Identidades Africanas - Grupo de Estudios Internacionales

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Identidades Africanas: Ideas sobre la política
exterior del panafricanismo
Raul Igancio Romanutti
África Subsahariana
AI 008/2010
30 de abril de 2010
RESUMEN
La identidad de los Estados del África subsahariana luego de su independencia
ha sido moldeada por discursos de poder endógenos y exógenos al sistema. El análisis
parte de la institución del colonialismo para presentar algunas ideas generales que se
enmarcan en un estudio del panafricanismo y su vinculación en lo que fueron los
nuevos Estados del continente, para luego plantear la pregunta que refiere hasta qué
punto las identidades estatales condicionadas por ésta corriente de pensamiento han
influenciado en los intereses de los gobiernos en cuanto a su política exterior y qué
importancia ha tenido sobre ellas el discurso de la soberanía estatal. Para esto las
acciones de Kwame Nkrumah, uno de los líderes del panafricanismo en Ghana se
presenta como un caso de especial atención en la construcción de intereses de la
región desde mediados del siglo XX hasta fines de la década de los 60.
Identidades Africanas: Ideas sobre la política exterior del
panafricanismo
RAÚL IGNACIO ROMANUTTI1
Introducción
Hay algo de lo que podemos estar seguros sobre los Estados africanos: todos
han sido (luego de la descolonización post segunda Guerra Mundial) enmarcados en la
etiqueta de “tercer mundo”. A diferencia de los Comunidades desarrolladas, estas
sociedades se caracterizan por el sometimiento y la conformación de lo que en las
teorías de la dependencia se conoce como “Periferia”. Como explica Hobsbawm es
cierto que tal vez las Naciones del tercer mundo en los que se incluye por regla general
a los del África subsahariana hayan subestimado las limitaciones de su atraso: el
analfabetismo, el desconocimiento o falta de confianza a las políticas (recetas) de
modernización económica, cuando sus gobiernos se imponían objetivos inalcanzables
en su cumplimiento (HOBSBAWM; 2005: 352). Pero también es cierto que las formas
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El autor se encuentra cursando las últimas materias de la Licenciatura en Relaciones Internacionales
(UCC), y se desempeñó como intreprete en el sur de África (NOMAD).
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de dominación anteriores a las décadas del cincuenta y del sesenta y los nuevos
discursos de dominación muchas veces enmarcadas en el neocoloniasmo, han
supuesto marcos que han limitado la actuación de las comunidades de la región. Un
ejemplo claro de ésta situación es la ocupación europea en el continente y sus
consecuencias: cuando los Estados Europeos desembarcaron en territorio africano, se
encargaron de disponer de un sistema de dominio político en el que el poder residiera
en un grupo étnico diferente que provenía del viejo continente. Las economías de las
colonias se desarrollaron no para el sistema europeo en general sino para las
respectivas metrópolis, por lo que muchas de sus consecuencias se encuentran hoy a
la vista: economías desplegadas en esferas productivas de materias primas que se
encuentran condicionadas (mediante el comercio internacional) a las (in)posibilidades
del continente en cuanto a diversificación productiva: cuando los gobiernos desean
diversificar su comercio, dependen en gran parte de los mismos mercados que antes
de su independencia.
Lo cierto es que junto a la dominación económica de la estructura colonizadora,
las formas de supremacía social y política no tardaron en revelarse: sistemas de
segregación legalizados, comercio de esclavos (una de las mayores actividades
comerciales entre el siglo XIX y el XX) entre muchos de los ejemplos que podemos
citar: la dominación de las comunidades africanas fue legitimada por los discursos de
poder logrando como resultado las formas más perversas de violación de los derechos
humanos. Así en un primer momento, luego de que los Estados africanos declararan su
independencia la constitución de su identidad como soberanos recorrió un camino
lógico: no existían rasgos culturales, sociales y políticos comunes sino una reacción
común a una actitud común por parte de los colonizadores. Si bien esto llevó a
considerar a la comunidad vecina como “hermana” frente al colonizador, las diferencias
intraestatales siguen siendo vitales, lo que ha suscitado gran parte de los conflictos
armados en la región. El nacionalismo africano fue casi en su totalidad producto del
colonialismo y el movimiento panafricanista surge en respuesta a los discursos de
dominación que prevalecían legitimados en la comunidad internacional. Inclusive
actores claves del pensamiento panafricanista como Du Bois o Nkrumah son producto
de la ocupación europea.
