PIERRE GRELOT OSEAS, PROFETA DEL AMOR CONYUGAL Osée, prophète de l'amour conyugal, L'anneau d'or, 110 (1963) 113-119. Oseas es el primero que " mediados del siglo VIII a. C. brevemente, pero con fuerza, usa del "símbolo nupcial" para trasmitir el mensaje al pueblo escogido. ¿Cómo es que hasta tan tarde no aparece este símbolo en la tradición bíblica? La razón es histórica. El paganismo de los pueblos vecinos a Israel proyecta en sus dioses una teología antropocéntrica, incluyendo las experiencias sexuales del hombre; así por ejemplo: hay dioses y diosas, matrimonios entre ellos... Se crea, pues, una mitología arquetipo de lo que sucede "aquí abajo". Ven también estos pueblos en la divinidad a esas fuerzas misteriosas gobernadoras de los fenómenos cósmicos, y de esta doblé visión sale la concepción y el culto a la "diosa madre" y al "dios fecundante", culto de mucha importancia en un medio ambiente agrícola y pastoril, y, por tanto, culto que se enfoca en un aspecto casi estrictamente utilitario, al servicio del hombre, culto que tiene más de magia que de religión y que crea prácticas degradantes, vgr. la prostitución sagrada al. servicio de la diosa amor... a fin de conseguir que los fenómenos naturales, lluvias, calor, fecundidad de la tierra se rijan de modo satisfactorio. Es por esto que la Revelación bíblica reacciona fuertemente contra tales perversiones cúlticas con negaciones muy significativas y prohibiciones prácticas. Negaciones como la de que Dios no es un principio cósmico superior, en medio de otros, sino que Él los ha creado y los gobierna a todos. Dios no tiene sexo, sino que está solo en su esfera y sólo Él merece la adoración y la oración del hombre. Dios no puede ser coaccionado por magias y prácticas religiosas, sino que Él dispone de las cosas y los hombres. El culto tiene el fin de poner a los hombres al servicio de Dios y no a Dios al servicio de los hombres. Tales negaciones explican la prohibición de "imágenes talladas", del culto a los ídolos, de ritos mágicos o sexuales, ya que todo esto tiene como base la concepción del politeísmo y una situación de privilegio del hombre frente a la divinidad. Yahvé es un Dios personal, manifestado por la Revelación, y no una fuerza inmanente que se manifiesta por fenómenos naturales. He aquí la gran afirmación bíblica. Para expresar las relaciones con este Dios, la religión mosaica no usa de los simbolismos que le ofrece la naturaleza, sino que prefiere utilizar aquellos que se entresacan de las relaciones humanas, tal es vgr. "la Alianza". Alianza que constituye al Pueblo de Dios, y que no es un simple trato jurídico de vasallaje sino que muestra al Dios Padre (Ex 4,2223; Os 11,1), a quien se le adora, se le teme y se le ama con familiaridad. Matrimonio de Oseas Ahora bien, con Oseas aparece, el "símbolo nupcial" en la Biblia, pero de un modo original, pues no hay ninguna especulación abstracta sobre Dios, sino que aprovecha las experiencias matrimoniales personales, hechas bajo la inspiración divina, como símbolo del mensaje. Hay dificultad en reconstruir con precisión la historia matrimonial de Oseas y de coordinar las dos narraciones que tenemos en Os 1,2-8 y 3,1-4. PIERRE GRELOT En la primera, Oseas toma por esposa una "mujer de prostitución" que le dará "hijos de prostitución" con los nombres simbólicos de "no-amado" y "no-mi-pueblo". Todo ello es símbolo; según el profeta, de las relaciones entre Yahvé e Israel, que abandona al Dios verdadero para darse al culto de Baal y Astarté. Israel se prostituye y Dios repudia su paternidad. En la segunda, el profeta recibe la orden de "amar a una mujer amada de un amigo y adúltera" para significar el amor de Dios a los israelitas infieles. Oseas adquiere a esta mujer a precio de plata, la somete a una prueba purificadora largo tiempo ("permanecerás muchos días sin prostituirte ni tendrás trato con ningún hombre", 3,3) y finalmente la toma consigo. Simbolismo magnífico de la purificación necesaria, al final de la cual los israelitas reencontrarán la familiaridad con Dios. El sentido general de las dos narraciones es claro, pero quedan algunas dificultades críticas que pueden aclarar más el texto. Por ejemplo: Oseas ¿se casó dos veces con dos mujeres diferentes, Gomar ¡la mujer de prostitución" y otra, o bien se trata de la misma mujer, desposada, repudiada después (sin duda por una fuga o un divorcio) y vuelta a tomar al fin? Esta segunda interpretación parece la más ajustada a los datos bíblicos y la que corresponde a la larga explicación del símbolo que se encierra en el cap. 2, mensaje no de amenaza y de castigo, sino de misericordia y de restauración. Amor nupcial de Dios El cap. 2 de Oseas nos proporciona una imagen de la Historia del Pueblo escogido desde la salida de Egipto hasta los últimos tiempos, de la historia de las relaciones de Dios con su pueblo, de una Alianza sellada, vio lada y restaurada; de un amor sellado por el matrimonio, destrozado por la infidelidad de la esposa y restaurado por la misericordia del esposo. Las dos imágenes se podrían superponer, pero en la segunda, Oseas añade el matiz que podríamos llamar "Corazón de Dios". En todo