Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ARTÍCULO ESPECIAL Hipertensión arterial y síndrome metabólico 81.200 Manuel Luque Otero y Nieves Martell Claros Unidad de Hipertensión. Hospital Clínico San Carlos. Universidad Complutense. Madrid. España. La hipertensión arterial es el principal factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares. En España1 la elevación de la presión arterial es la causante de 1 de cada 4 fallecimientos (1 de cada 2,5 de causa cardiovascular), lo que supone que un adecuado control de la presión arterial debería retardar de manera considerable la presentación de incidentes cardiovasculares. Desde la mitad de la década de los años ochenta se han multiplicado las evidencias de que en el paciente hipertenso se produce una agrupación de factores de riesgo cardiovascular, especialmente dislipemia2,3 y diabetes mellitus4, en una proporción superior a la que se encuentra en los normotensos, lo que sugiere, por una parte, la existencia de mecanismos fisiopatológicos comunes a tales circunstancias clínicas y, por otra, que en el hipertenso el riesgo cardiovascular es elevado y que el tratamiento integral de estos pacientes debe realizarse desde la perspectiva de una intervención multifactorial sobre todos los factores de riesgo, enfatizando en los cambios de estilo de vida indispensables y sobre los que poco más se hace que unas relativamente inútiles recomendaciones en la consulta. En el estudio CLUE5, realizado en más de 4.000 pacientes hipertensos estudiados en las unidades hospitalarias de hipertensión de España, la prevalencia de los factores de riesgo metabólicos, así como de signos de afectación de órganos diana, tales como la hipertrofia ventricular izquierda y microalbuminuria, que a su vez aumentan el riesgo de incidentes cardiovasculares, es elevada: 22% de diabetes, 35% de hipercolesterolemia, 30% de microalbuminuria, 22% de hipertrofia ventricular izquierda por electrocardiograma y 41% de obesidad. En esta muestra de pacientes, en su mayoría tratados, el 28,4% tenía 3 o más factores de riesgo asociados. Concepto de síndrome metabólico Esta agrupación de factores de riesgo, que no sólo se encuentra en los hipertensos sino en personas normales y en proporciones que no determinan la intervención terapéutica, fue denominada por Gerard Reaven en 1988 Síndrome X, y se consideró como su sustrato fisiopatológico un incremento de la resistencia a la insulina6. Durante años, esta constelación de factores de riesgo recibió diversos nombres (el cuarteto de la muerte, el síndrome de insulinorresistencia, dislipemia aterogénica, síndrome dismetabólico) hasta que el National Cholesterol Education Program (NCEP)7 lo definió como síndrome metabólico (SM) de acuerdo con los criterios que aparecen en la tabla 1. Existe otro criterio de definición de la Organización Mundial de la Salud8, que también aparece en la tabla 1, y que Correspondencia: Dr. M. Luque Otero. Unidad de Hipertensión. Hospital Clínico San Carlos. Universidad Complutense. Prof. Martín Lagos, s/n. 28040 Madrid. España. Correo electrónico: mluqueo@telefonica.net 45 es mucho menos utilizado ya que para su definición requiere la realización de determinaciones que no siempre están al alcance del médico de asistencia primaria. De acuerdo con el NCEP, el SM se define por la presencia de 3 de estos criterios. Pero, además, el SM es una situación proinflamatoria, caracterizada por la elevación de las concentraciones plasmáticas de proteína C reactiva ultrasensible, y protrombótica, con aumento de los valores circulantes del inhibidor del activador del plasminógeno (PAI-1), del fibrinógeno, del factor van Willebrand, del factor V y de la trombina, y con incremento de la agregación plaquetaria. Prevalencia del síndrome metabólico En Estados Unidos la prevalencia del SM es de alrededor del 25% y aumenta con la edad9,10. En España, en una muestra de 578 adultos en Canarias11, la prevalencia fue similar a la de Estados Unidos, del 24,4%, y también se encontró un incremento asociado a la edad. Y en Valencia12, en una muestra de 292 personas no diabéticas