Antonio Jiménez Millán

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Antonio Jiménez Millán
Clandestinidad
(1974)
Ha guardado la llave del desván
que esconde un manifiesto
con cubierta roja,
los pasquines,
la prensa clandestina.
Ha salido a la calle.
Extraño en su ciudad,
ni un solo día deja de sentir
los pasos que se acercan,
los ojos que vigilan sin descanso.
Ni en sueños lo abandonan.
Al cabo de los años,
ha vuelto a visitar aquella casa.
El miedo sobrevive en la humedad
de ese rincón umbrío,
igual que algunas páginas borradas
entre la ropa vieja.
28
Niebla
Sirenas de los barcos en el gris
creciente de la niebla. Se oyen a lo lejos,
atraviesan el aire húmedo de noviembre
mientras la nube avanza a ras de suelo,
cubre los edificios y los parques
extendiendo la sombra de un falso anochecer.
Como el barco perdido entre la niebla
se adentra la memoria en los dominios
de un mar borrado,
envía sus mensajes y pregunta
por rostros que se fueron,
por nombres confundidos en los márgenes
del tiempo y de la muerte.
Y no sabe si inventa su pasado.
(Del libro inédito Clandestinidad)
29
Rafael-José Díaz
Un poema de invierno
Para Anxo Pastor
Los árboles de invierno, alineados
en una y otra acera de una calle sin nombre:
muros de una tumba abierta al aire
que alguien recorre sin saberse ya nadie,
confiado en sus pasos, en los ojos que bullen
todavía en sus órbitas, en vagos
sentimientos o sombras de deseos extintos,
en recuerdos que asoman sus pálidos semblantes
y regresan huidizos a la nada en que viven.
Ningún viento los mueve,
pero tiemblan de ausencia, esos
árboles o muros de una tumba cavada
a medida que cruzan los pasos esa calle
de una ciudad irreal como las que en un sueño
se recorren sin prisa, sin fatiga y sin rumbo.
Esos árboles son como esqueletos,
da en pensar quien camina
reducido a sus huesos
crujientes en el frío,
para qué tanta carne
si ya nadie la mira,
si la vida ha quedado reducida
a saludos de espectros en la niebla;
esqueletos que tienden sus ramajes
a unas manos que nada
pueden ya acariciar.
Un jadeo se escucha
igual aquí que un grito
y se escapa por huecos que no vemos
entre árbol y árbol. Son palabras que nadie
parece pronunciar, pero resuenan
al tiempo que los pasos, como golpes
de un cuerpo desplomado, secos
golpes de huesos unos contra otros.
Y los soplos de ausencia entre las ramas.
30
Árboles
inmóviles que no parecen vivos:
acompañan los pasos y no ofrecen piedad
alguna ni consuelo, y ni siquiera
ternura o protección en la intemperie.
El cuerpo,
si acaso sigue siéndolo,
avanza, retrocede, se detiene,
va y viene junto al río del asfalto
y ningún coche surca esas aguas de tinta,
ninguna barca hay para transportarlo
lejos, hacia donde
nueva carne o nueva sangre broten
para sus huesos secos.
El cuerpo es el de un náufrago
que flota un tiempo aún
en el mar que lo sueña.
31
Alfonso Pascal Ros
A qué engañarme, son sólo invenciones
A qué engañarme, son sólo invenciones
lo de sentirme alguien, lo de verme
por este esfuerzo mío por encima,
aunque sea un momento, de la gente.
Perdonen mi arrebato de soberbia,
ganas de puerta grande y convencerse
de que estos versos míos y estas cosas
que uno piensa profundas, diferentes
del resto del común de los mortales,
se merecen la gloria que merecen.
Que sirven a los hombres más que el pan
aun poemas tan breves como este.
32
Porque comprenderá usted si le digo
Porque comprenderá usted si le digo
que en las fotografías salgo solo,
que cojeo de un brazo y siempre escribo
con esta soledad codo con codo.
