El G-7 da un primer paso para perdonar la deuda a los países más

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El G-7 da un primer paso para perdonar la deuda a los países más pobres
El G-7 da un primer paso para perdonar la deuda a los países más
pobres
A pesar de todos los recelos norteamericanos, el G-7 avanzó anteayer en la idea de perdonar "hasta el 100%" de
la deuda de los países africanos más pobres y endeudados con los organismos multilaterales y que suma 65.000
millones de dólares.
Estados Unidos, la mayor potencia económica del mundo, vino con el puño cerrado a la reunión del grupo de los siete
países más desarrollados (G-7). Los norteamericanos, a pesar de todos los favores que deben a Tony Blair por su apoyo
en la guerra de Iraq, se negaron a respaldar el proyecto británico de un plan Marshall para África valorado en 100.000
millones de dólares repartidos a lo largo de una década.
El compromiso al que llegaron los ministros de finanzas del G-7 consiste en un "acuerdo de principio", todavía no
concretado, para cancelar el 100% de la deuda de los países más pobres y endeudados. En la lista de beneficiarios, que
establecerá el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, podrían figurar hasta treinta y siete estados, muchos
de ellos del África subsahariana. El titular de finanzas británico, Gordon Brown, puso la mejor cara posible al chasco de
la tacañería estadounidense (más evidente aún si se considera el coste de la guerra de Iraq y a pesar de contar con un
excelente abogado para su causa en la persona de Nelson Mandela). "La reunión que acaba de concluir en Londres
-afirmó- pasará a la historia como la primera en que se perdona la totalidad de la deuda a las naciones más pobres".
El pretexto aducido por el subsecretario del Tesoro norteamericano, John Taylor, para no participar en el plan Marshall
es que supone una suma "demasiado ambiciosa" que "no encaja en los actuales presupuestos". A su juicio, Washington
es ya lo bastante generoso con los países africanos, al haber aumentado de 1.100 a 4.600 millones su ayuda desde el
2001, y prefiere el reciclaje de los préstamos en donaciones en vez de conceder más créditos. La fricción entre la
delegación británica y norteamericana fue evidente, lo que es lógico si se tiene en cuenta que la Administración Blair ha
hecho de la ayuda a África y del cambio climático los temas estelares de su presidencia del G-8, que culminará con la
cumbre de julio en Glenagles (Escocia). Bush parece dispuesto a torpedear ambas iniciativas.
Washington y Londres coincidieron, en cambio, en que el plan Marshall para el continente africano, que Brown propone
financiar vendiendo parte de las reservas en oro del Fondo Monetario Internacional, no requiere necesariamente la
participación de Estados Unidos. Hilary Benn, ministro de Ayuda al Desarrollo y Cooperación Internacional británico,
declaró desafiante que "de aquí al año que viene se va a encontrar el dinero de una manera u otra". Los ministros del
G-7 accedieron a aplazar el pago de los intereses de la deuda de los países afectados por el tsunami hasta finales del
2005, un gesto que según algunos observadores podría haber sido bastante más generoso habida cuenta de las
dimensiones de la tragedia.
El comunicado del G-7 pide una mayor flexibilidad en los tipos de cambio, una clara referencia al yuan chino, que está
vinculado al dólar en vez de flotar libremente. Los ministros reiteraron la advertencia de hace un año en Boca Ratón
(Florida), recordando que un exceso de volatilidad y movimientos cambiarios desordenados no son deseables para
mantener un crecimiento económico que sigue siendo "robusto", a pesar de algunos "desequilibrios globales". Los
norteamericanos reiteraron su voluntad de reducir su déficit fiscal y su desequilibrio por cuenta corriente.
El director gerente del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, se comprometió ayer a presentar propuestas en
sus reuniones de primavera para movilizar parte de sus impresionantes reservas de oro -103 millones de onzas- y
conseguir financiación para el alivio y en algunos casos el perdón de "hasta el 100%" de las deudas de los países pobres
altamente endeudados básicamente con esta institución, el Banco Mundial y los bancos regionales de ayuda al
desarrollo.
Fue Brown, obviamente, el encargado de recordar que los representantes del G-7 no estaban en desacuerdo con la idea
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de utilizar parte de las reservas de oro depositadas en el FMI (hasta un 25% de las cuotas de los 184 países miembros se
aportan en el metal amarillo, una garantía de solvencia para los nostálgicos del patrón oro).
Londres defiende una operación contable porque buena parte de los 100 millones de onzas figuran en el balance del
Fondo Monetario a 40 dólares la onza (8.500 millones de dólares en total) cuando su valor en el mercado, donde la onza
vale 420 dólares, ronda los 42.000 millones de dólares. El FMI suele resistirse a pesar de que el oro no renta intereses.
La Vanguardia
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