EL TEMA La monografía que presentamos ilustra perfectamente la complejidad y la diversidad de perspectivas que podemos encontrar en los fenómenos referidos al comportamiento sexual de los jóvenes. La sexualidad, y por ende la conducta sexual, y dentro de ella la conducta sexual juvenil, presenta no sólo planos muy diversos de interpretación y lectura, sino también posiciones muy diferenciadas desde las que emprender aquéllas. El rol de lo sexual en el mundo de las relaciones entre jóvenes, con su carga referencial y simbólica, presta a estos comportamientos una funcionalidad y un sentido, que sobrepasa con mucho la visión restrictiva de lo funcional genital y resulta trascendente para el entendimiento de la cultura y del modo de "ser joven". Además, dentro de ese espectro cultural, ocupa un especial lugar la vivencia del riesgo; hasta el punto de que parece no poder entenderse la dimensión sexual si no se tiene en cuenta esa otra, el riesgo, que la matiza y le proporciona un sentido existencial que, para bien o para mal, se convierte en básico. que resulta innegable es que la visión de los adultos, si no llega a orientar el enfoque educativo al menos lo condiciona, y ocasionalmente lo limita. Claro que una cosa es el riesgo como elemento funcional y otra, bien distinta, las consecuencias empíricas que el enfrentamiento con el mismo inevitablemente comporta. Las consecuencias indeseadas entre los jóvenes de estas conductas, no sólo constituyen un motivo objetivo de preocupaciones sino que, desde el reconocimiento ineludible de las mismas, terminan por construir un plano del discurso de los propios sujetos, al tiempo que terminan por conformar una parte esencial de la lectura que, a su vez, hacen los adultos sobre esos comportamientos juveniles. Otro elemento de importancia crucial, sobre todo para esos presupuestos y objetivos educacionales, viene constituido por el clima colectivo de comunicación informal sobre el sexo. La existencia de un horizonte continuo de información y estimulación de lo sexual, las características y las intencionalidades de esa comunicación y la presencia de la misma en el imaginario y en la realidad social, configuran un ámbito de conformación y troquel de hábitos y actitudes ante el sexo, de enorme trascendencia. Resulta pertinente la pregunta de cuáles son las oportunidades de una educación sexual reglada, formal si se quiere, ante ese impacto continuo de presión educativa informal. Al menos, se plantea como necesaria la cuestión de qué características deberían adornar a la educación formal para que pueda competir con un condicionamiento ambiental que no siempre coincide con sus objetivos (por evitar el absolutismo fatalista que nos llevaría a decir que siempre se opone a ella). El discurso adulto, alimentándose además de la presencia inobjetable de problemas (embarazos y enfermedades de transmisión sexual, sobre todo), sustenta la necesidad de puesta en marcha de estrategias de educación sexual. Esta educación resulta absolutamente necesaria, como por otra parte la referida a cualquier aspecto significativo de la vida, pero siempre cabe preguntarse hasta qué punto se ve condicionada no tanto por la visión que los jóvenes tienen de su propia sexualidad, que parece que tendría que ser el punto de partida, cuanto por la visión que los adultos tienen sobre la forma en que suponen que los jóvenes viven esa sexualidad. En cualquier caso, lo Por otro lado, no se escapará al lector el hecho de que las conclusiones, y sobre todo el clima contextual, de algunos de los artículos de esta monografía parecerían contradecirse, al menos parcialmente. Sabemos que es así y voluntariamente no hemos intentado evitarlo, dejando al margen que quizás no hubiéramos podido hacerlo. Creemos que esas aparentes o reales contradicciones no derivan en modo alguno de incorrección en el enfoque de los articulistas o de errores patentes en sus interpretaciones. Más bien estimamos que resultan ser una consecuencia inevitable, también significativa, por un lado de esa complejidad y multiplicidad de niveles de la que hablábamos, y por otro de la diferencia que viene dada por la observación desde perspectivas, intencionalidades y metodologías específicas y diversas. El análisis del discurso grupal de los jóvenes, obviamente análisis de los discursos emergentes y dominantes, resulta enormemente útil para captar la significación del fenómeno analizado, y para captarla en profundidad, pero no puede dar cuenta en modo alguno de aquellos comportamientos y fenómenos muy minoritarios, que nunca serán leídos desde sus protagonistas sino que permanecerán ocultos, o en todo caso se interpretarán desde la visión mayoritaria, frecuentemente alienadora de esos fenómenos de minorías. Las metodologías cuantitativas, enormemente válidas para presentar panoramas globales, apenas tienen oportunidades de evitar algunos sesgos determinados por la infranotificación de ciertas conductas que se encuentran seriamente cargadas de juicios de valor y de categorías morales. También parece lógico que en esos panoramas globales, la aparición de consecuencias negativas, siempre afortunadamente minoritarias, tiendan, si no a pasar desapercibidos al menos a no ser enfatizada. Cosa totalmente diferente es la que resulta cuando la perspectiva dominante está determinada por las acciones para evitar riesgos y problemas. Desde ese lugar, estos riesgos y problemas tendrán que ser lógicamente subrayados, con la posibilidad de que, apareciendo en primer plano, ofrezcan una dimensión mayor de la que realmente tienen, en cualquier caso mucho mayor que la que presentan cuando se dimensionan desde el horizonte global de los análisis cuantitativos. Todo ello nos lleva a estimular al lector para que intente, superando los límites de cada uno de los artículos, hacerse con una visión integral de la cuestión; también para que, pretendiendo esa visión integral, capte el conjunto y las dificultades, también la riqueza de construcción, del comportamiento sexual de los jóvenes. Más aún, nos lleva a señalar la necesidad, precisamente para tratar de paliar y dar cuenta de esos problemas, de enfrentar una investigación global, que contemple los muy diversos planos y que trate de usar las diferentes perspectivas y metodologías, para tener una visión más comprensiva y realista de esos fenómenos, los relativos a la sexualidad, sin los que no puede entenderse la vida, la cultura y el proyecto existencial, ni de los jóvenes ni de los adultos. Eusebio Megías Valenzuela Susana Méndez Gago