Emilio Sardi / Vice presidente ejecutivo Tecnoquímicas ¡Oh!... ¿Y ahora quién podrá defendernos? http://www.portafolio.com.co/hist_imp/porta_secc/porta_opin/2005-1109/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_PORTA-2601581.html Como el naufragio de un trasatlántico sin suficientes botes salvavidas, el cuarto de al lado en las mal llamadas ‘negociaciones’ del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos brinda un espectáculo realmente deprimente de insolidaridad humana. Es evidente la angustia de la infinita variedad de representantes del sector empresarial que ya han entendido que sus gremios o empresas van a encontrarse entre quienes los funcionarios del Ministerio de Comercio han determinado serán los ‘perdedores del TLC’. Con angustia persiguen ansiosamente a esos funcionarios, buscando que no los condenen al cierre de sus negocios, ofreciéndoles su respaldo para que cierren a otros a cambio de por lo menos una esperanza de vida. Y, por el otro lado, los pocos que esperan beneficiarse del tratado, presionan permanentemente para que no les vayan a enredar el enriquecimiento que creen gozarán con éste, así sea a costa del futuro del resto de los colombianos. Esto es triste, pero es natural. El instinto de conservación es el más desarrollado, y no es de extrañarse que quienes sienten amenazada su supervivencia luchen por ella con todos los medios. Y ni que hablar del acicate de la codicia. Pero si los empresarios tienen quienes luchen por ellos -así sea infructuosamente, lo mismo no les sucede a los ciudadanos del común, ni mucho menos al Estado. Con estudios de gran seriedad, las ONG de la salud han demostrado el grave riesgo para el acceso a la salud de los colombianos de concesiones en propiedad intelectual que vayan más allá de lo dispuesto por la OMC. No hay nada parecido en otros campos, como el acceso al trabajo, por ejemplo. Y nadie interviene para evitar los daños que sufrirá el Estado colombiano, cuyo funcionamiento finalmente pagamos todos. Para muestra de lo que está en vías de suceder, basta un botón: la denominada ‘cláusula de anulación y menoscabo’. Los ‘negociadores’ colombianos han acordado incluir en el TLC un artículo que reza: "las disposiciones para la solución de controversias… se aplicarán a la prevención o solución de las controversias… cuando una parte considere que: …El beneficio que la parte pudiese haber esperado recibir razonablemente bajo los capítulos acceso a mercados, normas de origen, servicios transfronterizos, compras gubernamentales y propiedad intelectual está siendo anulado o menoscabado por una medida de la otra parte que no es inconsistente con este acuerdo." O sea que si el Estado colombiano emite una norma que no viole el TLC, pero que alguna compañía estadounidense considera le puede reducir lo que pensaba ganar por el TLC, el Estado tendrá que reembolsárselo. Por ejemplo, el Ministro de Comercio ha afirmado que no hay problema en concederles monopolios a las multinacionales farmacéuticas porque el Gobierno puede aplicarles controles de precios. Si los aplican, esta cláusula obligaría a los contribuyentes a reembolsarles la diferencia. En 2002, este Gobierno, junto con los de otros 12 países, incluyendo los andinos, envió una carta de 18 páginas a la OMC, oponiéndose a la aplicación de este concepto en el marco de los Adpic (derechos de la propiedad intelectual). Entre las muchas razones que adujo en contra de ese esperpento, señalaba que no era deseable "socavar la autoridad de reglamentación e infringir derechos soberanos". Esta cláusula, violatoria de la soberanía nacional, es tan importante para las multinacionales que quien entregara esa carta, el hoy director del equipo de negociación colombiano, en olímpica voltereta, la presenta ahora como benéfica para el país, con el fin de que le firmen el tratado. Víctima de una cláusula similar, México ya ha pagado cientos de millones de dólares en este tipo de reclamos. Es indispensable que alguien defienda al Estado colombiano -que al final somos todos del atropello que se está configurando con la adhesión a ella. Como no va a ser el Ministerio de Comercio, y el Ministerio de Hacienda o a Planeación Nacional, no han mostrado interés en el tema, deberán hacerlo las entidades de control, el Congreso de la República o la Corte Constitucional. Porque, apabullado por el Nafta, el Chapulín Colorado ya no podrá defendernos.