COLUMNA | 25 TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 28 de marzo de 2015 Punto aparte Por Marcelo Con A LOS cincuenta y seis años pensó estudiar sicología. Mientras muchos de su generación sólo miran hacia atrás, en vez de perder el tiempo en añorar, ella cargó sus pupilas de futuro. Tomó un par de cuadernos, sacó el pase escolar y como vieja mechona reescribió una nueva vida con sonrisa de pupitre. Su historia siempre fue de coraje y convicción, en tiempos que el pellejo se arriesgaba cada tres pasos (y con esa valentía que nunca debemos olvidar), trabajó de toque a toque en el Comité Pro Paz y luego en la Vicaría de la Solidaridad. Después llegó la democracia (también la pitutocracia) y como tantos caraduras, tuvo la opción de lucrar con el compromiso y victimizarse hasta el sobresueldo pero no, esta superwoman siguió trabajando calladita, mirando a los que nadie quiere ver, escuchando a los sin voz y sobre todo, regaloneando a todos sus nietos y obvio, pudo conformarse con lo mucho que tenía, pero su rebeldía con causa y sin pausa la obligaba a buscar nuevos desafíos, así que decidió volver a estudiar. Nuevamente aprendió a multiplicar fracciones, ensayó de trasnoche y luego de dar la PSU entró a sicología en una universidad privada, dándonos esa inmensa lección de que nunca es tarde para crecer. Por supuesto, esto ya merecía una columna, pero la historia no termina ahí, ya que a las pocas clases apareció esa enfermedad tocaya de un signo zodiacal y por supuesto, carrera y presente se tuvieron que congelar. En la salud pública extirparon el tumor de sus tripas y después vino la quimioterapia, radioterapia, venenos de alacrán y hasta un par de pitos por ahí que la ayudaron a sentirse mejor. Volvía a tener fuerzas, en el próximo semestre podría retomar su carrera, pero sin aviso ni recreo llegó la metástasis (esa palabra de cáscara bonita pero de pulpa tan fea) con un nuevo tumor ahora en su cerebro. La impotencia contagió a todos, los médicos decidieron operar, pero con el desgarrador diagnóstico de que si sobrevivía a la intervención, le quedarían seis meses de vida. El viernes dejé mi cargo de director general creativo en Proximity, ¿qué tiene que ver con la historia de la señora?... Mucho, porque luego de cuatro años duros, puros y entrañables, ya es tiempo de abrazar un nuevo sueño y el ejemplo de la mujer que en vez de estar preocupada de su jubila- “El viernes dejé mi cargo de director general creativo de Proximity. Luego de cuatro años duros, puros y entrañables, ya es tiempo de abrazar un nuevo sueño” ción decidió volver a empezar, me inspira para seguir creciendo. Podría emplearme en otra empresa grandota, con el mismo cargo, mejorar el sueldo y repetir la fórmula para hacer de mi vida un predecible loop, pero decidí postular a una agencia española para entrar como alumno en práctica. Entonces, desde el primer lunes de abril, comienza mi práctica en Madrid. Sí, suena raro, a muchos de mis amigos les cuesta entender que el senior busque trabajar como junior, que el director general creativo quiera hacer una pasantía, pero de eso se trata, porque cuando se eterniza la rutina la creatividad se convierte en recuerdo. Sin pena ni buscando gloria me voy para volver a ser lo que fui, un suspiro de puro anhelo, minúsculo, frágil, temblando antes de cada revisor y estrujando el sudor para ganarme un espacio por mi empeño. Ser nuevamente un don nadie y no don Marcelo, una prueba de fuego y desapego, donde el ego no entra en mi derrotero, la humildad es mi visa y la ilusión, mi tarjeta de presentación. El 2010 cambié mi empresa por un año sabático, un guatazo directo a la incertidumbre que se convirtió en piquero de campeón olímpico porque a pesar del terror, descubrí que nada terrible te salpica. El único problema es la adicción de cuerpo y alma que te exigen inyecciones periódicas de nuevos y desafiantes cielos y sin ellos el corazón se pone tieso. ¿Qué vendrá después?... ni idea, aún no sé qué quiero ser cuando grande, sólo llevo la convicción de que tengo todo para hacer lo que me proponga porque lo único que siempre me falta es miedo. Total, por más precavida y predecible que sea tu ruta, de pronto, te levantas una mañana y descubres en tu pellejo un lunar feo que antes no estaba, pequeñito, insignificante, pero con el poder de mandar todos tus planes directamente al carajo. Las grandes historias, generalmente, terminan con otra mejor que nunca se cuenta, pero siempre puedes imaginar y así, en vez de un final puedes tener doble felicidad. Como la de esta señora que quería ser sicóloga y un tumor en su cabeza se interpuso en su vocación, pero claro, nunca perdió el valor ni el buen humor. Nuevamente extirparon la pesadilla, abrió los ojos y pudo ver a toda su familia. Vivió seis meses dichosos, luego un año y después diez, terminó su carrera para seguir trabajando por los derechos humanos de todos, siempre con el mismo cariño bajo el brazo, pero hoy, con un cartón de mucho orgullo colgando en la pared de su oficina. Sinceramente, una señora que admiro y quiero, porque aparte de ser sicóloga, también es la abuela de mis dos críos. Publicista, alumno en práctica BBDO Madrid.