LOS SACRAMENTOS SON INSTITUIDOS

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LOS SACRAMENTOS
SON INSTITUIDOS
A partir del siglo XII, se intenta precisar la noción de sacramento, determinar su
número y eficacia que le es propia. Para Berengario signo y significado eran diferentes. Para
Hugo de San Víctor los sacramentos son armas para la lucha y fueron instituidos cuando el
hombre se vio desarmado por el pecado.
Los teólogos de aquel tiempo destacaban que el sacramento es obra de Dios (opus
operatum) y no del ministro, y que el sacramento no es obra del que lo recibe (opus
operantes). Bautismo, confirmación y ordenación son sacramentos irrepetibles e imprimen
carácter indeleble. Para Pedro Lombardo, sacramento es signo de la gracia de Dios y forma de
la gracia invisible, de tal modo que es imagen y causa de la gracia.
Quienes comenzaron a hablar del número septenario de los sacramentos fueron un
grupo de canonistas del siglo XII. El número siete tenía un simbolismo específico: era el
número perfecto, virgen, en el cual se significaba la integridad de la doctrina y la pureza del
espíritu. Santo Tomás de Aquino, su punto de partida es el pensamiento aristotélico sin
prescindir de los signos de Platón. Llama propiamente sacramento lo que está ordenado a
significar nuestra santificación. El sacramento es signo conmemorativo del pasado (la pasión
de Cristo), signo demostrativo del fruto producido en nosotros (la gracia), signo profético
(pre-anuncio de la gloria futura).
Con Inocencio III encontramos el primer documento magistral en el que se
mencionan los siete sacramentos. Un poco más tarde el concilio de Florentino (1445)
afirmaba “que los sacramentos de la nueva alianza eran siete.”
Martín Lutero, pasó a cuestionar la doctrina y la praxis sacramental de la Iglesia: el
valor de la penitencia, de la confesión, del castigo; después cuestionó otros sacramentos y la
Iglesia en cuanto administradora de ellos: no al sacramento sin la fe, no al sacramento sin la
palabra, no al número septenario. Sólo tres sacramentos, bautismo, penitencia y Pan. Zwinglio
sentía un rechazo a la palabra sacramento: una cosa era el concepto de sacramento y otra la
realidad expresada por él.
Trento entendió los sacramentos como “símbolo de una realidad sagrada y forma
visible de la gracia invisible.” La meta del concilio fue salir al paso de los “errores y herejías”
de los reformadores y no tanto elaborar una doctrina sobre los sacramentos. El Concilio
Vaticano II, inició una gran reforma que le ha permitido a la Iglesia renacer a su
sacramentalidad.
1. La Institución de los Sacramentos
Los sacramentos tienen su origen en el misterio de Cristo y reciben de él su sentido. Él
instituye el sacramento con su vida, en él tienen su origen y adquieren su sentido. El único
sacramento es Cristo y de él derivan los sacramentos como plenitud.
La institución de los sacramentos se puede entender de dos maneras:
a) Cristo puede instituir de forma inmediata cada sacramento determinando Él la
existencia de cada sacramento.
b) De forma mediata dando a la Iglesia poder durante el tiempo institucional1 para que
ella misma determine los instrumentos de Gracia.
1.1 LA INSTITUCIÓN INMEDIATA
Requiere que Cristo instituya y determine la gracia que quiere dar. Esta institución se
puede dividir a su vez en:
-
In specie (con determinación además del rito)
In genere (sin determinar el rito)
1.1.1 In Specie:
Cristo determina el rito en concreto (tanto la forma como la materia). Es el caso del
bautismo donde siempre se ha de lavar (materia) y hacerlo consagrando a la Trinidad Cf. Mt
28,19:
«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo».
1.1.2 In genere:
Existe la posibilidad de que Cristo determine el don de la Gracia que quiere dar a
través de un sacramento concreto pero que no determine la forma del rito, sería “in
genere”.
1.1.2.1 El sacramento del Orden
Valga como ejemplo, la institución del sacramento del orden: Jesús dio el encargo de que
repitieran su gesto, y por lo tanto, daría poder para hacerlo. Luego, en las cartas pastorales
de Pablo se dice que Tito recibió el Orden por medio de la imposición de manos.
Vemos entonces que en este sacramento no es claro que fuera determinado el rito por el
Señor, sino más bien que fue la Iglesia la que lo determina.
1.1.2.2 El sacramento de la Confirmación
Jesús habla en varias ocasiones de dar la gracia de Pentecostés. El apóstol Pedro en el día
de Pentecostés interpreta que esta Gracia no se limita a un tiempo y a unos pocos sino para
toda carne y tiempo (Hch. 2, 17.39).
1
Nos referimos al tiempo que va desde la Ascensión hasta la muerte de los Apóstoles. Después de la muerte de
éstos, viene el tiempo de la Iglesia.
