PASAJE CULTURAL BIBLIOSCOPIO El occidente de México Serafín Maldonado Aguirre, Sergio Alejandro López Ponce Universidad de Guadalajara. De acuerdo con los autores, en el contexto de la cuenca del Pacífico y el Tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México, la actividad económica del país se recargará en la costa occidental, desde Colima hasta la península de Baja California. Al parecer, la región que domina Guadalajara superará y profundizará las desigualdades de aquellas zonas donde Puebla y Monterrey son hegemónicas. ■ El islam y la literatura occidental Wolfgang Vogt Universidad de Guadalajara. La meta de este libro es hacer algunas aportaciones sobre la presencia de la cultura islámica en las letras occidentales del siglo XX. Para entender el presente hay que esbozar el pasado, lo que hasta cierto punto nos aclara los malentendidos que han existido siempre en las relaciones entre la cultura occidental y la musulmana.■ Glosario de términos de propiedad intelectual Héctor Valdez Edición de autor Es una obra indispensable para quienes se inician en esta área o les interesa profundizar en el complejo y apasionante mundo del derecho intelectual. El autor hace referencia a los tratados internacionales en torno a la propiedad intelectual y los compara con la legislación mexicana y la doctrina en la materia. ■ 30 de mayo de 2005 | GASETA FUGAZ 29 Arduro Suaves gf: equidad de transgénero gf: no se puede hacer desarrollo sustentable sin líneas telefónicas gf: el IMO, o ¿qué opinas de la mercadotecnia? gf: dice juan rulfo: “cuántas interpretaciones de mi obra soporta uno sin saberlo” gf: FRAncachelas gf: jamayfobia gf: los “cerillos” le prendieron fuego a aurrerá gf: se descubrió que… cómo hacer el sexo sin cerebro específico gf: PROAPIET y en taxi gf: PRICOFIP y otras papitas gf: ¡PAY de los estorbantes! gf: entre la cultura merolica y la paleografía HORA CERO La sangre derramada ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par. Caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras. ¡Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! No me cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada ni corazón tan de veras. Como un río de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. ¡Qué gran torero en la plaza! ¡Qué buen serrano en la sierra! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla! Pero ya duerme sin fin. Ya los musgos y la hierba abren con dedos seguros la flor de su calavera. Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos, vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua, para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas! No. ¡No quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, que no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. ¡¡Yo no quiero verla!! Federico García Lorca Selección: Filemón Hernández