TEMAS FUNDAMENTALES DE LA NIÑEZ Y ADOLESCENCIA EN LA JUSTICIA PENAL JUVENIL En materia de imputación, de acuerdo a tales postulados, es tanto autor quien da las órdenes en el seno de un aparato de poder organizado, como el que ejecuta lo ordenado. Los primeros deberán considerarse autores mediatos y los segundos autores directos. Es obvio, entonces, que la autoría del ejecutor directo o de propia mano no se discute, pero sí es problemático aÀrmar que también son autores quienes imparten las órdenes en el seno de un aparato de poder organizado. Y es aquí donde se alzan voces que se muestran en desacuerdo a tal postura, considerando absolutamente criticable la tesis de ROXIN. Y es que para sus detractores existe una diferencia insalvable, el instrumento nunca podrá responder en el ámbito de la autoría mediata, mientras que sí permite la tesis de ROXIN aÀrmar su responsabilidad penal, pese a existir un hombre atrás119. Por ello, autores como JAKOBS o JESCHECK/WEIGEND preÀeren hablar en estos casos de una coautoría. Pues el dominio de la organización por parte del hombre de atrás permite hablar de un dominio funcional, y por lo tanto de coautoría120. Por otro lado, es la misma existencia de la organización la que revela el plan común. Sin embargo, no necesariamente el jefe de la banda actualizará su función directiva en el ámbito de la ejecución, lo que es un requisito imprescindible para considerarlo coautor; y tampoco se advierte que el ejecutor directo –por ejemplo de un homicidio– haya participado en la confabulación previa donde se decidió el hecho, ya que ello es una decisión de la cúpula de la organización. En términos coloquiales, la participación en la agrupación criminal no le da derecho a participar o inÁuir en las decisiones de quienes tienen el control del aparato. Él –nos referimos al ejecutor directo– es un peón, una simple ruedecilla en el engranaje del aparato, y que puede ser sustituido en cualquier momento. Otros autores preÀeren tratar a quien da las órdenes como un simple cómplice necesario, en la medida que no participa en la actividad de ejecución y su sustitución voluntariamente y no lo será si ajeno a la maquinación dolosa ejecuta esos actos inconscientemente y sin intención de cooperar al designio criminal. Pero la cooperación de ésta persona intermedia, sea o no responsable en la esfera penal, no aleja del proceso y exime de responsabilidad al que se sirve de ella, puesto que si esa doctrina prevaleciese se habría encontrado una fórmula para que los delincuentes se pusieran a salvo de las sanciones penales, sino que, por el contrario, la persona que ha utilizado a otra para los indicados Ànes, contrae la responsabilidad de autor”. 119 A dicha crítica hace referencia Guillermo FIERRO, quien considera acertadas todas las críticas realizadas a dicha doctrina, “pues con arreglo a dicho punto de vista sería posible la coexistencia en un mismo hecho de un autor mediato con un ejecutor plenamente responsable, lo cual desnaturalizaría el concepto mismo de autoría mediata que, precisamente se distingue de la instigación en este punto”. Véase al respecto su libro: Teoría de la participación criminal, citado, Págs. 393 y 394. 120 JESCHECK/WEIGEND, Tratado de Derecho penal, citado, § 62, Pág. 722. De igual forma, JAKOBS, Derecho Penal, parte general, Edit., Marcial Pons, Madrid, 1997, § 103, Pág. 784, quien considera la aplicación en estos casos como autoría mediata, superÁua y nociva. 67