¿Es productivo el trabajo de servicios? Una aproximación al concepto de trabajo productivo e improductivo en Marx Por Gabriela Lamelas Paz Introducción En los últimos años hemos visto proliferar teorías del tipo de las del fin del trabajo y otras por el estilo, que cuestionaron la vigencia de la ley del valor formulada por Marx, es decir, cuestionaron que el trabajo humano no pago constituyera la única fuente de ganancias para los capitalistas, negando la centralidad del movimiento obrero como sujeto revolucionario. A partir de los últimos meses, cuando los asalariados retoman luego de años de derrota su protagonismo en el centro de la escena política, estas mismas corrientes se limitan a describir la existencia de una nueva situación, sin pronunciarse sobre el carácter de los sectores que están cumpliendo un rol central en ellas, los sectores de servicios: ferroviarios, telefónicos, subterráneos, entre otros. Dar cuenta del rol que ocupan en el modo de producción capitalista adquiere hoy una importancia fundamental. Para los marxista, son parte de la clase obrera, todos aquellos que, frente al capital y la propiedad privada de los medios de producción, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario; todos los asalariados, productivos o improductivos, cuyo salario es insuficiente para “comprar los medios de subsistencia sin la venta más o menos continua de la fuerza de trabajo” [1]. Partiendo de esta consideración, esta nota tiene el objetivo de recrear un debate ampliamente abordado por los marxistas a lo largo del siglo XX: el carácter productivo o improductivo del trabajo desarrollado por los diferentes sectores de la clase obrera, ambos imprescindibles para garantizar el funcionamiento del modo de producción capitalista. Particularmente, este intento se centra sobre un tipo particular de capital: el invertido en el llamado “sector servicios”, donde radican dificultades adicionales al ya complejo problema de definir qué caracteriza al trabajo creador de valor. I. Trabajo productivo e improductivo ¿Cuáles son los aspectos que permiten definir al trabajo como productivo o improductivo? [2] Encontramos numerosas citas que podemos tomar al momento de analizar estas categorías en la obra de Marx y, aunque en aspectos suelen ser confusas e incluso, en apariencia, contradictorias, reúnen, a mi entender, elementos comunes que intentaré sintetizar. “Trabajo productivo es únicamente aquel que produce capital [...] y por tanto el trabajador que no lo hace, por útil que pueda ser -del mismo modo que puede ser dañino- no es productivo para la capitalización, por tanto es trabajo improductivo” [3]. Y unas páginas más adelante: “La transformación del trabajo (como actividad viva y orientada a un fin) en capital es en sí el resultado del intercambio entre capital y trabajo, en la medida en que este intercambio otorga al capitalista el derecho de propiedad sobre el producto del trabajo [...] Esta transformación sólo es puesta en el proceso de producción mismo [...] El trabajo mismo sólo es productivo al incorporarse al capital” [4]. El primer elemento a tener en cuenta, entonces, es su relación con el capital, que el trabajo se “incorpore” al capital. ¿Y qué es lo que define al capital? El objetivo directo de la producción capitalista no es la producción de mercancías, sino de plusvalía o ganancia (en su forma desarrollada); la meta no es el producto sino el sobreproducto. La primera condición que debe cumplir el trabajo para ser productivo es crear sobreproducto para el capital. Si el trabajador no crea plusvalía, su trabajo es improductivo. “Trabajo productivo, desde el punto de vista de la producción capitalista, es el trabajo asalariado que, al cambiarse por la parte variable del capital (o sea el valor de su propia fuerza de trabajo), produce plusvalía para el capitalista [...] Es la fuerza de trabajo, cuyo producto excede su propio valor” [5]. ¿Qué significa esta última afirmación? Marx analiza que la existencia del capital se basa en la productividad relativa del trabajo y no en su productividad absoluta: si en una jornada de trabajo el obrero sólo se limitara a reproducir el valor de su fuerza de trabajo, a reproducir los valores consumidos por él, no sería productivo desde el punto de vista capitalista, porque no produciría plusvalía. “No produciría valor nuevo, sino que se limitaría a reponer un valor existente con anterioridad. Reproduciría bajo una forma nueva el valor consumido por él bajo una forma distinta. Desde este punto de vista hemos denominado productivo al obrero cuya producción equivale a su propio consumo e improductivo al que consume más de lo que reproduce” [6]. En síntesis, “el único trabajo productivo es el que crea más valor del que cuesta” [7]. Dicho esto, puede decirse que el carácter productivo del trabajo no está dado por los resultados materiales del mismo, ni tampoco por la naturaleza del producto, ni el rendimiento del trabajo considerado como trabajo concreto, “sino [por] las formas sociales específicas, las relaciones sociales de producción dentro de las que se realiza” [8]. Puede ocurrir que el valor de uso en que toma cuerpo el trabajo del obrero productivo sea de una categoría ínfima. Este elemento nada tiene que ver en cuanto al trabajo productivo, ya que “es simplemente expresión de una condición social de producción, la cual no proviene ni del contenido ni del rendimiento del trabajo, sino