La imaginación moral

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La imaginación moral
RESEÑA. Lederach, JP (2007) La imaginación moral. El arte y el alma de la construcción de la
paz. Bakeak Gernika Gogoratuz, Bilbao-Guernika
Así, cuando existe la fijación de la atención
en pequeñas cosas,
se olvidan las grandes cosas.
Lao Tse
El experto en transformación de conflictos John Paul Lederach sorprende con una obra
vanguardista, que se hace indispensable por sus teorías novedosas e integradoras. Lederach
constata con ella su máxima entrega de espíritu a la causa e invita al más difícil todavía en
escenarios de violencia: dejar volar la imaginación y confiar tanto en lo visible como en lo
invisible- que tal y como demuestra, acaba siendo lo más certero-.
La anterior obra del autor, Construyendo la Paz. Reconciliación sostenible en sociedades divididas
(1997) queda casi a la sombra del olvido tras la publicación de esta última. En la primera Lederach
aborda las pautas para la consecución de la paz de manera formal y científica; conforma una obra
que él mismo define como “ingeniería del cambio social” (Lederach, 2007:22). Diez años después
retoma las mismas cuestiones para abordarlas desde una óptica diferente. Y desde luego, consigue
su propósito: conformar un escrito que sea un “esfuerzo artístico” antes que el “proceso técnico”
(Lederach, 2007: 24) anterior.
En este nuevo trabajo encontramos a un Lederach valiente y sincero, arriesgado, que se sacude de
encima cualquier prejuicio para hablarle al mundo desde el corazón, con todo el peso de sus más de
veinticinco largos años de experiencia.
Sin dejar de reconocer la esencialidad de las teorías científicas –no en vano Lederach es un
sociólogo, mediador y “constructor de paz” de reconocido prestigio-, el autor llama la atención
sobre los pequeños actos cotidianos de quienes viven en situaciones de conflicto prolongadas, y la
importancia de éstos a la hora de alcanzar la paz. Los actores menos visibles en los conflictos, las
bases de la sociedad, a menudo cuentan con escasos recursos o materiales teóricos para enfrentarse
a la violencia. Por eso echan mano de algo que hasta ahora había pasado casi desapercibido: la
imaginación moral.
La imaginación moral
La imaginación moral es esa creatividad, ese modus operandi diferente del que el autor se percata y
presenta en su obra, para asombro y beneficio de los interesados en el ámbito. El mismo que
proporciona herramientas a esos actores para recolocar el puzzle roto sobre el que les ha tocado
vivir, consiguiendo muchas veces el efecto deseado: hacerle una cobra como está mandado a la
violencia. Burlarse, escaquearse sutilmente -o no tanto- de ella.
Lederach señala el asombro que le produjo el poder noviolento de la música y del acto creativo
(Lederach, 2007:218), de la escucha real (Lederach, 2007:236), de la quietud y la humildad
(Lederach, 2007: 159-161). De la misma casualidad. Y es que él mismo ha constatado en persona
que mientras documentos, firmas y promesas de buena voluntad se pierden en los laberintos de un
conflicto, “los sentimientos que conmueven son imborrables para nuestra memoria, modifican
nuestros propósitos” (Lederach, 2007: 220). En fin: mueven montañas.
La búsqueda del cambio social sostenible
Por otro lado, y a lo largo de toda la obra, el autor trata de responder a una misma tesis: “¿Cómo
conseguimos realmente que sociedades enteras, envueltas en historias de violencia que se remontan
a generaciones, vayan hacia un nuevo horizonte?” (Lederach, 2007: 65) El quid de esta cuestión es
el cambio social sostenido que también ansiaba perfilar en su primer trabajo. O cómo evolucionar
de “modelos de relaciones definidas por el temor, la recriminación mutua y la violencia a otros
caracterizados por el amor, el respeto mutuo y el compromiso respetuoso” (Lederach, 2007:255).
