EDITORIAL LAS NECESIDADES DE NUESTRAS GENTES En nuestro continente, desde los países más pobres y con un menor desarrollo social y económico hasta los más desarrollados y prósperos, los retos más perentorios convergen en dos áreas fundamentales: educación y salud. Si bien muchos relacionan la calidad alcanzada en ambas áreas con el PIB y otros indicadores económicos del respectivo país, no son éstos sino aquellas las que resultan determinantes en su desarrollo. Sin un adecuado desarrollo del sector salud, comprendida ésta en un sentido integral, incluyente de la atención primaria y especializada, preventiva y curativa, así como de la seguridad social de la población y, en general, la preservación del ambiente y la calidad de vida de los ciudadanos, no es posible hablar de una sociedad desarrollada. No obstante, resulta obvio que algunos países considerados como de un alto nivel de desarrollo no cuentan con una sociedad desarrollada en este sentido. El nivel de desarrollo de un país se relaciona estrechamente con su capacidad productiva, sea de bienes tangibles y riqueza o de valores culturales y morales, y ello depende íntimamente de la formación del individuo, tanto humanística como científica y técnica. Mientras mayor sea el número de personas incluidas en el proceso educativo y mejor sea la calidad de esa educación, mayor será y más perdurará la capacidad productiva y de bienestar social y personal de una sociedad. Los recursos naturales pueden representar un camino para lograr bienestar, pero ello requiere de su explotación inteligente, para lo que hay que formar los recursos humanos necesarios. Si los administradores del rendimiento de esos recursos, que son los gobiernos, no logran establecer niveles adecuados de educación y salud para sus pueblos, a largo plazo el recurso y los beneficios obtenidos se esfuman y poco o nada queda de ellos para el bienestar de generaciones futuras. La industria armamentista, por ejemplo, puede constituir fuente de trabajo e inversión productiva, pero no son las ar- mas y la capacidad bélica las que determinan el bienestar de los pueblos. Por el contrario, ellas nutren las estadísticas de lisiados y fallecidos. El nivel educativo y de salud y bienestar del pueblo jamás mejoran con la guerra. En ambos frentes, el educativo y el de salud, resulta crucial contar con la posibilidad de formar adecuadamente a las generaciones en edad escolar en materias científicas. A su vez, el cultivo de la ciencia y la investigación requiere de una masa crítica de personal adecuadamente formado. No se trata de que el establecimiento científico aporte las soluciones a los problemas de un país. Se trata de que el conjunto de la sociedad sea capaz de absorber e implementar los avances tecnológicos y poder decidir autónomamente los caminos y las maneras de proceder, en lugar de optar por la contratación de servicios y adquisición de bienes sin la imprescindible capacidad de análisis de las opciones existentes en un mercado globalizado por demás complejo y competitivo. Todo esto apunta a la necesidad inminente de concientizar a las autoridades acerca de la importancia de la formación de educadores en las áreas científicas y técnicas. En países en los cuales las instituciones de formación docente cuentan con una baja proporción de cursantes de estudios pedagógicos con especialización en matemáticas, física, química y biología deben encenderse las luces rojas de alarma por un futuro oscuro. Solamente es concebible avanzar comprendiendo que la primera e ineludible necesidad para que florezca ese cultivo de las ciencias que conlleva numerosos aportes a la cultura es la formación de recursos humanos. Alcanzando una formación sólida desde temprana edad en campos de la ciencia, a la par de la necesaria formación civil y humanística, será posible aspirar al logro de niveles que permitan nutrir las universidades, los hospitales y las industrias de personal capacitado para alcanzar los niveles deseados de desarrollo y bienestar de la sociedad. Miguel Laufer Director 330 0378-1844/12/05/330-03 $ 3.00/0 MAY 2012, VOL. 37 Nº 5 EDITORIAL THE NEEDS OF OUR PEOPLES In our continent, from the least socially and economically developed countries to the most developed and prosperous, the more peremptory challenges converge in two fundamental areas: education and health. While many relate the quality level reached in both areas to the GDP and other indicators of the respective country´s economy, it is not these, but the former, that at the end are determinants of their development. Without an adequate development of the health sector, understood in a comprehensive sense, including primary and specialized care, preventive and curative, as well as the social security of the population and, in general, the preservation of the environment and the quality of life of the citizens, it is not possible to speak about a developed society. However, it is obvious that some countries that are considered as having a high development level are devoid of a developed society in this sense. The development ranking of a country is closely related to its productive capacity, be it of tangible goods and wealth or of cultural and moral values, which goes hand in hand with the technical as well as the humanistic formative process of the individual. The greater the number of people included in the educative process and the higher the quality of the education, the better and more long lasting will the productive capacity be and the social and personal wellbeing of a society. The natural resources can constitute a means to achieve such wellbeing, but this requires of its intelligent exploitation, for which the needed human resources must be trained. If the governments, as the administrators of the profits from such resources are unable to establish adequate educational and health levels for their people, the resource and the benefits will fade away and little or nothing will remain in the long term for the benefit of