Ser discípulos de Cristo. Catequesis 2

Anuncio
1
SER DISCÍPULOS DE CRISTO Segunda Catequesis, Río de Janeiro 25 de julio de 2013 + Cristián Contreras Villarroel Obispo Auxiliar de Santiago de Chile Queridas y queridos jóvenes: Esta mañana nos reunimos para continuar las catequesis de la Jornada Mundial de los Jóvenes. Jornada mundial que no es una simple reunión de personas en torno a un tema, una convención política, o un encuentro de miembros de un club. No nos reunimos en torno a una idea o a un proyecto social. No nos reunimos en torno a “algo”, sino a ALGUIEN, a una persona que es un acontecimiento histórico, personal y comunitario, que ha dado sentido a nuestras vidas y a la existencia humana. Y ese alguien es Jesucristo, Nuestro Señor Jesucristo, a quien reconocemos como verdadero Dios y verdadero hombre, y a quien seguimos como Maestro, Amigo y Salvador. Pero, ¿qué es este seguimiento, qué implica ser discípulos de alguien?; ¿qué implica ser discípulos de Jesucristo? Son algunas de las preguntas que trataremos de iluminar esta mañana a partir de la Palabra de Dios y de la enseñanza que la Iglesia nos entrega. Nos ayuda para esto el capítulo 15 del Evangelio según san Juan: “Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. No los llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca”. (Jn 15, 12-­‐16). A partir de este texto quiero compartir con ustedes en torno a cuatro hechos de los que nos habla Jesús: -­‐ Él nos llama amigos -­‐ Él nos eligió -­‐ Él nos enseña -­‐ Él nos envía como discípulos misioneros I. Él nos llama amigos He sabido que muchos de ustedes, si es que no la mayoría, se organizaron solidariamente en grupos de amigos para venir hasta Brasil al encuentro de Jesucristo junto a nuestro Papa Francisco. ¡Los felicito de corazón! La experiencia de 2
la amistad es de los hechos más hermosos que vivimos como personas a lo largo de la vida. Y es precisamente en los años de la juventud cuando se forjan muchas veces aquellas relaciones de amigos y amigas que perdurarán toda la vida, y que serán aquel tesoro del que nos habla el Antiguo Testamento en el libro del eclesiástico: “Un amigo fiel es apoyo seguro, el que lo encuentra, encuentra un tesoro”(Eclesiástico 6, 14). La amistad es una forma de amor muy particular. Por un lado, supone la gratuidad del don de sí mismo a la otra persona, estar dispuesto a entregar lo mejor de uno a aquel o aquella a quien he elegido o aceptado como amigo. Sin embargo, una verdadera amistad vive esa gratuidad de modo recíproco. Quien ha experimentado el cariño del amigo o de la amiga, necesariamente querrá devolver ese amor, no como una obligación, sino como una exigencia del corazón que agradece que la otra persona nos haga la vida más hermosa y llevadera. Esa es la amistad: una relación de amor, respeto, confianza y cariño que crece entre personas que se abren al don de otros, y que siempre está dispuesta a incluir a más amigos y amigas en el círculo de la amistad. La amistad tiene algo de sagrada, por eso debemos tener mucho cuidado con las amistades posesivas, que pueden ser muy dañinas. Mientras que una amistad libre y verdadera, siempre nos recreará el alma y buscará nuestro bien. ¡Y eso es lo que el Señor nos invita a vivir al llamarnos AMIGOS! “Yo los llamo amigos”, dice Jesús. No nos llama siervos ni esclavos. Por lo tanto, descubrimos que el Señor Jesús nos invita a establecer con Él una relación que no es obligatoria, sino muy libre y gratuita, basada en el amor y la confianza. Es un tipo de relación que exige una decisión de ambas partes. Jesús ya ha decidido ser nuestro amigo, porque así nos lo comunica, y nos invita a entrar en esa relación de donación y entrega. Una entrega que en el caso de Él llega hasta el extremo del amor al dar su vida. Él mismo nos dice que “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Y Jesús vivió con coherencia su palabra, ya que en la cruz nos entregó la vida y en abundancia. Él ha puesto todo de su parte y cada día, a cada momento, nos llama a dar el paso de entrar en esa relación íntima de corazón a corazón, de amigo a amigo o amiga. Los verdaderos amigos se tienen confianza, pasan tiempo juntos, ¡incluso viajan juntos, como ustedes! Sé que muchos de ustedes, de hecho me imagino que todos, ya han ido descubriendo aquel amor de amistad con el Señor, y que en su vida cotidiana van profundizándola. No dejen de hacerlo, porque la amistad de Jesús nos hace muy bien, nos da plenitud de vida, nos llena de esperanza. Hay que vivirla como lo que es: una relación de persona a persona, enriqueciéndola con el diálogo, con la escucha de su Palabra y con la apertura a los demás. Es importante partir por esta constatación de la amistad a la que nos llama Jesús, porque será uno de los rasgos distintivos del discipulado que nos llama a vivir. II. Él nos eligió 3