exclusivamente de la forma social específica que éste reviste” [9]. De hecho, un mismo tipo de trabajo concreto puede revestir el carácter de productivo o improductivo. Un mismo trabajo puede ser productivo si lo compra un capitalista para obtener de él una ganancia, o improductivo si lo compra un consumidor, una persona que invierte en él una parte de sus rentas para consumir su valor de uso, lo mismo si éste desaparece al ponerse en funciones la fuerza de trabajo, que si toma cuerpo o se realiza en un objeto [10]. Marx debate con A. Smith [11] cuando éste plantea que trabajo productivo es aquel que crea mercancías e improductivo el que no produce mercancías. Afirma que la materialización del trabajo no debe tomarse en el sentido estrecho en que la toma A. Smith. “Cuando hablamos de la mercancía [...] en el sentido de su valor de cambio, nos referimos a una existencia ficticia, exclusivamente social de la mercancía, totalmente distinta de su realidad física; la enfocamos como una determinada cantidad de trabajo social. Puede ocurrir que el trabajo concreto de que es fruto no deje la menor señal en ella. En el producto industrial, esta huella es la forma externa que conserva la materia prima [...] Otros trabajos industriales no tienen por finalidad modificar la forma del objeto, sino simplemente desplazarlo de un sitio al otro” [12]. Éste sería el caso del transporte. Marx sostiene que quienes así piensan, quienes se basan sólo en el resultado material del trabajo, están hechizados por el fetichismo de la mercancía, ilusión que nace del hecho de que una relación social revista la forma de un objeto. “La mercancía constituye la forma más elemental de la riqueza burguesa. Decir que trabajo productivo es el que produce mercancías es, pues, mantener un punto de vista mucho más elemental que decir que trabajo productivo es el que produce capital” [13]. De acuerdo con esto, podría decirse que lo que define el carácter productivo del trabajo, no es si el trabajo produce o no mercancías materiales. Tampoco depende directamente del hecho de si este trabajo redunda o no en la modificación del valor de uso de la mercancía. No está determinado por el resultado material, concreto, del trabajo, sino por la relación social que subyace al trabajo mismo. Sintetizando, una primera condición necesaria aunque no suficiente- para determinar el carácter productivo del trabajo es si produce o no capital. Al decir que es condición necesaria pero no suficiente, es evidente que esta primera aproximación no resuelve el problema, sino que sólo estarían planteados los términos para desarrollar el análisis. Y aquí nos enfrentamos a un segundo escollo. Marx nos dice que trabajo productivo es el que se cambia por capital; pero si analizamos el trabajo que se cambia por capital comercial, o por capital bancario, vemos que si bien es imprescindible para permitir la apropiación de una ganancia por parte del capitalista mercantil (e incluso del industrial), no es fuente de valor. Veamos más de cerca qué significa que puede existir capital sin que éste cree valor nuevo, lo cual plantea la existencia de obreros asalariados que intercambian su trabajo por salario, pero que no crean valor. Producción-Circulación: el ámbito de la creación de valor En el Tomo I de El Capital, Marx analiza la circulación capitalista (D-M-D‟), señalando la imposibilidad de los economistas clásicos de dar cuenta del fenómeno del surgimiento del valor, puesto que éstos centran su atención en la circulación misma para intentar explicar el cambio en la magnitud del capital. La circulación, donde las mercancías se transforman en dinero y este dinero nuevamente en mercancías, sólo puede tratarse de un intercambio de equivalentes, es decir, de magnitudes iguales que pasan de una forma (M) a la otra (D), sin que pueda existir en este proceso adición de valor alguna. Y establece que el proceso por el cual se incrementa el valor no puede buscarse sino en la producción misma de las mercancías, existiendo una mercancía que entra al proceso de producción que tiene la virtud de crear más valor que el que ella misma tiene: la mercancía fuerza de trabajo. Marx establece que, ante todo, el capital es esencialmente una relación social, relación que sin violar el principio del intercambio de equivalentes establecido en la circulación, supone la apropiación de trabajo humano no pago; que el capital es ante todo capacidad de explotación. Por eso, el valor sólo puede surgir del proceso de producción, momento en el cuál se lleva adelante la adición de valor y la apropiación de trabajo no pago del obrero por parte del capitalista. Por lo tanto, los trabajadores empleados por el capital afectado a la circulación de las mercancías son trabajadores improductivos: aquellos asalariados que trabajan en el comercio, la banca y todas las actividades derivadas de éstas (administrativas, jurídicas, etc.). Una vez excluidos de la categoría de trabajo productivo aquellos trabajos que se cambian por el capital variable de los capitales invertidos en la circulación de las mercancías, podría afirmarse que es productivo, creador de valor y de plusvalor, todo trabajo que se intercambia por el capital variable del capital invertido en la producción. No es el objetivo de esta nota desarrollar el modo en el que se lleva adelante este proceso en la industria, cuestión sobre la que al menos entre los marxistas existe consenso, sino detenernos