Cuadernos de la EPIC No 2, Septiembre 2011 Pobreza y exclusión social La experiencia de la Unión Europea: Conceptos y herramientas de acción. Mauricio Rojas Mullor Profesor Adjunto de la Universidad de Lund (Suecia) Director del Observatorio para la Inmigración y la Cooperación al Desarrollo de la Universidad Rey Juan Carlos y de la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid Cuadernos de la EPIC Publicación periódica de la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid Pobreza y exclusión social Publicación periódica de la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid Director de la serie: Mauricio Rojas Mullor, Director de la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid Cuaderno 1: Madrid, ciudad para compartir: La inmigración en la Comunidad de Madrid. Datos sobre la EPIC La Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación, EPIC, es un nuevo espacio de la Comunidad de Madrid gestionado administrativamente por Cruz Roja Comunidad de Madrid y que cuenta con el respaldo de la Universidad Rey Juan Carlos. La Comunidad de Madrid, con la EPIC, pone a disposición de la ciudadanía la formación, la sensibilización y el debate de ideas y propuestas en los ámbitos de la Inmigración y la Cooperación al Desarrollo. Para más información: EPIC C/Jardines, 4 28013 Madrid Tel. 91 701 13 45 Email epic@madrid.org Para inscripción a cursos: inscripcionesepic@madrid.org Horario de atención al público: de lunes a viernes de 9 a 14 horas y de 16 a 19 horas. 2 Pobreza y exclusión social Índice Introducción 5 1. Tema de estudio 6 2. Objetivo, organización y fuentes 8 I. Pobreza y exclusión social: Conceptos y diagnósticos 11 Introducción 12 1. De la pobreza al bienestar como normalidad 12 2. El redescubrimiento de la pobreza 14 3. Causas de la pobreza y la exclusión 16 4. El concepto de pobreza 24 5. Evolución del concepto de exclusión social 29 6. Definiciones y mediciones de la exclusión social 35 II. Pobreza y exclusión social en el pensamiento comunitario 43 Introducción 44 1. Panorámica del desarrollo del pensamiento comunitario 44 sobre la pobreza y la exclusión social 2. El primer programa de lucha contra la pobreza 47 3. De los pobres a los excluidos: El pensamiento comunitario en los años 80 y comienzos de los 90 53 4. De la exclusión a la empleabilidad: El pensamiento comunitario a mediados de los años 90 63 5. De la Agenda de Lisboa a Europa 2020 73 6. Inmigración, pobreza y exclusión social 83 3 Pobreza y exclusión social III. Pobreza y exclusión social en la UE: Métodos y herramientas de acción Introducción 1. El complejo marco de la acción comunitaria y la política social 96 97 98 2. Buenas prácticas e innovaciones: el dilema de las competencias. y la legitimidad en los programas contra la pobreza 102 3. La deriva activista de la Comisión y el fracaso de Pobreza: Los dilemas de la coherencia y la experimentación 106 4. El dilema de la multidimensionalidad y la utopía holística 113 5. El dilema de la participación y el empoderamiento 116 6. Cambio de paradigma y dilemas metodológicos 120 Resumen y conclusiones 124 1. Conceptos y diagnósticos 125 2. El pensamiento comunitario sobre la pobreza y la exclusión 126 3. Métodos y herramientas de acción 128 Fuentes 131 1. Fuentes primarias: Documentos de la Unión Europea 131 2. Fuentes secundarias: Libros, artículos y estudios 138 Agradecimientos 147 4 Pobreza y exclusión social Introducción 5 Pobreza y exclusión social 1. Tema de estudio La Unión Europea (UE) proclamó el año 2010 como Año europeo de lucha contra la pobreza y la exclusión social. Según la misma UE, la razón de esta proclamación es simple: ya antes de la crisis reciente unos 80 millones de ciudadanos de la Unión, equivalentes al 17 por ciento de su población, era pobre en un sentido absoluto del término, es decir, “carecen de los recursos necesarios para cubrir sus necesidades básicas”1. Por su parte, si bien la exclusión social es un concepto mucho más difícil de precisar estadísticamente a través de la Unión se detectan significativos porcentajes de su población privados de los recursos o las capacidades básicas –participación laboral, educación, acceso a las tecnologías de la información, sistemas de salud y de protección social eficientes, seguridad ciudadana, etc.– que hacen posible una participación satisfactoria en la vida social, económica, política y cultural de sus respectivas sociedades. Estos obstáculos a la participación y a la integración social se pueden presentar, además, de manera acumulativa, creando situaciones graves de exclusión cuya existencia misma es una amenaza para la cohesión social de las naciones que forman la UE2. Tanto la pobreza como la exclusión afectan muy desigualmente a diversos sectores de la población de la Unión. Factores como la edad, el género, la situación familiar, el estatus legal o la pertenencia a determinados grupos étnico-culturales tienen una gran importancia a este respecto. Entre los sectores que han sufrido situaciones de pobreza y exclusión de manera desproporcionada se cuentan significativos grupos de inmigrantes, en particular extracomunitarios. Esta situación ha sido característica de los países del norte y el centro de Europa, con varios decenios de experiencia de inmigración. Así por ejemplo, en Alemania, Francia, Holanda, Dinamarca o Suecia, para sólo tomar algunos casos, las bajas tasas relativas de empleo, la formación 1 Comisión (2010). Para una visión estadística reciente de las situaciones de pobreza y privación en la UE ver Eurostat (2010). 2 6 Pobreza y exclusión social de barrios con altos niveles de segregación e inseguridad, el fracaso escolar de los jóvenes y otros hechos preocupantes han venido a conformar una situación de alta conflictividad que está lejos de las ambiciones de cohesión social fijadas por la UE. La situación en los nuevos países de inmigración del sur de Europa es aún incierta, particularmente ante la situación de crisis económica que afecta profundamente a algunos de ellos. Esto le da a la problemática de la inmigración una gran importancia en este contexto, especialmente desde una perspectiva española a fin de aprender de las experiencias de los viejos países europeos de inmigración. La importancia del tema ha sido oficialmente reconocida por la UE que ha hecho de la integración de los inmigrantes un tema prioritario en la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Las situaciones de pobreza y exclusión varían mucho de país en país pero están presentes tanto en los antiguos (UE-15) como en los nuevos países miembros de la Unión (UE-27). Se trata de un hecho de una notable persistencia ya que la existencia de importantes bolsones de pobreza y exclusión no es nueva y ha preocupado a los dirigentes de la Unión desde el lanzamiento en 1975 del primer programa comunitario de lucha contra la pobreza, conocido como Pobreza 1. Por entonces unos 30 millones de ciudadanos de la Unión vivían en una situación de pobreza relativa, es decir, tenían ingresos inferiores al 50 por ciento del ingreso medio de su respectivo país. Esto motivó las primeras acciones comunitarias que luego se han multiplicado tal como lo han hecho los llamados a los Estados miembros a emprender acciones enérgicas en los ámbitos de la pobreza y la exclusión. Sin embargo, la pobreza no ha dejado de aquejar a la Unión y a mediados de los años 90 la cifra de pobres, usando el mismo criterio anterior para medirla, llegaba a los 55 millones. Esta persistencia de la pobreza y la exclusión social llevó a nuevas acciones comunitarias en estos ámbitos. Así por ejemplo, los Consejos Europeos de Lisboa y Niza, realizados en marzo y diciembre de 2000, se plantearon la lucha contra de la pobreza y la exclusión como un objetivo fundamental del decenio venidero e incluso auguraron el fin de la pobreza para 2010. A pesar de ello, tanto la pobreza como la exclusión social no sólo han perdurado sino que en muchos países de la UE han adoptado –al combinarse con la exclusión de importantes grupos de inmigrantes y sus descendientes– formas cada vez más complejas y amenazantes tal como se pudo constatar en los terribles motines urbanos que sacudieron a Francia a finales de 2005. La constatación de esta preocupante realidad es el motivo mismo de la proclamación del año 2010 como el 7 Pobreza y exclusión social Año europeo de lucha contra la pobreza y la exclusión social. En los 35 años que han transcurrido desde el lanzamiento en 1975 de su primer programa de lucha contra la pobreza la UE ha acumulado una amplia experiencia tanto analítica como práctica sobre este tema así como sobre la problemática de la exclusión social que, desde fines de los 80, cobra una relevancia cada vez mayor en la reflexión comunitaria. Este hecho puede, a primera vista, resultar sorprendente ya que la política social ha sido y sigue siendo un ámbito de responsabilidad de los Estados miembros. Esta circunstancia, si bien no ha impedido el accionar comunitario en materias de política social lo ha condicionado fuertemente obligando a la Comisión Europea y a otros órganos de la Unión a buscar un nicho de análisis y acción social definido en torno a la búsqueda y difusión de indicadores y principios comunes así como enfoques innovadores y buenas prácticas que puedan inspirar y enriquecer –pero no sustituir a o competir con– las políticas sociales que los Estados que componen la UE siguen adoptando soberanamente. Esta forma de “intervención suave”, que busca una convergencia sin coerción3, fue formalizada como parte de la Estrategia de Lisboa bajo el nombre de Método Abierto de Coordinación. Un ejemplo muy notable del valor agregado innovador y la fuerza de difusión de las iniciativas de la Unión en materia social es el concepto mismo de exclusión social, que era de un uso bastante limitado hasta que la Unión, a finales de los 80, lo adoptó como concepto clave de sus análisis sociales. Desde entonces el concepto de exclusión social ha conquistado, con una rapidez notable, un lugar central no sólo en las políticas sociales de los países miembros de la UE sino también en la investigación y la producción académica en general. 2. Objetivo, organización y fuentes El objetivo de la presente investigación es justamente describir y analizar esta experiencia de lucha contra la pobreza y la exclusión social desde el primer programa comunitario lanzado en 1975 hasta el presente. Se trata de un estudio que abarca 3 Se trata de una forma de “derecho indicativo” que nunca adopta la forma de directivas, reglamentos o decisiones. 8 Pobreza y exclusión social una gran variedad de programas de intervención y apoyo acordados y liderados por los órganos directivos de la Comunidad Económica Europea (CEE), la Comunidad Europea (CE) y la Unión Europea (UE) 4, en particular por la Comisión Europea, el Consejo Europeo y el Fondo Social Europeo. Estos programas se han basado, a su vez, en un importante desarrollo del pensamiento comunitario sobre la definición, las formas y las causas de la pobreza y la exclusión. El propósito de este estudio es tratar tanto el desarrollo conceptual y analítico así como la metodología, las formas y las herramientas de intervención usadas. Por ello mismo el estudio se divide en dos grandes partes. Una dedicada al análisis cronológico de los conceptos y diagnósticos que han servido como punto de partida para las intervenciones comunitarias y otra, que sigue un orden temático, que se dedica al análisis concreto de esas intervenciones, estudiando sus premisas, diseño, formas de realización y resultados. Para darle amplitud y un marco adecuado al presente estudio se da inicio al mismo presentando y analizando el debate general sobre la pobreza y la exclusión social. En esa presentación se sientan también las bases conceptuales y analíticas que luego permitirán comprender, más a cabalidad, el desarrollo del pensamiento comunitario. En este estudio se le da también importancia al fenómeno de la inmigración y la integración de los inmigrantes y sus descendientes debido a su compleja imbricación, en muchos países de la UE, con los fenómenos de la pobreza y la exclusión, que de esta manera han pasado a manifestarse no sólo como hechos sociales sino también étnico-culturales, con serias consecuencias para la cohesión de las sociedades en cuestión. La investigación concluye con un capítulo dedicado a extrae algunas lecciones tanto a nivel analítico como metodológico de los 35 años de experiencias comunitarias estudiados. Las fuentes fundamentales del presente estudio son los propios documentos de la UE. Los mismos comprenden una gran variedad de textos, que van desde la resoluciones de los Consejos Europeos y las Comunicaciones de la Comisión Europea a los estudios de Eurostat y las evaluaciones de distintos grupos de expertos sobre los programas de acción comunitarios. Estos documentos forman, en su conjunto, las 4 A continuación hablaremos de Comunidad Europea hasta la entrada en vigor en 1993 del Tratado de Maastricht que creó la Unión Europea. Hablaremos también de Comunidad o de pensamiento, acción etc. comunitaria envolviendo con estas expresiones todas las actuaciones de la CEE, la CE y la UE. 9 Pobreza y exclusión social fuentes primarias de la investigación. Las fuentes secundarias están formadas por una amplia gama de textos que se abocan ya sea al tema general de la pobreza y la exclusión social como al más acotado de las políticas y programas de intervención de la EU en este terreno. 10 Pobreza y exclusión social I. Pobreza y exclusión social: Conceptos y diagnósticos 11 Pobreza y exclusión social Introducción La evolución del pensamiento comunitario sobre la pobreza y la exclusión social no se ha dado en un vacío de ideas y debates sino muy por el contrario. El desarrollo comunitario ha sido parte de un desarrollo mucho más amplio que lo ha influenciado y que, a su vez, ha visto influenciado por el mismo. Por ello es necesario, antes de entrar al análisis detallado del pensamiento y las acciones de la Comunidad, iniciar este trabajo con una presentación del desarrollo teórico y metodológico más general sobre nuestros temas. Esto es lo que haremos es esta primera parte, empezando por presentar los conceptos mismos y su evolución así como el debate sobre las causas de la pobreza y la exclusión para finalmente detenernos en los resultados empíricos acerca de la existencia de los fenómenos que estamos tratando. 1. De la pobreza al bienestar como normalidad La pobreza en sí no es de ninguna manera algo nuevo en la historia de la humanidad, sino muy por el contrario. Vivir en una condición de premura material fue la situación normal del género humano hasta que los progresos tecnológicos de la era moderna hicieron posible, para las amplias mayorías, tener acceso a niveles de consumo, salud, educación y bienestar en general impensables en épocas anteriores. Todavía para economistas clásicos como David Ricardo la pobreza, definida como un nivel de consumo que básicamente aseguraba la subsistencia, era el destino natural de las clases trabajadoras industriales5. Thomas Malthus profetizó, en su célebre Ensayo sobre los principios de la población publicado en 1798, la necesaria pobreza de la gran masa de los seres humanos dada la tendencia de la humanidad a reproducirse más allá de las posibilidades Adam Smith tenía una visión más optimista del asunto, haciendo patente en La riqueza de las naciones el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población inglesa durante el siglo XVIII. Véase el capítulo VIII del Libro I, donde, manifestando su beneplácito por “esta mejora en las condiciones de las clases inferiores del pueblo”, expresará su famosa sentencia: “Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables.” Smith (1997). 5 12 Pobreza y exclusión social de la agricultura de producir alimentos a un ritmo que igualase la rapidez del crecimiento poblacional. A mediados del siglo XIX, Karl Marx basó su pronóstico sobre la necesaria caída del capitalismo en la pauperización del proletariado industrial, hecho que él consideraba como una “ley férrea” del desarrollo capitalista. Sin embargo, ya Marx veía esta pauperización como un hecho básicamente social, determinado no por la falta de medios sino por la distribución desigual de los resultados de la producción. Es por ello que su utopía comunista, hija del optimismo tecnológico que va cundiendo durante el siglo XIX, postula la salida definitiva de la humanidad de su estado de necesidad. En todo caso, hasta esos tiempos la pobreza era considerada como la norma de la vida humana, tal como lo eran las enfermedades devastadoras, la falta de educación o de libertad religiosa y política. Esta normalidad comenzó a cambiar durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando se fue haciendo evidente que la industrialización iniciada en Gran Bretaña y luego replicada en diversas partes de Europa occidental estaba haciendo posible un significativo mejoramiento de los niveles generales de vida. Fue surgiendo así, paulatinamente, una nueva normalidad: la del bienestar como condición no sólo deseable sino también posible de la vida humana. Con ello apareció “el problema de la pobreza”, es decir, la pobreza considerada como algo atávico y anormal, una reminiscencia de épocas pasadas que debía y podía ser superada en sociedades dónde la abundancia se estaba convirtiendo en la regla. A comienzos del siglo XX, en 1901, Seebohm Rowntree publicó Poverty: A Study of Town Life, un estudio pionero sobre la pobreza que se transformaría en el punto de partida y referencia de los futuros estudios sobre el tema. La razón de ello es doble. Por una parte, este estudio se basa en una amplia investigación empírica realizada en York, la ciudad natal de Rowntree, que abarcó nada menos que 11.560 familias lo que equivalía a unas dos terceras partes de todas las familias de York. La segunda razón es que para llevar adelante su investigación Rowntree elaboró una serie de conceptos y métodos de medición que pasarían a formar instrumentos centrales en prácticamente todos los estudios posteriores sobre el tema. Entre estos instrumentos está la elaboración de una “línea de pobreza”, lo que le permitió a Rowntree definir dos tipos de pobreza, una que él llamó “pobreza primaria” y la otra que fue llamada “pobreza secundaria”. En pobreza primaria vivían aquellas “familias cuyo ingreso total no era suficiente para obtener el 13 Pobreza y exclusión social mínimo necesario para mantener un funcionamiento puramente físico.”6 Esto es lo que hoy llamamos pobreza absoluta. En pobreza secundaria vivían las familias que podían alcanzar ese mínimo pero que no disponían de excedentes más allá de ello. En su estudio publicado en 1901 Rowntree llega a la conclusión de que el 27,84 por ciento de la población de York vivía bajo la línea de pobreza, lo que venía a confirmar el estudio publicado en 1886 por Charles Booth sobre la pobreza en Londres. Estos resultados fueron chocantes para una opinión pública que ya comenzaba a ver el bienestar como normalidad. Sin embargo, la perspectiva optimista de Rowntree es evidente y queda plenamente reflejada en las palabras finales de su célebre obra: “La oscura sombra de la filosofía maltusiana pertenece al pasado y ninguna visión sobre el estado final de las cosas sería actualmente aceptada si en la misma una multitud de hombres y mujeres está condenada por una ley inevitable a una lucha por la existencia tan severa como para atrofiar o destruir la partes más elevadas de su naturaleza.” 7 Posteriormente, Rowntree realizó dos nuevos estudios en York que mostraron con claridad una tendencia hacia la disminución de la pobreza hasta llegar a transformarse en un fenómeno marginal. En su estudio de 1936, Poverty and Progress, la pobreza había disminuido al 18 por ciento y en el de 1950, Poverty and the Welfare State, a apenas el 1,5 por ciento. Esto a pesar de que Rowntree había ampliado la “canasta de bienes” que determinaba la línea de pobreza. Estos estudios coincidían no sólo con la visión optimista del propio Rowntree sino con la idea cada vez más dominante durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial de que la pobreza era un hecho residual destinado a desaparecer como fruto del rápido progreso económico y las intervenciones del Estado del bienestar. Pronto se constataría, sin embargo, que la pobreza no era tan fácil de vencer como parecía. 2. El redescubrimiento de la pobreza Esta visión tan optimista comenzó a ser desafiada en el país que era el epicentro mismo del desarrollo y la afluencia económica: Estados Unidos. Movimientos afroamericanos 6 7 Rowntree (1908), p. x. Ibid., p. 305. 14 Pobreza y exclusión social militantes y terrible revueltas urbanas obligaron a volver la mirada hacia el patio trasero de la abundancia: los 40 millones de pobres que a fines de los años 50 había en Estados Unidos, lo que constituía casi una cuarta parte de su población8. Entre los afroamericanos (“blacks” en la estadística oficial) el porcentaje de personas viviendo bajo la línea de pobreza estadounidense alcanzaba nada menos que el 55 por ciento9. Este redescubrimiento de la pobreza fue acompañado por una serie de estudios clásicos sobre el tema, como los de Oscar Lewis (1959, 1961 y 1968) que desarrollaron el concepto de “cultura de la pobreza”, el de John Kenneth Galbraith (1958) sobre lo que él llamó “la sociedad opulenta” (the affluent society) y el de Michael Harrington titulado The Other America: Poverty in the United States (1962). En su discurso sobre “el estado de la nación” de enero de 1964 el Presidente Lyndon Johnson hizo de la lucha contra la pobreza una parte central de su programa de gobierno bajo el dramático nombre de “Guerra contra la pobreza” (War on Poverty). Esto llevó ese mismo año a la aprobación de una ley al respecto (Economic Opportunity Act) por el Congreso con la consecuente creación de un ente federal (Office of Economic Opportunity) dedicado a la lucha contra la pobreza. Después de esta iniciativa los estudios sobre la pobreza en Estados Unidos aumentaron de manera exponencial, pero la situación inicial –caracterizada por el chocante redescubrimiento de la pobreza– bien puede ser descrita usando las palabras de Daniel Bell de 1968: “…cuando el tema de la pobreza surgió, nadie estaba realmente preparado, nadie tenía ningún tipo de datos, nadie sabía que hacer”.10 Paradojalmente, el redescubrimiento de la pobreza se produjo en un periodo de rápida disminución de la pobreza tanto en Estados Unidos como en otras sociedades avanzadas. De acuerdo a la estadística oficial estadounidense, la pobreza disminuyó de 39,5 millones de personas en 1959 a 24,1 millones en 1969.11 En otras palabras, hasta entonces la realidad estaba aún siguiendo el sendero optimista. Por ello es que el verdadero shock llegó en los años 70 cuando se constató que la incidencia de la pobreza comenzaba de nuevo a crecer llegando a más de 35 millones de pobres en 1983, lo que correspondía al 15,2 por ciento de la población de Estados Unidos. 8 La pobreza se mide en Estados Unidos a partir de una línea de pobreza que define el ingreso necesario para satisfacer las necesidades básicas de las personas. Se trata de una medida relativa, ya que parte del estándar de vida estadounidense y, en comparación con otras latitudes, es muy alta. Así, el censo del año 2000 mostraba por ejemplo que más del 70% de los pobres tenía coche, aire acondicionado, nevera, microondas, etc. 9 Los datos provienen de US Census Bureau (2010) 10 Citado en Patterson (1981), p. 78. 11 US Census Bureau (2010). Esta es la cifra más baja de pobres registrada en la historia de Estados Unidos. 15 Pobreza y exclusión social Pero esta era solamente la expresión cuantitativa de un fenómeno extremadamente complejo: la patología de la exclusión social o marginalidad –según el concepto habitualmente usado en esos tiempos para describir este fenómeno12– que tomaba formas nuevas y cada vez más peligrosas de expresarse, con un incremento dramático de las tasas de criminalidad, la drogadicción, los nacimientos extramaritales, las familias de madres solas y la dependencia de las ayudas sociales.13 La conciencia acerca de lo que fue llamado “la nueva pobreza” llegó a Europa más tarde que a Estados Unidos pero el shock no fue menor. Las primeras estimaciones de la amplitud de la pobreza en la Comunidad Europea dieron una cifra de 30 millones para 1975, cifra que luego fue se vería incrementada por el fin definitivo del pleno empleo y el comienzo de una larga fase de desarrollo europeo caracterizada por una escasa creación de puestos de trabajo y un consecuente aumento de la exclusión laboral14. 3. Causas de la pobreza y la exclusión El redescubrimiento de la pobreza y la existencia de diversas formas de exclusión o marginalidad social dieron origen a un amplio debate acerca de las causas de estos fenómenos. La mayoría de los enfoques propuestos inicialmente tenían dos puntos comunes de partida: a. que estábamos presenciando el ocaso de la “sociedad industrial” y la transición hacia una nueva forma de sociedad, basada en nuevas tecnologías, en la preeminencia del conocimiento como factor productivo, en la expansión de los servicios y en una creciente reestructuración de la vieja división planetaria del trabajo entre centros industriales y periferias subdesarrolladas; y b. que las sociedades industriales avanzadas habían logrado alcanzar un alto nivel de cohesión socioeconómica, política y cultural que se estaba perdiendo – permanentemente o durante una fase de transición– en el paso a la emergente sociedad posindustrial. 12 El principal exponente de la teoría de la marginalidad es el sociólogo italiano-argentino Gino Germani. Véase por ejemplo Germani (1969) y (1973) 13 Véase Wilson (1985). 14 Ver Com (1981/769) y DGV (1989). 16 Pobreza y exclusión social Los diversos enfoques planteados combinaban, teniendo los dos puntos anteriores como un telón común de fondo, una serie muy amplia de factores explicativos, entre los cuales destacaban, combinándose de diversas maneras, el cambio tecnológico, los aspectos institucionales, los conflictos corporativos y los aspectos culturales. El mercado de trabajo ha estado en el centro del debate, pero también el Estado del bienestar, los flujos migratorios, las relaciones étnicas y raciales, la evolución o mejor dicho la disolución de la familia y el proceso de formación de subculturas. Incluso los argumentos de tipo biológico han jugado un papel importante en un debate que siempre ha tenido fuertes connotaciones político-ideológicas. El tema más controversial del debate ha sido el concepto de “underclass”, que alude a sectores degradados y excluidos socialmente que ya no pertenecen a ninguna de las clases establecidas de la sociedad. Pensadores sociales radicales como William Julius Wilson (1985 y 1993) y Anthony Giddens (1994) lo han usado, pero también críticos conservadores del Estado del bienestar como Charles Murray (1984 y 1990). En un intento de capturar las ideas centrales de lo que ha sido un debate sumamente complejo se agruparán las distintas formas de explicar las causas de la pobreza y la exclusión en tres grandes grupos a los que les daremos las siguientes rúbricas (se indican entre paréntesis las principales alternativas dentro de cada grupo): 1. Teorías de la dislocación estructural (transicional o recurrente) 2. Teorías del dualismo estructural (funcional o disfuncional) 3. Teorías de la exclusión institucional (forzada o inducida) 1. Las teorías o enfoques que acentúan la dislocación estructural destacan, en general, la naturaleza disruptiva del desarrollo capitalista y, en particular, la intensidad del cambio estructural, con su consecuente impacto social, durante la transición de la sociedad industrial a la posindustrial. Este tipo de enfoques podría ser llamado schumpeteriano –la principal metáfora explicativa en esta perspectiva no es otra que el famoso “ventarrón de la destrucción creativa” de Joseph Schumpeter15 – y plantea que la presencia de tendencias a generar pobreza, exclusión y desigualdad es una expresión natural y recurrente de la dinámica esencial del cambio una economía capitalista. La base de esta explicación está en el carácter cíclico del desarrollo de la economía de mercado, que refleja los grandes ciclos de transformación 15 Para un resumen de la obra de Schumpeter véase, entre otros, Rojas (1991). 17 Pobreza y exclusión social tecnológica que comportan una reestructuración significativa de las economías y, consecuentemente, de las sociedades modernas. Por ello es que el elemento recurrente o cíclico es central en este enfoque, pudiendo el mismo verse agudizado, como muchos autores han postulado, por un elemento transicional de mayor magnitud asociado al paso a una sociedad posindustrial cada vez más globalizada y basada en la revolución de las tecnologías de la información. Se trata, en lo fundamental, de un enfoque optimista acerca del desarrollo contemporáneo, pero que no deja de ver los costos y las tensiones provocadas por los períodos de intensa destrucción creativa y cambio estructural. Es a partir de esta constatación que los defensores de este enfoque a menudo proponen una serie de intervenciones correctivas o paliativas a fin de aliviar estos costos y tensiones que, de no ser suavizados, podrían llegar a amenazar la supervivencia misma del conjunto de la estructura social. En esta perspectiva, la pobreza y la exclusión social son fenómenos recurrentes y connaturales del desarrollo económico pero no necesitan llegar a dar origen a una clase o grupo social formado por personas permanentemente empobrecidas o excluidas en la medida en que se creen mecanismos adecuados para facilitar la salida de estas situaciones. En otras palabras, se trata de facilitar una gran movilidad social que haga de la caída en la pobreza o la exclusión una situación meramente pasajera. Esta es, de hecho, la situación de la inmensa mayoría de las personas que caen en la pobreza o el paro en economías dinámicas y flexibles16. Como veremos más adelante, esta ha sido la línea de argumentación predominante, pero no la única, dentro de la UE y sus antecesoras sobre estos temas. 2. Los enfoques que ponen el acento en el dualismo estructural pueden ser de naturaleza muy diversa, pero su diagnóstico sobre lo que son la pobreza y la exclusión social así como sobre sus consecuencias son mucho más pesimistas que en el caso del enfoque anterior. Esta perspectiva ha tenido muchos de sus principales exponentes en una tendencia altamente crítica, a menudo de inspiración marxista, al capitalismo o a la economía de mercado en sí misma. Lo que aquí se postula es la existencia de una dinámica permanente de exclusión y polarización en el sistema capitalista que en mucho recuerda el diagnóstico apocalíptico de Marx sobre el futuro 16 Así por ejemplo, casi dos terceras partes de los estadounidenses adultos caen en la pobreza por al menos un año en su vida pero sólo un ínfima parte ellos cae en la pobreza crónica. 18 Pobreza y exclusión social del capitalismo17. Esta dinámica excluyente y polarizante se daría tanto a nivel de las economías nacionales como del sistema económico internacional. La Teoría de la Dependencia fue el exponente más contundente de este punto de vista en lo que se refiere a la economía internacional18. En el marco de las economías nacionales avanzadas este enfoque ha estado representado por diversas teorías acerca del mercado de trabajo fragmentado, segmentado o dual19. Este tipo de enfoques sigue, en lo fundamental, la idea de Marx acerca de la necesidad de una reserva permanente de trabajo barato y flexible cuya función sería tanto presionar los salarios a la baja como estar disponible en los momentos álgidos del ciclo económico. Muchos de los defensores de este enfoque postulan que los trabajadores en el “Tercer Mundo” así como los inmigrantes provenientes de países pobres forman la columna vertebral de este “ejército de reserva” estratégico que le ofrece al capitalismo global un bienvenido suplemento de trabajo barato, utilizable a voluntad y bajo condiciones infrahumanas20. De acuerdo con este enfoque la exclusión social en los “países ricos” forma parte de una dinámica global de polarización que, usando las palabras de Anthony Giddens, puede ser descrita de la siguiente manera: “Las clases marginales (underclasses) no son sólo bolsones de miseria dentro de las economías nacionales, son también las líneas de contacto y de choque entre el Tercer Mundo y el primero. El aislamiento social que separa a los grupos subprivilegiados del resto del orden social dentro de los países refleja la separación entre ricos y pobres a escala global y está causalmente unida con esa separación. La pobreza del Primer Mundo no puede ser abordada como si no tuviera conexión con las desigualdades a una escala mucho mayor.”21 En todo caso, la idea central de estos enfoques radicales es que la pobreza, la desigualdad y la exclusión social son componentes funcionales del desarrollo 17 Este diagnostico o profecía abunda en las obras de Marx, por ejemplo en sus célebres pasajes de El capital donde se habla de “la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación” que se acrecientan constantemente en el capitalismo. Véase Marx (1975), p. 953 18 Para una exposición clásica de este punto de vista véase Frank 1967. 19 Para una sinopsis temprana sobre este tipo de teorías véase Cain (1976). 20 Dos ejemplos clásicos de este punto de vista son Castles & Kosack (1973) y Piore (1979). Sobre el debate posterior véase Castles & Miller (1993). Una aplicación de esta perspectiva a la UE se encuentra en Miles & Thränhardt (1995) y Pugliese (1995). 21 Giddens (1994), p. 148. 19 Pobreza y exclusión social capitalista, generando categorías sociales permanentes y bien definidas, grupos o regiones excluidas y oprimidas que se encuentran en una situación diametralmente opuesta al resto de la sociedad o del mundo. Se trata de grupos excluidos del bienestar y el poder pero a su vez incluidos en el sistema social como trabajadores explotados o explotables. Al mismo tiempo, estos enfoques postulan que solamente un cambio radical que afectase a la dinámica misma del sistema capitalista podría resolver el problema de los oprimidos y excluidos. Otro enfoque radical, pero que ve la exclusión estructural como un componente disfuncional del sistema capitalista moderno es aquel que hace no mucho popularizó la idea del “fin del trabajo”, es decir, de un cambio estructural de carácter tecnológicoorganizativo dentro del sistema imperante que llevaría a prescindir del aporte productivo de un número creciente de personas. Estos marginados formarían una periferia empobrecida y cada vez más amenazada de una estructura productiva que no los necesita22. Jeremy Rifkin profetizó el advenimiento de “un mundo casi sin trabajadores” (a near-workerless world) 23 y Ulrich Beck pronosticó el surgimiento de “un capitalismo sin trabajo”.24 Esto llevó a una serie de pronósticos de carácter abiertamente apocalípticos sobre el destino del mundo, profetizando un futuro donde la misma supervivencia física de los “prescindibles” estaba en peligro o un mundo plenamente “brasilianizado”, es decir, brutalmente dividido entre la superabundancia y la miseria25. Por su parte, Manuel Castells en su célebre trilogía sobre “la era de la información” dibuja un escenario futuro en el que una parte significativa de la humanidad se ve condenada a la exclusión social y la irrelevancia económica. El autor no comparte la idea del fin del trabajo pero sí la de una división disfuncional del nuevo mundo de la era informática entre los incluidos y “aquellas poblaciones y territorios privados de valor e interés para la dinámica del capitalismo global. De ello se sigue la exclusión social y la irrelevancia económica de segmentos de sociedades, áreas de ciudades, 22 Conocidos proponentes de este enfoque son Beck (1997), Forrester (1996), Martin y Schumann (1996) y Rifkin (1995). Para una presentación crítica de este enfoque véase Rojas (2004). 23 Rifkin (1995), p. xv. 24 Beck (1997), p. 85. 25 Estas son las visiones de Viviane Forrester (1996) y Ulrich Beck (1997) respectivamente. 