Dejar atrás el lesbianismo - Jeannette Howard

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Dejar atrás el lesbianismo - Jeannette Howard
Miércoles, 24 de Diciembre de 2008 17:09 -
FRAGMENTO DE LIBRO
Out of Egypt es considerada un clásico en la literatura y ahora se encuentra disponible
después de haber estado agotado durante algún tiempo. La autora describe su propia lucha y
los principios que descubrió mientras asesoraba a las demás. El libro se escribió para una
audiencia cristiana pero puede servir de ayuda también para mujeres de otras creencias o sin
fe.
LA PSEUDO-MASCULINIDAD COMO AUTO-PROTECCIÓN
Muchas mujeres… fueron educadas con pobres modelos de rol masculinos… Como reacción
a un padre negligente o indiferente, y unido con una ambivalencia o desdén hacia su madre, la
hija asume las funciones masculinas. Rechaza el modelo del rol basado en su idea de su
madre y abraza todo lo que es masculino. La mujer se centra en lo que puede hacer más que
en quien puede ser, y pone el énfasis en la auto-confianza, perfeccionismo y competición. La
mujer se orienta hacia el comportamiento y tiene una tendencia a gastar sus energías en las
causas o “derechos” en los que cree. Así con frecuencia este es un grito silencioso para el
reconocimiento de su padre.
En mi propio pasado, el problema reside en el hecho de que había estado viviendo del “modo
masculino.” Tenía poco problema con la iniciación. Podía actuar y realizar muchas cosas. Pero
era deplorablemente inepta para recibir de nadie…
Caminar en la globalidad requiere un enfoque más equilibrado de la vida del que hemos
estado experimentando. Requiere compatibilidad entre nuestras partes masculina y femenina,
que creará armonía más que discordia.
De forma similar, el equilibrio masculino/femenino ha sido molestado con frecuencia en una
mujer que ha sufrido abuso. Sus pensamientos estimulan (que ella se comprometa en) una
conducta controladora y manipuladora. ¡Nadie volverá a hacerme más daño! Así, mantiene a
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todos en la bahía o los controla por medio de la seducción.
EL MUNDO APLAUDE NUESTROS MECANISMOS DE DEFENSA
Por cualquier razón, muchas mujeres adoptan la pseudo-masculinidad como una forma de
auto-protección. Rechazan todo lo que es inherentemente femenino y se esfuerzan por obtener
“igualdad” o superioridad sobre los hombres.
La destrucción de esta postura pasa desapercibida porque el mundo aplaude nuestros
mecanismos de defensa. Pero el coste de este aplauso es alto. Obteniendo la “igualdad” con
los hombres, sepultamos nuestras cualidades gentiles, vulnerables y de confianza bajo
apariencia de dureza, independencia y sospecha. No confiamos en nadie más que en nosotras
mismas. Nuestras capas protectoras asfixian nuestros gritos del corazón de ser cuidadas,
sostenidas y amadas.
El otro fin del espectro de desequilibrio se manifiesta en las mujeres que derivan su sentido de
identidad y seguridad de otras personas. Asumiendo el rol de una niña, estas mujeres
dependen de los demás para definir y determinar sus vidas. En este caso, confunden pasividad
con feminidad. Esta postura es tan desequilibrada como la mujer que se esfuerza por el
reconocimiento a través de sus acciones. El continuo alcance de otras personas oscurece la
comprensión de la identidad de la mujer. Sin una base firme de la que echar mano, sus
relaciones con las demás son precarias.
Como todas las familias residen en algún lugar en el espectro de la disfunción, así todas las
mujeres residen en algún sitio en el espectro entre la aceptación y el rechazo de su género y
de su identidad femenina.
Por otra parte, puedes haber encontrado lesbianas que personifican todo lo que es femenino y
no tienen problema en verse a sí mismas como tal. Por otra parte, te puedes haber encontrado
mujeres que han negado su identidad de género y la feminidad por lo que, excepto en las
diferencias fisiológicas obvias, podrían ser confundidas con un hombre. Pero la mayoría de las
que luchan con el lesbianismo caen en el terreno medio tenebroso.
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Varían también las actitudes y creencias sobre los hombres dependiendo de nuestro lugar en
esta curva. Sin embargo, existe una actitud predominante que he encontrado en casi todas las
lesbianas: sentirse superior a los hombres.
SUPERIORIDAD DE GÉNERO
Aunque me desvinculé emocionalmente de mi madre en una edad temprana, las mujeres
dirigieron mi vida. Tenía padre y dos hermanos pero recuerdo tener muy poca interacción con
ellos. Desde los cinco a los dieciocho años de edad, sólo tuve un profesor varón. En mi mente,
era débil e inefectivo. Aunque hablaba ocho idiomas, era incapaz de mantener el orden en una
clase de veinticinco niños vivos. Mi madre y yo le teníamos desprecio por igual.
No tuve que considerar a los hombres de nuevo durante muchos años. Atendiendo un colegio
femenino donde la disciplina personal y la excelencia académica eran el orden del día, mi ya
insegura feminidad se silenció mucho más. Me encapriché con algunas profesoras que
derramaban positivamente su feminidad. Ahora me doy cuenta de que me sentía atraída por
sus cualidades que yo sentía que no poseía en mí misma…
CONFIANZA –LA CLAVE PARA ABRAZAR LA FEMINIDAD REAL
Escaparse de algún lugar del espectro de la feminidad rota no es fácil. Muchas razones,
usualmente heridas profundas, nos predispusieron a operar de la forma en que lo hacemos…
Mientras una mujer se va asegurando de su identidad de género, automáticamente abre la
puerta a la feminidad.
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Un buen punto de comienzo en conseguir la seguridad de género es hacerse preguntas
pertinentes. ¿En qué consiste mi auto-charla? ¿Quién digo que soy?... Conscientemente
rechazo todas las ideas que no están a la altura de la verdad…
Atravesar la puerta hacia la feminidad puede ser sobrecogedor. Se requiere ánimo y
determinación para quitarse el antiguo concepto de sí misma y abrazar la identidad femenina
emergente…
Apareció una revelación sorprendente cuando descubrí que las mujeres heterosexuales no se
lanzaban a la vida en alas de gasa. Aunque no compartiesen mi confusión de género particular,
muchas actuaban con un mayor sentido de ruptura femenina que yo. Esta comprensión me
posibilitó poner mis luchas homosexuales en perspectiva. Pude discernir lo que era
inherentemente un problema lésbico, lo que era inherentemente un problema femenino y lo que
era intrínsecamente un problema de “persona.”
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