en el caso particular de los servicios para intentar determinar su carácter productivo o improductivo, su capacidad de crear valor nuevo (productivo) o la de permitir la apropiación por parte del capitalista que los emplea del valor creado en la producción (improductivo). II. El trabajo improductivo Habíamos dicho más arriba que era condición necesaria pero no suficiente plantear que el carácter productivo del trabajo está dado “por las relaciones sociales en las que se funda”. Concluir nuestra definición allí puede ser tan equívoco como afirmar que su carácter depende de si produce o no mercancías materiales. Si seguimos la línea de pensamiento de establecer el carácter productivo o no del trabajo de acuerdo con su capacidad de crear valor, tenemos que analizar en qué casos esto no sucede, aunque exista la relación social entre el capital y el trabajo, exista compra de la fuerza de trabajo por parte del capitalista, e incluso las enormes ganancias de las que se apropia este último. Marx afirma que “lo que caracteriza al obrero improductivo es que en lugar de producir mercancías para el comprador de su fuerza de trabajo, es éste quien se las suministra a él” [14]. ¿Qué significa esto? El obrero productivo, mediante la producción de mercancías, produce constantemente el fondo del que cobra su salario. En cambio, “En la producción capitalista los trabajos improductivos sólo pueden pagarse a costa del salario de los obreros productivos o de las ganancias de sus patrones (y de quienes se las reparten con ellos) [...] estos obreros productivos sientan las bases materiales para la manutención y, por consiguiente, la existencia de los obreros improductivos” [15]. Y unos párrafos más abajo sostiene: “el trabajo improductivo [es] aquel trabajo que no se cambia por capital, sino directamente por renta, por salario o ganancia y, naturalmente, por los diversos elementos que forman la ganancia del capitalista, como son el interés y la renta del suelo” [16]. En este complejo razonamiento, puede vislumbrarse otro elemento central. Para intentar aclarar su significado, si bien nos alejamos del objeto de estudio preciso de este trabajo, puede ser útil guiarnos por las características de uno de los trabajos improductivos analizados por Marx: el que se enfrenta al capital comercial. El capital comercial y el trabajo empleado por él En el caso del capital comercial no hay creación de valor ni de plusvalía, sino “que la plusvalía que corresponde a este capital en forma de ganancia media forma parte de la plusvalía producida por el capital productivo total” [17]. ¿Cómo hace el capitalista comercial para ganarse el “derecho” de apropiarse de ella? Las mercancías no atraviesan en la circulación ningún proceso que les permita adicionar valor. El capital comercial se limita a realizar en la circulación la plusvalía producida con anterioridad. Compra las mercancías al capitalista industrial (que se las vende por debajo de su valor, resignando una parte de la plusvalía apropiada en el proceso de producción) y entra así a formar parte de la cuota general de ganancia. ¿Y qué ocurre con los obreros asalariados del comercio? En primer lugar, “este obrero comercial es un asalariado como otro cualquiera”. Su trabajo es comprado por el capital variable del capitalista comercial y el valor de su fuerza de trabajo se encuentra determinado por el costo de producción de su fuerza de trabajo específica. “Sin embargo, entre él y los obreros empleados directamente por el capital industrial tiene que mediar necesariamente la misma diferencia que entre el capital industrial y el capital comercial y la que existe, por tanto, entre el capitalista industrial y el comerciante. El comerciante, como simple agente de la circulación, no produce valor ni plusvalía [...] razón por la cual tampoco los obreros mercantiles empleados por él a las mismas funciones pueden crear directamente plusvalía para él” [18]. ¿Cómo producen ganancia estos obreros aunque no producen directamente plusvalía? “el capital mercantil obtiene su ganancia de no pagar íntegramente al capital productivo el trabajo no retribuido contenido en las mercancías” [19]; se apropia de una parte de la plusvalía haciendo que se la transfiera el capitalista industrial. La función misma por virtud de la cual el capitalista comercial obtiene esta ganancia, la realizan sus obreros. “Aunque el trabajo no retribuido de estos agentes no crea plusvalía, crea, sin embargo, a su favor, apropiación de plusvalía”. En este caso, los asalariados empleados por esta clase especial de capitalistas, si bien son parte de la clase obrera, no producen valor nuevo. “Del mismo modo que el trabajo no retribuido del obrero crea directamente plusvalía para el capital productivo, el trabajo no retribuido de los obreros asalariados comerciales crea para el capital comercial una participación en aquella plusvalía” [20]. ¿Son explotados? Sí, porque la misma forma de salario permite que éstos repongan su salario por ejemplo en 8 horas; pero, al igual que los obreros empleados en la producción directa, el precio de su trabajo se determina por el valor de su fuerza de trabajo, lo que no guarda relación directa con la masa de ganancia que ayuda al capitalista a transferir en esas 8 horas. Por medio de este trabajo no pago “ahorran” al capitalista parte del plusvalor “cedido” por el capitalista industrial, lo que le permite obtener su ganancia. “Lo que le