20 Pobreza y exclusión social regiones y países enteros, constituyendo aquello que yo llamo ‘el Cuarto Mundo’ [...] Desde esta perspectiva, el nuevo sistema se caracteriza por una tendencia al incremento de la desigualdad y la polarización social [...] Bajo el nuevo sistema de producción, un número considerable de seres humanos, probablemente una proporción creciente, son irrelevantes ya sea como productores o consumidores desde el punto de vista de la lógica del sistema.”26 Castells complementa su visión de un nuevo mundo profundamente dividido acentuando los elementos de disfuncionalidad de los excluidos. Para esa creciente proporción de la humanidad que no cuenta quedarán básicamente dos alternativas: por una parte, lo que el autor llama “la conexión perversa”, es decir, tratar de ligarse al sistema mundial mediante diversas formas de criminalidad; por otra parte, la “afirmación fundamentalista” de una identidad separada y en guerra con el sistema dominante. Esta última alternativa sería la más amenazante dado el potencial acceso de los grupos fundamentalistas “a armas de exterminación masiva”27. La idea de una exclusión estructural permanente no es, sin embargo, propiedad exclusiva de los enfoques radicales o neomarxistas. Durante los años 90 una teoría de la exclusión y la underclass basada en argumentos de carácter biológico fue formulada por influyentes pensadores conservadores. Su expresión más provocativa fue aquella que le dieron Richard Herrnstein and Charles Murray (1994) en su libro altamente controversial titulado The Bell Curve, cuyo subtítulo resume bien el mensaje de la obra: “Inteligencia y estructura de clase en la vida americana”. La argumentación, tal como la resume Robin Marris (1996), otro proponente de este enfoque, es la siguiente: La sociedad del conocimiento que está reemplazando a la sociedad industrial le da a la “inteligencia innata” y a las prestaciones educacionales un papel crucial en la determinación de las posibilidades de las personas de participar en la vida social. Esta es la razón por la cual estamos presenciando un proceso de profunda división de la sociedad en la que vemos una nueva “élite de los cerebros” 26 27 Castells (1998), pp. 337 y 344. Ibid., pp. 354-355. 21 Pobreza y exclusión social ascendiendo a la cumbre de la sociedad mientras que una clase marginal o infraclase (underclass) es claramente discernible en el fondo de lo que cada vez más es una “sociedad meritocrática”. Esta división puede ser mitigada pero no eliminada en la sociedad moderna. La clase marginalizada, formada por aquellos que son más y más innecesarios, aquellos excluidos “por un accidente de los genes, la fortuna o lo que sea”, es un elemento disfuncional, un peso muerto que debe ser arrastrado, de maneras más o menos decentes, por el resto de la sociedad. 3. Los enfoques que pueden ser ubicados dentro del tercer grupo de la clasificación antes presentada son aquellos que subrayan los factores institucionales que estarían generando la pobreza y la exclusión. En este caso lo determinante no es la tecnología en sí ni tampoco lo es el capitalismo o la globalización u otra fuerza semejante. Lo decisivo es el entorno institucional mediante el cual diversas sociedades se relacionan con los factores antes mencionados, regulando su uso y el acceso o la exclusión de distintos grupos sociales a las posibilidades que cada época ofrece. Las formas se exclusión institucional así generadas pueden ser inducidas o coercitivamente alcanzadas. El caso de la exclusión institucional inducida fue paradigmáticamente presentado por Charles Murray en su famosa obra Losing Ground – American Social Policy, 1950-1980 (1984). Según Murray, el sistema público de ayuda social (welfare system, según la terminología estadounidense) es el responsable de que la gente voluntariamente elija tanto la exclusión como la dependencia del Estado y formas altamente destructivas de vida y organización familiar. Ayudas sociales excesivas o mal construidas han creado fuertes incentivos a no elegir la participación laboral o formas de familia más “normales”, es decir, biparentales. El mismo enfoque ha sido aplicado al caso británico por James Bartholomew (2004). Según este autor, el Estado del bienestar con sus sistemas y beneficios contraproducentes es el causante, entre otros males, del desempleo masivo, de una mayor criminalidad y amoralidad así como de la disolución creciente de la familia tradicional. Este tipo de argumentos acerca de una marginalidad o exclusión inducida ha sido criticado pero a veces también complementado desde un punto de vista institucionalista por un enfoque que pone su énfasis en el elemento coercitivo o 22 Pobreza y exclusión social forzoso que conduce a la pobreza y a la exclusión. Se trata de argumentaciones es las cuales estas situaciones no son una opción sino el resultado impuesto a quienes las padecen por una serie de obstáculos institucionales creados por coaliciones u organizaciones corporativas que tratan de defender su propios beneficios o privilegios excluyendo posibles competidores que pudiesen de alguna manera amenazar su posición en el mercado de trabajo o en la vida económica y social en general. En teoría económica se conoce esta situación como un conflicto entre insiders, o grupos establecidos, y outsiders, o grupos que buscan entrar en un determinado mercado, ya sea laboral o de otro tipo. Un mercado de trabajo fuertemente regulado es visto, en este enfoque, como un típico ejemplo de la creación de reglas defensivas por parte de las organizaciones que representan a los insiders para darles una situación privilegiada respecto de aquellos sectores que pugnan por entrar en el mercado laboral formal o conseguir formas más estables y mejor pagadas de trabajo, como ser inmigrantes o jóvenes. Desde este punto de vista, la pobreza y la exclusión social son fenómenos que deben ser atacados por medio de reformas institucionales y legales que eliminen los obstáculos a la creación de mercados de trabajo más dinámicos, abiertos y menos discriminatorios. Este tipo de análisis forma la base de aquel diagnóstico que definió el problema del retraso relativo de Europa occidental respecto a otras economías avanzadas como “euroesclerosis”, es decir, como un exceso de regulación y rigidez que impedía la rápida adecuación a las circunstancias siempre cambiantes del mundo actual. Importantes documentos de la UE, como ser el Libro blanco de 1993 titulado Crecimiento, competitividad, empleo - Retos y pistas para entrar en el siglo XXI y la Agenda 2000, han basado gran parte de su diagnóstico sobre los logros tan poco satisfactorios de Europa en materia de crecimiento económico y creación de empleo en este tipo de argumentos28. En muchos casos, elementos de las tres orientaciones o perspectivas teóricas aquí analizadas se mezclan de las maneras más variadas. Este es, por ejemplo, el caso de muchos de los documentos que reflejan el pensamiento comunitario, que por su propia naturaleza es un terreno fértil para los compromisos y las combinaciones eclécticas en todo terreno, incluido por cierto uno tan espinoso y complejo como el de explicar las causas de la pobreza y la exclusión. 28 Véase Com (1993/700) y (1997/6) 23 Pobreza y exclusión social 4. El concepto de pobreza En lo anterior se ha realizado una breve presentación de la “historia de la pobreza” así como sobre el debate acerca de las causas de la misma y de la exclusión social. Sin embargo, no se le ha dedicado mucha atención a la definición misma de los conceptos de pobreza y exclusión social, cosa necesaria para adentrarnos más adelante en el uso de estos conceptos en el pensamiento comunitario. En este y el siguiente apartado se hace por ello una reseña de la evolución de estos conceptos y su relación mutua. Luego cerraremos este análisis más general sintetizando los resultados de una serie de investigaciones empíricas sobre la presencia de la pobreza y, sobre todo, la exclusión social a nivel tanto individual como colectivo. El concepto de pobreza, tal como el fenómeno que describe, posee una antigüedad respetable, ya sea en su acepción absoluta o relativa. Su etimología nos lleva a la palabra latina paupertas, que remite originalmente a la condición de pauperos que significa, literalmente, “parir o engendrar poco”29 y se aplicaba al ganado y por derivación a la tierra pobre, es decir, de poco rendimiento. Podríamos decir, falta de capacidad de producir lo que sorprendentemente nos lleva al enfoque más moderno y en boga sobre la pobreza, es decir, aquel que lleva el sello del premio nobel Amartya Sen30. En este enfoque antiguo-moderno el énfasis está puesto no tanto en el resultado, ser pobre en el sentido de no disponer de ingresos suficientes, sino en el ser pobre como imposibilidad de alcanzar un mínimo aceptable de realización vital por verse privado de las capacidades, posibilidades y derechos básicos para hacerlo31. Esta pobreza podríamos definirla, usando la perspectiva de Sen, como pobreza de desarrollo humano. Este enfoque ha sido instrumentalizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estableciendo una serie de criterios de satisfacción de necesidades básicas –esperanza de vida, logros educacionales e ingreso, que son la base del así llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH)– que Sus raíces son paucus (poco) y parire (engendrar). Sen ha desarrollado sus planteamientos en una gran cantidad de obras. Véase por ejemplo Sen (1992), (2000a) y (2003). 31 En esta forma de definir la pobreza Sen se ha inspirado en Aristóteles y su idea del florecimiento de las capacidades humanas como ideal de una buena vida, es decir, una vida plena o plenamente realizada. Véase Sen (2003) y Sánchez (2008). 29 30 24 Pobreza y exclusión social formarían la base de capacidades para permitir el “desarrollo humano, definido como el proceso de ampliación de las opciones de las personas y mejora de las capacidades humanas (la diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida) y las libertades, para que las personas puedan vivir una vida larga y saludable, tener acceso a la educación y a un nivel de vida digno, y participar en la vida de su comunidad y en las decisiones que afecten sus vidas.”32 A partir de ello el PNUD ha elaborado un Índice de Pobreza Humana (IPH) que este organismo de Naciones Unidas describe así: “En lugar de utilizar los ingresos para medir la pobreza, el IPH mide las dimensiones más básicas en que se manifiestan las privaciones: una vida corta, falta de educación básica y falta de acceso a los recursos públicos y privados.”33 Esta reducción, que por ejemplo no considera factores tan básicos para la realización de las propias potencialidades humanas (y no las impuestas por otro) como ser la libertad individual muestra la dificultad de instrumentalizar satisfactoriamente el amplio enfoque de Sen y lleva absurdos como el poder considerar que quienes viven bajo regímenes fuertemente autoritarios o simplemente totalitarios gozan de mayor “desarrollo humano” que quienes viven en sociedades que respetan las derechos y las libertades humanas. Así, según el IDH para 2009 Kuwait permitiría a su población un desarrollo humano más alto que por ejemplo Portugal o la República Checa, y Cuba se ubica a este respecto en mejor posición que Costa Rica o Rumania34. A esta forma de ver la pobreza, centrada en las capacidades mismas para realizar las propias potencialidades, se opone otra definición igualmente antigua, aquella que ve la pobreza y la condición de pobre (pauper) como un estado de privación o falta de recursos para poder adquirir una “canasta de bienes y servicios” necesaria para vivir ya sea una vida mínimamente saludable35 o para asegurar una vida digna de acuerdo a las convenciones y estándares de una sociedad determinada. En el 32 PNUD (2010). PNUD (2010a). 34 PNUD (2010b). 35 Esta fue la base, como ya se dijo, del clásico estudio de Rowntree, quien para definir la línea de pobreza no sólo incluía la alimentación sino también el acceso a la vivienda, a prendas de vestir adecuadas y otros ítems absolutamente necesarios para poder “mantener un funcionamiento puramente físico”. 33 25 Pobreza y exclusión social primer caso estamos frente a lo que se llama “pobreza absoluta” y es aún hoy la medida globalmente más usada para determinar la extensión de la pobreza, tal como lo muestran los cómputos realizados por el Banco Mundial en base a una “línea internacional de pobreza”36. En el segundo caso tenemos la así llamada “pobreza relativa”, que varía con el desarrollo social que va determinando en cada época y sociedad aquel mínimo de consumo bajo el cual más que ver amenazada la supervivencia se cae en un estado de exclusión o imposibilidad de participar en la vida social. El ejemplo clásico de esta forma de pobreza fue dado por Adam Smith en La riqueza de las naciones al escribir: “Por mercancías necesarias entiendo no sólo las indispensables para el sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena reputación, aun entre las de clase inferior. En rigor, una camisa de lino no es necesaria para vivir. Los griegos y los romanos vivieron de una manera muy confortable a pesar de que no conocieron el lino. Pero en nuestros días, en la mayor parte de Europa, un honrado jornalero se avergonzaría si tuviera que presentarse en público sin una camisa de lino. Su falta denotaría ese deshonroso grado de pobreza al que se presume que nadie podría caer sino a causa de una conducta en extremo disipada. La costumbre ha convertido, del mismo modo, el uso de zapatos de cuero en Inglaterra en algo necesario para la vida, hasta el extremo de que ninguna persona de uno u otro sexo osaría aparecer en público sin ellos.”37 Otra forma muy común pero altamente dudosa de usar el concepto de pobreza relativa es simplemente haciéndolo sinónimo de una cierta medida de la distribución del ingreso en un país dado. Esta pobreza relativa aparente acostumbra a ser definida a partir de un umbral nivel de ingreso medido como porcentaje del ingreso medio del país respectivo. Así por ejemplo, es usual llamar pobres o “en riesgo de pobreza” a todos aquellos que disponen de menos del 60 por ciento del ingreso disponible medio de la sociedad en que viven. Actualmente se aceptan comúnmente tres categorías 36 Esta línea fue tradicionalmente fijada en 2 dólares estadounidense de 1985per cápita, en paridad de poder adquisitivo, para definir la pobreza y en 1 dólar para definir la pobreza extrema. En agosto de 2008, la línea de pobreza extrema fue reajustada a 1,25 dólares. Esta cantidad refleja el promedio del mínimo de ingreso necesario para sobrevivir en los diez a veinte países más pobres del mundo. Banco Mundial (2010). 37 Smith (1997). 26 Pobreza y exclusión social derivadas de esta forma de medir la pobreza: la población que dispone entre 50 y 60 por ciento del ingreso medio es catalogada como en “riesgo de pobreza”, aquella que dispone entre 40 y 50 por ciento de ese ingreso es catalogada como “pobre” y la que dispone de menos del 40 por ciento se encontraría en “pobreza extrema”. En 2007 dentro de la UE, que usa justamente estos porcentajes, el 6 por ciento de su población estaba en una condición de “pobreza extrema” (menos del 40% del ingreso disponible medio), esta cifra se elevaba al 10 por ciento si usamos la línea del 50 por ciento (pobreza) y al 17 por ciento si la línea se ubica en el 60 por ciento del ingreso medio. Sin embargo, el poco sentido que tiene este tipo de mediciones de la pobreza relativa aparente se hace evidente cuando constatamos que un luxemburgués se encontraba ese año “en riesgo de pobreza” pudiendo disponer de un ingreso de hasta 17.575 euros anuales mientras que el riesgo de pobreza de un rumano empezaba con apenas la décima parte, es decir, con 1.765 euros anuales del mismo poder adquisitivo38. Esta forma de definir la pobreza puede llevar a resultados incluso más absurdos, como ser el poder constatar un gran aumento de la pobreza (relativa aparente) durante épocas de fuerte disminución de la pobreza (absoluta). Este es, por ejemplo, el caso de China durante los últimos tres decenios, durante los cuales un crecimiento económico espectacular ha sacado a más de 600 millones de chinos de la pobreza (absoluta) pero a la vez, en razón de una mayor desigualdad en la distribución del ingreso, ha aumentado rápidamente el número de pobres (relativos). En buenas cuentas, con esta medida de la pobreza relativa aparente podríamos llegar a considerar al país más pobre de la tierra como un país sin pobres si su distribución del ingreso fuese lo suficientemente pareja. El riesgo de este tipo de medidas de “la pobreza” y, en general, de toda la idea de la pobreza relativa ha sido bien apuntado por Amartya Sen, quién hace un llamado a no perder de vista el “núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de pobreza”39. El riego es llegar a una relativización total de “la pobreza” siguiendo la famosa frase de Mollie Orshansky acerca de que “la pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe”40. El otro riesgo es banalizar, como ya hemos visto, la 38 Eurostat (2010), p. 39. Sen (1992), p. 6 de la versión en Internet. 40 Mollie Orshansky es la célebre creadora de la línea de pobreza estadounidense. Ver Orshansky (1969). 39 27 Pobreza y exclusión social idea misma de la pobreza para transformarla en una condena de la desigualdad en general si la más mínima relación con el estándar real de vida de la gente. Este mismo riesgo corre otro de los enfoques más influyentes sobre la pobreza, aquel que usa el término de deprivation (privación) para definir la pobreza41. Se trata de una medida relativa, que indica la ausencia de ciertos atributos, recursos o estatus que otras personas poseen. La privación relativa puede ser definida de manera objetiva, como una medición del “contenido real” de ese “tener menos que otro”, pero también de manera subjetiva, atendiendo fundamentalmente al sentimiento de tener menos que otros. Como tal podría ser llamada una medida de la envidia humana y de hecho, aplicando este criterio, cualquiera podría ser definido como pobre. Ahora bien, para transformar algo tan relativo en algo que realmente tenga que ver con la pobreza o la vulnerabilidad se requiere buscar un umbral de privación o de distancia respecto del nivel de vida normal de una sociedad que impida mínimos satisfactorios un desempeño o participación social. Peter Townsend apunta al respecto que es fundamental “definir el estilo de vida generalmente compartido o aprobado en cada sociedad y evaluar si [...] hay un punto en la escala de la distribución de recursos por debajo del cual las familias encuentran dificultades crecientes [...] para compartir las costumbres, actividades y dietas que conforman ese estilo de vida.”42 De esta manera estaríamos prácticamente de vuelta en la pobreza relativa tal como por ejemplo Adam Smith la trató. Sin embargo, el uso de este concepto tiene a mi parecer un valor importante si lo aplicamos en el sentido más clásico del término, aquel de privación relativa subjetiva elaborado por Robert Merton, ya que ello nos entrega elementos importante para entender la dinámica de la formación de la conciencia y los conflictos sociales que habitualmente parten del sentimiento de privación más que de la privación o la pobreza en sí43. Otro clásico que resumió muy bien esta idea fue Karl Marx al escribir: “Sea grande o pequeña una casa, mientras las que la rodean son también pequeñas cumple todas las exigencias sociales de una vivienda, pero, si junto a una casa pequeña surge un palacio, la que hasta entonces 41 Autores ya clásicos como Robert Merton (1938), Walter Runciman (1966) y Peter Townsend (1974) han desarrollado, de diferentes maneras, este concepto en sus obras. 42 Townsend (1974), p. 36. 43 Merton (1938) y (1980). 28 Pobreza y exclusión social era casa se encoge hasta quedar convertida en una choza […] y por mucho que, en el transcurso de la civilización, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue creciendo en la misma o incluso en mayor proporción, el habitante de la casa relativamente pequeña se irá sintiendo cada vez más desazonado, más descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes.”44 Más adelante veremos que la UE ha usado y usa prácticamente todos los enfoques y las definiciones de pobreza aquí reseñadas, con excepción de los de Amartya Sen y Robert Merton que son de más difícil implementación. El indicador más usado ha sido, en gran parte por la facilidad para medirla, el de pobreza relativa aparente que, como ya lo hemos visto, más tiene que ver con la distribución del ingreso que con la pobreza. Ahora bien, con la Agenda de Lisboa y la creación de indicadores comunes de pobreza y de privación esta situación ha mejorado mucho y hoy se dispone de una gran cantidad de instrumentos para medir estas situaciones. Ahora bien, la fortaleza del concepto de pobreza, cualquiera que sea su sentido, es, por una parte, el apelar a una noción de sentido común que todos creemos entender y, por otra, la relativa facilidad de crear indicadores que permiten discernir y contabilizar a “los pobres”. La creación de umbrales o líneas de pobreza o de privación ha sido un método muy efectivo para lograr estas mediciones, si bien la disputa es bastante álgida sobre cual tipo de concepto y línea de pobreza es el más adecuado45. 5. Evolución del concepto de exclusión social Frente a las fortalezas del concepto de pobreza, donde finalmente podemos tanto definir como medir con bastante exactitud lo que estamos diciendo, surge aquella nebulosa conceptual y empírica que es el concepto de exclusión social46. Ya veremos que es ese mismo carácter nebuloso fue uno de los factores decisivos que llevó Marx (2010), el texto proviene de Trabajo asalariado y capital, publicado en 1849. Para un buen resumen de este debate véase Sen (1992). 46 En un documento de Naciones Unidas se dice que habitualmente se lo describe como un concepto “nebuloso, equívoco, polivalente y polimorfo”. UN (2007), p. 1. 44 45 29 Pobreza y exclusión social a adoptarlo en el seno de la Comunidad para reemplazar la claridad y exactitud condenatoria del concepto de pobreza47. El concepto de exclusión social, si bien alude a una realidad tan antigua como la pobreza, tiene una historia muy corta y en su novedad e indefinición está tal vez una de las principales explicaciones de su notable éxito. Era, en comparación con la pobreza ya tan analizada, definida y contada, un terreno abierto para nuevas incursiones tanto de investigadores como de políticos deseosos de hacerse con una parcela de ese territorio aún virgen. Las palabras de Else Oyen de 1997, citadas por Amartya Sen, parecen todavía hoy bastante acertadas para describir el ambiente de “excitación” que rodeó la introducción de este “concepto todavía por definir” y el comportamiento de sus entusiastas adherentes que con el nuevo concepto en sus manos “están ahora corriendo por todas partes, organizando seminarios y conferencias para buscar un contenido investigable en un concepto paragua (umbrella concept) que tiene una base teórica limitada”48. Ahora bien, después de un par de decenios de entusiasmo y amplio uso del concepto de exclusión social seguimos esperando una definición relativamente coherente y compartida y, aún más, una implementación como instrumento de medida y estudio empírico de aquella realidad a la que el concepto dice denominar. Esto es lo que constata el Banco Mundial en un informe sobre el tema: “A pesar de toda la bibliografía disponible sobre la exclusión social, no existe una clara definición o indicadores definidos sobre la exclusión social.”49 Según una excelente revisión bibliográfica realizada para la Organización Mundial de la Salud en 2008, las definiciones del concepto de exclusión social se cuentan por decenas y sus puntos en común no pasan en realidad de algunas banalidades sobre sus características dinámicas, multidimensionales y relacionales, como si hubiese algún hecho social que no lo fuese50. Es por ello que Hilary Silver, una de las más destacadas analistas y proponentes del concepto de exclusión social, concluye su análisis de 2007 sobre el desarrollo del concepto diciendo: “El término es vago, ambiguo y disputado en cuanto a su contenido, permitiendo así su aplicación acomodaticia y flexible en contextos muy 47 Como se dice en Gore y Figueiredo (1997, p. 44), “el gran peligro del despliegue de la noción de exclusión social fue el haber sido políticamente usada para hacer invisible la ‘pobreza genuina y desagradable’ al ocultarla bajo el paragua de la exclusión social.” 48 Oyen (1997), p. 63. 49 Banco Mundial (2007), p. 13. 50 Mathieson y otros (2008) 30 Pobreza y exclusión social variados al precio de su precisión conceptual. Las dificultades para definir la exclusión social la hacen difícil de medir.”51 Amartya Sen, en una amplia reseña del concepto y su evolución no le ve ninguna diferencia ni ganancia sustancial respecto de los análisis acerca de la pobreza como privación de capacidades, excepto en cuanto a su acento sobre el carácter relacional del fenómeno que el concepto de exclusión naturalmente conlleva: “… la real importancia de la idea de la exclusión social yace en la enfatización del rol de los fenómenos relacionales en la privación de capacidades y por ello en la experiencia de la pobreza […] La utilidad del enfoque de la exclusión social no reside […] en su novedad conceptual, sino su fuerte énfasis en el papel que de los hechos relacionales juegan en la privación.”52 Este aspecto es evidentemente central. La pobreza puede ser vista como algo dado, un estado en el cuan ciertas personas se encuentran por diversas razones, entre ellas las deficiencias personales, los accidentes del destino o condiciones objetivas impersonales como el bajo nivel de desarrollo de una sociedad o las inclemencias del clima. La exclusión social, por su parte, apunta al “ser excluido por otros” y como tal denuncia un proceso social en el cual una parte de la sociedad estaría activamente determinando la exclusión de otra parte. Como dice Hilary Silver, “la exclusión implica por necesidad la existencia de los que excluyen (excluders), incluyendo instituciones y políticas de exclusión”53. Se trata por lo tanto de un discurso que fácilmente se hace condenatorio, con víctimas y victimarios, y por ello con una importante carga potencial de crítica social o incluso anti-sistema que ya tendremos ocasión de recordar. En fin, no cabe duda de que estamos frente a una entelequia de difícil definición y por ella apta para “todo uso”. Sin embargo, el éxito del concepto y su importancia crucial dentro del pensamiento comunitario nos obliga a estudiarlo con mayor acuciosidad tratando de entender sus méritos y lo que lo puede realmente diferenciar del concepto de pobreza o de privación comportando un valor agregado para la investigación y acción social. 51 52 53 Silver (2007), Sen (2000), pp. 6 y 8. Silver (2007), p. 3. 31 Pobreza y exclusión social Empecemos haciendo un poco de historia del concepto. Sus orígenes se ubican claramente en Francia, donde su uso explícito comienza ya a mediados de los años 60 del siglo recién pasado en un informe del Comisario General del Plan Pierre Massé54 para consagrarse a partir del libro publicado en 1974 por René Lenoir, Secretario de Estado para la Acción Sociales del gobierno gaullista francés, bajo el título de Les exclus: Un Français sur dix55. En su libro Lenoir presenta una larga lista de sectores vulnerables y elementos “socialmente inadaptados” que formarían la categoría de los excluidos: delincuentes, drogadictos, alcohólicos, asociales, inválidos, discapacitados mentales, familias monoparentales o con múltiples problemas, minorías étnicas mal integradas como los franceses musulmanes, etc. Tanto para Massé como para Lenoir y otros influyentes escritores del período (entre ellos Raymond Arond con Les désillusions du progrès de 1969) se trataba de los olvidados del progreso, aquellos que habían quedado marginados en una sociedad cada vez más exitosa y con los que ya era hora de compartir los frutos del crecimiento económico. Tal como en Estados Unidos por esos tiempos, no se trataba de la “nueva pobreza” sino de un residual humano que no encontraba su cabida en una sociedad que los dejaba de lado. El surgimiento en Francia expresiones como “exclusión social” o “los excluidos” no es nada casual sino que apunta, como bien lo ha mostrado entre otros Hilary Silver (1994), a un ideal republicano que gira en torno a la idea de cohesión social y los problemas de la urbanización y la modernización frente a un eventual debilitamiento de los lazos sociales que mantienen funcionando el tejido social. El exponente clásico de esta reflexión es Émile Durkheim, pero la misma encuentra su contraparte en el alemán Ferdinand Tönnies, ambos activos a fines del siglo XIX. Lo que aquí está en cuestión no es el tema de la pobreza, que de por sí no impide una fuerte cohesión e inclusión social, sino los factores que llevan a una ruptura del sentido de pertenencia a una determinada sociedad. No se trata de una perspectiva vertical o “clasista” –pobres-ricos, dominantes-dominados, burgueses-proletarios, señores- 54 Según, entre otros, Hmaid Ben Aziza (2004) Pierre Massé (1964) usa el término en su informe Les dividendes du progrès. Un año después se lo encuentra en el título mismo del libro de J. Klanfer (1965) L’Exclusion sociale: Étude de la marginalité dans les sociétés. Para estudios sobre el nacimiento del concepto véase, entre otros, Silver (1994), Estivill (2003), Béland (2007) y Mathieson (2008). 55 Lenoir (1974). Lenoir ha dicho que el genial título de su obra no fue invención suya sino de su editor. 56 Para un recuento véase Estivill (2003). 32 Pobreza y exclusión social siervos, etc.– sino horizontal, no de un estar arriba o abajo en la estructura social sino adentro o afuera, incluido o excluido. Este es el sentido a mi parecer legítimamente distintivo del concepto de exclusión social, que en parte se ha perdido al tratar de asimilarlo o peor aún sustituir al de pobreza que, como recién se planteó, alude a otro tipo de problemática que de hecho puede combinarse con la de la exclusión pero sin coincidir ni hacerse sinónimos. Es por ello que una crítica como la ya resumida de Amartya Sen que trata de subsumir el concepto de exclusión social en el de pobreza definido como privación de capacidades, no me parece pertinente. Efectivamente, y a pesar de todo su nebulosidad y dificultad para articularse empíricamente, la exclusión social define un terreno de investigación y preocupación social pleno de sentido, tal como fácilmente lo observamos al estudiar, por ejemplo, los conflictos nacionalistas/regionalistas, la temática de la inmigración, los guetos urbanos o el surgimiento de subculturas en las sociedades actuales. Pero para que esto sea así debe mantenerse la amplitud y especificidad del concepto y no reducirlo a lo económico, haciéndolo un sinónimo de pobreza o de la falta de trabajo (“exclusión del mercado de trabajo”). Ya veremos que el concepto de exclusión social ha corrido justamente esta suerte al difundirse de Francia a la UE y luego a otros países u ámbitos culturales. Se puede decir que conquistó un protagonismo internacional nunca antes ni siquiera soñado pero al precio de perder su alma y transformarse en esa nebulosa que es hoy por hoy. En todo caso, si bien el concepto de exclusión fue acuñado en los años 60 y 70 no sería hasta la segunda mitad de los 80 cuando realmente cobraría su importancia en la escena política francesa. Se trata de los debates en torno a la propuesta, finalmente aprobada en diciembre de 1988, de crear el Ingreso Mínimo de Inserción (Revenu Minimum d’Insertion – RMI). Es en este contexto que el tema de la exclusión/ inclusión madura como para, bajo la influencia de Jacques Delors y sus asesores, pasar a ocupar un rango privilegiado en el pensamiento comunitario reemplazando totalmente, por un tiempo al menos, el concepto de pobreza. 33 Pobreza y exclusión social Posteriormente analizaremos esta evolución con mayor detalle limitándonos aquí a constatar que desde la poderosa plataforma de la Comunidad Europea el concepto de exclusión social iniciará una rápida expansión tanto en los Estados miembros de la misma como en una serie de organismos internacionales, como ser las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Trabajo y el Banco Mundial56. En política, el ascenso de Tony Blair al gobierno británico le dará un nuevo empuje muy significativo, que luego se concretará en la creación en diciembre de 1997 de la Social Exclusion Unit (SEU, “Unidad para la Exclusión Social”) como parte integrante de la Secretaría del Gabinete del Primer Ministro y en el nombramiento, en 1999, de un ministro para la exclusión social. Segú Melissa Benn la SEU era “la joya de la política laborista, su hijo administrativo preferido”57. Nunca antes ni después un gobierno le ha dado tal prominencia a la perspectiva de la exclusión social. Además, la iniciativa política de Blair implicará, al menos temporalmente, una ruptura en el “frente anglo-sajón” que tradicionalmente se ha mantenido escéptico respecto del nuevo concepto y firmemente anclado en las investigaciones clásicas sobre la pobreza. Sin embargo, el concepto nunca logró implantarse en Estados Unidos ni tampoco en Asia, y su presencia ha sido muy limitada en África o América Latina. En general se puede decir que, fuera de Europa, el concepto de pobreza ha ganado el pulso que le entabló, hace ya un par de décadas, el de exclusión social. Incluso en la UE, si bien se sigue hablando mucho de exclusión social de hecho se sigue pensando en y midiendo la pobreza, la privación y la vulnerabilidad. Un hecho sintomático es que en el nuevo programa estrella de la UE, Europa 2020, la iniciativa emblemática respecto de la lucha contra la pobreza y la exclusión se llame simplemente Plataforma europea contra la pobreza58. Otra hecho que retrata el debilitamiento de la en su día tan prominente presencia del concepto de exclusión social es, primero, la degradación de la posición de la Unidad para la Exclusión Social dentro del gobierno británico en mayo de 2002 para luego, en junio de 2006, ser transformada en un organismo de mucho menor peso y rango llamado Social Exclusion Task Force (SETF, “Fuerza Operativa para la Exclusión Social”) que finalmente desaparecería de la escena gubernamental británica sin pena ni gloria. 57 Benn (200), p 309. La idea de la crear la SEU fue lanzada durante el verano de 1997 por Peter Mandelson en un discurso donde hablaba de 5 millones de personas viviendo en exclusión social y otros 3 millones más en condiciones de dramática privación. Véase Levitas (2005). 58 Com (2010/2020), pp. 4 y 25. 59 Silver (2007), p. 1. 34 Pobreza y exclusión social 6. Definiciones y mediciones de la exclusión social La evolución anteriormente descrita nos permite acercarnos a las definiciones actualmente en boga del concepto de exclusión social para luego ver qué nos dicen las investigaciones empíricas al respecto. En términos generales las definiciones se mueven en un eje que va desde el sentido original francés del término, que se centra en la ruptura de lo que Durkheim llamaba lien social (“lazo social”) y que en sí mismo poco tiene que ver con la pobreza, a un sentido más inglés del concepto, en el que exclusión social se define como una suma de situaciones de privación o pobreza que se supone son en sí mismas componentes y causas de la exclusión. Una definición plenamente “francesa” de exclusión social es la siguiente que nos da Hilary Silver en su reciente repaso del desarrollo del concepto: “Habitualmente, la exclusión social es definida como un proceso dinámico de ruptura multidimensional del lazo social a nivel individual y colectivo. Por lazo social entiendo las relaciones sociales, las instituciones y las identidades imaginadas de pertenencia que constituyen la cohesión, la integración o la solidaridad social. La exclusión social impide la plena participación en las actividades normativamente prescritas de una sociedad determinada y niega el acceso a la información, los recursos, la sociabilidad, el reconocimiento y la identidad, erosionando la autoestima y reduciendo las capacidades para alcanzar metas personales.”59 Como fácilmente se observa, componentes como la pobreza o la privación material juegan un rol muy limitado en esta definición, siendo en todo caso vistos como resultados y no causas de la exclusión. En contraste, se incluyen de manera central elementos como la identidad, el sentimiento de pertenencia o la autoestima, propios de una definición verdaderamente clásica y holística de la exclusión. Una interesante conceptualización de tinte inglés, donde finalmente la exclusión 60 Joseph Rowntree Foundation (2010). 