-.LA LITERATURA MEDIEVAL.LAS JARCHAS Las jarchas son los primeros testimonios escritos en lengua romance con intención literaria. Son breves composiciones líricas en lengua mozárabe que aparecen incluidas al final de las moaxajas, que eran poemas cultos escritos en árabe o hebreo; se habrían transmitido oralmente y habrían aparecido en textos escritos por la atracción que sentían hacia ese tipo de cancioncillas los poetas árabes y hebreos. Los primeros testimonios escritos conservados son del siglo X y también del siglo XI y XII, tratan de tema, generalmente, amoroso y están puestos en boca de una mujer que se lamenta por la ausencia del amado dialogando con su madre, sus amigas o la propia naturaleza. Se supone que hubo numerosas composiciones de una lírica tradicional, transmitida por vía oral y que por tanto no se conserva en su mayoría. Será a partir del siglo XV cuando empiezan a aparecer algunas composiciones líricas tradicionales debido a que algún poeta por el gusto a lo popular las rescata y las pone por escrito. LA ÉPICA La épica es la narración de las hazañas de un héroe y cuentan sucesos, muchos de ellos de carácter histórico, pero llevados a la ficción de la literatura. Estos poemas recibían el nombre de cantares de Gesta porque se cantaban o recitaban acompañados de una melodía y relataban las gestas o hazañas de grandes héroes. Solo conservamos dos textos épicos, un fragmento del cantar de Roncesvalles del siglo XIII y un fragmento de las Mocedades de Rodrigo del siglo XIV o el cantar de los Siete Infantes de Lara; el único que conservamos casi completo es el cantar del Mio Cid. En Francia se conserva el cantar de Roldán y en Alemania el cantar de los Nibelungos. EL POEMA DEL MIO CID El poema del Mio Cid se conserva en un manuscrito de la Biblioteca Nacional copiado en el siglo XIV. Consta de 3730 versos y desconocemos el comienzo porque falta el primer folio del manuscrito. Sobre su autor y la fecha de composición hay varias hipótesis; unos piensan que el texto que hoy conocemos sería de hacia 1140 y piensan que sus autores serían dos juglares, uno de San Esteban de Gormaz y el otro de Medinaceli y que los dos vivirían próximos al lugar en que se desarrollan los hechos. Para otros debido a la unidad del poema el autor sería un solo poeta culto y que su composición sería de finales del XII o principios del XIII basándose en que al final del manuscrito se dice que un tal Per Abbat lo escribió el 1207. Para la mayoría este Per Abbat sería solo un copista, pero para otros sería el verdadero autor del poema. Los versos se agrupan en tiradas, monorrimas y asonantes de desigual extensión; los versos son irregulares, sin medida fija y están divididos en dos hemistiquios con una fuerte cesura o pausa en el medio. En cuanto a la lengua del poema destaca la claridad y la sobriedad expresivas con frecuencia invocaciones a los oyentes y expresiones exclamativas que presuponen la existencia de un auditorio. Hay una mezcla de narración descripción y diálogo y una gran libertad e3n el empleo de las formas verbales o el uso de epítetos épicos que sirven para magnificar al leerlo. El poema se ha dividido modernamente en tres partes o cantares: 1. Cantar del Destierro, en el que el Cid es desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI y comienza sus primeras conquistas. 2. Cantar de las Bodas, en el que el Cid conquista Valencia y el rey dispone el casamiento de sus hijas, Doña Elvira y Doña Sol, con los infantes de Carrión. 3. Cantar de la Afrenta de Corpes, en el que las hijas del Cid son maltratadas por sus maridos y el Cid pide justicia al rey. Después de ser vencedor en el duelo y recobrado su honor casa a sus hijas con los Infantes de Navarra y Aragón. EL MESTER DE CLERECIA EN EL SIGLO XIII Aparece una nueva escuela literaria: El Mester de Clerecía, es decir, trabajo u oficio de Clérigos. El desarrollo cultural del siglo XIII permite la escritura y difusión de libros cultos ya no solo en latín si no también en castellano; el uso de la lengua romance interesa a estos textos para qu3e puedan ser entendidos por el pueblo llano. Las obras del Mester de Clerecía son obras escritas por autores cultos habitualmente