Textos 13.1. A su Majestad la Reina Gobernadora: "Señora, vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad de la Nación, no es tan sólo cumplir una promesa solemne y dar una garantía positiva a la deuda nacional, es abrir una fuente abundantísima de felicidad pública; vivificar una riqueza muerta, desobstruir los canales de la industria y de la circulación; apegar al país por el amor natural y vehemente a todo lo propio; ensanchar la patria, crear nuevos y fuertes vínculos que liguen a ella; es, en fin, identificar con el trono excelso a Isabel II, símbolo de orden y de la libertad. No es, Señora ni una fría especulación mercantil, ni una mera operación de crédito. . . El decreto que vaya a tener la honra de someter a la augusta aprobación de V. M. sobre la venta de bienes adquiridos ya por la nación, así como en su resultado material ha de producir el beneficio de minorar la fuerte suma de la deuda pública, es menester que en su objeto y aun en los medios por donde aspire a aquel resultado, se encadene, se funde en la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoye principalmente en el triunfo completo de nuestras actuales instituciones. Art.1: Quedan declarados en venta desde ahora todos los bienes raíces de cualquier clase que hubiesen pertenecido a las comunidades y corporaciones religiosas extinguidas y los demás que hayan sido adjudicados a la nación por cualquier título o motivo y también todos los que en adelante lo fueren desde el acto de su adjudicación. Art.2: Se exceptúan de esta medida general los edificios que el gobierno destine para el servicio público o para conservar monumentos de las artes o para honrar la memoria de hazañas nacionales (..) Art 10 El pago del precio del remate se hará de no de estos dos modos: o en títulos de deuda consolidada o en dinero en efectivo Art 11: Los títulos de deuda consolidada que se dieren en pago del importe del remate se admitirán por todo su valor nominal (..) Real Decreto de 19 de Febrero de 1.836 Juan Álvarez de Mendizábal ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------I-Se declaran en estado de venta, con arreglo a las prescripciones de la presente ley, y sin perjuicio de cargas y servidumbres a que legítimamente estén sujetos, todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros pertenecientes: al Estado, al clero, a las órdenes militares..., a cofradías, obras pías y santuarios, al secuestro del ex infante Don Carlos, a los propios y comunes de los pueblos, a la beneficencia, a la instrucción pública. Y cualesquiera otros pertenecientes a manos muertas, ya estén o no mandados vender por leyes anteriores... III- Se procederá a la enajenación -expropiación- de todos y cada uno de los bienes mandados vender por esta ley, sacando a pública licitación las fincas a medida que lo reclamen sus compradores... Los compradores de las fincas quedan obligados al pago, en metálico de la suma que se les adjudique... VI- Los compradores de las fincas o suertes quedan obligados al pago en metálico de la suma en que se les adjudiquen en la forma siguiente: primero, al contado el 10 por 100; segundo, en cada uno de los dos primeros años siguientes, el 8 por 100; tercero en cada uno de los diez años intermedios, el 6 por 100. De forma que el pago se complete en quince plazos y catorce años. (..) XII- Los fondos que se recauden a consecuencia de las ventas realizadas en virtud de la presente ley Ley de Desamortización. (1 de mayo de 1855) Yo, la Reina- El Ministro de Hacienda, Pascual Madoz ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------1. Resume con brevedad y concisión el contenido del texto 2. Señala y argumenta los contenidos fundamentales del texto 3. Responde a las siguientes cuestiones: a) Motive las necesidades por las que Mendizábal y ahora Madoz recurren a esta ley b) ¿Qué consecuencias tuvo el proceso al que se refiere el texto para la España del s. XIX? --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------El problema básico consistió en la inadaptación del sistema político y social a las nuevas realidades económicas planteadas después de la pérdida de las posesiones continentales de América (…) Para desarrollarse, la industria decimonónica debería haber contado con un mercado interior en estado de formación avanzado. Este mercado hubiera exigido, a su vez, un cierto grado de división del trabajo. Al fallar ambas condiciones, cada sector hubo de desenvolverse por su cuenta, sin llegar a componer, entre todos, una verdadera economía nacional. La hulla de Asturias no encontraba compradores, en tanto que por falta de carbón, los campesinos de tierras de pan llevar quemaban en los hogares la paja tan necesaria para el abonado de los predios: estancamiento del sector energético y tradicionalismo del sector agrario, incapaces de darse recíprocamente la mano que unos y otros necesitaban. Los granos castellanos se pudrían en los graneros del interior, mientras Cataluña o Valencia gastaban cantidades ingentes en la adquisición de trigos extranjeros. J. Nadal: El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913 1. ¿Qué condiciones según Nadal le faltaron a España para lograr su desarrollo industrial? 2. ¿Qué características mantendrá la actividad agrícola del s. XIX? ¿Y el sector energético? Texto Las causas de la crisis ferroviaria “Que la situación de las compañías ferroviarias era mala lo sabia todo el mundo. Había razones externas y visibles que no escapaban a nadie. En primer lugar, el grado de desarrollo económico del país no permitía grandes esperanzas. La articulación interior del mercado era tan deficiente que se contaba con tan solo 3 km de carretera por cada km de línea férrea, mientras que en Francia la relación era de 40km de carretera por km de vía. Con poco tráfico, el servicio de las compañías resultaba costoso, lo que a su vez, incidía en la contracción del transporte ferroviario (…) La dispersión de la población y la competencia de la navegación de cabotaje completaban el cuadro de obstáculos que los nacientes ferrocarriles no habían conseguido vencer. Este fracaso incidía sobre las deficiencias financieras de las compañías. Se sabía cuál era el capital que se había empleado en su construcción a finales de 1866 se estimaba en 727 millones de escudos (o 7.279 millones de reales) dividido en 280 millones en acciones, 320 millones de obligaciones y 127 millones de subvenciones del Gobierno (una quinta parte aprox de los costes de construcción) Pero estas eran las cifras oficiales. La verdad era muy distinta. La verdad era que los grandes beneficios se habían hecho con la construcción de la red, se habían presentado unos presupuestos de construcción oficiales que luego no se cumplieron. Las líneas costaron mucho más, lo que permitió que los contratistas hiciesen grandes fortunas. Las compañías, ante la imposibilidad de seguir emitiendo unas obligaciones de las que el público comenzaba a desconfiar, tuvieron que negociar con algunos banqueros préstamos considerables, que se les concedieron a intereses casi usurarios, y tras haberse asegurado, con garantías personales de los administradores, lo que haría que sus intereses fuesen atendidos antes que de los de obligacionistas o accionistas. Esta creación de una deuda oculta e inconfesada era ilegal, pero el Gobierno la toleró y los poseedores de títulos de las compañías la ignoraban. Así se daba el caso de que, aunque los resultados económicos de las compañías eran malos, no lo eran tanto como para desatender a los obligacionistas, cuyos intereses debían ser los primeros en pagarse, de acuerdo con la ley. La carga de los empréstitos ocultos, no confesados en los estados de cuentas de las compañías devoraba todos los posibles beneficios. La consecuencia fue que los pésimos resultados económicos de las compañías y el incumplimiento de los compromisos que habían contraído con los inversores produjeron su descrédito, que se reflejó en el desplome de sus acciones en la Bolsa. Las proporciones del desastre serán impresionantes” J. Fontana Cambio económico y crisis política en la España del s. XIX