www.kioscoinsular.com Atlántico / Sargazos Por Juan-Manuel García Ramos Publicado en la sección de cultura de Kiosco Insular Según se pensaba en el siglo XV, el Atlántico, que todavía no se llamaba así, terminaba en una catarata imponente por la que se despeñaban los barcos que se atrevieran a asomarse a ella y a provocar a los terribles monstruos marinos que la habitaban en su lecho finisterre. En mi imaginario infantil de lector de colorines del Capitán Trueno figuraba, como una obsesión, un espacio tan fatídico para el destino de los navegantes oceánicos como aquel precipicio infernal del que hablaba la Europa renacentista. Se trataba del mar de los sargazos, adonde iban a parar muchas veces las embarcaciones de mis héroes de la niñez. Muchos años después, pude enterarme de la existencia de esas aguas oceánicas pobladas de algas compactas y de su situación en las proximidades de la península de La Florida. El nombre de sargazo proviene del portugués «salgazo», una variedad de uva. Los viajeros portugueses relacionaron los racimos de sus vides familiares con los grandes campos de algas, mantenidas a flote por medio de vejigas llenas de gas, con los que se tropezaban sus frágiles bajeles. El 16 de septiembre de 1492, Cristóbal Colón y sus tres carabelas entraron en un mar plagado de lo que el almirante genovés, con su simplicidad expresiva, denominó en su Diario como «muchas manadas de yerba muy verde» que parecían recién despegadas de tierra, por lo que creyó estar cerca de alguna isla, algo que luego comprobó que no era cierto. Se había adentrado en el mar de los sargazos. Quizá ningún mar ni océano del mundo despertó más la curiosidad de los hombres que este Atlántico bautizado desde tiempos milenarios con todos los rótulos imaginables, desde Mar Ignoto a Mar Tenebroso o mar que se extendía más allá de las Columnas de Hércules, Mar sin Término, Máximo Mar o Mar del Poniente, y donde los mitos, la leyendas, las metáforas, los pronósticos científicos más insospechados y las jugarretas jurídicas se daban cita en amenizada charla. Como Océano Atlántico solo se empezó a conocer a partir del siglo XVI.