cuello femoral, existiendo opiniones tanto a favor como en contra1,11, 13, 14, 16. Nos inclinamos a pensar que nuestro caso clínico, corresponde a una forma tardía de osteopetrosis, sin poder afirmarlo con una certeza absoluta, en base a los siguientes hallazgos: • La extrema dureza ósea encontrada en el acto quirúrgico. • La deformidad en coxa vara que presenta el padre del paciente. • La simultaneidad de las dos fracturas a nivel de ambas caderas. • El antecedente de lumbalgias de repetición. Nuestra fractura corresponde a un tipo II de la clasificación de Fullerton y Snowdy, (fractura medial por compresión) que no precisaría cirugía, si bien dado la bilateralidad del proceso, la rápida recuperación funcional del paciente, su buena evolución, y la ausencia de complicaciones, hasta el momento actual, consideramos nuestra opción terapéutica como válida. VM. Teruel González, et al Fig. 1. Radiografía al ingreso del paciente, fractura transcervical izquierda y trazo de fractura a nivel inferior basicervical de fémur derecho. Fig. 4. Corte de TAC de fémur derecho, donde se observa una rarefacción a nivel del extremo proximal del fémur derecho. Fig. 2. Detalle del trazo de fractura incompleta a nivel basicervical inferior de fémur derecho. Fig. 3. Radiografía de columna lateral de columna lumbar donde únicamente se aprecian signos moderados de espóndiloartrosis. VANCES ATraum Fig. 5. Gammagrama óseo donde fue apreciada hipercapatción a nivel de ambas cabezas femorales Fractura de estrés bilateral de cadera 271 Fig. 6. Radiografía postoperatoria a las dos semanas. Fig. 7. Clasificación de Fullerton y Snowdy para las fracturas de estrés del cuello femoral (Tomada de Cirugía OrtopédicaCampbell) . Bibliografía 1. Baumgaertner MR, Higgins TF. Fracturas del cuello femoral. Fracturas en el adulto-Rockwood & Green´s. Volumen 3. Capítulo 385º edición. Ed. Marbán-Madrid. 2004: pp. 1588-1599. 2. Blickenstaff ML, Morris JM. Fatigue fracture of the femoral neck. J Bone Joint Surg 1966;48A:1031-1047. 3. Calvo Crespo E, De Lucas García JC, Gil Garay E, Álvarez Galovich L. Fractura de fatiga del cuello femoral. Rev Ortop Traumatol 1994;38:393-396. 4. Devas MB. Stress fracture of the femoral neck. J Bone Joint Surg 1965;45B:278-738. 5. Fernández Díaz J, Sánchez Lázaro J, Díaz Gallego L, Gamazo Caballero E, Sánchez Robles A, Rubio Caballero M. 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Gómez-Castresana de Bachiller F, Rodríguez Merchán E. C, Pérez Caballer A. Clasificación de las fracturas del extremo proximal del fémur del adulto. Capítulo 2. Monografías SECOT 3-Fracturas del extremo proximal del fémur. Ed Masson 2001:p. 13. 12. Heim M, Shalom A, Marcovich C. Osteopetrosis tarda: Presentación en forma de dolor lumbar. Rev Ortop Traumatol 1996;40:275-277. 13. Kempf I, Dagrenat D, Karger C. Fracturas de la extremidad proximal del fémur. Enciclopedia Médico-Quirúrgica (Elsevier ParísFrancia), Aparato Locomotor, 14-735, 1998, p. 31. 14. Kempf I, Dagrenat D, Karger C. Fractures de l´extremités supérieure du femur ». Encycl. Méd. Chir. (Elsevier Paris-France), Appareil Locomteur, 14-076-a-10, 1993, p. 28. 15. LaVelle DG. Fracturas de la cadera. Cirugía OrtopédicaCampbell. Volumen III, 10ª edición (Elsevier España, S.A.). 2004; Capítulo 52:2919-2920. 16. Palanca Martín D, Segura Mata J, Albareda Albareda J, Seral Iñigo F. Fracturas de estrés del cuello femoral. 