q u e puedan favorecer diversas opiniones» (parece que señalaba el Santo con el dedo el sistema Copernicano, consiguiente á la respuesta dada á sus discípulos) «sin herir la fé que profesamos, no debemos abrazar una de ellas con tanta precipitación, q u e movidos por un examen mas profundo de la verdad, lleguemos á caer peleando con calor, no por el sentir de las divinas letras, sino por el nuestro que queremos hacer pasar por doctrina d e la sagrada escritura» Después alega la razón «Sucede muchas v e zes que los infieles tienen ideas fundadas de razones mui ciertas y de esperiencias palpables sobre lo que mira al cielo, á la t i e rra, a los otros elementos de este mundo, al movimiento, al tamaño y distancia de las estrellas, á los eclipses del sol y luna, á las revoluciones de los años y tienpos, y á la naturaleza de los animales plantas y piedras. E s pues una cosa totalmente vergonzosa, mui perniciosa, y que debe evitarse con gran cuidado el que un cristiano discurra de estas cosas en presencia de un infiel pretendiendo a p o y a r sus palabras con. la autoridad de la escritura dando lugar á que se le mire como á un insensato; y a que se descamine de un modo extraño, que no m e r e c e sino la risa. Lo mas malo que ai en esto no es el que un h o m b r e se d e s camine, y se esponga en la burla, sino el que los paganos p u e dan pensar que nuestros A u t o r e s sagrados adoptaron semejantes opiniones.» »Y después añade: «Es menester decir en pocas palabras en quanto á la figura del cielo (y lo mismo de otras cosas semejantes) que nuestros autores han sabido la verdad de eso; pero q u e el Espíritu Santo, que hablaba por su boca, no quiso enseñar á los hombres estas cosas, que de nada les sirven para su salvación.» También advierte: «que en una opinión probable en las materias que no pertenecen á la fe, ni á las costumbres, no d e b e fallarse contra la fe asta verla impugnada con verdades mui ciertas. La simple letra de la escritura no sirve para esto, p o r q u e siempre es dudoso si el autor quiso decir aquello mismo en las palabras de los libros sagrados, ú otra cosa no m e n o s cierta; y aun quedará siempre que examinar, si no fué su ánimo que allí se entendiese alguna otra cosa.»