UNIDAD 3: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

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UNIDAD 4: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
(Parte 1 de 2)
La filosofía de la naturaleza estudia a los entes corpóreos mutables. Los
mismos se dividen en grupos. En primer lugar se distinguen los entes corpóreos sin
vida de los entes corpóreos vivientes. Además, los entes corpóreos vivientes se
dividen en tres grupos. Lo que los diferencia entre sí es el nivel de vida que poseen.
Así nos encontramos con los vegetales (vida vegetativa), los animales (vida
sensitiva) y los seres humanos (vida racional). Para concluir con esta introducción
diremos que la vida racional contiene a la vida vegetativa y a la vida sensitiva.
3.1.
Los entes corpóreos vivientes
Antes de distinguir los niveles de vida que existen, definiremos a los entes
corpóreos vivientes. Según la filosofía de la naturaleza, lo exclusivo y propio de los
entes corpóreos vivientes es que se mueven por sí mismos. (Tengamos presente
que el movimiento es el cambio accidental.) A este tipo de cambio se lo llama
movimiento inmanente. Es decir, es un movimiento que nace del interior de un
ente y lo perfecciona al mismo. Por ejemplo, un perro comiendo. El otro tipo de
movimiento es llamado movimiento transitorio. Éste es el que nace de un ente,
pero perfecciona a otro. Por ejemplo, una persona pintando su casa.
3.2.
Los niveles de vida
Los grados o niveles de vida se distinguen por las funciones específicas que
realizan los entes vivientes. Dichas funciones suponen capacidades o potencias.
Por ejemplo, una planta para reproducirse (función) utiliza su capacidad para
hacerlo (potencia).
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a- La vida vegetativa
Las funciones específicas de los vegetales son la nutrición, el crecimiento y la
reproducción.
•
La nutrición es la función más imprescindible para poder seguir existiendo.
La nutrición es un acto que produce la transformación de la sustancia
ingerida en la sustancia de aquel que se está nutriendo. El alimento, al
transformarse deja de ser tal y pasa a ser parte de la sustancia que se nutre.
• El crecimiento no es sólo un aumento en el tamaño del ente viviente sino
que es un desarrollo progresivo de las partes que lo integran. Por ejemplo,
una semilla de un árbol. La misma irá actualizando a todas las potencias que
tiene en tanto árbol. El principio de movimiento es intrínseco de la propia
semilla.
•
La reproducción permite el origen de un nuevo ser vivo. La reproducción se
da a partir de un principio intrínseco del viviente. Además, se hace según una
razón de semejanza entre quien engendra y quien es engendrado. Y por
último, tanto quien engendra como quien es engendrado, son iguales según
su esencia.
b- La vida sensitiva
Las funciones específicas de dicho nivel son el conocimiento sensible, el
apetito sensible y el autodesplazamiento.
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• El conocimiento sensible
Lo primero que utiliza el animal para lograr su conocimiento son los
sentidos externos. Los cuales son el tacto, el gusto, el olfato, el oído y la vista. Lo
que captan de los entes materiales son sus cualidades sensibles. Cada sentido
externo percibe una cualidad especial.
Las cualidades sensibles pueden ser llamados sensibles propios o sensibles
comunes. Los primeros son aquellos que pueden ser percibidos sólo por un sentido.
Los comunes son los que pueden ser percibidos por más de un sentido.
Luego del uso de los sentidos externos son utilizados los sentidos internos.
Estos son aquellos que no están en contacto directo con los entes corpóreos. Los
sentidos internos son cuatro. Y son el sentido común, la imaginación, la memoria
sensible y la estimativa.
-
El sentido común: este sentido interno cumple la función de unificar los
datos que ingresan por los actos de conocimiento que realizaron cada uno
de los sentidos externos. Es decir, el sentido común reconstruye la unicidad
del objeto exterior que fue percibido por separado a través de los sentidos
externos. Por ejemplo, una persona come un chocolate. Ese ente corpóreo
que es el chocolate posee varias cualidades sensibles. Las mismas fueron
captadas por los sentidos externos de quien lo comió. Gracias a su tacto,
captó su lisa superficie. Por el gusto percibió su dulce sabor. A través del
olfato conoció su suave olor. Con el oído, el bajo sonido que se escuchaba al
masticarlo. Y con la vista, su color marrón. El sentido común reúne todas
estas sensaciones (conocimientos a través de los sentidos externos) y los
refiere al objeto del cual provienen que es el chocolate.
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Por ejemplo, gracias al sentido común, quien comió el chocolate sabe
que el dulce sabor y el suave olor provienen de este mismo objeto o ente
corpóreo.
-
La imaginación: la misma permite re-actualizar las imágenes que quedan
luego de las sensaciones externas (actos de conocimiento de los sentidos
externos). Una imagen es un signo que representa por semejanza.
-
La memoria sensible: a través de la esta capacidad, el sujeto que conoce
capta en la imágenes por el producidas lo previamente vivido; es decir, lo
experimentado en el pasado.
-
La estimativa: ésta potencia permite al animal resolver cuestiones prácticas.
Por ejemplo, un pájaro, descubrir en qué lugares resguardarse para
protegerse del frío durante el invierno.
La estimativa parece ser como la inteligencia, pero no lo es. La
inteligencia permite comprender esencialmente. La estimativa, no.
Una
persona, además de descubrir un lugar apropiado para no sufrir el frío, puede
definirlo al captar su esencia. El animal, no.
• El apetito sensible:
Como previamente se expuso, el animal capta a los objetos sensiblemente.