cuesta al capitalista y lo que saca de ella (de su fuerza de trabajo) son dos magnitudes distintas” [21]. En este caso, el elemento central para determinar el carácter improductivo del trabajo, no sería la ausencia de una relación social de explotación, sino la incapacidad de estos obreros (que trabajan como cualquier otro) de crear valor, de aumentar la masa total de valor existente. III. Trabajos productivo e improductivo: ¿conceptos absolutos o relativos? Es necesario este “desvío” en la exposición para llegar a otro elemento que considero imprescindible para definir el carácter del trabajo. En el mismo texto que venimos citando, afirma Marx: “Por consiguiente, la inversión que suponen estos gastos de circulación es, para el capital mercantil, una inversión productiva. Y también el trabajo comercial comprado por él es, para él, un trabajo directamente productivo” [22], es decir, estos trabajadores, son productivos para el capitalista mercantil que los emplea, pero no lo son para el capital global. Si bien aquí Marx se está refiriendo al caso particular del capital mercantil (análisis que extiende al capital crediticio), es posible vislumbrar en el método utilizado algunos indicios de importancia. Integrando lo dicho hasta aquí, podría decirse que el carácter productivo del trabajo está sujeto al menos a dos condiciones fundamentales: la primera, debe enfrentarse como trabajo al capital, es decir, estar sujeto a una relación social de explotación; la segunda, debe ser creador de valor nuevo y por lo tanto de plusvalor, excluyendo de dicha categoría aquellos trabajos que colaboren a la apropiación por parte del capitalista de una parte de la plusvalía total, pero que no crean valor nuevo. Estos trabajos, si bien son productivos para el capitalista que los emplea, no lo son en relación al capital global. Creo ver en esta cuestión una de las claves para pensar las aparentes contradicciones entre distintas citas dispersas en los diferentes textos. Encuentro aquí dos niveles muy diferenciados de análisis, que es necesario clarificar: por un lado, Marx debate con aquellos que entienden el trabajo productivo como todo aquel que produce algún valor de uso material y lo enfrenta a su concepción de que sólo es productivo aquel trabajo que produce plusvalía o ganancia para el capital. Pero en un nivel más concreto, distingue aquellos trabajos que son productivos para el capitalista que los emplea directamente de aquellos que son productivos para el capital global. En las Teorías sobre la plusvalía, el trabajo productivo es definido como todo trabajo que se intercambia por capital y no por ingreso, y en este caso, estaría realizando el análisis desde el punto de vista de los capitalistas individuales o más precisamente estableciendo cuál es el verdadero origen de las ganancias capitalistas: el trabajo humano no pago, lo que presupone esta relación social. Incluso, el subtítulo se denomina: “Definición del trabajo productivo, en cuanto productor de capital”. Pero en El Capital, Marx distingue entre trabajo productivo para el capital global y trabajo productivo para el capitalista individual, analizando ya la multiplicidad de capitales y la división del trabajo entre los distintos capitalistas. Sin ánimo de entrar en un debate sobre el conjunto de su analisis sobre el trabajo productivo e improductivo, Mandel [23] plantea: “Todo trabajo asalariado que permita al capitalista individual apropiarse de una fracción de la masa global de plusvalor, sin adicionarse a esa masa, puede ser „productivo‟ para el capitalista comercial, financiero o del sector servicios al cual permite participar en el reparto general del pastel. Pero desde el punto de vista del capital global es improductivo, porque no aumenta el tamaño total del pastel” [24]. Esta distinción es la que permite diferenciar los niveles de análisis en el que se utilizan las categorías en cuestión. En esta instancia, estaríamos en condiciones de pensar el carácter que reviste el trabajo empleado por el capital de servicios. Antes de adentrarnos en los casos más intrincados, analizaremos aquellos que Marx desarrolla en diferentes lugares de su vasta obra: el transporte de mercancías, un ejemplo paradigmático de los servicios en la actualidad. ¿Es productivo el trabajo empleado en el transporte de mercancías? Las fases que el capital recorre, y que constituyen una circulación del capital, comienzan desde el punto de vista conceptual con la transformación del dinero en las condiciones de producción. Ahora, empero, cuando partimos no del capital en formación sino del capital formado, el mismo recorre las siguientes fases: 1) Creación de la plusvalía o proceso inmediato de la producción. Su resultado es el producto. 2) Transporte del producto al mercado. Transformación del producto en mercancía. 3) a) Ingreso de la mercancía a la circulación ordinaria. Circulación de la mercancía. Su resultado: transformación en dinero. Éste se presenta como primer momento de la circulación ordinaria; b) Reconversión del dinero en las condiciones de producción: circulación monetaria; en la circulación ordinaria, la circulación mercantil y la monetaria se presentan siempre divididas en dos sujetos diferentes. El capital circula primero como mercancía, luego como dinero y viceversa. 