LA DIFERENCIA INDIVIDUAL Y COLECTIVA: DIVERSIDAD Y DESIGUALDAD1 Hablar de las diferencias individuales es un tema de actualidad desde hace tiempo. La diferencia tiene relación normalmente con unas características individuales o grupales distintas y es lo que distingue a unos sujetos o colectivos de otros. Las diferencias individuales están relacionadas con el ritmo de aprendizaje, el color del pelo, las capacidades, el color de ojos, la maduración psicomotriz, etc. Las diferencias grupales están relacionadas con aspectos tales como la lengua, el origen social, la cultura, etc. Las diferencias individuales las representa Braga (1996; véase Figura 1.) en forma de árbol ordenado alrededor del sujeto que pertenece a la sociedad aquí y ahora y por tanto influenciado por una serie de microculturas tales como la región a la que pertenece, el género, la clase social y la raza, así como la religión, el grupo étnico o la pertenencia a algún grupo con discapacidad. 1 Texto tomado del Artículo “La diversidad social y cultural como fuente de enriquecimiento Y desarrollo: aspectos conceptuales”, Escrito por Elena Hernandez De La Torre, de la Universidad De Sevilla Para esta autora existen una serie de diferencias o aspectos diferentes que pueden ser identificados en cada individuo debido a que en cada uno de ellos coexisten un gran número de microculturas que afectan a las características de cada uno, siendo esto lo que Hallahan & Kauffman denominan el “dilema de la diferencia” (1991; en Braga, 1996), entendida ésta a nivel intragrupal y extragrupal. De esta forma si hacemos caso omiso de las diferencias inherentes a cada alumno, probablemente no les estaremos ofreciendo a nivel educativo aquello que necesite en particular cada uno de ellos. Los profesores deben planificar atendiendo a las diferencias, tanto individuales como grupales para ofrecer a cada alumno aquellas experiencias basadas en la diversidad social y cultural y, en definitiva, en las diferencias individuales. La complejidad, la heterogeneidad y la diversidad pertenecen, por tanto, igualmente al discurso humanista de la diferencia. Esta diferencia puede ser genérica, cultural o de capacidades y su fin es hacer reales las posibilidades de desarrollo valorando la propia diferencia “como única vía de acceso y creación de cultura, en igualdad de condiciones” (Pérez de Lara, 1996). Las diferencias individuales entre las personas se presentan en numerosas facetas siempre intraindividuales e interindividuales, tanto en sus rasgos físicos como en sus características psicológicas. Estas diferencias entre los sujetos existen de hecho y están condicionando el futuro de cada uno de los alumnos, además de influir la familia, la escuela y la sociedad en su conjunto. Para Etxeberría (1996), tradicionalmente, las diferencias individuales han estado originadas fundamentalmente por tres factores: 1. Factores hereditarios, fundamentalmente la herencia genética y las circunstancias habidas antes y durante el parto. 2. Factores ambientales, tanto desde el punto de vista físico, como sociocultural (lengua, cultura, etc.) 3. Combinaciones de diferentes elementos (escuela, familia, sociedad, etc.) Estos factores son los que se han utilizado para situar a los sujetos dentro de una visión tradicional, centrada en el análisis de los resultados de los tests o los resultados de las pruebas de rendimiento. Actualmente y desde el punto de vista de la psicología cognitiva y la investigación de los procesos que se producen en el aula han hecho cambiar estos “factores” mencionados anteriormente y, por tanto, han cambiado “el punto de vista respecto al papel que juegan en el sujeto las diferencias individuales”. El planteamiento moderno sobre las diferencias individuales se centra más en el análisis del proceso interno propio del aprendizaje de cada sujeto, en lo que ocurre y de qué manera se puede variar dicho proceso. Desde este punto de vista, las diferencias se analizan actualmente en la forma de procesar la información, las estrategias para la resolución de problemas. Es decir, actualmente ya no interesan las capacidades generales que posee un sujeto y en qué cantidad. En este momento se piensa que las capacidades de un sujeto son variables, cambiantes a lo largo de su desarrollo, siendo la escuela la que debe potenciarlas a través del aprendizaje cuando surja algún problema en el aprendizaje. Estas diferencias individuales dan lugar a los llamados distintos “ritmos de aprendizaje” de los alumnos, a los distintos “estilos de aprendizaje”, aunque también existe otro tipo de diferencias que se dan tanto a nivel individual como colectivo, estas son las diferencias que se consideran grupales o colectivas, como son la clase social, la lengua y la cultura, la religión, etc. Etxeberría (1996; véase Figura 2.) desarrolla el siguiente esquema para explicar las diferencias colectivas y grupales partiendo de los conceptos de diversidad y desigualdad y enlazando, por tanto con la educación en la diversidad y la compensación de las desigualdades: Para Etxeberría las diferencias colectivas e individuales generan, o pueden generar, tanto diversidad como desigualdad. La “educación en la diversidad” deberá atender las siguientes funciones : estimular, compartir y respetar. Así, los profesores deben estimular a los alumnos a construir su propio proceso interno de aprendizaje; asimismo deben