Hubo un tiempo en que para determinadas clases sociales

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Hubo un tiempo en que para determinadas clases sociales (altos
funcionarios del Estado y gentes de alta sociedad) la indignidad y el deshonor
sólo podían lavarse con sangre: la del injuriante o la propia. Era la época de los
duelos y el tiro en la boca. Todavía hoy tenemos ejemplos recientes (hace unos
días el Presidente de Enron, por ejemplo).
Cierto es que esto nunca estuvo bien visto en nuestro país en el que la
cultura judeo-cristiana nos ha venido imponiendo un peculiar sentido de la vida
y la muerte . Aquí nunca ha cabido ni la eutanasia ni el suicido. Hasta no hace
mucho nuestros Códigos penales contemplaban como delito la tentativa de
suicidio, ante la obvia imposibilidad de castigar el suicidio consumado.
Ni lo uno ni lo otro. Pero tampoco podemos admitir que el indigno y el
deshonrado por sus propios actos, adopte actitudes que nos obliguen a los
demás a suicidarnos o a morir de la vergüenza, el asco o la lástima.
La discusión se ha centrado convenientemente en lo accidental (¡qué
remedio!), en la tarara: que si los antecedentes sí, que si los antecedentes no.
Lo realmente esencial es, sigue siendo, si ética, estética y políticamente es
indultable un juez corrupto condenado por Sentencia firme del Tribunal
Supremo de la Nación por dictar a sabiendas resoluciones injustas. Y si
alguien quiere sacar nota puede preguntarse por las motivaciones de tal
decisión.
Todo lo demás es la locura. ¿Alguien se ha planteado qué pensarán los
ciudadanos que deban ser juzgados por él, qué deberán hacer los compañeros
que compartan con él Tribunal y responsabilidad, cómo recibirán los alumnos
de los cursos que imparta, como solía, sus enseñanzas (hace unos días se
dirigía desde una Tribuna en El Mundo a los Jueces recién salidos de la
Escuela)...?. ¿Alguien se ha cuestionado como se van a ver a sí mismos los
jueces de aquí en adelante, cómo van a ser vistos -todos ellos- por la
Sociedad?. ¿Alguien se ha preguntado qué incentivo les queda, si desaparece
el moral del servicio público?.
Creo que lo del asco y la vergüenza no necesitan explicación. La lástima
sí. Por un lado, la A.P .M. -Asociación mayoritaria de los jueces- se negaba a
suscribir un documento sobre el tema con las otras dos Asociaciones: “no es
nuestra guerra...” Por otro, los medios informativos: ríos de tinta brava para
crucificar un supuesto error judicial subsanable, información comedida que no
llega a excitar a la opinión pública para tratar de un delito que ha sido objeto de
condena.
Algo no funciona bien en este país...
por Antonio Seoane
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