SAVONAROLA Y ESPAÑA Júlia Benavent Colección Interciencias. Centro Francisco Tomás y Valiente. UNED, Alzira. 2004. Este era un libro debido. La hiperatención dedicada por la literatura local valenciana a los Borja debía ser compensada con alguna atención a la obra de quien fuera una de sus más preclaros enemigos, el dominico Girolamo Savonarola. Al fin y al cabo, la necesidad de reforma de la iglesia que sintió como pocos el dominico predicador de Florencia, obtuvo sus más vinculantes evidencias del escándalo que, para unos contemporáneos a pesar de todo acostumbrados, provocó la conducta de Alejandro VI. Este libro, el primero en español sobre Savonarola, nos presenta una introducción a las circunstancias personales, humanas, políticas y religiosas que conforman la experiencia de este importante personaje en el tránsito de la Edad media a la modernidad. En realidad, el estudio de esta época es decisiva en la historia de las ideas políticas y los textos que la Dr. Benevent nos traduce, son todos ellos muy ricos en significación histórico-política. No podría ser de otra manera, tratándose de una irrupción carismática que no duda en aplicar sus categorías religiosas básicas al ámbito político. Muy interesantes son los apuntes que la autora dedica a la posible influencia de Savonarola en España. A fin de cuentas, la figura del dominico es en cierto modo arquetípica, y aunque sin la perfección con que él la encarnó, su apuesta por una reconstrucción general del cosmos católico, se expandió en otros ámbitos territoriales, impulsado en las alas de una común corriente de sentimientos escatológicos que tenían que ver con el cumplimiento de la mitad del milenio. Especialmente relevante podría ser confirmar la intensidad de la influencia de Savonarola en los círculos de Cisneros. Así que esta, como otras realidades europeas, bien pudieran a veces ser el modelo de otras realidades españolas que, aunque más difusas y difuminadas, no dejan de quedar influidas por ellas. Al reparar en esa relación, intensificamos la relación España-Europa. En realidad es fácil pensar en esta influencia en concreto, pues nada más contagioso que la mentalidad apocalíptica, nada más universal en época de crisis, y nada más compartido que esa sensación al final del Cuatrocientos europeo. Definir la naturaleza de esa crisis en Italia es decisivo para explicar la figura de Savonarola, pero también para comprender el sentido de una obra como la de Maquiavelo, impresionado por la experiencia del dominico en su juventud. Que esa crisis estuviera provocada por la nueva actitud de Roma, y su voluntad de crear un Estado centroitaliano vinculado al papado, no fue un accidente. En cierto modo, este crítico se vincula a la definición que hace ahora sesenta años dio de esta época Ludwig Dehio, al caracterizarla como la crisis del sistema de Estados italianos. Esta crisis motivó no sólo la sensación de peligro de la república de Florencia, sino que obligó a una alteración general de la política de alianzas de las ciudades estados y de los territorios ordenados como reinos. Pero la clave de esta crisis fue sin duda la voluntad de construir ese Estado centro-italiano, con pretensiones patrimoniales, desde la propia Roma. De ahí que la necesidad de reforma de la Iglesia se hiciera urgente si se quería mantener el status quo. Ahora bien esa transformación política de Italia entera afectaba profundamente a las expectativas de Francia y España, sobre todo a sus casas de Anjou y de Aragón, por lo que cualquier cosa que pasara en Italia, de repente, tenía repercusiones sobre toda Europa. En suma, la crisis del sistema de estados italiano abrió ese periodo de siglos que desembocaría en la formación del sistema de Estados europeos estabilizado en Westfalia. En este ambiente conviene situar la experiencia de Savonarola y su hostilidad radical a Alejandro VI. Al buscar la salvación de Florencia al margen de Roma, al pactar con Carlos VIII y Milán, al no querer vincularse a la liga santa que buscaba hacer frente a los franceses, que aspiraba a mantener una mínima autonomía italiana, necesaria para desarrollar los planes hegemónicos del Borja, Savonarola no sólo salvó a Florencia del Pillaje, sino que canalizó sentimientos democráticos a la manera del viejo comunitarismo católico. Aquí, una vez más, ideas viejas -que habían sostenido la vida de las comunas italianas- sirvieron para enfrentar situaciones nuevas. El sentido de una res publica anti-aristocrática se impuso desde el sentido de la comunión católica. Así que las corrientes de reforma de la iglesia impulsadas desde Florencia no se entienden sin estas dimensiones escatológicas, de cambio de tiempo histórico, que a su vez están relacionadas con los nuevos fenómenos políticos. Dentro de este marco, las notas biográficas que se nos muestran en este estudio alcanzan un preciso significado. Desde