Es entonces cuando saca el conejo de su chistera: si el cambio social no es lineal, puesto que debe
realizarse sobre escenarios en los que se viven patrones de violencia arraigados –luego escenarios
cambiantes y desafiantes, más tirando a rugosos y ásperos que a lisos y llanos-, las herramientas
para lograrlo no pueden ser lineales tampoco[1] (Lederach, 2007:179), ni rígida la plataforma sobre
la que se construya. Es en este momento en el que Lederach hace indispensable la imaginación
moral.
Porque cuando la lógica no alcanza -reseña el filósofo y experto en paz Vicente Martínez Guzmán
parafraseando a Rodari en el prólogo-, entonces echemos mano de la fantástica (Lederach,
2007:11).
Flexibilidad, clave para el cambio sostenible
A partir de aquí, y en un texto que exuda amor por todos los poros de sus vegetales hojas – plagado
de metáforas, parábolas y enseñanzas-, Lederach nos embarca en un trepidante viaje. Al terminar el
lector habrá comprendido las entrañas de su nueva proposición, que se resume con un dicho popular
mexicano: el que no es flexible se quiebra.
Y es que la flexibilidad, tanto de la plataforma como de los actores –ya sean gente de bases,
mediadores o mandatarios y dirigentes-, es esencial para aguantar las sacudidas venideras sin que se
desmorone el castillo de naipes que es en su comienzo todo proceso de paz. Y es igual de necesaria
para captar esos factores no probados o no demostrados implícitos en los procesos personales como
la serendipia (o sagacidad accidental), esto es: el “saber reconocer y luego seguir el flujo de la
corriente de lo inesperado” (Lederach, 2007: 173).
Lederach abre horizontes y derriba muros llamando la atención sobre prácticas como la visión
periférica -aquella que nos ayudará a captar la existencia de herramientas poco comunes en las
orillas del camino- , o el aprendizaje creativo. Por eso invita a los profesionales de la
transformación de conflictos a sacar al artista que todos llevamos dentro y jugar con la curiosidad
propia de los creadores en un novedoso intento de la consecución de la paz.
Éstas pueden parecer unas maneras muy poco ortodoxas, pues empujan a inventar, innovar,
arriesgar, escuchar, percibir lo imperceptible… Sin embargo, resultan ser una táctica infalible para
dar el primer paso hacia la solución: captar de manera sencilla –como si de un poema se tratara- la
absoluta complejidad del conflicto (Lederach, 2007: 109-110).
Perspectiva poética
Entonces, el autor no sólo descubre esta imaginación moral, sino que también la rescata. La rescata
casi como un héroe, ya que se atreve a demostrar, a confiar, tras una larga y sincera mirada interior,
en la importancia de la creatividad, del sentimiento o de la belleza. Un hecho que hoy podría ser
causa de mofa de algunos grandes teóricos, y que es posible sólo gracias a una perspectiva sensible
y cuidadosa. Una perspectiva de poeta –él mismo confiesa en las páginas del libro que recién ha
retomado esta costumbre, abandonada tiempo atrás-. Y es que el carácter poético que domina en sus
teorías no es gratuito.
Gracias a éste, el autor se reconoce primero como persona y después como imaginador moral que
capta la “sencillez de lo complejo” (Lederach, 2007: 109), que identifica en los escenarios de
conflicto los procesos personales de los grandes y pequeños actores que intervienen en ellos.
Procesos personales que implican emociones y sentimientos -otra vez lo no probado-, hasta ahora
obviados por los estudiosos del ámbito. Según Lederach, han sido marginados por el simple hecho
de ser la causa inmediata del conocimiento, de la teoría, y no ésta misma (Lederach, 2007: 186). Y
cómo iba a ser de otra manera, cuando ya conocemos la predilección occidental por el conocimiento
aséptico puro, duro y demostrado científicamente, en detrimento de casi todo lo demás.