Ahora fijémonos en otro detalle de la Palabra de Jesús: “No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes”. En la relación con Jesús la iniciativa siempre es de Él. Es el Señor quien sale a nuestro encuentro a ofrecernos su corazón, su amistad, su compañía, su sabiduría. Ante la evidencia de que hemos sido elegidos por Jesús para vivir esta relación de amistad, no debemos sino agradecer profundamente y dejarnos querer por el Hijo de Dios revelado como Amigo. Muchos de nosotros venimos de ámbitos donde puede resultar muy obvia la presencia de Dios en la vida cotidiana, es más, puede parecer muy obvia la presencia de Jesús en nuestros entornos familiares, pero créanme que no siempre es así. No es del nada obvio, porque hoy sabemos que millones de personas en todo el orbe jamás han escuchado hablar de Jesús… O que habiendo escuchado someramente acerca suyo, lo ignoran como una oferta más dentro del mercado de las religiones. Conocer a Jesucristo y reconocerse elegido por Él para una vida de cercanía y de servicio junto a Dios es un don inmenso con el que hemos sido privilegiados. Por eso debemos ponderar este hecho una y otra vez en nuestros corazones; no para sentirnos superiores, sino por el contrario, para asumir el estilo de vida sencillo y servicial de nuestro Maestro y Amigo. La elección por parte de Jesús es un verdadero privilegio que implica asumir responsabilidades y compromisos, pero sobre todo la dicha, la alegría, el gozo de ser anunciadores de su Palabra y servidores suyos en nuestros hermanos y hermanas más necesitados, de misericordia especialmente. III. Él nos enseña Todo el Evangelio de Jesucristo, su vida completa, sus dichos, hechos y obras son una permanente enseñanza que nos va revelando, progresivamente, quién es Jesús, pero también quiénes somos nosotros. Jesús viene a anunciarnos el Reino de Amor que va a instaurar sobre la tierra, y que ya quiere que esté pujante y extendido cuando vuelva para consumarlo definitivamente con su segunda venida gloriosa. Jesús, que “pasó haciendo el bien”, predicando, sanando enfermos, entregando consuelo y obrando milagros, fue y es en nuestras vidas, nuestro gran maestro. La gente de su época se sorprendía al ver un maestro que enseñase con tanta autoridad, es decir, con una coherencia radical entre lo que decía y lo que hacía. Y en este afán de revelarnos el camino de la plenitud que nos conducirá desde esta vida al más allá con su Padre, centra su mensaje en el amor. Sus palabras, expresiones y gestos destilaban amor permanente por el género humano. Y, finalmente, todo lo resumió en aquel mandamiento que cada día resuena como algo natural en nuestros corazones: “Este es el mandamiento mío: se amen los unos a los 4
otros como yo los he amado”. En este mandamiento Jesús adquiere la plenitud de su enseñanza con autoridad, porque fue Él quien precisamente nos amó hasta el extremo, hasta dar su vida por nosotros. Ya lo escuchábamos: “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. IV. Jesús nos envía como discípulos misioneros El Señor es un amigo que nos eligió y que nos enseña como Buen Maestro. Sin embargo, toda esta relación tan íntima con Jesús la hemos de vivir en clave de discípulo, de amigos de Jesús que han escogido libremente ser discípulos suyos. Él nos dice: “los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca”. Pero qué implica ser discípulos. Al convocarnos para esta JMJ, nuestro Papa emérito Benedicto nos dijo: “Un discípulo es, de hecho, una persona que se pone a la escucha de la palabra de Jesús (cfr. