“Las Instrucciones del año XIII 200 años después” Con la coordinación de Ana Ribeiro y Gerardo Caetano, reconocidos investigadores nacionales, destacados historiadores extranjeros y los cinco presidentes pos dictadura ofrecen, en un minucioso y plural trabajo, visiones particulares, diferentes y por momentos sorprendentes, sobre dos pequeñas hojas manuscritas, entregadas por Artigas a los diplomáticos orientales en 1813, que se han convertido en uno de los documentos “fundacionales” de nuestra nación. Cuando los reconocidos doctores en Historia, Ana Ribeiro y Gerardo Caetano fueron convocados por Editorial Planeta para realizar un trabajo con referencia a las Instrucciones del año XIII, al cumplirse los doscientos años de su redacción, inmediatamente pensaron en que dicho material debía ser plural y abierto. Donde los autores pudieran dialogar entre sí, cruzar argumentos y confrontar. Es así que en sus más de seiscientas páginas encontramos, entre otros destacados autories a Lincoln Maiztegui preguntándose si son Las Instrucciones el documento político fundamental de Uruguay, y a Carlos Demasi indagando sobre “los” Artigas de las Instrucciones. Pero según los coordinadores del trabajo, el mismo no estaría completo sin un lujo republicano que no muchos países se pueden dar: cuenta con la participación de los cinco 30 presidentes pos dictadura. Fue así que Julio María Sanguinetti tituló su capítulo: “Las Instrucciones ayer y hoy”, Luis Alberto Lacalle: “Un mojón de la Independencia”, Jorge Batlle: “Esclavos, pero de ley”, Tabaré Vázquez: “Las Instrucciones del año XIII: un legado que impulsa”, y José Mujica: “Patria Federal y republicanismo auténtico”. Más allá del trabajo en sí, Punto edu consultó a Ana Ribeiro sobre Las Instrucciones y el trabajo en el aula. ¿Cree que en la enseñanza curricular se le ha dado el tratamiento adecuado a las Instrucciones del año XIII? Todos los temas de Historia (y algunos más que otros) presentan una tensión entre los discursos (de la nación, de la integridad moral del héroe, de los momentos y personajes fundacionales) y las modalidades de análisis de los historiadores, que deben ser antidogmáticos, anti-gran hombre, anti- determinación del pasado solo por los hechos políticos; que deben ser complejizadores. La clase del docente juega con esas líneas de tensión: satisfacer el calendario patrio, reafirmar la identidad nacional, el discurso de la nación, pero también dar lugar a lo racional y verosímil (los relatos de excepcionalidad y cuasi “divinidad” de los héroes y de los hechos heroicos no resisten muchas veces las preguntas racionales y descarnadas de los jóvenes) y al sentido crítico que todo buen docente desea dejar como simiente en la cabeza de sus alumnos. A su vez, el profesor abreva en los libros escritos, porque es un “dicente”, no un investigador de archivo ni un historiador. El profesor confía en los libros y se los brinda y narra a sus alumnos. Los libros recogen la investigación histórica y la evolución historiográfica seguida por los historiadores. Si un docente utiliza sobre Instrucciones del año XIII los textos de Zorrilla de San Martín, le dirá a sus alumnos, pues que las Instrucciones son “el gran decálogo de la organización política de las futuras repúblicas, y la base de los derechos del ciudadano sud-americano”; pero si utiliza a Barrán, buscará al conductor-conducido, mirará al entorno del gran hombre, buscará el cuerpo social como protagonista y como entorno determinante del documento. El libro que hemos hecho con Gerardo recoge esas complejidades historiográficas, con la esperanza de serle útil al docente. Tras haberlo analizado tanto, ¿qué recomendaciones podría hacerle al docente de Historia que tiene que tocar el tema con sus alumnos? Que le presente al alumno, en primer lugar, el escenario vivo de los hechos históricos; que le haga entender que todo documento tiene un contexto de época que lo explica, que lo hace más inteligible. Que en ese contexto están las claves de cómo pensaban, actuaban y hablaban aquellos hombres. En segundo lugar le diría que hay, además del contexto de época, un contexto conceptual: que les remarque las palabras utilizadas, que las tome con una pinza, las ponga sobre el escritorio y las analice: ¿Qué quisieron decir cada vez que decían “libertad”; y cuando decían “república”? En tercer lugar, que le lleve a sus alumnos todo lo que les ayude a reconstruir el mundo material del momento: las Instrucciones fueron dos páginas, que las vea, que entienda la diferencia entre esa fragilidad de dos hojitas sueltas y los voluminosos libros que esas dos hojas han generado. Que comprenda el sitio en el que las Instrucciones fueron presentadas y escritas: un campamento, animales, fogones, la guerra al acecho... La Historia debe estar lo más viva posible, para conmover y despertar interés. 31