Darwin y Kropotkin en la Red Joaquín Mª Aguirre Romero, vicedecano de Asuntos Tecnológicos de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid http://www.es.ibm.com/infosociedad/ideas/index.htm Lejos queda aquel Internet que muchos definieron como una república autónoma del ciberespacio. Lo que comenzó siendo un lugar de encuentros, principalmente entre investigadores y personas vinculadas a la Universidad, hoy se ha convertido en un mercado global virtual. El desarrollo de la Red se encuentra en un momento delicado. Como espacio virtual, un espacio que se crea por las relaciones entre todos los que participan a través de las conexiones, está todavía falto de una definición clara en cuanto a su estatus, a sus participantes y a sus objetivos. Las primeras voces que lo definieron veían el ciberespacio como una especie de utopía virtual en la que disolverían muchas de las contradicciones existentes en la sociedad real. La red era por aquel entonces un espacio en el que reinaban las buenas intenciones. Todo el mundo estaba dispuesto a dar algo sin pedir nada a cambio. La gente -casi todos universitarios- ofrecía libremente lo que tenía en un loable afán por compartir. Recuerdo que en una de mis primeras incursiones por la red en el año 94 me emocionó leer un documento de un estudiante americano que ofrecía las letras y acordes de guitarra de sus canciones favoritas. Venía a decir: "Estas son las canciones que me hacen disfrutar, disfrútalas tú también". Esta sencilla anécdota refleja bastante bien el espíritu comunitario de aquellos primeros años. ¿Han pasado tantos?. No es un ejemplo aislado; había muchos más casos. El sentir general era el rechazo de la publicidad, en la que se veía el espíritu mercantilista que dominaba el "mundo exterior". Cualquiera que se atreviera a mandar un correo electrónico con intenciones publicitarias era blanco seguro de las iras de toda la comunidad virtual. Los navegantes tenían entonces más de franciscanos o de hippies californianos que de ciberejecutivos. Una utopía virtual. Si pensamos en el sentido etimológico de "utopía", lo que no se da en un espacio, el ciberespacio se presenta como una utopía real o, para ser más precisos, virtual. Virtualidad y utopía se enlazan semánticamente. Las telecomunicaciones existían, pero no creaban una comunidad, eran tan sólo un instrumento al servicio de los individuos. Sin embargo, en la Red los navegantes se sentían parte de un grupo, miembros de una misma República. La distinción que muchos hacían entre realidad y ciberespacio -se llegó a escribir un célebre manifiesto de independencia del ciberespacio- tenía mucho que ver con la distinción entre la realidad y los sueños. ¿No son los sueños una forma primaria de realidad virtual? Y de nada somos más celosos que de nuestros sueños. Pero los tiempos cambian y lo que había sido un terreno para estudiantes bien intencionados, soñadores altruistas y profetas del tecno-flower (Si vas a San Francisco, no olvides tu PC portátil) pasó a ser definido desde unos par metros muy distintos. Pronto los negocios comenzaron a desprender su fino olor. Se pasó de la República Autónoma del Ciberespacio al Mercado Global Virtual. Los que se encargan hoy de definir las dimensiones del ciberespacio tienen una visión muy distinta. No se busca la Utopía sino el Mercado Global. Para muchos, la Red no es ya un universo paralelo, el espejo de Alicia, un caótico mercadillo, sino una prolongación del mercado económico, algo más parecido a un moderno y tecnologizado hipermercado. Cuando se argumenta sobre sus posibilidades, se hace en términos de "expansión", de "apertura de mercados", etcétera. No vamos a ser tan ingenuos como para pensar que la Red deba ser un universo paralelo cuya definición se alcance por el deseo de parecerse lo menos posible a un mundo que no nos gusta. Esto no nos llevaría más que a la creación de un ghetto. Se parecería más a la creación de unos exiliados que fundan una nueva República en la que está prohibido todo lo que existía en aquella de la que huían. La Red no debe estar aislada de la sociedad. Otra cosa es que, debido a sus peculiares circunstancias y necesidades, se rija exactamente igual que otros espacios. No reconocer las peculiaridades de la Red es ir directamente al fracaso. Si no nos damos cuenta de que estamos ante un fenómeno absolutamente nuevo, que requiere sus propias soluciones a sus propios problemas, haremos un flaco servicio a su desarrollo. El