Con este mismo abrigo y este traje
visito a nadie y me reciben todos:
Ahí fuera está otra vez el tipo ese
hablando con su sombra, el medio cojo.
Así comprenderá lo que le digo
porque yo me hago cargo de su asombro
por verme dibujar en este álbum
nombres de nadie, aquel, sobre las fotos.
33
Eva Hiernaux
Certezas
Incluso si no estás
lo dudo
*
Dejar que crezca el fermento
de las palabras
sólo,
sólo
para llamarte.
*
en vez de vivir
me he quedado mirando
los trescientos sesenta grados
de mi vida.
*
Habla la arcilla cerca del rostro,
cuenta de ese hombre que creó,
cuenta cómo lloraban sus ojos
cuando salió de la tierra,
con cuanto miedo sus manos
se separaron del mineral abrazo,
cómo tembló su figura
al saberse solo.
Sostiene sus pies el recuerdo de lo que fue.
*
A veces no sabes por qué surge
la lágrima.
Tú no lo sabes
pero ella lo sabe,
minúscula y discreta
es toda sabiduría.
*
En mi pecho desnudo
escrito
un paisaje por venir
34
Creo en la espina
pero es el pétalo
el que susurra a mi oído
*
caen los pájaros
que el viento inventa
dejan de ser signos
en el aire
para ser en la tierra semillas
de sombra
*
barro para las manos,
barro para los pies,
para los ojos y el vientre,
arcilla luminosa
para la lengua,
tierra apretada para la espalda,
para las piernas.
Secará el sol todo este limo perfecto
y abrirá el surco de su sexo
amable.
Del polvo venimos y al polvo volvemos, dicen.
sonríe, pues,
cuando el cuerpo te pida tierra.
*
Hay un bosque sin adioses.
Yo lo he visto.
Siembran los árboles
el deseo de la sombra.
Suben alientos, espíritus de la tierra
que dejan ecos
en los laberintos de las cortezas
y las hojas,
donde los vientos se esconden
y cambian de nombre.
Yo lo he oído.
35
Javier Aguirre
Dicha
Llevemos las palabras a la luz
amanezcámoslas
en la boca del día
como la miel aquella de que hablabas
cuando todo era nuevo
pero la hierba mírala traslada
sus labios hasta el horizonte
se desprende quemándote
dejándote en la voz
un rescoldo de dicha
de palabra encontrada en un abismo
no serán funerales funéreos fulminantes
es la yerba que brota que no escucha ni cede
ante tanta catástrofe
simplemente se limita a vivir
como la luz
como un hilo ascendente y rimando con ella
hierba luz hierba luz hierba luz hierba luz
y en la tierra la mano que te viera nacer
una vez y otra vez
36
Vuelta
Y más allá de cuanto el sol propone
la verdad reivindica su oleaje;
no quiero hablar, no quiero ya otro traje
más que el que tu atrevida voz me pone;
no hay sombra que en tu rostro no emocione,
no hay para el mar ajeno maridaje,
no hay detenida luz, y no hay lenguaje
que en tempestuosa calma desentone:
son las olas del tiempo emocionadas
que rompen suavemente al aire puro,
limpia revolución de las miradas,
son la voz primeriza que en lo oscuro
traza la forma que las alambradas
arrumbará, cargada de futuro.
37
María Victoria Reyzábal
Dafne
y todo este tiempo
he transcurrido encerrada
en el tronco del laurel
resistiendo aguadas torrenciales
acunando los embriones de las flores futuras
sus siguientes frutos dulces
con los poemas que les voy cantando
y todo este tiempo
he circulado por la savia invernal
escondida
como ausente
haciéndome a un lado
para que el escaso sol
descuelgue su oro entre las ramas yertas
desnuda bajo las nieves
aguardando las abejas
he mostrado mi predisposición
deseando que alguien ose
humanizar a esta dafne
hija de gea
amada y olvidada por apolo
38
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