4) Renovación del proceso de producción, lo que aquí se presenta como reproducción del capital originario, y proceso de producción de pluscapital [25]. Según Marx, desde el punto de vista económico, la condición espacial, el transporte del producto al mercado, forma parte del proceso mismo de producción. El producto no está realmente terminado hasta tanto no se encuentre en el mercado. Éste no constituye un momento necesario de la circulación considerada como proceso particular del valor (ya que se puede comprar e incluso consumir el producto en el lugar mismo de su producción). Podría considerarse el transportar el producto al mercado como transformación del producto en mercancía. Este tiempo, así como los gastos requeridos para el acondicionamiento de la mercancía para ser vendida (pesar, medir, calcular) cae dentro de los costos de producción. Las masas de productos no aumentan por el hecho de ser transportadas. Y aunque sus cualidades naturales puedan cambiar por efecto del transporte, esto no constituye, con ciertas excepciones, un efecto útil deliberado, sino un mal inevitable. Sin embargo, el valor de uso de las cosas sólo se realiza con su consumo y éste puede exigir un desplazamiento de lugar, y por tanto, el proceso adicional de producción de la industria del transporte. Por consiguiente, el capital productivo invertido en ésta añade valor a los productos transportados, unas veces mediante la transferencia de valor de los medios de transporte y otras veces mediante la adición de valor que el trabajo del transporte determina. Esta última adición de valor se descompone, como ocurre siempre en la producción capitalista, en dos partes. Una es la que repone los salarios, otra es la plusvalía [26]. Pero, ¿cómo se llevaría adelante aquí la adición de valor? Supongamos un producto fabricado en la Argentina para ser vendido en China. Los costos de producción de dicho producto serían el tiempo de trabajo objetivado en el proceso de producción inmediato de dicho producto, más el tiempo de trabajo contenido en el transporte. Si igualamos a 0 la parte constante del capital invertido en el transporte (puesto que no aporta nada a la cuestión ya que ésta no haría más que reaparecer con la misma magnitud en el valor del nuevo producto), ¿es posible que en los costos del transporte haya plustrabajo y por tanto que el capital pueda extraer de ellos plusvalor? Marx se hace esta pregunta. Se responde fácilmente a esto mediante la pregunta: ¿cuál es el trabajo necesario o el valor en que éste se objetiva? El producto debe pagar 1) su propio valor de cambio, el trabajo que está objetivado en él mismo; 2) el plustiempo que el marinero, carretero, etc., emplea en el transporte de aquel. [...] En la producción inmediata es claro que todo el plustrabajo que el fabricante hace hacer al obrero significa plusvalor para el primero, puesto que se trata de plustrabajo objetivado en nuevos valores de uso y que al fabricante nada le ha costado. Pero es evidente que en el transporte no puede emplear al obrero más tiempo del que el transporte requiere. [...] El marinero, el carretero, etc., sólo necesitan medio año de tiempo de trabajo para vivir un año; el capitalista los emplea un año entero y les paga medio. Como el último carga sobre el valor de los productos transportados un año entero de tiempo de trabajo, pero paga solamente ½, gana una plusvalía del 100% sobre el trabajo necesario [27]. Marx explica que aquí estamos frente a un caso como el de la producción inmediata, y la plusvalía originada sólo puede obedecer a que no se paga una parte del tiempo de transporte a los obreros. Si consideráramos un capital que él mismo fabrique los productos y los transporte, ambos actos estarían incluidos en la producción inmediata y la circulación sólo comenzaría al llegar a su lugar de destino. Para Marx, la industria del transporte forma, por una parte, una rama independiente de producción y, por tanto, una base especial de inversión del capital productivo. Por otra parte, la ubica y la distingue dentro de la circulación por el hecho de manifestarse como la continuación de un proceso de producción dentro del proceso de circulación y para éste. Lo mismo afirma sobre el trabajo destinado a la conservación de las materias primas almacenadas y a todo el capital latente (aquel que aún no ha entrado en el proceso de producción, sino que se encuentra a la “espera” de hacerlo), al fraccionamiento de los productos para acondicionarlos para su venta, el empaquetado, la selección, el control de calidad, el mantenimiento de las máquinas. Todos ellos, si bien no dejan huellas en el valor de uso del producto, el trabajo concreto no modifica la forma del valor de uso, sí dejan huellas en la magnitud de su valor en cuya formación participan por medio de una u otra actividad útil. Surge así, entonces, que el transporte, las comunicaciones y todas aquellas actividades útiles “íntimamente ligadas a la producción”, que si bien no significan una modificación del valor de uso de la mercancía son necesarias para su existencia como tal, son trabajos productivos, es decir, creadores de valor y por lo tanto de plusvalor. Lo mismo ocurre con el mantenimiento, el almacenamiento, clasificación, detalle, embalaje, control de calidad, fraccionamiento, conservación, etc., es decir, todos aquellos trabajos que sin ser parte del proceso directo de producción de las mercancías, participan en la elaboración o conservación de la misma (o a presentarla en el mercado como mercancía terminada); son parte del proceso de valorización del