de entre 25 y 65 años, la prevalencia de SM fue del 31,8%, mayor en varones que en mujeres. Entre los pacientes con hipertensión, la prevalencia del SM es de un 34% en una población italiana con una edad media de 50 años13. Esta prevalencia aumenta en los pacientes mal controlados14, tal vez por el incremento de la resistencia a la TABLA 1 Definición de síndrome metabólico A. Criterios del NCEP (3 o más) Glucosa plasmática Obesidad abdominal Definición 1: cintura Definición 2: cintura Definición 3: IMC Triglicéridos (suero) cHDL Varones Mujeres Presión arterial ≥ 110 mg/dl > 102 cm (varones) > 88 cm (mujeres) > 28,8 kg/m2 ≥ 150 mg/dl < 40 mg/dl < 50 mg/dl ≥ 130/85 mmHg B. Criterios de la OMS 1. Resistencia a la insulina identificada por uno de los siguientes: Diabetes tipo 2 Glucemia elevada en ayunas Intolerancia hidrocarbonada o para aquellos con glucemia basal normal (< 110 mg/dl), captación de glucosa por debajo del menor cuartil en el clamp euglucémico hiperinsulinémico de la población de referencia 2. Más una de las condiciones siguientes: Tratamiento antihipertensivo y/o presiones elevadas (≥ 140 mmHg o ≥ 90 mmHg) Triglicéridos ≥ 150 mg/dl (≥ 1,7 mmol/l) cHDL < 35 mg/dl (< 0,9 mmol/l) en varones o < 39 mg/dl (< 1,0 mmol/l) en mujeres IMC > 30 kg/m2 y/o cociente cintura/cadera > 0,9 en varones, > 0,85 en mujeres Excreción urinaria de albúmina ≥ 20 µg/min o cociente albumina:creatinina > 30 mg/g NCEP: National Cholesterol Education Program; OMS: Organización Mundial de la Salud; cHDL: colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad; IMC: índice de masa corporal. Med Clin (Barc) 2004;123(18):707-11 707 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. LUQUE OTERO M, ET AL. HIPERTENSIÓN ARTERIAL Y SÍNDROME METABÓLICO insulina que se encuentra en la hipertensión refractaria15. En España, nuestro grupo16 ha estudiado la prevalencia de SM en una muestra de 938 personas de la población natural de Aranda de Duero (Burgos) con edades comprendidas entre 35 y 75 años. La selección de la muestra se realizó en función de que fueran hipertensos con o sin tratamiento farmacológico, y se seleccionó también a normotensos con y sin antecedentes familiares próximos de hipertensión arterial. La prevalencia de SM fue del 12% en los normotensos, y aumentó hasta el 29 y el 37% en los hipertensos sin y con tratamiento, respectivamente. Hay que señalar que el 52% de los pacientes hipertensos tratados tomaba diuréticos. La prevalencia era mayor en las mujeres. Cuando se tuvieron en cuenta los componentes del SM, los mejores predictores de la presencia de SM fueron el índice de masa corporal superior a 28,8 kg/m2 y los valores de glucemia superiores o iguales a 110 mg/dl. Significado clínico del síndrome metabólico El SM se acompaña de un aumento del riesgo cardiovascular, tal como se ha demostrado en estudios epidemiológicos realizados tanto en Europa como en Estados Unidos En Finlandia17, el seguimiento de 1.209 varones no diabéticos demostró que la presencia de SM multiplicaba por 3,7 el riesgo de fallecimiento por cardiopatía isquémica, por 3,5 el de fallecimiento por causa cardiovascular y por 3,6 la mortalidad total durante 11 años. Un análisis de los sujetos incluidos en el NHANES III18 también ha encontrado un incremento del riesgo de infarto de miocardio e ictus entre personas de ambos sexos con SM. En los hipertensos con SM el riesgo cardiovascular es mayor que en los hipertensos sin SM, y en un seguimiento de 10 años, aquéllos presentaron casi el doble de episodios cardiovasculares, tanto coronarios como cerebrovasculares, incluso tras ajustar los factores de riesgo cardiovascular clásicos13. Además, los datos del estudio de San Antonio19 han demostrado que la presencia de SM se asocia a una mayor incidencia de diabetes mellitus, una situación que incrementa notablemente el riesgo cardiovascular. En el seguimiento medio de 8 años, el riesgo de presentar diabetes en los sujetos con SM fue 6 veces superior a los que no lo presentaban, y tras ajustar todos los factores de confusión, incluida la presencia de intolerancia hidrocarbonada, el