Nos disponemos a encauzar el estudio de la identidad africana desde dos
puntos histórico-temporales básicos como guía: la etapa colonial marcada por
estructuras de poder que legitimaron la dominación de las comunidades africanas y, en
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segundo lugar, el surgimiento del pensamiento panafricanista y su construcción
identitaria que recorrió el camino de la independencia de los Estados africanos.
Una pregunta de corte general se vincula a las construcciones que las
comunidades africanas han desarrollado: ¿Cómo ha influido la construcción identitaria
en la política exterior de los Estados africanos? De manera más particular: ¿hasta qué
punto las identidades estatales condicionadas por el pensamiento panafricanista han
moldeado los intereses de los gobiernos en cuanto a su política exterior? El objetivo
principal de éste escrito es presentar algunas ideas generales (aun no acabadas) que
han influenciado en la política exterior de los países del África subsahariana en
vinculación con sus intereses nacionales; evitando caer en la simplificación de que a
falta de poder real (la conocida “realpolitik”) sobre las decisiones del sistema
internacional, poca relevancia podría tener para la Comunidad Internacional la región
que proponemos estudiar.
NKRUMAH Y GHANA: Panafricanismo de tercera generación
El panafricanismo fue un pensamiento que ha ido evolucionando por
acumulación: como nos explica Eduardo Devés Valdez, el “…de primera generación,
formulado hacia 1900 (…) se estructuró sobre la base del principio de defender a los
negros del mundo de todas las formas de abusos y explotaciones. El de segunda,
formulado hacia 1920 (…) consistió en (el) (…) objetivo de la igualdad de derechos. El
de tercera generación, sin renunciar a lo anterior, sino para completarlo y realizarlo, se
propuso la independencia de los pueblos africanos de la tutela colonial” (DEVÉZ
VALDEZ; 2007: 4). Uno de los máximos exponentes del tercer panafricanismo fue
Kwame Nkrumah.
Nkrumah nació dentro del grupo Nzima de la tribu Akan de Nkroful, en lo que
ahora es el Estado de Ghana. Con un historial de estudios en el extranjero entre los
que se incluyen Universidades norteamericanas e inglesas, comenzó su lucha contra la
explotación del continente negro empezando en Londres, desde la Unión de
Estudiantes del África Occidental (fundada en 1925). A partir de entonces, los procesos
de lucha lo llevarían hasta el punto culminante de la dirigencia en su País natal: sería
elegido el Primer Presidente hasta su derrocamiento por un golpe de Estado en 1966.
Tal vez los seis principios del Convention People´s Party (C.P.P.) que Nkrumah
co-funda en 1949, destaquen su pensamiento por los menos en los primeros años de
su lucha luego de volver a su País: combatir incansablemente por todos los medios
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constitucionales para obtener el pleno “autogobierno ahora” para los Jefes y el pueblo
de la Costa de Oro, la creación de un gobierno democrático, alcanzar y mantener la
completa unidad de los jefes y el pueblo de la Colonia y ayudar y colaborar de todas
formas posibles para la creación de un gobierno unido y autónomo del África
Occidental (SEGAL 1964: 255) fueron los puntos básicos del programa del Partido. El
objetivo era esencialmente la liberación y unión de toda África.
Desde el punto de vista del avance y consolidación del pensamiento, es
menester visualizar un punto característico: las formas sociales en las que se han
originado y distribuido el discurso panafricanista son comunidades que han construido
su identidad con anterioridad a la consolidación de la institución de soberanía en el
continente, nos referimos al contexto de su surgimiento: las identidades que
condicionan a los Estados son en principio construidas en el interior de las fronteras.
Propusimos anteriormente que el colonialismo ha sido una de las principales
causas del Panafricanismo y ha sido un instrumento de utilización por parte de los
Estados para la construcción de una identidad propia. No podemos comprender la
liberación africana sino pensamos en la consolidación de identidades anteriores al fin
del colonialismo; que es entendido aquí como una institución: “una estructura o un
conjunto de identidades e intereses relativamente estables” (WENDT 2005: 8). Es
evidente que no existen sino es mediante la interacción de los sujetos y de sus ideas
sobre el funcionamiento de la realidad, lo interesante es que las instituciones “se las
arreglan” para ser percibidas como existencias separadas y objetivas del mundo que
las construye. Así son codificadas y normalizadas pero no tienen ningún valor sino es
mediante la socialización de los sujetos que las crean y las piensan y a un nivel aún
mayor, por la interacción de las entidades estatales. Llegan a oponerse como
realidades objetivas y coercitivas que a su vez también tienen necesaria influencia en
las construcciones sociales en el momento de hegemonía de los discursos que las
mantienen.
