Experiencias personales a través de la sensibilización sobre las tortugas marinas en Nicaragua por Gena Abarca (Coordinadora de Educación Ambiental y Comunicaciòn, FFI Nicaragua) Ya han pasado cuatro años desde que inicie a trabajar para el proyecto tortugas marinas en Nicaragua. Desde mis inicios en FFI, el trabajo ha sido muy variable en el marco de la campaña de sensibilización para reducir el consumo y comercio de productos y subproductos de tortugas marinas. Desde la apertura de la campaña “Yo no como huevos de tortugas” en 2007 he trabajo con muchos jóvenes a lo largo del pacifico de Nicaragua. Junto a ellos he visitado a comerciantes de mariscos, comiderías restaurantes, coctelerías donde venden huevos de tortugas. He trabajado educando y sensibilizando a los comerciantes y a las autoridades de mercados. Durante estos años de trabajo que han sido muy duros han pasado muchas cosas. Hemos logrado llegar a todo el territorio nacional con la campaña -­‐ estimamos que aproximadamente el 50% de la población conoce sobre la campaña. Para lograr esto hemos pasado muchas experiencias bonitas y unas no tan bonitas. Siempre voy a recordar una de mis experiencias no tan bonitas; esta fue la primera vez que sentí totalmente agredida por una señora que vende huevos de tortugas en el Mercado Israel Lewites en Managua. Se abalanzo sobre mí con un balde de agua llena de las vísceras y las escamas de los pescados que vendía en ese momento. ¡Olía tan mal, que aun siento ese olor sobre mi cuerpo! O lo más común de mi trabajo, ir a los diferentes mercados, y en especial al mercado Oriental, la gente siempre junta sus cuchillos muy afilados uno contra otra otro haciendo un sonido de “crac, crrrrr, chirrr”. Sus miradas son intimidantes. Al inicio sentía mucho temor de salir herida o agredida pero hoy en día, ese temor se ha marchado y no es porque ya no lo hagan, si no porque siento que cada vez que entreno a un voluntario o hablo personalmente con los comerciantes dejo algo de las tortugas marinas con ellos y que llegará el momento en cada comerciante deje de vender huevos de tortugas. La campaña me lleva por varios parajes, la ciudad y el campo, donde trabajo igualmente con jóvenes estudiantes, maestros y por supuesto con niños y niñas que habitan en las zonas costeras donde anidan tortugas marinas. Cuando estoy en las escuelas, impartiendo charlas sobre la conservación de las tortugas marinas, sensibilizando a los niños y niñas, enseñándoles la importancia de las tortugas marinas para nuestro mundo, todo es diferente. Te das cuenta que los niños tienen la magia de cambiar este mundo, y que son ellos los que lo harán posible. Los momentos más felices de mi trabajo es cuando voy a la playa, y veo en las manos de un niño una tortuguita siendo liberada al mar. Es ahí cuando siento que nuestro trabajo vale la pena; que no importa cuánto tiempo y esfuerzo le dediques a sensibilizar. Porque al final te das cuenta de lo importante que es educar a la gente y que solo con la educación ambiental y la sensibilización se puede cambiar el destino de las tortugas marinas.