riesgo era todavía 3 veces mayor, y se incrementaba según lo hacía el índice de masa corporal. Por lo tanto, la significación clínica del SM (incremento del riesgo cardiovascular y de la incidencia de diabetes mellitus) es muy importante, y tiene mayor valor cuando se establece el diagnóstico sin que ninguno de sus componentes haya alcanzado grados decididamente patológicos, entendiendo como tal grados de intervención farmacológica. Es en ese momento cuando la presencia del síndrome indica la adopción de actitudes terapéuticas bien definidas en lo que se refiere a las modificaciones de los hábitos para reducir peso e incrementar el ejercicio físico sin que haya todavía ninguna recomendación específica de carácter farmacológico en estas circunstancias, cuando ninguno de los componentes del SM alcanza grados considerados «patológicos». Patogenia del síndrome metabólico En la patogenia del SM la resistencia a la insulina ocupa un lugar fundamental, aunque también tienen un papel importante la obesidad y la distribución abdominal de la grasa, que suelen acompañarse de un incremento de la resistencia a la insulina. El exceso de tejido adiposo resulta en un incremento de la circulación de ácidos grasos libres (que se 708 Med Clin (Barc) 2004;123(18):707-11 acumulan en el músculo y el hígado aumentando la resistencia a la insulina), de citocinas (como la proteína C reactiva) que expresan un estado proinflamatorio, de PAI-1 (expresión de un estado protrombótico) y reducción de los valores circulantes de adiponectina que se correlacionan con un mal perfil de los factores de riesgo metabólicos20. La resistencia a la insulina ocupa un lugar principal en la patogenia del SM. En el estudio Bruneck21 se evaluó la resistencia a la insulina mediante el HOMA (Homeostasis Model Assessment), que la calcula a partir de los valores basales de glucemia e insulinemia y es de gran utilidad en los estudios epidemiológicos, y encuentra una prevalencia muy elevada de ésta en muchos de los componentes del SM. Se encontró resistencia a la insulina en el 66% de los sujetos con intolerancia hidrocarbonada, en el 84,2% de los sujetos con hipertrigliceridemia, en el 88% de los sujetos con concentraciones bajas de colesterol ligado a lipoproteínas de alta densidad (cHDL), en el 84% de los diabéticos tipo 2 y en el 58% de los hipertensos. La prevalencia de resistencia a la insulina alcanzó el 95% en los sujetos que presentaban conjuntamente intolerancia hidrocarbonada o diabetes tipo 2, dislipemia, hiperuricemia e hipertensión. Mucho antes, en Italia, Zavaroni et al22 habían descrito que en sujetos normales cuya respuesta a la insulina durante una prueba oral de tolerancia a la glucosa era elevada se encontraban presiones arteriales, glucemia y concentraciones de triglicéridos más altas y concentraciones de cHDL más bajas que en los sujetos con una respuesta menor de insulina en la prueba oral de tolerancia a la glucosa. En el seguimiento del estudio de San Antonio, los sujetos que estaban en el cuartil superior de la distribución de la insulina basal, es decir, los que presentaban mayor resistencia a la insulina, tuvieron una mayor incidencia de hipertensión, diabetes tipo 2, hipertrigliceridemia y concentraciones bajas de cHDL que los que estaban en el primer cuartil de la distribución de insulina23. Nuestros resultados en la población del área de Aranda de Duero16 muestran que tanto el valor absoluto de HOMA como la prevalencia de HOMA superior a 3,8 (valor que indica la resistencia a la insulina) es significativamente superior en los sujetos con SM. Para mantener la euglucemia en presencia de resistencia periférica a la insulina, la célula betapancreática segrega más insulina, lo que produce un hiperinsulinismo que puede conducir a un agotamiento funcional de la célula beta y al desarrollo de diabetes mellitus. Por este mecanismo básico, la resistencia a la insulina puede conducir a la diabetes. Efecto de los fármacos antihipertensivos sobre la resistencia a la insulina y desarrollo de diabetes mellitus La posibilidad de que el tratamiento antihipertensivo con