capital. Y eso ocurre tanto en el caso donde estas actividades son ejecutadas bajo el mando del mismo capitalista que produce las mercancías, como cuando estas operaciones propias de la producción son llevadas adelante por distintos capitalistas. Sucede que en muchos casos pueden ser realizadas directamente por el capitalista industrial; en otros, por un tercero que no sea el que directamente las comercializa y en otros tantos incluso directamente por el capitalista comercial (estas formas, en la actualidad, casi nunca se presentan puras, pero estos servicios son parte del proceso de producción de las mercancías). El carácter del capital invertido en otras ramas de "servicios" Los casos analizados arriba constituyen servicios “íntimamente ligados a la producción”. Pero, ¿qué ocurre con aquellos que no tienen esta vinculación directa con la misma? ¿Qué sucede en aquellos casos en que estos servicios no son directamente funciones de la producción de otras ramas industriales y no son tampoco funciones que hagan de por sí a la circulación de las mercancías? ¿Qué sucede con el transporte de pasajeros, los correos (en aquellos casos no ligados a la producción), telefonía e Internet de uso doméstico, la medicina privada, la educación privada, la “industria” del entretenimiento, el turismo? La relativa simplicidad con la que podíamos definir el carácter productivo de los servicios “directamente vinculados a la producción de mercancías”, desaparece aquí. Creo que para responder a esta pregunta es necesario hacer una división más “precisa” en esta categoría tan amplia de “servicios”. Si bien algunos de estos servicios enumerados fueron analizados por Marx, no los desarrolla profundamente; a pesar de esto, puede ser de utilidad analizar algunos ejemplos que Marx tomó en su análisis. En las Teorías..., como ya dijimos, Marx está específicamente debatiendo sobre el trabajo productivo como único creador de riqueza social, y por lo tanto, de ganancia para el capitalista; lo enfrenta con aquellos que ven como trabajo productivo a todo aquel que arroje un resultado ocultando la relación social de explotación que permite que sea “productivo” para el capitalista. Es precisamente por esto, y por el carácter relativamente marginal que representaban los servicios en la época de Marx, que deja planteada la cuestión en un nivel difuso. Esta palabra “servicio” no es, en realidad, más que un término de que nos valemos para expresar el valor de uso especial que rinde el trabajo, como otra mercancía cualquiera; es sin embargo un término específico: el trabajo rinde servicios, no como cosas, sino como actividad [...] Hay ciertos servicios, o ciertos valores de uso, resultado de ciertas actividades o de ciertos trabajos, que se materializan en mercancías; otros, en cambio, no dejan tras de sí ningún resultado tangible, distinto de las personas que los realizan, o bien dejan resultados que no pueden venderse como mercancías. El servicio que me presta el cantante satisface mis necesidades artísticas, pero el placer que ello me proporciona va unido a un acto inseparable del cantante y empieza y termina con él: lo que yo consumo en este caso es la misma actividad, su repercusión en mi oído [...] Si compro los servicios de un profesor, no para desarrollar mis capacidades sino para capacitarme con vistas a ganar dinero, u otros lo adquieren para mí y consigo realmente aprender algo, este desembolso formará parte de los gastos de producción de mi fuerza de trabajo, ni más ni menos que los gastos hechos para el sustento de mi persona [28]. Y más abajo continúa: En la producción inmaterial, aun cuando tenga como finalidad exclusiva el cambio y produzca por tanto mercancías, caben dos hipótesis distintas: 1) Puede ocurrir que se traduzca en mercancías, en valores de uso que revistan una forma personal, distinta del productor y del consumidor. Por consiguiente, estas mercancías pueden existir en el intervalo que separa la producción del consumo, pueden circular y venderse; tal acontece con los libros, con los cuadros, con todas las obras de arte, que no se hallan inseparablemente vinculadas al acto de creación artística [29]. Y prosigue analizando: 2) Hay, por el contrario, casos en que la producción no puede separarse del mismo acto de creación. Es lo que ocurre con todos los ejecutantes, artistas, profesores, médicos, curas, etc. En estos casos, la producción capitalista tiene también un margen muy reducido y no puede llevarse a cabo más que en ciertas ramas. En los establecimientos de enseñanza, por ejemplo, puede ocurrir que los profesores sean simples obreros asalariados a sueldo del director. [...] Con respecto al director, estos profesores son obreros productivos, aunque no lo sean respecto a los alumnos. El director cambia su capital por fuerza de trabajo de los profesores, enriqueciéndose por medio de esa operación. Otro tanto podemos decir de los directores de teatro, de los empresarios de conciertos, etc. Y por último, analiza: [la] industria de la locomoción que se destina al transporte de personas o al transporte de mercancías [...] Lo que hay de característico en esta industria es el desplazamiento. En lo que se refiere a las personas, podemos concebirlo simplemente como un servicio que les presta la empresa ferroviaria. Sin embargo la relación entre compradores y vendedores de este servicio no presenta la menor afinidad con la relación entre los obreros productivos