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Teruel González, et al Reinserción distal del bíceps braquial por vía anterior mediante sistema de anclaje rápido CASO CLÍNICO J.J. González Fernández S. Sánchez Herráez J.M. Acosta Fle A. López-Sastre Núñez Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología Hospital de León. León Resumen Presentamos un caso de rotura distal del bíceps braquial, en un varón de 39 años, tras una flexión forzada del brazo contrarresistencia mientras cavaba. Se realizó una reinserción anatómica en la tuberosidad bicipital del radio por vía anterior, mediante dos sistemas de anclaje tipo Fastak. La recuperación del codo fue completa a los tres meses de evolución, tanto de la movilidad como de la potencia muscular, respecto al miembro contralateral. Esta patología, poco frecuente, requiere un tratamiento quirúrgico en la mayoría de casos para conseguir un buen resultado funcional. Los nuevos sistemas de fijación rápida permiten utilizar la vía anterior, hasta ahora en desuso por sus complicaciones, con más seguridad. Palabras clave Codo. Rotura tendón. Bíceps braquial. 001743 Introducción El bíceps braquial es un importante músculo flexor del codo y el más importante supinador del antebrazo. La rotura traumática o degenerativa de su inserción distal en la tuberosidad bicipital del radio es una patología poco frecuente y representa un 3% de todas las lesiones que afectan a este músculo1,5,13. Suele afectar a varones de edad media y al brazo dominante. La teoría más aceptada para justificar el mecanismo etiológico, sería una contracción violenta e inesperada del bíceps braquial frente a una gran resistencia. Otros estudios hablan de una prominencia en el borde anterior de la tuberosidad bicipital del radio, que rozaría contra el tendón en los movimientos de pronosupinación, debilitándolo progresivamente y facilitando su ruptura ante traumatismos menores13,14. La mayoría de autores5,8,11,15,17 considera de elección el tratamiento quirúrgico con reanclaje anatómico precoz, para conseguir un buen resultado funcional. Según los estudios de Baker1 y Morrey13, en los pacientes que reciben tratamiento conservador, se produce una disminución clara y permanente de la fuerza muscular en flexión y supinación del codo. Dentro de las vías de abordaje, la más utilizada, es la clásica doble vía de Boyd y Anderson4 que facilita técnicamente la reinserción distal del tendón bicipital mediante perforaciones y sutura Correspondencia Juan José González Fernández C/ Coriscao 13, 4º B 24007 León Tel.: 696 105 629 274 35/4 2005 - Págs. 274 a 276 transósea, con menor riesgo de lesión nerviosa. Los recientes sistemas de anclaje rápido2,8,11,12 permiten utilizar una vía de abordaje anterior de una manera más segura, disminuyendo la posibilidad de lesionar la rama motora del nervio radial y evitando una segunda vía de abordaje, con lo que se reduce sensiblemente el tiempo y la morbilidad operatoria. Además el sistema Fastak no precisa perforaciones óseas previas para su anclaje facilitando aun más la técnica operatoria. Caso clínico Se presenta el caso de un varón de 39 años, que acude al Servicio de Urgencias por dolor brusco y sensación de crujido en cara anterior de codo izquierdo, al realizar una contracción brusca del bíceps braquial mientras cavaba. A la exploración se apreciaba hematoma local, pérdida de la potencia flexora y supinadora del codo, ascenso del vientre muscular del bíceps braquial e imposibilidad de palpar su tendón distal en la flexura del codo. Tras estudio clínico y ecográfico es diagnosticado de rotura del tendón distal del bíceps braquial izquierdo. De urgencia, fue intervenido quirúrgicamente por vía anterior para reanclaje anatómico del tendón en la tuberosidad bicipital del radio, mediante sistema de fijación rápida Fastak. Tras realizar una incisión en “S” en la cara anterior del codo desde cubital (proximal) a radial (distal) y apertura de la fascia superficial, se localizó fácilmente el tendón distal del bíceps avulsionado, que se referenció (fig. 1). Una vez delimitada y cruentada con gubia la tuberosidad bicipital del radio se colocaron con martillo, sin realizar perforaciones previas, los dos anclajes tipo Fastak (fig. 2). Este sistema consta de un componente metálico