clérigos. A modo diferente de la juglaría no están concebidas estas obras para el canto por eso forman estrofas y versos regulares; la estrofa utilizada es la cuaderna vía que es una estrofa de cuatro versos de catorce sílabas o versos alejandrinos, que tienen rima consonante y son monorrimos. Los temas que tratan ya no son los de los cantares de gesta y son normalmente religiosos aunque también puede haber poemas de contenido histórico o novelesco como en tres poemas anónimos del siglo XIII: El Libro de Apolonio, El Libro de Alexandre y El Poema de Fernán González, pero todos tienen en común una intención didáctica generalmente unida a los intereses de los monasterios o de la iglesia en general, de ahí la abundancia de colecciones de milagros o vidas de santos. El representante del Mester de Clerecía en el siglo XIII es Gonzalo de Berceo, que es el primer poeta castellano de nombre conocido que escribe para hacer de su monasterio un lugar de peregrinación. En su producción destacan, vidas de santos como la vida de Santo Domingo de Silos o de San Millán de la Cogolla y obras marianas como Milagros de Nuestra Señora que es su obra más importante y es una colección de relatos en los que aparecen una serie de milagros atribuidos a la virgen; en ellos aparece siempre un protagonista que suele encontrarse en un aprieto y cuando parece que este no va a tener solución la virgen intercede por ese personaje que tiene como cualidad el ser su devoto, entonces todo se arregla. EL MESTER DE CLERECIA EN EL SIGLO XIV El representante es Juan Ruíz, Arcipreste de Hita que escribe el Libro del Buen Amor que se conserva en tres copias manuscritas y varios fragmentos. Su autor nos confiesa su nombre y gracias a eso ha llegado hasta nosotros ya que apenas se sabe nada de él. En los manuscritos aparecen dos fechas de composición la de 1330 y 1343 con lo cual se supone que hubo dos redacciones del libro aunque también se opina que hubo una única redacción y que las diferencias con la segunda se explican por el complicado proceso de transmisión de los textos medievales. Ninguno de los dos manuscritos aparece con título pero modernamente Méndez Pinal propuso el título de El Libro del Buen Amor ya que aparece frecuentemente en los textos y ha sido generalmente aceptado. El Libro del Buen Amores un extenso poema de más de 1 700 estrofas, la mayor parte de ellas escritas en cuaderna vía aunque también abundan otras estrofas y versos cortos de tipo juglaresco. Incluso la cuaderna vía no es tan regular como la del siglo XIII de Berceo. También en la lengua y en el estilo abundan los recursos propios de la lengua culta como del lenguaje popular; además hay mucha palabra hablada en el Libro del Buen Amor y de ahí la sintaxis desordenada de la oración y el ritmo cambiante de la entonación, el humor y el chiste. El libro es muy heterogéneo y lo une un hilo narrativo en primera persona. Tiene un prólogo en prosa donde se declara la intención de la obra; una serie de aventuras amorosas con mujeres de muy distinta condición (soltera, casada, viuda, monja, mora, serrana etc.); una colección de treinta y dos fábulas y cuentos con intención didáctica; textos adaptados de otros latinos medievales como el episodio de Don Melón y Doña Endrina; un conjunto de digresiones morales o satíricas como la del poder del dinero o la censura del clero libertino; sátiras y parodias; pasajes alegóricos como La Pelea de Don Carnal y Doña Cuaresma y un grupo de composiciones líricas y juglarescas como poemas religiosos, cantares de ciego, serranillas etc. Toda esta diversidad adquiere unidad por el uso de la primera persona narrativa y por el tema común del amor y sus engaños. Claramente tiene influencias de la cultura cristiana medieval como la Biblia, textos jurídicos etc; también influencias de la literatura latina como de Ovidio. Los temas recurrentes del texto son el amor y la muerte, fuerzas opuestas de la vida ya que la muerte destruye todo ( lamento por la muerte de Trotaconventos ). EL TEATRO EN LA EDAD MEDIA ANTERIOR AL SIGLO XV Se puede distinguir un teatro religioso y un teatro profano. El teatro religioso había nacido al amparo de los templos, vinculado a las