y el capital, ni tampoco, por ejemplo, con el de los compradores y vendedores de hilados. En cuanto a las mercancías, el objeto del trabajo, la mercancía, experimenta un cambio durante el proceso de trabajo: cambia de lugar y por consiguiente de valor de uso, ya que uno es función de otro. Su valor, en cambio, aumenta con el trabajo requerido por esta modificación de su valor de uso y la suma de este trabajo se halla determinada, al igual que en los demás procesos, por el desgaste del capital constante, es decir, del trabajo materializado, y por el trabajo vivo. [...] Es decir, que aunque el trabajo real no deja huella en el valor de uso, se traduce, sin embargo, en el valor de cambio de este producto material. Y podemos afirmar que en esta industria, lo mismo que en las demás ramas de la producción material, este trabajo se materializa en la mercancía, a pesar de no dejar ninguna huella visible en su valor de uso. Como puede observarse, Marx define que son productivos todos aquellos trabajos directamente ligados a la producción industrial que, aunque no dejan huella en el valor de uso, incrementan su valor. Pero en los casos donde el trabajo no se materializa en una mercancía, donde el resultado del trabajo desaparece en el mismo acto de su producción, al menos es confuso. En el caso del transporte de pasajeros, de los artistas que trabajan para un capitalista, de los maestros y médicos que trabajan para un patrón, pareciera vislumbrarse algo distinto. Por un lado, vemos que en el mismo texto que es tomado a menudo como fuente en la que Marx consideraría productivos el trabajo de la cantante, payasos, etc., siempre y cuando trabajen para un capitalista, Marx cambia el nivel de análisis afirmando: “Todo servicio produce algo: la prostituta produce placer, el asesino un asesinato, etc. [...] cada clase de servicios tiene su valor. No faltaría más sino que fuesen gratuitos. Pero no se trata de esto. Aunque lo fuesen, no aumentarían ni en un ochavo la riqueza material” [30]. Es desde esta consideración que tiendo a creer que estos trabajadores son trabajadores improductivos como lo son los capitales a los cuales se enfrentan. Analicemos en particular el trabajo de los docentes (de educación primaria, media o universitaria) que trabajan en instituciones privadas y el de los médicos empleados en clínicas o sanatorios privados también [31]. Marx, debatiendo con A. Smith, analiza que aquellos servicios: [...] destinados a conservar la fuerza de trabajo, a formarla, a modificarla, a especializarla o simplemente a mantenerla en buen estado, por ejemplo, los servicios del maestro de escuela (en aquello en que son industrialmente necesarios), los del médico que vela por su salud, conservando así la fuente de todos los valores, y por tanto, la fuerza de trabajo misma, son servicios que contribuyen a hacer valer una mercancía susceptible de ser vendida, la fuerza de trabajo, y que figuran entre los gastos de producción y reproducción de esta fuerza. No obstante, sostiene inmediatamente: “Sin embargo, A. Smith no ignoraba cuán poca „instrucción‟ entra en los gastos de producción de la gran masa de los obreros”. E incluso explica cómo, si por determinadas razones se reduce el salario de los obreros, es evidente que no podrían seguir éstos consumiendo la misma cantidad de servicios del médico, del maestro de escuela, etc. “Si bien en parte esto podría considerarse así [como adición de valor a la mercancía fuerza de trabajo], ni el trabajo del maestro de escuela, ni el del médico crean directamente el fondo de que cobran, aunque sus servicios figuren entre los gastos de producción del fondo que crea todos los valores, de la fuerza de trabajo, por lo tanto no son trabajos productivos” [32]. Intentemos clarificar este punto. Un docente de primaria trabaja al menos cuatro horas diarias, durante 180 días al año, durante al menos seis años de enseñanza básica, “formando”, podría decirse, una cierta capacidad de trabajo. Dejando de lado el hecho insoslayable de que sólo una muy pequeña parte de la educación interviene en la “producción” de las capacidades necesarias para desarrollar un determinado trabajo, incluso esa pequeña parte, no guarda relación con el valor que colabora a “producir”. El obrero productivo incorpora a la mercancía (sea cual fuere su carácter material o aunque no adopte ninguna modificación visible) una determinada cantidad de tiempo de trabajo al poner en funcionamiento su capacidad productiva. Si trabaja ocho horas y está utilizando el tiempo de trabajo socialmente necesario, agregará ocho horas de valor nuevo. ¿Podría decirse que ocurre lo mismo en el caso de un maestro o un médico? Creo que, basándonos en esta diferenciación de niveles de análisis planteada por Marx, si bien no descarta la existencia de trabajo productivo por razón de que este no se traduzca en la modificación del valor de uso de la mercancía, sí tiene en cuenta que el valor puede agregarse en función de que se materializa en la mercancía sobre la que reposa. Incluso podría decirse que al pensar los servicios personales los refiere también a que puedan “objetivarse” en una mercancía, en este caso en la fuerza de trabajo. Es como si a cada paso, al analizar la existencia de valor nuevo, tuviera que referirse a su objetivación en una mercancía. En el caso de los servicios personales, plantea que no puede afirmarse que el valor se objetive en la fuerza de trabajo