35 Pobreza y exclusión social social y la pobreza se hacen términos intercambiables, lo encontramos en la Poverty Site de la connotada Joseph Rowntree Foundation: “Hasta la llegada en 1997 del gobierno laborista, el término exclusión social había sido raramente o nunca usado para discutir temas de política social en el Reino Unido […] Una de las ventajas del término exclusión social es el ser razonablemente auto-explicativo, apuntando claramente a la alienación o desafiliación de cierta gente dentro de la sociedad […] Sin embargo, una de las consecuencias de introducir el término exclusión social fue que llevó a algunos a asumir que los bajos ingresos y la alienación eran fenómenos que estaban esencialmente desconectados y que, al desarrollar medidas políticas, se los podía (y debía) considerar separadamente. Esto, a su vez, llevó a la tendencia en ciertos círculos de devaluar la importancia de abordar temas relacionados con los bajos ingresos […] Como una reacción contra todo esto, esta página virtual usa siempre el término ‘pobreza y exclusión social’ sin hacer diferencias entre ellos.”60 La adopción por parte de la Comunidad Europea del término exclusión social a fines de los 80 se caracterizó por una mezcla ecléctica de ambos enfoques, donde la idea original francesa fue pasada por el cedazo inglés. Así describen H. Silver y S. M. Miller este proceso: “Cuando la UE adoptó la terminología de la ‘exclusión social’ del francés, su significado cambió sutilmente. Los expertos británicos en los Programas de la Pobreza trataron, por ejemplo, de reconciliar el énfasis francés en la exclusión social y cultural con su propio énfasis tradicional en la privación material y en los derechos sociales de la ciudadanía, viendo la pobreza como un impedimento para la participación plena en la sociedad […] El trabajo conceptual le cedió el paso a un compromiso político […] Dicho lisa y llanamente, la UE reformuló la exclusión como una inhabilidad para ejercer los ‘derechos sociales de los ciudadanos’ 61 Silver y Miller (2003), p. 7. 36 Pobreza y exclusión social a un estándar básico de vida y como barreras a la ‘participación’ en la principales oportunidades sociales y ocupacionales de la sociedad.”61 Este compromiso, donde el tinte inglés ha sido más marcado que el francés, es el que nos permite entender las diversas definiciones que la UE ha ido dando del término exclusión social hasta llegar a la actualmente usada, tal como fue presentada en el Informe conjunto sobre la inclusión social de 2003: “Exclusión social es un proceso que relega a algunas personas al margen de la sociedad y les impide participar plenamente debido a su pobreza, a la falta de competencias básicas y oportunidades de aprendizaje permanente, o por motivos de discriminación. Esto las aleja de las oportunidades de empleo, percepción de ingresos y educación, así como de las redes y actividades de las comunidades. Tienen poco acceso a los organismos de poder y decisión y, por ello, se sienten indefensos e incapaces de asumir el control de las decisiones que les afectan en su vida cotidiana.”62 Ahora bien, más allá del énfasis que se le dé a diferentes componentes del concepto de exclusión social todos los enfoques acentúan ciertas características del mismo, en particular el tratarse de un fenómeno multidimensional y acumulativo, es decir, en el que coinciden, reforzándose mutuamente, una serie de procesos y situaciones de privación y exclusión que empujan a individuos y grupos “al margen de la sociedad”, amenazando así el lazo o la vinculación que los une con el resto de la sociedad. Además, la gran mayoría de los autores ponen la pobreza y la falta de acceso al trabajo en el centro de esta multidimensionalidad acumulativa. Este tipo de presuposiciones teóricas han sido el punto de partida de una serie de análisis empíricos que han tratado de medir la existencia, características y extensión real de la exclusión social. A ellas les daremos ahora una mirada para ver si estamos ante algo más que un nuevo “fantasma que recorre Europa”, causando alarma generalizada, llenando seminarios y creando una armada de investigadores, expertos y funcionarios cuya misión es combatirlo. 62 63 Com (2003/773), p. 9. Silver (2007). 37 Pobreza y exclusión social Para realizar esta reseña de los resultados de las investigaciones empíricas me basaré en el trabajo de Hilary Silver al respecto63, en el cual se resumen las conclusiones de siete investigaciones sobre la exclusión social64. Estas investigaciones tienen como base común datos reunidos por estudios longitudinales tipo panel, basados en una muestra de hogares e individuos que son seguidos durante una serie de años, permitiendo así captar la dinámica real del desarrollo social. El estudio más importante a este respecto es el European Community Household Panel (ECHP), llevado a cabo entre 1994 y 200165. En este estudio se recopiló una amplia serie de datos longitudinales estandarizados, lo que permite seguir las trayectorias de los individuos u hogares estudiados durante una serie de años y, además, comparar los resultados obtenidos en diversos países. Se trata por ello de una base de información óptima para estudiar procesos supuestamente multidimensionales y acumulativos. Los resultados de las investigaciones reseñadas por Silver no dejan de sorprender y pueden sintetizarse en los siguientes puntos: a. la correlación entre pobreza, en particular la pobreza crónica, y otros indicadores de privación y exclusión es escasamente significante, señalando que se trata de fenómenos distintos; b. la correlación entre distintos indicadores de exclusión o ruptura social tampoco queda corroborada empíricamente; c. la existencia de procesos acumulativos de privación y exclusión parece ser un fenómeno muy poco común; d. la privación no es habitualmente múltiple sino que se trata de un solo factor; y e. No existe una base empírica para hablar de una “underclass”, es decir, un grupo significativo de personas permanente desaventajadas. Este es el resumen que la propia Silver hace de su reseña: “… uno de los hallazgos más consistentes de los estudios sobre la exclusión es que ciertas facetas de la ruptura social no están asociadas con otras. Esto implica que los procesos de desventaja acumulativa – círculos viciosos, espirales descendentes, etc.– son más raros de lo que muchos suponen. Una cosa queda clara, la exclusión social es distinta 64 Se trata de Muffels y Fouarge (2001), Tsakloglou y Papadopoulos (2002), Apospori y Millar (2003), Barnes (2002), Gallie y Paugam (2000), Whelan, Layte y Maitre (2002) y Burchardt, Le Grand y Piachaud (2002), este último basado en el British Household Panel y los seis anteriores en el European Community Household Panel. 65 Este estudio involucró inicialmente a unas 130.000 personas adultas de 12 países de la Comunidad, a los que luego se sumaron Finlandia, Austria y Suecia. El ECHP recogió información sobre una amplia serie de aspectos: ingreso, situación laboral, logros educacionales, relaciones sociales de distinto tipo, situación de salud, situación familiar, vivienda, seguridad social, satisfacción en relación a diversas materias, etc. 66 Silver (2007), p. 12. 38 Pobreza y exclusión social de la pobreza crónica […] Whelan, Layte y Maitre […] muestran que sólo una pequeña proporción de los pobres permanente están expuestos a privaciones múltiples […] Más gente es pobre o vive en privación de una manera que los que viven la privación de una manera múltiple […] La correlación imperfecta entre las dimensiones de la exclusión social ilustra el hecho de que mucha gente está en trayectorias que, a diferente ritmo, los llevan o sacan de una situación social dada […] El hallazgo reiterado de una débil correlación entre las diversas dimensiones de la vida social contradice la antigua noción de una clase marginalizada (‘underclass’), un grupo duro de gente permanentemente desaventajada. A lo más, esto caracterizaría un porcentaje muy pequeño de la población de los países occidentales industrializados.”66 En suma, parece que la tan mentada exclusión social no era más que un verdadero fantasma, una especie de ilusión creada por los alarmistas de siempre, nuestros miedos y la estadística habitual –que nos da cifras sobre algún fenómeno pero nada dice sobre si año a año se trata de los mismos individuos– que se disipa al seguir trayectorias reales de vida. Ni la famosa multidimensionalidad, ni los procesos acumulativos, ni la privación múltiple, ni la coincidencia de la pobreza con la exclusión, ni la formación de una clase permanente de excluidos, nada de esto ha podido ser comprobado. Todo lo contrario, la evidencia indica con toda claridad que se trata de momentos en la vida de los individuos durante los cuales éstos se ven afectados por una u otra privación o falta de inclusión que no los condena a caer en un círculo vicioso de degradación y exclusión ni a formar parte de una especie de clase de marginados o excluidos. En suma, se trata de lo que ya sabíamos acerca de la pobreza en las sociedades modernas, es decir, que es mayoritariamente una situación temporal en el seno de sociedades constantemente cambiantes y con altos niveles de movilidad social, sociedades en las que, usando de nuevo el ejemplo de los Estados Unidos, la gran mayoría son pobres alguna vez pero sólo muy pocos lo son para siempre. Estas constataciones no pueden sino dejarnos atónitos frente a la algarabía general causada por la exclusión social. El arrebato de combate lanzado ya en 1989 por la Comunidad Europea –recuérdese el dramático título de su primer documento oficial 67 C (1989/277). 39 Pobreza y exclusión social al respecto: Combatir la exclusión social67– no parece encontrar una justificación en la estadística pura y dura. Sin embargo, la conclusión que a mi juicio corresponde sacar de lo dicho es doble. Por una parte, no hay duda que se ha exagerado sin límites sobre el tema de la exclusión social bajo el impulso inicial de aquella retórica, tan común en los años 80, acerca de lo que se llamó “la sociedad de los dos tercios” y perpetuada luego por una especie de inercia burocrática que fue creando, a través de sus subvenciones, un círculo creciente de interesados en mantener y ampliar la nueva perspectiva aún a falta de un asidero sólido empírico. Por otra parte, a pesar de ello sería un error descartar en su conjunto la idea de la exclusión social ya que, si bien con proporciones mucho más limitadas que las anunciadas por diversos pronósticos agoreros, apunta a un fenómeno de importancia en las sociedades contemporáneas. Se trata de bolsones de privación y exclusión que, justamente por ser globalmente muy acotados y minoritarios, no pueden ser detectados ni menos aún estudiados mediante el tipo de herramientas usadas por los estudios antes mencionados. En muestras representativas de una sociedad en su conjunto los individuos que forman parte de estos bolsones de exclusión se diluyen quedando sólo como excepciones individuales. Sin embargo, cuando estas excepciones viven agrupadas se producen procesos que es necesario no perder de vista ya que pueden llegar a tener una significación social que es muy superior a la importancia meramente cuantitativa de las persones que componen esos bolsones. Este punto es crucial no sólo desde el punto de vista de los métodos de investigación sino sobre todo para comprender lo que yo he llamado exclusión social profunda68, que siempre es colectiva y que se diferencia radicalmente de la vivida individualmente. Una cosa es ser desempleado o pobre, o tener un acceso limitado a una serie de recursos básicos y vivir una vida de gran aislamiento social pero hacerlo como una excepción en ambientes sociales mayoritariamente compuestos por personas que no viven esas situaciones; otra cosa muy distinta es hacerlo como parte de un colectivo que abrumadoramente comparte esas características. En el primer caso tenemos un individuo en una situación difícil, que además vivirá bajo el estigma de una cultura ambiente donde la inclusión y participación social es la norma. En el segundo caso, se forma una cultura de la exclusión y formas colectivas de vida y movilización social que reflejan la situación de exclusión. En el primer caso estamos El tema lo he tratado teórica y empíricamente en las tres versiones del Mapa de la exclusión (Utanförskapets karta) publicadas en Suecia entre 2004 y 2006. En ellos se estudiaban una amplia serie de áreas altamente segregadas de Suecia. Ver Rojas (2006). 69 Lewis (1959). 68 40 Pobreza y exclusión social ante un hecho lamentable y sin duda digno de atención pero de poca relevancia social; en el segundo estamos ante un hecho que, aunque en conjunto no abarque a demasiadas personas, puede dar origen a conflictos sociales de gran trascendencia y transformarse en una real amenaza para la cohesión social. Se puede producir así una verdadera ruptura del lazo social, pero no bajo la forma de la “anomia” de que nos habló Durkheim sino como la formación de una especie de cultura alternativa o incluso de una contracultura, una forma de aquella “cultura de la pobreza” de la que nos habló Oscar Lewis ya en los años 50 del siglo pasado69. Dicho esto no hay que olvidar que el mismo problema estadístico ya antes comentado se da en el caso de las áreas de alta segregación, privación y exclusión. La imagen que nos da la estadística habitual oculta una de las características más destacadas de estas áreas, a saber, el alto nivel de renovación poblacional de las mismas. Este hecho es muy conocido mediante los estudios estadounidenses ya clásicos sobre los sorprendentes cambios que ha ido experimentando la composición poblacional y étnica de los guetos urbanos70, si bien su validez para ciertos grupos, como ser los afroamericanos, ha sido cuestionada71. Estudios realizados en Suecia muestran la misma característica: el recambio de población oscila entre una quinta y una cuarta parte de la población de los barrios más destituidos, especialmente cuando tienen una alta o muy alta proporción de población inmigrante72. El “gueto” es por ello en realidad algo muy distinto de los que la misma palabra gueto sugiere. No es un área cerrada y aislada sino el escenario de muchas aves de paso, a menudo recién llegados, que encuentran en las áreas más pobres de la geografía urbana su primera residencia para luego continuar su viaje. Sin embargo, la investigación también muestra que en las áreas de alta vulnerabilidad y privación va quedando un remanente permanente que sí puede ser descrito como “los excluidos” y que le dan su particular atmósfera social y cultural a esas áreas. En todo caso, la existencia de bolsones de exclusión que hoy por hoy toman la forma de guetos urbanos con altas concentraciones de inmigrantes o minoría étnicas forma 70 Véanse por ejemplo los estudios reunidos en Park (1925). Véase como ejemplo Massey y Denton (1993). 72 Andersson (2000). 73 Para una interpretación que sin desconocer el “incidente de Pobreza 4” postula la existencia de una continuidad básica en el desarrollo del accionar social comunitario véase Marlier (2007) quien, sin embargo, reconoce que “si bien existe una fuerte línea de continuidad que recorre la cooperación de la UE en política social el movimiento no siempre ha ido en una misma dirección”. Marlier (2007) p. 19. 71 41 Pobreza y exclusión social un objeto de estudio y atención pública de alta relevancia, en el cual confluyen más y más los temas de la inclusión y la integración social. Por ello es que es pertinente que la UE siga trabajando el tema de la exclusión social y que así también lo hagan los Estados miembros de acuerdo a sus realidades concretas. Pero para que este esfuerzo tenga sentido debe disponerse de un diagnóstico correcto de la “exclusión social profunda” y de las herramientas de medición y acción adecuadas en este caso. 42 Pobreza y exclusión social II. Pobreza y exclusión social en el pensamiento comunitario 43 Pobreza y exclusión social Introducción Esta parte del presente trabajo está dedicada a analizar el desarrollo del pensamiento comunitario sobre la pobreza y la exclusión social desde comienzos de los años 70 hasta el presente, dedicándole también un apartado al tema de la inmigración dada su frecuente imbricación con estos temas. Se trata de un seguimiento cronológico de una gran cantidad de fuentes primarias, constituidas por diversos tipos de documentos producidos por la Comunidad y la Unión Europea, y secundarias, que analizan y comentan el desarrollo comunitario. Este seguimiento muestra un desarrollo que no es rectilíneo ni falto de conflictos y contradicciones. Para hacer más fácil la lectura de los apartados más detallados se inicia esta parte del trabajo con una panorámica del desarrollo del pensamiento comunitario sobre los temas que nos interesan. 1. Panorámica del desarrollo del pensamiento comunitario sobre la pobreza y la exclusión social A grandes rasgos se pueden diferenciar dos fases bien distintas en la evolución del pensamiento comunitario en materia de pobreza y exclusión social. La primera fase se inicia, a impulso del gobierno irlandés, con la proposición de la Comisión en 1973 de lanzar el primer programa contra la pobreza y se cierra con el rechazo del Consejo en 1993 a autorizar la cuarta versión de esos programas. Esta primera fase se caracteriza por el protagonismo de la Comisión Europea así como por la radicalización del pensamiento y las intervenciones comunitarias. Hacia el final de esta fase, en 1989, se adopta oficialmente el concepto de exclusión social como eje de los análisis comunitarios sobre la vulnerabilidad social y se le da una connotación muy amplia. A su vez, bajo el impulso de la tendencia federalista y el activismo social propio de la Presidencia de Jacques Delors, la Comisión lanza programas de acción 44 Pobreza y exclusión social cada vez más ambiciosos que buscan ser una alternativa a las políticas sociales existentes. Esta ambición de pasar a ser un policy maker o “hacedor de política” en una materia de competencia de los Estados miembros y, además, altamente sensible, motivó una reacción que puso fin a este tipo de intervenciones y a la fase de vanguardismo social de la Comisión. Esto se enmarca en un contexto más amplio donde la Presidencia de Delors va hacia su fin y con él el fuerte protagonismo de la Comisión. El cuestionamiento en 1993 de un nuevo programa de lucha contra la pobreza, que debería haber sido Pobreza 4, tuvo directamente que ver con el principio de subsidiaridad, establecido como un pilar de la UE por el Tratado de Maastricht de 1993. En buenas cuentas, los Estados miembros le señalaron a la Comisión que estaba extralimitando sus atribuciones mediante su activismo social. También se cuestionó la efectividad misma de los programas anteriormente llevados a cabo, lo que era un cuestionamiento no sólo de su eficiencia sino del enfoque que los animaba. Esta reacción, encabezada por los representantes de Alemania y el Reino Unido, junto con la orientación cada vez más prioritaria de la comunidad hacia el tema del empleo, llevó a la segunda fase del desarrollo del pensamiento comunitario en el tema de la pobreza y la exclusión73. La segunda fase va desde mediados de los 90 hasta hoy y se caracteriza por una redefinición del pensamiento comunitario, que formaliza la presencia de la exclusión social en la agenda comunitaria pero acotando el sentido de la misma y poniendo el foco en la exclusión del mercado laboral. La lucha contra la exclusión será por ello prioritariamente definida como una lucha contra los obstáculos a la inclusión laboral (discriminación, falta de recursos, trabas a la flexibilidad del empleo, etc.) y no como una propuesta de reforma o cambio social más amplio, al estilo de las propuestas asociadas a la versión más radical del concepto de exclusión social. El concepto de empleabilidad será clave en este contexto y la igualdad de oportunidades laborales el objetivo prioritario del accionar contra la exclusión, tal como fue definido en la Iniciativa EQUAL (2000-2006), la más ambiciosa de esta segunda fase74. 74 EQUAL dispuso, durante sus siete años de duración, de medios del Fondo Social Europeo por un total de 3.274 millones de euros, a lo que hay que sumarles las contribuciones realizadas por los Estados miembros. 75 Artículo 118:2. 76 Este tipo de preguntas se plantea en un interesante análisis de las expectativas, características y debilidades del proceso comunitario de inclusión social derivado de la Agenda de Lisboa escrito por Mary Daly (2007). 45 Pobreza y exclusión social Al mismo tiempo, se observa una clara pérdida del protagonismo vanguardista de la Comisión. El Consejo Europeo, el Fondo Social Europeo y, en particular, los Estados miembros toman un papel clave y la acción comunitaria se orienta hacia formas suaves de coordinación y aprendizaje mutuo bajo la forma del así llamado Método Abierto de Coordinación formalizado por el Consejo de Lisboa del año 2000. El accionar comunitario no tendrá ya ambiciones directas de ser un policy maker sino, fundamentalmente, el actuar como una clearing house o punto de encuentro, intercambio de información y diseminación de las mejores prácticas surgidas en el seno de los Estados miembros. En esta fase –y a partir de los cambios ya señalados tanto de contenido (definición más acotada de la exclusión social) como de forma (pérdida del protagonismo supranacional de la Comisión)– la exclusión social entrará en un periodo de importante protagonismo a partir del Consejo de Lisboa con su gran acento en la temática de la cohesión social. Esto está relacionado con un cambio significativo en el estatus mismo del tema de la exclusión social dentro de la UE. A través de las modificaciones al Tratado de la Unión Europea introducidas por el Tratado de Ámsterdam (en vigor desde enero de 1999) se establece por primera vez a nivel constitucional la lucha contra la exclusión social como un objetivo de la UE, para cuyo fin: “El Consejo […] podrá adoptar medidas destinadas a fomentar la cooperación entre los Estados miembros mediante iniciativas para mejorar el conocimiento, desarrollar el intercambio de información y de buenas prácticas, y promover fórmulas innovadoras y experiencias de evaluación con el fin de luchar contra la exclusión social.” 75 Se trata, sin duda, de un avance importante en el estatus mismo del tema de la exclusión social y será la antesala de su fuerte presencia en la Estrategia de Lisboa que lleva, mediante las decisiones del Consejo de Niza de diciembre de 2000, a establecer indicadores comunes sobre la exclusión y la pobreza así como a la formulación de objetivos compartidos, planes nacionales y la creación de una vertiente específica para el tema de la inclusión social dentro del Método Abierto de Coordinación. Todo esto auguraba un momento de alta actividad y sucesiva convergencia en la lucha contra la pobreza y la exclusión. Sin embargo, en este terreno tal como en otros las 77 Daly (2007), p. 2. 46 Pobreza y exclusión social expectativas de la Agenda de Lisboa no se han cumplido. Hoy es fácil constatar que la realidad no ha seguido la senda “europeísta” diseñada en Lisboa sino que al nivel de las políticas mismas tanto el aprendizaje mutuo como los avances hacia una mayor convergencia han sido muy limitados llevando incluso a cuestionar la pertinencia misma de elevar estos temas al nivel comunitario76. Es bajo estas condiciones que la UE se ha enfrentado a la reciente crisis económica. El futuro dirá si a partir de las nuevas y difíciles condiciones sociales que la crisis deja en su estela se profundizará la senda nacional o si experimentaremos un retorno del impulso supranacional. 2. El primer programa de lucha contra la pobreza Tanto la iniciativa que llevaría al lanzamiento del primer programa para combatir la pobreza en 1975 así como otros momentos clave en la evolución de la lucha contra la pobreza y la exclusión coinciden con momentos de activismo social dentro de la Comunidad y la Unión Europea. Mary Daly77 ha hablado de tres “saltos de crecimiento” (growth spurts) para señalar esos momentos de expansión de la política social que podemos ubicar a comienzos de los años 70, durante la segunda mitad de los 80 y a comienzos de la primera década del 2000. Los tres coinciden con la fase final de ciclos de bonanza, donde justamente el crecimiento económico y el consecuente aumento de los ingresos fiscales hacían posible tomar iniciativas que apuntaban a una distribución más amplia de los beneficios del crecimiento. De alguna manera, expresan un cierto cargo de conciencia de parte de sociedades cada vez más ricas frente a los sectores sociales menos afortunados. Paradojalmente, las nuevas iniciativas impulsadas inicialmente en tiempos de bonanza tuvieron habitualmente que ser desarrolladas y aplicadas en tiempos muy distintos, especialmente en el caso de los dos primeros saltos de crecimiento de la política social comunitaria que cobraron realidad en plena crisis de mediados de los 70 y de comienzos de los 90. Como ya se dijo el redescubrimiento de la pobreza llegó a Europa occidental con una década de retardo respecto de Estados Unidos. En un primer momento, a comienzos de los 70, la pobreza crónica es vista como un elemento fundamentalmente residual 78 El memorándum sobre política social presentado por Brandt en la Conferencia de La Haya en diciembre de 1969 es visto como el punto de partida del desarrollo que llevaría al Programa de Acción Social. Ver Newman (1997), p. 81. 79 Véase Com (1973/51), p. 2, y James (1981) para una presentación del nacimiento y desarrollo inicial de los programas europeos contra la pobreza. 47 Pobreza y exclusión social que aquejaba a ciertos grupos marginales que, por diversas razones, se habían quedado a la vera del camino del extraordinario progreso económico experimentado durante el largo boom de la posguerra. Esta es la visión que la Comisión Europea expresó en 1973 al presentar, siguiendo las instrucciones dadas por la Cumbre de París celebrada en octubre de 1972, su propuesta de un Plan de Acción Social. Este plan, que de hecho representa el comienzo de las iniciativas comunitarias en materia social más allá de lo relacionado con la construcción misma del mercado común, fue el resultado del optimismo propio de aquella Comunidad Europea que vivía los momentos finales de un notable período de crecimiento económico y que bajo el impulso del Canciller alemán Willy Brandt78 se proponía completar la integración económica ya en marcha con “una vigorosa acción en el campo social”, como lo expresó la Cumbre de París79. La visión de la Comisión sobre la pobreza es claramente coincidente con esta perspectiva optimista que ve la pobreza como un fenómeno residual que sólo afectaba a categorías marginales de la sociedad: “La Comisión reconoce que, a pesar de las medidas propuestas en este programa para enfrentar determinados aspectos y causas de la pobreza, quedarán bolsones de pobreza crónica que son inaceptables en una sociedad avanzada. En cada Estado miembro existe una minoría olvidada de pobres crónicos como ser los ‘no empleables’ (unemployable), las familias con ingresos excepcionalmente bajos y las familias sin padre. En razón de que ellos son incapaces de ayudarse a sí mismos o, en muchos casos, de responder a la ayuda que se les ofrece, estos grupos se encuentran atrapados en un ciclo de pobreza prácticamente inescapable.”80 Es en este mismo contexto que la Comisión lanza en 1973 la idea propugnada por Irlanda mediante Patrick Hillery, vicepresidente de la Comisión y comisario irlandés de asuntos sociales responsable de la redacción del Programa de Acción Social81, de realizar aquel primer programa de combate contra la pobreza que será conocido como Pobreza 1: 80 Com (1973/51), p. 4. Esto se da en el contexto de importantes cambios políticos en Irlanda que habían llevado una mayoría de centro-izquierda al poder. También hay que recordar que por entonces Irlanda era uno de los países más pobres de la Comunidad y que además contaba con una trágica historia relacionada con la pobreza. 81 48 Pobreza y exclusión social “La rehabilitación de esta gente y de sus familias es primariamente una responsabilidad de los Estados miembros. Sin embargo, la Comisión cree que puede ser de utilidad para los estados miembros el identificar los problemas y métodos de solución a través de estudios y experimentos pilotos que involucren a trabajadores sociales, siquiatras y expertos en orientación vocacional.”82 Esta visión de la pobreza como un fenómeno marginal que afectaba a categorías “asociales” de la población no es del todo compatible con una realidad que a mediados de los 70 mostraba la existencia de unos 30 millones de personas que vivían dentro de la Comunidad con ingresos que no alcanzaban el 50 por ciento del ingreso medio de sus países.83 Esta discrepancia, así como el retardo en reconocer el problema de la pobreza, puede a mi juicio ser explicado por tres razones interconectadas: a. La creencia optimista de los tiempos de posguerra acerca de la pronta desaparición de la pobreza como fruto de un continuo progreso económico; b. El enfoque básicamente corporativista de la política social –lo que era una consecuencia lógica de los tipos o regímenes de bienestar social imperantes entre los países fundadores de la Comunidad84 – predominante en las décadas iniciales de la Comunidad, con su foco puesto en los sectores de la población que tenían trabajo; y c. El triste pero importante hecho de que, tal como la Comisión Europea lo reconocería en 1981, los grupos más pobres de la sociedad habitualmente son incapaces de hacer oír su voz: “…su aislamiento, separación y falta de organización los pone en una débil posición para afirmar su derecho a una parte justa de los recursos de la sociedad. La desigualdad persiste ya que a aquellos en el fondo de la sociedad les falta el poder para ser una amenaza real a las instituciones básicas de la sociedad.”85 En todo caso, la Resolución del Consejo de Ministros de enero de 1974 llevó, dieciocho meses más tarde y bajo la presidencia irlandesa, a una Decisión del Consejo Europeo86 de lanzar “un programa de proyectos piloto y estudios para combatir la 82 Ibid. Com (1981/769), p. 1. Esta cifra se eleva a 38 millones si se consideran los futuros miembros de la Comunidad España, Grecia y Portugal. 84 Véase al respecto Titmuss (1974) y Esping-Andersen (1990). 85 Com (1981/769), p. 4. 86 C (1975/458). 83 49 Pobreza y exclusión social pobreza”. Este fue el comienzo del primer programa comunitario contra la pobreza (diciembre de 1975-noviembre de 198187) que recibió el título de Programa de proyectos y estudios piloto para combatir la pobreza (“Programme of pilot schemes and studies to combat poverty”). Este programa combinaba un total de 23 proyectos de acción-investigación, estudios transnacionales e informes nacionales sobre el tema. La motivación de la Decisión fue, con las palabras del Consejo, “la existencia persistente de la pobreza”. En este documento no se señaló a ninguna razón o proceso que fuese responsable de la existencia de la pobreza y en el mismo se usó una definición clásica de pobreza relativa para definir a los pobres, que recuerda la celebre definición ya referida de Adam Smith. El Consejo dice que pobres eran aquellos “individuos o familias cuyos recursos son tan limitados que los excluyen del mínimo aceptable como forma de vida en el Estado miembro donde ellos viven.”88 A su vez, los recursos de que se habla son definidos como “productos, ingresos monetarios y servicios de fuentes ya sean públicas o privadas”.89 Esta forma de definir la pobreza será, durante los años 80, transformada en aquel tipo de pobreza relativa aparente que meramente apunta al diferencial de ingresos existente en una sociedad determinada90. Pobreza 1 –a pesar de la modestia de los recursos con que contó, lo que sin duda refleja las prioridades de entonces– inició un importante proceso de aprendizaje que representó un progreso decisivo respecto de la casi total ignorancia preexistente sobre el tema de la pobreza. Dejemos por ahora de lado la parte relativa a la metodología y las herramientas de intervención, que será tratada en la tercera parte de este trabajo, para concentrarnos en los avances relativos a la forma de entender la pobreza y sus causas. En Informe Final de la Comisión al Consejo sobre este primer programa91 constituye a mi juicio un avance realmente decisivo en la descripción y la compresión de la pobreza y la exclusión. Prácticamente todas las ideas (así como los temas 87 La duración del programa, que inicialmente llegaba hasta 1980, fue extendida por una resolución posterior hasta noviembre de 1981. 88 Ibid., p. 34. 89 Ibid. 90 En su Resolución de diciembre de 1984 el Consejo adopta este tipo de definición al decir que “se consideran pobres las personas que disponen de ingresos inferiores a la mitad de los ingresos medios per cápita equivalentes en su país”. C (1985/8). Esta definición había sido propuesta ya en 1981 en el Informe Final de Pobreza 1. Com (1981/769), p. 1. 91 Com (1981/769) 50 Pobreza y exclusión social metodológicos) que fueron tomando peso posteriormente estaban ya esbozadas, de una u otra manera, en este informe. La importancia y la necesidad misma de enfrentar con seriedad y prontitud el fenómeno de la pobreza fueron señaladas por la Comisión en este informe de una manera que indudablemente implica un cambio significativo respecto de la insignificancia previa del tema: “Posponer la acción es arriesgarnos a que se produzcan daños en la estructura social que podrían durar una generación (…) Lo que se necesita es demostrar voluntad política y movilizar apoyo público para la batalla contra la pobreza (…) la motivación de una acción resoluta (…) se basa en la equidad, la compasión y la solidaridad y en la necesidad evidente de darle nuevas esperanzas a los 30 millones de personas que en la actualidad se les niega la justicia social.”92 El grupo de expertos responsable de la redacción de la mayor parte del informe –bajo la dirección de uno de los más connotados expertos sobre el tema de la pobreza, Brian Abel-Smith93 – hizo la siguiente descripción acerca de la naturaleza y las causas de la pobreza en la Comunidad: • La pobreza es un fenómeno multidimensional y cumulativo, por el cual “la desventaja se suma a la desventaja”94. • La pobreza puede conducir al aislamiento o a la exclusión ya que “incluye una vivienda de baja calidad o sobreocupada, una educación y formación inadecuadas, bajos estándares de salud y muchos otros rasgos que pueden aislar o separar a la gente de las principales actividades sociales”95. • La pobreza, e incluso la extrema pobreza, no sólo es un fenómeno muy extendido sino que todos los indicadores apuntan a que el número de pobres se está incrementando96. • Están surgiendo nuevas formas de pobreza, relacionadas con importantes cambios en el funcionamiento de la economía y el mercado de trabajo. Esta 92 Ibid., p. 155. Abel-Smith (1965) es coautor junto con Peter Townsend del célebre estudio The Poor and the Poorest. 94 Ibid., p. 1. 95 Ibid., p. 14. 96 Ibid., pp. 1 y 27. 93 51 Pobreza y exclusión social nueva pobreza afecta a partes de la población trabajadora que antes no estaban aquejadas por la pobreza: “bajos salarios, desempleo y formas precarias de empleo está llevando a la pobreza a trabajadores que anteriormente estaban muy por sobre la línea de pobreza”97. • Se puede claramente observar que, en lo fundamental, la pobreza no es un problema de fracaso individual sino que está relacionada con la vulnerabilidad de ciertos grupos fácilmente discernibles: “ciertos grupos de la población son habitualmente más pobres que otros, por ejemplo las familias monoparentales o los trabajadores inmigrantes, los trabajadores no calificados o las personas mayores. Ellos son pobres, además, en cuanto miembros de un determinado grupo vulnerable […] más que en razón de ciertos defectos personales.” Esta situación se ha visto empeorada en razón de que el peso de la crisis económica de mediados de los 70 “ha caído desproporcionadamente sobre los jóvenes, los no calificados, los inmigrantes y sobre aquellos afectados por discapacidades o impedimentos mentales o físicos”98. • Importantes grupos de inmigrantes y sus hijos se han visto particularmente afectados por “una pobreza material causada por las bajas remuneraciones y los empleos de baja calificación y magnificada por su aislamiento cultural. Este fenómeno se ve acentuado por el hecho de que los hijos de estos inmigrantes también se ven aquejados por la pobreza.”99 • La realidad estudiada ha mostrado que el optimismo “economicista” de las décadas pasadas acerca de la eliminación de la pobreza no tenía fundamento: “la experiencia de los últimos treinta años demuestra de manera concluyente que el crecimiento económico en sí mismo no elimina la pobreza”100. • Así mismo, la experiencia de los treinta años precedentes muestra según el grupo de expertos que la expansión de los servicios públicos y la retórica redistributiva de los Estados del bienestar no han tenido un impacto significativo en el tema de la pobreza: “la expansión de los servicios públicos no ha tenido 97 Ibid., p. 28. Ibid., pp. 3, 4 y 28. 