2
La conversión de los samaritanos, nos dice el libro de los Hechos (8,12-17), la realiza el
diácono Felipe, pero los Apóstoles mandan a Pedro y Juan para que sean éstos los que
impongan las manos y reciban el Espíritu Santo. Con esto, se nos indica que el rito parece que
no lo determinó el Señor.
1.2 INSTITUCIÓN MEDIATA
En esta institución la Iglesia determina a la luz de las necesidades de sus hijos las gracias
que quiere conferir.
Institución de sacramentos
“in specie”
Institución
Si determina el rito
Inmediata
Directa
(Cristo determina la “in genere”
Gracia que quiere
dar)
Si no determina el rito
Mediata
(La Iglesia determina la Gracia que
quiere dar)
2. EL MAGISTERIO CONSIDERA LOS SACRAMENTOS DE
INSTITUCIÓN INMEDIATA.
“Los siete sacramentos son los signos y los instrumentos mediante los cuales el
Espíritu Santo distribuye la gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo.2
El Catecismo de la Iglesia nos dice citando a Trento: “<<Adheridos a la doctrina de las Santas
Escrituras, a las tradiciones apostólicas […] y al parecer unánime de los Padres>> 3,
profesamos que << los sacramentos de la nueva Ley […] fueron todos instituidos por nuestro
Señor Jesucristo>>.4
El catecismo de la Iglesia católica se refiere al bautismo de Cristo en los numerales
1223 al 1225, en el deja claro en el numeral 1223 que “todas las prefiguraciones de la Antigua
Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por
san Juan en el Jordán y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles:
<< Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado>> (Mt
28,19-20)”
2
C.E.C n 774
Concilio de Trento, Ses 7. Decretum de Sacramentis, Prooemium: DS 1600.
4
Concilio de Trento, Ses. 7. Canones de sacramentis in genere, canon 1: DS 1600.
3
3
Cuando habla de la Eucaristía la ubica como el culmen de la iniciación cristiana (cf.
CEC 1322). Y en el 1323 declara que “<<Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en
que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para
perpetuarr por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa
amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de
unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de
gracia y se nos da una prenda de la gloria futura>>”
Confirmación: este sacramento constituye junto con la eucaristía y el bautismo el
conjunto de la iniciación cristiana, cuya unidad ha de ser salvaguardada. Este sacramento es
necesario para alcanzar la plenitud bautismal. “En repetidas ocasiones Cristo prometió esta
efusión del Espíritu (cf. Lc 12,12), promesa que realizó primero el día de Pascua (cf. Jn
20,22), y luego, de manera más manifiesta, el día de Pentecostés (Hch 2,1-4). Llenos del
Espíritu Santo los Apóstoles comienzan a proclamar <<las maravillas de Dios>> (Hch 2,11) y
Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos (cf. Hch
2,17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su
vez el don del Espíritu Santo (cf. Hch 2,38).” Ver CEC 1287. Desde aquel tiempo los
apóstoles, y hoy sus sucesores, cumplen la voluntad de Cristo.
La Iglesia enseña que los sacramentos son todos y cada uno instituidos por Cristo, es
decir, de forma inmediata. Lo cual no significa que todos los sacramentos lo hayan sido in
specie. Cuando ha considerado que algunos han sido instituidos in specie (bautismo y
eucaristía), no se ha atrevido a cambiar lo que Cristo dejó determinado (el rito).
Ahora bien, cuando el Señor instituye in genere, entonces, la Iglesia determina el rito y
por lo tanto, ese rito es susceptible de cambios. Otra particularidad de los sacramentos
instituidos in genere es la posibilidad en la que Cristo hay determinado dar una gracia pero la
Iglesia, después, haya separado en grados el rito de ese sacramento5.
2.1 EL PROBLEMA DE LA REFORMA
Tanto para Lutero como para Calvino, los sacramentos fueron instituidos
inmediatamente. Sin embargo, van a reducir el número de los sacramentos. Lutero hablará
de tres sacramentos (Bautismo, Penitencia y Cena del Señor) y Calvino cree que sólo hay dos
(Bautismo y Cena del Señor).
El resto de los sacramentos, según ellos, son ritos humanos, inventados por el hombre, y
en consecuencia, deben ser abolidos.
Una postura similar se dio en la crisis modernista, donde hubo una tendencia a excluir la
economía sacramental porque decían que si la Iglesia era institución humana, los sacramentos
no serían menos que creaciones de los hombres.
5
Esto sucede en el Orden: en la última Cena, no se distingue entre el orden de obispos y de presbíteros. Parece
plausible pensar que el mismo sacramento del Orden lo haya separado la Iglesia en grados más tarde,
cuando ligó (=prohibió) en el presbítero dos potestades unidas (las de confirmar y ordenar). Se entiende que
dichas potestades atadas pueden separarse por un acto jurídico del papa (DH 1145-6). Era el caso de los Abades
Benedictinos que sin ser obispos podía ordenar a sus propios monjes. [cf. Anexo donde está el texto íntegro].