compartir todos los recursos, materiales y estrategias disponibles para todos los alumnos con la fínalidad de que todos dispongan del mismo nivel de oportunidades; por último, deben respetar a todos los alumnos en sus circunstancias y características personales. En la escuela el término “diversidad” tiene que ver con las diferencias que anteriormente hemos analizado, esto es, las individuales y las colectivas. Las individuales tienen que ver con las diferencias físicas, personales, sociales, dando lugar a un estilo o ritmo de aprendizaje distinto, a unas diferencias físicas distintas, a unas capacidades personales distintas, etc. Si la diversidad, en estos casos, va unida a la desigualdad en el trato y en la consideración por parte de los demás, estaríamos hablando de la “desigualdad” propiamente dicha y no de “diversidad”. De esta forma, la desigualdad que generan las diferencias individuales y colectivas se deben atender en la escuela para compensar a largo plazo las desigualdades, apoyando las dificultades tanto educativas como sociales a que pueden dar lugar esas desigualdades, esto es, dar una respuesta a la variación cultural existente en el aula, donde las diferencias de origen, de lengua, etc., dan lugar al planteamiento de una respuesta educativa adecuada. Por otra parte, al analizar el término “diversidad” nos planteamos que, como dice Etxeberría (1996), la “diversidad social y educativa tienen una connotación positiva, significando una variación, un pluralismo o una manera distinta y al mismo tiempo enriquecedora de vivir la realidad, sin que ello lleve consigo algún tipo de desventaja o dificultad”. La desigualdad social y educativa llevaría a una situación de “desfavorecimiento, de inferioridad, de menor estatus, poder o prestigio ... La desigualdad es todo aquello que establece jerarquías entre las personas o los colectivos ... La desigualdad hace referencia a factores sociales, económicos y políticos” . En este sentido señala Muñoz (1995) que entendemos por diversidad “todo aquello que hace a las personas y a los colectivos diferentes”, y por desigualdad “todo aquello que establece jerarquías en el saber, el poder o la riqueza de las personas o colectivos ... La diversidad se referirá a factores físicos, genéticos, personales y culturales ... La desigualdad se referirá sobre todo a factores sociales, económicos, políticos ... En educación hablaremos de personas diferentes en cuanto a capacidades, estilos, ritmos, motivaciones, valores culturales ... y hablaremos de desigualdad en situaciones que habremos definido convencionalmente que son desventaja o de carencia en relación a otras personas o colectivos ... Así pues, todos y todas somos diferentes (diversos) y todos y todas padecemos de alguna situación de desventaja o carencia, independientemente de que decidamos compensarla o no”. La acción educativa desde una opción democrática se regirá por dos líneas estratégicas: respetar/compartir las diferencias y compensar/superar las desigualdades. La educación en la diversidad se basa, por tanto, en unos fundamentos socioculturales y psicopedagógicos y se propone la finalidad de desarrollar al ser humano en su diversidad personal y grupal. Las estrategias que se utilizan para tales fines deben servir para compensar/suprimir, así como compartir/estimular/respetar las diferencias y las desigualdades que se generan en la escuela. Todo ello propicia la implicación de/en todos los ámbitos de la acción educativa a nivel de centro, de equipo docente y de aula. Maruny & Muñoz (1993) señalan que el principal problema para desarrollar una pedagogía de la diversidad no se centra tanto en instrumentos teóricos tales como las convicciones sociales, culturales y pedagógicas del profesorado, del alumnado y de los mismos padres y madres. La verdadera pedagogía de la diversidad deberá basarse en el clima del centro y por tanto en el reconocimiento y respeto de esta diversidad y no “perseguir” la jerarquización y selección de los sujetos, sino el desarrollo y la promoción de todos los alumnos dentro de la escuela. En ocasiones, por tanto, la desigualdad va unida a la diversidad y viceversa, de forma que los distintos ritmos de aprendizaje, las distintas capacidades, los distintos estilos, etc., llevan a diferentes niveles en la consecución de las tareas y a diferentes niveles de éxito social. Muñoz (1995) señala, en este sentido, que en estos últimos años se está desarrollando más la estrategia de respetar y compartir la diferencia. La orientación que se ha desarrollado hasta este momento es la concepción de la diversidad basada en considerar cualquier diferencia como un problema y orientada a identificar necesidades educativas especiales, no reconociéndose en positivo sus posibilidades, capacidades, habilidades e intereses. Por ello, es necesario señalar junto con García Carrasco (1992) que hay que trabajar desde la perspectiva de la “antropología de la diferencia”, ya que esto no es ninguna panacea. Esta nueva perspectiva tiene que resolver el límite difuso entre la insolidaridad y la diferencia; como también la medida en la que las diferencias de los unos se encuentran en el origen de las diferencias de los otros. Estos hechos manifiestan la necesidad de replantear para la educación en la diversidad su auténtico espacio, no solamente el espacio de la individualidad, sino el espacio público y para todos.