roscado, que queda en posición intraósea, asociado a hilo de sutura no reabsorbible Fiberwire (fig. 3), que permite realizar la sutura tendinosa. Una vez localizado el canal de paso del tendón hacia su localización definitiva en la tuberosidad bicipital, se suturó con el hilo de los anclajes, JJ. González Fernández, et al anudándose a continuación. El resultado final fue la reinserción anatómica del tendón distal del bíceps braquial en la tuberosidad bicipital del radio, con un buen contacto hueso-tendón (fig. 4). En la radiografía de control se aprecian los dos componentes metálicos intraóseos de los sistemas de anclaje (fig. 5). Durante cuatro semanas se mantuvo inmovilización del codo en flexión de 95º y del antebrazo en supinación. Se evitó flexión contrarresistencia un mes más y posteriormente se inició la rehabilitación. Tras tres meses de evolución la recuperación funcional del brazo lesionado es completa tanto de la flexoextensión como de la pronosupinación (figs. 6 y 7), siendo la valoración muscular activa de bíceps braquial contrarresistencia similar al brazo contralateral. Fig. 1. Incisión quirúrgica y tendón del bíceps avulsionado. Fig. 3. Sistema de anclaje Fastak. Fig. 2. Colocación del sistema Fastak en la tuberosidad bicipital del radio. Fig. 4. Reinserción anatómica final del tendón en la tuberosidad bicipital del radio. Fig. 5. Radiografía de control con los componentes metálicos intraóseos de los sistemas de anclaje. Fig. 7 Fig. 6 Figs 6 y 7. Movilidad activa completa en flexión y supinación a los tres meses de evolución. VANCES ATraum Reinserción distal del bíceps braquial por vía anterior 275 Discusión La rotura de la inserción distal representa el 3% dentro de la patología que afecta al músculo bíceps braquial1,5,13. Afecta a varones de mediana edad, siendo el mecanismo etiológico más frecuente, una contracción brusca y violenta contrarresistencia. El diagnóstico es relativamente sencillo por lo aparatoso de su clínica (dolor súbito en la cara anterior del codo, ausencia del tendón en la flexura, ascenso del vientre muscular, pérdida de la fuerza flexora y supinadora del brazo, etc.) aunque la ecografía ayuda al diagnóstico definitivo e incluso la resonancia magnética en casos de duda diagnóstica o rotura parcial. No hay discusión respecto al tratamiento de elección, coincidiendo todos los autores 5,8,11,15,17 en la necesidad de la reinserción anatómica precoz. El tratamiento ortopédico da lugar, sobre todo en pacientes con vida laboral activa, a un déficit funcional del brazo en cuanto a potencia flexora del codo y supinadora del antebrazo, según se ha demostrado en varios estudios biomecánicos1,13. Si se discute el abordaje quirúrgico: la vía anterior única tiene un mayor riesgo de lesionar la rama motora del nervio radial, pero facilita el anclaje tendinoso, evita una segunda incisión y reduce el tiempo operatorio; por su parte, el doble abordaje de Boyd y Anderson4 es más seguro y facilita las perforaciones óseas, pero tiene mayor morbilidad por la segunda incisión que se realiza y mayor riesgo de osificación heterotópica, que oscila entre un 5-20% de casos5,7,10,16, y que puede a llegar a producir incluso una sinostosis radio-cubital9. Existen varías técnicas para realizar el reanclaje tendinoso, siendo la más utilizada hasta ahora los túneles óseos y sutura, pero los nuevos sistemas de anclaje rápido2,8,11,12 son atractivos porque facilitan técnicamente la reinserción tendinosa a nivel de la tuberosidad bicipital del radio. Además, permiten utilizar la vía anterior con menos riesgo y mayor rapidez, ya que simplifican el abordaje, limitan la disección en el campo quirúrgico disminuyendo la posibilidad de lesionar el nervio radial y no precisan de una segunda incisión que aumentaría la morbilidad operatoria. Asimismo con el sistema Fastak, al contrario