¿QUÉ HACER PARA QUE LOS NIÑOS RECOJAN SUS COSAS? Bastantes padres y madres comentan que tienen varias “batallas” cada día para que sus hijos recojan y ordenen sus cosas. Recurren a la amenaza, al castigo o a los “sermones”, pero no obtienen los resultados esperados. Expresiones como: ¡Si no recoges tus juguetes irán a la basura! o ¡Estoy harta de recoger lo que vas dejando!, forman parte del lenguaje habitual en las relaciones con sus hijos. Cuando los hijos hacen las tareas por la fuerza pueden vivir impotencia y retan a los padres para probar hasta dónde están dispuestos a llegar. Éstos empiezan pidiéndoles que recojan, pero como no hacen caso, los padres se cansan de repetir lo mismo y acaban enfadándose, con lo cual llegan las amenazas o los castigos. Otras veces, tras la bronca, acaba recogiendo las cosas el padre o la madre. Todo esto tiene como consecuencia que el niño seguirá haciendo esa conducta, pues está recibiendo la atención de los padres, aunque ésta sea de signo negativo. Se hacen precisas unas normas y que los chicos interioricen unos límites, sin que haya que estar dándoles órdenes continuamente o amenazándoles. Para ello se requiere hacer un planteamiento educativo en el que se les dé opción a que participen y se responsabilicen de su ropa, sus juguetes o de los materiales del colegio. En primer lugar, los padres tienen que ayudar a ver a los hijos la necesidad de un orden en la casa. Ante algo que esté desordenado es importante presentarles el problema sin estar alterados: “Hijo, veo que tu habitación está desordenada. ¿Cómo la ves tú? Si contesta que está bien así, se le aportarán más datos para que entienda las ventajas de tener ordenada su habitación, dado que si no ve el problema no puede colaborar en su solución. Cuando ya asuma la existencia del problema se aceptarán sus sugerencias y se pactará cómo y cuándo hará las tareas que le correspondan. Si se ve que al principio le cuesta mucho recoger, irá bien una ayuda de los padres. Los hijos tienen que saber que su colaboración es importante. Conviene hablarles con el corazón, sintiéndoles capaces de resolver los problemas y valorándoles los avances, por consiguiente, hay que desechar las críticas o las comparaciones entre hermanos. Por último, insistir en la utilización de un tono de voz adecuado e intentar dejar los enfados y las peleas pues, de lo contrario, la energía se pone en las peleas y no en conseguir que los chicos asuman sus responsabilidades.