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje plasmar cada día por la Palabra de Dios; ésta os hará amigos del Señor Jesucristo, capaces de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con Él” (Benedicto XVI, Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, 2). Como discípulos estamos llamados a seguir a Jesús en su modo de ser, como testigos suyos en medio de las diversas realidades que cada cual vive día a día. Contemplemos la maravilla de esa vocación específica que ustedes reciben: “la amistad con Jesús los hará capaces de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con Él” (Benedicto XVI). Tal vez ustedes no se dan cuenta, pero es enorme el impacto que generan los jóvenes que se reconocen abiertamente cristianos en sus escuelas, trabajos, barrios, clubes deportivos, universidades. Hoy muchos son ridiculizados por eso y, sin embargo, miles de ustedes perseveran en un testimonio sólido, de palabra y de vida, que remece a la cultura que trata de eliminar a Dios como referente. Así, no solo son discípulos y discípulas de su amigo Jesús, sino que, a la vez, son misioneros de su Evangelio, que anuncia el Reino de Dios. Acá en Latinoamérica los obispos hemos pedido que todos los cristianos seamos discípulos misioneros, porque no se puede ser discípulo si no se anuncia el gozo del encuentro con Jesús. No se puede ser discípulo sin ser misionero. Y lo mismo al revés. No se puede ser misionero del Evangelio si no somos también discípulos de Jesús, si no nos nutrimos con su amistad que nos va enriqueciendo cada día, si no lo buscamos en la intimidad de la oración, si no escuchamos su voz en la Palabra de Dios y en los signos de los tiempos, si no tenemos una relación estrecha con los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación. Así seremos misioneros, pero discípulos misioneros que viven en este permanente equilibrio de 5
habitar en el corazón de Jesús, saliendo cada día a compartir su anuncio del Reino de Dios, del Reino de Amor que quiere que construyamos en la tierra con su gracia. Un punto muy relevante en su vida juvenil hoy, como discípulos misioneros, será el testimonio en medio de una sociedad que reclama cada vez más justicia social. Hemos visto cómo estos días acá mismo en Brasil, se han sucedido manifestaciones, protestas y movilizaciones sociales muy fuertes reclamando mayor justicia y equidad para todos. Es una situación que se repite en América Latina, en Europa, en África y en muchos rincones del planeta. Hay una incomodidad cada vez más grande respecto del estilo de vida que se ha impuesto en los países. Un estilo de vida que impulsa ciegamente al consumismo, pero que genera vacíos existenciales cada vez más grandes. Los modelos de sociedades están engendrando cada vez más descontento, cuando constatamos que las riquezas que Dios nos dio para todos están en las manos de muy pocos, mientras millones pasan penurias y hasta mueren de hambre. Sí, hoy, en 2013. Se ha hablado de “los indignados”, y con justa razón muchas veces hay motivos para tal indignación, pero nunca con violencia, al contrario, los cristianos estamos llamados a vencer el mal con el bien. ¿Y cuál es el rol de los jóvenes discípulos misioneros de Jesucristo en medio de este ambiente de indignación? En primer lugar, ser testigos de la verdad del Evangelio, del mandamiento del amor, que implica la construcción de una sociedad más fraterna, más solidaria, más respetuosa y promotora de la dignidad de todo hombre y toda mujer. Se han buscado soluciones erradas para que haya paz social, pero sabemos que esa paz no llegará hasta que no haya justicia en nuestros pueblos. Y todos ustedes, queridos y queridas jóvenes, tienen desde ya el poder de ser promotores de justicia social y, por lo tanto, de paz en el mundo. Hoy los discípulos misioneros de Jesús deben penetrar las estructuras sociales con su verdad, con su convicción de amor solidario y fraterno. Ojalá muchos de ustedes puedan vincularse al servicio público, renovar las clases políticas, ser héroes en una cultura que está sedienta de los valores del Evangelio, pero que no lo reconoce. Piden plenitud de vida y, solo la encontraran en Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, al cual ustedes han decidido seguir como amigos íntimos, Jesucristo, el Señor. Que María Santísima nos oriente en este caminar. Ella como Madre del Señor supo llevar esa vida de intimidad con su Hijo, y supo ser discípula de Aquel que llevó en sus entrañas, y misionera del que vio morir en la cruz y resucitar a la vida eterna. 
Descargar