que en otros sistemas de anclaje, no es necesario realizar previamente perforaciones en el hueso para crear un lecho sobre el que anclar los arpones. Si es fundamental un buen contacto tendón-hueso para conseguir una recuperación anatómica y funcional completa y estos sistemas lo consiguen, siendo imprescindible la cruentación previa de la tuberosidad bicipital. Se cuestiona la seguridad y el potencial de curación a largo plazo de estos sistemas de anclaje frente a la sutura transósea tradicional. Existen estudios biomecánicos comparativos de ambos métodos que revelan mayor fuerza de anclaje y rigidez de la sutura transósea, aunque las diferencias no son significativas3,6. La utilización de dos sistemas de anclaje, como en nuestro caso, disminuiría la posibilidad de fallo de la técnica y la posible nueva ruptura. Rantanen y Orava en su metaanálisis no encuentran diferencias, en cuanto a resultados funcionales, entre las técnicas de vía anterior y doble vía, concluyendo que la elección del procedimiento se debe basar en la experiencia del cirujano15. Sin embargo, otros estudios demuestran que la técnica de vía anterior y anclajes rápidos precisan menos tiempo quirúrgico y consiguen un retorno del paciente a la actividad funcional completa más precoz17. 276 Otras técnicas, como la sutura tendón-tendón al músculo braquial anterior, están actualmente en desuso porque no consiguen restablecer la función supinadora del bíceps braquial11. Como conclusión, podemos de decir que los sistemas de anclaje rápido permiten realizar la reinserción anatómica del tendón distal del bíceps braquial, a través de una vía simple anterior, de una forma más rápida, segura y técnicamente más sencilla, disminuyendo la morbilidad operatoria y la posibilidad de lesión nerviosa. Este procedimiento, asociado a un programa riguroso de rehabilitación, consigue resultados funcionales excelentes en este tipo de patología. Bibliografía 1. Baker BE, Bierwagen D. Rupture of the distal tendon of the biceps brachii. Operative versus non operative treatment. 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Se manifiesta con dolor mecánico en el mediopié, y evoluciona de forma progresiva hacia la artrosis astragaloescafoidocuneana, lo que puede derivar en una imposibilidad para la deambulación. El diagnóstico se establece fundamentalmente por la clínica y la imagen radiográfica típica, si bien la RM o la TC pueden ser de gran ayuda. El tratamiento se realiza de forma conservadora en un primer momento, siendo habitualmente frecuente recurrir a la cirugía para solucionar el problema. Hemos realizado una revisión bibliográfica a propósito de uno de los casos tratados en nuestro servicio. Palabras clave Müller. Weiss. Escafoiditis tarsiana. Osteonecrosis. Pie plano adulto. Triple artrodesis. 00165 005259 Introducción El síndrome de Müller-Weiss (SMW), también llamado escafoiditis tarsiana del adulto, es una rara entidad3,6,8,11,12 caracterizada por una deformación del hueso navicular del tarso, debido a la necrosis espontánea del mismo en el adulto4,11. Toma su nombre gracias al autor alemán Walter Müller y al austriaco Konrad Weiss8,12, a pesar de que fue Schmidt en 1925 quien primero presentó un caso en una paciente con un fallo endocrino pluriglandular8. Müller describió por primera vez esta patología en 1927 en una paciente de 18 años. Weiss presentó otros dos casos en 1929. La fisuración ósea que afecta a este proceso fue descrita por Brailsford en 1935, además de presentar 17 casos, por lo que Roca defiende su más que merecida mención en el nombre: síndrome MüllerWeiss-Brailsford12. Fue Fontaine en 1948 quien denominó a esta patología como escafoiditis tarsiana del adulto8. El SMW no es tan infrecuente como se cree, como ya apuntan Roca12 y Catonne2, aunque existe muy poca literatura que explique las características