sistema y subjetividad - Asociación de Egresados y Graduados PUCP

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Transiciones democráticas: ¿tareas pendientes?
Hugo Palma
¿Los regímenes dictatoriales son sucedidos por regímenes democráticos, o simplemente los
gobiernos militares son sucedidos por gobiernos elegidos? Guillermo O‘Donnell planteó esta tesis
hace ya buenos años al examinar el fin de la última oleada latinoamericana de gobiernos militares.
La cuestión sigue siendo sugerente, pues la ausencia, en casi tres décadas, de gobiernos militares
“clásicos” -nacidos de golpes de Estado- oculta las carencias democráticas de gobiernos
provenientes de elecciones -independientemente de la calidad de éstas-, así como la cuestión siempre equívoca y disimulada- de la actuación de las fuerzas armadas en la política.
“Transiciones incompletas” fue la expresión que utilizó el estudioso argentino para referirse al
término de gobiernos militares que no llegaron a ser sucedidos por democracias cabales. Siguiendo
su explicación, una de las razones para ello es que las transiciones dejaron “enclaves autoritarios”
que acabaron constituyéndose en áreas grises de los comportamientos nacionales, con negativas
consecuencias para la calidad de la democracia.
Esas áreas se encuentran en diferentes sectores: defensa, justicia, congreso, autoridades locales,
gobierno central, etc., y tienen mucha relación con la historia y la cultura política de la región, tan
fuertemente marcadas por el autoritarismo. También se relaciona con la insuficiencia y fragilidad de
las prácticas y convicciones democráticas, no solamente de las sociedades sino también de muchos
políticos.
En las décadas de los setenta y ochenta, los países latinoamericanos retornaron a los gobiernos
elegidos. Pero la terminación de los gobiernos militares, con la excepción de Argentina donde el
régimen colapsó, fue objeto de complejas negociaciones y procesos en los cuales consiguieron
mantener espacios significativos en términos de competencias, presupuestos, prerrogativas y poder.
De hecho, si en algunos casos se produjeron cuestionamientos, ellos se concentraron en violaciones
muy abiertas de derechos humanos sin abarcar en ningún caso la apreciación política de los
resultados, en general negativos, que fueron dejados “al juicio de la historia”.
Desde entonces, más de una decena de gobernantes latinoamericanos no ha podido concluir los
mandatos para los que fueron elegidos. En la mayoría de ellos ha habido formas de participación o
deliberada abstención de las fuerzas armadas. Finalmente, aparte de los intentos de golpe que
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fracasaron, es un hecho que los arreglos entre gobiernos y fuerzas armadas son complejos y
ambiguos, aunque, comprensiblemente, se supone que el recurso a los textos constitucionales que
coinciden en la subordinación de las fuerzas armadas soluciona y disuelve por sí solo el problema.
Los desarrollos históricos y los compromisos hemisféricos imponen que nadie propicie abiertamente
un sistema no democrático, pero la cuestión enfatiza más el origen electoral que la vigencia de
sistemas realmente democráticos. La OEA ha aportado dos referentes muy valiosos como son la
modificación de su Carta para impedir la interrupción abrupta de gobiernos elegidos y la adopción de
la Carta Democrática Interamericana en Lima el año 2001, precisamente para densificar, enriquecer
y garantizar los contenidos y comportamientos democráticos de los gobiernos del Hemisferio; asunto
mucho más complejo y trascendente que el simple origen electoral, por transparente que hubiere
sido el proceso. Los acuerdos subregionales, e inclusive acuerdos extraregionales como los
concertados con la Unión Europea, incluyeron “cláusulas democráticas”.
El tema sigue siendo la posibilidad de consolidar en América Latina regímenes auténticamente
democráticos, lo que, obviamente, quiere decir mucho más que democráticamente elegidos. La
democracia requiere la existencia de profundas convicciones y actuaciones democráticas.
Lamentablemente, los indicadores provenientes de trabajos sobre estas materias, como los del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, suscitan más inquietud que optimismo.
Finalmente, sigue pendiente también el tema de la utilización y manipulación política de las fuerzas
armadas, consustancial a cualquier proyecto autoritario. Como lo demuestra abundantemente la
experiencia latinoamericana, se puede ser más o menos democrático sin las fuerzas armadas, pero
es imposible ser autoritario o autocrático sin su participación.
En tales condiciones, el planteamiento de una supuesta disyuntiva civil-militar como equivalente de
democrática-autoritaria parece inadecuada, superada y ciertamente insuficiente para explicar temas
como consolidación o erosión democrática, institucionalidad y legalidad o autoritarismo, o cualquier
variante que pretenda disimular la esencia antidemocrática de diversos fenómenos presentes en el
escenario político latinoamericano y del mundo en desarrollo que, la experiencia demuestra,
producirán más pobreza y frustración y, en su momento, convulsión y violencia. Sea como fuere, el
hecho es que la comunidad internacional parece incapaz de ir más allá de la exigencia de la no
interrupción violenta de los regímenes elegidos y si ésta se produjera, como de hecho ha sido el
caso, que se le encuentre una salida que mantenga un viso, por tenue que sea, de legalidad.
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En tales condiciones, ¿la consolidación o la subsistencia democrática es un reto civil y político? ¿Es
profesional y militar? O, quién sabe, ¿es el reto de ciudadanos independientemente de la ropa que
vistan o la profesión que ejerzan? La respuesta en América Latina, aún en proceso de transiciones
hacia la democracia que parecen interminables, sigue pendiente.
Fuente: Palestra PUCP
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