diuréticos y/o bloqueadores beta aumentara la incidencia de diabetes mellitus ya se demostró en los años ochenta24,25. En un estudio realizado en Suecia la incidencia de diabetes en mujeres controladas durante 12 años y tratadas con diuréticos, bloqueadores beta y la combinación de ambos fue 3, 5 y 11 veces superior, respectivamente, que en las mujeres que no recibieron ningún fármaco. A finales de los años ochenta una serie de brillantes estudios del grupo de Lithell26 pusieron de manifiesto que los distintos grupos de antihipertensivos tenían efectos diferentes sobre la sensibilidad a la insulina, de tal forma que mientras diuréticos y bloqueadores beta la reducían, los bloqueadores alfa, inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina y antagonistas de los receptores de la angiotensina II la incrementaban. 46 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. LUQUE OTERO M, ET AL. HIPERTENSIÓN ARTERIAL Y SÍNDROME METABÓLICO En los estudios realizados en hipertensos, en los que se compara el tratamiento basado en diuréticos y bloqueadores beta con el basado en los «nuevos» fármacos antihipertensivos (antagonistas del calcio, inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina y antagonistas de los receptores de la angiotensina II27) se ha encontrado una significativa reducción de la incidencia de diabetes mellitus en los pacientes tratados con los «nuevos» fármacos, en comparación con los tratados con los fármacos más antiguos (tabla 2)28-36. La reducción de la incidencia oscila entre el 14 y el 32%. Indudablemente, parte de tal diferencia puede explicarse por los efectos adversos de diuréticos y bloqueadores beta sobre la resistencia a la insulina, pero también existen indudables efectos positivos de los nuevos fármacos que pueden contribuir a explicar esta menor incidencia de diabetes, como lo sugieren los resultados encontrados en los estudios HOPE28 y CHARM29, en los que se comparaban, en el primero en sujetos de alto riesgo y en el segundo en pacientes con insuficiencia cardíaca y función sistólica conservada, los efectos del ramipril y candesartán, respectivamente, frente a placebo. Y la menor incidencia de diabetes encontrada en el VALUE30 en los hipertensos de alto riesgo tratados con valsartán en comparación con amlodipino sugiere, definitivamente, que antagonizar la actividad del sistema renina angiotensina tiene efectos positivos sobre la resistencia a la insulina y el desarrollo de diabetes mellitus. Dos estudios recientes apoyan esta hipótesis. En el estudio CROSS37 en pacientes hipertensos obesos el tratamiento con candesartán reducía la actividad simpática y aumentaba la sensibilidad a la insulina de manera significativa respecto a hidroclorotiazida. Y en el estudio ALPINE38 en hipertensos tratados con hidroclorotiazida y atenolol frente a candesartán y felodipino, pese a que los efectos sobre la presión arterial fueron similares, los efectos metabólicos fueron muy diferentes: en el grupo tratado con el diurético las concentraciones de glucemia, triglicéridos, colesterol ligado a lipoprotínas de baja densidad (cLDL), apolipoproteína B, insulina basal e índice de resistencia a la insulina HOMA fueron significativamente superiores que en el grupo tratado con el antagonista del receptor de la angiotensina II. Al final del seguimiento de 1 año no sólo la prevalencia de SM era mayor en los tratados con el diurético, sino que en ellos la incidencia de diabetes había sido del 4%, mientras que en los tratados con el ARA II había sido del 0,5%. Estos resultados tienen una enorme importancia para el tratamiento diario de los hipertensos, pues aunque ninguno de los grandes estudios comparativos de diferentes antihipertensivos estaba específicamente diseñado para comparar la incidencia de diabetes, la concordancia de todos los resultados demuestran un importante efecto diferencial de los fármacos antihipertensivos sobre el metabolismo hidrocar- bonado y, desde un punto de vista práctico, sugieren que no se deberían utilizar diuréticos y bloqueadores beta como fármacos para iniciar el tratamiento antihipertensivo en