Es decir, los conoce mediante sus sentidos externos e internos. Además de esto,
también se siente atraído o no frente a los objetos que conoce. Es decir, el animal
apetece lo que conoce. Son dos las capacidades sensitivas que aquí participan: el
apetito concupiscible y el apetito irascible. El primero opera en función de los
objetos que se presentan como deleitables o no para el animal. El otro apetito, en
relación a lo que es difícil o arduo.
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•
El autodesplazamiento: El animal, para poder trasladarse a si mismo,
previamente conoce y apetece. Es decir, es indispensable para luego
autodesplazarse previamente conocer y apetecer los objetos necesarios para
la subsistencia de su especie.
3.3.
La Vida Racional
Según el criterio por el cual se distinguen los niveles de vida, el hombre se
diferencia del resto de los seres vivos por sus funciones específicas. Dichas
funciones específicas suponen potencias o capacidades. Estas potencias son propias
y exclusivas del hombre. Y son, la inteligencia, la voluntad y la libertad.
a- La inteligencia:
En primer lugar nos referiremos a la inteligencia. El hombre, gracias a dicha
potencia, conoce intelectualmente. Con su inteligencia capta lo universal del ente
corpóreo. Dicho de otro modo, descubre con verdad y certeza lo universal en lo
individual. Por ejemplo, viendo un árbol sabe lo que es ese árbol. Aquí lo está
conociendo sensible e intelectualmente. Sensiblemente, porque empleando sus
sentidos está captando a ese árbol (individual). Intelectualmente, porque utilizando
su razón lo conoce a ese árbol como un ente corpóreo mutable constituido por dos
principios esenciales que son la materia primera y la forma sustancial. Este
conocimiento es universal porque estos principios constitutivos están presentes
en todo árbol.
El hombre a través de la inteligencia puede abstraer lo universal
concretado en lo individual. De este modo, sabe qué es lo que conoce.
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Esta comprensión universal y profunda de la realidad es exclusiva del
hombre y este la muestra en su obrar. Dentro de los ejemplos más evidentes
tenemos a las ciencias. El hombre al hacer ciencia está conociendo a la realidad con
certeza a partir de sus causas. Sólo el hombre es capaz de sentirse sorprendido o
asombrado por lo que conoce. En dicho asombro se nota que ve más allá de lo
tangible. Inteligir significa leer dentro de; ver con la razón lo invisible a los ojos.
b- La voluntad:
Las funciones específicas de la vida sensitiva son el conocimiento sensible, el
apetito sensible y el autodesplazamiento. A continuación vamos a detenernos en las
dos primeras. El motivo por el cual lo haremos será para poder distinguir y
comprender el apetecer del hombre.
Los
animales
apetecen
a
los
objetos
que
previamente
conocieron
sensiblemente. Entonces, conocen y luego apetecen. Por lo tanto, las cosas
materiales se les presentan a ellos como objetos sensibles que conocen (sentidos) y
apetecen (apetitos).
El conocimiento del hombre es intelectual. Es decir, el hombre, sirviéndose de
su conocimiento sensible, capta con su inteligencia el interior de los objetos que
conoce; los comprende de manera esencial.
Tal como lo muestra el hombre en su experiencia, al igual que el animal,
también apetece lo previamente conocido. También a él, la realidad lo llama. La
diferencia es que la misma se le revela como atractiva porque es buena. El animal
apetece a los objetos que conoce solamente como necesarios para su propia
subsistencia. El hombre los quiere y desea porque la realidad que todos
conforman es digna de ser amada por su misteriosa e insondable riqueza.
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Es la voluntad la potencia que le permite al hombre apetecer/querer a la
realidad. La puede querer porque tiene la potencia para hacerlo y porque la
realidad es buena. La inteligencia humana le presenta a la voluntad el objeto según
el modo en el que ella lo aprehendió o conoció. La voluntad apetece al objeto de
modo racional, es decir, captándolo como esencialmente bueno.
Por ejemplo, una persona mirando extasiada al Glaciar Perito Moreno. La misma
se encuentra asombrada por lo que ve. Por este motivo, no solamente lo está
viendo sino que se encuentra contemplándolo. En esta contemplación está
conociéndolo de manera intelectual como algo bueno en sí mismo. Esto le permite
apreciarlo; maravillarse por su hermosura. Por este motivo quiere caminar por
encima de él para conocerlo más. En este caso, la única causa de este querer
recorrerlo es el poder seguir contemplando la grandeza que dicho glaciar esconde
ante la mirada meramente práctica.
c- La libertad:
El hombre no solo se encuentra atraído por aquello que conoce racionalmente,
sino que también puede elegir de que modo obrar en relación al objeto apetecido.
El hombre, gracias a su voluntad, siempre se siente atraído por lo que conoce
racionalmente. Pero este apetecer o atracción que experimenta hacia lo que
conoce no lo determina en cuanto a su obrar.
La voluntad es una facultad o potencia del hombre. El bien conocido por la razón
genera en el hombre que su voluntad se ponga en acto, es decir, que el hombre
apetezca racionalmente o quiera lo que está conociendo.
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Pero esta potencia, la voluntad, está en acto con relación al bien y en potencia
de su posterior obrar en relación al objeto apetecido. Por lo tanto, el mismo
hombre es quien decide tras que bien ir. Y en esto consiste la libertad del obrar
humano.
Entonces, la libertad del acto humano está determinada por la voluntad. El
hombre es causa de su acto, es decir, se mueve a sí mismo a obrar. A causa de
esto puede ir o no tras el objeto que apetece racionalmente.
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