1 Miguel Alcobendas Hipólito Vidal Las mujeres saharauis en los campos de refugiados 2 A Aminetu Haidar, y a todas las mujeres saharauis que luchan en defensa del respeto a los derechos humanos en el Sahara Occidental, y por la autodeterminación e independencia de su pueblo. 3 Mientras se expolian las riquezas del pueblo que apoyamos, mientras se violan sistemáticamente los Derechos Humanos de los que alzan la voz pacíficamente por lo que en justicia les corresponde, no podemos olvidar el papel primordial de la mujer saharaui en todo este proceso, ya que han sido y son el soporte fundamental en la organización y mantenimiento de los Campamentos de Refugiados. Isabel González Cobo, en la entrega del Premio Provincial de Solidaridad Internacional y Derechos Humanos 2009, concedido a la Asociación Malagueña de Amigos del Pueblo Saharaui en la modalidad de colectivos sociales. 4 La resistencia de un pueblo Textos: Miguel Alcobendas 5 Campamento de refugiados saharauis en Tinduf En los campamentos de Tinduf, perdidos en un rincón del inmenso desierto argelino, viven refugiados en torno a unos trescientos mil saharauis. Allí, las mujeres sueñan que en el fondo último de su soledad reside como una mirada, algo simple, pero solidario con todas las demás mujeres del mundo, y en esa misma mirada nunca se sienten completamente solas. Saben que existen otras personas que sienten como ellas, que como ellas piensan y que con ellas se solidarizan. 6 Soldados y civiles marroquíes en la Marcha Verde, 1975 Pero son ya demasiados los años que han pasado, desde que España abandonó el Sahara dejándolo en manos de Marruecos y Mauritania. Como estrategia para apoderarse del Sahara, Hassán II movilizó a través de su llamada Marcha Verde, a veinticinco mil soldados llenos de exaltación patriótica y a trescientos cincuenta mil civiles reclutados entre los parados que se hacinaban en sus ciudades, bajo la oferta de ocupar los puestos de trabajo y las casas que iban dejando los españoles en las ciudades. 7 Carro de combate marroquí Antes de que las tropas españolas hubieran terminado de abandonar el Sahara, los carros de combate de Marruecos ya habían comenzado a arrasar todo lo que hallaban a su paso, deteniendo a todo aquel que ofreciera resistencia. Mientras los hombres y los jóvenes que no fueron hechos prisioneros se marchaban a luchar contra las tropas de ocupación, dos tercios de la población saharaui compuesta en su mayoría por ancianos, mujeres y niños, tuvo que emprender el camino del exilio. 8 Bombardeo con fósforo blanco La aviación marroquí les bombardeó con napalm y fósforo blanco. Mientras que el napalm es capaz de incinerar toda forma de vida dejando edificios y objetos intactos por su capacidad de expandirse por el oxígeno, el denso humo que produce el fósforo blanco irrita severamente ojos y vías respiratorias, mientras sus partículas incandescentes ocasionan profundas y dolorosas quemaduras en la piel llegando hasta huesos ardiendo en algunos casos, en tanto que el fósforo no se consume por completo. 9 Éxodo de la población saharaui Los que estaban más al sur huyeron como pudieron hacia Mauritania, sin saber que ellos también eran enemigos. La mayoría escapó hacia el norte improvisando campamentos con lo que tenían a mano, que a veces era una simple manta bajo la que protegerse del frío de la noche y del calor del día. Por el camino se fueron encontrando con gentes que estaban en las mismas condiciones, huyendo desorientadas sin agua ni alimentos, con la sola idea fija de alejarse lo más posible del ejército marroquí. 10 Las duras condiciones del éxodo De vez en cuando pasaban los aviones marroquíes volando muy bajo. A veces lo hacían para asustarlos o divertirse, otras en cambio los ametrallaban. Las consecuencias del éxodo fueron aterradoras. Las altas temperaturas y el agotamiento acabaron con centenares de personas, mientras los niños también morían además víctimas de la disentería y otras enfermedades. Durante aquel éxodo desapareció una parte importante de la población saharaui. En realidad fue un auténtico genocidio. 