de esta enfermedad del escafoides tarsiano3,11,12. Puede cursar de forma asimétrica, si bien es más frecuente de bilateralmente, y afecta en mayor medida al sexo femenino4,7,8,11,12. La clínica fundamental es dolor de tipo mecánico, en el mediopié, que puede llegar a hacer insoportable la deambulación. El diagnóstico se basa tanto en la clínica como Correspondencia: Óscar Fernández Hernández Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología Hospital de León - Altos de Nava, s/n 24071 León Tel.: 987 234 900, ext 2226 - Fax: 987 233 322 VANCES ATraum de Müller-Weiss 35/4Síndrome 2005 - Págs. 277 a 280 en los estudios de imagen, en un primer lugar el radiográfico, pero siendo también de gran utilidad el estudio mediante TC o RM. La radiografía se caracteriza por un escafoides disminuido de tamaño, con forma de coma, aumento de la radiodensidad, fragmentación y/o profusión medial o dorsal del mismo. Presentamos un caso clínico de una mujer vista en nuestro servicio a lo largo de varios años, con síndrome Müller-Weiss bilateral de forma asincrónica, tratada mediante triple artrodesis con buena efectividad del tratamiento. Caso clínico Mujer de 35 años de edad. Como antecedentes personales de interés destaca una precipitación con caída sobre ambos pies, de aproximadamente dos metros, cuando la paciente tenía tres años. No sufrió fracturas ni precisó ser tratada de forma alguna. En el año 1994 acude a nuestro servicio, por intenso dolor de pie izquierdo y moderado en el derecho. Presenta un pie izquierdo plano rígido, con gran limitación para la movilidad subastragalina y movilidad nula en mediopié. En la proyección dorsoplantar (fig. 1) de la radiografía se puede ver un adelgazamiento lateral del escafoides, con protusión medial del mismo, en forma de coma. En la lateral (fig. 2) se aprecia una ligera protusión dorsal, con artrosis avanzada astrágalo-escafoidea. Se decidió intervenir quirúrgicamente a la paciente debido a las solicitaciones de la misma por el intenso dolor que sufría. Se realizó una triple artrodesis debido a la afectación astragaloescafoidea y subastragalina, y conservación de la escafoideocuneana. La paciente evolucionó muy bien desde el punto de vista clínico, con un aumento considerable de su actividad diaria. En el año 2003 volvemos a recibir a la paciente por una sintomatología similar de años de evolución, que se ha agudizado intensamente, esta vez en el lado derecho. La 277 paciente tiene 44 años. Presentaba limitación subastragalina, pie plano con acortamiento de la columna medial y dolor en dorso del mediotarso. En la radiografías se podía apreciar una artrosis astragaloescafoidea, con escafoides en forma de coma en la proyección dorsoplantar (fig. 3) y adelgazamiento del mismo respecto a radiografías previas en la lateral (fig. 4). Se realizó una triple artrodesis (subastragalina, astragaloescafoidea y calcáneocuboidea) (figs. 5 y 6). Evolucionó clínicamente bien y actualmente se encuentra libre de dolor y con una buena actividad diaria. Fig. 1. Proyección dorsoplantar del pie izquierdo. Adelgazamiento lateral del escafoides con profusión medial del mismo. Forma de coma. Fig. 2. Proyección lateral del pie izquierdo. Ligera profusión dorsal y avanzada artrosis astragaloescafoidea. Fig. 3. Proyección dorsoplantar del pie derecho. Artrosis astragaloescafoidea con escafoides en forma de coma. Fig. 4. Proyección lateral del pie derecho. Adelgazamiento del escafoides, con acercamiento astragalocuneano. Fig. 5. Proyección dorsoplantar del pie derecho. Triple artrodesis (subastragalina, astragaloescafoidea y calcaneocuboidea) con grapas de Blount e injerto antólogo. Fig. 6. Proyección lateral del pie derecho. Triple artrodesis. 