belleza es una forma de simpatía en consonancia de las partes dentro de un cuerpo, según su número definitivo, contorno y posición, como dictada por concinnitas, la regla absoluta y fundamental en la naturaleza. Recientemente Rudolph Wittkower se ha referido al término y a partir de sus interpretaciones como la de otros estudiosos, propone, un análisis pormenorizado basado en la teoría de la arquitectura de Alberti a través de las categorías antes enunciadas. A partir de sus interpretaciones propone una nueva definición para la categoría, así concinnitas a partir de los estudios basados en la teoría de la arquitectura de Alberti y la práctica y el trabajo de sus contemporáneos se enriquece con nuevos aportes. Del estudio se deduce que el término fue usado para indicar una particular atención a la forma y orden, una manera de relacionar los elementos humanos con la naturaleza matemática armónica o rítmica. Leon Battista Alberti define como tarea y objetivo de la concinnitas: componer piezas, que por su naturaleza están bastante separadas entre sí y corresponden a otro género, según una regla precisa. Es algo ligado a nuestra naturaleza, desear lo mejor y aferrarnos a ello. Es con la perfección con lo que está relacionada, ya que sin ella, lo que podría lograrse por la simple simpatía critica de las partes estaría perdido, lo que permite, entonces, definir la belleza como una forma de simpatía en consonancia de las partes dentro de un cuerpo, según su número definitivo, contorno y posición. Alberti ser refiere a esto en el De Re Aedificatoria, Libro 9, donde podemos leer: "…los grandes expertos de la antigüedad, como mencionamos anteriormente, nos han instruido que un edificio es como un animal, y que la naturaleza debe ser imitada al delinear. Investiguemos, entonces, por qué algunos cuerpos que produce la naturaleza pueden ser llamados bellos. De esto podemos concluir, …los tres componentes principales en la cual están el número, esquema, y la posición. Pero derivadas de la composición y la conexión de estos tres brilla nuestro término: esto es concinnitas; la que es alimentada con cada gracia y esplendor. Es la tarea y objetivo de concinnitas componer piezas bastante separadas entre sí por su naturaleza, según una regla precisa, corresponden a otro aspecto…” De lo que podemos concluir que la Belleza es una forma de simpatía en consonancia con las partes dentro de un cuerpo, según su número definitivo, contorno y posición, como guiada por concinnitas natural, la regla absoluta y fundamental en la naturaleza, mientras que el ornamento es guiado por la concinnitas artificial. Según lo propuesto, entonces, la belleza es el objeto principal de la arquitectura y la fuente de su dignidad, encanto, autoridad, es una forma de simpatía como dictada por concinnitas, regla absoluta y fundamental de la naturaleza. Mientras la belleza (pulcritudo) es la cualidad intrínseca y natural, el ornamento, al contrario, posee un carácter accesorio o adjuntivo. El arte, la arquitectura deben darse a la construcción de su obra, vale decir producir una concinnitas artificial donde la mimesis implica creación de un nuevo artefacto cultural y si bien en un primer momento esta exigía un espejamiento de la naturaleza, con el tiempo esta concepción fue mutando hasta alcanzar, con Alberti, una clara concepción holística de la obra. En este horizonte Alberti reflexiono a cerca de la relación entre las artes y la arquitectura y afirmo: “… multae et varie artes che contribuiscono a benevivere… “(De picgtura, II, 28). Estas son las artes practicadas por los antiguos, en su conjunto pelean por conseguir el fin de giovare, cuanto sea posible a las necesidades humanas. Algunas son cultivadas por su necesidad (necesitas) otras por las ventajas que ofrecen (commoditas) y otras porque aumentan el placer (voluptas). Todas se caracterizan por perseguir sus fines particulares excluyendo todas las otras finalidades de la producción artística. Menos una excepción, la arquitectura, que parece ocuparse de las molti e varíate arti (L. B. Alberti, De Re Aedificatoria , prologo, cit, p.13). 11