las señales que presagiaron las inquietudes tras el final de Lorenzo de Medicis, a las que anunciaron la elección del nuevo papa Alejandro. Hemos de suponer que el mismo miedo debían sentir los pueblos hispánicos, sobre todo los de la corona de Aragón, cuando moría Fernando II. Además, el estudio de la Dr. Benavent nos permite acércanos a la formación de la personalidad carismática, ofreciéndonos detalles relevantes acerca del patetismo con que el futuro predicador experimenta los tránsitos de su vida personal. Así, el rechazo de una joven le inspira un poema claramente expresivo bajo el título bien explícito de De ruina mundi. Los apuntes biográficos muestran los vínculos con la corriente filosófica de Ficino y Pico, que tampoco era ajena a las expectativas de hegemonía florentina que preparaban los Medici. En cierto modo, Savonarola, como muestra Benavent, transfirió estas aspiraciones a su Florencia renovada, purificada y completamente organizada desde el orden católico. “Florencia será más gloriosa, más rica y más poderosa que nunca. Primera en cuanto a Dios y en cuanto a los hombres: tú serás Florencia, la reforma de toda Italia, y aquí empezará la renovación y se expandirá desde aquí a todos los lugares, porque eres el ombligo del mundo. [...] Segundo, tendrá Florencia riquezas innumerables, y Dios lo multiplicará todo. Tercero, dilatarás tu imperio y así tendrás poder temporal y espiritual”. [p. 38]. Esta renovación del ideal de la vieja Ciudad de Dios, que rompe claramente con la teoría ortodoxa de la doble sociedad perfecta, desde luego servía a ideales democratizantes y respondía a intereses materiales de las partes de la población más cercanas a la menestralia. El triunfo del modelo de Consiglio Maggiore expresaba esta situación. Que este era el esquema de Savonarola lo deja claro este texto: “Yo te pido que mantengas fuerte el Consejo. La señoría no, el pueblo es soberano. Por eso te digo: “Mira al soberano, es decir, al Consejo. [...] El bien de esta ciudad depende de este Consejo” [p. 42]. El morir por la patria, que se había impuesto desde la edad media central, se había transferido ahora al Consejo. Una religión civil capaz de exigir la vida era lo que soñaba Maquiavelo, desde luego, pero eso era lo que reclamaba el mismo Savonarola al pueblo florentino: “Por eso, pueblo, haz por defender este Consejo y da tu vida por él, porque ahí está tu salvación, y mientras dure tú serás soberano” [p. 43]. De esta manera, Savonarola ofrece el tipo puro de hombre carismático consciente de que puede ofrecer con toda claridad una ruptura del orden tradicional. También, como un modelo típico, podemos ver en sus propuestas de catolización de todo la vida ciudadana un caso preciso de construcción totalitaria del orden social que no se detenía ante la influencia sobre la vida íntima y personal mediante los correttori y los inquisitori. Muy importante es el texto en el que Savonarola expone idea de Caballero de Cristo, forma específica en que se define bajo influencia cristiana la cohorte de aquellos que se aprestan a la reforma religiosa del mundo. Sin duda, esto muestra que la idea de la militia Christi de S. Ignacio de Loyola tenía diferentes modelos a los que acudir, y no sólo el modelo erasmista. En suma, tenemos un estudio sencillo pero eficaz para comprender la irrupción de legitimidad carismática y sus componentes fundamentales bajo la forma específica del catolicismo. Para un weberiano se trata de un texto muy util: excepcionalidad, circunstancialidad, pathos, misión divina, democratismo, anti-tradicionalismo, ventajas espirituales y materiales para la comunidad, dificultades de transformarse en cotidiano (p. 45), necesidad de dominio de la calle como manifestación pública de poder, irrupción de los ritos como formas políticas, y la no menos sorprendente promesa de expansión imperial, nos ofrecen notas fundamentales de un poder carismático y revolucionario. Junto a ello, se abre camino la heroicidad y el compromiso personal. Al mismo tiempo, y por una serie de textos, se nos presenta el esquema diplomático y jurídico con el que la Iglesia de Roma enfrenta el problema. El destino de Savonarola muestra la tensión entre la iglesia, una institución jurídica, y las pretensiones carismáticas que quieren imponer de forma carismática su reforma. Sea cual sea la moralidad privada de sus Papa, su maquinaria se impone como específica razón administrativa, judicial, diplomática y política con pretensiones de dominar sobre la conciencia humana y concentrada en la quiebra de la voluntad y la seguridad del reformador. La p. 83 ofrece un texto decisivo en este sentido: “Yo no lo condeno -dice Alejandro- por predicar una buena doctrina; lo repruebo porque siendo excomulgado y no queriendo pedir la absolución, osa, con evidente desprecio de la Sede Apostólica y con un mal ejemplo para los