Atajos creativos, actos inconmensurables
En esta época cientificista que menosprecia todo lo que no está probado, estos creativos atajos hacia
la paz son difíciles de captar a primera vista por una sencilla razón: son inconmensurables. Cuando
observamos un conflicto, ya sean medios de comunicación, gran público o políticos, percibimos
violencia, armas, enfrentamientos. Vemos horror y destrucción, señores de la guerra y señores con
traje que dicen buscar la paz y que firman documentos como si fueran robots. Pero no vemos al
poeta que canta el dolor de su pueblo ante mandatarios de uno y otro bando hasta hacerles llorar de
pena y vergüenza, para provocarles tal arrepentimiento que se comprometan, en ese momento
preciso, a lograr el cese de los enfrentamientos. Esa conmoción no es, no existe, en tanto no existe
un documento firmado que la acredite.
Por eso me imagino a Lederach muy concentrado, metiendo sus narices justo en el meollo del
asunto, observando con sus ojillos muy de cerca a los actores que interactúan en un escenario de
violencia como para verter sobre ellos el vao de su respiración. Sólo con esa mirada atenta, junto
con la sensibilidad especial que le caracteriza –y que hace que me pregunte: ¿cómo sería este
mundo si todos los intelectuales fueran poetas?-, ha podido descubrir la creatividad implícita en los
actos cotidianos, espontáneos. Recursos humanos plenos de lucidez, acciones extraordinarias que
por su sencillez y humildad pasan desapercibidos a los ojos occidentalizados de quienes se sientan
en las mesas de negociación. A partir de esta obra, el que esas acciones no estén visiblemente
apoyadas sobre una teoría científica explicita, una “teoría de la paz”, ya no será suficiente para
evitar reconocerlas.
Los profesionales de la construcción de la paz
Tras la demostración de Lederach, nadie se atreve a minusvalorar la importancia de la autenticidad
de las relaciones en el camino hacia la paz: “en escenarios de conflictos profundos, las palabras y la
promesas no constituyen una medida adecuada de que se ha producido un cambio genuino. Las
acciones, actitudes, respuestas y conductas de la población sí que lo son” (Lederach, 2007: 99).
Sin embargo, ¿cuál es la práctica más habitual de políticos, gobernantes, figuras públicas? La
promesa incumplida. Aunque ésta es más grave porque compromete vidas, futuros, presupuestos
públicos, no se aleja tanto como pensamos de la promesa incumplida diaria que ejercemos el resto
de los seres humanos, con nosotros mismos y con los de nuestro alrededor. El mundo que hemos
inventado gira a un ritmo demasiado veloz, por lo que hemos perdido práctica en tareas tan
indispensables como la introspección, el conocimiento de uno mismo. De ahí que seamos los
campeones de la contradicción.
Por eso digo más arriba “tras una larga mirada interior”. Lederach se ha mirado por dentro. Se ha
mirado, se ha escuchado y se ha conocido, y alienta a los lectores a hacer lo mismo. Resalta durante
toda la obra la importancia de la reflexión y el autoconocimiento de quien trabaja en la mediación
de conflictos. Como dijo el guitarrista clásico Narciso Yepes, “el instrumento y quien lo tañe son la
misma cosa, al servicio de la música” (Yepes,1977). Lo mismo pasa con la construcción de la paz.
El profesional debe querer encontrarse a sí mismo, tener conciencia de su lugar en el mundo
(Lederach, 2007: 237). No pueden emprender un viaje hacia el cambio externo, muchas veces ajeno
a su origen, cultura, lengua, sin haberle dado cabida interior primero.
Así lo apoya Lederach, además, cuando dice: “no podemos esperar que otras personas se adentren
en el misterio del riesgo que da el paso más allá de la violencia y en el interior de la geografía sin
mapa de las relaciones con el enemigo, a no ser que nosotros mismos comprendamos el misterio del
riesgo y la vocación y nos comprometamos con él”. (Lederach, 2007: 241).