pacientes con SM. Mecanismos del aumento de la sensibilidad a la insulina por acción de los antagonistas del sistema renina-angiotensina Se ha sugerido que los fármacos que reducen el flujo arterial periférico, porque aumentan las resistencias periféricas, como los bloqueadores beta, dificultan que se incremente el flujo arterial durante el hiperinsulinismo y, así, reducen la sensibilidad a la insulina. Por el contrario, los vasodilatadores producirían un incremento del flujo arterial y de la sensibilidad a la insulina39. Muy recientemente se ha propuesto que dado que obesi-dad, resistencia a la insulina, intolerancia hidrocarbonada y diabetes mellitus tienen en común un incremento del estrés oxidativo, su reducción con los nuevos fármacos antihipertensivos sería la explicación más razonable a sus efectos favorables sobre la sensibilidad a la insulina y la menor incidencia de diabetes40. Cada vez se tienen más evidencias de la importancia del sistema renina angiotensina del tejido adiposo en la patogenia de la resistencia a la insulina y del SM. En animales se produce un incremento de la formación de angiotensinógeno y de angiotensina II cuando aumenta la ingesta calórica. Esta angiotensina II tiene un efecto antiadipogénico en los preadipocitos en humanos, ya que impide la maduración de los adipocitos jóvenes sensibles a la insulina y mantiene los adipocitos viejos resistentes a ella, y limitan la capacidad de almacenar triglicéridos en las células adiposas, con lo que se acumulan en hepatocitos y células musculares. Los inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina y los antagonistas de receptores de angiotensina II romperían esta cadena de acontecimientos y tendrían efectos favorables sobre la resistencia a la insulina y el SM41. Antagonistas de los receptores de angiotensina II con actividad agonista sobre los receptores PPAR-γ Existe una amplia evidencia de que la actividad de los receptores nucleares gamma activadores de la proliferación de los peroxisomas (PPAR-γ) tiene un papel importante en la regulación del metabolismo hidrocarbonado y lipídico, y de que las sustancias con actividad agonista sobre éstos (las glitazonas) aumentan la sensibilidad a la insulina, y reducen las concentraciones de triglicéridos y el riesgo de arteriosclerosis42-44, por lo que se utilizan en el tratamiento de la diabetes tipo 2 con resultados excelentes y escasos efectos secundarios. Adicionalmente, en modelos animales se TABLA 2 Incidencia de nuevos casos de diabetes mellitus en seguimientos de grupos de pacientes tratados con diferentes pautas Estudio Seguimiento (años) CAPPP31 INSIGHT32 LIFE33 SCOPE34 VALUE30 INVEST35 ALLHAT36 ALLHAT36 HOPE28 CHARM29 6,1 4,5 4,8 3,7 5 2,7 4,9 4,9 5 3 Nuevos casos (diuréticos, bloqueadores beta) 380 (7%) 176 (5,6%) 319 (8%) 130 (5,3%) 847 (16,4%)a 176 (7,7%) 1769 (11,6%) 1769 (11,6%) 155 (5,4%)d 45 (3%)d Nuevos casos (AC, IECA, ARA II) 337 (6%) 136 (4,3%) 241 (25%) 106 (4,3%) 688 (13,1%)b 136 (6,6%) 886 (9,8%)a 733 (8,1%)c 102 (3,6%) 77 (5,1%) Riesgo relativo (diuréticos, bloqueadores beta frente a otros) 14% 23% 25% 23% 23% 24% 16% 31% 34% 40% a Amlodipino. bAntagonista receptor de angiotensina II. cInhibidor de la enzima de conversión de la angiotensina. dPlacebo. AC: antagonistas del calcio; IECA: inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina; ARA II: antagonistas de los receptores de la angiotensina II. 47 Med Clin (Barc) 2004;123(18):707-11 709 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. LUQUE OTERO M, ET AL. HIPERTENSIÓN ARTERIAL Y SÍNDROME METABÓLICO ha encontrado que los efectos de la angiotensina II que elevan la presión arterial (disfunción endotelial y remodelado de pequeñas arterias de resistencia) son antagonizados por agonistas de los receptores PPAR-γ, lo que sugiere que la angiotensina II y el PPAR-γ comparten vías y señales celulares que pueden ser importantes para explicar las acciones metabólicas de la angiotensina II44. Recientemente45 se ha publicado la excitante evidencia de que el telmisartán, un antagonista de los receptores de la angiotensina II (ARA II), muy