considerada como tal, por lo cual el trabajo del médico o del maestro constituirían trabajos improductivos. Los capitalistas que invierten en estas ramas de servicios, se las arreglan para apropiarse de “la mayor parte de la riqueza material”, de la riqueza social global. La existencia de estos obreros improductivos son el resultado de esta forma de organización capitalista: “los obreros improductivos no crean placeres y [...] la compra de sus servicios se halla determinada, pues, por el modo como el agente de producción quiera gastar su salario o su ganancia” [33]. Estos servicios se pagan con “el remanente producido por los obreros productivos, pero no percibido por ellos”. Si bien esto no pretende ser una respuesta acabada sobre un debate que está plenamente abierto y es necesario profundizar, contrastar con la realidad del capitalismo en la actualidad, es mi opinión que los capitales invertidos en estas ramas de servicios son improductivos, y por lo tanto, lo es también el trabajo empleado por ellos. Tiendo a inclinarme por la definición esbozada por Marx cuando afirma: A medida que la hegemonía del capital se iba imponiendo y sometía a su imperio poco a poco a las ramas de producción que no se hallaban directamente interesadas en la creación de riqueza material, [...] creían hacer honor a todo individuo al clasificarlo como obrero productivo [...] Nosotros, por nuestra parte, preferimos a los autores del tipo de Malthus, que defiende sin ambages la necesidad y la conveniencia de los obreros improductivos y de los simples parásitos [34]. A diferencia de estos parásitos de la sociedad capitalista, curas, jueces, hombres de estado, etc., etc., los obreros improductivos, ya sea aquellos ligados a la circulación o aquellos ligados a los servicios donde el capital es improductivo, si bien no agregan un átomo de valor nuevo, no incrementan la riqueza social, son imprescindibles para el funcionamiento del modo de producción capitalista, penetran todos los poros de la sociedad. Su carácter de obreros improductivos no obsta para que su fuerza social desbarate los resortes de las grandes urbes, desarticulando la vida social cuando paralizan su trabajo. La enorme fortaleza lograda por los mismos, habla a las claras del rol social que, como parte de la clase obrera, están llamados a cumplir en el proceso de la transformación revolucionaria de la sociedad. Notas [1] Mandel, Ernest, El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx, México, Siglo XXI Editores, 1985, pg. 128. [2] Es necesario dejar de lado en el análisis todos aquellos servicios o trabajos que son prestados en forma personal (un profesor que da clases particulares, una costurera que desarrolla su trabajo en su casa, un plomero a domicilio, las profesiones liberales). Todos ellos constituyen, desde el punto de vista del capital, trabajos improductivos ya que se cambian directamente por renta. Por útiles que sean, quedan fuera del análisis que intentamos desarrollar, ya que de lo que se trata es de analizar el carácter de los trabajos asalariados y su relación con la valorización del capital. [3] Marx, Karl, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), tomo I, México, Siglo XXI, 1971, pg. 245 y 46 (nota al pie). [4] Ibídem, pg. 249. [5] Marx, Karl, Teorías de la Plusvalía, Madrid, Alberto Corazón Editor, 1976, pg. 134. [6] Ídem. [7] Ibídem, pg. 135, negritas mías. [8] Ídem. [9] Ibídem, pg. 138, negritas mías. [10] Marx incluso afirma que un empresario de espectáculos, de conciertos, de casas públicas, etc., compra el derecho a disponer temporalmente de la fuerza de trabajo de los actores, prostitutas, músicos, etc., luego vende esa fuerza de trabajo al público, reembolsándose con ello los salarios y obteniendo una ganancia. Esta cuestión la analizaremos más abajo, ya que al referirse a “ganancia” esta afirmación es válida en un determinado nivel de análisis, pero no lo es al enfrentar estos trabajo al capital global. [11] Marx, Karl, Teorías de la plusvalía, op. cit., pg. 146. [12] Ídem. [13] Ibídem, pg. 148. [14] Ibídem, pg. 139. Téngase en cuenta que hablamos, como ya se advirtió, de fuerza de trabajo comprada por el capital con salario. [15] Ibídem, pg. 159, negritas mías. [16] Ídem, negritas mías. [17] Marx, Karl, El Capital, Tomo III, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, pg. 278. [18] Ibídem, pg. 286. [19] Ídem. [20] Ibídem, pg. 287. [21] Ibídem, pg. 293. [22] Ibídem, pg. 294. [23] No debatiré aquí respecto a la posición de Ernest Mandel, simplemente destaco este elemento analizado por él y que creo puede ser de utilidad. [24] Mandel, Ernest, El Capital. Cien años de controversias..., op. cit., pg. 123. [25] Marx, Karl, Elementos fundamentales..., tomo II, op. cit., pg. 129 (negritas mías). [26] Marx, Karl, El Capital, Tomo II, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, pg. 133. [27] Ibídem, pg. 10. [28] Marx, Karl, Teorías de la Plusvalía, op. cit., pg. 221. [29] Ibídem, pg. 223. [30] Ibídem, pg. 212, negritas mías. [31] El caso de los empleados por el Estado merecería un estudio aparte que no es el objetivo desarrollar en esta nota, ya que se trata de definir el carácter del trabajo intercambiado directamente por la parte variable del capital. [32] Marx, Karl, Teorías de la plusvalía, op. cit., pg. 144. [33] Ibídem, pg. 151. [34] Ibídem, pg. 152, por parásitos se está refiriendo a los curas, los “hombres de estado”, los juristas.