Perspectivas del fenómeno religioso en el marco de la cultura teológica Los filósofos ilustrados trabajaban con una máxima simple pero aparentemente muy poderosa. Cuanto más capaces seamos de comprender racionalmente el mundo y a nosotros mismos, mejor podremos manejar la historia para nuestros propósitos. Debemos librarnos de los hábitos y prejuicios del pasado para controlar el futuro […] El mundo en el que nos encontramos hoy, sin embargo, no se parece mucho al que pronosticaron. Tampoco lo sentimos de la misma manera. En lugar de estar cada vez más bajo nuestro control, parece fuera de él -un mundo desbocado-. Es más, algunas de las tendencias que se suponía harían la vida más segura y predecible para nosotros, incluido el progreso de la ciencia y la tecnología, tienen a menudo el efecto contrario. Por ejemplo, el cambio climático global y sus riesgos inherentes resultan probablemente de nuestra intervención sobre el medio ambiente. No son fenómenos naturales. Ciencia y tecnología están inevitablemente implicadas en nuestros intentos por contrarrestar tales riesgos, pero han contribuido también, y en primer lugar, a crearlos. Nos enfrentamos a situaciones de riesgo que nadie en la historia ha tenido que afrontar -el calentamiento global sólo es una de ellas-. Muchos de los riesgos e incertidumbres nuevos nos afectan independientemente de donde vivamos y de lo privilegiados o marginados que seamos” (Giddens, 2003, p. 4) mos, influenciado por los medios de comunicación masivos y por la dinámica de las redes sociales y del mundo de opinión, ofrece una visión que distorsiona los tiempos pasado y futuro. Una memoria y una propuesta de futuro selectivas no permiten que asome una cierta coherencia en el momento de entender la realidad que nos circunda, en correspondencia con lo que el pasado nos enseña y con lo que el futuro nos debe entregar. Porque la historia parece perdida y el futuro incierto, conviene efectuar una valoración que arroje luces sobre la primera, pues, como afirma Luhmann, el futuro solo tendrá sentido si es capaz de diferenciarse del pasado (2007, p. 854). Es decir, si se evita que el olvido irreflexivo del pasado intente vestirse para las generaciones futuras con el ropaje de lo novedoso. Vivimos en un mundo que obliga incesantemente a tomar decisiones, que exige disponer y actuar, pero ¿cómo hacerlo cuando las perspectivas de futuro parecen tan sombrías y poco confiables, y cuando las acciones se dan de acuerdo a las propias posibilidades? Sea cual sea la actitud con la que se aborde esta pregunta, incluso si se trata de indiferencia, desinterés o rechazo, no podrá pasarse por alto el factor determinante que rige todas y cada una de las acciones que se tomen tener frente a los retos que se avecinan: ser, en cada una de estas acciones, auténticamente persona. En el mundo parece existir una correspondencia entre el pasado y el futuro, que ha dejado de lado el presente. Esto se debe en gran parte a que el presente que vivi- La pregunta por el ser y el por qué y para qué de su existencia son no solo preguntas inevitables, sino que, sea cual sea 13