99 Ibid., p. 28. 100 Ibid., p. 3, énfasis añadido. 98 52 Pobreza y exclusión social un efecto redistributivo mayor dirigido hacia los más pobres (…) Las fisuras del ‘Estado del bienestar’ son grandes y cavernosas”.101 Como se ve, los aportes que contiene el Informe Final son de gran importancia y como tales marcarán la ruta futura del desarrollo conceptual y analítico del pensamiento comunitario en torno a la pobreza y, en igual o mayor medida, a la exclusión social. Todos los elementos de la futura definición de la exclusión social usada por la Comunidad está ya aquí formulados lo que no es de extrañar ya que, como lo vimos, la adopción del concepto francés de exclusión pasó por el cedazo de los expertos involucrados en los programas contra la pobreza. Fuera de estos aportes conceptuales y analíticos, el grupo expertos hace algunas observaciones de vital importancia sobre las formas o metodología de lucha contra la pobreza sobre las cuales volveremos más adelante. En todo caso, las reacciones dentro de la Comunidad ante la experiencia de Pobreza 1 no fueron del todo entusiastas. De hecho, habría que esperar hasta la nueva presidencia irlandesa para que el Consejo tomase la resolución, en diciembre de 1984, de darle luz verde a Pobreza 2. 3. De los pobres a los excluidos: El pensamiento comunitario en los años 80 y comienzos de los 90 Los aportes realizados en el Informe Final de Pobreza 1, combinados con las nuevas teorías de carácter estructural sobre la pobreza y las experiencias del segundo programa de lucha contra la pobreza (Pobreza 2, enero de 1985-diciembre de 1988), abrieron el camino para una comprensión mucho más profunda del tema de la pobreza dentro de la Comunidad. La evolución desde un concepto descriptivo y estático de la pobreza hacia un concepto analítico y dinámico estaba así claramente iniciada. Esta evolución alcanzaría, después de un período de estancamiento durante la primera mitad de los años 80, su culminación teórica y política a finales de los 80 101 Ibid., pp. 3 y 4. 53 Pobreza y exclusión social y comienzos de los 90. Pero para entender cabalmente esta evolución es necesario darle una mirada al desarrollo general de la Comunidad desde mediados de los 80. La inauguración de la primera presidencia de la Comisión Europea por parte de Jacques Delors en 1985 marca el comienzo de una nueva era en el proceso europeo de integración, claramente distinguible de los veinte años que transcurrieron desde la así llamada “crisis de la silla vacía” de 1965 y el compromiso de Luxemburgo de enero de 1966102. La personalidad dinámica de Delors, combinada con el consenso entre los principales líderes europeos –en particular Helmut Kohl, François Mitterand y Margaret Thatcher– acerca de la importancia estratégica de acelerar la formación de lo que sería el Mercado Único Europeo, le dieron a la Comisión Europea una oportunidad dorada para lograr un papel claramente preponderante tanto en la conducción como en la definición de la agenda de la Comunidad. Con Delors, la idea formulada por François Mitterand en 1981 acerca de la necesidad de crear un “espacio social” en la Comunidad pasaría a ser decisiva y con ella todos los temas relacionados la “dimensión social” de la Comunidad y la búsqueda de una “cohesión económica y social”. Esta urgencia en incorporar la dimensión social a un proyecto hasta entonces básicamente definido como económico fue expresada por Delors de una manera tajante en 1985: “Todo intento de profundizar el Mercado Común que no considere esta dimensión social estará condenado al fracaso”103. Esta nueva orientación fue confirmada por el Acta Única Europea, que introdujo entre las finalidades de la Comunidad aquella de desarrollar su “acción encaminada a reforzar su cohesión económica y social”104. Esta preocupación por la dimensión social conduciría, algunos años más tarde, a la formulación del artículo B del Tratado de Maastricht, que establece la cohesión económica y social como uno de los tres objetivos centrales de la recién creada Unión Europea, y al Acuerdo sobre la política social que lo acompaña y que fue firmado por todos los Estados miembros con la excepción del Reino Unido105. 102 La crisis se produjo por la decisión de Francia bajo el liderato de De Gaulle de no ocupar su puesto en el Consejo Europeo en cuanto consideraba sus intereses nacionales amenazados por las tendencias hacia una mayor conducción supranacional por parte de la Comisión. El resultado fue el así llamado compromiso de Luxemburgo, que reconoció la primacía de los estados nacionales y contuvo las tendencias supranacionales asociadas a las ambiciones de la Comisión Europea. 103 Citado en Hantrais (1995), p. 6. 104 Conferencia (1985), Título V, artículo 130 A 105 Para una reseña del desarrollo comunitario durante este periodo consúltese Mazey (1996); sobre el papel de la Comisión Christiansen (1996); sobre el papel de Delors Ross (1995); y sobre el desarrollo en el campo de la política social comunitaria Hantrais (1995), Com (1996), Newman (1996) y Streeck (1996). 54 Pobreza y exclusión social No es difícil entender la importancia de esta preocupación creciente de la Comunidad por las cuestiones sociales –y no menos la idea central de la cohesión social– para reforzar el interés de la misma por los temas de la pobreza y la exclusión social. Dos documentos presentados por la Comisión a fines de 1988106 pueden ser vistos como el punto de arranque de un desarrollo extraordinariamente dinámico que culminaría con la Resolución de Consejo Europeo de septiembre de 1989 titulada Combatir la exclusión social107 y la Comunicación de la Comisión de diciembre de 1992 llamada Hacia una Europa de la solidaridad.108 Otros logros importantes de este período son la creación del Observatorio sobre políticas nacionales para luchar contra la exclusión social en 1990109 y las cuatro Conferencias Europeas sobre la exclusión social celebradas en 1991 y 1992110. Los nuevos puntos de vista de la Comunidad fueron claramente expresados en la ya mencionada Resolución del Consejo Europeo de septiembre de 1989 así como en la anterior Decisión del Consejo de julio de 1989 estableciendo un nuevo programa de lucha contra la pobreza que sería conocido como Pobreza 3111. La ruptura con los planteamientos contenidos en documentos anteriores del Consejo –por ejemplo la Decisión que creó Pobreza 1 en 1975 y la que creo Pobreza 2 en diciembre de 1984112– es evidente. El concepto mismo de pobreza está prácticamente ausente en los documentos de 1989 y los pobres pasan ahora a ser definidos de una manera más sutil, a saber, como “grupos menos privilegiados”113. Este cambio terminológico es importante ya que la introducción en 1989 del concepto de exclusión social en el vocabulario oficial de la Comunidad114 está directamente relacionada con la resistencia manifestada por los representantes de varios Estados miembros contra el uso del Se trata del Interim Report on a Specific Community Action Programme to Combat Poverty y del Medium-Term Action Programme to foster the Economic and Social Integration of the Least Privileged Groups. Ver DGV (1989). 107 C (1989/277). 108 Com (1992/542). 109 Sobre el Observatorio véase Roldan (1992) y Hunt (2005). 110 Una presentación de estas conferencias se encuentra en Social Europe, supplement 4/93, DGV (1993). 111 C (1989/457). 112 C (1985/8). 113 El término pobreza solamente es mencionado en relación a los programas anteriores contra la pobreza. 114 Según McDevitt (2003, p. 6) la expresión había sido usada ya en 1988 por el español Manuel Marín, por entonces vicepresidente de la Comisión y comisario de Asuntos Sociales, Educación y Empleo. 106 55 Pobreza y exclusión social término pobreza y, en particular, la clasificación de una parte de su población como pobre. Tal como lo establece Jos Berghman: “La razón original para este cambio parece haber sido política, en tanto que los Estados miembros expresaron sus reservas acerca de la palabra pobreza cuando la misma se aplicaba a sus respectivos países. Exclusión social sería entonces una expresión más adecuada y menos acusadora para designar los problemas y las definiciones existentes.”115 La lista de explicaciones de este cambio terminológico que le abre “el camino del éxito” al concepto de exclusión social es larga. Jordi Estivill propone, entre otras, las siguientes razones acerca del reemplazo de pobreza por exclusión social: • “se querían superar nociones como deprivación, miseria, penuria, que evocaban rápidamente el sufrimiento y el malestar de los que se • • • • encuentran sometidos a ellas; […] tenía menos carga estigmatizante que el de pobreza y por lo tanto también era más aceptable para la opinión pública y para los propios ‘afectados’; su contrario es inclusión y en este sentido permite evacuar, hasta cierto punto, la cuestión de la desigualdad. Palabras antónimas, como inserción, incorporación, integración, también han ayudado a extender la noción de exclusión; las dificultades de su cuantificación y operacionalización permiten hablar de ella, sin comprometerse demasiado; no parece tener mucho sentido luchar contra la riqueza, en todo caso, sí, contra una determinada distribución, mientras que luchar contra la exclusión o por una sociedad inclusiva no genera especiales temores. Políticamente puede ser aceptable por un amplio espectro de opciones políticas; • todo el mundo puede identificarse con esta noción, en la medida en que es obvio que siempre está excluido de algo, de alguien…”116 Así, de una manera bastante oportunista la Comunidad le abría las puertas a un concepto que, como ya hemos visto, no tenía nada de simple ni de inocente. Ya 115 116 Berghman (1995), p. 16. Estivill (2003), p. 22. 56 Pobreza y exclusión social hemos mencionado también como se produjo, al interior de la Dirección General V (DGV) que es el organismo de la Comisión encargado de estos asuntos, la traducción del término francés a una versión más inglesa del mismo. La exclusión social fue así vista fundamentalmente como una situación de privación relativa múltiple que, supuestamente, producía una alienación o ruptura del lazo social. La pura existencia de la pobreza, bien constatada ya sea como pobreza relativa real o aparente, bastó para asumir no sólo que existía sino que se estaba extendiendo ese fenómeno llamado exclusión social. Ya hemos visto que esta presuposición no tenía mayor base empírica pero ello no impidió que el uso del concepto se generalizase y que siga usándose hasta ahora de manera bastante indiscriminada. La Comisión y otros organismos actuarían, a partir de entonces, como centros de difusión del concepto de exclusión social hacia los Estados miembros donde se producirían nuevas “traducciones” del mismo siguiendo en general la línea inglesa tendiente a hacer de la exclusión un sinónimo de privación múltiple o pobreza extrema. Así sintetiza A. González de Durana esta difusión: “Los participantes en la política europea (políticos, técnicos o expertos) recogieron el término y lo emplearon en sus propios ámbitos de actuación. Su traslado al ámbito estatal o local no significó el mantenimiento de su conceptualización. Principalmente se empleó el término ‘exclusión social’ referido a un problema de menores dimensiones que hacía referencia a una situación de gran precariedad y en la que se acumulaban carencias de diversa índole. La exclusión social se definió en este marco como la última etapa en un proceso de empobrecimiento, a menudo asociado a estigmas asociados con la desviación social. Este es el caso irlandés o el danés. En los casos francés y belga se empleaba tanto con un significado extenso en la línea empleada por la Comisión Europea como con uno más reducido como el empleado en el marco de otros estados miembros. En España, exclusión social se ha referido a sectores pequeños de población y se ha empleado en el marco de la elaboración de proyectos de rentas mínimas de inserción.”117 No fueron, sin embargo, solo las palabras las que cambiaron. La Resolución del Consejo Europeo de septiembre de 1989 contiene una crítica indirecta pero no por ello 117 González de Durana (2002), p. 12. 57 Pobreza y exclusión social menos evidente a anteriores puntos de vista de la Comunidad. La exclusión social es definida como un fenómeno causado por “las evoluciones estructurales de nuestras sociedades” y “no simplemente como una cuestión de recursos inadecuados”. Este nuevo punto de vista es un eco del Informe Final de Pobreza 1 ya mencionado y se apoya en los documentos de la Comisión basados en la experiencia de Pobreza 2, especialmente el Informe Provisional sobre Pobreza 2 de noviembre de 1988 pero también en la propuesta de la Comisión de diciembre de 1988 sobre la creación de Pobreza 3 (julio de 1989-junio de 1994). Estos documentos vinieron además a corroborar el planteamiento del Informe Final de Pobreza 1 acerca de la tendencia hacia el aumento del número de pobres. Las estimaciones ahora hechas daban una cantidad de 44 millones de personas que en 1985 vivían con menos del 50 por ciento del ingreso promedio de sus países118 lo que implicaba un claro aumento desde los 38 millones calculados para 1975 incluyendo a España, Portugal y Grecia119. Más importante aún, y plenamente en línea con el ya mencionado Informe Final de Pobreza 1, es el enfoque multidimensional que se propone. En este enfoque la pobreza monetaria o de ingreso es la manifestación de un complejo fenómeno de privación múltiple y exclusión de una serie de niveles o arenas de participación social, incluyendo entre ellas el sistema político, el mercado de trabajo, las organizaciones corporativas, los sistemas de protección social, redes de contactos significativas, diferentes medios de creación cultural e incluso, en algunos casos como ser el de los inmigrantes irregulares o los trabajadores informales, el sistema legal mismo. Esto señala que la lucha contra la pobreza debe ser multidimensional y prestar por ello atención simultáneamente a todos estos aspectos diversos pero interconectados que determinarían la exclusión social. Si dejamos ahora de lado este aspecto, que sin duda es importante pero que se mantiene en el plano descriptivo, para volver nuestra mirada hacia las causas que explican la pobreza y la exclusión social, nos damos cuenta de que el Informe Provisional de 1989 sobre Pobreza 2 trabaja desde una perspectiva analítica sumamente ecléctica, que mezcla elementos explicativos provenientes de todos los enfoques presentados en la primera parte bajo las rúbricas de dislocación estructural, dualismo estructural y exclusión institucional. Estos elementos forman una lista de 118 Eurostat recalculó posteriormente esta cifra elevándola a 50 millones. Todos estos cálculos se refieren a los 12 países que formaron la Comunidad hasta 1995. 119 58 Pobreza y exclusión social factores explicativos pero no son nunca combinados de una manera consistente o, para decirlo de otra manera, lo que la Comisión presenta no es una teoría de la exclusión social sino un catálogo de las argumentaciones más en boga en ese tiempo acerca de las causas de este fenómeno. En el catálogo que la comisión presenta encontramos, entre las más importantes, las siguientes causas de la exclusión social o de una situación desaventajada que clasificaremos, cuando sea posible, de acuerdo al enfoque del que provienen120: • Dislocación estructural causada por “cambios económicos e industriales fundamentales asociados con la amplia adopción de nuevas tecnologías y una mayor competencia internacional.” • Dualismo estructural reflejado en “una segmentación aún mayor del mercado de trabajo entre aquellos que tienen un empleo regular y aquellos en trabajos precarios que a menudo ofrecen salarios reales declinantes, deficientes condiciones de trabajo, limitada seguridad laboral y, en algunos casos, una escasa cobertura de la seguridad social.” • Dislocaciones estructurales regionales que caracterizan a “un número de regiones del norte de Europa muy dependientes de las viejas industrias manufactureras se han convertido en puntos críticos del desempleo.” • Exclusión institucional claramente discernible en algunos países en los que, “en la implementación de la protección social se pueden observar dañinas disfunciones, por ejemplo, en el diferencial existente entre los bajos salarios ofertados a sectores desfavorecidos en el mercado de trabajo y los niveles más altos de subsidios y otros beneficios que es posible recibir como desempleado o como padre o madre sola.” • Cambios sociales generales, tal como se manifiestan en la composición de la familia y en el creciente número de familias monoparentales. • Finalmente, aquello que eufemísticamente es llamado “una variedad de razones”, que afectan especialmente a los inmigrantes y que, traducido 59 120 DGV (1989), pp. 5-9. Pobreza y exclusión social a un lenguaje más llano, debiera llamarse discriminación institucional o personal, situaciones legales expuestas o, incluso, racismo. Este tipo de argumentos acerca de la “naturaleza estructural” de la exclusión social fue profundizado en el documento que de lejos es el más elaborado e interesante oficialmente producido por la Comisión sobre estas materias y que marca la culminación del desarrollo conceptual y analítico aquí resumido. A lo que se está haciendo alusión es a la Comunicación de la Comisión del 23 de diciembre de 1992 titulada Hacia una Europa de la solidaridad: Intensificación de la lucha contra la exclusión social y la promoción de la integración121. Esta Comunicación es en gran medida el resultado de los análisis y actividades desarrolladas por el Observatorio sobre políticas nacionales para luchar contra la exclusión social, incluidas las cuatro conferencias europeas llevadas a cabo en 1991 y 1992 en Lille, Rotterdam, Bruselas y Porto. Se trata en muchos sentidos de un documento radical que “rechaza la aceptación fatalista de la exclusión social y reconoce que el respeto por la dignidad humana es algo a lo cual todos los ciudadanos tienen derecho”122, haciendo un llamado a intensificar la lucha contra la exclusión y a hacer “un reconocimiento solemne de parte de la Comunidad de los derechos que se derivan del respeto a la dignidad humana”, lo que “vendría claramente a demostrar su determinación política de combatir la exclusión social”123. Estas palabras son un claro eco de las teorías inglesas, propugnadas por el Observatorio, sobre los así llamados “derechos sociales de la ciudadanía”124, en los que el “respeto a la dignidad humana” finalmente implica asegurar un cierto ingreso mínimo o “renta social” para todos. En términos analíticos, la Comunicación repite o profundiza temas ya tratados en documentos previos. Pero las formulaciones son mucho más contundentes y el tono, reflejando los difíciles momentos que se vivían entonces, expresa alarma por el desarrollo social y político de la Comunidad. Una lista de serias advertencias acerca de la eventualidad de “violentas revueltas en las áreas urbanas”, un “incremento de los conflictos étnicos”, un “creciente resentimiento” por parte de los excluidos, 121 122 123 124 Com (1992/542). Ibid., p. 27. Ibid. Esta perspectiva fue inicialmente desarrollada por Thomas H. Marshall (1950). 60 Pobreza y exclusión social “comportamientos desesperados o destructivos como la violencia y las drogas” y una mayor “receptividad para con las ideologías racistas, los comportamientos xenófobos y diversas formas de extremismo” viene a enfatizar la necesidad urgente de una serio compromiso de la Comunidad con la lucha contra la exclusión. Al ser este un texto más amplio y ambicioso se hacen aún más evidentes las debilidades contenidas en documentos anteriores de la Comisión. Una vez más, elementos explicativos provenientes de diferentes enfoques –fundamentalmente tomados de las teorías que acentúan la dislocación estructural y el dualismo estructural ya que en este documento no se hace alusión a argumentos derivados de las teorías de la exclusión institucional– son presentados en una especie de catálogo pero sin que los mismos sean transformados en partes coherentes de una explicación o teoría acerca de los “mecanismos que excluyen parte de la población de la vida económica y social y de su parte en la prosperidad general”.125 La razón de esta imposibilidad de elaborar una explicación coherente de la exclusión social tiene una causa bastante simple: los dos enfoques de los que la Comisión toma sus argumentos son, como se ha explicado anteriormente, no sólo diferentes sino en muchos casos antagónicos. En el caso del enfoque o las teorías de las dislocaciones estructurales que ocurren a distintos niveles económicos y sociales como una parte natural del progreso económico, los grupos o individuos excluidos no forman una categoría o clase social coherente u homogénea, para decirlo con términos sociológicos más tradicionales. Lo que en este caso tenemos es un residual temporal de los procesos de cambio que, siempre que se tomen las medidas adecuadas para facilitar la movilidad socioeconómica, debieran ser reabsorbidos en la estructura social. En el caso del dualismo estructural se postula que existe una dinámica constitutiva del sistema capitalista moderno que produce exclusión y polarización, dividiéndose la sociedad en categorías contrapuestas y generándose un grupo o clase social permanentemente desaventajada, que vive en una situación de exclusión duradera. Estamos aquí enfrentados con lo que ha sido denominado, tanto por analistas radicales como conservadores, the underclass, que es parte y resultado de un proceso de división antagónica de la sociedad. Planteado así se trata de un problema que no puede ser resuelto por la reabsorción de los desplazados y 125 Ibid., p. 7. 61 Pobreza y exclusión social marginados sino que exige, en el caso de no querer aceptar esta situación126, una transformación radical del conjunto de la sociedad que produce la exclusión social. En pocas palabras y para resumir, el enfoque que acentúa la dislocación estructural es un enfoque “pro-sistema”, que acepta los costos de los cambios estructurales como una parte necesaria del progreso, pero propone ajustes para paliar esos efectos y reincorporar a quienes se ven momentáneamente desplazados por los cambios ocurridos. Por su parte, el enfoque del dualismo estructural es un planteamiento mucho más radical que fácilmente lleva a conclusiones “anti-sistema”. Esta connotación anti-sistema habitual en los enfoques que plantean el dualismo estructural era por cierto conocida por la Comisión y por ello mismo, a fin de evitar el riesgo de ser asociada con ese tipo de tendencias radicales, la Comisión hizo dos clarificaciones importantes en la Comunicación a la que nos estamos refiriendo. La primera acerca de la naturaleza del proceso que conducía a la exclusión social y la segunda sobre sus consecuencias sociales. En el texto de la Comisión los excluidos no son definidos como una clase o grupo homogéneo de carácter permanente sino como un residuo social heterogéneo producto no de un mecanismo de exclusión si no por lo que es llamado una “coincidencia de fenómenos”, queriendo con ello precisar que se trata de una gran variedad de procesos y circunstancias que afectan a una gran diversidad de regiones, grupos o individuos: “Esta coincidencia de fenómenos explica la naturaleza variada y compleja las diversas situaciones que por ello mismo asumen formas y tienen efectos muy disímiles dependiendo de los países y las regiones involucradas. Los ‘excluidos’ no forman, como a menudo se cree, una categoría homogénea de la población que sería rechazada por lo que supuestamente sería una sociedad homogénea […] Esto explica la dificultad de proponer una definición simple de la exclusión social.”127 Sin embargo, la mera necesidad de hacer este tipo de precisiones hace evidente los problemas potenciales de carácter político e ideológico asociados con el uso del concepto de exclusión social y, más aún, de planteamientos en torno a “los 126 Hemos visto que algunos pensadores conservadores, como Herrnstein, Murray y Marris, plantean esta aceptación de la underclass como un lastre inevitable y permanente de la actual sociedad del conocimiento. 127 Ibid., p. 10. 62 Pobreza y exclusión social excluidos”, que fácilmente podrían ser vistos como una especie de sucedáneo de aquel proletariado supuestamente revolucionario de que hablaban las teorías radicales del siglo XIX. Esto puede parecer paradójico ya que, como se dijo, la expresión “exclusión social” fue introducida en el lenguaje oficial de la Comunidad por ser supuestamente menos problemática que el término pobreza. La conciencia del uso del concepto exclusión social como eje de muchos planteamientos anti-sistema es, sin duda, una de las explicaciones más importantes de las características de la siguiente fase del desarrollo del pensamiento comunitario, en que claramente se denota un enfriamiento del “enamoramiento” por el concepto de exclusión social hasta su vuelta a un sitial de honor en el lenguaje comunitario a partir del Consejo Europeo celebrado en Lisboa en marzo de 2000, pero entonces, como ya lo veremos, con un contenido más manejable que en su versión de comienzos de los 90. 4. De la exclusión a la empleabilidad: El pensamiento comunitario a mediados de los años 90 A comienzos de los años 90 la situación de Europa se empeoró notablemente en términos tanto económicos como sociales. En las palabras de Michael Newman, “la pobreza, la desigualdad y la exclusión social se transformaron en problemas desesperadamente serios en toda UE.”128 Para el Comisario de empleo y asuntos sociales, la Dirección general de empleo, relaciones industriales y asuntos sociales (DGV) y otros órganos dedicados a temas sociales bajo la dirección de la Comisión Europea, esta situación crítica fue vista como una oportunidad óptima para promover medidas nuevas y aún más radicales para combatir la exclusión social. Es en este contexto que la Comisión presenta, en septiembre de 1993, su propuesta de un nuevo programa de acción al Consejo bajo el título de Programa de acción a medio plazo para luchar contra la exclusión social y promover la solidaridad: Nuevo programa para apoyar y fomentar la innovación (1994-1999)129. Este nuevo programa era más amplio y solicitaba más recursos que los tres programas precedentes en su conjunto a fin de asegurar “la continuidad y el progreso respecto de los programas 128 129 Newman, 1996, p. 98. Com (1993/435). 63 Pobreza y exclusión social anteriores”130. Sin embargo, este programa no fue aprobado por el Consejo Europeo a pesar de la insistencia de la Comisión durante los años venideros131 mostrando claramente que se había producido un cambio de actitud dentro del Consejo respecto de este tipo de programas. Según Eric Marlier la no aprobación de lo que debería haber sido Pobreza 4 se debió a la oposición de Alemania y Gran Bretaña haciendo alusión al principio de subsidiaridad, es decir, a la ilegitimidad de las intervenciones supranacionales en este campo, y también al hecho de que no existía prueba alguna acerca de la efectividad de los programas anteriores132. El revés para la Comisión en general y para los promotores de los programas contra la pobreza dentro de ésta en particular fue extremadamente sensible. La Comisión siguió insistiendo en la aprobación del programa que era la base para poder continuar con su protagonismo en estas materias y sus argumentos para motivar esta aprobación se hicieron cada vez más alarmistas, tal como lo muestran estas palabras del Libro Blanco sobre Política Social Europea de 1994: “En el presente, con más de 52 millones de personas en la Unión viviendo bajo la línea de pobreza, la exclusión social es un fenómeno endémico, provocado por los cambios estructurales que afectan a nuestras economías y sociedades. La misma amenaza la cohesión social de cada uno de los Estados miembros y de la Unión en su conjunto [...] La Comisión continuará sus esfuerzos a este respecto y, en particular, no escatimará ningún esfuerzo para asegurar la adopción por el Consejo del próximo programa de acciones de la Unión en este campo, basado en la propuesta presentada por la Comisión en septiembre de 1993.”133 Esta retórica alarmista no tuvo ningún éxito y en su desesperación por darle continuidad a sus propias acciones en este terreno la Comisión incluso se lanzó a financiar, sin estar autorizada, iniciativas del nuevo programa propuesto. Esto llevó nada menos que a un juicio ante el Tribunal Europeo entablado por Gran Bretaña, con el apoyo de Alemania, Dinamarca y el mismo Consejo Europeo, contra la Comisión Europea. En juicio concluyó en 1998 con una derrota total y humillante de la Comisión. El 130 Ibid., p. 7. El presupuesto propuesto para Pobreza 4 era de 125 millones de ECU mientras que el presupuesto sumado de los tres programas anteriores llegaba a 100 millones. 131 Todavía en enero de 1996 la Comisión escribía que “seguiría presionando para que el Consejo adoptase el programa de acción para combatir la exclusión social y promover la solidaridad.” Com (1996), p. 29. 132 Marlier (2007), p. 18. 133 Com (1994/333), p. 37. 64 Pobreza y exclusión social punto 37 de la sentencia no deja dudas al respecto: “Por lo tanto, procede concluir en que la Comisión no era competente para comprometer los gastos necesarios para la financiación de los proyectos mencionados en el comunicado controvertido con cargo a la línea presupuestaria B3-4103 y que violó el apartado 1 del artículo 4 del Tratado, por lo que procede anular la decisión de comprometer dichos gastos.”134 Una consecuencia muy importante del severo revés de la Comisión respecto de Pobreza 4 fue la imposibilidad de reanudar las actividades del Observatorio sobre políticas nacionales para luchar contra la exclusión social. Es importante a este respecto recordar que el Observatorio había sido el verdadero motor detrás de muchos de los desarrollos analíticos y prácticos ocurridos entre 1990 y 1993. Por otra parte, los esfuerzos de la Comisión para ganar un amplio apoyo para que se realizase una “una declaración pública solemne contra la exclusión”, para expresarlo con las palabras del ya mencionado Libro Blanco de 1994135, tampoco tuvieron éxito. Todo esto indica, sin lugar a dudas, el fin de la primera fase de desarrollo del pensamiento comunitario respecto de la pobreza y la exclusión. En vez de la “continuidad y progreso” buscada por la Comisión se entra en un período que podemos caracterizar como de cambio de paradigma en el tema de la exclusión. Esto lleva a un corte abrupto de las formas anteriores de intervención y, aún más importante que esto, a una redefinición del concepto mismo de exclusión en el sentido de acotarlo a la exclusión del mercado de trabajo. De hecho, partir de la publicación del Libro Blanco sobre Crecimiento, competitividad, empleo en diciembre de 1993 y de la Cumbre de Essen en 1994 se puede observar un claro cambio de foco desde los temas más amplios relacionados con la exclusión y la integración social a aquellos relacionados con la exclusión del mercado de trabajo y las condiciones de la “empleabilidad” de los “grupos vulnerables” o las “personas desaventajadas”. La Comunicación de la Comisión de 1994 creando la Iniciativa Empleo (Employment Initiative) así como aquella que establece el Programa Integra dentro de la Iniciativa 134 Tribunal (1998), punto 37. Com (1994/333), p. 37. Este Libro Blanco también pide la aprobación de la propuesta de Pobreza 4 y despliega, como una especie de canto del cisne, toda la argumentación desarrollada en los años previos sobre la exclusión social. 135 65 Pobreza y exclusión social Empleo en 1996 son buenos ejemplos de este cambio de foco: ¡el término exclusión social está simplemente ausente en estos documentos fundacionales de programas que en cuanto a los grupos involucrados constituyen la continuación de los antiguos programas de lucha contra la pobreza y la exclusión social!136 Esto no quiere decir que la expresión exclusión social haya sido plenamente eliminada de la agenda de la Unión o de su vocabulario. Lo que esto indica es que como tal fue claramente degradada en relación al papel muy importante que llegó a ocupar de 1988 a 1992. Esto se hace evidente estudiando dos documentos de importancia estratégica de la segunda mitad de los años 90: el Primer Informe sobre la Cohesión, de noviembre de 1996137 y la Agenda 2000, presentada en julio de 1997138. El concepto de exclusión social tiene una presencia marginal en ambos documentos sin que se ponga ningún énfasis, ya sea analítico o político, en el mismo a pesar de que la lucha contra la exclusión sea una de las cuatro áreas de actividad que, de acuerdo con la Agenda 2000, deben ser un complemento de la Estrategia europea para el empleo, en el marco del nuevo Objetivo 3 de los Fondos Estructurales de la Unión. Ahora bien, el cambio de actitud respecto del concepto exclusión social tiene un trasfondo más amplio que está muy relacionado con el desarrollo de la metodología y las formas de intervención adoptadas durante los tres primeros programas de lucha contra la pobreza. Este desarrollo es el tema mismo de la tercera parte de este trabajo y por ello volveremos más adelante a esta discusión, relacionándola directamente con los motivos que llevaron a la discontinuación de los programas contra la pobreza. La interrupción de los programas contra la pobreza y la exclusión social coincidió con importantes reformas en el canal de intervención más significativo en manos de la comunidad: los Fondos Estructurales, entre los que se cuenta el Fondo Social Europeo (FSE). Después de la publicación en 1993 del Libro Blanco Crecimiento, competitividad, empleo el FSE reformado se transformó en una herramienta más flexible cuya acción sería canalizada hacia la realización de los objetivos fijados por el Consejo y la Comisión en torno a la creación de empleo y la mejora de la empleabilidad de la fuerza de trabajo. De estas prioridades surgieron las dos 136 137 138 Com (1994/180) y Com (1996/200) Com (1996/542). Com (1997/6). 66 Pobreza y exclusión social iniciativas más emblemáticas del FSE durante la segunda mitad de los años 90 (ambas de 1994 a 1999), Adapt, orientada a facilitar la reestructuración industrial, y Empleo, en torno al crecimiento del empleo y la igualdad de oportunidades en el mercado laboral. En el marco de esta última iniciativa surgirá el Programa Integra en 1996, que es el primer programa que vendrá a ocuparse explícitamente de “los excluidos” después del fin de los programas contra la pobreza. Por esto mismo nos detendremos primero en la Iniciativa Empleo para luego tratar con más detalle el Programa Integra. El foco de atención de Empleo está formado por tres problemas o temas que darán origen a sus tres capítulos o programas originales: promover la igualdad de oportunidades laborales de las mujeres (“Empleo-Now”), fomentar la integración al mercado laboral de los jóvenes (“Empleo-Youthstart”) y “mejorar las perspectivas de empleo de los discapacitados y otros grupos desaventajados” (“Empleo-Horizon”)139. De esta manera, los grupos diana tradicionales de los programas contra la pobreza quedaron incluidos en una iniciativa que en términos tanto de métodos como de recursos era muy diferente comparada con esos programas. Ahora bien, el énfasis de Empleo-Horizon estaba claramente puesto en los discapacitados y no en esa categoría residual formada por “otros grupos desaventajados”. Sobre esto la Comisión fue muy clara: “La prioridad de este capítulo deben ser las acciones a favor de la gente discapacitada, particularmente en cuanto al nivel de financiación otorgada.”140 Sin embargo, a pesar de esta “incorporación residual” de los grupos diana de los programas contra la pobreza –parados de larga duración, padres solos, inmigrantes, refugiados, prisioneros, personas sin vivienda, etc.