Capítulo V. El fin como elemento del Estado Algo más que el simple territorio y una población unida por diversos lazos de solidaridad se requiere para formar el Estado. Es preciso que aparezca la formación propiamente política para que nazca la agrupación estatal, como algo distinto de otros grupos sociales. Y esta formación política se integra con elementos de carácter espiritual, cuando al impulso natural de sociabilidad del hombre se une la idea de un bien superior que se trata de realizar y un poder que encauza los esfuerzos hacia la realización de ese bien (autoridad). Muchos autores modernos, no ven en el Estado más que a la población, el territorio y el gobierno, y añaden tal vez, el orden jurídico. Pero ignoran el fin de la agrupación estatal, como si fuera un elemento irrelevante. Con ello se comete un grave error puesto que es el fin el que polariza las voluntades de los hombres para constituir el Estado, como ya lo había visto Aristóteles: “toda comunidad se constituye en vista de algún bien.” Todo estudio a fondo del Estado no puede prescindir de lo que es el alma de la organización política, su principio vital, su motor interno; el fin. Es la finalidad del Estado lo que da unidad a gobernantes y gobernados. Es la idea objetiva de un bien superior que no pueden realizar las comunidades menores, la que aglutina las voluntades de los miembros de la sociedad para constituirse en Estado. Y es ella también la que determina la competencia de sus órganos y la orientación de todas sus funciones. Ha sido clásico en la historia del pensamiento político considerarlo como fin, se ha hablado de bien público y de interés general. Por este debemos entender: el bien de los miembros de la colectividad que se sobrepone al de cada uno de ellos en orden al fin social. En este sentido hay bien común en la familia, en el municipio, en el sindicato, en la escuela, en el partido político, en la asociación civil. Pero ese bien sigue siendo particular y restringido, porque se refiere únicamente a los asociados y muchas veces puede entrar en concurrencia y pugna con el de otros grupos. En cambio el bien que persigue el Estado es el de toda la colectividad, por encima de los intereses particulares de los individuos o grupos, por eso se le puede llamar bien público o general y para distinguirlo del bien que persiguen las asociaciones religiosas –especialmente el de la Iglesia Católica– que por su amplitud es universal, en el orden del espíritu –se le denomina bien público temporal. De aquí podemos concluir lo siguiente: 1) El bien particular como tal, corresponde a los individuos y grupos y no al Estado (este debe intervenir sólo de forma supletoria). 2) Por su condición temporal, el bien público que persigue el Estado no puede extender su competencia a los asuntos espirituales o religiosos (los cuales debe simplemente respetar y proteger). 3) El bien público nacional no puede quedar desligado del bien público de otras naciones; por encima del bien público de cada nación está el bien público internacional de toda la humanidad conforme al cual no es justo que haya naciones privilegiadas que todo lo tienen en abundancia y otras –en vías de desarrollo– que carecen de lo más elemental (justicia distributiva y justicia social). En la realización del bien público temporal hay que distinguir entre la forma y la materia, es decir el cómo y el qué de la obra que realiza el Estado en el cumplimiento de su fin. 1) ¿Cómo lleva a cabo el Estado su tarea de promover el bien público temporal (elemento formal)? En primer término, el Estado trata de establecer el orden y la paz en la vida social mediante una serie de medidas de seguridad material y de regulación jurídica. El orden material lo salvaguarda a través del ejército, la policía y un orden social y económico al que el Estado atiende a través de sus funciones legislativa, administrativa y jurisdiccional. Ese orden debe ser un orden justo; con esto se quiere decir que no sólo debe ajustarse a la ley positiva sino a los principios éticos del derecho. El Estado debe buscar el orden y la paz por medio del derecho y la justicia. En segundo lugar el Estado atiende al bien público temporal por medio de la coordinación de las actividades de los individuos y grupos a fin de evitar la dispersión y anarquía de los esfuerzos y también la competencia desenfrenada, y a veces desleal, en el campo económico. En un sistema de libre mercado resulta fundamental la planeación por parte de una autoridad superior, que jerarquice los bienes, valores y necesidades, distribuya y coordine racionalmente el trabajo de todos. En tercer lugar el Estado debe ayudar y fomentar la actividad de los particulares y eventualmente suplirla cuando haga falta. Con esto nos referimos a que al Estado le toca apoyar con subsidios, exenciones de impuestos, servicios públicos especiales todas las actividades que la población realiza en los campos social, económico, cultural, deportivo y de beneficencia. 2) En cuanto al ¿qué debe atender el Estado (elemento material)? podemos decir que el Estado no puede desentenderse de nada de lo que preocupa a los hombres, ni en el orden científico o cultural ni en el económico o práctico. Todas las necesidades humanas, en los diversos órdenes de la vida, son materia de sus preocupaciones con la sola excepción de los asuntos específicamente privados o religiosos. La primera de las necesidades que debe atender el Estado se refiere al Estado mismo, es decir las necesidades políticas o estatales (buena organización y funcionamiento del gobierno), después vendrán las necesidades de justicia social, (las cuales se cubren a través del llamado desarrollo de comunidades agrícolas y urbanas); posteriormente el Estado deberá atender aspectos de la vida pública tales como la economía, la educación y los valores espirituales (planeación de la economía, política pedagógica así como garantizar y respetar el orden espiritual). El bien público temporal impone al Estado un triple imperativo: Hacer el bien, buscar lo público y restringirse a lo temporal, el cual sólo puede ser satisfecho por una filosofía humanista y democrática con un gran contenido social. Finalmente podemos concluir que el Estado en la realización del bien público temporal debe atender más a consideraciones de prudencia política que de sabiduría. En la vida del Estado existirán múltiples ocasiones en las que se verá obligado a actuar empíricamente en razón de las circunstancias y de aquí que siempre haya un cierto relativismo en la ejecución y un inevitable condicionamiento sociológico económico y cultural. Los principios no son tan rígidos que no permitan una amplia flexibilidad en la acción. Lo importante es que se mantenga un sano equilibrio entre todos los factores que intervienen y no se dé injustificadamente la preferencia de unos sobre otros.