4
2.2 LA FE DE LA IGLESIA SOBRE LA INSTITUCIÓN DE LOS SACRAMENTOS
La exposición más clara de esta doctrina se encuentra en el concilio de Trento (sesión VII,
pars I, canon primero6).
Can. 1. Si alguno dijere que los sacramentos de la Nueva Ley no fueron instituidos todos por
Jesucristo Nuestro Señor, o que son más o menos de siete, a saber, bautismo,
confirmación, Eucaristía, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio, o también
que alguno de éstos no es verdadera y propiamente sacramento, sea anatema.
2.2.1 Comentario de Dz 844.
1. Son siete los sacramentos, ni más ni menos.
2. Son instituidos (no aclara si inmediatamente o mediatamente).
3. Por su institución, todos proceden de Cristo.
El concilio, debido a su talante clarificador entre lo católico y lo protestante, no quiso
definir la institución inmediata de los sacramentos para no condenar así a aquellas facciones
de teólogos que defendía la institución inmediata de los mismos7.
2.2.2 El origen inmediato de los sacramentos está en la doctrina de cada sacramento.
La fe completa de la Iglesia en este tema hay que buscarla en los cánones de las sesiones
que tratan uno por uno cada sacramento, donde explica el origen (tal y como lo explica
Trento, la Iglesia entiende que los sacramentos tienen origen inmediato en Cristo).
2.2.2.1 En el caso de la Eucaristía (Dz 874-875)
En la sesión XIII que trata en su cap. 1 de la “presencia real de Nuestro Señor Jesucristo
en el santísimo sacramento de la Eucaristía” (Dz 874)8 y en su cap. 2. sobre la “Razón de la
institución de este santísimo sacramento” (Dz 875)9; recuerda la última cena:
6
Dz 844.
Basta como ejemplo, el hecho de que Domingo de Soto estaba como asesor en el concilio y él personalmente
defendía que bastaba demostrar el origen mediato en Cristo.
8
«Primeramente enseña el santo Concilio, y abierta y sencillamente confiesa, que en el augusto sacramento de la
Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente [Can. 1]
nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles... cuantos
fueron en la verdadera Iglesia de Cristo que disertaron acerca de este santísimo sacramento, muy abiertamente
profesaron que nuestro Redentor instituyó este tan admirable sacramento en la última Cena, cuando, después
de la bendición del pan y del vino, con expresas y claras palabras atestiguó que daba a sus Apóstoles su
propio cuerpo y su propia sangre. Estas palabras, conmemoradas por los santos Evangelistas [Mt 26,26s; Mc
14,22s; Lc 22,19s] y repetidas luego por San Pablo [1Cor 11,23 s], como quiera que ostentan aquella propia y
clarísima significación, según la cual han sido entendidas por los Padres, es infamia verdaderamente indignísima
que algunos hombres pendencieros y perversos las desvíen a tropos ficticios e imaginarios, por los que se niega
la verdad de la carne y sangre de Cristo, contra el universal sentir de la Iglesia, que, como columna y sostén de la
verdad [1Tim 3,15], detesto por satánicas estas invenciones excogitadas por hombres impíos, a la par que
reconocía siempre con gratitud y recuerdo este excelentísimo beneficio de Cristo.»
9
“Así, pues, nuestro Salvador, cuando estaba para salir de este mundo al Padre, instituyó este sacramento en el
que vino como a derramar las riquezas de su divino amor hacia los hombres, componiendo un memorial de sus
maravillas [Ps. 110, 4], y mando que al recibirlo, hiciéramos memoria de Él [1 Cor. 11, 24] y anunciáramos su
muerte hasta que Él mismo venga a juzgar al mundo [1 Cor. 11, 25]...”
7
5
Allí Cristo nos dice: “tomó pan y vino” y dice además: “esto es mi cuerpo y ésta es mi
sangre”. El Señor insiste en que hay que tomar estas palabras en su sentido real, como algo
propio (no metafórico).
Estamos, pues, ante el momento en que el Señor da el encargo de repetir como la
Eucaristía durante el tiempo de la Iglesia en el mundo. Vemos además, que en este acto de
institución, Él ha determinado tanto la Gracia, como el rito (tomó pan, tomó vino) y las
palabras (este es mi cuerpo, éste es mi sangre).
