LA RONDA DE NOCHE, 1642. RIJN MUSEO DE ÁMSTERDAM. REMBRANDT (1606-1669) Introducción. La Compañía del capitán Frans Banning y el teniente Willem van Ruitenburch o La ronda de noche, En la Holanda del siglo XVII encontramos una producción de arte con un carácter nuevo, el que da la ausencia de aristocracia e Iglesia Católica como principales clientes. El artista gana en independencia, pero se somete a las leyes del mercado, lo que puede enriquecerle y también, empobrecerle. Junto a esta novedad hay otra de carácter temático: el aprecio por la reproducción de la realidad cotidiana. Al servicio de esta reproducción se pondrá un desarrollo científico-técnico que llevará a los pintores a utilizar los progresos de la tecnología óptica. Destaca por encima de todos en la primera mitad del siglo XVII el maestro Rembrandt, nacido en Leyden en 1606 aunque se instalará definitivamente en Amsterdam en 1632 donde conocerá un gran éxito hasta mediados de siglo, rodeado de discípulos y encargos importantes. Sus últimos veinticinco años serán una constante búsqueda de la verdad, entendiendo por ésta más el ahondar en los sentimientos que en fijar las apariencias. En la obra del artista veremos reflejados sus avatares biográficos: de la prosperidad al calor de una burguesía rica y culta, a la soledad y la pobreza, como precio a pagar por su independencia. Análisis de la obra. Estamos ante la más célebre de sus composiciones, correspondiente al periodo culminante de su carrera en 1642. Es un óleo sobre lienzo cuyas dimensiones son 3’59 X 4’38 m. ¿Se puede abstraer alguna de las figuras del conjunto? No, porque forman parte de un todo, de un conjunto indisociable. ¿Es posible separar la forma del fondo? Tampoco, son uno, están fundidos como una brasa. ¿Existe la forma plástica entendida como línea y volumen modelado? No, la forma plástica ha desaparecido. ¿Qué queda entonces? Actitudes, formas, objetos, gestos, posiciones... todos ellos sometidos a un estilo luminista, el que permite poner de manifiesto una capacidad maravillosa de Rembrandt: revelar algo y, a la vez, esconderlo. La fuente de la luz está fuera del cuadro y entra por arriba y por la izquierda, según la dirección de las sombras proyectadas y que pueden observarse en el reflejo de la mano del personaje central sobre su acompañante. Tiene un comportamiento selectivo: la chica con el gallo; los personajes centrales; y los rostros casi frontales de los demás protagonistas. A partir de ahí, una orquestación de tonos y resonancias que afecta a toda la atmósfera del cuadro y en la que también participan las masas de sombras y penumbras. Directamente asociada a la luz está el color, aplicado con un carácter matérico, empastado, denso, casi con relieve. Destacan los tonos cálidos de las tierras y los ocres, además del rojo del echarpe del protagonista y de la ropa del soldado con su larga arma situado a su derecha. Sumemos los amarillos de la joven y del lugarteniente, más los blancos como los de la golilla en contraste con el negro. En un espacio pronunciado, destaca el movimiento de la escena, la captación de un instante. Es la composición la que contribuye directamente a esta visión. Aparentemente desordenada, está construida de un modo racional, según los dos ejes medios del rectángulo del cuadro: el eje horizontal determina un telón de personajes que sirve de fondo y que están en alto, dejando el primer plano a las dos figuras principales. Las diagonales de la larga lanza y del asta de la bandera se cruzan en el centro luminoso de la escena; finalmente, el grupo de la derecha está relacionado con el resto por la lanza. Iconografía. Hacia 1800, debido a que la obra estaba bastante oscurecida por sucias capas de barniz, fue erroneamente denominada "Ronda de noche". Se deja atrás un pasaje cubierto. Un grupo de milicianos comandados por un capitán y un teniente van a salir a hacer la ronda por las calles de la ciudad de Amsterdam. Detrás de los oficiales vemos a los soldados colocados aleatoriamente: unos hacen de arcabuceros -cargan con pólvora, descargan-, otros se acompañan de timbales o de picas. En el centro de semejante agitación, una chica lujosamente vestida y que lleva un gallo colgado a la cintura (mascota de la corporación), contempla atentamente la acción. También nos mira irónicamente el mismo autor situado a la derecha y dejando ver únicamente una parte de su rostro. En el escudo de arriba figuran los nombres de los dieciséis personajes representados y que han realizado el encargo. Se trata de los miembros de la corporación de arcabuceros del distrito II de Amsterdam. En el cuadro sólo están representados los ricos, pertenecientes a la clase media o alta. Aquí vemos cómo se rompe con la tradición de las viejas pinturas de compañías militares de la que son ejemplo los retratos colectivos de banquete, la especialidad de Frans Hals. Y lo hace por la disposición aleatoria de las figuras y por la dignidad de una decoración como esa arquitectura inventada que en esta época se reservaba a los soberanos. En ningún momento se ha negado que Rembrandt comenzara a difuminar los límites entre el retrato grupal y la pintura histórica (que, en la jerarquía de los géneros de la pintura ocupaba el primer puesto). De hecho, parece ligado a un acontecimiento verídico, lo que ocurre es que no se sabe si alude a la guardia que escoltaba a la reina María de Inglaterra el 20 de mayo de 1642 o se refiere a la visita oficial de María de Médici en septiembre de 1638. Cualquiera que sea el acontecimiento, Rembrandt se esfuerza por ennoblecer a su clientela burguesa al trasponer el motivo a una esfera histórica. También la agitación es constitutiva de la pintura histórica del Barroco, que sigue el mismo principio, exigido para este género desde Leon Battista Alberti, de la varietà. Esta variedad, no obstante, está sometida a una jerarquía oculta, la que dicta la superioridad y subordinación ahora de una sociedad burguesa.