Un aspecto fundamental para el cambio de cultura en la escuela lo tiene el ESTILO DE LIDERAZGO y, por tanto, nos referimos al Estilo de Dirección. El análisis realizado por Ball (1987) nos proporciona una visión de cómo trabajan los directores, a qué problemas se enfrentan y cómo los resuelven: R Estilo Interpersonal: La dirección se basa en las relaciones interpersonales y en el contacto directo con los individuos. Normalmente, se le otorga confianza a los profesores, les anima a desarrollar bien su trabajo y se muestra abierto y comunicativo con todos, pero el problema fundamental es que margina la participación en la toma de decisiones. R Estilo Administrativo: Trata de incorporar a la escuela la filosofía de las organizaciones industriales. Se supone que existe una estructura clara, a través de la cual se adoptan decisiones y fluye la información. Se controla la organización mediante un estilo burocrático que establece el papel y las responsabilidades de todos los miembros del equipo. Se crea una atmósfera racional y eficiente pero se echa de menos la relación personal y el contacto directo fuera de los cauces establecidos. R Estilo Político-Antagónico: Cuando se reconoce la existencia de planteamientos divergentes y no trata de ocultarlos ni impedirlos. Las reuniones son utilizadas para plantear nuevas ideas, para debatir los argumentos y para conseguir el apoyo de los objetivos. Este tipo de director sabe como plantear sus propuestas, cómo convencer y establecer alianzas y cómo neutralizar a sus adversarios. R Estilo Político-Autoritario: Se caracteriza por ser impositivo, no le gusta la participación ni la discusión, las evita y trata de mantener sus posiciones sin mostrar interés por las alternativas que se propongan. No está a favor del cambio sino de la estabilidad, pero si se ordena un cambio (desde arriba) dedica sus energías a que se lleven a la práctica por parte de todos. Por tanto, sabemos que los profesores interactúan entre ellos y establecen relaciones con la autoridad que son específicas de cada centro. Estos rasgos nos permiten conocer lo que sucede en los centros, ya que el estilo de dirección no procede sólo del director, sino que refleja la historia de cada centro. Pero, también, su función es dirigir la organización hacia el mejor cumplimiento de sus objetivos, aunque no es una labor fácil ni mucho menos, porque se puede encontrar con conflictos y tendencias contrarias a las deseadas. Tres son las alternativas con las que se encuentran los directores: adaptarse a la cultura de la mayoría y dejarse dirigir; inhibirse ante los enfrentamientos, y/o conducir el proceso de cambio a través, principalmente, de la transformación de la cultura del centro (Marchesi y Martín, 1998). Este objetivo de transformar la cultura del centro es el rasgo fundamental que define lo que se ha llamado el “Liderazgo Transformacional” (Sergiovanni, 1990). Entre sus objetivos está la creación de un clima de trabajo que favorezca el compromiso de los profesores en un proyecto común compartido. También, tiene en cuenta los intereses individuales de cada profesor, pero desde el contexto y las necesidades que el centro establezca. Los directores han de desarrollar cauces adecuados de participación y sentimientos de pertenencia y compromiso de la comunidad educativa con los objetivos de la escuela, pero siendo consciente de la necesidad de abrirse a otras instituciones y grupos sociales para enriquecer a sus miembros. En las escuelas donde existe un buen liderazgo y un clima favorable de trabajo, es más frecuente la cooperación entre los profesores, pero donde no exista un ambiente favorable de relación no jerárquica, el aislamiento es más corriente y el intercambio entre individuos es también más limitado. No cabe duda que, a partir de la LODE (1985), en la que se establecieron las funciones de los directores y el sistema de selección, se ha dinamizado el funcionamiento de los centros y los sistemas de participación, pero no se dieron, al mismo tiempo, las condiciones que ayudaran a una mayor disposición de los profesores a responsabilizarse del ejercicio de la dirección. Las tensiones pueden ser diversas y en el documento “Centros educativos y calidad de la enseñanza” (MEC, 1994) recoge tres como principales: • Tensiones que vive el director como representante de la administración y portavoz de los compañeros y la comunidad escolar. • Las Tensiones con sus compañeros al desempeñar la jefatura de personal. • La escasa capacidad de decisión de que dispone. Participación no se opone a liderazgo. Las estructuras participativas necesitan también dirección. Por otra parte, una dirección democrática puede ser tan eficaz, o incluso, más que otros modos de dirección en los Centros Escolares, ya que es más adecuada a las características del trabajo docente, el cual demanda sistemas formativos y no impositivos, relaciones de colaboración y no de imposición, motivación y apoyo más que control jerárquico. Ahora bien, la dirección democrática tiene unas características que la hacen diferente a otros modelos de dirección. Su ejercicio no puede basarse en procedimientos de tipo autoritario, ni puede actuar sólo tomando como base su posición jerárquica, sino que requiere crear estructuras de colaboración y establecer sistemas de control democrático más que burocrático. La Dirección debe basarse más en el equipo y en la negociación.