– en uno de los programas de la Iniciativa Empleo se trataba en sí mismo de un paso muy importante, al pasar ahora a ser considerados dentro de un tipo de iniciativas, las de los Fondos Estructurales, de gran peso y significación comunitaria y, no menos, con acceso a recursos financieros impensables dentro del marco de los programas contra la pobreza141. La presencia de estos grupos altamente vulnerables dentro de las iniciativas centrales de la Comunidad fue reforzada de una manera decisiva con la creación, en 1996, de 139 Com (1994/180), p. 36. Ibid., p. 39. 141 Así por ejemplo, el presupuesto de Pobreza 3 fue de 55 millones de ECUs mientras que el de Empleo-Horizon fue de 730 millones de ECUs. 140 67 Pobreza y exclusión social un cuarto capítulo o programa dentro de la Iniciativa Empleo, el programa EmpleoIntegra. Y no sólo eso, por primera vez en una iniciativa comunitaria de importancia se apuntaba a los inmigrantes, los refugiados y las minorías étnicas vulnerables como grupos dignos no sólo de atención retórica sino también de recibir importante apoyo financiero y ser beneficiarios de medidas destinadas a darles un grado decente de igualdad de oportunidades. Este es un avance realmente significativo en relación a las actividades antes desarrolladas, como los programas contra la pobreza, dentro del estrecho marco de la Dirección General V (DGV). Este notable progreso permitirá un aumento extraordinario del número de proyectos apoyados, pasando de los menos de cien de cada programa contra la pobreza a los casi mil proyectos de “tipo Integra” (es decir, dirigidos hacia grupos definidos como socialmente excluidos) que recibieron apoyo entre 1994 y 1999. Pero estos avances en términos de reconocimiento y recursos tuvieron un precio: la expansión cuantitativa fue acompañada de pérdidas cualitativas y defectos metodológicos que, en su conjunto, pondrían en cuestión el valor mismo de los avances cuantitativos. Esto se debe, por una parte, a la reducción misma del tema de la exclusión a la exclusión del mercado de trabajo y la empleabilidad y, por otra parte, a la falta de adaptación o mismatch entre los objetivos y métodos de las macro-iniciativas del FSE y el tipo específico de cuestiones que se supone que deben ser abordadas en la lucha contra la exclusión social. La Comisión misma hizo ya en 1995 una amplia evaluación de estos y otros problemas en el marco de su defensa de la continuación de los programas contra la pobreza que estaban directamente a su cargo: “En lo que se refiere al posible impacto de los Fondos debe enfatizarse también que los Fondos y el programa (se refiere al nuevo programa que debiera haberse convertido en Pobreza 4, MR) no tienen los mismos objetivos […] Para abundar, las reglas que gobiernan las actividades de los Fondos en la práctica imposibilitan la aplicación de un enfoque multidimensional a la exclusión. El nuevo Objetivo 3 del FSE se refiere a medidas destinadas a integrar personas expuestas a la exclusión del mercado laboral y para ello se autoriza el apoyo a proyectos de integración, pero esto difícilmente podría ampliarse hasta abarcar programas de 68 Pobreza y exclusión social desarrollo social integrado […] En suma, los programas (contra la pobreza, MR) son más adecuados para movilizar una amplia gama de actores mientras que las actividades de los Fondos fundamentalmente se concentran en instituciones de formación y fomento al empleo.”142 En todo caso, la lucha de la Comisión por mantener el control directo sobre las acciones contra la exclusión estaba perdida y el paso de las mismas al FSE, con los problemas pero también las ventajas que esto podía implicar, era inevitable. Se abría así una fase, como ya se ha dicho, de transición hacia un nuevo paradigma, pero esta transición no sería un asunto simple ni rectilíneo. Los proponentes del viejo paradigma no se resignarán fácilmente y se orientarán hacia un intento de, hasta donde fuese posible, recrear los programas contra la pobreza en el seno del Programa Integra, que había nacido justamente como una especie de compensación por su desaparición. Ahora bien, como veremos a continuación este intento de introducir la conceptualización y la metodología de los programas contra la pobreza en este nuevo programa conducirá a una serie de incoherencias y a una retórica que poco o nada tenía que ver con el tipo de acciones que realmente se debían y podían emprender en el nuevo contexto del accionar comunitario. Esto le da al Programa Integra su peculiar carácter, con una estructura que incorpora elementos muy diferentes y no siempre compatibles entre sí. Se trata, en otras palabras, de un híbrido entre elementos provenientes de los programas contra la pobreza y elementos que forman parte de los objetivos y funcionamiento normales del FSE y de la Iniciativa Empleo en la que se encuadra el Programa Integra. Los componentes que provienen de los programas contra la pobreza son claramente dominantes en la formulación misma de los principios rectores específicos de Integra. Esto se denota en particular en la intensión de usar un enfoque multidimensional o holístico, como principal herramienta de análisis y acción para encarar la exclusión del mercado laboral. Esto implicaba, de hecho, ampliar la problemática misma a tratar reintroduciendo “por la puerta trasera” la temática de la exclusión social aun si el término mismo exclusión social está ausente del documento que crea Integra. Este intento resulta sumamente sorprendente cuando recién hemos leído que la propia Comisión afirmaba textualmente que “las reglas que gobiernan las actividades de los Fondos en la práctica imposibilitan la aplicación de un enfoque multidimensional a la exclusión”. 142 Com (1995/94), pp. 59-60. 69 Pobreza y exclusión social Junto con este intento de reintroducir la exclusión social sin nombrarla vemos una afirmación radical del principio de empoderamiento como instrumento metodológico central y como el fin mismo de las acciones que deberían ser promovidas: “Todos los proyectos deben estar basados en el principio del empoderamiento (the principle of empowerment) de los grupos diana y de las personas involucradas. Los proyectos deben ser promovidos por la gente (people-driven) y para definir las trayectorias de integración hacia el empleo deben estar basados en la participación activa en los procesos de toma de decisiones y en el principio de la responsabilidad cívica.”143 Toda esta retórica radical no tiene en realidad mucho sentido para un programa que debía apoyar proyectos de corta duración (dos años habitualmente) y cuya finalidad declarada era simplemente facilitar la inserción en el mercado laboral de grupos desfavorecidos. Ahora bien, esta retórica sí tiene sentido si lo que de hecho se tiene en mente es, a pesar de su evidente inadecuación práctica, revertir toda la dinámica de la exclusión social. El carácter híbrido de Empleo-Integra se ve muy claramente al compararlo con Empleo-Horizon, que era el programa dentro de la Iniciativa Empleo que inicialmente englobaba a los “grupos desaventajados”. Horizon sigue estrictamente las directivas generales de la Iniciativa Empleo. La exclusión del mercado de trabajo de hecho es tratada como un problema acotado, que puede ser abordado por medio de métodos muy tradicionales que consisten, en lo esencial, en darles a los afectados más información o formación y facilitarles el inicio de actividades económicas autónomas. En esta perspectiva el problema a resolver es simple: la falta de “algo” (información, formación, apoyo técnico); y la solución también lo es: proveer a los involucrados de ese “algo” que les falta para acceder al mercado laboral. Para realizar proyectos acordes con esto alcanza con un par de años y, además, es evidente que hablar en este contexto de multidimensionalidad o empowerment no tiene sentido En el caso de Integra se introducen nuevos principios pero se sigue dentro del marco de una iniciativa cuyas características, tal como la Comisión misma lo había 143 Europs/DGV (1996). 70 Pobreza y exclusión social dicho, son evidentemente inadecuadas para realizarlos. El resultado es una lista de principios guía y proyectos elegibles que simplemente es una yuxtaposición de aquellos propios de Horizon y aquellos provenientes de los programas contra la pobreza. Este es el peculiar menú que se les presenta a los Estados miembros para seleccionar la orientación concreta de sus programas nacionales. Esto hace que de hecho se puedan dar orientaciones que van desde formas acotadas y tradicionales de facilitación del acceso al mercado de trabajo hasta enfoques holísticos de la exclusión. Estamos aquí, en suma, ante un híbrido que no podía resultar sino en una incoherencia manifiesta del programa en su conjunto con consecuencias fáciles de imaginar para su potencial transnacional de difusión de experiencias y buenas prácticas. Sobre esto volveremos más detalladamente en la parte metodológica de este trabajo. Las incoherencias del Programa Integra y su carácter híbrido nos dan una oportunidad de profundizar un poco más en la dinámica misma de la formación de las políticas dentro de la Comunidad, que si bien hacia afuera quieren dar la impresión de ser productos coherentes basados en principios compartidos en la realidad no son, tal como en el caso de las políticas nacionales, sino compromisos muchas veces contradictorios entre voluntades e intereses muy diversos. Y estos compromisos no sólo expresan la tensión siempre existente entre los elementos supranacionales de la Comunidad (la Comisión en particular) y los Estados miembros sino también los conflictos que se dan dentro ya sea de la Comisión o de los Estados. Este es el caso de las acciones contra la pobreza y la exclusión al salir las mismas del ámbito limitado de los programas contra la pobreza y pasar al ámbito mucho más amplio y fuertemente descentralizado del FSE. Como ya se ha dicho, el fin abrupto de los programas contra la pobreza fue un duro revés para la Comisión y, en particular, para las personas que los habían promovido y controlado. Es importante no perder esto de vista ya que lo que llamamos “Comisión” no es de manera alguna un cuerpo homogéneo sino una arena en la que compiten diversas orientaciones políticas, tradiciones culturales y académicas, enfoques, burocracias, expertos, “emprendedores políticos” de diverso cuño y aquello que se ha denominado “comunidades epistémicas”, es decir, grupos unidos por un paradigma o una forma articulada de ver las cosas y de accionar144. Una parte central de los 144 Sobre las comunidades epistémicas véase Richardson (1996). Más en general sobre la compleja dinámica interna de la Comunidad véase Christiansen (1996), Newman (1996) y Edwards y Spence (1994). 71 Pobreza y exclusión social conflictos que se dirimen en esta arena de rivalidad y cooperación que es la Comisión tiene que ver con la definición de la agenda política de la misma, pero otra parte igualmente importante tiene que ver con el cómo los temas de la agenda política son definidos, presentados y articulados en propuestas de acción145. La interrupción de los programas contra la pobreza y la inclusión de “los excluidos” en las actividades de EFS es realmente un caso de muestra de este tipo de conflictos entre comunidades epistémicas diversas con sus respectivas conceptualizaciones alternativas. Desde una posición de de desesperada impotencia, que como vimos incluso lleva a aventurarse en la financiación de proyectos contraviniendo la legalidad de la Comunidad, se pasa, gracias a la creación de Integra en 1996, a un nuevo intento de ganar protagonismo que se acentuará durante el funcionamiento de este programa. El compromiso o híbrido representado por la Comunicación creando Integra y estableciendo sus principios rectores se verá claramente desbordado a poco andar, tal como lo prueba en Informe Especial sobre Integra publicado en febrero de 1997 y destinado a presentar el nuevo programa a través de la Unión. En este informe la exclusión social reaparece en gloria y majestad y con nombre y apellido. El título mismo del informe –Rutas para la integración y el empleo de los excluidos socialmente– es claro respecto del radicalismo del enfoque y así mismo lo es su capítulo central: La exclusión social en la Unión Europea. Para marcar la continuidad con los programas contra la pobreza se hace incluso una referencia explícita a los mismos146. En todo caso, los propiciadores de este enfoque radical tenían ya escaso control sobre el desarrollo real del programa que de hecho había pasado –como es propio de este tipo de iniciativas que, en contraste con los programas contra la pobreza, son muy descentralizadas– a los Estados miembros y sus programas operativos liderados por sus respectivas Estructuras Nacionales de Apoyo. En buenas cuentas, el poder de la comunidad epistémica de los programas contra la pobreza ya no podía pasar mucho más allá de incursiones retóricas y así seguiría siendo en el futuro. Con ello, además, se perdería más y más aquella creciente coherencia impuesta por la Comisión en la fase que va de 1973 a 1993 a los principios y las acciones comunitarias en nuestros temas. La lucha contra la pobreza y la exclusión sería así de hecho “renacionalizada” si bien bajo una pomposa cubierta europea creada por la Agenda de Lisboa y gestionada mediante el Método Abierto de Coordinación. 145 146 Al respecto véase Peters (1996). ESF (1997), p. 16. 72 Pobreza y exclusión social 5. De la Agenda de Lisboa a Europa 2020 El Consejo Europeo Extraordinario de Lisboa celebrado en marzo de 2000 marca, siguiendo la conceptualización ya presentada de Mary Daly, el tercer salto en política social comunitaria. Lo antecede, como en los dos casos anteriores, un periodo de bonanza y optimismo que lleva a plantearse nuevas metas en materia social, particularmente a fin de extender a todos los beneficios del progreso alcanzado. Con los acuerdos de Lisboa se abre la fase más reciente del desarrollo de nuestro tema, con su momento de entusiasmo inicial para luego caer en la rutina y mostrar hoy por hoy todos los síntomas de estar plenamente agotada. La reunión del Consejo Lisboa tenía una intensión mucho más amplia que el lanzamiento de nuevas ideas y metas de política social. Su intensión era producir un programa que guiase el desarrollo de la UE en su conjunto durante la siguiente década. El resultado del mismo fue uno de los programas más célebres y, a la vez, más fracasados producidos en el seno de la Comunidad: la así llamada Estrategia o Agenda de Lisboa. A diez años de su aprobación se puede constatar que ninguno de los objetivos estratégicos allí establecidos se ha hecho realidad, más bien todo lo contrario. Nadie podía, por supuesto, prever entonces la crisis generalizada en que la mayoría de los países de la UE se han visto recientemente sumidos. Pero más allá de la crisis, la década que debería convertir a la EU “en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social”147 terminó siendo una década de bajo crecimiento, poca creación de empleo148 y “fuga de cerebros” hacia Estados Unidos149, y una cohesión social claramente deteriorada, tal como la violenta revuelta que asoló a Francia a fines de 2005 lo puso en evidencia. 147 C (2000/Marzo), I.5. El paro en el momento pre-crisis, 2007, llegó al 7% en promedio para la UE15. Este nivel, que es el más bajo de la década, es apenas levemente inferior al del año 2000, 7,7%. 149 La cantidad de científicos y técnicos europeos de alto nivel trabajando en Estados Unidos se ha calculado en unos 400.000, con un costo en términos de crecimiento del PIB de la Unión de un 0,5 por ciento anual. Véase Dehesa (2008). 148 73 Pobreza y exclusión social En todo caso, desde el punto de vista del tema de este estudio la Agenda de Lisboa significó un claro avance en cuanto al estatus del mismo. La lucha contra la pobreza y la exclusión social pasan a ser temas prioritarios de la agenda comunitaria como condición fundamental para alcanzar el objetivo estratégico central de la cohesión social. Junto con ello la Agenda definió algunas tareas concretas de gran importancia para el avance concreto en estas materias, en particular el establecimiento de indicadores comunes para poder medir la extensión de la pobreza y la exclusión.150. El punto de partida de la Agenda de Lisboa es, tal como lo son sus conclusiones, realmente optimista, constatando que “la Unión está experimentando sus mejores perspectivas macroeconómicas en una generación.”151 Esta solidez económica permite, según el Consejo, encarar con éxito el gran desafío representado por la globalización y el paso a la “economía del conocimiento”: “La Unión Europea se enfrenta a un enorme cambio fruto de la mundialización y de los imperativos que plantea una nueva economía basada en el conocimiento. Dichos cambios afectan a todos los ámbitos de la vida de las personas y exigen una transformación radical de la economía europea.”152 Al mismo tiempo, este momento de auge económico debería brindar la oportunidad propicia para encarar algunos problemas fundamentales de la Unión, como el alto nivel de paro y la persistencia de la exclusión social y la pobreza. Esto se haría dentro del accionar de lo que se define, con la intención de marcar claramente su diferencia respecto del viejo Estado del bienestar, como un “Estado activo del bienestar”153. El punto decisivo en nuestro tema es el I.32, que establece lo siguiente bajo la rúbrica “Promover la integración social”: “Es inaceptable el número de personas que viven en la Unión por debajo del umbral de pobreza y excluidas socialmente. Deben tomarse medidas que tengan un impacto decisivo en la erradicación de la pobreza estableciendo objetivos adecuados que deberá acordar el Consejo a más tardar a finales de año […] La nueva sociedad basada en el conocimiento ofrece un enorme potencial para reducir la exclusión social […] Al mismo 150 151 152 153 C (2000/Marzo), I.33. Ibid., I.3. Ibid., I.1. Ibid., I.4, I.24 y I.33. 74 Pobreza y exclusión social tiempo, se corre el riesgo de dar pie a una diferencia cada vez mayor entre quienes tienen acceso a los nuevos conocimientos y quienes quedan excluidos. Para evitar este riesgo y aprovechar al máximo este nuevo potencial, deben hacerse esfuerzos para mejorar las cualificaciones, promover un acceso más amplio a los conocimientos y oportunidades y luchar contra el desempleo: la mejor salvaguardia contra la exclusión social es un trabajo. Las políticas para combatir la exclusión social deberían basarse en un método abierto de coordinación que combine los planes de acción nacionales y una iniciativa de la Comisión para la cooperación en este ámbito que deberá presentarse a más tardar en junio de 2000.”154 Como se ve, el Consejo está aquí trabajando plenamente con el enfoque que antes hemos llamado de la dislocación estructural: se están produciendo cambios tecnológicos y organizativos profundos que si bien implican riesgos y problemas transitorios son la base misma de un mayor progreso y de la posibilidad de logran una sociedad aún más próspera y cohesionada. Por ello mismo, y en perfecta coherencia con el enfoque recién mencionado, el Consejo plantea medidas para evitar que los cambios estructurales conduzcan a situaciones permanentes de exclusión. Además, esta perspectiva que acentúa la dislocación estructural se ve completada con consideraciones propias de las teorías de la exclusión institucional, particularmente respecto del mercado de trabajo. Solucionar la falta de empleo, y combatir por ello también la exclusión, requiere eliminar trabas institucionales, especialmente aquellas rigideces que caracterizan el mercado de trabajo europeo buscando crear, para expresarlo con las palabras de la Agenda Social Europea aprobada poco meses después en el Consejo de Niza, “relaciones laborales que concilien la seguridad de los trabajadores y la flexibilidad para las empresas”155. Al mismo tiempo, se reitera con toda claridad el foco que se venía poniendo desde mediados de los 90 en la exclusión del mercado laboral como causa preeminente de la exclusión social, haciendo por ello del acceso al trabajo la “la mejor salvaguardia contra la exclusión social”. Poco o nada hay en este documento que vaya más allá de esta forma muy acotada de ver la exclusión acentuando por ello la remoción de los obstáculos –como la discriminación– a la igualdad de oportunidades laborales. 154 155 Ibid., I.32. C (2000/Diciembre), Anexo I: Agenda Social Europea, p. 13. 75 Pobreza y exclusión social El Consejo de Niza, celebrado en diciembre de 2000, precisó las conclusiones del de Lisboa, particularmente en la Agenda Social Europea entonces aprobada. Una de las novedades aquí introducidas es la clara unión del tema de la exclusión (sin más, es decir sin el apellido limitante de “social”) con la discriminación, tal como lo muestra el encabezado del apartado III de la Agenda Social Europea: “Lucha contra todas las formas de exclusión y de discriminación para favorecer la integración social”156. Por lo demás se precisan las formas de llevar adelante la cooperación comunitaria respecto, insistiendo en el Método Abierto de Coordinación y el desarrollo de indicadores comunes sobre la pobreza y la exclusión. En este contexto se establece la obligación para los Estados miembros de presentar un plan bianual en materia de pobreza y exclusión a más tardar a mediados de 1991157. La forma del accionar comunitario en nuestros temas será, como ya se ha dicho, el Método Abierto de Coordinación (MAC). Este método venía siendo usado desde 1997 como parte de la Estrategia Europea para el Empleo acordada en el Consejo de Luxemburgo celebrado en noviembre de ese año y fue formalizado por la Agenda de Lisboa. El Glosario de la Unión Europea nos da la siguiente definición del mismo: “El MAC proporciona un nuevo marco de cooperación entre los Estados miembros, con objeto de lograr la convergencia entre las políticas nacionales para realizar algunos objetivos comunes. En el marco de este método intergubernamental, los Estados miembros evalúan a otros Estados miembros (‘control de grupo’) y la Comisión desempeña únicamente una función de supervisión. El Parlamento Europeo y el Tribunal de Justicia prácticamente no intervienen en el proceso del MAC. El método abierto de coordinación se aplica a los ámbitos que son competencia de los Estados miembros como el empleo, la protección social, la inclusión social, la educación, la juventud y la formación. Se basa principalmente en: • la identificación y la definición común de objetivos que deben cumplirse (adoptados por el Consejo); 156 157 • instrumentos de medida definidos conjuntamente (estadísticas, indicadores, directrices); • la ‘evaluación comparativa’, es decir, la comparación de los Ibid., p. 14. Ibid., V.A.20, desarrollado en capítulo III de la Agenda Social Europea anexa. 76 Pobreza y exclusión social resultados de los Estados miembros y el intercambio de las mejores prácticas (supervisión efectuada por la Comisión).”158 Esta forma de actuar en ámbitos que son competencia de los Estados miembros es muy distinta a la que pretendió usar la Comisión durante los programas contra la pobreza. Su papel se limita aquí al de un coordinador o supervisor, estando el protagonismo situado en un organismo típicamente intergubernamental, como es el Consejo, y en los Estados miembros. Ahora bien, el MAC es por definición un método de convergencia voluntaria y sus éxitos o fracasos dependen de los instrumentos y recursos de que se disponga para llevarlo adelante y la presión política que se ponga en alcanzar la convergencia sobre los objetivos comunes fijados por el Consejo. De ello dependerá si el MAC se convierte en una innovación eficiente o en un “talking shop” (tertulia, lugar de parloteo inútil), para usar la expresión que en 2001 utilizó la jefa de gabinete de la entonces Comisaria de empleo y asuntos sociales de la UE159. Así, se acostumbra a decir que el MAC en materias de empleo ha tenido el carácter de una innovación eficiente, al mismo tiempo que correspondería designar al MAC sobre inclusión social preferentemente como un talking shop o, para usar la descripción de Mary Daly, “un proceso que no sólo es suave, sino que ha devenido más y más suave con el tiempo”, con “metas que han sido vagas o prácticamente inexistentes”, informes conjuntos caracterizados por “la dulzura de sus observaciones” y un control de grupo (“peer pressure”, que se supone es el arma preferente del MAC) “que ha tendido a ser tratado como una ocasión para comentarios y reproches gentiles” 160. Esta forma “suave, suave” del MAC sobre inclusión social deja en la práctica todo a la voluntad, muy diversa, de los Estados miembros, lo que en realidad es bastante coherente con la forma en que el MAC se describió en la Agenda de Lisboa, es decir, como un método basado en “un planteamiento totalmente descentralizado de acuerdo con el principio de subsidiariedad”161. Por ello no es de extrañar que la Red de Expertos Independientes sobre Inclusión Social que asesora a la Comisión Europea haya podido hacer la siguiente constatación sobre el proceso de coordinación abierta: 158 Europa (2010). Sobre el MAC existe hoy una enorme cantidad de bibliografía. Kröger (2009) recoge una amplia cantidad de ensayos sobre el tema con sus correspondientes listas bibliográficas. Una notable lista bibliográfica se puede consultar en la tesis doctoral de Ralf Drachenberg (2009). 159 Hughes (2001). 160 Daly (2007), pp. 8 y 12. 161 C (2000/Marzo), punto 38. 77 Pobreza y exclusión social “Respecto del verdadero impacto sobre las políticas y los métodos existe una gran variación entre los Estados miembros. Solamente en una pequeña minoría de países, no más de una cuarta parte, se puede decir que el proceso se ha transformado en una parte importante de la creación de políticas sobre temas relacionados con la inclusión social y está teniendo un impacto significativo […] Sin embargo, en la mayoría de los Estados miembros parece ser que el proceso tiene un estatus y una prioridad política muy baja y es considerado fundamentalmente como un ejercicio de información administrativa (an administrative reporting exercise).162 Esta constatación equivale a decir, hablando de una manera llana, que de hecho no existe hoy por hoy ningún proceso europeo de coordinación en materias de inclusión social. Los que realmente se coordinan y sacan algún provecho del MAC son una limitada minoría de países que coincide con los Estados donde el tema es más prominente y que por ello están alertas a lo que otros hacen, sean o no miembros de la EU o participantes en el MAC. El resto sólo cumple con la obligación burocrática de mandar los informes requeridos tratando de llenarlos de manera más decente posible. De esta manera se cumplen las exigencias de Bruselas y se alimenta aquella “métrica del progreso” donde se cuentan los planes, las estrategias y los informes producidos pero poco o nada las realidades detrás de todos esos documentos163. Para concluir, dejemos que Hugh Frazer y Eric Marlier nos den una sumatoria actual y bastante exhaustiva de los logros y las deficiencias del MAC sobre inclusión social que a mi parecer es bastante objetiva. Comencemos por los logros: “El MAC social ha ayudado a mantener la pobreza y la exclusión social en la agenda de la UE. Ha generado un cuerpo considerable de aprendizajes muy útiles sobre las mejores formas de enfrentar y prevenir la pobreza y la exclusión social. Ha conducido a un real mejoramiento de la estadística y los indicadores, y a un marco más fuerte de análisis, monitorización y de elaboración de informes. Ha ayudado a mejorar la gobernanza y apoyado estrategias más efectivas de inclusión social en varios Estados miembros. Ha movilizado un amplio espectro de actores y creado redes europeas de gentes y asociaciones involucradas en la 162 163 Frazer y Marlier (2008), p. 3. Daly (2007), p. 9. 78 Pobreza y exclusión social lucha contra la pobreza y la exclusión social. Les ha dado una mayor voz a quienes viven la pobreza y la exclusión social.”164 Pasemos ahora a las deficiencias que, lamentablemente, no son pocas: “Sin embargo, por una serie de razones, el MAC social ha producido poco progreso hacia la meta para 2010 (de la Agenda de Lisboa, MR) de alcanzar un impacto decisivo en la erradicación de la pobreza y la exclusión social. El proceso ha tenido poco estatus político y baja visibilidad comparado con la agenda de crecimiento y empleo de la UE. Los objetivos de inclusión social no han sido incorporados en la creación de políticas en la EU ni en los Estados miembros. El proceso ha sido demasiado ‘suave’. En muchos Estados miembros los informes de inclusión han sido tratados como ejercicios rutinarios y no han conducido a aumentar los esfuerzos a nivel nacional. Hasta hace muy poco los informes, la monitorización y la evaluación por parte de los Estados miembros ha sido débil. La falta de evidencia estadística actualizada ha limitado las posibilidades de aplicar los estándares de comparación (benchmarking) de la UE a las prestaciones de los Estados miembros. En muchos Estados miembros, los progresos para fortalecer la gobernanza siguen siendo escasos. El intercambio de aprendizajes y buenas prácticas ha sido demasiado fragmentado y alcanzado a un círculo de actores demasiado estrecho. Los fondos estructurales de la UE no le han prestado un apoyo suficiente a alcanzar las metas de inclusión social.”165 Las lecciones de este claroscuro de logros y falencias no son evidentes, excepto en cuanto a constatar que el MAC sobre inclusión social ha estado muy lejos de las expectativas que el Consejo puso en el mismo en el año 2000. Ni los progresos reales ni la convergencia buscada han sido alcanzados y hasta es cuestionable que se pueda hablar hoy de avances en esos sentidos. La estadística de Eurostat166 no deja lugar a muchas dudas en el primer sentido y es justamente por ello que este año ha sido declarado como Año europeo de lucha contra la pobreza y la exclusión social. Sobre lo segundo, es evidente de las reseñas citadas que los Estados miembros han seguido sus propios derroteros y que “han interpretado las demandas de la UE al estilo laissez faire”167. 164 165 166 167 Frazer y Marlier (2010), p. 5. Ibid., pp. 5-6. Eurostat (2010). Daly (2007), p. 12. 79 Pobreza y exclusión social A mi parecer, estas constataciones debieran llevar a elegir uno de dos caminos divergentes. El primero es “endurecer” el MAC sobre inclusión social, haciéndolo un poco menos voluntario o, al menos, aumentando la presión para que realmente se cumplan sus objetivos de aprendizaje mutuo, difusión amplia de las mejores práctica y una paulatina convergencia. También se puede plantear el abandonar simplemente el MAC para reemplazarlo por otro mecanismo que asegure una conducción más centralizada y clara hacia fines comunes. Esta es sin duda, y siempre ha sido, la aspiración natural de la Comisión en su rol de expresión organizada del impulso supranacional de la Comunidad. Es en esta perspectiva que a mi parecer debe interpretarse la propuesta de la Comisión contenida en el programa Europa 2020 de abandonar (“transformar” es la forma diplomática de decirlo) el MAC cobre inclusión social: “Transformar el método abierto de coordinación sobre exclusión social y protección social en una plataforma de cooperación, evaluación entre homólogos e intercambio de buenas prácticas y en un instrumento para estimular el compromiso de las partes públicas y privadas en pro de reducir la exclusión social, y tomar medidas concretas, también mediante un apoyo específico de los fondos estructurales, especialmente el FSE.”168 El otro camino es reconocer francamente que la Unión debe abandonar el terreno de la lucha contra la pobreza y la exclusión social como un terreno donde se aspire, de una u otra manera, a producir una convergencia mediante la definición de una política comunitaria al respecto. Esta orientación hacia el reconocimiento de la diversidad y la autonomía nacional no es de hecho incompatible con la realización de aquella “plataforma de cooperación, evaluación entre homólogos e intercambio de buenas prácticas” que la Comisión propone. Pero una plataforma así definida no tendría por qué limitarse a los Estados miembros de la EU ni llevarse a cabo dentro de la estructura formal de la Unión. La OCDE sería, por ejemplo, un excelente marco para esta cooperación sin aspiraciones de desarrollar elementos de supranacionalidad o convergencia. Sin embargo, ya que la Unión se caracteriza por su ambigüedad y eclecticismo lo más probable es que se elija una vía intermedia. En todo caso, el nivel de ambición 168 Com (2010/2020), p. 21. 80 Pobreza y exclusión social sobre lo que se puede lograr en el terreno de la pobreza y la exclusión ha sido drásticamente rebajado. En la Agenda de Lisboa se proponía lisa y llanamente la erradicación de la pobreza en los diez años venideros. En Europa 2020 no queda nada de esa hybris y la meta para los diez años venideros es de una modestia que claramente indica que la lección del fracaso de la Agenda de Lisboa y el impacto devastador de la crisis han surgido efecto: “El número de europeos que viven por debajo de los umbrales nacionales de pobreza debería reducirse en un 25 por ciento, rescatando así a más de 20 millones de personas de la pobreza.”169 No es del caso entrar aquí a estudiar los programas creados para apoyar la realización de las metas de inclusión social de la Agenda de Lisboa, ya sea en su forma original o redefinidas a partir del Informe Kok, que ya intuía que la tan bullada Agenda de Lisboa podía transformase en “sinónimo de objetivos no cumplidos y promesas no mantenidas”170. Los principales programas han sido el Programa de acción comunitario a fin de fomentar la cooperación entre los Estados miembros para luchar contra la exclusión social (2002-2006)171 y Progress (2007-2013), que unifica una serie de programas sociales creando, dentro del programa, una sección sobre protección e inclusión social cuyo objetivo es darle apoyo a “la aplicación del MAC en el ámbito de la protección y la inclusión social”. Las acciones propuestas para realizar esto son muy típicas del MAC y enumerarlas nos servirá para hacer más concreta su orientación: “a) la mejora de la comprensión de las cuestiones relativas a la exclusión social y la pobreza y las políticas de protección e inclusión social, especialmente mediante análisis, estudios y el desarrollo de estadísticas e indicadores comunes […] b) el control y la evaluación de la aplicación del MAC en el ámbito de la protección e inclusión social […] c) la organización de intercambios sobre políticas, buenas prácticas y enfoques innovadores, y el fomento del aprendizaje mutuo […] d) el refuerzo de la sensibilización, la difusión de información y el fomento del debate sobre los principales desafíos y aspectos políticos […] 169 Ibid., p. 11. Kok (2004), p. 11. El Informe pedía que la acción comunitaria se concentrase en los temas del crecimiento y el empleo, cosa que luego se concretará reduciendo, entre otros, el énfasis en la exclusión social. 171 Parlamento (2002/50). El programa dispuso inicialmente de un financiamiento comunitario de 75 millones de euros que luego fue elevado a 85 millones. Para una evaluación de este programa véase Tavistock (2006). 