11 Mujer saharaui herida Todos huían por el desierto sin saber muy bien a dónde dirigirse. Erraban en silencio, nadie hablaba. Sólo, de vez en cuando, se oía algún llanto infantil. Hubo quienes vieron morir a sus padres y a sus hijos a causa de las bombas que caían sobre las mantas donde se escondían. El hecho de bombardear a una población civil desarmada y sin un lugar seguro bajo el que protegerse, fue un intento de exterminio. Algunas mujeres, que entonces eran niñas, aún conservan trozos de metralla en sus cuerpos. 12 Desolación y muerte en el desierto Por el camino se veían restos de jaimas quemadas y animales muertos. Sin apenas medios de subsistencia, nadie sabía muy bien hacia dónde ir. Las mujeres utilizaban a las cabras para atarles una guerba sobre el lomo donde transportar un poco de agua para sus hijos. Caminaban hacia lo desconocido por lugares donde nunca antes habían estado. Hubo mujeres que parieron en el camino y otras que enterraron a sus pequeñas criaturas muertas a causa del hambre o de la sed. 13 La profunda mirada del recuerdo Quiénes han sufrido una experiencia tan trágica como es una guerra, difícilmente superan las consecuencias traumáticas que deja en la memoria porque, en cierto modo, se quedan insomnes para el resto de sus vidas, peleando con sus fantasmas para intentar ahuyentarlos. La mayoría de las mujeres que subsistieron, aún sienten angustia reviviendo el desconcierto de una huída desesperada, improvisando jaimas con sus melhfas y con los elzem de los ancianos para proteger a los niños. 14 Niños huyendo por el desierto Hubo madres que dejaron a alguno de sus hijos con las demás mujeres para regresar a buscar a otros que se habían extraviado por el camino. Debieron llegar hasta los territorios ya ocupados por el ejército de Marruecos, porque nunca reaparecieron y jamás se ha vuelto a saber lo que haya sido de ellas. Los pequeños que se habían quedado con otras mujeres preguntaban continuamente por sus madres y es de suponer que, después de más de treinta años, aún reviven el recuerdo de su madre desaparecida. 15 Dispersados por el desierto hacia ninguna parte Fueron días muy difíciles donde el impulso del sálvese quién pueda conducía a cada persona, guiada tan solo por su instinto de conservación, a través del caos general. Sin duda, todas las mujeres que sobrevivieron a la guerra tienen trágicos recuerdos que quisieran borrar de la memoria. Nadie que no haya pasado por ello puede imaginar lo que es el llanto de decenas de niños y los gritos desesperados de sus madres, solo acallados por los estallidos de las bombas que caían desde los aviones. 16 Restos de material militar sobre las arenas Las que lo vivieron comprenden que son acontecimientos que deben olvidar, pero es muy difícil borrar del inconsciente imágenes de pánico tan fuertes. Presenciaron escenas de auténtico horror donde una indefensa población, con apenas la imprescindible comida para alimentar a los enfermos y a los heridos, huía frenética por las arenas de un desierto sin límites. La guerra ocasionó episodios de locura colectiva que sin duda, aunque ya no se hable de ello, aún siguen produciendo pesadillas. 17 Desierto al sur de Tinduf Finalmente el gobierno argelino, ante la trágica situación que atravesaban los saharauis, les permitió refugiarse en su territorio por razones humanitarias. Dejando muy atrás sus tierras, las mujeres, con los niños y ancianos, llegaron por fin a la hamada que se extiende al sur de Tinduf en la parte más occidental de Argelia, cerca de la frontera con Mauritania. Ninguna jamás había estado allí y nunca en su vida había visto un lugar semejante. Era una tierra plana, desolada e inhóspita, donde no había ni una sola planta. 18 Hamada sahariana Para los saharauis esta hamada era la leyenda del desierto hostil, el lugar que evitaban atravesar las caravanas, donde por mucho que se anduviese siempre se tenía la sensación de estar en el mismo sitio. Era el desierto total, un vacío azotado por el viento bajo un calor diurno insoportable. Al llegar, todos se quedaron sorprendidos porque era mucho peor de lo que les habían contado. Nunca habían visto un lugar tan pobre y mísero. No había nada, tan sólo piedras y arena en un suelo estéril, duro y compacto. 