demás, predicar”. La cuestión parece independiente de la heterodoxia del dominico, y se centra sobre todo en la rebeldía contra un poder jurídicamente sólido. Savonarola es también un caso ejemplar también para entender las inclinaciones de los pensadores dominicos cuando se da un vacío de poder de dimensiones revolucionarias. En este sentido es muy sintomática el recurso a un republicanismo católico que es preciso identificar en una interpretación radical de las tesis de Tomás de Aquino. No es de extrañar que Joaquín Lorenzo Villanueva, justo basándose en el doctor angélico, publique sus Angelicales Fuentes al hilo de la revolución de Cádiz. Sin duda, este que aquí comentamos, no es sino un libro que inicia los resultados de investigaciones que han de completarse y desarrollarse y que están todavía sin agotar. Se deben poner en relación con los resultados más recientes de la investigación sobre Encubertismo,1 junto con los ya más clásicos estudios de Apocaliticismo2, así como las investigaciones más recientes sobre las Germanies, que han mostrado que no estaban exentas de una dimensión de movimiento cristiano, cruzado, reformado, comunitarista y católico. Pero aún más relevante que esta comparación de los procesos de Florencia con las Germanies, podría ser la relación con las Comunidades, de confirmarse las hipótesis de Benavent. En este sentido, se debería contrastar con la influencia de los comentarios de Aristóteles sobre los comuneros, a través de la escuela de Salamanca, y no especialmente con Roa, sino con Segovia. Libro inaugural, pues, que permite esperar desarrollos como los ensayos que se anuncian de la Dr. Pozo, “Girolamo Savonarola y la monarquía española de los siglos XV y XVI”, y todas las demás ponencias que esperan la edición como actas del congreso que se celebró en la UIMP de Valencia en el año 2000. A pesar de todo, aquí se nos dan algunas pistas que son muy interesantes. Analizando la Carta a los reyes don Fernando y doña Isabel de su embajador en Roma en 1498, editado por Ignacio Ramon Baroja de San Sebastián, en 1842, mirando la publicación de las Instrucciones a Fray Tomás de Matienzo en su embajada ante Enrique VII (parcialmente publicadas por 1 Pablo Pérez y J.A. Catalá Epígonos del Encubertismo. Proceso contra los agermanados de 1541. Biblioteca Valenciana, 2001. 2 Eulalia Durán, Tres i Quatre, Valencia. Bergenroth en 1866, en su Calendar of State Papers relating to the negotiations between England and Spain. (p. 89-90), y estableciendo relaciones entre estas instrucciones y la hipotética carta de Savonarola a los reyes y príncipes europeos que quizás llegara a ellos a través del cardenal Caraffa, movido por la hostilidad común a Alejandro VI, y que fue sin duda un protector de los dominicos de Florencia y corresponsal con la corte española. No era de extrañar que el regente Cisneros mande traducir, y edite con Brocar en 1511, la Devotísima exposición del Miserere mei Dominus y que permite la reforma, cercana al espíritu de Savonarola, de la Beata de Piedrahita de 1510, donde regía el prior valenciano Juan Micó, quien luego estuvo en el Real convento de los dominicos en Valencia, sucediendo a Domingo de Montemayor. La historia de las ediciones de Savonarola en el siglo XVI es urgente. Las menciones a la reedición de los comentarios a los Salmos y tantos otros libros. (p. 119) es un apunte y un comienzo de ella. La influencia sobre Fray Luis de Granada está confirmada en este libro. Como es natural, la obra de Luis de Granada fue luego vertida al italiano por discípulos de Savonarola. Una propuesta: estas son meras indicaciones de un iceberg de las relaciones espirituales hispano-italianas. El inquisidor Valdes, que sucedió al erasmista Manrique, acabó prohibiendo El Triunfo de la cruz editado en Valladolid en 1548. Especial atención ha merecido a la autora la influencia de Savonarola en Valencia. La persecución posterior de elementos judíos y conversos, como lo demuestra el caso de Vives, hace muy difícil este estudio, pero tenemos detalles muy significativos que cabe perseguir. Creo que es una ocasión más de demostrar algo que comprueba cualquiera que se aproxima a la historia valenciana. Y es la dimensión europea de esta historia. Así que la cuestión será de perseguir la biografía sobre todo de Jeroni Torella, estudiante valenciano en Florencia, conocedor de Pico, a quien introdujo en su De imaginibus astrologicis, autor de un De rege valentino que inspiró las tendencias básicas de las Germanies a favor de un rey de la casa de Aragón. Aquí el equipo de la Dr. Benavent está muy interesado en perseguir estas y otras biografías que podría darnos una imagen nítida de las influencias profundas entre Valencia e Italia, antes de que se imponga el camino a Paris y a los Países bajos de los humanistas valentinos Núñez, los Olivar, Simón Abril o Furió Ceriol. JLVB