Poderosos intereses Araceli Damián* El diagnóstico oficial sobre la situación de Pemex resalta la necesidad de realizar cuantiosas inversiones para mejorar y garantizar la eficiencia futura de la empresa, pero omite las causas que han llevado a la empresa a la deplorable situación que describe. La iniciativa falazmente plantea que la única solución para elevar la productividad de Pemex es permitir la participación de la iniciativa privada, haciendo caso omiso al Art. 27 que establece que “tratándose del petróleo y de los hidrocarburos sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos ... y la Nación llevará a cabo la explotación de esos productos.” Uno de los asuntos mencionados constantemente como parte de la “leyenda negra” de Pemex es la corrupción. No obstante, suponer que privatizar evitará la corrupción es, al menos, pueril. No olvidemos el megafraude de Enron, empresa norteamericana productora de energía, sólo por mencionar un ejemplo. En las actuales circunstancias el silencio del Sindicato Petrolero es cómplice y seguramente responde a turbias negociaciones entre el gobierno federal y sus líderes charros. Este tipo de alianzas no son nuevas. Recordemos el papel que jugó el líder petrolero Carlos Romero de Champs en el asunto del Pemexgate; recordemos también que la alianza PRI-PAN evitó que éste fuera desaforado (ya que era diputado y luego Senador), para que pudiera ser juzgado. Curiosamente, otro involucrado en el Pemexgate, Francisco Labastida Ochoa (entonces candidato presidencial), actual Senador priísta, es un férreo defensor de la iniciativa panista. Pero la corrupción no explica las razones de fondo que han llevado al casi inminente fracaso de Pemex. Entonces, ¿qué otros elementos explican que en una época en la que las circunstancias externas son tan favorables para empresas petroleras (bajas tasas de interés y altos precios del petróleo), Pemex se encuentre casi al borde de la parálisis? El trabajo del Maestro David Ibarra, recientemente publicado, El desmantelamiento de Pemex, (Colección Economíaunam, Conciencia, Núm. 1, 2008) responde sin prejuicios y de manera objetiva a ésta y muchas otras preguntas más. Además de la introducción y las reflexiones finales, el trabajo contiene cinco secciones en las que analiza de manera contundente y basándose en una amplia información, la situación de la empresa (los problemas productivos; el comercio exterior; la situación financiera y fiscal; las tentaciones extranjerizantes; rasgos cambiantes del mercado petrolero). Menciono aquí algunos elementos que considero importantes. El trabajo inicia señalando que Pemex ha dejado de cumplir con el objetivo de servir de pivote del desarrollo, para convertirse “en equilibrador de corto plazo del presupuesto público y de las cuentas externas”. La falta de inversión en la modernización de la empresa responde a la elevada extracción de la renta petrolera para equilibrar las finanzas públicas. Esta ha permitido al gobierno federal mantener una política de impuestos bajos, lo que beneficia sobre todo a grandes empresas nacionales y extranjeras. El autor deja en claro que la baja en la producción petrolera y el alza en las importaciones de gas, gasolinas y productos petrolíferos que merma las utilidades que se obtienen de la venta del petróleo crudo se debe, entre otras razones, a la política seguida en los dos sexenios anteriores, en la que se intensificó la producción y extracción, descuidando la restitución de reservas y el gasto en exploración y desarrollo. Asimismo, la astringencia financiera que se le impone a Pemex no le permite invertir en refinerías. En consecuencia, existe un desajuste entre extracción y capacidad de procesamiento de la empresa, lo que impide captar ingresos adicionales que podrían obtenerse aprovechando el diferencial de precios entre la venta de crudo y de gasolinas. No se justifica el atraso en la instalación de una refinería de alta conversión, ya que los beneficios derivados de este tipo de inversiones son seguros. No se explica tampoco por qué ahora el gobierno quiere ceder a la iniciativa privada inversiones tan rentables como ésta. Otro dato importante expuesto por el Maestro Ibarra, es el monto de la contribución que hace Pemex a las finanzas hacendarias, que desde hace más de diez años, “ha sido desproporcionada, alrededor de 8% del PIB, esto es, casi el doble de la recaudación total del Impuesto sobre la Renta a negocios y personas (4 y 5% del PIB). Contrástese [además] la magnitud de la aportación petrolera con la recaudación adicional proveniente de la última reforma del IETU estimada en 1 a 1.5% del PIB.” Ante tales números, debemos suponer que los ingresos que el gobierno deje de recibir al compartir la renta petrolera con particulares, los tendremos que cubrir los contribuyentes comunes con impuestos regresivos tales como el IVA o el IETU. Estos son algunos de los aspectos por los que se requiere de un amplio debate nacional, pero sin prisas. Sin embargo, los dados ya están cargados. La iniciativa deja claro que el gobierno no desea sacar al país del subdesarrollo, ya que lo coloca como simple vendedor (ya sea como proveedor del mercado interno o como exportador) de materias primas (petróleo y gas), al tiempo que incrementa su dependencia al reforzar su papel de comprador de productos procesados (dentro o fuera del país). El entreguismo de los gobernantes actuales y la alianza prianista colocarán al país en una situación de mayor vulnerabilidad que la que padecemos actualmente. *El Colegio de México, adamian@colmex.mx