INTERVENCIÓN DEL MINISTRO JOSÉ DE JESÚS GUDIÑO PELAYO: SEÑORAS Y SEÑORES: La vocación de un acto público, como éste, es la de dar noticia general y abierta, de una decisión y de una acción pública que tiene razones, fines y medios. ¿Qué reúne en este recinto a las representaciones de los tres poderes federales, y ala procuración de impartición de justicia federales? La Constitución consagra el principio de la división de Poderes, en virtud del cual el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, son y deben mantenerse autónomos e independientes entre sí. Esa independencia es justamente la que les permite y garantiza una respetuosa interacción y coordinación. El propio texto constitucional ha determinado la concurrencia de los tres poderes y de las otras respetables entidades, en esta Instancia de Coordinación. Conformar, instalar y participar en esta mesa, es un imperativo para los tres Poderes de la Unión, y para la procuración e impartición de la justicia estatal, porque es parte de los contenidos constitucionales de la reforma de la justicia penal, que –con este acto público- comienza su implementación coordinada. El Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la nación, tuvo a bien designarme para participar en este consejo, no en calidad de juez constitucional, sino como uno de los dos representantes del Poder Judicial de la Federación, para los propósitos a los que me he referido. Siendo la Constitución el sustento que motiva esta mesa colegiada. ¿Cuáles son los fines de nuestra concurrencia? No estamos convocados a discutir o analizar el cambio, ni para valorar lo que ya ha sido discutido por el constituyente, sino para hallar la mejor forma de acatar el contenido normativo y el espíritu de la reforma, que ya es parte de la norma fundamental de México. Nuestra nación ya transformó su diseño estructural en materia de justicia penal. La reforma constitucional entró en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación. Esto significa que no tenemos aquí la misión de encontrar un “régimen transitorio”, sino que se ha encomendado a esta Instancia Constitucional de Coordinación: planear y administrar la instrumentación de la justicia penal, en un periodo que hoy cumple su primer año. El cambio puede ser gradual; puede tener etapas sucesivas entendidas como parte de una constitución que avanza a partir de un plano coherente, sistémico y coordinado. En suma, nuestro orden constitucional no ha previsto un régimen transitorio, sino un plazo definitivo para el cambio, del cual hoy nos hacemos públicamente responsables. Los juzgadores mexicanos hemos procurado hacer lo que nos corresponde. Desde el Fondo Nacional para el Fortalecimiento y Modernización de la Impartición de Justicia (el llamado Fondo Jurica) hemos copatrocinado un “Código Modelo del proceso Penal Acusatorio para los Estados de la Federación”; así como un “Sistema Nacional de Capacitación” que ya está en marcha, gracias a la iniciativa oportuna de la Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia, la CONATRIB, que tiene un merecido lugar en esta mesa. La Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene muy presente la disposición de todos los juzgadores mexicanos, por aportar su talento y capacidad, para alcanzar un país con un mejor sistema de justicia. Claramente, existen diferentes perspectivas sobre el contenido y alcance del nuevo esquema de justicia penal. No sólo entre los Poderes y entre instituciones, sino aún en el seno del Poder Judicial de la Federación y entre los diversos jueces que participan en el Sistema Nacional de Impartición de Justicia. Esa diversidad de pensamiento no puede ni debe evitarse, sino que ha de converger justamente en esta distancia, para instrumentar de la mejor manera las reformas constitucionales: conscientes de los avisos y advertencias de los críticos, atentos a las propuestas de los promotores de distintas alternativas, y escuchando la visión de los profesionales, expertos y conocedores. La brújula de orientación para estos menesteres, está plasmada en la constitución: la coordinación entre diversas visiones. El texto de nuestra constitución además, es superior a la generación histórica que lo suscribió. Nos rebasa desde ahora y nos compromete con los mexicanos de hoy y de mañana: Hoy contamos con esta mesa. Hoy, la constitución nos obliga –pero también nos faculta- para dialogar y acordar la forma y medios para cumplir sus mandatos sustantivos. No es una carga, sino una oportunidad de que los Tres Poderes de la Unión, sirvan conjunta y simultáneamente al último beneficiario de nuestra democracia constitucional: al pueblo soberano. La finalidad de nuestra concurrencia, es entonces, aprovecharla en su temporalidad expresa y definitiva: Ocho años que comenzaron hace uno. Un nuevo esquema no significa una nueva constitución. La reforma no puede leerse únicamente en los artículos modificados y adicionados. La Constitución ha de leerse e interpretarse completa, como un todo. La reforma se instala en ella; se inserta no para distinguirse, sino para sumarse a su contenido, a todo su espíritu y a toda su esencia. No es un componente aislado. Eso también está en el fondo del mandato que nos obliga a coordinar esfuerzos, visiones y tareas, porque a cada uno de los que participamos en este consejo, nos corresponde trabajar con mayor dedicación, por una parte del orden constitucional. Por eso en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el Poder Judicial de la Federación, tenemos la firma convicción de seguir trabajando para conducir con respeto, con transparencia y con mucha seriedad, los trabajos relacionados con los aspectos procesales y judiciales que emanan de la reforma penal, coordinados en el seno de este Consejo. Señoras y Señores: La sociedad mexicana ha demandado un sistema de justicia cada vez mejor, cada vez más justo y sobretodo, cada vez más útil para preservar una convivencia plena, pacífica y segura. Las reformas constitucionales son uno de los más altos mecanismos de la democracia constitucional, para dar solución a las demandas y conflictos de grupos e individuos. En el nuevo milenio, un nuevo modelo de justicia penal apenas nace. Éste deberá caracterizarse por un respeto irrestricto a las garantías individuales que salvaguardan los derechos fundamentales y los principios que dan vida y armonía a la nación, a nuestro estado de derecho y de libertades, en el que las penas han de ser expresión de una convicción superior por el orden, pero también por el respeto a la dignidad de las personas. La Constitución no es sólo la redacción estática de sus articulados, sino la construcción dinámica y permanente de sus contenidos, a partir de sus textos, a partir de sus principios y a partir del espíritu que subyace en cada una de las decisiones soberanas que la adicionan y modifican. A eso estamos llamados, y a eso estamos comprometidos. MUCHAS GRACIAS.