2.2.2.2 En el caso de la Penitencia (Dz 894 y 911)
En la sesión XIV, capítulo 1, titulado “De la necesidad e institución del sacramento de la
penitencia” se afirma que:
“...«El Señor, empero, entonces principalmente instituyó el sacramento de la
penitencia, cuando, resucitado de entre los muertos, insufló en sus discípulos
diciendo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les son
perdonados, y a quienes se los retuviereis, les son retenidos» [Jn 20,22s]. Por este
hecho tan insigne y por tan claras palabras, el común sentir de todos los Padres
entendió siempre que fue comunicada a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores
la potestad de perdonar y retener los pecados, para reconciliar a los fieles caídos
después del bautismo”.
Más resumida esta doctrina, aparece en Dz 911, en los Cánones sobre la penitencia:
Can. 1. Si alguno dijere que la penitencia en la Iglesia Católica no es verdadera y propiamente
sacramento, instituido por Cristo Señor nuestro para reconciliar con Dios mismo a
los fieles, cuantas veces caen en pecado después del bautismo, sea anatema [cf. 894].
Lo que se ve como determinante en la institución del sacramento, será el momento de Jn
20,22-23, cuando Jesús Resucitado da el poder de retener y perdonar los pecados. Esto
significa que Cristo ha determinado dar la Gracia del sacramento, pero tal como lo explica
Trento no dice cómo ha determinado el rito (Institución inmediata in genere).
De hecho, las palabras del rito han variado respecto de ahora; en la Edad Media la fórmula
era deprecativa (“roguemos a Dios que perdone...”), mientras que ahora es indicativa (“yo te
absuelvo...”).
2.2.2.3 En el caso de la Unción de enfermos (Dz 908 y 926).
Trento supone en estos cánones que el texto de Sant 5,14s es promulgación de un
sacramento ya anteriormente instituido y que se ve insinuado en Mc 6,13 cuando manda a los
discípulos que curen a los enfermos ungiéndoles.
Dz 908 «... esta sagrada unción de los enfermos fue instituida como verdadero y propio
sacramento del Nuevo Testamento por Cristo Nuestro Señor, insinuado ciertamente
en Marcos [Mc 6,13] y recomendado y promulgado a los fieles por Santiago
Apóstol y hermano del Señor [can. 1] ¿Está -dice- alguno enfermo entre vosotros?
6
Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con óleo en el
nombre del Señor; y la oración de la fe salvará al enfermo y le aliviará el Señor; y si
estuviere en pecados, se le perdonarán [Sant. 5,14]. Por estas palabras, la Iglesia,
tal como aprendió por tradición apostólica de mano en mano transmitida, enseña la
materia, la forma, el ministro propio y el efecto de este saludable sacramento.
Entendió, en efecto, la Iglesia que la materia es el óleo bendecido por el obispo... la
forma después entendió ser aquellas palabras: Por esta unción, etc. »
Dz 926 «Si alguno dijere que la extremaunción no es verdadera y propiamente sacramento
instituido por Cristo nuestro Señor [cf. Mt 6,13] y promulgado por el
bienaventurado Santiago Apóstol [Sant 5,14], sino sólo un rito aceptado por los
Padres, o una invención humana, sea anatema [cf. 907s].»
2.2.2.4 En el caso del Orden (Dz 957 y 963)
En cuanto al Orden, dirá en la Sesión XXIII, cap. 1. De la institución del sacerdocio de la
Nueva Ley, que la Iglesia apela al encargo de repetir como determinación de poder pero no
ve determinado el rito (institución inmediata in genere).
DS 957 El sacrificio y el sacerdocio están tan unidos por ordenación de Dios que en toda ley
han existido ambos. Habiendo, pues, en el Nuevo Testamento, recibido la Iglesia
Católica por institución del Señor el santo sacrificio visible de la Eucaristía, hay
también que confesar que hay en ella nuevo sacerdocio, visible y externo [Can. 1], en
el que fue trasladado el antiguo [Hb 7,12]. Ahora bien, que fue aquél instituido por el
mismo Señor Salvador nuestro [Can. 3], y que a los Apóstoles y sucesores suyos en
el sacerdocio les fue dado el poder de consagrar, ofrecer y administrar el cuerpo y la
sangre del Señor, así como el de perdonar o retener los pecados, cosa es que las
Sagradas Letras manifiestan y la tradición de la Iglesia Católica enseñó siempre
[Can. 1].
Más vago resulta el canon 3 (Dz 963):
«Si alguno dijere que el orden, o sea, la sagrada ordenación no es verdadera y
propiamente sacramento, instituido por Cristo Señor, o que es una invención
humana, excogitada por hombres ignorantes de las cosas eclesiásticas, o que es sólo
un rito para elegir a los ministros de la palabra de Dios y de los sacramentos, sea
anatema [cf. 957 y 959].»