future generations. The arms industry, for example, can constitute a productive source of labor and a productive investment, but arms and battle power do not determine the wellbeing of the people. On the contrary, they nourish the statistics of crippled and dead people. The educational level, as well as the health and welfare of the people never improve with wars. In both education and health it becomes crucial to be able to adequately train the generations in school age in science subjects. In turn, the cultivation of science and research requires a critical mass of properly trained personnel. It is not a question of the scientific establishment providing the solutions to the problems of a country. Rather, this concerns the ability of the ensemble of a society to absorb and implement the technological advances and be able to decide autonomously the ways and means to proceed, instead of hiring services and buying goods without the indispensible capacity to analyze the existing options in a global, complex and competitive market. All points toward the imminent need of making authorities aware of the importance of training educators in the scientific and technical fields. In countries where teacher training institutions have a low proportion of future pedagogues with specialties in mathematics, physics, chemistry and biology, red alarm lights must start to flash announcing a dark future. It is only conceivable to advance when understanding that the first and unavoidable need for the flourishing of the cultivation of sciences, which brings numerous contributions to culture, is through the training of human resources. By procuring a solid training from an early age in the fields of science, together with the needed humanistic and civil formation, will it be possible to target the achievement of a level that will allow to provide universities, hospitals and industries with the trained personnel required to reach the desired levels of development and wellbeing of society. Miguel Laufer Editor MAY 2012, VOL. 37 Nº 5 331 EDITORIAL AS NECESSIDADES DE NOSSOS INDIVÍDUOS Em nosso continente, desde os países mais pobres e com menor desenvolvimento social e econômico até os mais desenvolvidos e prósperos, os desafios mais peremptórios convergem em duas áreas fundamentais: educação e saúde. Embora muitos associassem a qualidade alcançada, em ambas as áreas com o PIB e outros indicadores econômicos do respectivo país, não são estes, mas sim aquelas as que resultam determinantes em seu desenvolvimento. Sem um adequado desenvolvimento do setor saúde, compreendida em um sentido integral, abrangente da atenção primária e especializada, preventiva e curativa, assim como da previdência social da população e, em geral, a preservação do ambiente e a qualidade de vida dos cidadãos, não é possível falar de uma sociedade desenvolvida. No entanto, resulta obvio que alguns países considerados como de um alto nível de desenvolvimento não contam com uma sociedade desenvolvida neste sentido. O nível de desenvolvimento de um país se relaciona estreitamente com sua capacidade produtiva, seja de bens tangíveis e riqueza ou de valores culturais e morais, e isto depende intimamente da formação do indivíduo, tanto humanística como científica e técnica. Quanto maior seja o número de pessoas incluídas no processo educativo e melhor seja a qualidade dessa educação, maior será e mais perdurará a capacidade produtiva e de bem estar social e pessoal de uma sociedade. Os recursos naturais podem representar um caminho para alcançar o bem estar, mas isto requer de sua exploração inteligente, para o que tenha que formar os recursos humanos necessários. Se os administradores do rendimento desses recursos, que são os governos, não conseguem estabelecer níveis adequados de educação e saúde para seus povos, ao longo prazo o recurso e os benefícios obtidos se esfumam e pouco ou nada resta deles para o bem-estar de gerações futuras. A indústria armamentista, por exemplo, pode constituir fonte de trabalho e investimento produtivo, mas não são as armas e a capacidade bélica as que determinam o bem-estar dos povos. Pelo contrário, elas nutrem as estatísticas de alejados e falecidos. O nível educativo e de saúde e bem estar do povo jamais melhoram com a guerra. Em ambos os frentes, o educativo e o de saúde, resulta crucial contar com a possibilidade de formar adequadamente às gerações em idade escolar em matérias científicas. Por sua vez, o cultivo da ciência e a investigação requerem de uma massa crítica de pessoal adequadamente formado. Não se trata de que o estabelecimento científico aporte as soluções aos problemas de um país. Trata-se de que o conjunto da sociedade seja capaz de absorver e aplicar os avanços tecnológicos e poder decidir com autonomia os caminhos e as maneiras de proceder, em lugar de optar pela contratação de serviços e aquisição de bens sem a imprescindível capacidade de análise das opções existentes em um mercado globalizado muito complexo e competitivo. Tudo isto aponta à necessidade iminente de conscientizar às autoridades sobre a importância da formação de educadores nas áreas científicas e técnicas. Em países nos quais as instituições de formação docente contam com uma baixa proporção de estudantes de estudos pedagógicos com especialização em matemáticas, física, química e biologia devem acender as luzes vermelhas de alarme por um futuro escuro. Somente é concebível avançar compreendendo que a primeira e iniludível necessidade para que floresça esse cultivo das ciências que traz numerosos aportes à cultura é a formação de recursos humanos. Alcançando uma formação sólida desde muito jovem nas áreas da ciência, ao mesmo tempo da necessária formação civil e humanística, será possível aspirar atingir níveis que permitam nutrir as universidades, os hospitais e as indústrias com pessoal capacitado para alcançar os níveis desejados de desenvolvimento e bem-estar da sociedade. Miguel Laufer Diretor 332 MAY 2012, VOL. 37 Nº 5