18 | 16 de enero de 2006 reportaje reportaje Segunda de dos partes Mauricio Ferrer En Guadalajara es sabido que existe más producción que compra. Incluso hay mejores artistas que en Nueva York, pero no así los mejores compradores Imagen de la obra “Homenaje a Federico” del artista local Carlos Larracilla. El año pasado el cuadro alcanzó los 25 mil pesos (unos dos mil dólares). Carlos Larracilla, pintor En la relación pintorcliente, el primero tiene de dónde cojear: nosotros tenemos la culpa por bajar los precios. Además, no hay apreciación por la obra local, como en Monterrey o el Distrito Federal Obra del pintor tapatío Fernando Sandoval. En 2005 una pieza de esta misma serie fue vendida en cerca de siete mil dólares. Fernando Sandoval, pintor Con dinero pinta el artista. Como en cualquier otra profesión. Abogado, ingeniero, doctor, escritor o periodista. Igual. Las mismas necesidades: casa, vestido y sustento. Pero el bolsillo tiene un hueco. O quizá un cierre. La venta de arte durante 2005 fue terrible, fatal, dicen unos. Maravillosa, excelente, otros. Rafael Gutiérrez, dueño de Factor Arte galería, es de los optimistas. Una obra vendida en más de 100 mil dólares (Gaceta Universitaria 420). Sus clientes: jóvenes empresarios de entre 30 y 40 años. Inversionistas. “(La venta de arte) no es tan fatal”, dice mientras se echa hacia atrás en su sillón y detrás de él pareciese que está a punto de cacharlo un cuerpo femenino desnudo, en un óleo del tapatío Carlos Manjarrez. Y lo hace. Al ser una de las galerías que funciona como vínculo entre artista y cliente, recibe un porcentaje de la ganancia de la venta. El año pasado Manjarrez vendió cerca de 90 cuadros en ocho meses, según el mismo pintor. Su obra más cara se fue con el postor que desembolsó ocho mil dólares (unos 85 mil pesos). El caso de Manjarrez es uno de los más exitosos en el negocio de la venta de arte. Él mismo se jacta de ello: “no he tenido problemas para vender desde hace cinco años, cuando adopté un estilo propio”. Sus desnudos femeninos acercaron el arte a la boca, y la chequera, de los comensales en el restaurante Nude. Su cartera no trae billetes, trae clientes de El salvador, Venezuela, Miami, España, Puerto Vallarta, Cancún, Los Cabos. Sus grandes formatos son espectaculares para la venta de sí mismo. Sabe ubicarlos en el lugar idóneo: un restaurante, una casa, un club. Manjarrez considera que algunos pintores se quejan de su estilo y critican la comercialidad de su trabajo: “¿debe saber el comprador sobre arte, para adquirir la obra? ¿Qué es el arte? Si lo supiera, no se lo diría a nadie. Estoy seguro de 16 de enero de 2006 | 19 La plástica se pinta de verde En el arte local predomina el color verde, ese que vemos sobre la piel de George Washington en el billete de la mínima unidad monetaria del país vecino: el dólar, el que pinta el mercado que el 80 por ciento de los artistas ni siquiera lo sabe”. Achaca que el problema reside más en los propios pintores, sobre todo en aquellos de “café”: “el arte es un negocio, aunque al artista le duela escucharlo”. Como tal, necesita una estrategia de venta. El castigo del pincel El creador Fernando Sandoval dice que “Guadalajara castiga a sus artistas”. El año pasado recibió cerca de siete mil billetes verdes (casi 75 mil pesos) por un solo cuadro. 2004 fue mejor. En diciembre de ese año, dos días antes de la exposición que montó, había asegurado la compra de casi el 90 por ciento de la obra. Los cuadros de Sandoval oscilan entre los tres mil y cinco dólares. El que el día de hoy Sandoval sea uno de los artistas que venden en forma continua –bajo encargo del cliente o a través de una galería– se debe a sus 10 años de trayectoria. Y a la “seriedad” como creador. “Yo trabajo en mi estudio de 10:00 a 12:00 y de 4:00 a 8:00, como en cualquier otro trabajo”. Considera que en la relación pintor-cliente, el primero tiene de dónde cojear: “nosotros tene- mos la culpa por bajar los precios. Además, no hay apreciación por la obra local, como en Monterrey o el Distrito Federal”. El pintor local Carlos Larracilla ve el asunto desde la óptica productiva: “en Guadalajara es sabido que existe más producción que compra. Incluso hay mejores artistas que en Nueva York, pero no así los mejores compradores”. Larracila colocó unos seis cuadros en 2005, sobre todo en Puerto Vallarta. El más caro llegó a los “25 mil pesos” (unos dos mil dólares). El año pasado dedicó un tiempo a viajar y a buscar nuevas técnicas para emplear en su obra de 2006. Forma parte de su “seriedad” en cuanto artista, pues con frecuencia “es cómodo hacerse la víctima”, como otros. Tras 10 años de experiencia en las galerías, el dueño de Vértice –que maneja obra de los locales David Sorensen e Ismael Vargas, entre otros– afirma que la habilidad en el oficio, la creatividad y la propuesta son tres elementos que catapultarán al creador. Aun así, no todo el peso recae sobre el pincel: “la comunidad ha sustituido la necesidad artística por cosas como Bailando por un sueño o Cantando por un sueño”. A la una, a las dos y a las tres… copas de vino Hombre blanco de unos 40 años da la mejor oferta por las subastas locales de arte: “no existen. Pura basura. Empiezan con 100, 500 pesos, y sacan puras litografías. Además las hacen larguísimas, como de 200 cuadros, de los que solo unos tres son interesantes. Para cuando sale el tercero, ya te aburriste y te vas”. El que llamaremos como “El comprador” comparte que la experiencia que más le ha sorprendido la tuvo en la casa internacional de subastas Sotheby’s, donde se manejan obras de cientos de miles de dólares y la oferta no proviene del vendedor, sino del comprador. Ha asistido a subastas en ciudades como Londres, Nueva York y Madrid, con un público diferente al tapatío, el cual se caracteriza por la gran asistencia “de gorrones que van y se toman tres copas de vino blanco”. En su colección, la obra más cara es una pieza de Rufino Tamayo.n Obra de Carlos Manjarrez. Sus desnudos femeninos acercaron el arte a la boca, y a la chequera, de los comensales en el restaurante Nude. Su obra más cara se fue con el postor que desembolsó ocho mil dólares (unos 85 mil pesos). No he tenido problemas para vender desde hace cinco años, cuando adopté un estilo propio Carlos Manjarrez, pintor