libro_ladybird.

Anuncio
LADYBIRD Y SUS LUNARES
V
ivía Ladybird, como chinita que se aprecia, en
lo alto de un hermoso jacarandá.
Su casa estaba habitada por su marido y sus cuatro
hijos, una chinita y tres chinitos. Su
vida era un ir y venir, ir y volar de rama en rama, de
hoja en hoja, a la caza de pulgones,
su comida favorita. Todos trabajaban duramente y, al
final del día, la abundancia de ese
manjar compensaba todos sus esfuerzos.
Diríase que eran felices.
Pero, Ladybird era pretenciosa y creía que el cariño
estaba dado por la belleza y que los
seres bellos eran los más amados y amables.
2
Empezó entonces a sentirse incómoda con los
lunares de su espalda, pues creía que la
afeaban, y de tanto pensar y pensar decidió un día
borrárselos.
Y así fue.
-Sin los lunares negros, seré linda y mis hijos me
querrán más –se dijo a sí misma.
Un día, pidió a su hija mayor:
-Por favor, tengo que salir y me gustaría que cuides a
tus hermanos. ¿Lo harás, verdad?
-Sí mamá, lo haré. Anda tranquila.
Y partió volando de su jacarandá – zum-zum-, y pasó
por un roble – zum- zum-, y
siguió hasta llegar al verde prado en la colina donde
vivía el doctor Escarabajo, su médico, a quién rogó:
-¡Ay! doctor, borre estos lunares que me afean. Me
gustaría ser linda para que mis hijos
me quieran más.
3
- Pero, Ladybird, te ves hermosa tal como eres. No
hagas tal. Quédate así.
-¡Ay, no doctor! Quítemelos, por favor.
-Bueno, Ladybird, si insistes... anda donde doña
Cuncuna que sabe borrar cosas con
sus patitas. Y voló nuevamente , –zum-zum. Pasó
por el trigal maduro, siguió por el sauce, y luego llegó
al campo de margaritas donde vivía doña Cuncuna.
-Señora Cuncuna, ¡por favor!, borre estos lunares que
me afean. Me gustaría ser linda
para que mis hijos me quieran más.
-Pero, Ladybird, te ves hermosa como eres, ¡déjalos
como están! Sin ellos no parecerás
chinita.
-¡Ay!, no, doña Cuncuna, no me gustan. Quiero mi
espalda entera roja como un rubí,
y esos lunares la afean. ¡Hágalo por favor!
-Bien, ya que insistes tanto, te ayudaré.
4
Y con sus muchas patitas le hizo –brr-brr-brr-, -brrbrr-brr-, y borró los lunares.
Quedó su espalda lisa, toda roja como ella quería.
Parecía un rubí.
-¡Gracias doña Cuncuna!, muchas gracias. Y muy
contenta se fue volando de regreso a
casa. Pasó por el campo de margaritas, divisó el sauce
y -zum-zum- sobrevoló el trigal. De allí siguió de
largo por el prado de la colina. Se detuvo en el acacio
a tomar aliento y luego -zum-zum- pasó de largo por
el roble hasta llegar al jacarandá.
Allí golpeó la puerta de su casa: -Toc-toc, toc-toc.
-¿Quién es? –preguntó su hija.
-Soy yo, mamá.
Sus hijos abrieron la puerta, pero al verla exclamaron:
-¡No!, tú no eres mamá. Mamá es linda y no fea
como tú. Ella tiene unos lindos
5
lunares en su espalda y tú no tienes nada. Ándate, no
te queremos.
Ladybird bajó su cabeza, escondió sus alas y se fue
muy triste. Ya no tenía ánimo para
volar ni caminar de tanta pena. Bajó de su jacarandá y
se alejó por el pasto. No veía por
donde andaba, ni con quienes se cruzaba. De pronto,
una voz le dijo:
-¡Qué triste te ves, Ladybird! Algo te ha pasado...
Era Pedro Pablo Pérez Pereira, pintor portugués.
-¡Ay, Pedro Pablo! –suspiró Ladybird. Para ser más
hermosa borré los lunares de mi
espalda. Pensé que así mis hijos me iban a querer
más. Pero no me reconocieron y me
echaron de casa. ¡No sé que hacer! Tengo tanta pena.
Y se puso a llorar.
Al verla así, Pedro Pablo sugirió:
-¡Tengo una idea! En mi taller hay pintura que no se
borra y yo podría, si quieres, pintar
6
tus lunares como los tenías antes.
-¿Lo crees tu posible? –preguntó Ladybird.
-Por cierto –replicó Pedro Pablo. Vamos, así los
pintaré pronto.
-Pszp-pszp-pszp- se oía el pincel mientras Pedro
Pablo pintaba hasta terminar su
tarea.
-¡Gracias! Muchas gracias –dijo Ladybird, muy
contenta, e inició su vuelo de regreso
a casa.
-Zum-zum, zum-zum... Iba muy rápido y no se dio
cuenta cómo llegó al jacarandá.
-Toc-toc, toc-toc –golpeó la puerta.
-¿Quién es? –preguntaron sus hijos.ç
-Soy yo, mamá –contestó Ladybird. Y ellos abrieron
la puerta, la vieron, la besaron y
7
abrazaron.
-¡Mamá! No sabes lo que pasó –gritaron todos. Vino
una chinita muy fea, con la
espalda entera roja y dijo que eras tú. Pero no la
dejamos entrar porque nos dio susto y
cerramos rápido la puerta. ¡Mamá! te queremos tanto.
Eres tan linda con tus lunares.
No te vayas más, quédate siempre con nosotros.
Ladybird sonrió y desplegó sus alas para abrazarlos.
8
9
Descargar