Lo relevante de las instituciones (en especial las que son externas e impuestas
a una comunidad) en el condicionamiento de las identidades nacionales es que el
sustrato material, la “materia prima” (como la llama Wendt) de la que se forman los
miembros de un sistema internacional, es construida por sociedades nacionales que se
encuentran sujetas en una red de discursos que las moldean, incluso antes de que el
Estado sea considerado como tal por la Comunidad Internacional y que, éstos
mantienen a una institución como legítima o verdadera pues en última instancia la
institución es el discurso. Aquí debemos responder antes de seguir a una pregunta que
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se hace el constructivismo wendtiano (agregando a la ecuación la cuestión africana):
¿son las identidades y los intereses de la política exterior de los Estados exógenos o
endógenos al sistema estatal? La respuesta es, un poco de ambos: el colonialismo ha
sido una institución impuesta por el imperialismo europeo de finales del siglo XIX a
principios del XX pero que ha tenido su propio modelo en el continente. A su vez, las
ideas del África unida para la liberación y el desarrollo económico ha sido una
construcción interna de las comunidades africanas pero cargado de discursos
importados, como la idea del “desarrollo” de los pueblos “atrasados”. El análisis de las
formas coloniales se hace obligatorio en este apartado.
Colonialismo: llave de entrada al sistema internacional
El discurso del colonialismo ha sido impuesto por Europa impidiendo por mucho
tiempo la ruptura con la institución, pues los actores estaban manifiestamente
interesados en mantener el papel relativamente estable de las identidades construidas
antes de mediados del siglo XX: el poder de Europa sobre África ha permitido la
producción de verdad; la representación europea de la realidad fue clara en los
tiempos más próximos del colonialismo: el “atraso” de las comunidades africanas
imponía el deber de tutela por parte de los Estados modernos, en puntos tan disímiles
como la evangelización de las colonias francesas hasta la supuesta inserción comercial
de las colonias inglesas al comercio internacional. Aquí el poder ha mostrado sus
efectos más cercanos al individuo con la esclavitud y los modelos de gobernanza
europeos y es donde comienza el pensamiento panafricanista. Lo que se discutió de
manera ferviente por muchos años fue si la llegada de la Europa a África puede
considerarse “colonización” en el sentido estricto de la palabra u “ocupación europea”:
lo relevante en éste caso es que sea como fuere, el sometimiento de los pueblos
africanos existió y esto ha marcado su lugar en la Comunidad Internacional. La
institución del colonialismo llevó a las autoridades europeas a formas de sometimiento
“capilares”2 hoy tan claras en las formas de construcción de discursos de poder: la
micromecánica de
poder en los reglamentos de los esclavos y sus formas de
interacción en la sociedad es el claro ejemplo del sometimiento y de la producción
discursiva, la idea del derecho construyendo verdad es clara en éste punto: la voluntad
2
El concepto de poder capilar refiere a un conjunto de pequeños poderes que se constituyen a un nivel
mucho más bajo que el del Estado o una elite particular, pero que es mucho más eficiente en su
producción de verdad: consolida y reproduce los discursos distribuidos desde los niveles más altos.
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de verdad, lo que el discurso del colonialismo dejó ver en el período histórico
analizado.
El discurso acumula poder, el poder supone verdad, y esa verdad reflejada en
las formaciones discursivas lo afirma. “Nos construimos a través de relaciones de poder
que nos conforma como sujetos actuando sobre los demás. Por lo tanto: ¿Qué es el
individuo? Es un átomo ficticio de una representación ideológica de la sociedad, es una
realidad fabricada. ¿Fabricada por quién?, Por el desarrollo de técnicas de poder
dirigidas hacia ello” (GARCÍA RAGGIO; 2004: 36).