utilizado en el tratamiento de la hipertensión arterial, tiene una actividad agonista parcial de los PPAR-γ, modula la expresión de estos receptores e induce a adipogenia en cultivos celulares animales a concentraciones que se alcanzan en el plasma al administrar dosis usuales terapéuticas, y a las que otros ARA II no tienen ningún efecto. En un modelo animal de resistencia a la insulina, la rata alimentada con una dieta alta en grasas y en carbohidratos, el telmisartán redujo las concentraciones plasmáticas de glucosa, insulina y triglicéridos significativamente más que el losartán, y también redujo más el área bajo la curva de insulina durante la prueba oral de tolerancia a la glucosa, y el aumento de peso de los animales también fue menor. Todo esto sugiere que el telmisartán, además de ser un ARA II, tiene una actividad agonista parcial de los receptores PPAR-γ, que es el mecanismo por el cual las glitazonas sensibilizan a la acción de la insulina y se utilizan en el tratamiento de la diabetes tipo 2. Esta atractiva propiedad del telmisartán parece estar ligada a cierta similitud estructural entre su molécula y la de los agonistas PPAR-γ utilizados en el tratamiento de la diabetes, de tal forma que el telmisartán, pero no otros antagonistas de los receptores de la angiotensina II, es capaz de activar el PPAR-γ a concentraciones que son las alcanzadas en el plasma de los pacientes tratados con el fármaco. Es cierto que la tolerabilidad de los ARA II es muy buena y mejor que la de las glitazonas (que se pueden relacionar con ciertos efectos secundarios aunque poco frecuentes y fácilmente manejables). Pero dado que la activación del receptor con telmisartán es importante pero parcial (el 25-30% de la obtenida con glitazonas), no debe entenderse que el telmisartán podría ocupar el lugar de estos fármacos en el tratamiento de la diabetes y de otros trastornos relacionados con el incremento de la resistencia a la insulina. Aunque el telmisartán atenúa la activación que induce el agonista solo, no interfiere con los efectos terapéuticos de la tiazolidinadiona cuando se administran simultáneamente y, por tanto, no afecta a su eficacia. Visto esto y dados los efectos de cada uno de estos fármacos (glitazona y telmisartán), parece razonable esperar una especial utilidad de su combinación en el tratamiento del hipertenso diabético, y futuros ensayos clínicos deberían explorar esta posibilidad. Las implicaciones clínicas de este hallazgo son notables dada la importancia que tienen la actividad del sistema renina angiotensina y la activación de los receptores PPAR-γ (aumentando la sensibilidad a la insulina) en la afectación de los órganos diana, las concentraciones plasmáticas de lípidos y las alteraciones del metabolismo hidrocarbonado que con tanta frecuencia se encuentran asociadas en la hipertensión y que contribuyen al elevado riesgo cardiovascular de ésta. El telmisartán podría ser el fármaco más adecuado para el tratamiento del hipertenso con SM, en el que la incidencia de diabetes mellitus es muy elevada. Mientras se realiza un estudio específicamente diseñado con esa finalidad, en el ensayo ONTARGET46, en el que se comparan las tasas de episodios cardiovasculares en hipertensos de alto riesgo tratados con telmisartán, ramipril o la combinación de ambos, también se podrá comparar la incidencia de diabetes, uno de los objetivos secundarios del estudio. 710 Med Clin (Barc) 2004;123(18):707-11 En definitiva, disponer de fármacos de acción múltiple, como telmisartán, que antagonicen el sistema renina angiotensina y tengan un efecto agonista, aunque parcial, sobre los receptores PPAR-γ, representa la posibilidad de controlar la presión arterial y la afectación de los órganos diana reduciendo el riesgo de desarrollar diabetes mellitus. Esta interesante perspectiva, en el marco de un incremento de la prevalencia de obesidad, SM y sus consecuencias cardiovasculares, deberá desarrollarse en futuros estudios diseñados con estos objetivos. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. 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