La historia del nombre propio Anne-Marie Christin (comp.), El nombre propio. Su escritura y significado a través de la historia en diferentes culturas Gedisa. Barcelona, 2001, 314 págs. Roberto García Jurado Uno de los cuentos más conocidos de Francisco Rojas González es La tona, en donde narra el alumbramiento de Damián Bicicleta, un indio zoque que adquirió este nombre debido a una curiosa costumbre que hay en ese grupo indígena. La tradición dicta que cuando nace un niño se esparzan alrededor de la casa las cenizas del fogón, con el fin de que queden marcadas en ella las huellas de cualquier animal que se acerque por la noche, lo cual significará que éste fue a visitar al recién nacido para ofrecerle su protección simbólica, es decir, se convertirá en su tona. En el caso de Damián, las huellas que dejaron su impronta en la noche de su alumbramiento fueron las de una bicicleta, y de ahí su nombre. Todos los pueblos de la humanidad han producido costumbres, tradiciones y sistemas para nombrar a aquellos que se van incorporando a su sociedad. Algunos les asignan nombres que denotan sus características físicas, otros destacan las fuerzas de la naturaleza que circundaron el alumbramiento y algunos más, como los zoques, asocian el nombre con los animales de su entorno. 8 Una de las características más relevantes de la cultura es el acto de nombrar las cosas que circundan al ser humano, por medio de este acto el hombte se apodera y domina el espacio, el tiempo y el universo que lo rodea. El nombre propio de los individuos cae dentro de esta misma categoría de dominio. Sin embargo, en este caso se da una curiosa relación recíproca. Por un lado, el nombre propio constituye una donación y una designación que proviene de la comunidad en la que nace el individuo: por esta razón se convierte en una especie de apropiación, de incorporación y adhesión al grupo humano del que proviene la denominación. Al mismo tiempo, el nombre propio es un principio de distinción y autonomía; por medio de él la comunidad le entrega y reconoce una identidad al individuo que se incorpora a ella. Esta necesidad de nombrar todo lo que existe en el universo, incluyendo a sus propios congéneres, puede descubrirse en el origen mismo de la escritura. Los primeros signos gráficos que suelen considerarse los orÍ- genes de la escritura tienen precisamente el. objetivo de nombrar objetos, personajes o lugares relacionados con la vida cotidiana de las sociedades en cuestión. De este modo el desciframiento de las escrituras anriguas consti~uye una revelación de enorme importancia e interés; significa hallar el código de entrada al sugerente sistema de representación de las relaciones entre esas cnmunidades y el universo que las rodeaba. El libro El nombre propio. Sil escritura y significado a través de la historia de las diferentes wltllras compilado por Anne-Marie Chir tin teúne la mayor parte de las ponencias que e prosenraron en el coloquio La escritllra del nombre propIo, organizado por el Centro de Estudios de la Escritura y la Biblioteca Nacional de Francia. L1 compilación incluye casi veinte [[abajas que abarcan las más distintas époc.1s y culturas; desde el Egipto faraónico hasta la sociedad occidental moderna; desde la inscripCIón de nombres propio en los monumentos mayas ha ta la firma de lo pintores sobre sus lienzos; y desde los sello; del antiguo oriente hasta el crédito que da uenta del nombre del director de una cinta en el cine conremporaneo. Cada uno de los rrahaJo; 111 luido tiene un interés particular, alguna v ce espe ialmcnre lingüístico, otras antropológico, pero a J'iO lo es ritos más ignificativos para ellcctor onremponínco sean aquellos vin- culados con el origen del i tema nomásrico del mundo occidental. Este sistema na ió en Europa entre el siglo XI y XII, cuando comenzó a modIficarse la antigua prá tica de denominar con un solo nombre a los mdlviduos. Ha (a entonces se usaba un nombre (mi O que provenía esencialmente del vocabulario romano y germánico, sin identidad. En un principio los apelativos secons[[uyeron a partir de tres fuentes principales: la familia, la posición o función social, y el lugar de otigen. Cada una de estas tres fuentes aportó una gran cantidad de sustantivos que poco a poco comenzaron a formar el nuevo sistema, compuesto así de dos elementos: un nombre propio y un apelativo. Casi simultáneamente estoS apelativos se convirtieron en hereditarios y comenzaron a identificar así formalmente a las estirpes y dinastías de la sociedad medjeval. El sistema prácticamente se completó cuando poco después el repertorio de nombres propios se amplió y enriqueció con la mayor frecuencia y utilización de los nombres cristianos, tanto de los de origen bíblico como aquellos provenientes del santoral católico. A partir de entonces se podría decir que el sistema se cristalizó, tanto en lo que se refiere a los nombres propios como a los pattonímicos, ya que el repertorio de cada uno de ellos se extendió tantO que muy pronto e agotó la innovación en uno y otro campo, integrando al sistema la práctica de respetar las denominaciones preexistentes. Los anteriores comentarios aluden tan sólo a una parte muy pequeña de los esctitos compilados por Anne-Mari. Christin. La compilación en su conjunto tiene el gran atractivo de reunir en un solo tomo un extenso conjunto de trabajos que dan noticia de la escrituta del nombre propio en las más diversas épocas y cultura, no obstante, también tiene la gran desventaja de que algunas de las ponencias recuperadas no fueton modificadas para ser presentadas de forma escrita, como partes de un libro; otras son excesivamente breves; y algunas más no inducía, provocó que el nombre pr pio comenzara a cumplen satisfactoriamente lo que ofrecen de manera particular o la parte que les corresponde en el cometido del texto general. Aun así, este tema es uno de los más apasionantes en la historia de nuestra culrura y sin duda acompañarse de un apelad va que di tinguía a los individuos de sus homÓnimos y contribuía a precisar su deberemos seguir lamentando no tener una mayor producción de investigaciones en este campo. + embargo, la escasez del repertOtlo y las confu ione que 9