170 81 Pobreza y exclusión social e) el desarrollo de la capacidad de las principales redes a escala europea para apoyar y desarrollar las estrategias y los objetivos políticos de la Comunidad en el ámbito de la protección e inclusión social.”172 A pesar de lo amplia de esta enumeración cabe decir que una parte central de las actividades recientes de Progress ha sido claramente “EU-céntrica”, es decir, ha estado orientada a apoyar una mejor implementación de la legislación de la UE, promover una mejor comprensión de los objetivos de la UE y a crear, en torno a ello, redes efectivas de cooperación173. Finalmente, mirando el desarrollo conceptual vemos que desde mediados la primera década de los 2000, y coincidiendo con los ajustes de la Agenda de Lisboa derivados del Informe Kok, vuelve la insistencia sobre el tema del empleo y el acceso al mercado de trabajo como eje de la lucha contra la pobreza y la exclusión. Además, la presencia misma del concepto exclusión social se va debilitando y convirtiendo más y más en un apéndice del de pobreza. Así por ejemplo, en la Comunicación del Presidente de la Comisión al Consejo sobre el Relanzamiento de la estrategia de Lisboa el tema de la exclusión está prácticamente ausente. La exclusión social sólo es mencionada una vez y en un contexto (el apartado donde se hace esta mención lleva por título “Crear más puestos de trabajo y de mayor calidad”) que no deja duda acerca de la primacía del trabajo en este contexto: “Para garantizar la prosperidad y reducir el riesgo de exclusión social, es preciso un mayor esfuerzo para generar empleo y procurar que los trabajadores se mantengan en su puesto de trabajo o sigan una formación continua.”174 En la Comunicación sobre la Agenda Social de 2005, la Comisión se replantea las prioridades de política social a partir de la revisión intermedia de la Agenda de 172 Parlamento (2006/1672), p. L315/4. Los fondos destinados a la sección de protección e inclusión social alcanzan el 30% del total del programa. Originalmente esto daba 197,3 millones de euros para los 7 años de actividad del programa, Esta cifra fue reajustada en 2010 a 205 millones de euros. Además, Progress dispone de un fondo, acordado en 2009, de 60 millones de euros para microcréditos. Parlamento (2010/284). 173 Progress (2010). 174 Com (2005/24), p. 28. 82 Pobreza y exclusión social Lisboa. Los dos “ejes prioritarios” para el futuro son: a. “hacer que el empleo sea una auténtica opción para todos, reforzar la calidad y la productividad del trabajo, prever y gestionar el cambio”, y b. la “igualdad de oportunidades para todos”, que se concreta en la modernización de los sistemas de seguridad social, un acceso más pleno a la sanidad, la no discriminación y, respecto de los pobres, en una iniciativa comunitaria sobre los sistemas de recursos mínimos y la integración de los excluidos del mercado de trabajo”175. Es digno de hacer notar que en este documento no se nombra la exclusión social, a excepción de la mención que se hace sobre el futuro Año europeo de lucha contra la pobreza y la exclusión social. Aún más sintomática de este desarrollo es la escasa presencia del concepto exclusión social en un documento tan central como la Agenda Social Renovada de 2008. En el apartado dedicado a la “Lucha contra la pobreza y la exclusión social” el concepto de exclusión social se encuentra, sorprendentemente, ausente. Y cuando se habla de la inclusión, bajo el nuevo término de “inclusión activa”, se habla en particular de “la integración en el mercado laboral, la rentabilidad del trabajo y el aprendizaje permanente”, es decir, de la eliminación de factores desmotivadores, como por ejemplo la baja rentabilidad del trabajo frente a los subsidios, y la empleabilidad, bajo la forma del aprendizaje permanente176. En pocas palabras, se podría decir que conceptualmente estamos de vuelta a la forma de encarar el tema de la exclusión, centrada en el crecimiento y el empleo, que cobró vigor a mediados de los 90. 6. Inmigración, pobreza y exclusión social Para completar esta parte del trabajo le daremos ahora una mirada a uno de los temas más sensibles y controvertidos en la Europa de hoy. Me refiero al tema de la inmigración y la integración de los inmigrantes y sus descendientes pero enfocado exclusivamente desde el punto de vista de su eventual imbricación con los fenómenos de la pobreza y la exclusión aquí estudiados. Las dificultades en la integración de importantes grupos de personas con raíces 175 176 Com (2005/33), pp. 6 y 9-10. Com (2008/412), pp. 14-15. 83 Pobreza y exclusión social inmigrantes y el surgimiento de barrios altamente segregados y conflictivos han sido temas ampliamente discutidos ya en los años 90177. Así también lo fue el incremento de las tensiones sociales y las agresiones de tipo racista y xenófobo. El que 1997 fuese proclamado como Año europeo contra el racismo da testimonio de ello. Al mismo tiempo, se puede comprobar que por entonces los temas relacionados con la integración de los inmigrantes –a diferencia del tema de la inmigración en cuanto a quiénes y en qué condiciones podían ingresar a la Unión– si bien habían logrado un cierto espacio en la agenda comunitaria seguían ausentes de los documentos de mayor relevancia de la Unión. Es sólo a fines de los 90 cuando el tema de la integración comienza a cobrar una mayor importancia, pero en gran medida como un apéndice de la política migratoria, tal como claramente se observa en las Conclusiones del Consejo Europeo de Tampere celebrado en octubre de 1999178. Habrá que esperar hasta mediados de la primera década de los 2000 para poder comprobar que el tema había cobrado una importancia independiente del hecho migratorio 179. Esta tardanza en darle verdadera relevancia comunitaria al tema de la integración no deja de sorprender a quien estudie las investigaciones y documentos producidos por diversas instancias y grupos de trabajo de la propia Comunidad ya desde los años 70. En 1973, en la Comunicación de la Comisión al Consejo sobre el Programa de Acción Social que sería aprobado en enero de 1974, se menciona la inquietante transformación de ciertas industrias caracterizadas por sus deficientes condiciones de trabajo en “guetos reservados a los migrantes”180. En los años 80, reflejando las consecuencias del dramático paso de una Europa del pleno empleo a una con altos índices de paro, surgen voces aún más claras de alerta y preocupación en cuanto a la pobreza y la marginación laboral, social y cultural que aquejaba a importantes grupos de inmigrantes de terceros países y a sus hijos. 177 Para un balance del tema a mediados de los 90 véase Miles y Thänhardt (1995) así como Hadjimichalis y Sadler (1995) y Brochmann (1996). 178 C (1999/Octubre). 179 En particular, a partir de la adopción del Programa de la Haya por el Consejo Europeo de Bruselas de noviembre de 2004 y de los Principios básicos comunes para una política de integración de ese mismo mes así como de la Comunicación de la Comisión sobre un Programa Común para la Integración de septiembre de 2005. Ver C (2004/Noviembre), C/JAI (2004/Noviembre) y Com (2005/389). 180 Com (1973/51), p. 5. La expresión textual es la siguiente: “One of the outstanding problems in the Community is that a number of industries, because of their unattractive working conditions are tending to become ‘ghetto’ areas reserved for migrants.” Ibid., pp. 4-5. 84 Pobreza y exclusión social Un ejemplo claro de ello es el ya citado Informe final de Pobreza 1 de 1981. Los hallazgos de los expertos fueron explícitamente recogidos por la Comisión que en el quinto capítulo del informe –bajo la rúbrica de La siguiente fase en la batalla contra la pobreza– establece que hay dos grupos de personas seriamente desaventajados, uno de los cuales estaba constituido por los inmigrantes. El énfasis que la Comisión quiere poner en este tema es evidente: “Un tema recurrente en el Programa contra la Pobreza ha sido la identificación de la condición desaventajada de los inmigrantes y los problemas en torno al crecimiento de los hijos de los inmigrantes […] Los inmigrantes más pobres y menos educados (particularmente aquellos provenientes de países que no son miembros de la Comunidad Económica Europea) llenan los puestos menos deseables del mercado laboral […] medido con los estándares europeos ellos experimentan considerables niveles de privación, bajos niveles salariales, pobres condiciones de trabajo, condiciones insatisfactorias de vivienda y un aislamiento cultural. En períodos de alto desempleo, esos trabajadores son duramente golpeados […] Más aún, los sistemas de seguridad social no siempre los protegen. Los hijos de los inmigrantes, que crecen en un contexto de privación, deben ser vistos como un importante problema potencial de pobreza para el futuro.”181 Lo pertinente de estas advertencias fue dramáticamente confirmado por una serie de conflictos y hechos de violencia relacionados con los inmigrantes y las minorías étnicas que afectaron a diversos países europeos durante los años 80. Una iniciativa tomada por el Parlamento Europeo, después de la aprobación del así llamado Informe Evrigenis sobre el tema, condujo en 1986 a la primera declaración de importancia de la Comunidad sobre el racismo y la xenofobia bajo la forma de un texto conjunto del Consejo, el Parlamento y la Comisión Europea182. El primer esfuerzo no sólo retórico de abordar “la cuestión inmigrante” dándole una cierta prioridad política fue realizado a fines de los años 80. En diciembre de 1989 el Consejo Europeo pidió a la Comisión que llevase a cabo “un inventario de la posiciones nacionales sobre la inmigración”. Para cumplir el encargo la Comisión promovió la realización de dos estudios separados: uno dedicado a examinar el 181 182 Com (1981/769), p. 135. C (1986/158). 85 Pobreza y exclusión social tema de la entrada y la libertad de movimiento de los ciudadanos de terceros países y el otro abocado al análisis de la “integración de estas mismas personas que han sido admitidas en algún territorio de un Estado miembro”183. Este segundo estudio fue realizado por un grupo de expertos encabezado por F. Braun, consejero especial de Jacques Delors, presidente por entonces de la Comisión Europea. El informe de este grupo –Políticas sobre inmigración y la integración social de los migrantes en la Comunidad Europea, conocido cortamente como Informe Braun184 – representa uno de los análisis más descarnados que se hayan producido dentro de la Comunidad acerca de la situación de los inmigrantes no comunitarios. Permítaseme citar como ejemplo al respecto lo que el grupo de expertos llama “la situación actual”: “Tanto los inmigrantes laborales como el número creciente de refugiados admitidos ocupan los niveles más bajos de nuestras sociedades, dejando de lado las excepciones individuales. Ellos forman una población desaventajada o, con más precisión, una población en situación de riesgo. Ellos están constantemente en riesgo de caer en el paro, de tener que aceptar las peores condiciones de vivienda, de enfrentarse a dificultades desproporcionadas en la escuela y en situaciones de educación formal. En suma, de estar abajo y afuera y de permanecer así.”185 Esta posición “abajo y afuera” refleja un cambio radical en la situación de muchos inmigrantes a partir de la crisis de mediados de los 70, que según el informe los golpeó “desproporcionadamente” en términos de desempleo y por ello “afectó dramáticamente sus posibilidades en el mercado privado de la vivienda”186. El colapso del pleno empleo y la escasa creación de puestos de trabajo desde entonces han creado condiciones muy difíciles no sólo para la “primera generación de inmigrantes” sino también para sus hijos, ya sean nacidos en el país de inmigración o reagrupados con sus padres. Así fue creciendo una “segunda” y, a veces, una “tercera generación” de jóvenes cuya situación es resumida de la siguiente manera: “Estos jóvenes enfrentan enormes problemas en la transición de la escuela al trabajo porque hay pocos empleos esperándolos y porque 183 184 185 186 C (1989/277). Com/SEC (1990/1813). Ibid., p. 15. Ibid., p. 16. 86 Pobreza y exclusión social ellos no está tan bien equipados como los que fueron sus compañeros de escuela […] Ellos pueden tener que enfrentar directamente la discriminación o procedimientos de reclutamiento que, en la práctica, son discriminatorios. Por ello tienen que contentarse con lo que haya –los trabajos menos pagados, los trabajos menos estables, trabajos en sectores que por tradición han empleado a inmigrantes y no en los sectores u ocupaciones con un futuro más prometedor. En otras palabras, empleos que perpetúan su posición en los niveles más bajos del mercado laboral […] En todo caso, la tendencia es clara: los hijos o los nietos de los inmigrantes constituyen una clase marginal (underclass) en términos económicos y sociales. Y esta tendencia continuará si las políticas de integración no son más imaginativas y vigorosas.”187 Estos párrafos son bastante únicos en el contexto comunitario no sólo por su descarnado realismo y lo directo de su lenguaje directo sino también por el uso de un término tan controversial como “underclass” para describir la posición de los inmigrantes y sus descendientes. Es indudable que los redactores del Braun Report ven ya ante sus ojos la pesadilla de un desarrollo a la estadounidense, con la creación de guetos y una clase permanente marginada en cual, para usar las palabras de Castle y Miller sobre el tema, “sucesivas generaciones de una población étnicamente diferente se verían atrapadas en un círculo vicioso de desempleo– fracaso escolar–discriminación socioeconómica–problemas habitacionales”188. Pero esto no es todo. Según el informe una grave amenaza se cierne sobre Europa occidental si no se reacciona urgentemente con medidas “imaginativas y vigorosas”. Es como si Braun y sus colegas hubiesen podido ver, quince años antes, la desolación de las ciudades francesas o la violencia de tantas ciudades europeas donde los jóvenes de una underclass étnica le cobran su violento precio a sociedades que, desde su punto de visto, los han dejado en la estacada: “Lo que distingue a los hijos y los nietos de los antiguos inmigrantes laborales de Europa de sus padres es que ellos ya no se resignan. Ellos saben que hay algo mejor y quieren vivir mejor. Si las sociedades no les abren sus oportunidades estos jóvenes finalmente se revelarán, primero 187 188 Ibid. Castle y Miller (1993), p. 191. 87 Pobreza y exclusión social como individuos, luego como bandas callejeras y, por último, como grupos étnicos.”189 A renglón seguido, el informe hace una advertencia a los países nuevos de inmigración en el sur de Europa que no deberíamos dejar pasar en nuestros tiempos de crisis: “los países mediterráneos, en los que el fenómeno de la inmigración es relativamente reciente, deben estar concientes de que están al comienzo de la repetición de las mismas tendencias” y que las mismas pueden ser aún más severas por la precariedad del empleo, la amplitud de la economía sumergida y las deficiencias de sus sistemas educacionales que los caracterizan190. Después del Informe Braun la Comisión retomó la cuestión inmigrante en una Comunicación de octubre de 1991191 y luego, en el nuevo marco institucional creado por el Tratado de Maastricht, en una Comunicación de febrero de 1994192. En estas comunicaciones la descripción de la Comisión no es tan oscura como en el Informe Braun, tratando de pintar un cuadro más matizado de la situación de los inmigrantes. Un ejemplo de ello es el siguiente párrafo de la Comunicación de 1994 que reconociendo los problemas existentes agrega que: “Estos problemas reflejan sólo una parte del cuadro total. La mayoría de los inmigrantes está, por cierto, bien integrada en el mercado de trabajo y sigue haciendo una importante contribución a las economías nacionales como trabajadores y profesionales y a través de la creación de empresas pequeñas y medianas.”193 Sin embargo, y a pesar de estas matizaciones, el mensaje general de estos documentos sigue siendo muy similar al del Braun Report: ”El fracaso en enfrentar estos retos (la presión migratoria y la integración de los inmigrantes, MR) perjudicará los intentos de promover la cohesión y la solidaridad dentro de la Unión y podría, incluso, poner en peligro la estabilidad futura de Unión misma.”194 189 190 191 192 193 194 Ibid. Ibid. Com/SEC (1991/1857). Com (1994/23). Ibid., prefacio. Ibid. 88 Pobreza y exclusión social Por ello es que la Comunicación de 1994 hace una demanda bastante novedosa. Se trata de la adopción de medidas y programas que en su conformación tomen directamente en consideración la situación de los inmigrantes y de sus hijos: “Los instrumentos y las políticas comunitarias para combatir el desempleo y la exclusión deber prestar especial atención a la situación de los inmigrantes. Las medidas tomadas por el Fondo Social deben tomar sus necesidades especiales en consideración.”195 De esta manera se abre el camino a aquellos programas que van desde Integra en 1996 hasta el Fondo Europeo para la Integración de nacionales de terceros países creado en 2007 y que cubre el período 2007-2013. La presentación primero del Informe interino (diciembre de 1994) de la Comisión Consultativa sobre el racismo y la xenophobia, creada por resolución del Consejo Europeo de Corfú de junio de 1994, y luego de su informe final a mediados de 1995196 iniciaron el proceso que condujo a la proclamación del año 1997 como Año europeo de lucha contra el racismo y, junto con lo ya antes indicado, a la creación del Programa Integra de la Iniciativa Empleo. Tanto los informes de la Comisión Consultativa como los principios que guían el Programa Integra ponen su acento en la estrecha relación existente entre la integración de los inmigrantes y la voluntad de la población receptora de aceptarlos. Esta percepción es de vital importancia y constituye un paso significativo hacia una lucha contra el racismo y la xenofobia que no quiere quedarse en la superficie sino contrarrestar las causas más profundas de estos fenómenos. Sin embargo, en el conjunto de la agenda comunitaria la cuestión inmigrante estaba aún lejos de ocupar un lugar verdaderamente significativo. Así por ejemplo, en la famosa Agenda de Lisboa del año 2000 ni siquiera se menciona la palabra inmigrante para no hablar de la integración de los inmigrantes, el racismo o la xenofobia. Tampoco se hace alusión al tema específico de la integración de los inmigrantes en las conclusiones del Consejo Europeo de Niza de diciembre de 2000 o en la Agenda Social Europea anexa al mismo, que concreta las directrices de política social de la Agenda de Lisboa. 195 196 Ibid., p. 36. C (1995:6906/1/95) 89 Pobreza y exclusión social Esto puede resultar sorprendente después de leer los textos anteriormente citados con sus alarmantes advertencias acerca del fracaso rampante de la integración de importantes grupos de inmigrantes y sus descendientes así como sobre las amenazantes consecuencias que ello podría conllevar. Sin embargo, la importancia misma del tema y su explosivo eco en la escena política de los Estados miembros, claramente demostrado por el surgimiento de diversos partidos xenófobos con un amplio respaldo electoral197, llevaba a una actitud de gran cautela frente al mismo. Simultáneamente, y tal como lo subraya el Tratado de Maastricht, los Estados miembros mantenían una posición de exclusivismo respecto al tema de las migraciones y de la integración de los inmigrantes (que, entre otras, incluye la espinosa cuestión del acceso a los derechos políticos y a la ciudadanía), cosa fácil de entender al constatar las enormes diferencias existentes en la Unión Europea al respecto. Será a partir del Consejo Europeo de Tampere (Finlandia) celebrado el 15 y 16 de octubre de 1999 que, lenta y discretamente, se iniciará un proceso de “europeización” del tema de la integración de los inmigrantes provenientes de terceros países. Inicialmente esto no será hecho sino como un apéndice de la política de migración, que ya por entonces comenzaba a cobrar relevancia a nivel de la Unión y lleva a la voluntad explícita “de desarrollar políticas comunes en materia de asilo e inmigración”198. Respecto del tema de la integración son los puntos 4 y 18 de las Conclusiones del Consejo de Tampere los que contienen los textos clave que darán inicio a un desarrollo más vital hacia una política europea al respecto: “4. Se persigue el objetivo de lograr una Unión Europea abierta y segura […]También debe desarrollarse un planteamiento común que garantice la integración en nuestras sociedades a los nacionales de terceros países que residen legalmente en la Unión […] 18. La Unión Europea debe garantizar un trato justo a los nacionales de terceros países que residen legalmente en el territorio de sus Estados miembros. Una política de integración más decidida debería encaminarse a concederles derechos y obligaciones comparables a los de los ciudadanos de la Unión, así como a fomentar la ausencia 197 Así por ejemplo, Jean-Marie Le Pen, líder y candidato del Frente Nacional, obtendrá el 15% de los votos en la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas de 1995. 198 C (1999/Diciembre), punto 3. 90 Pobreza y exclusión social de discriminación en la vida económica, social y cultural y a desarrollar medidas contra el racismo y la xenofobia.”199 Un paso importante hacia un enfoque europeo común sobre la cuestión inmigrante se da con la Comunicación de la Comisión sobre inmigración, integración y empleo de mediados de 2003200. Se trata de un amplio enfoque sobre la inmigración y la integración, que con fuerza destaca los efectos positivos generales de la inmigración y los desafíos demográficos de una Europa en proceso de envejecimiento. Sin embargo, frente a esto la Comisión señala “los problemas que persisten en relación con las poblaciones inmigrantes actuales” 201. Se trata de una larga serie de problemas realmente preocupantes: 1. Alto desempleo y bajas tasas de empleo: “Las altas tasas de desempleo y las bajas tasas de empleo que padecen los inmigrantes, incluso los de segunda generación, son un ejemplo característico de estas dificultades […] La tasa de empleo de los nacionales de países no comunitarios en EU-15 (52,7 %) es significativamente inferior a la de los nacionales de la UE (64,4 %). La diferencia es especialmente alta en el caso de las mujeres.”202 2. Formación de guetos: “Los problemas de integración se plantean en particular en las zonas de diversidad étnica —y a menudo deprimidas— […] La concentración étnica, o los denominados guetos, tiende a aislar a las comunidades y a impedir su participación en la sociedad general. Aunque estrechas redes comunitarias podrían aportar nueva vida y regeneración a barrios descuidados la segregación étnica y social en las ciudades puede ser también un gran obstáculo a la integración.”203 199 Ibid., puntos 4 y 18. Com (2003/336). 201 Ibid., p. 18. 202 Ibid., pp. 19 y 21. Como se sabe, existen grandes diferencia a este respecto entre países antiguos y nuevos de inmigración. En los países nuevos de inmigración del sur de Europa (España, Italia, Portugal y Grecia) los inmigrantes de terceros países tienen tasas de actividad y empleo superiores a los autóctonos. Lo contrario se observa, y con mucha claridad, en resto de los países del centro y el norte de Europa occidental a excepción de Irlanda. Ver Eurostat (2010), figura 2.11, p. 31. 203 Ibid., pp. 22-23. 200 91 Pobreza y exclusión social 3. La situación de la mujer. “Las mujeres inmigrantes pueden sufrir una doble discriminación: por el hecho de ser mujeres y por su origen étnico. Necesitan, pues, una atención particular para garantizarles la igualdad de acceso al mercado laboral y a una educación y formación adecuadas, en particular, al aprendizaje permanente. El aprendizaje de idiomas y la toma de conciencia de los derechos humanos, cívicos y sociales, al igual que las normas y los valores de la sociedad de acogida y la adquisición de nuevas capacidades y competencias, son elementos fundamentales de la integración tanto de las mujeres como de los hombres, pero son especialmente importantes en el caso de las mujeres, dada su función de portadoras de tradiciones culturales en la familia y su capacidad de influencia en las futuras generaciones.”204 4. La segunda y tercera generación: “Aunque muchos de los inmigrantes de la Unión Europea están bien integrados, en varios países crece la preocupación acerca de la situación de los inmigrantes de segunda y tercera generación. En particular, los jóvenes cuyos padres (uno de ellos o los dos) no son inmigrantes de la UE tienen más probabilidad de permanecer desempleados […] Para muchos de ellos, la situación se ve agravada por la falta de una identidad clara frente a un sentimiento de rechazo por parte de la sociedad de acogida y, paralelamente, el debilitamiento o total desaparición de los lazos con sus países de origen.” 205 5. La inmigración ilegal: “Los ciudadanos de terceros países que residen ilegalmente en la UE constituyen un escollo considerable para el proceso de integración […] En el contexto de la política de inmigración común, el único planteamiento coherente sobre los residentes ilegales es asegurarse de que regresen a su país de origen. Sin embargo, en un número considerable de casos no es posible aplicar esta política por razones jurídicas, humanitarias o prácticas. Este grupo debe considerarse tanto desde el punto de vista de su impacto en el mercado laboral como del objetivo de integración y cohesión social. En ambos aspectos 204 205 Ibid., p. 27. Ibid. 92 Pobreza y exclusión social influye negativamente la presencia de un gran número de residentes ilegales.” 206 6. La discriminación, el racismo y la xenofobia: “El racismo y la xenofobia son obstáculos al sentimiento de pertenencia y a la participación de los inmigrantes […] Con demasiada frecuencia, los inmigrantes corren el riesgo de verse discriminados.”207 Como se ve, se trata de una lista de problemas extraordinariamente pertinente que retrata la situación tanto de hoy como de hace una o dos décadas atrás. Poco se ha agregado con posterioridad a este excelente resumen de los graves problemas de integración que afectan a una parte que si bien es minoritaria no deja por ello de ser considerable de los inmigrantes y sus hijos. La Comisión presenta también algunos atisbos de análisis sobre las causas de la situación descrita (acentuando la discriminación, el racismo y la xenofobia) y una lista de soluciones, pero sin llegar a ser muy convincente en ninguno de estos dos aspectos. En todo caso, la Comisión insiste con fuerza en la necesidad de intercambiar experiencias así como de coordinar y definir principios comunes para la política de integración. Esto es lo que se recogerá en el Programa de la Haya, adoptado por el Consejo Europeo del 4 y 5 de noviembre de 2004, y que lleva a la adopción por el Consejo de Justicia y Asuntos de Interior del 19 de noviembre de 2004 de los Principios Básicos Comunes, destinados a fundar un marco europeo común en materia de integración de los nacionales de terceros países208. El primero de estos principios básicos establece la definición de integración que, pese o tal vez gracias a su poca claridad, se ha convertido en un clásico: “La integración es un proceso bidireccional y dinámico de ajuste mutuo por parte de todos los inmigrantes y residentes de los Estados miembros.”209 Al mismo tiempo defines tres bases fundamentales del proceso de integración. La primera es, tal como lo establecen los principios 2 y 4, el respeto y adhesión “a los valores básicos de la Unión Europea” y “un conocimiento básico del idioma, la historia y las instituciones de la sociedad de acogida”. La segunda base fundamental es el trabajo (principio 3): 206 207 208 209 Ibid., p. 28. Ibid., pp. 23 y 35. C (2004/13973) Ibid., p. 6. 93 Pobreza y exclusión social “El empleo constituye una parte fundamental del proceso de integración y es esencial para la participación de los inmigrantes, para las contribuciones que los inmigrantes aportan a la sociedad de acogida, y para hacer visibles tales contribuciones.” Finalmente tenemos lo que podemos llamar el principio de igualdad de trato (principio 6): “El acceso de los inmigrantes a las instituciones y a los bienes y servicios tanto públicos como privados, en las mismas condiciones que los ciudadanos nacionales y sin discriminaciones es un requisito esencial para una mejor integración.”210 La aprobación de los principios básicos comunes dio comienzo a un trabajo con el tema de la integración que se orientaría prioritariamente hacia los problemas de la acogida y la primera inserción de los inmigrantes, perdiéndose de vista, en cierta medida, la amplia y difícil problemática planteada ya sea por el Informe Braun o la Comunicación ya referida de de la Comisión de 2003. Esto se observa claramente en la temática del primer Manual sobre la Integración publicado en 2004211 y, sobre todo, en la orientación de las acciones financiadas comunitariamente, que se concentran en el Fondo Europeo para la Integración de nacionales de terceros países (20072013) que es parte del programa Solidaridad y Gestión de los Flujos Migratorios y que cuenta con un presupuesto comunitario considerable (825 millones de euros). Tal como se establece en la decisión del Consejo que lo crea “el Fondo se centrará principalmente en las acciones relativas a la integración de los nacionales de terceros países recién llegados.”212 Esta tendencia a volver a unificar inmigración e integración se notará cada vez más. Así, en el Programa de Estocolmo, aprobado en noviembre de 2009, se trata el tema de la integración dentro del apartado 6 sobre Una Europa de responsabilidad, solidaridad y colaboración en los ámbitos de migración y asilo213. Lo mismo ocurre en el mismo Tratado de Lisboa, que entró en vigor el 1 de diciembre de 2009. Allí se incorpora un acápite sobre integración dentro del Capítulo 2 del Tratado dedicado a Políticas sobre controles en las fronteras, asilo e inmigración de migración y asilo214. En todo caso, se trata de una incorporación histórica ya que abre las puertas a acciones del Parlamento Europeo y del Consejo con arreglo al procedimiento legislativo ordinario sobre el tema de la integración: 210 Ibid. Comisión (2004). Este manual ha conocido una segunda edición en 2007 y una tercera en 2010. 212 C (2007/435), p. L 168/21. 213 C (2010/115), pp. C 115 27-33. 214 C (2007/306), artículo 63 bis/4, p. C 306/62. 211 94 Pobreza y exclusión social “El Parlamento Europeo y el Consejo podrán establecer, con arreglo al procedimiento legislativo ordinario, medidas para fomentar y apoyar la acción de los Estados miembros destinada a propiciar la integración de los nacionales de terceros países que residan legalmente en su territorio, con exclusión de toda armonización de las disposiciones legales y reglamentarias de los Estados miembros.”215 El estado actual del tema puede ser reflejado de dos maneras. La primera es haciendo alusión a la Conferencia Ministerial de la UE en Berlín (junio de 2009) sobre Indicadores y experiencias de gobernanza de la política de integración al final de la cual apenas se logro concitar el apoyo de cinco Estados miembros para su declaración sobre Principios de evaluación y gobernanza de la política de integración216. La segunda, es constatando la demoledora vaciedad de la Declaración de Zaragoza, producto de la Conferencia Ministerial Europea sobre Integración de abril de 2010217. En medio de una crisis como la actual y después de al menos dos décadas de amplios estudios y pronunciamientos comunitarios sobre el tema resulta realmente asombroso comprobar que ni siquiera se pueda lograr un amplio acuerdo sobre indicadores comunes de evaluación y que haya tan poco sustancial que decir en uno de los temas que más preocupa a tantos europeos. 215 216 217 Ibid. Conferencia (2009). Conferencia (2010). 95 Pobreza y exclusión social III. Pobreza y exclusión social en la UE: Métodos y herramientas de acción 96 Pobreza y exclusión social Introducción En la segunda parte de este trabajo se ha discutido la evolución del pensamiento comunitario sobre la pobreza, la exclusión social y la situación de los inmigrantes. En esta parte nos avocaremos a analizar las metodologías de intervención usadas por la Comunidad para implementar los programas e iniciativas que ha llevado a cabo desde el lanzamiento de Pobreza 1. Este largo período de experimentación nos permite estudiar distintos enfoques de intervención y herramientas de acción en un desarrollo que no es lineal ni falto de complicaciones y rupturas, especialmente relacionadas con la ya mencionada interrupción, a mediados de los 90, de los programas contra la pobreza y el paso a un nuevo tipo de programas relacionados con la temática de la pobreza y la exclusión. Del primer período analizaremos los tres programas de lucha contra la pobreza y del segundo el Programa Integra (19961999) de la Iniciativa Empleo y la Iniciativa EQUAL (2000-2008). El peso del análisis estará puesto en los programas contra la pobreza ya que los mismos representan intentos propios de la Comunidad de elaborar métodos y herramientas de acción, mientras que los programas de la segunda fase son, en lo fundamental, altamente descentralizados, representando metodologías de acción sumamente diversas que en poco o nada pueden ser calificadas como comunitarias en el sentido de representar un enfoque y el uso de herramientas comunes de intervención. La presentación que sigue a continuación se distingue de aquella de la anterior en cuanto no sigue el desarrollo cronológico de los programas sino que se avoca a estudiar una serie de lo que llamaremos dilemas metodológicos, es decir, problemas centrales de las estrategias comunitarias de intervención adoptadas que repercuten de manera decisiva en el diseño mismo de los programas y sus métodos de intervención. Como ya veremos, estos dilemas están muy relacionados con una serie de problemas y tensiones fundamentales de la construcción misma del proyecto de integración europea que es necesario explicitar para comprender tanto el complejo desarrollo como las formas de los programas de intervención social comunitaria. Por ello es que comenzamos con este tema para luego adentrarnos en los dilemas metodológicos mismos. 97 Pobreza y exclusión social 1. El complejo marco de la acción comunitaria y la política social Jacques Delors dijo alguna vez que la Comunidad Europea era “un object politique non identifié”218, captando de esta manera mejor que nadie su naturaleza inédita. La UE es una realidad política sui generis y llena de dilemas que reflejan su insólito carácter híbrido que la hace ser, simultáneamente, muchas cosas diferentes y aparentemente incompatibles. Como ya lo dijo Vincent Wright a mediados de los años 90, la Unión combina elementos de “una incipiente federación, un cuerpo supranacional, una arena de negociaciones intergubernamentales y un régimen internacional”219. Pero no se trata solamente de esto, los diferentes actores y niveles de la Unión no son, como ya se ha dicho, estructuras homogéneas sino extremadamente diversas, representando diferentes tradiciones y, muchas veces, voluntades e intereses opuestos. Esta complejidad ha sido un terreno fértil para el surgimiento de diversas teorías acerca de la naturaleza, la dinámica y el sentido del proceso europeo de integración220. El tema de debate más común ha sido el de la relación entre los Estados miembros y las instituciones supranacionales de la Comunidad, especialmente representados por la Comisión Europea y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Esto es lo que podemos llamar el problema de las competencias o de la autoridad para decidir sobre distintas materias. En torno a este tema se han enfrentado, en una larga lucha teórica, dos perspectivas clásicas, la neofuncionalista y la neorrealista221, que luego han sido completadas por los aportes neoinstitucionalistas222 y constructivistas223. Para nuestro propósito es de utilidad detenerse un poco en el neofuncionalismo y el neorrealismo. 218 Citado, entre otros, en Schmitter (1996), p. 1 y en Quermonne (2002), p. 13. Wright (1996), p. 150. 220 Sobre los distintos enfoques consúltense los textos reunidos en Wiener y Diez (2004). 221 Para una presentación de estos enfoques puede consultarse Fernández (2006), Cram (1996), Newman (1996) y Schmitter (1996). 222 Para una síntesis de esta perspectiva véase Fernández (2006). 223 Las bases teóricas y variedades del así llamado constructivismo están bien presentadas en Checkel (2006). 