CONSIDERACIONES SOBRE LA EDUCACION SEXUAL Podemos afirmar que la sexualidad necesita ser educada en el sentido de que forma parte de la totalidad de la persona humana, y “una intervención educativa que no tenga presente la compleja realidad físico-psico-espiritual del hombre no puede dejar de ser fragmentaria y reductiva.”La educación de la sexualidad es fundamental para indicar y motivar al niño y adolescente el poder lograr la aceptación de su propio ser sexuado y valorar su masculinidad o feminidad, para reforzar su personalidad, su autoestima, su capacidad de auto-poseerse y de auto-dominio, y de esta forma poder obtener en sí la atención hacia los valores de la procreación, de la vida y de la familia. “El hombre no proyecta su propia naturaleza: trata de realizarla” Esta afirmación se basa en la libertad del hombre y en la razón por la cual el hombre la posee. A través de su libertad, él puede adherir a la propia naturaleza humana. Esta libertad de elección no justifica, sin embargo, la fijación personal de los contenidos de la moral, de crear y construir su propia naturaleza, de entender que a raíz de esta libertad se puede negar todo lo “dado” y lo que somos desde el comienzo de nuestra vida. Por eso, en lugar de proyectar, idear, elegir su propia naturaleza, el hombre trata de realizar la naturaleza que lleva en sí mismo, por ser persona. “No se puede pensar a la persona si pensar al mismo tiempo en su dimensión sexual” Esta afirmación se refiere a la totalidad de la persona, y cómo en cada situación de su existencia se manifiesta desde todas sus dimensiones, incluyendo la sexual. El ser humano es un ser sexuado, con un modo propio de ser, de manifestarse y comunicarse con los otros. Toda nuestra personalidad “irradia” nuestra sexualidad, que permite “(…) en su dimensión afectiva, abrazar el gozo del encuentro interpersonal; adquiere, en el conocimiento mutuo y el compromiso, una mayor entrega y donación. En su dimensión generativa se hace fecunda de nuevos seres humanos y en su dimensión religiosa pone de manifiesto la providencia de Dios quien hace que todo esto sea posible.” De esta afirmación se desprende que la dimensión sexual no puede ser considerada alternativa u opuesta a la persona humana, sino como parte integrante y , aún, totalizante. “La masculinidad y la feminidad son, de hecho, un modo de ser antes que de actuar” El ser humano debe elaborar no sólo la identidad personal, sino una identidad personal sexuada, en la que se encuentra como “persona-varón” o “persona-mujer”. De esta manera, todo su existir, su relación con los otros, pasa y pasará a través del reconocimiento de él o de ella como varón o mujer. A la pregunta interna acerca de la propia identidad, el hombre podrá responder, a raíz de su identidad sexual, con la convicción de no ser sólo persona, “(…) sino una persona que tiene un “específico” masculino o femenino”. Este específico es independiente de los roles que se confían culturalmente tanto a lo masculino como a lo femenino. Más allá de estos roles (que varían y dependen del tiempo histórico, lugar y las costumbres socioculturales), el ser persona femenina o masculina, no deja de serle propia al hombre.