2.2.2.5 En el caso del Matrimonio (Dz 971 y 969)
El Matrimonio lo presenta como instituido por Cristo, aunque no lo pone en conexión
con ningún texto bíblico10. Ahora bien, cuando en Dz 969 hace un desarrollo más concreto
lo percibe como inmediato, tal como se desprende de la descripción:
10
Dz 971: «Si alguno dijere que el matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los siete sacramentos de la
Ley del Evangelio, e instituido por Cristo Señor, sino inventado por los hombres en la Iglesia, y que no confiere
la gracia, sea anatema [cf. 969 s].»
7
«El perpetuo e indisoluble lazo del matrimonio, lo proclamó por inspiración del
Espíritu divino el primer padre del género humano cuando dijo: “Esto sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne. Por lo cual, abandonará el hombre a su padre y a
su madre y se juntará a su mujer y serán dos en una sola carne” [Gn 2,28; cf. Ef
5,31].
Que con este vínculo sólo dos se unen y se juntan, lo enseñó más abiertamente
Cristo Señor, cuando refiriendo, como pronunciadas por Dios, las últimas palabras,
dijo: “Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne” [Mt 19,6], e inmediatamente la
firmeza de este lazo, con tanta anterioridad proclamada por Adán, la confirmó Él con
estas palabras: “Así, pues, lo que Dios unió, el hombre no lo separe” [Mt 19,6; Mc
10,9]. Ahora bien, la gracia que perfeccionara aquel amor natural y confirmara la
unidad indisoluble y santificara a los cónyuges, nos la mereció por su pasión el
mismo Cristo, instituidor y realizador de los venerables sacramentos. Lo cual
insinúa el Apóstol Pablo cuando dice: “Varones, amad a vuestras mujeres, como
Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” [Ef. 5,25], añadiendo
seguidamente: “Este sacramento, grande es; pero yo digo, en Cristo y en la Iglesia”
[Ef. 5,32].
Conclusión
Hay tres afirmaciones en Dz 844
1. Siete sacramentos instituidos por Cristo. Esta doctrina es de fe.
2. No dice si son mediatos o inmediatos en la sesión VII, pars I (Dz 844).
3. La inmediatez de la institución de los sacramentos la enseña la fe de la Iglesia al
examinarlos uno por uno.
Esquema de los sacramentos
Sacramento
Número del Denzinger
Tipo de institución
Bautismo
Dz 860.
Inmediata in specie
Confirmación
Dz 871.
Inmediata in genere
Eucaristía
Dz 874-875.
Inmediata in specie
Penitencia
Dz 984; 911.
Inmediata in genere
Extrema Unción
Dz 926; 908
Inmediata in genere
Orden Sacerdotal Dz 957; 963.
Inmediata in genere
Dz 971; 969.
Inmediata in genere
Matrimonio
En el Concilio Vaticano II encontramos a grandes rasgos lo siguiente sobre el Bautismo, la
Eucaristía y la Confirmación.
8
Bautismo: nos identifica y une a Cristo LG7.15.31, UR 22, AG 36; nos hace hijos de Dios
LG 11.40; incorpora a la Iglesia, al Cuerpo místico LG 11.14, AG 6.7, AA 3; por el bautismo
el cristiano queda destinado al culto LG 11 y al apostolado LG 33, AA 3; necesidad del
bautismo LG14, AG 7; da una participación en el sacerdocio real de Cristo LG 10.26.31; su
administración la regulan los obispos LG 26; por el bautismo el hombre muere al pecado y
queda consagrado a Dios LG 44; realiza la participación en la muerte y resurrección de Cristo
LG 11; por el bautismo la Iglesia engendre nuevos hijos LG 64.28.32, AG 14.15.21; es el
fundamento de la unidad en Cristo UR 2.3.22, AG 15; todos los bautizados están llamados a
formar un solo rebaño AG 6; hace una relación entre el bautismo y el misterio pascual SC 6,
AG 14; es preparado por la predicación y puede ser administrado por cualquiera LG 17;
administración solemne por el diácono LG 29; el bautismo y el estado religioso LG 44, PC 5;
los ritos bautismales SC 66.67.70
Eucaristía: debido a la gran riqueza de contenido en los documentos conciliares sobre la
Eucaristía, sacaremos únicamente los que tiene relación con Cristo, así tenemos: presencia de
Cristo en la Eucaristía SC 7, AG 9, PO 5; instituyó el sacrificio eucarístico SC 4711; con él
confirmo la nueva alianza PO4; y realiza la obra de la redención LG 3; participamos del
cuerpo del Señor y nos unimos a él LG 7; la celebración de la Eucaristía es siempre un acto de
Cristo PO 13.
Confirmación: une a la Iglesia y da el Espíritu LG 11; incorpora y configura a Cristo AG 36;
se ordena a la eucaristía PO 5; junto con el bautismo, es el fundamento de la misión
sacerdotal, profética y real de los fieles LG 20.31; los obispos son los ministros originales de
la confirmación LG 26; los presbíteros en la tradición oriental OE 13.14; es el fundamento del
apostolado laical LG 11.13, AA 3; y por último nos habla de la reforma del rito del
sacramento en SC 71.
3. FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA INSTITUCIÓN DE LOS
SACRAMENTOS
3.1 EN AQUELLOS SACRAMENTOS INSTITUIDOS INMEDIATAMENTE (IN
SPECIE O IN GENERE).
Por un lado, tenemos unos sacramentos que aparecen con claridad haber sido instituidos
por Cristo de modo inmediato y además, también nos ha dejado el rito (in specie).
a) Mt 28,19. El Bautismo.
“Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.”
b) 1Co 11,23-26 y Lc 22,19. La Eucaristía.
11
Miremos el texto: “Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio
eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y
confiar a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de
unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la
prenda de la gloria furuta.”
9
“y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
<<Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía>> Lc 22,19
c) Jn 20,22. La Penitencia.
“y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: <<Recibid el Espíritu Santo, a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos>>”.
d) 1Co 11,23-26 y Lc 22,19 (pues, junto con el mandato de que lo repitan, Jesucristo
da el poder para repetirlo). El Orden.
“Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la
Acción de Gracias, lo partió y dijo:<<Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced
esto en memoria mía>>. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: <<Este cáliz
es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada ve6z que lo bebáis, en memoria mía>>.
1Co 11,23-26
Como actitud general, Jesucristo apela al poder (“todo poder se le ha sido dado”) (Mt
28,18), y nos recuerda que posee ese poder antes de instituir un sacramento. Ese poder es
administrado por los apóstoles. Si recordamos 1Co 4,1, Pablo se presenta a sí mismo y a los
Apóstoles como los administradores de los misterios de Dios, es decir, los apóstoles se saben
no creadores sino ministros12.
Nos centraremos un poco más en los textos del Evangelista Juan sobre el bautismo, los textos
son los siguientes:
3.2 EN EL CASO DE LOS OTROS SACRAMENTOS.
3.2.1 Confirmación:
1. Jesús habló de una gracia determinada (la del Espíritu Santo, cf. Jn 7,35-37). Lucas
lo repite en su doble obra (Lc 24,49 y Hch 1,4): “Quedaos aquí que os voy a dar la
fuerza de lo alto”.
Este don estaba prometido no sólo para el tiempo de los apóstoles sino para pervivir
todo el tiempo de la Iglesia, tal como se deduce del Sermón de la Cena (Jn 14,16.2526).
Este sacramento sería de institución inmediata puesto que Cristo ha sido quien ha
dado la gracia, pero sería in genere pues fue la Iglesia quien dio el rito13.
2. Pedro en el discurso de Pentecostés (Hch 2,3-8; 11,16) hace ver que el Espíritu
Santo se da a él y a todos los presentes.
3. En la conversión de los samaritanos (Hch 8,14-17), que es realizada por un diácono,
los apóstoles vienen, oran y piden para ellos el don del Espíritu Santo. Esta oración
explica el sentido de lo que viene después: imponer y venir el Espíritu Santo.
12
Es más cuando nos encontramos un sacramento que parece creado por los apóstoles, el concilio de Trento lo
remite al mismo Jesús. P. ej. la unción de los enfermos de Santiago 5,14 está enraizado en Mc 6,13.
13
En un principio, se transmitía con el gesto común de imponer las manos, pero a partir del S. II se ha insistido
en la unción como rito del sacramento. Esto se ha podido hacer porque es de institución in genere.
10
4. En Hch 19,6 Pablo encuentra a un grupo de personas a los que se les supone cristianos
bautizados. Él les pregunta si recibieron el Espíritu Santo. Contestan que recibieron
sólo el Bautismo de Juan. Entonces los bautiza en el nombre del Señor y luego les
impone las manos.
3.2.2 La Unción de enfermos (Dz 908)
Trento interpretó Sant 5,14 como la promulgación apostólica de un sacramento, que no
institución, cuyos rastros se pueden hallar en el Evangelio de Mc 6,13.
1. Jesús mandó que los apóstoles fueran a “ungir a los enfermos y al ungirlos sanaban”.
Esta sanación es tanto corporal (recobrar la salud, si conviene al alma) como
espiritual (perdón de los pecados).
2. En Sant 5,14, se continúa este doble sentido de sanación, con lo cual se distingue que
hay una continuidad entre Mc y Sant. y que por lo tanto, este sacramento se remonta a
la institución misma (= inmediata) de Jesús.
Sería institución inmediata in specie con respecto a la unción e in genere con respecto a las
oraciones.