219 98 Pobreza y exclusión social El neofuncionalismo –inspirado por la interpretación que Jean Monnet hizo las ideas de David Mitrany224 – pone el acento en la erosión paulatina de la soberanía nacional mediante la lógica de una integración funcional, pragmática y parcial que va generando necesidades y posibilidades de abrir nuevas áreas de integración así como una demanda de creación de instituciones políticas que puedan gestionar esta creciente integración producida por esta especie de “efecto de desborde” (spill-over effect) funcional225. Como escribe G. Majone: “Los neo-funcionalistas […] parten de un proceso de ‘desbordes’ funcionales en el cual una decisión inicial de delegar los poderes de decisión política en un cierto sector inevitablemente crea presiones para expandir la autoridad de esa institución a la áreas políticas circundantes.”226 La idea clave del funcionalismo, el llamado “método Monnet”, consistía en crear primero, como Robert Schuman ya lo dijo en su famosa declaración de 1950, “una solidaridad de hecho” en torno a la cual levantar el edificio político de la futura Europa unida227. Jean Monnet fue aún más claro en torno a la idea de construir una “solidaridad de hecho de la cual gradualmente emergería una federación”228. Se trata, en buenas cuentas, de un mecanismo que una vez echado a andar por los Estados cobra una autonomía y una dinámica propia que lo lleva a coartar el interés nacional en aras del elemento supranacional así generado. Los neorrealistas o intergubernamentalistas, por el contrario, ven la Comunidad como una creación de los Estados miembros a fin de reforzar o, para utilizar la expresión de Alan Milward, rescatar su soberanía229. En este enfoque, el elemento 224 El texto clásico de Mitrany, A working peace system: An argument for the functional development of international organization, es de 1943. Véase Mitrany (2003). 225 El concepto de spill-over effect fue definido por Leon Lindberg en 1963 como: “una situación en la cual una determinada acción, relacionada con un fin determinado , crea una situación en la cual el fin originario solo puede ser alcanzado por medio de acciones adicionales, las que a su vez crean nuevas necesidades y condiciones para nuevas acciones y así sucesivamente.” Ver Lindberg (1963). 226 Majone (1996), p. 266. 227 Las palabras de Schuman son estas: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.” Schuman (2000), p. 12. 228 Citado en Mazey (1996), p. 24. 229 Del título del conocido libro de Milward The European Rescue of the Nation-State. Milward (1992). 99 Pobreza y exclusión social supranacional está controlado por y es funcional a los intereses de los Estados, que siguen siendo los actores clave del proceso de integración tal como lo plantea la teoría realista tradicional de la relaciones internacionales. Como lo dice Wolfgang Streeck a propósito del Tratado de Maastricht: “Maastricht y sus secuelas deberían finalmente haber hecho claro aquello que era patente ya mucho tiempo atrás: que la Europa integrada de la Unión Europea nunca será un Estado supranacional semejante al modelo de los Estados nación europeos. Por el contrario, lo que hoy se está desarrollando en Europa occidental es una entidad política de nuevo cuño: un orden internacional controlado por las relaciones intergubernamentales entre Estados nación soberanos, que sirve como orden interno para una economía transnacional.”230 Los aportes neoinstitucionalistas, acentuando la importancia de las instituciones formales e informales, y constructivistas, que postulan la primacía de las ideas en los procesos sociales, no entregan en sí nuevas claves a este debate sobre la tensión existente entre proyecto e instituciones supranacionales y los Estados nacionales que componen la Unión. Para los efectos de este trabajo tampoco es necesario tomar una posición determinada sobre este largo debate, pero lo que sí es evidente del estudio de los programas de la Comunidad en materia de pobreza y exclusión social es que la tensión entre los elementos supranacionales y nacionales es decisiva para entender el desarrollo y la conformación de los mismos. Tanto el contenido como las formas de estas intervenciones así como la ruptura ya mencionada de mediados de los años 90 no pueden ser explicados sin hacer referencia a este problema de las competencias o conflicto entre distintas instancias o esferas de poder. La enorme importancia de este tema es tal que prácticamente todos los dilemas metodológicos que discutiremos a continuación, de una u otra manera, lo reflejan. Pasando ahora a discutir el estatus de la política social dentro de este marco potencialmente tan conflictivo, podemos constatar que no de los principios básicos de la Comunidad ha sido, como ya se ha mencionado, que los asuntos de política social son de incumbencia y responsabilidad de los Estados miembros. Esto incluye, por cierto, los temas de la pobreza, la desigualdad, la exclusión social y la integración 230 Streeck (1996), p. 64. 100 Pobreza y exclusión social de los inmigrantes. Esto no ha impedido sin embargo la formulación de diversas iniciativas en el terreno social a partir del Programa de Acción Social acordado por el Consejo de Ministros en enero de 1974. Sin embargo, hasta la inauguración de la Presidencia de Delors en 1985 y la aprobación de Acta Única Europea en 1986 la política social fue sólo un tema marginal en la agenda comunitaria. Hasta entonces, las intervenciones comunitarias en este campo estaban fundamentalmente relacionadas con la libre movilidad de los trabajadores dentro del marco del Mercado Común. Para justificar otras intervenciones –y este es el caso de Pobreza 1 y 2– se invocaron las formulaciones muy generales del artículo 2 del Tratado de Roma completadas por las del artículo 235 del mismo tratado sobre la posibilidad genérica de implementar acciones no contempladas en el tratado pero “necesarias para alcanzar […] alguno de los objetivos de la Comunidad”. A partir de 1986 se justificó una política comunitaria más intervencionista o activista en materia social haciendo referencia a la meta, establecida en el Acta Única Europea, de alcanzar la cohesión económica y social y a la necesidad, a fin de facilitar la integración económica misma, de desarrollar la “dimensión social” de la Comunidad. Esta necesidad fue reafirmada en el Tratado de Maastricht, pero el principio general de la primacía de lo nacional en temas sociales fue también firmemente reconocido mediante la consolidación del principio de subsidiaridad como uno de los principios rectores de la Unión. Al mismo tiempo, se abandona la idea de una armonización en materias sociales y se la reemplaza por la idea de una convergencia que respete la diversidad nacional al respecto. Este período más activista, y la tensión que lo caracteriza entre intervencionismo supraestatal y subsidiaridad, es especialmente importante para este estudio ya que es en ese período que se produce la “escalada activista” en temas de pobreza y exclusión social representada por Pobreza 3 así como la reacción ante la misma en 1993-94, que condujo al cese de este tipo de programas, tal como lo manifiesta la no aprobación del programa que debería haber sido la continuación de Pobreza 3. El principio de la primacía de los Estados en materias sociales ha puesto importantes restricciones y condiciones a cualquier iniciativa comunitaria en este campo. Esto quiere decir, en concreto, que las acciones comunitarias, para ser legítimas, 101 Pobreza y exclusión social deben: a. ser un complemento de las políticas nacionales; b. estar diseñadas de una manera experimental e innovadora y no como intervenciones permanentes o rutinarias; c. ser de interés para el conjunto de la Comunidad; y d. estar basadas en la existencia de un valor agregado en la realización por parte de la Comunidad de este tipo de iniciativas. En suma, las iniciativas comunitarias no deben llevar a cabo intervenciones propias de la política social “normal” y su rol debe ser claramente subsidiario, actuando de una manera que no invada las atribuciones de los Estados miembros en esta materia. Otro problema de carácter general a considerar junto con el de la competencia legal o normativa para intervenir en un cierto terreno es el de la legitimidad “democrática” o “popular” para hacerlo. El llamado “déficit democrático” de la Comunidad y sus instituciones se transforma –más allá de cómo lo definamos– en un tema altamente sensible cuando la Comunidad toma sus propias decisiones de intervención como en el caso de las iniciativas que aquí estudiaremos. Estas iniciativas, para ser a la vez aceptables y eficientes, deben ser tomadas en acuerdo y coordinación con los Estados miembros y buscar, además, el apoyo o al menos la simpatía de los actores locales que se vean involucrados en las mismas. En otras palabras, las intervenciones de “Bruselas” deben ser simultáneamente presentadas y vividas como una expresión de la voluntad de los Estados miembros y de las comunidades locales envueltas, en especial de la gente que forma el objeto o grupo diana de la intervención respectiva. Esto quiere decir que para la Comunidad el problema de la competencia o autoridad para intervenir no sólo es jurídico sino que además tiene mucho que ver con lo que la gente esté dispuesta a aceptar como intervenciones legítimas de parte de unas instituciones supranacionales cuya legitimidad democrática está lejos de ser evidente. 2. Buenas prácticas e innovaciones: el dilema de las competencias y la legitimidad en los programas contra la pobreza A partir de este complejo de problemas que en términos generales tiene que ver con la competencia y la legitimidad no es difícil entender la manera peculiar en que se formulan los principios rectores de las iniciativas que consideraremos. Ya 102 Pobreza y exclusión social Pobreza 1 los plasmó en tres principios básicos –innovación, participación e interés comunitario– que luego serían repetidos de manera bastante similar en los programas e iniciativas venideras. De acuerdo a la Resolución del Consejo sobre Pobreza 1, el programa debía “brindar asistencia financiera para iniciativas piloto que: • pusieran a prueba o desarrollaran nuevos métodos […] • se hayan planificado o se lleven a cabo, hasta donde sea posible, con la participación de quienes se involucra, y • sean del interés de la Comunidad en su conjunto”231. En la Resolución del Consejo sobre Pobreza 2 se le agregó un nuevo punto a los anteriores: “la diseminación e intercambio de conocimiento, y la transferencia de enfoques innovadores entre Estados miembros”232. Se trata de una adición importante ya que establece claramente el propósito de influenciar la práctica cotidiana de los Estados miembros mediante la transferencia de “enfoque innovadores” o, para ponerlo en un lenguaje más claro, de ideas y métodos en el campo de la política social que la Comisión Europea, de acuerdo a sus propios criterios y preferencias, seleccionase como dignos de ser diseminados. Esta importante herramienta en manos de la Comisión para tratar de influenciar un terreno de competencia de los Estados nacionales sería posteriormente conocida bajo el nombre, aparentemente tan inocente, de “buenas prácticas”, lo que evidentemente presupone la existencia de principios o criterios bien definidos acerca de que es bueno y no tan bueno en un terreno determinado. En buenas cuentas, la Comisión se convertía a sí misma en una especie de juez supranacional de lo bueno, y digno de imitarse, y de lo menos bueno en materia de lucha contra la pobreza y la exclusión usando lo que en los más diversos terrenos será una de sus herramientas más potentes de intervención. De esta manera se abría un campo evidente de conflicto entre las instancias supranacionales (la Comisión en este caso), seleccionadoras de “innovaciones” y “buenas prácticas” a ser difundidas e imitadas, y las instancias nacionales, con sus propias definiciones, tradiciones y consensos acerca de unas prácticas que ahora serían, directa o indirectamente, juzgadas como “prácticas no tan buenas” y 231 232 C (1975/458) C (1984/208). 103 Pobreza y exclusión social candidatas por ello a ser desplazadas por las opciones propuestas por las instancias supranacionales. En nuestro caso, este conflicto potencial no salió a la superficie durante los dos primeros programas contra la pobreza dado su modesto formato. Con Pobreza 3 las cosas cambiaron y el conflicto ya no pudo evitarse. Producto del activismo en materia social que caracterizaba las actividades de la Comisión a fines de los años 80, Pobreza 3 fue lanzada como un tipo de intervención nueva y mucho más audaz que las anteriores, con recursos financieros que superaban el conjunto de los invertidos en los dos programas anteriores233 y basada en una filosofía bien definida –“principios y objetivos comunes”– acerca de qué constituía una “buena práctica” en la lucha contra la exclusión social. Las lecciones que la Comisión había extraído de Pobreza 1 y 2 le permitieron plantearse pasar de “la fase del laboratorio” anterior a un tipo de acción cualitativamente diferente. La Proposición de la Comisión al Consejo acerca de Pobreza 3 es plenamente clara a este respecto: “Las lecciones iniciales del segundo programa (contra la pobreza, MR) indican que la situación ya está madura para avanzar desde una fase de acción-investigación, una especie de laboratorio de investigación en terreno, a una fase de desarrollo selectivo o, en otras palabras, a la implementación en una escala más amplia de algunos prototipos seleccionados de proyectos enraizados en el contexto local. Este programa no sólo creará un foro de intercambios, estímulo y maximización de recursos sino que también producirá modelos organizacionales para combatir la pobreza, que en algunos casos pueden ser ‘exportados’ e integrados en las estructuras locales y nacionales, haciendo confluir todos los organismos involucrados en una determinada área en una asociación (partnership).”234 Esta cita hace patente que la Comisión estaba tratando de redefinir y elevar su propio rol pasando de ser un punto de encuentro o clearing house para nuevas ideas y experiencias innovadoras a ser un creador de políticas con alto efecto demostrativo, es decir, con capacidad para influenciar el desarrollo de las políticas nacionales 233 El presupuesto, en ECUs, era de 20, 29 y 55 millones para Pobreza 1,2 y 3 respectivamente. 234 DGV (1989), segundo documento, p. 8. 104 Pobreza y exclusión social en una dirección determinada. El riesgo de dar este paso cualitativamente nuevo era, sin embargo, evidente. La Comisión se expuso al mismo tipo de desgaste y de críticas que se hacen a los gobiernos nacionales y a sus órganos de intervención social. El afirmar que una cierta orientación de política social es correcta implica necesariamente tomar la responsabilidad del éxito o el fracaso de la implementación práctica de la misma. En el contexto ya discutido acerca tanto del conflicto potencial de competencias como de la debilidad de la legitimidad de las intervenciones supranacionales, este “salto a la práctica” creo las condiciones para un significativo deterioro de la imagen y poder de iniciativa de la Comisión –y dentro de la misma para los creadores y propulsores de los programas contra la pobreza– cuando Pobreza 3 se empantanó en las dificultades que pronto analizaremos con detención. Finalmente, quisiera destacar otro problema relevante en este contexto. La palabra más usada en todos estos programas y, en general, en las iniciativas comunitarias es la palabra innovación. En realidad, el carácter innovador ha sido la base misma de la legitimidad de este tipo de intervenciones comunitarias en campos de acción propios de los Estados miembros de la Unión. Es por el hecho de ser innovadoras y agregar por ello un valor adicional a las prácticas de los Estados miembros que las instancias supranacionales de la Unión han justificado sus intervenciones en terrenos en los cuales no tienen una real competencia. Ahora bien, saber con alguna exactitud y precisar qué se quiere decir con conceptos como “innovación” o “enfoques innovadores” es un asunto mucho más problemático de lo que a simple vista parece. Esta dificultad fue ya indicada en la evaluación de Pobreza 1 y el riesgo de usar el término innovación como una especie de cajón de sastre donde todo cabe o como una fórmula ritual para poder acceder al financiamiento comunitario ha estado presente todo el tiempo. Este riesgo se ve reforzado por la necesidad ya indicada de parte de la Comisión de presentar sus iniciativas como innovadoras creando de esta manera las condiciones para que surja una complicidad muy entendible pero finalmente contraproducente entre los cuerpos supranacionales y los promotores de los proyectos en torno a un uso muy laxo o simplemente impropio del término innovación. Es en este contexto que podemos entender la siguiente formulación de la Agenda 2000 sobre la necesidad de reformar las iniciativas de la Comunidad: “Una reforma es obviamente requerida a fin de poner en claro el interés comunitario de la iniciativas y su carácter innovador.”235 235 Com (1997/6), p. 12. 105 Pobreza y exclusión social Ahora bien, el tema de la innovación tiene una relevancia aún mayor que ésta. Como ya se ha indicado, durante los programas de lucha contra la pobreza el término innovación tenía un papel aún más importante que el de mero legitimador de las acciones supranacionales en el campo social. La aspiración de la Comisión –y a través de ella de la Dirección General V– era la de convertirse en un creador e irradiador de políticas sociales realmente nuevas, que eran altamente innovadoras frente a las praxis de los Estados miembros. Este fue el arriesgado camino que llevaría al fin abrupto de los programas contra la pobreza. 3. La deriva activista de la Comisión y el fracaso de Pobreza 3: Los dilemas de la coherencia y la experimentación Las expresiones más manifiestas de los dilemas de las competencias y la legitimidad recién discutidos son las dificultades de darle coherencia a las iniciativas comunitarias. La forma más fácil de ganar coherencia es a través de un alto grado de control central de parte de la Comisión o algún otro órgano designado para planear y conducir el programa o la iniciativa en cuestión. Este control estricto, asumiendo que el mismo pueda ser implementado eficazmente, aseguraría que los principios experimentales comunes fuesen realmente aplicados en todas las partes o proyectos que conformas el proceso de experimentación, pudiendo de esa manera ser probados en su pertinencia y eficacia, haciendo posible la comparación de los resultados obtenidos y su posible difusión. De esta manera se generarían realmente las condiciones para crear, usando las palabras de la Comisión, una especie de laboratorio de investigación en terreno. Sin embargo, un manejo fuertemente centralizado y dirigido desde arriba tiene el riesgo evidente de ser contraproducente desde el punto de vista tanto de la creatividad como de la voluntad de los actores nacionales y locales de aceptar y participar en un tipo de iniciativa donde su voz tendría un peso muy limitado. En otras palabras, y dejando por un momento de lado el tema de la innovación o creatividad, tanto la 106 Pobreza y exclusión social legitimidad como la factibilidad de realizar lo planeado se ponen en peligro de esta manera, fuera de contradecir el principio básico, ya definido en Pobreza 1, de la participación de los involucrados en la formulación y realización de los proyectos en cuestión. Se crea así un dilema de difícil resolución: el mantener un manejo centralizado y coherente de la iniciativa y, a la vez, darle a los actores nacionales y locales, incluyendo el o los grupos diana del proyecto en cuestión, una participación que no sea una pura formalidad pero que tampoco sea lo suficientemente real como para poner en riesgo la coherencia misma de la iniciativa. Encontrarle una solución a este dilema será, como lo veremos a continuación, extremadamente difícil. En términos generales, la participación de los Estados miembros ha sido decisiva en el proceso de selección de los proyectos que, al menos en parte, reciben ayuda financiera de la Comunidad. Son los órganos pertinentes del Estado miembro respectivo los que habitualmente tienen el derecho exclusivo de proponer proyectos y, en la mayoría de los casos, la llave de la cofinanciación requerida. Menos clara, y a veces meramente simbólica, ha sido la participación de los Estados miembros en los comités directivos y los órganos técnicos que han tenido a su cargo la conducción de los programas. Ahora bien, los intentos de la Comisión para imponer su conducción y darle coherencia de los programas influenciando el proceso mismo de selección de los proyectos fueron muy evidentes en los casos de Pobreza 2 y 3, al mismo tiempo que se trataba de mantener un control prácticamente total de los órganos directivos de las iniciativas. Esta voluntad de control distingue claramente estos programas de Pobreza 1, que fue una experiencia bastante caótica, muy creativa pero también muy poco experimental ya que no contó con aquella coherencia de principios y métodos que permite realizar experimentos sociales. De hecho, los 52 proyectos que fueron parte de Pobreza 1 durante sus cinco años de existencia no tuvieron una conducción clara ni principios metodológicos comunes. Tampoco contaron con una asistencia técnica eficiente ni con temas o problemas estructurados en torno a 107 Pobreza y exclusión social los cuales trabajar. Esta es la razón por la que las experiencias ganadas tuvieron un carácter bastante disímil que no permitía una sistematización de las mismas y dificultaba su difusión. Esta problemática falta de coherencia fue la principal lección que la Comisión sacó de Pobreza 1: “el programa estuvo falto de cohesión. Como resultado de ello, el conocimiento adquirido por la Comunidad en su conjunto fue de menor valor que si el programa hubiese estado construido en torno a temas comunes.”236 Más aún, la “interferencia perturbadora” y la falta de disciplina de los Estados miembros crearon problemas incluso ya antes de la iniciación del programa. Muchos de los proyectos propuestos a la Comisión ni siquiera cumplían los criterios de selección estipulados en la Decisión del Consejo, como ser innovadores y no formar parte de actividades ya establecidas. En suma, muchos proyectos no eran más que “un desarrollo de actividades que ya habían estado en marcha durante largo tiempo”237 y que se buscaba ahora financiar de una manera “innovadora”. La lección de este tipo de problemas fue obvia para la Comisión: se requería de más control, capacidad de dirección y cohesión temática. Según el Informe Provisional de noviembre de 1988 sobre Pobreza 2, tres de las cuatro “lecciones a aprender” del primer programa de lucha contra la pobreza tenían como eje este problema de la cohesión y coherencia de los programas: “2. Se ha visto que cada Estado miembro estaba, de hecho, operando un programa separado. 3. Se ha visto que los objetivos de intercambiar conocimientos y transferir enfoques innovadores no pudieron ser fácilmente alcanzados ya que los proyectos de acción-investigación llevados a cabo en diferentes Estados miembros tenían unos objetivos demasiado diversos, trabajaban con grupos diana demasiado diferentes y usaban un número demasiado grande de métodos de intervención. 4. Se ha visto que la maquinaria necesaria para la diseminación de los resultados, la coordinación de los proyectos, el intercambio de experiencias y la evaluación de los resultados debe ser incorporada al programa desde un comienzo para que los resultados sean óptimos.”238 Pobreza 2 buscaba resolver estos problemas con la ayuda de dos herramientas 236 237 238 Com (1981/769), p. 138. Ibid., p. 16. DGV (1989), p. 11. 108 Pobreza y exclusión social de intervención, ambas diseñadas a fin de incrementar la coherencia del programa mediante el fortalecimiento del rol de la Comisión y de su control centralizado sobre el mismo. La primera de estas herramientas fue la definición de una clara filosofía de acción destinada a formar la base común de todo el programa desde el momento mismo de la selección de los proyectos. El Informe provisional sobre Pobreza 2 lo expresa así: “… el programa tiene una filosofía subyacente que ha sido difundida, desarrollada y aplicada a través de toda la Comunidad. La misma, parte de la premisa de que la pobreza no sólo es una cuestión de dinero o de facilitar el acceso a los servicios tradicionales sino de exclusión social y cultural […] Por ello se promueven determinados métodos de trabajo basados en la comunidad involucrada, que responden a las necesidades tal como la sienten los pobres mismos y diseñadas para desarrollar la confianza de los individuos pobres o de los grupos pobres para hacer reconocer sus derechos en una sociedad competitiva.”239 Este es un pasaje verdaderamente clave en muchos sentidos. Se trata, por ejemplo, de una de las primeras veces que el concepto de “exclusión social” es usado en un documento comunitario. Además, este texto parte de una definición del problema de la pobreza y la exclusión social basada en la idea –que sería central en las actividades del Observatorio y en la Comunicación de la Comisión sobre la exclusión social de 1992– de la existencia de “derechos sociales” que deben ser afirmados o reivindicados por medio de una acción colectiva de parte de los excluidos240. En términos más concretos, la actitud explícita de “proselitismo” (que es el concepto exacto usado por la Comisión) significa que el proceso “innovador” promovido por el programa era en realidad un proceso cerrado de experimentación, en el sentido de que partía de una definición a priori de cual era la orientación correcta de la “innovación” buscada. En este sentido la Comisión estaba claramente evolucionando de un proceso abierto y por ello más caótico de innovación (ejemplificado por Pobreza 1) a uno cerrado de experimentación dentro del marco de una orientación de política social bien determinada. Esto cabe subrayarlo ya que habitualmente los términos innovación y experimentación se confunden a pesar de ser cosas muy diferentes. Lo característico de un proceso de experimentación es estar definido por una serie de principios dados que se ponen a prueba en circunstancias controlables que permitan 239 240 Ibid., p. 40. Para un desarrollo de esta perspectiva véase DGV (1993) y Room (1995). 109 Pobreza y exclusión social estudiar su validez (y efectividad) y servir por ello de modelos demostrativos de aplicación de los mismos. La segunda herramienta usada para ganar coherencia fue la de construir una compleja maquinaria de coordinación, asistencia, análisis, diseminación y evaluación del programa241. Esto quiere decir que el programa no sólo se basaba en una filosofía común sino también que sus resultados serían procesados centralmente y luego diseminados a través de la Comunidad. Esto constituye, por cierto, un paso decisivo en el camino que iba de un proceso abierto de innovación (Pobreza 1) a uno cerrado de experimentación a escala limitada (Pobreza 2) que crearía las condiciones para el paso a un programa (Pobreza 3) con ambiciones muchos mayores, a saber, el paso a acciones de mayor escala con el objetivo de servir como una demostración de la efectividad de ciertos principios y herramientas de intervención social. Pobreza 3, en línea con el activismo social de la Comisión en aquellos tiempos, lleva a su culminación el proceso iniciado por Pobreza 2 tratando de alcanzar una centralización no sólo de las ideas rectoras y de la coordinación del programa sino también de los recursos. En vez de una cantidad relativamente grande de “microproyectos” –91 en el caso de Pobreza 2– con recursos limitados y trabajando con una gran diversidad de poblaciones diana se pasó a 29 grandes proyectos, llamados “acciones modelo”, completados por 12 “iniciativas innovadoras”. Esto quiere decir que el presupuesto promedio de los proyectos de Pobreza 3 era 4,3 veces mayor que el de un proyecto promedio de Pobreza 2. Además, las acciones modelo de Pobreza 3 se desarrollarían en un área geográfica de “tamaño significativo” que fuese suficiente como para permitir lo que el Consejo llamo “acción en profundidad”242, involucrando a todos los actores relevantes de la misma. En otras palabras, se trataba de alcanzar un impacto significativo y por ello demostrativo en un área determinada que sirviese de ejemplo para la diseminación y adopción por los Estados miembros de las nuevas formas de intervención creadas y puestas en práctica por la Comisión. El fin explícito de este ambicioso programa no era ya experimentar y encontrar nuevas perspectiva o enfoques sino validar, en términos de eficacia, principios y métodos ya establecidos. 241 Para esta tarea la Comisión contrató a un instituto alemán que a su vez delegó la parte evaluativa del trabajo al Centre for Analysis of Social Policy, de la Universidad de Bath, Gran Bretaña. 242 C (1989/457), p. 13. 110 Pobreza y exclusión social Las intenciones y los métodos de Pobreza 3 han sido resumidos en el Informe final de la Comisión sobre este programa de la siguiente manera (las negritas son del original): “… lo que Pobreza 3 pretendió hacer fue no sólo ser un instrumento para financiar proyectos sino ser un programa coherente, es decir, una contribución a actividades y actores que se adherían a principios y fines comunes […] Los dos primeros programas de la Comunidad para combatir la pobreza fueron fundamentalmente de una naturaleza explorativa: se componían esencialmente de un conjunto de micro-proyectos locales que eran extremadamente diversos y desiguales a pesar de estar integrados en una estructura organizativa a nivel nacional (primer programa) o en una transnacional (segundo programa). Pobreza 3 fue diseñado para efectuar la transición desde esta fase explorativa a una fase de desarrollo selectivo, es decir, de validación de la efectividad de los principios identificados en la experiencia previa: el enfoque multidimensional de la pobreza, la colaboración entre instituciones y actores en el nivel local y la participación de los grupos involucrados. El reto del programa fue la implementación de estos principios localmente, en proyectos pilotos de un tamaño significativo insertados en la dinámica de desarrollo de una cierta área. La contribución de Pobreza 3 para definir métodos y políticas apropiados presuponía que la eficacia de los principios de acción del programa sería demostrada y en ello residía en el valor demostrativo de los proyectos seleccionados. En línea con este enfoque básico, Pobreza 3 concentró sus recursos en un número limitado de proyectos. Esta opción estaba en completo acuerdo con la decisión de hacer pasar la acción comunitaria a una fase de desarrollo selectivo.”243 A fin de darle al programa un máximo de coherencia, rigurosidad experimental y vigor demostrativo, la conducción del mismo estuvo directamente a cargo de la Comisión, o mejor dicho, de un equipo de expertos basados en la ciudad de Lille, Francia, y de personal de la Dirección General V. Para lograr estos objetivos se consideró fundamental que la Comisión tuviese capacidad de influenciar el proceso desde sus primeros pasos. Esto fue planteado sin la menor ambigüedad en la Propuesta de 243 Com (1995/94), pp. 4 y 11-12. 111 Pobreza y exclusión social la Comisión al Consejo para crear Pobreza 3: “La Comisión debe estar involucrada en su selección desde el comienzo para asegurar que el programa en su conjunto sea coherente y mucho más efectivo.”244 Pero también era de importancia vital el supervisar los resultados de todo el proceso y la difusión de los mismos: “La Comisión tendrá una función directa en la organización de la red de unidades de investigación y desarrollo, difundirá los resultados a los especialistas y mantendrá relaciones con los medios de comunicación a fin de que el programa reciba atención de parte de los políticos y gestores (“decision makers”) así como del público en general.”245 Se trataba, realmente, de un paso decisivo de parte de la Comisión hacia un rol de actor directo en políticas sociales, pero el riesgo también era grande tal como se demostraría al poco andar. El programa no logró ni la coherencia ni la eficacia demostrativa que se buscaba sino que desde el comienzo se enzarzó en una serie de importantes dificultades que probaron que “la realidad” no estaba “a la altura” de los sueños de Bruselas246. La expedita aprobación y el rápido lanzamiento de Pobreza 3 parecían sin embargo augurar lo contrario. El programa fue aprobado por el Consejo el 18 de julio de 1989 y la Comisión puso de inmediato a disposición de los Estados miembros un documento pormenorizado con las pautas concretas para la realización del programa. Ya en octubre la Comisión había recibido las propuestas de proyectos de los Estados miembros y la selección de los proyectos apropiados finalizó en diciembre. El personal de la “Unidad Central” de dirección fue reclutado a fines de 1989 y Pobreza 3 fue lanzada en un gran evento celebrado en Bruselas a fines de marzo de 1990. Sin embargo, muy poco ocurrió a continuación. En un verdadero anticlímax los proyectos seleccionados entraron en una larga fase de preparación tratando de entender lo que la Comisión realmente se proponía, buscando cofinanciación, reclutando personal local, asistiendo a cursos, formando las alianzas necesarias y precisando los objetivos y métodos de los proyectos. Esta larga fase de preparación tomo cerca de 18 meses en el caso de muchos proyectos, mostrando, por una parte, que la aceleración activista de la Comisión no tenía ningún respaldo en la realidad y, por otra, lo fácil que es crear proyectos en un dos por tres pero lo difícil que es transformarlos en algo más que palabras fantasiosas. 244 245 246 DGV (1989), segundo documento, p. 10. Ibid., p. 15. Véase Com (1993/435), segundo documento, y Com (1995/94). 112 Pobreza y exclusión social La búsqueda a fin de darle algún contenido realista a los proyectos se hizo cada vez más dispar y el desarrollo del Pobreza 3 se hizo tan caótico que no quedó ni un rastro de aquella coherencia que tan afanosamente buscaba la Comisión y que era la esencia misma de toda la iniciativa. Esta circunstancia fue plenamente reconocida en el Informe Final sobre Pobreza 3: “las diferencias en las situaciones iniciales y las formas en que se desarrollaron los proyectos hace difícil identificar cualquier tipo de rasgos generales que los mismos tuviesen en común.”247 Lo que esta triste experiencia demostró con claridad fue el riesgo del activismo y las dificultades de la Comisión para transformarse a sí misma en una organización capaz de conducir en el terreno acciones de política social. Se trató de dos lecciones duras pero sumamente importantes que tendrían un gran impacto sobre el futuro de la acción comunitaria en materias de lucha contra la pobreza y la exclusión social. De hecho, la interrupción de los programas de lucha contra la pobreza fue el primer y más evidente resultado de la apuesta fallida de la Comisión con Pobreza 3. Pero el precio fue también una especie de amnesia acerca de aquel conjunto complejo pero muy instructivo de aprendizajes obtenidos durante los tres programas de lucha contra la pobreza. Esta pérdida de lo que con un término de la jerga jurídica comunitaria se podría llamar acquis communautaire es evidente en el paso a un nuevo tipo de programas bien representados por la Iniciativa Empleo y, en particular su capítulo Empleo-Integra, que luego estudiaremos con detención. 4. El dilema de la multidimensionalidad y la utopía holística Uno de los temas centrales de los programas de lucha contra la pobreza y el verdadero punto de partida del concepto exclusión social es entender la pobreza de ingreso como una de las muchas expresiones posibles de un complejo proceso de privación acumulativa que ocurre simultáneamente en varias arenas de la interacción social. Esto es lo que se trata de captar mediante la definición de la pobreza y la exclusión como fenómenos multidimensionales. Ya hemos visto en la primera parte que la solidez empírica de este enfoque es bastante dudosa, al menos como fenómeno amplio. De hecho, en la gran mayoría de los casos la pobreza es temporal y no 247 Com (1995/94), p. 28. 