El principio de progresividad en el derecho ambiental Por. Lic. Marcela Tenorio La legislación ambiental se encuentra dispersa en todo el ordenamiento jurídico. Según el Informe sobre el desarrollo del derecho ambiental latinoamericano (2001), en todo sistema de derecho ambiental se pueden distinguir tres tipos de normas jurídicas: la “legislación común de relevancia ambiental” o “legislación de relevancia ambiental casual”, integrada por normas jurídicas expedidas sin ningún propósito ambiental, pero que regulan conductas que inciden significativamente en la protección del medio ambiente; la “legislación sectorial de relevancia ambiental”, integrada por las normas jurídicas expedidas para la protección de ciertos elementos ambientales o para proteger el medio ambiente de los efectos de algunas actividades; y la “legislación propiamente ambiental”, integrada por las normas jurídicas expedidas con arreglo a la moderna concepción que visualiza al medio ambiente como un todo organizado a la manera de un sistema. En razón de lo anterior, los principios específicos juegan un papel muy importante en el derecho ambiental. Se está ante un derecho inter y transdisciplinario, en el que los principios específicos cumplen con un rol de integración y sistematización frente a las posibles fragmentaciones que se puedan presentar en una rama jurídica que se caracteriza por la transversalidad de su objeto y su vis expansiva (Esaín, 2007). Entre estos principios específicos se encuentra el de progresividad. El principio de progresividad se relaciona primeramente con “el aprovechamiento racional de los recursos naturales”. El Estado en su deber de proteger el medio ambiente, se verá obligado a limitar derechos individuales – el derecho a la propiedad privada y el derecho al trabajo, por ejemplo­ por lo que deberá verificar el actuar de los administrados dentro de dichos límites de una manera gradual y escalonada, evitando modificaciones drásticas. Al abordar esta materia, se debe tener en cuenta que los derechos ambientales son derechos modernos que se han desarrollado como respuesta al despliegue de la capacidad del ser humano de modificar el entorno natural, algo de lo que antes no era capaz. De acuerdo con Esain (2007), existen dos caras de la misma moneda para la aplicación del principio de progresividad: · Por un lado, implica la obligación de adoptar soluciones graduales y evitar medidas drásticas a favor de la protección del entorno, evitando así soluciones extremas que anulen el derecho individual; · Asimismo, como pauta de interpretación y operatividad de un derecho fundamental, la progresividad implica que el esfuerzo realizado por el Estado en cuanto a la protección ambiental no puede disminuir, sino que debe ser cada vez mayor, sobre todo a la luz de las reglas derivadas de los instrumentos internacionales de derechos humanos. En El Salvador, encontramos este principio en diversas normas jurídicas. Primeramente, el artículo 117 de la Constitución de la República establece el deber estatal de proteger los recursos naturales y la diversidad e integridad del medio ambiente para garantizar el desarrollo sostenible. Posteriormente, se refiere al aprovechamiento racional, restauración y sustitución de los recursos naturales, en los términos que establezca la Ley. De la redacción se puede inferir que estos preceptos riñen ciertos derechos individuales también consagrados en la Carta Magna, por lo que para lograr su aplicación sin anular los mismos, se debe aplicar el principio de progresividad. Al examinar la Ley del Medio Ambiente, se encuentran artículos que contienen el principio en mención. Como ejemplo se pueden citar dos casos. En primer lugar, en el artículo 43, sobre los programas de prevención y control de la contaminación, se establece que “se promoverá la introducción gradual (las negrillas son propias) de programas de autorregulación por parte de los titulares de actividades, obras o proyectos.” En el mismo sentido, el artículo 47, sobre la protección de la atmósfera, establece que la protección de la misma se regirá, entre otros, por el criterio de prevención y disminución o eliminación gradual de las emisiones contaminantes en la atmósfera en beneficio de la salud y el bienestar humano y del ambiente. La importancia de este principio no es menor. El fracaso de muchos acuerdos ambientales es el resultado de la falta de aplicación de la progresividad. Para concluir, se hará referencia a lo expresado por el Secretario General de las Naciones Unidos en el marco de la celebración del Día Internacional de la Protección de la Capa de Ozono 2010: Los acuerdos ambientales exitosos requieren un marco amplio, metas claras y un enfoque de aplicación gradual, para luego establecerse objetivos más ambiciosos. El Protocolo de Montreal relativo a las Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono, que en 2009 alcanzó la ratificación universal, es un excelente ejemplo de este proceso. Referencias: · · · · Brañes, R. (2001). Informe sobre el desarrollo del derecho ambiental latinoamericano. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. México, D.F. Constitución de la República de El Salvador (1983). Disponible www.jurisprudencia.gob.sv Esaín, J. (2007). El principio de progresividad en el derecho ambiental. Publicado en la Revista Semanal de Lexis Nexis el 10 de octubre de 2007. Diponible en www.lexisnexis.com.ar. Consultado el 30 de septiembre de 2010. Ley del Medio Ambiente (1998). Disponible www.jurisprudencia.gob.sv