Los discursos de verdad infringidos por el sistema europeo se han repetido
durante un tiempo suficiente como para crear conceptos relativamente estables del
“yo” africano y del otro sobre el objetivo de interacción. Paradójicamente la
construcción que Nkrumah y otros autores han desarrollado sobre la identidad africana
se ha llevado a cabo fuera de la dominación de la micromecánica del poder colonial:
que su formación educativa haya sido en la “metrópolis” no ha sido un dato sin
importancia en la consolidación de su pensamiento, en sus palabras: “…esos años
pasados en América y en Inglaterra (…) nunca los he lamentado, porque el
fundamento que me dieron me ayudó a formular mi filosofía de vida y de política”;
luego añade: “nadie se preocupaba por lo que uno hacía, y no había nada que le
impidiera a cualquiera pararse y atacar al imperio británico”(SEGAL; 1964: 252).
Como señala Víctor Ferkiss, la vida política de los africanos en cuanto a
participación era tan baja, que resultaba imposible constituir partidos políticos fuertes:
política de y para las comunidades antes de la independencia existió solo en los
movimientos de liberación (FERKISS; 1967: 77). Inclusive sus líderes en mayoría han
formado parte de la elite educada en Europa y Estados Unidos: aquellos que han
tenido contacto con el discurso democrático de principios y mediados del siglo XX. Con
la consolidación del movimiento panafricanista y la independencia de los Estados
africanos se cumple el primer objetivo de libertad en el discurso identitario del
continente en éste período: libre de control extranjero.
La dimensión Wendtiana que refiere a la estructura de identidades e intereses
construida de manera intersubjetiva dentro del sistema resulta más clara: la
interacción metrópolis-colonias, que da el paso de la estructura a la acción ha sido
articulada en primera instancia por el discurso colonial, la llave de entrada de los
Estados africanos al sistema internacional. Pero esto plantea también una característica
particular en la disposición de la política exterior, que esbozamos de la siguiente
manera: los primeros años de la misma en cuanto a los Estados africanos libres ha sido
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marcada por una identidad “egoísta”3, que encuentra su causa en la inseguridad de las
comunidades en relación a los Estados Europeos en los primeros años de la
independencia. La eliminación de la institución del colonialismo ha sido consecuencia
de dos elementos bien marcados: el desarrollo y codificación creciente del Derecho
Internacional con respecto al tema por un lado y por otro y de gran relevancia, la
insatisfacción de los actores de la macro-estructura con las formas existentes de
identidad y de interacción entre las comunidades africanas y las potencias europeas. El
reconocimiento del viejo continente a las nuevas naciones africanas ha sido su
consecuencia directa. En la mitad del siglo XX la crisis de consenso sobre lo que
representaba la identidad y por lo tanto el continente en el sistema internacional ha
dado espacio a la emergencia de nuevos discursos: los de ruptura de las ideas del “yo”
africano y del otro. No debemos olvidar que el panafricanismo es un movimiento social,
histórico y político que propugna por la solidaridad continental y que tiende a un
acercamiento de todos los Estados africanos y a la cooperación entre ellos con el
objetivo de paz y desarrollo en el continente. En este sentido Nkrumah aboga por la
unión de África para la solución de los complejos y variados problemas que la acogen,
asociado a una idea de cultura e historia común: habiendo conocido los pueblos
africanos las mismas sujeciones se sienten hermanos.
Éste es el discurso que
Nkrumah maneja para un objetivo claro que es en primer lugar el combate contra un
enemigo común, por lo que los tribalismos y regionalismos solo lograban la debilidad
del continente con respecto a aquel enemigo. La unidad cultural como reacción al
exterior ha sido el rasgo identitario en los sujetos colectivos marcados por el discurso
de Nkrumah y que ha condicionado la política exterior de los Estados nacientes. Las
distribuciones de poder entre Europa y África eran claras en ese momento y siguen
siendo claras en la actualidad, pero la distribución del poder no nos permite saber qué
Estado es “amigo” o “enemigo”: dependemos de la distribución de conocimiento que
da forma a las concepciones de sí mismo y del otro, así la interpretación de la situación
africana por Nkrumah nos revela cual era la posición de Europa en la relación con
África: el Colonialismo ha sido una institución conflictiva que ha generado identidades
egoístas en el relacionamiento de las comunidades.