113 Pobreza y exclusión social coincide con un m proceso de privación múltiple y menos aún acumulativo. Pero dejemos de lado estos problemas y sigamos adelante con la discusión del enfoque multidimensional, que sí es válido para ciertos casos por limitados que ellos sean. Las consecuencias metodológicas en términos de política y acción social de esta “comprensión holística” propia del enfoque multidimensional son bastante obvias pero nada fáciles de implementar. Según este enfoque la pobreza y la exclusión deben ser atacadas mediante una acción dirigida a transformar simultáneamente los procesos centrales que las generan, iniciando de esta manera un proceso de reinserción en diversas arenas sociales de importancia estratégica para el destino de las personas involucradas. Una intervención así, para ser realmente exitosa, debe estar basada en un esfuerzo institucional coordinado, combinado con una genuina movilización de los grupos pobres o excluidos. Esta es la razón por la cual, según este enfoque, los métodos tradicionales de trabajo social –orientados a individuos o familias y focalizando sólo algunos o uno de los componentes del problema– estarían condenados a fracasar. Más aún, para romper con la pobreza y la exclusión se debe reemplazar la concepción asistencialista tradicional basada en la idea de “hacerse cargo” de la gente por una perspectiva que subraya la autoayuda y el empoderamiento necesario para que la misma se produzca. Por ello, los métodos de intervención deben ser diseñados de una manera que promueva un proceso dinámico de participación social desde la base, lo que en la jerga de la Unión se conoce como “enfoque de abajo hacia arriba” (“bottom-up approach”) que se contrapone a un enfoque o acción “de arriba hacia abajo” (“top-down”). Este ambicioso enfoque fue ya en gran parte desarrollado en el Informe final sobre Pobreza 1, particularmente en cuanto a la multidimensionalidad: “… la falta de ingresos es sólo una parte del problema. Por ello es necesario examinar los diferentes factores que pueden conducir a la pobreza de ingresos y que, junto con la falta de un ingreso adecuado, forman una red de desventajas, cada una reforzando a la otra. La pobreza, en esta perspectiva, no sólo es multidimensional sino también acumulativa. La desventaja se suma a la desventaja […] Las políticas tradicionales anti-pobreza están compuestas de medidas heterogéneas e inadecuadas que, más allá de los efectos positivos que en sí puedan 114 Pobreza y exclusión social tener, no enfrentan los problemas de la ‘pobreza’ como tal sino que la fragmentan en sus diferentes componentes.” 248 También la crítica a los métodos tradicionales de enfrentar la pobreza y la exclusión fue plenamente desarrollada en ese mismo informe: “… los proyectos de acción trataron de invertir los mecanismos tradicionales de ayuda a los pobres. Mientras que los métodos tradicionales de trabajo social implican asumir la protección de las personas que necesitan ayuda haciendo que de esta manera las familias y los grupos pobres pierdan la responsabilidad sobre sí mismos, prácticamente todos los proyectos desarrollaron actividades basadas en métodos diametralmente opuestos. Estas actividades les permitieron a las familias y a los individuos volver a ganar un sentimiento de ser ‘expertos’ sobre de su propia situación (y reconquistar su responsabilidad) […] La primera finalidad fue desterrar el concepto de ‘hacerse cargo de alguien’ (‘taking someone into care’)…”249 Uno de los problemas más importantes de un enfoque multidimensional o holístico es que proyectos de un alcance y recursos “normales” difícilmente pueden llegar a desarrollar e implementar una estrategia que tenga la complejidad, la amplitud y los recursos que un verdadero enfoque multidimencional requiere. La pura elaboración de un diagnóstico adecuado de la dinámica del supuesto proceso acumulativo de empobrecimiento y exclusión requiere habitualmente de recursos de investigación y de un tiempo de preparación que no están ni remotamente al alcance de los proyectos involucrados en este tipo de iniciativas. En estas condiciones la existencia de la exclusión social, con todas las características que en teoría se le asocian a la misma, se hace más un supuesto que una constatación basada en estudios adecuados. Simplemente se cree que existe aquello que se denomina exclusión social y a partir de ello se actúa250. Y no sólo eso, la misma idea de grupo o grupos diana se hace muy problemática cuando la intención es influenciar la dinámica de 248 Com (1981/769), pp. 30 y 70. Ibid., pp. 20-21. 250 Esto no quiere decir que no exista una realidad de pobreza o privación múltiple, especialmente en ciertas áreas o barrios. Lo discutible es si ello realmente constituye aquello que los analistas han llamado exclusión social, con las causas, estructura y dinámica que se le atribuyen, de acuerdo al enfoque particular que se use, a ese fenómeno. 249 115 Pobreza y exclusión social desarrollo local en su conjunto, es decir, abarcado toda la población y los actores relevantes en la misma. Lo que esto en su conjunto quiere decir es que tanto la escala como el horizonte de la intervención son absolutamente dependientes del enfoque y la metodología usadas. Un enfoque holístico o multidimensional requiere, efectivamente, conocer (diagnóstico) y abarcar (metodología de intervención) el conjunto del fenómeno o proceso que se quiere transformar. Es en función de esto, y en total concordancia con las exigencias de una intervención verdaderamente multidimensional, que los planificadores de Pobreza 3 buscaron concentrar los recursos en proyectos de mayor magnitud, basados en amplias alianzas institucionales y trabajando con determinadas áreas geográficas en lugar de hacerlo con grupos diana. Los problemas de implementación encontrados por Pobreza 3 no quieren decir que el enfoque en sí mismo haya sido errado. Lo que estos problemas verdaderamente demuestran es, por una parte, cuan difícil es llevar a la práctica un enfoque tan complejo y ambicioso y, por otra parte, la sobreestimación de la Comisión acerca de su propia capacidad de llevar a buen puerto una empresa tan complicada como la que se estaba proponiendo. El holismo es una búsqueda teóricamente correcta por captar la complejidad e interrelación de los fenómenos sociales, pero al querer transformarlo en método de intervención social fácilmente se convierte en una especie de utopía que sólo puede acabar en el fracaso y la decepción. Exagerando un poco hasta se podría decir, como de hecho lo hará luego la Comunidad, que en este terreno más vale una unidimensionalidad realista que sabe priorizar y concentrar los esfuerzos (por ejemplo en la creación de empleo y la empleabilidad) que una quimera multidimensional que termina en la impotencia de no poder abarcarlo e influenciarlo todo. 5. El dilema de la participación y el empoderamiento En este mismo contexto nos topamos con otro dilema central, el de la participación y, en su versión más radical, del empoderamiento. Como ya lo hemos visto, desde 116 Pobreza y exclusión social Pobreza 1 a Pobreza 3 la participación de los grupos diana u objeto de la iniciativa en cuestión fue una finalidad prioritaria que, además, dio origen a toda una retórica realmente innovadora de parte de la Comisión como ser people-driven (impulsado por la gente), bottom-up (de abajo hacia arriba), community-based (basado en la comunidad), civic responsibility (responsabilidad cívica) y otros que quieren dar la impresión que es la voluntad de “la gente”, es decir, de los involucrados que dicta la necesidad y las características de las intervenciones. Esto, ya lo sabemos, es parte de los mecanismos de la Comunidad para buscar una legitimidad para sus intervenciones pero lleva también, al querer de alguna manera hacerlo realidad, a una serie de dilemas de alto interés metodológico. La experiencia de los programas de la pobreza muestra a este respecto que se trató de una aspiración irrealizable en la mayoría de los casos. Sin embargo, el espíritu emprendedor de los grupos dentro de la Comisión que han promovido estos y otros programas similares ha llevado a encontrarle una “salida honorable” a este problema a fin de poder cumplir con los objetivos fijados. En este caso la salida honorable ha sido darle un sentido tan difuso al concepto de participación que al final cualquier tipo de relación con los “clientes” puede ser calificada de participación. Después de todo, estirando las palabras hasta puede decirse que “ellos” o “la gente” participa por el puro hecho de consumir o recibir el servicio de la acción en cuestión. Algunos ejemplos de esta creatividad para cumplir la meta de la participación son los siguientes tomados de una evaluación de proyectos del Programa Integra, que también ponía, y con gran énfasis, las metas de la participación y el empoderamiento con objetivo central del programa: “Algunos proyectos tratan, por ejemplo, de presentar evaluaciones de cursos impartidos o métodos pedagógicos interactivos como ‘participación’ y la adquisición de ciertas habilidades como ‘empoderamiento’ […] Para algunos proyectos la ‘participación’ fue alcanzada por la lectura de textos relevantes, algunos de los cuales había sido escritos por ‘miembros del grupo diana’, o también mediante la visita a otro proyecto que trabajaba con el mismo grupo, o a través de entrevistas, o por el hecho de que alguna persona del grupo objeto de la intervención había sido empleado en el proyecto o había dado alguna charla.”251 251 Rojas (1997), p. 101. 117 Pobreza y exclusión social Sobre las dificultades y los riesgos del “participativismo” merece la pena citar las conclusiones del Informe final sobre Pobreza 1 acerca de la cuestión de la participación: “Así, si el objetivo de la participación no siempre ha sido plenamente alcanzado es porque se trata del más difícil de alcanzar. Hacerlo implica un cambio radical en los métodos para combatir la pobreza y a menudo requiere más tiempo que el provisto por la duración de los proyectos […] Construir estructuras participativas toma tiempo e igualmente lo hace el identificar las ‘necesidades sentidas’. En realidad, existe el peligro de crear expectativas que un proyecto no tiene tiempo de satisfacer. Cuando esto pasa, un proyecto puede ser más dañino que beneficioso llegando a aumentar el sentimiento de abandono ya existente.” 252 Las últimas palabras de esta cita ameritan realmente una seria reflexión. Los que finalmente pueden ser los más defraudados por este tipo de retórica radical no son ni sus autores intelectuales ni las burocracias que los cobijan sino aquellos que en teoría iban a ser los protagonistas de las acciones emprendidas. Ahora bien, según el Informe que estamos refiriendo, existían tres circunstancias que tenían una especial importancia para alcanzar la meta de la participación253: • Los proyectos más participativos fueron aquellos en que los promotores “ya llevaban un buen tiempo trabajando en un área determinada”. En dos casos particularmente exitosos “el trabajo de movilización de los pobres y de fomento de la participación había estado en marchas por más de diez años”. Siendo la conclusión de esto que “se requiere de una acción temporalmente dilatada para cambiar la conducta social”. • “Los proyectos que han tenido como medio y meta la participación de su población diana la han alcanzado más rápido que aquellos proyectos que la consideraban como un método mejor para alcanzar fines más generales.” • “A los proyectos con una población diana muy pequeña les ha sido más fácil alcanzar una plena participación comparado con el resto.” Estas tres condiciones favorables para la participación nos dejan enfrentados con algunos dilemas metodológicos muy interesantes. El primero se refiera a la contraposición entre continuidad e innovación. Tal como se menciona en los puntos 252 253 Ibid., pp. 38 y 139. Ibid., pp. 36-37. 118 Pobreza y exclusión social anteriores sólo los proyectos basados en una larga experiencia previa, es decir, en equipos de trabajo bien experimentados y que trabajaban con métodos ya probados fueron capaces de alcanzar niveles satisfactorios de participación. Esto quiere decir que la continuidad y lo que podríamos llamar “madurez y estabilidad metodológica” son normalmente condiciones necesarias para cumplir la meta de la participación. Sin embargo, en contradicción con esta estabilidad y continuidad las iniciativas comunitarias de este tipo exigen de los proyectos lo que por definición es la antítesis de la continuidad y la estabilidad, a saber, que sean innovadores. Esto no hace sino poner de manifiesto una importante contradicción en la formulación misma de los principios rectores de estas iniciativas. El segundo dilema es prácticamente una situación de tipo “trampa-22”254, es decir, una encerrona lógica que no tiene salida. Esto puede ser expresado de la siguiente manera: la participación es normalmente una condición para que se produzca la participación. En otras palabras, la participación, para ser genuina, no es un fin o meta alcanzable mediante un cierto tipo de acción de un agente exterior que la pone en marcha sino que únicamente es alcanzable por la propia movilización de quienes quieren lograrla. El dilema es obvio para organismos profesionales o profesionalizados en fomentar la participación de otros. La solución de este dilema puede ser la concentración de la ayuda financiera en los proyectos que realmente se basen en cierto grado de movilización previa del así llamado grupo diana u objeto de la acción. En todo caso, aquí se presentan nuevos problemas. Uno de ellos es que la obtención de apoyo financiero de este tipo de programas comunitarios supone unos conocimientos y una capacidad de formulación difícilmente al alcance de los pobres o de “los excluidos”. Dominar el “arte de los proyectos” es conocer una compleja actividad que tiene sus reglas, sus expertos y sus “clientes favoritos”. Ante todo ello no queda sino preguntarse cómo los grupos diana de estos proyectos podrían llegar a ganar acceso a toda esta profesionalidad sin dejar de ser pobres y excluidos. En suma, lo que se pide aquí es una participación en una elaboración y conducción de proyectos que por sus propias exigencias, reglas y características excluyen una genuina participación, para no hablar de conducción, de aquellos que se supone que deberían ser los actores decisivos de estos programas. Para decirlo cortamente: se pide de los pobres que asuman un rol que simplemente presupone no lo sean. 254 De Catch-22, título de una novela de Joseph Heller publicada en 1961, donde cualquiera sea la acción emprendida se termina rompiendo la norma que se quería cumplir. 119 Pobreza y exclusión social El tercer dilema reside en la tensión entre, por una parte, la escala de los proyectos y, por otra, el objetivo de la participación. Como ya hemos visto, el enfoque multidimensional tiende, de una manera lógica dada su amplitud, a incrementar la escala de los proyectos en un intento de realmente poder llegar a abarcar todos los aspectos involucrados en el tema de la pobreza y la exclusión. Por ello mismo es que deben construirse estructuras bastante complejas de cooperación entre todos los grupos e instancias involucradas en un área determinada. Ahora bien, el problema es que en este marco técnico y políticamente complejo “los excluidos” tienden a verse excluidos de cualquier participación real por todos aquellos que cuentas con mayores recursos de todo tipo para hacer oír su voz y hablar a nombre de aquellos que seguramente permanecerán en silencio o serán cooptados como símbolos de legitimidad. Así, el grupo diana seguirá siendo precisamente un grupo diana, un objeto de la intervención y participación de otros, ya sean estos expertos, autoridades o políticos locales, profesionales de los proyectos o cofinanciadores. Este tipo de desarrollo, que reduce la participación de los pobres y los excluidos a una pura pantomima legitimadora, se hizo evidente en el caso de Pobreza 3 y no podía ser de otra manera dada la ambición del programa y la escala de las acciones a emprender. La conclusión de esta discusión es que la participación genuina es muy difícil de alcanzar. La estructura misma de los programas comunitarios con su compleja nomenclatura y sus sofisticadas exigencias los hacen difícilmente accesibles a quienes no sean profesionales de la materia. Esta fue la realidad de los proyectos financiados por los programas contra la pobreza y ha seguido siendo así. 6. Cambio de paradigma y dilemas metodológicos Como ya hemos visto, a partir de mediados de los años 90 se produce un cambio de paradigma en las intervenciones comunitarias en el campo de la pobreza y la exclusión social. El protagonismo de la Comisión y su intensión de crear modelos alternativos de intervención social a través de programas altamente centralizados 120 Pobreza y exclusión social será reemplazado por un protagonismo mayor de los Estados miembros, el aprendizaje mutuo y la difusión de buenas prácticas con el apoyo financiero del Fondo Social Europeo. Al mismo tiempo, la exclusión social, en su versión radical, holística y multidimensional, es reemplazada por la exclusión del mercado de trabajo, acentuando la igualdad de oportunidades laborales y la empleabilidad como temas prioritarios. Este paso de un paradigma a otro no es, sin embargo, lineal ni absoluto. El Programa Integra (1996-1999) es un buen ejemplo de ello y sus contradicciones resumen bien los conflictos propios de un cambio de paradigma que no sólo implica la derrota de una perspectiva o enfoque de los problemas sociales sino de sus promotores. Ahora bien, el nuevo paradigma se consolidará con la formalización en la Agenda de Lisboa del Método Abierto de Coordinación (MAC), que es un método característicamente interestatal y voluntario de cooperación. Una de las bases de este cambio de paradigma es la ampliación del concepto clave para justificar las acciones comunitarias en un terreno que es de competencia de los Estados miembros, el de innovación. Al concepto genuino de innovación se le agregará el de difusión que es equiparado al de innovación y que cobra una posición cada vez más destacada en la subsecuente praxis comunitaria. La consagración de este importante cambio está en el artículo 6 del Reglamento del Fondo Social Europeo aprobado en 1999. Allí se establece, bajo la rúbrica de Acciones innovadoras y asistencia técnica, que también se podrá financiar el “intercambio de experiencias con efecto multiplicador”255. Esta innovación del concepto de innovación se plasmará en los programas subsecuentes del FSE y en la praxis general comunitaria. Ya en la Comunicación de abril de 2000 sobre la implementación de la Iniciativa EQUAL ambos conceptos de “innovación” estarán en pié de igualdad: “EQUAL ensayará enfoques innovadores para la ejecución de políticas. Podrá tratarse de enfoques completamente nuevos, o de la transferencia de elementos ya existentes en otros ámbitos que incrementen la eficacia en la aplicación de las políticas.”256 De esta manera se pasa del paradigma de la innovación intervencionista, en que la Comisión realmente quería crear y difundir un modelo propio de política y acción social, al paradigma de la difusión transformadora, en el que el Consejo y por mandato suyo la Comisión buscan influenciar la política de la Unión mediante la 255 256 Parlamento (1999/1784), artículo 6, 1.b. Com (2000/853), p. 8. 121 Pobreza y exclusión social difusión de ejemplos de intervención social provenientes de algún Estado miembro. Estos ejemplos serán seleccionados por la Comisión como “mejores prácticas” a difundir a través de la Unión mediante proyectos transnacionales y sistemas de benchmarking, que fijan hitos o estándares a alcanzar por los Estados miembros. El cambio se observa ya en el Programa Integra de 1996, si bien no sin contradicciones dependientes de lo que hemos llamado el carácter híbrido de este programa. Se pasa así de aquella “filosofía” de acción y la orientación proselitista de Pobreza 3 en torno a principios y metodologías de intervención bien definidas a priori a lo que será característico de los programas futuros, a saber, un número de “principios guías” formulados de una manera muy general y una amplia gama de medidas o acciones elegibles, con lo que se da a los Estados miembros una gran autonomía para crear subprogramas nacionales (programas operativos) con sus entes monitores respectivos de acuerdo a sus propios criterios y prioridades. Los fundamentos y estructura de la Iniciativa EQUAL (2000-2008257), una de las más amplias que ha emprendido la Comunidad con un presupuesto del FSE de 3.274 millones de euros, puede ilustrar las nuevas orientaciones y formas de las intervenciones comunitarias. En primer lugar, su foco está claramente puesto, en línea con la orientación de la Comunidad desde mediados de los 90, en la inclusión en el mercado de trabajo, definiendo su objetivo como “promover nuevas maneras de combatir todas las formas de discriminación y desigualdad en relación con el mercado de trabajo a través de la cooperación transnacional”258. Pero lo que nos interesa aquí no es tanto este tipo de cuestiones sino la estructura y metodología de trabajo de la iniciativa que claramente ejemplifican las nuevas formas de intervención comunitaria. El impulso para conformar concretamente la iniciativa parte de los Estados miembros, que presentan a la Comisión un Programa de Iniciativa Comunitaria (PIC) en el que expone, a partir de su contexto nacional específico, su estrategia y las modalidades de aplicación y conducción de EQUAL. Las intervenciones financiadas en el marco de los PIC deben incorporar la cooperación transnacional, como instrumento del valor añadido destinado a propiciar el intercambio de experiencias y de buenas prácticas. Los Estados miembros deben basar su estrategia para EQUAL en ámbitos 257 La iniciativa debía, de acuerdo a su planteamiento original, terminar en 2006, pero sus actividades se extendieron hasta 2008. 258 Com (2000/853), p. 2. 122 Pobreza y exclusión social temáticos específicos que se hallan dentro de los cinco pilares de las directrices de la iniciativa: capacidad de inserción profesional, espíritu de empresa, capacidad de adaptación, Igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y ayuda a la integración de los solicitantes de asilo259. Una de las innovaciones de EQUAL son las así llamadas Agrupaciones de Desarrollo (AD) en torno a temas centrales de los PIC. En las AD, al menos en teoría, debería darse una amplia cooperación de los diversos grupos e instituciones involucradas en la iniciativa. Como se ve, los Estados miembros pueden conformar con mucha libertad sus programas, tanto en cuanto al contenido como a las formas, y el rol de la Comisión es bastante limitado. No es del caso profundizar en los detalles de la realización de EQUAL y otras iniciativas parecidas ya que esos detalles de realización, por tratarse fundamentalmente de un hecho nacional, caen fuera de lo que propiamente es el tema de este estudio260. Además, quien sepa cómo funcionan este tipo de iniciativas en cuanto a sus informes y evaluaciones sabrá lo difícil que es confiar en las mismas. Baste a este respecto citar algunas frases de la evaluación española de medio término de EQUAL sobre la “tensión” (en realidad discrepancia) entre lo que se dice y lo realmente se hace: “Como veremos, esta ‘tensión’ entre la formalización de los principios en las memorias y la realidad de su cumplimiento constituye una cuestión clave que atraviesa toda la evaluación: entre la formulación escrita y la práctica se interponen múltiples factores que dan lugar a interpretaciones diversas y diversos grados de ‘distorsión’ de la idealidad de la estrategia y sus principios básicos.”261 259 Esta descripción está basada en Europa (2010a). Estos cinco pilares temáticos fueron desglosados y ampliados a ocho en la segunda fase de EQUAL. Com (2003/840). 260 Para una amplia evaluación de EQUAL véase Brunhes (2006). 261 EQUAL España (2004), p. 22. 123 Pobreza y exclusión social Resumen y conclusiones 124 Pobreza y exclusión social 1. Conceptos y diagnósticos 1.a. Existe una gran diversidad de conceptos que tratan de captar los fenómenos de la pobreza, la privación, la vulnerabilidad, la marginalidad y la exclusión social. Esto obliga a una selección meditada de los conceptos más adecuados para el contexto de que se trate. Lo importante en todo caso es definir con la mayor exactitud posible lo que implican los conceptos usados. 1.b. Existe una diferencia de principio entre los conceptos de pobreza y exclusión social que es importante no obviar ni perder de vista ya que la utilidad de los mismos está en apuntar a fenómenos distintos, que pueden evidentemente tener puntos de coincidencia pero que no por ello pierden su especificidad. Los conceptos de pobreza apuntan a una relación vertical, un estar arriba o abajo en la escala de distribución de recursos y posibilidades de una sociedad, y cuantitativa, tener más o menos de algo. El concepto de exclusión social, por su parte, apunta a una relación horizontal, un estar dentro o afuera, y cualitativa, relativa a la pertenencia y la identidad. Ambos fenómenos pueden y a menudo están imbricados. Por ejemplo una situación de privación masiva puede dar origen a un sentimiento de alienación social. A su vez, la exclusión puede dar origen a un acceso diferencial a los recursos y posibilidades. 1.c. En el debate sobre las causas de la pobreza y la exclusión se han enfrentado diversas posiciones que, en muchos casos, reflejan teorías y actitudes contrapuestas acerca del sistema económico –economía de mercado o capitalista– en que se basan las sociedades modernas avanzadas. Por un lado están aquellos que afirman, en la tradición de Marx, la existencia de una dinámica económica polarizante en esas sociedades, que necesariamente lleva a la pauperización y marginación de una parte considerable, y según algunos creciente, de la sociedad. Por otro lado están aquellos que –en la tradición de Schumpeter– ven la pobreza y la exclusión como fenómenos temporales y connaturales a la dinámica misma del cambio tecnológico y el progreso moderno. En la primera perspectiva la conclusión es propugnar un cambio radical de sistema; en la segunda su reforma a fin de facilitar la reinserción de los temporalmente desplazados por las transformaciones estructurales. Un tercer tipo de enfoque apunta a problemas institucionales que inducen a muchos a optar por la marginalidad o, lisa y llanamente, los fuerzan a ello. 125 Pobreza y exclusión social 1.d. La investigación empírica de los fenómenos de la pobreza y la exclusión social no confirma, para la gran mayoría de los casos, la visión multidimensional y acumulativa de estos fenómenos. Se trata de situaciones pasajeras y a menudo unidimensionales que afectan a una gran proporción de la población de las sociedades modernas pero sin hundirla en círculos viciosos de empobrecimiento y exclusión. La revisión de los estudios realizados en Europa da la impresión definitiva de que los fenómenos analizados han sido fuertemente exagerados. Ello no implica desconocer la existencia de bolsones de pobreza y exclusión que pueden dar origen a procesos colectivos altamente preocupantes desde el punto de vista de la cohesión social. 2. El pensamiento comunitario sobre la pobreza y la exclusión 2.a. Los análisis de la Comunidad sobre la pobreza y la exclusión social han utilizado elementos de las tres perspectivas antes señaladas, pero se han decantado claramente en los últimos quince años por la perspectiva schumpeteriana combinada con una conciencia de las trabas institucionales –rigideces del mercado laboral, impuestos excesivos al trabajo, bloqueos corporativos a la competencia– a un dinamismo económico mayor y más creador de empleo. Por ello, la agenda comunitaria es una agenda de reforma y modernización y no de cuestionamiento del sistema. 2.b. La evolución del el enfoque comunitario sobre la pobreza y la exclusión muestra dos fases claramente distinguibles. La primera se inicia con la proposición de la Comisión en 1973 de lanzar el primer programa contra la pobreza y se cierra con el rechazo del Consejo en 1993 a autorizar la cuarta versión de esos programas. Esta primera fase se caracteriza por el protagonismo de la Comisión Europea así como por la radicalización del pensamiento y las intervenciones comunitarias. Hacia el final de esta fase, en 1989, se adopta oficialmente el concepto de exclusión social como eje de los análisis comunitarios sobre la vulnerabilidad social y se le da una connotación muy amplia. A su vez, bajo el impulso de la Presidencia de Jacques Delors, la Comisión lanza programas de acción cada vez más ambiciosos que buscan 126 Pobreza y exclusión social ser una alternativa a las políticas sociales existentes. Finalmente, se produce una reacción contra deriva activista de la Comisión que pone fin a los programas contra la pobreza y lleva a una fase crecientemente intergubernamental en materia social. 2.c. La segunda fase va desde mediados de los 90 hasta hoy y se caracteriza por una redefinición del pensamiento comunitario en la que se acota el sentido de la exclusión social y se pone el acento en la exclusión del mercado laboral. El concepto de empleabilidad será clave en este contexto. Al mismo tiempo, se observa una clara pérdida de protagonismo por parte de la Comisión. El Consejo Europeo, el Fondo Social Europeo y, en particular, los Estados miembros toman un papel clave y la acción comunitaria se orienta hacia formas suaves de coordinación y aprendizaje mutuo bajo el así llamado Método Abierto de Coordinación. 2.d. Los resultados de ambas fases en términos de su impacto real sobre la pobreza y la exclusión parecen estar muy lejos de lo que se esperaba. Parte del cuestionamiento a los programas contra la pobreza se basó en la ausencia de pruebas sobre su utilidad y las formas de coordinación interestatal de la segunda fase han dado escaso fruto en términos de convergencia de las políticas y aún menos en cuanto a cumplir la meta de la Agenda de Lisboa de lograr un impacto decisivo en cuanto a la reducción de la pobreza y la exclusión. 2.e. Esta constatación ha llevado a plantearse la pregunta fundamental acerca de la pertinencia de tratar la lucha contra la pobreza y la exclusión con un asunto comunitario en el sentido de buscar una convergencia de principios, políticas y acciones comunes. Esto no implica negar las ventajas del aprendizaje mutuo, pero esto se puede lograr bajo formas distintas de las propias de la Unión Europea y en foros más amplios que la misma. La alternativa a esta renuncia comunitaria a “abarcarlo todo” es fortalecer los elementos comunitarios compulsivos en materias sociales, tratando de crear un sistema de sanciones e incentivos que le dé un impulso decisivo a una orientación así. 2.d. El tema de la integración de los inmigrantes ha sido un tema de difícil tratamiento comunitario. No han faltado los informes altamente preocupantes sobre una marginación creciente de una parte significativa de los inmigrantes extracomunitarios 127 Pobreza y exclusión social y sus descendientes en los “viejos” países de inmigración de la Unión. El futuro de los nuevos países de inmigración es, en esa perspectiva, incierto, particularmente en momentos tan problemáticos como los actuales. Sin embargo, no ha sido posible transformar todos estos elementos de preocupación en una parte significativa de la agenda comunitaria.ida y la primera inserción en la sociedad receptora. 3. Métodos y herramientas de acción 3.a. Las intervenciones comunitarias en materia social en general y en nuestros temas en particular se inscriben dentro del complejo marco institucional de la integración europea que constantemente produce tenciones entre sus impulsos supranacionales, representados sobre todo por la Comisión, y la soberanía de los Estados miembros. Los temas sociales han sido y son de competencia de los Estados y por ello las intervenciones comunitarias han tenido que justificar su existencia mediante su carácter complementario e innovador sin entrar a competir con ni menos buscar sustituir las políticas nacionales. Esto no ha impedido que la Comisión haya buscado formas de intervención con la evidente pretensión de convertirse en un actor significativo en este terreno, forzando así el marco de sus atribuciones y exponiéndose así a reveses como el que representó la interrupción de los programas contra la pobreza bajo el argumento fundamental de estar violando el principio de subsidiaridad. 3.b. Durante la primera fase del desarrollo comunitario ya esbozada la Comisión desarrolla formas de intervención cada vez más amplias y centralizadas. Se pasa así de un proceso abierto y muy descentralizado de innovación (Pobreza 1) a uno cerrado de experimentación a escala limitada (Pobreza 2) que crearía las condiciones para el paso a un programa (Pobreza 3) muy centralizado y plenamente controlado por la Comisión con recursos y ambiciones muchos mayores. Se da así el paso a acciones de mayor escala con el objetivo de servir como una demostración de la efectividad de ciertos principios y herramientas de intervención social desarrollados en el seno de los programas contra la pobreza. Con ello la Comisión asumía un rol de policy maker en materias sociales. 128 Pobreza y exclusión social 3.c. En esta escalada activista la Comisión pasa a diseñar los programas de acuerdo a la lógica de una definición muy amplia de la pobreza y la exclusión social vistos como procesos multidimensionales y acumulativos que para ser revertidos requerían de una intervención holística, es decir, que abarcase el conjunto de factores y actores involucrados. Esto lleva a una metodología de acción extraordinariamente compleja que encontró poco soporte en los proyectos reales que se impulsaron. De hecho, el programa más ambicioso, Pobreza 3, terminó no sólo provocando una reacción por violar el principio de la subsidiaridad sino empantanado en un sin fin de dificultades que iban desde la falta de comprensión de los promotores de los proyectos respecto de qué quería la comisión hasta una enorme dificultad de implementar las alianzas requeridas para una intervención holística. 3.d. Otro tema central de esta fase es el de la participación de los grupos objeto de la iniciativa, que pronto se convertiría en el principio del empoderamiento. Surge una retórica de participacionista –caracterizada por una serie de conceptos en inglés de difícil traducción como people-driven iniciatives, bottom-up approach o communitybased action–que poco o nada se comparece con la situación y carencias de los pobres de carne y hueso. La formulación y conducción de proyectos complejos como los que se querían llevar a cabo le daba naturalmente prioridad a cuerpos profesionales o profesionalizados, con tiempo y herramientas para al menos acercarse al ideal de proyecto propugnado por la Comisión. En las alianzas formadas los grupos diana pasaron a ser elementos fundamentalmente decorativos y así lo seguirán siendo en el futuro por razones más que evidentes. 3.e. Con la interrupción de los programas contra la pobreza y el paso a proyectos básicamente descentralizados y protagonizados por los Estados miembros se cambia el foco metodológico comunitario a partir de una ampliación del concepto central de innovación que ahora pasará más y más a significar difusión. Se pasa así de los experimentos de los programas de la pobreza a la difusión de buenas prácticas y al aprendizaje mutuo. Esto implica un verdadero cambio de paradigma de la acción comunitaria en estas materias, que pasa del paradigma de la innovación intervencionista, en que la Comisión realmente quería crear y difundir un modelo 129 Pobreza y exclusión social propio de política y acción social, al paradigma de la difusión transformadora, en el que el Consejo y por mandato suyo la Comisión buscan influenciar la política de la Unión mediante la difusión de ejemplos de intervención social provenientes de algún Estado miembro. 3.f. Al mismo tiempo, la exclusión social, en su versión radical, holística y multidimensional, es reemplazada por temas mucho más manejables como la exclusión del mercado de trabajo, acentuando la igualdad de oportunidades laborales y la empleabilidad como temas prioritarios. En general, el concepto de exclusión social tiende a ser menos relevante a pesar de su destacado lugar en la Agenda de Lisboa. Esto se hace muy visible a partir del ajuste y relanzamiento en 2005 de la Agenda de Lisboa, con una concentración cada vez mayor en los temas del crecimiento y el empleo. A su vez, se observa un claro retorno al concepto de pobreza como eje de la preocupación y las acciones comunitarias. Así por ejemplo, en la Agenda Social Renovada de 2008 el concepto de exclusión social se encuentra prácticamente ausente. Y cuando se habla de la inclusión, bajo el nuevo término de “inclusión activa”, se habla de “la integración en el mercado laboral, la rentabilidad del trabajo y el aprendizaje permanente”. Todo indica además que estas tendencias a centrarse en el empleo y la empleabilidad se han acentuado con la reciente crisis. 130 Pobreza y exclusión social Fuentes 1. Fuentes primarias: Documentos de la Unión Europea 1.a. 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