278 O. Fernández Hernández, et al Discusión parte del navicular hacia dorsal y degeneración artrósica periescafoidea. El TAC nos precisa el lugar de la fractura y de la fragmentación, que en los primeros estadios puede no apreciarse en las radiografías. La RM nos mostrará un descenso homogéneo de la señal en T14,10. Helstad apunta que diferentes estudios han demostrado que la RM es superior a otras pruebas en el diagnóstico de necrosis avascular5. La biopsia del hueso no es normalmente necesaria para el correcto diagnóstico. En 1987, Jash halló en estudios microscópicos de escafoides con esta patología una disminución de la trabeculación ósea, un grado leve-moderado de fibrosis de médula ósea y cambios degenerativos en el cartílago articular del escafoides10. Roca determina cuatro estadios de esta patología: de fisura inicial, de deslizamiento moderado, de deslizamiento marcado y de artrosis secundaria12. Maceira8 divide la evolución en cinco fases, en base a la presentación del escafoides en la radiografía lateral en carga y al ángulo de Meary-Tomeno (tabla I). La etiología del SMW es una gran desconocida y no existe acuerdo en la literatura. En los inicios de esta patología, Müller sugirió una predisposición congénita para la precariedad vascular del escafoides, y Weiss pensaba en la osteonecrosis como la posible causa11. Si bien Boc et al1 creen que puede aparecer de forma espontánea o secundariamente a otros procesos, como traumatismos o uso crónico de esteroides, Maceira8 opina que se desarrolla debido a factores estresantes sobre el hueso escafoides durante la infancia. Asimismo, considera que es un requisito definitivo un retraso de la osificación del escafoides, posiblemente debido a deficiencias alimentarias durante la infancia.. Haller4 y Palamarchuk10 abogan también por una etiología basada en los traumatismos y en cambios crónicos debidos al estrés óseo por aumentos de las fuerzas de tensión en el arco longitudinal medial del pie. Para Viladot, se trata de una escafoiditis de la infancia, que pasó inadvertida en su momento6,14. Sin embargo, en 1959, Roca y Ramos no aceptaban como causa del SMW le enfermedad de Koehler I, puesto que “ésta se caracteriza precisamente por su Tabla I. Estadiaje del síndrome de Müller-Weiss1 habitual curación sin deformación radiológica”12. También se ha Estadio 1 Radiografía normal o con cambios mínimos apuntado a otras múltiples posibles etiologías: osteocondritis, deAlteraciones en TAC o RM (edema intraóseo) 8 formación plástica, malformaciones congénitas, etcétera . Leves signos de varo subastragalino Debido a la fragilidad ósea, el escafoides sufre una fractura Estadio 2 Varo subastragalino que causa la característica fragmentación que simula un Angulación dorsal en las líneas de M-T escafoides bipartito. El colapso empuja el fragmento a dorsal y/o Signos de inversión subastragalina (presentes en 2 a 5) medial, disminuyendo el eje medial del arco plantar y favorecienEstadio 3 Compresión o fisuración (disminución del arco longitudinal) do la evolución hacia un pie plano del adulto. Todos estos fenóDisminución del espacio cabeza astragalina – cuñas menos producen un acercamiento del astrágalo a la primera Alineación M-T neutra cuña y una caída de la cabeza hacia lateral, y causan cambios Estadio 4 Mayor compresión escafoidea Pie plano paradójico (por fallo del componente sustentador) artrósicos en la articulación astragaloescafoidea y astragaIntersección plantar de las líneas de M-T locuneana1,12, pudiendo también afectar la subastragalina. Todo Signos de retropié varo esto deriva en un pie muy deformado y doloroso, con dificultad o Estadio 5 Articulación astragalocuneana. Extrusión completa del escafoides incluso imposibilidad para la deambulación. “Listesis navicular” (Brailsford) El paciente cursa con dolor en el mediopié, fundamentalmente de tipo mecánico, que se intensifica durante la marcha y que La evolución natural de esta enfermedad comienza con en