3.2.3 El Matrimonio
1. Mc 10,2-12: En un contexto donde el Señor quiere sin duda alguna devolver al
matrimonio su pureza primitiva, este texto de Marcos plantea el matrimonio como una
acción que tiene la acción de Dios que une como elemento integrante en el hecho de
contraer matrimonio. No estamos ante un mero contrato entre dos sujetos sino ante una
acción de Dios que hace de las dos carnes una sola carne14.
Como se puede ver, a partir de esa acción de Dios, el Evangelio añade un nuevo
fundamento a la indisolubilidad del matrimonio. No es sólo la fidelidad de dos
personas, hombre y mujer, que se han comprometido por su palabra, sino que además,
la acción de Dios, que se ha comprometido, no puede ser rota por las acciones de los
hombres.
2. 1Co 7,10 y 7,39: El Matrimonio es un mandato de Cristo. La indisolubilidad parece
no fundarse sólo en el contrato de los cónyuges, sino que es una obligación que se
atribuye al Señor.
«10 En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se
separe del marido, 11 más en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se
reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer.»
14
Veamos el texto:
« Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: “¿Puede el marido repudiar a la mujer?” 3
Él les respondió: “¿Qué os prescribió Moisés?”.4 Ellos le dijeron: “Moisés permitió escribir el acta de divorcio y
repudiarla.” 5 Jesús les dijo: “Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este
precepto. 6 Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. 7 Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre, 8 y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Pues
bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.” 10 Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto.
11
El les dijo: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; 12 y si ella repudia a
su marido y se casa con otro, comete adulterio.”»
2
11
«39 La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido,
queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor15.»
3. Ef. 5,32: El tipo de teología subyacente del texto considera el matrimonio como algo
más de un contrato, sino que es un misterio, el cual es un reflejo de la relación de
amor que existe entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa. Todo el texto (Ef 5,25s)
expresa la densidad de la entrega de Cristo por su Iglesia.
«25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí
mismo por ella, 26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en
virtud de la palabra, 27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga
mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. 28 Así deben
amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se
ama a sí mismo. 29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la
alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, 30 pues somos
miembros de su Cuerpo. 31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá
a su mujer, y los dos se harán una sola carne. 32 Gran misterio es éste, lo digo
respecto a Cristo y la Iglesia.»
Este proceso:
1) por medio del cual Dios interviene y une,
2) en virtud del cual en el matrimonio hay una serie de preceptos que proceden de Cristo,
3) en virtud del cual el contrato se convierte en un sacramento no es posible sin la
intervención de Cristo.
Con lo cual, hay que deducir que aunque desconozcamos el momento, estamos ante una
institución inmediata in genere.
Ahora para terminar haremos una pequeña exégesis de los textos del bautismo en el
Evangelio según San Juan, seré breve:
Hay una gran diferencia entre el bautismo cristiano y el practicado por Juan, que
consistía en un simple rito externo, aunque con un simbolismo purificatorio que podía captar
fácilmente la gente como una invitación a una purificación interior (cf. Mc 1,4).
La doctrina del Bautismo en el Evangelio de Juan:
San Juan sin duda esperaba al que era más fuerte que él (cf. Mc 1,7ss). El agua seguirá
siendo indispensable por su carácter significativo de purificación y de fecundación vital, pero
15
Con esta fórmula se está indicando que el matrimonio cristiano va más allá de un mero contrato humano.
12
lo determinante será el Espíritu, dado por Cristo a los suyos en plenitud. Es por la fuerza de
este Espíritu como los futuros bautizados participarán de lo que es típico de Cristo, esto es, de
su filiación divina. Es lo que nos dirá más ampliamente san Pablo.
La tradición joanea, aunque recogiendo diversos materiales, confirma la presencia
particular del Espíritu en el bautismo cristiano. Juan declara al ver a Jesús "Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el
Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo". Yo lo he visto y
doy testimonio de que él es el Hijo de Dios»" (cf. Juan 1,33-34). Pero, por lo demás, es lo
que nos enseña también san Juan en el diálogo de Jesús con Nicodemo, en donde el maestro
hace por lo menos cuatro afirmaciones, bastante importantes, ligadas todas ellas entre sí.
En el diálogo con Nicodemo vemos una invitación en primer lugar a renacer de lo
alto, para entrar en el reino de Dios hay que "nacer" de nuevo (cf. Jn 3,3). Este nuevo
nacimiento deriva de la fuerza solo del poder de Dios ("de lo alto"). Nicodemo ciertamente se
ve dificultad a la hora de entender este nacimiento, pero Jesús especifica cuáles son los
elementos que entran en juego en este nuevo en este proceso de regeneración:
Lo decisivo será el Espíritu pero ligado al elemento natural del agua con toda su fuerza
evocativa de purificación: "«Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede
entrar en el Reino de Dios…"
La tercera afirmación que contiene este párrafo es que únicamente la fe permite no
solamente captar estas realidades, sino apropiárselas. Es lo que Jesús declara a Nicodemo, que
le pregunta sobre "cómo" puede suceder esto: Te aseguro que nosotros hablamos de lo que
hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no
aceptan nuestro testimonio." v 11.
