de adquirir suficiente intensidad para vencer la resistencia que las masas superiores oponían a su acción. Esta fuerza rompió las capas de basalto y conglomerados, que alcanzaban mucho espesor en el fondo del mar, y las elevó por encima de la superficie de las aguas en forma de inmensos cráteres Después del levantamiento de tal masa, una parte, por lo menos, cayó sobre sí misma y cerró bien pronto la abertura por la cual la acción volcánica se había abierto paso. De este levantamiento no resulta, pues, un volcán pro­ piamente dicho. Pero en medio de uno de estos cráteres de levantamiento se elevó una cúpula inmensa de traquita que forma el pico; una comunica­ ción permanente se estableció entonces entre la atmósfera y el interior de la tierra, y por esta abertura se escapan incesantemente enormes masas de vapor." Prescindiendo de su manera de interpretar los fenómenos volcánicos, hay que admirar en todos estos geólogos la intuición que les hizo aproximarse extraordinariamente a teorías mucho más modernas y basadas en datos y observaciones que ellos no pudieron conocer. Esa fuerza interna que rompió las enormes capas basálticas de los fondos submarinos, originando el levan­ tamiento gradual e independiente de las diversas islas, viene a coincidir casi exactamente con la última hipótesis que expondremos y que, a nuestro jui­ cio, resuelve más acertadamente el problema del origen del Archipiélago Canario. El inconveniente fundamental de estos autores es que se limitan a exponer la manera de cómo pudieron surgir las islas, sin intentar explicar las causas que motivaron tales elevaciones y sin relacionarlas con ninguna teoría general de formación de la actual arquitectura terráquea. Estos obs­ táculos quedan salvados por la tan discutida teoría de "los bloques conti­ nentales a la deriva", debida al geólogo Alfred Wegener. Se apoya este autor en el principio isostático establecido por la geofísica, según el cual la corteza superficial de la tierra, formada por rocas ligeras, flota sobre un substrato magmático algo más denso. Admite, por tanto, la distinta naturaleza de los bloques continentales y de las materias que cons­ tituyen la inmediata zona inferior del globo. Los primeros, de un espesor que oscila entre los 50 y 300 kilómetros, se mantienen a manera de icebergs en el magma inferior más pesado, del que emergen unos 5 kilómetros como valor medio, quedando al descubierto en los grandes fondos oceánicos. Siguiendo la nomenclatura de Suess, llama S I M A al conjunto de rocas básicas pesadas, en el que predominan los basaltos, que constituyen el medio inferior. La palabra está formada por las primeras sílabas de sus dos com­ ponentes esenciales, silicio y magnesio. A los bloques superiores errantes, formados por rocas acidas ligeras, cuyos principales representantes son el gneis y el granito, que constituyen el basamento de los continentes. Suess les dio el nombre de SAL. Para evitar confusiones con esta palabra de signifi-