ocasiones desemboca en una gran impotencia funcional. El clínica dolorosa y radiografías dentro de la normalidad, si bien pie puede presentar una prominencia medial o dorsal debido a una gammagrafía, TC o RM pueden mostrar cambios patológila extrusión de fragmentos del escafoides, que hacen impronta cos en el hueso. Progresivamente, este escafoides desessobre la piel1,4,6,8. La clínica se puede ver precipitada por pequetructurado sufre un colapso que ocasiona migración de los ños traumatismos, como ya apunta Maceira en su serie (10% fragmentos y un mayor adelgazamiento del hueso, que acerde sus casos)8. Muchos de estos pacientes presentan un pie ca la primera cuña al astrágalo y provoca degeneración plano y deformidad del tobillo en valgo1,4, aunque puede cursar artrósica a este nivel. Todos estos cambios se manifiestan con pie normal, cavo o plano8. La gonalgia es un síntoma frecon un dolor cada vez más intenso y una mayor impotencia cuentemente asociado, probablemente debido a la osteoartritis funcional para la deambulación. que se deriva de la alteración biomecánica de la extremidad8. El diagnóstico diferencial8,12 se establece fundamentalmenEl diagnóstico de este síndrome poco frecuente se basa en te con otras causas de pie plano del adulto, sobre todo la la clínica y en las imágenes radiográficas. Los hallazgos clínidisfunción del tibial posterior; con osteocondritis y fracturas cos pueden ser de gran utilidad, pero las radiografías en carga osteocondrales del escafoides5,9; con la artropatía neuropática; de ambos pies son la herramienta básica para el diagnóstico8. con anomalías congénitas... La tomografía axial computarizada y la resonancia magnética A diferencia del síndrome Koehler, que es autolimitado, la ayudan a valorar el diagnóstico y el número de articulaciones escafoiditis tarsiana en el adulto se caracteriza por una evoafectadas, además de ser de interés en el control evolutivo. lución crónica4-7,10,11. La enfermedad de Koehler frecuenteEn radiografías1,4,6,8,11,12 aparecerá un escafoides disminuimente se acompaña de síntomas y signos menores; sin emdo de tamaño, con una típica forma de coma, fragmentación bargo, el curso del Müller-Weiss es crónico, grave y deriva en y/o protusión medial o dorsal del mismo. Debido a la fragmenun dolor insoportable y una importante impotencia funcional4. tación, se produce un colapso en la porción lateral del hueso, lo que lleva al mismo a adoptar una forma de coma, con una parte lateral más estrecha y una medial conservada en el plano AP (fig. 7), pudiendo incluso observarse un acortamiento de la columna medial del pie. En el plano lateral se puede también apreciar el colapso, además de la fragmentación ósea, con protusión de Fig. 7. Progresión del síndrome de Müller-Weiss1. VANCES ATraum Síndrome de Müller-Weiss 279 La enfermedad de Koehler es unilateral en el 70-80% de los casos y afecta a varones en una proporción 4-6:17,11. La edad típica de comienzo está entre los 3 y los 7 años, y los resultados a largo plazo no han demostrado evidencias degenerativas ni astragaloescafoidea ni cuneoescafoidea7. Las fracturas suelen acompañarse de un antecedente traumático claro. Además suelen ser unilaterales y, sin embargo, el 85% de las escafoiditis del adulto son bilaterales12. Las fracturas por estrés se asocian frecuentemente con actividades deportivas de intensidad, como el cross-training, el fútbol, rugby, etc9. En el pie plano inveterado se pueden presentar asimismo lesiones escafoideas similares e incluso osteofitosis artrósica, si bien en la escafoiditis, en esta etapa evolutiva, la fragmentación ósea sería evidente. La artropatía tabética se ha de descartar por medio del cuadro clinicorradiológico y de laboratorio. Entre las diversas anomalías congénitas que nos pueden confundir se encuentran el escafoides bipartito, el os