Finalmente Jesús revela dónde está la fuente de la eficacia del bautismo, con el que se
nos da el Espíritu: su pasión y muerte, que no son tanto una derrota como su glorificación; por
eso habla de la necesidad de ser "levantado" también el (vv 14-16), como la serpiente de
bronce en el desierto (cf. Núm 21,8ss). Recordemos que el término ypsóo puede significar
tanto levantarse físicamente (en la cruz) como "exaltar", es decir, glorificar, Jesús presenta la
muerte de cruz como la exaltación suprema de su amor, y por eso mismo capaz de salvar. el
bautismo saca toda su fuerza de la muerte en la cruz, donde se expresa el punto más alto del
amor de Cristo a los hombres, y que el bautizado tiene que expresar a su vez en su propia
vida.
Escribía Josep Ratzinger en la primera parte de su libro “Jesús de Nazaret”
en el primer capítulo dedicado al bautismo: “La vida pública de Jesús comienza con su
bautismo en el Jordán por Juan el Bautista. Mateo ofrece también una especie de datación con
el árbol genealógico de Jesús presentándolo como el heredero tanto de la promesa a Abraham
como del compromiso de Dios con David, al cual había prometido un reino eterno, no
obstante todos los pecados de Israel y todos los castigos de Dios.
13
Lucas no sitúa la genealogía de Jesús al comienzo del evangelio, sino que la pone en
relación con la narración del bautismo, que sería al final. En su genealogía retrocede desde
Jesús hacia la historia pasada, incluso hasta Adán y la creación. De este modo se resalta la
misión universal de Jesús. Por ser el hombre, todos le pertenecemos, y Él a nosotros; en Él la
humanidad tiene un nuevo inicio y llega a su cumplimiento.
La aparición pública de Jesús es un acontecimiento histórico que se puede datar con
toda la seriedad de la historia humana ocurrida realmente. Con la mención del nombre del
Poncio Pilato se proyecta ya desde el inicio de la actividad de Jesús la sombra de la cruz.
Lo realmente nuevo es que Jesús quiere ser bautizado, que se mezcla entre la multitud
gris de los pecadores que esperan a orillas del Jordán. El bautismo comportaba la confesión de
las culpas. Sólo a partir de la cruz y la resurrección se clarifica todo el significado de este
acontecimiento, a partir de esto se hizo claro para los cristianos lo que había ocurrido: Jesús
había cargado con la culpa de toda la humanidad; entró con ella en el Jordán. Inicia su vida
pública tomando el puesto de los pecadores.
El bautismo es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz
del cielo (Mc 3,17) es una referencia anticipada a la resurrección. Solo a partir de aquí se
puede entender el bautismo cristiano.
El bautismo de Jesús se entiende así como compendio de toda la historia, en el que se
retoma el pasado y se anticipa: el ingreso en los pecados de los demás es el descenso al
<<infierno>>, no solo como espectador, como ocurre en Dante, sino con-padeciendo y, con
un sufrimiento transformador, convirtiendo los infiernos, abriendo y derribando las puertas
del abismo.
El bautismo que desde entonces administran los discípulos de Jesús es el ingreso en el
bautismo de Jesús, el ingreso en la realidad que Él ha anticipado con su bautismo. Así se llega
a ser cristiano.”16
John Anderson Murillo Escobar
Coordinador Facultad de Ciencias Eclesiásticas
Fundación Universitaria Católica del Norte
jamurilloe@ucn.edu.co
BIBLIOGRAFÍA
16 JOSEP RATZINGER, BENEDICTO XVI, en “Jesús de
Nazaret”. Ed. La esfera de los libros 2007. Pág. 31-47
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(Barcelona 1975) p. 25 158.
GARCÍA PAREDES, J.C.-R., Teología fundamental de los sacramentos. (Madrid
1991).
GONZÁLEZ DORADO, A., Los Sacramentos de1 Evangelio. Sacramentología
fundamental y orgánica (Bogotá 1988).
Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de editores Cristianos.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, BAC, Madrid
2011
Concilio Vaticano II, Ed. San Pablo, Santa Fe de Bogotá, 2000
DZ
Juan Pablo II, Dives in Misericordia # 13
José Cristo Rey García Paredes
Teología fundamental de los sacramentos 3ª edición.
San Pablo 1991.
Nuevo diccionario de TEOLOGÍA BÍBLICA, P. Rossano, G. Ravasi y A. Girlanda.
Ed. San Pablo. pág. 170ss
JOSEP RATZINGER, BENEDICTO XVI, en “Jesús de Nazaret”. Ed. La esfera de los
libros 2007. Pág. 31-47
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