Con respecto a la relación de los nuevos Estados con sus vecinos, la interacción
puede ser definida como un híbrido: muchas veces cooperación, otras veces
3
refiere a que la estructuración de la política exterior de los Estados africanos se encuentra marcada por
concepciones de seguridad nacional y autoayuda egoístas y en donde la consolidación de soberanía reduce
la percepción de inseguridad de los entes estatales sobre la posible violación de su integridad. La
reificación de la soberanía da derechos de propiedad que son reconocidos por la Comunidad Internacional
y que permite plantearse formas de cooperación.
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individualismo. En un punto la independencia de las colonias africanas llegó a ser el
objetivo principal de la Ghana independiente: los nuevos Estados y las regiones aún
ocupadas se identificaban positivamente entre ellos y la independencia y seguridad
regional era percibida como un deber. En muchos casos los intereses nacionales de
Ghana se convirtieron en intereses regionales. Pero no debemos olvidar que el poder
no se concentra ni se asigna, se distribuye en los sujetos: la política de poder de
Ghana consistió en éste período en los esfuerzos por manipular a las colonias y nuevos
Estados para lograr los intereses propios (entre ellos la unión total africana). Las
políticas económicas de préstamos a parte de los nuevos países ha sido un instrumento
primordial para la concreción de los intereses Ghaneses. Asimismo, Nkrumah (ya en el
poder) inició en 1960 negociaciones con nueve Estados africanos (Etiopía, Guinea,
Liberia, Libia, Mali, Marruecos, Sudán, Túnez y la R.A.U.) para la formación de un
comando conjunto que tuviera el objetivo de asistencia a cualquier territorio que
pudiera ver obstaculizado el camino a la independencia. Pero las condiciones exógenas
de construcción de las identidades estatales han dado su fruto: una vez que las
colonias a las que Ghana había socorrido declararon su independencia, la institución de
Soberanía
(característica
del
Derecho
Internacional
Público
europeo)
y
sus
consecuencias fueron denunciadas: así como con Europa el discurso de soberanía
ayudó a la constitución de un estructura de Estados egoístas, el sistema de relaciones
africano entre las ex colonias y Ghana transitó el mismo camino: se catalogó al
gobierno ghanés de intervención en los asuntos internos de los Estados, uno de los
primeros obstáculos a un África unida; la ruptura del discurso de unidad fue
lentamente reemplazado por uno enmarcado en el sistema de autoayuda, en donde
cada uno debía velar por su seguridad e interés (más tomando en cuenta los
regímenes políticos inestables que habían nacido de las independencias), adicionando a
esto las luchas entre comunidades intraestatales por el control de regiones específicas
del continente y las tensiones fronterizas entre Estados nacientes. Las artificiales
identidades nacionales comenzaron a inundar la región, con consecuencias caóticas
para su seguridad y su unidad y con la conformación de una Organización Regional
que poca relevancia tendría en la unión para el funcionamiento en bloque en sus
primeros años, ya que poca influencia podría tener en la construcción identitaria de las
nuevas comunidades: la OUA desde su nacimiento (influenciado por muchos de los
líderes opositores al Panafricanismo radical de Nkrumah) se construyó sobre los
cimientos de Estados africanos soberanos que no estaban dispuestos a ceder
competencias en sus decisiones.
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Así, los Estados africanos han constituido su identidad en estos primeros años
de existencia de acuerdo a la práctica de la soberanía: definiendo su seguridad en
dependencia del control y “propiedad” sobre territorios determinados y conformando
un sistema individualista que se sostendrá en la reificación de esa institución.
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BIBLIOGRAFÍA
Devés Valdés, Eduardo. Kwame Nkrumah: Panafricanismo, neocolonialismo y
consciencismo. Ciclo de Conferencias “cuatro figuras del pensamiento africano del
siglo XX: propuestas para una sociedad regional y mundial”, Febrero a Mayo de
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FERKISS, Víctor C. África: en busca de una identidad, UTEHA, 1967.
FOUCAULT, Michel. Defender la sociedad, Fondo de Cultura Económica, 2006
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Disponible
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independientes.
http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/13/RPI_120_047.pdf
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ISSN
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Disponible
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http://www.relacionesinternacionales.info/ojs/index.php?journal=Relaciones_Intern
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WENDT, Alexander. Social Theory of international politics. Cambridge University Press,
1999.
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