La teoría de los opuestos complementarios
Es obvia la influencia de la filosofía oriental tradicional en los escritos del autor. No esconde su
admiración por la corriente budista Zen, e incluso menciona el Holismo –la realidad es un todo
distinto de las partes que lo conforman- como la tercera vía que es, para despertar la imaginación
moral (Lederach, 2007: 165).
Rechaza así el reduccionismo –otro más- que nos lleva a trabajar en los escenarios de violencia
prolongada con los únicos sentidos de la vista y el oído para apelar a la fuerza de lo que denomina
percepción sensual: “la capacidad de utilizar y mantener abierta la plena conciencia de lo que nos
rodea, utilizando todas nuestras facultades” (Lederach, 2007: 165).
También refuta constantemente y de pleno lo lineal reconociendo implícitamente –o más bien
rozado explícitamente- la Teoría de los Opuestos Complementarios, aquella que dice que la
presencia de uno de los opuestos es condición para la existencia de su contrario (Lederach, 2007:
253-254). Recordemos el Ying y el Yang orientales, que condicionan la existencia de la valentía al
previo conocimiento del miedo. ¿O es que seríamos capaces de reconocer la memoria sin saber qué
es el olvido? Ya lo decía Antonio Machado en sus Proverbios y Nuevas Canciones: “busca tu
complementario, que marcha siempre contigo, y suele ser tu contrario”.
Y todo esto tranquiliza mucho cuando acatamos el tema de la resolución de conflictos, puesto que
asegura la posibilidad de amor cuando hay odio y la de paz cuando hay violencia.
Predicar con el ejemplo
Y aunque ponga las miras bien altas para los profesionales de la construcción de la paz, nada se le
puede recriminar al autor, pues definitivamente predica con el ejemplo. Es curioso que mientras
Lederach invita a abandonar las polaridades a favor de la integración, lo hace al tiempo que
sobrepasa viejas rivalidades e integra ideas viejas y nuevas. O como cuando destaca el poder de la
visión periférica y lo hace relatándonos anécdotas de lágrimas en ojos de delegados en procesos de
paz tras una apelación a la dignidad humana.
Es decir, que ha tenido que mirar más allá del objetivo concreto –el resultado de la reunión a la que
asistía ese líder- para reportarlo. Nos resume el proceso del cambio social en cinco pasos paralelos a
una receta de pan, en uno de tantos alardes de la misma creatividad que requiere después a los
profesionales de la paz, a los que denomina, reforzando el citado poder de la belleza o del refuerzo
positivo, artesanos de la paz.
A pesar de que la estructura de la obra puede prestarse a interpretaciones equívocas –es cierto que el
autor vuelve y revuelve sobre las mismas ideas desde diferentes perspectivas a lo largo de todo el
libro, lo que tiende a confundir la lectura-, Lederach se demuestra así como una persona cabal y
poco contradictoria, lo que indica que reconoce sus voces interiores que lo hacen persona
(Lederach, 2007: 237). Lo mejor de esta obra que a todos nos hubiera gustado escribir es que su
existencia es la prueba misma de la validez de las teorías, ya que para conformarla, quien escribe
utiliza esas herramientas de las que nos habla. O la imaginación moral.
Bibliografía
Lederach, J.P. (1997) Construyendo la Paz. Reconciliación sostenible en sociedades divididas.
Bakeak Gernika Gogoratuz, Bilbao-Guernika
Lederach, J.P. (2007) La imaginación moral. El arte y el alma de la construcción de la paz. Bakeak
Gernika Gogoratuz, Bilbao-Guernika
Machado, A. Nuevas canciones, nº XV (2006).El libro de bolsillo. Madrid
Yepes, N. (1977) Ser instrumento, Discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes
[1] Llega a decir con atino: “Lo que cabe esperar de la paz es la permanencia de lo inesperable”.
Información del artículo
Fecha
January 15th, 2010
Autor
Angela Santafe Barcos
Sección
LETRAS
Tags
Conflictos, Derechos Humanos, Imaginación moral, JP Lederach, paz
http://almargen.info/2010/01/15/la-imaginacion-moral/
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