19 Soldados marroquíes practicando detenciones en el Aaiún Cuando llegaron a Tinduf, a todas las mujeres les entró una tristeza enorme al pensar que durante algún tiempo esa desolación iba a ser su lugar para vivir. Tenían un país hermoso con cultivos y pesca, y habían sido condenadas a una mísera subsistencia privadas de parte de sus familias, ya que los soldados marroquíes se habían llevado a todos los que pudieron detener a campos de concentración que improvisaron donde, como luego se supo, comenzaron las vejaciones, las represalias y las torturas. 20 Prisioneros saharauis Muchos detenidos eran muchachos muy jóvenes, casi niños, que no estaban armados, que no habían cometido ningún acto de agresión contra el ejército marroquí y cuyo único delito era ser saharauis y supuestamente simpatizantes del Frente Polisario. Aún hoy sigue habiendo muchos padres y madres en los campos argelinos de refugiados que no saben qué ha sido de sus hijos, si murieron o están vivos, y de los que a veces solo les queda una pálida fotografía desgastada por el tiempo. 21 Emplazamiento de un campamento en el desierto argelino Después de haber dejado numerosos seres queridos por el camino, las mujeres que pudieron sobrevivir lo hicieron en situaciones lamentables, heridas y agotadas. Además de estas circunstancias, durante las primeras semanas hasta la llegada de la ayuda internacional, las condiciones sanitarias y de alimentación en los improvisados campamentos fueron pésimas, ya que se carecía de casi todo. Entre enero y mayo de 1976, el número de refugiados fue aumentando hasta sobrepasar los cien mil. 22 Ladrillos de adobe para levantar paredes Aunque las mujeres saharauis tienen una gran capacidad de adaptación a una vida difícil, para poder instalarse en los campos de refugiados tuvieron que enfrentarse a una nueva realidad que jamás antes habían conocido y tan sólo a base de sacrificio y voluntad pudieron superar las dificultades. Para empezar, tuvieron que perforar pozos para buscar agua, excavar letrinas, fabricar ladrillos con la arena, levantar habitaciones y cubrirlas con chapas de lata para poder proteger a los niños y a los ancianos. 23 Cosiendo lonas para hacer jaimas Cosiendo unas mantas con otras, lograron preparar pequeños dispensarios donde atendían a los enfermos y a los heridos hasta que comenzaron a instalarse las tiendas de lona procedentes de la ayuda humanitaria. Cada nueva jaima fue ocupada por seis o siete mujeres con todos sus hijos, y aún se hacía sitio para acoger a cualquier otra que llegase huyendo de la ocupación marroquí hasta que se le encontraba un lugar mejor. Fue un milagro continuo ver que cada día se conseguía algo nuevo para sobrevivir. 24 Levantando una pesada jaima Al mismo tiempo, las mujeres se encargaron de casi todos los trabajos de descargar, almacenar y distribuir los alimentos cuando comenzó a llegar a los campos la ayuda internacional. Como prácticamente no había hombres, las mujeres tuvieron que organizar y administrar cada uno de los campamentos, ocuparse de la salud y de la educación de los niños, organizar las dairas y otras muchas labores que hasta entonces nunca habían hecho. Hubo que relegar la tragedia colectiva y el dolor personal que todas sentían. 25 Entreteniendo a los niños pequeños Las mujeres coordinaron la convivencia, la alimentación y la sanidad, y gracias a ellas se pudieron salvar decenas de niños. Una de las primeras cosas que hicieron fue agrupar a los más pequeños en las jaimas más grandes, donde se turnaban entre ellas para entretener a los niños, cantar, contarles cuentos y junto a ellos, sentirse menos desamparadas al estar separadas de los maridos y de los hijos mayores, bajo la continua angustia de no saber si algún día los iban a volver a ver con vida.