supranaviculare, el os tibiale externum, el cuboides secundario, el calcáneo secundario, etcétera. Diferenciar una osteonecrosis espontánea de una secundaria a otros procesos (artritis reumatoide, fallo renal, lupus eritematoso…) no es posible si únicamente nos basamos en imágenes radiológicas, aunque una distribución bilateral, sobre todo en mujeres, nos puede ayudar para decantarnos por la etiología espontánea4. El pronóstico es desfavorable, pues abocará probablemente, con el paso del tiempo, en un pie plano artrósico con gran deformidad, que puede imposibilitar la marcha. Palamarchuk10 opina, no obstante, que un síndrome de Müller-Weiss correctamente tratado con descanso y tratamiento de apoyo es autolimitado y debería curar sin ninguna secuela; sin embargo, uno no tratado eficazmente puede desencadenar una artritis astragaloescafoidea que, a su vez, puede derivar en una deformidad e impotencia funcional absoluta. El tratamiento conservador (ortesis moldeadas a medida, terapias de calor, medicación antiinflamantoria, inmovilización en descarga mediante calzas de yeso, etc.) asociado a un correcto seguimiento del paciente es una buena opción en estadios de inicio, pero en aquellos casos en los que la enfermedad progresa inevitablemente y el paciente no tolera la sintomatología, debemos inclinarnos por la opción quirúrgica. Muchas han sido las técnicas propuestas para esta patología: escisión del fragmento dorsal, perforaciones, artrodesis astragaloescafoidea, artrodesis astrágalo-cuneiforme, triple artrodesis… pero no hay ninguna técnica gold standard. Fernández de Retana3 propone tratamiento quirúrgico en aquellos pacientes que han tenido resultados no satisfactorios después de dos meses con plantillas semirrígidas, prefiriendo la artrodesis astragaloescafoidocuneana, pues éstas son las articulaciones afectadas en el SMW. Considera la artrodesis astragaloescafoidea insuficiente, y la triple artrodesis excesiva. Reade11 presenta un caso de buena evolución realizando una artrodesis astragaloescafoidea, no considerando necesario extender la artrodesis a la articulación escafoidocuneana por no estar ésta afectada. En 1970, Lelièvre6 ya apuntaba a la necesidad de cirugía puesto que el tratamiento médico resulta ineficaz, apostando 280 por perforaciones con broca fina en primer lugar, y artrodesis en caso de fracaso. Viladot14 también opina que frecuentemente se hace necesario realizar una artrodesis astragaloescafoidea y escafoidocuneana, puesto que el tratamiento conservador no es siempre satisfactorio. En caso de enfermedad muy avanzada, con un pie plano desestructurado, el tratamiento de elección puede ser la doble artrodesis del tarso, subastragalina y astragaloescafoidea y, en casos de aducción acentuada del antepié, artrodesis calcaneocuboidea15. A pesar de que las opciones pueden ser múltiples existe muy escasa literatura al respecto que nos aporte una base en nuestra decisión. Son necesarios más estudios sobre este tema para determinar cuál o cuáles son las técnicas más efectivas. Bibliografía 1. Boc SF, Feldman G. Bilateral spontaneous avascular necrosis of the navicular. Case presentation with comparative imaging. J Am Podiatr Med Assoc 1998;88 (1):41-44. 2. Catonne Y, Ribeyre D, Pascal-Mousselard H, Cognet JM, Delattre O, Poey C, Rouvillain JL. Aseptic Osteonecrosis of the navicular bone: 25 cases. J Bone Joint Surg (Br) 2004;86-B, Supp I:56 3. Fernández de Retana P, Maceira E, Fernández-Valencia JA, Suso S. Artrodesis of the talonavicular-cuneiform joints in MüllerWeiss disease. Foot Ankle Clin. 2004;9 (1): 65-72. 4. Haller J, Sartoris DJ, Resnick D, Pathria MN, Berthoty D, Howard B, Nordstrom D. Spontaneous Osteonecrosis of the tarsal navicular in adults: imaging findings. AJR Am J Roentgenol. 1988;151(2):355-358. 5. 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