matrimonio humano, que es contrato y "alianza", se pueden considerar dos aspectos, una desigualdad, el varón es el jefe de la familia, mientras que la mujer, que es tomada en matrimonio y que ve protegida su debilidad, le debe obediencia. La desigualdad se funda en la diversidad de sexos. Pero no impide que haya una igualdad de amor, que marido y mujer se deseen y se entreguen hasta llegar a convertirse en "una sola carne". Tal es la imagen del amor que Dios tiene a los hombres, que se revela en la "Alianza" con Israel. Es por ahí, por donde se llega a entender la naturaleza profunda del pecado, del pecado por excelencia, que es el desprecio de Dios y el conceder categoría divina a cosas y principios que no son Él porque cuando Israel peca no rompe sólo un plan jurídico de pactos, ni incluso es sólo la desgracia de un amor paterno despreciado, sino que también es el drama de un amor conyugal herido y fracasado. Ella dijo: "Me iré tras de mis amantes PIERRE GRELOT que ellos me dan mi pan y mi agua mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida... No ha querido reconocer que era Yo quien le daba el trigo, el mosto y el aceite... " (2,7-10) La humanidad cegada por el materialismo usa de todos los medios -prácticas mágicas, cultos de fecundidad o técnicas científicas- para procurarse los bienes de aquí abajo escapando a las exigencias costosas del Dios vivo. Pero esta humanidad adúltera va a saber por experiencia el precio de abandonar a Dios, al Esposo burlado y que se queja amargamente. "Ni ella es más mi mujer, ni Yo soy más su marido... No amaré más a sus hijos puesto que son hijos de prostitución... Por eso voy a recobrar mi trigo a su tiempo y mi mosto a su sazón, y me tomaré mi lana y mi lino que habían de cubrir su desnudez y voy a descubrir sus vergüenzas a los ojos de sus amantes Nadie la librará de mi mano... Talaré sus viñas y sus higueras de los que decía: es el salario que me dan mis amantes... " (2,4-6; 11-14) Por eso la condición de nuestra naturaleza humana, llena de desgracias de toda clase tiene un sentido: es la consecuencia normal del pecado. Y por medio de estas calamidades humanas debe llegar a conocerse pecadora y a ver que su existencia sin Dios es un fracaso: "Entonces ella dirá: voy a volverme con mi primer marido pues mejor me iba entonces que me va ahora..."(2,9) Ahora bien, el hombre puede pecar, la desconfianza es entonces una cosa normal, pero ¿puede restablecer las cosas? ¿cómo puede "volver al esposo"? ¿Son ésas las costumbres humanas? La que traiciona y viola el pacto de amor ¿puede tomar, la iniciativa para rehacer el matrimonio? ¿puede hacer rehacer la llama de unas cenizas? Nuevos esponsales Es entonces cuando se revela el maravilloso secreto del "Corazón de Dios", del Esposo que, burlado, deja saborear a la adúltera su pecado, pero la sigue amando; y cuando ella reconozca su falta tomará él la iniciativa del perdón para recomenzar la bella historia de amor con todo su frescor. PIERRE GRELOT Así es como ve el profeta el futuro de las relaciones de Dios y los hombres, nueva alianza que renacerá donde la primera fracasó: "Y la atraeré y la llevaré al desierto y la hablaré al corazón y allí cantará como cantaba en los días de su juventud como en los días en que subió de la tierra de Egipto... " (2,16-17) "Seré tu Esposo para siemp re y te desposaré conmigo en justicia, en derecho en misericordia y piedad y yo seré tu Esposo en fidelidad y tú reconocerás a Yahvé" (2,21-22) Salgamos ya del símbolo para desembocar en la realidad espiritual de la Redención del género humano, ya que estas dos imágenes del pacto de alianza y del pacto conyugal nos evocan la unión de Dios con los hombres tal como se realiza finalmente por la gracia de Cristo. La justicia y el derecho, la misericordia y la fidelidad se nos habían asegurado, por cuanto a Dios respecta, desde la misma creación. Después el hombre peca, y aun a pesar de este pecado permanecen aquellas cualidades en el plan de la Historia de salvación, como nos lo indica la iniciativa divina en la alianza sinaítica. Finalmente, tampoco el pecado de Israel rompe con estas relaciones, ya que "Dios es Dios y no hombre" (Os 11,9) y por consiguiente, no puede cambiar, no puede dejar de amar. Aquí es donde aparece la nueva Alianza, la victoria del amor misericordioso que cura el corazón de esta humanidad, incapaz por ella misma de "sinceridad, amor y conocimiento de Diosa (Os 4,1). Dios es amor y en esto consiste su amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo, víctima expiatoria de nuestros pecados (1Jn 4,8-10). Dios toma la iniciativa para renovar el trato matrimonial con la humanidad pecadora, asume su naturaleza y su condición y así recrea una humanidad nueva. Lucas explicará esta actitud de Dios con la conmovedora parábola del Hijo pródigo. Oseas lo hace recurriendo al símbolo matrimonial; pero antes de expresarlo como poema simbólico, lo vive bajo la inspiración del Espíritu (Os 2). Es "esposo de una mujer de prostitución, es traicionado por ella y la perdona y la toma de nuevo tras la purificación". Tal es el amor de Dios -para con nosotros. Tradujo y extractó: JOSÉ M. ABIZANDA