contenido de la Sociedad de la Información. Lo primero que debemos plantearnos es qué diablos es eso de la Sociedad de la Información. La fórmula tiene su atractivo y como tal nació, como un eslogan, como una frase que se iría rellenando de sentido más tarde. Las tendencias, como hemos señalado, son dos: la de pretender convertirla en una versión virtual del mercado y la de los que quieren desarrollar una auténtica comunidad en la que la dimensión económica sea una más entre las posibles. Que la Red ofrece grandes posibilidades para el desarrollo económico es indudable. Pero una visión fundamentada sólo en las relaciones económicas separa a los individuos en dos grandes grupos: los que venden y los que compran. Además implica la transformación radical de la Red. Según este planteamiento solo deben estar en ella los que tienen algo que ofrecer. Los demás acceden como clientes potenciales de forma circunstancial. Algunos informes, elaborados por diversas instituciones bajo encargo de los estados, han llegado a esta conclusión: hay que clarificar la Red. Hay demasiadas cosas, explican. Para que la Red sea rentable hay que hacer una labor de depuración de la morralla que se ha ido acumulando por un crecimiento sin control. Creo que el fenómeno social de las redes de comunicación es el reflejo de un estado de maduración social. El anarquista Kropotkin criticaba la base de las teorías de Darwin: la lucha por la supervivencia. Sostenía que el principio básico de la naturaleza era la ayuda mutua para poder sobrevivir antes que el de la desaparición de los más débiles. Creo que la estructura misma de las Redes, su necesidad de los otros para poder tener sentido uno mismo, nos enseña la validez del concepto mismo de Red como principio general. En efecto, una red no puede existir si se basa en la eliminación de los otros. Tenemos entonces dos principios contrapuestos conviviendo en un mismo espacio. Por un lado, la constatación de que el principio básico de la Red es la cooperación: Yo tengo que cuidar de mí mismo, pero también del otro para asegurarme mi propia existencia. Por otro lado, el principio contrario, el de la competitividad, busca la reducción -eliminación del otro, en ocasiones- en beneficio propio. ¿Qué conclusión podemos sacar del conflicto entre estos dos principios? Creo que algo muy claro. La Red dar lugar a una auténtica "Sociedad de la Información" si somos capaces de respetar su crecimiento espontáneo, su crecimiento como reflejo de las más diversas circunstancias personales, de los más variados intereses individuales y colectivos, y no la vemos simplemente como un espacio competitivo, de confrontación, es decir, como un mercado.. Un espacio comunicativo. Estamos acostumbrados a que los Medios de Comunicación sean verticales y sean propiedad de personas o grupos. La Red no es exactamente un medio de comunicación, sino un espacio virtual de relaciones humanas basadas en el intercambio de información, es decir, es más un espacio comunicativo (horizontal), que informativo (vertical). La Red no es un canal de televisión ni un periódico ni una emisora de radio. Los que se mueven por ella son sus habitantes, sus viajeros, no sus espectadores, lectores u oyentes. Pueden serlo, pero no deben ser reducidos a una dimensión o rol único. Deben ser también productores e intercambiadores de información, de su información. La Red es activa, no lo olvidemos. Y actividad quiere decir también libertad de asumir en cada momento el papel que se desee. Tendremos una sociedad de la información -de la comunicación, prefiero decirsi somos capaces de admitir la singularidad de su principio, la cooperación, y la diversidad de su contenido, la misma diversidad humana. ¿Podrán convivir los principios de Kropotkin con los de Darwin? ¿Aceptaremos este nuevo desafío de la libertad? Es pronto para decirlo. Pero creo que es bueno señalar que el crecimiento vertiginoso de la Red no se produce por deseos consumistas, sino por la fascinante posibilidad de recorrer ese mundo virtual y encontrar a otros como nosotros o interesantemente distintos. aguirre@eucmax.sim.ucm.es La Red dará lugar a una auténtica "Sociedad de la Información" si somos capaces de respetar su crecimiento espontáneo, su crecimiento como reflejo de las más diversas circunstancias personales, de los más variados intereses individuales y colectivos, y no la vemos simplemente como un espacio competitivo, de confrontación, es decir, como un mercado.