representaciones litúrgicas como la navidad, la Pasión etc. Las primeras representaciones se llevaron a cabo dentro de los templos, luego salieron de ellos colocando un tablado al aire libre. En cuanto al teatro profano se supone que al principio estaría representado por los juglares en sus actuaciones; se les nombraba “juegos de escarnio” que debían de ser farsas burlescas de ambiente popular. Sin embargo, a penas conservamos textos teatrales medievales en castellano aunque hay abundantes testimonios y documentos que sugieren la representación de espectáculos teatrales o semiteatrales en los últimos siglos medievales. Con todo hoy conservamos del teatro medieval anterior al siglo XV, 147 versos de la Representación de los Reyes Magos de Catedral de Toledo, que es de finales del siglo XII. También conocemos algunos textos dialogados que quizás llegaron a ser dramatizados de algún modo. LA PROSA DEL SIGLO XIII Ya en la segunda mitad del siglo XIII aparece y se desarrolla la prosa castellana propiamente dicha. Esto se debe a Alfonso X el Sabio que utilizó el castellano como legua de cultura en lugar de el latín; deseaba crear una conciencia nacional con la ayuda de la lengua romance que permitiría hacer llegar sus opiniones y decisiones a todo el país y no solo a una minoría latinizada; por eso anima la traducción al castellano de múltiples obras orientales y para ello hace venir a destacados intelectuales tanto cristianos como árabes o judíos a la escuela que él dirige, la Escuela de Traductores de Toledo que, aunque ya había sido fundada en el siglo XII, él le da ahora un nuevo impulso bajo su dirección y supervisión; así se escriben obras como La Grande y General Historia, Las Siete Partidas, que son obras jurídicas, otras obras científicas y de entretenimiento etc. LA PROSA EN EL SIGLO XIV Tenemos a Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio y sus escritos tienen la intención de adoctrinar a los nobles de su tiempo a los que intenta ofrecer una explicación de los problemas que se les plantea y unos modelos de comportamiento útiles para mantener su posición social y económica. Entres sus obras conservadas destacan el Libro del Caballero y el Escudero, el Libro de los Estados y , el más conocido, El Conde Lucanor o Libro de Patronio que está dividido en cinco partes; la primera consta de cincuenta “enxiemplos” en los cuales el Conde Lucanor expone un problema que se le plantea a su consejero Patronio, este para aconsejarle, le narra un cuento. Las partes segunda, tercera y cuarta están formadas por un conjunto de proverbios y la quinta es un tratado doctrinal de tema religioso. La unidad de la obra viene dada por la intención didáctica y por los temas tratados ya que siempre son problemas que atañen a los nobles. EL SIGLO XV. PROSA En este siglo ya hay un desarrollo importante de la prosa y así la lengua romance se va convirtiendo en una lengua de cultura válida para todo tipo de saber. Dentro de la prosa didáctica destacan Henrique de Villena, y el Arcipreste de Talavera con su obre el Corbacho. En la prosa de ficción se desarrollan dos grandes géneros: los libros de ficción sentimental y los libros de caballerías. Las narraciones sentimentales se centran en las relaciones amorosas y son ya un antecedente de lo que modernamente conoceremos con el nombre de novela. La obra más importante de este género es cárcel de Amor de Diego de San Pedro (1492). Los libros de caballerías debieron de leerse en la península desde los últimos siglos medievales y aunque es una literatura que no es de origen hispánico, se hicieron traducciones y adaptaciones desde muy pronto. Los temas más comunes son los relativos a Carlomagno y al Rey Arturo, son los llamados Ciclo Carolingios y Ciclo Bretón o Artúrico; no obstante también se trataban asuntos de la antigüedad clásica y libros con héroes ficticios. Dentro de los libros de caballerías tenemos: El Libro del Caballero Zifar (de hacia 1300), Tirarte el Blanco (escrito en catalán y traducido al castellano, de finales del siglo XV); pero el libro de caballerías más importante es Amadio el Gaula del que solo conocemos la publicación que de él se hizo en 1508 por Garci Rodríguez de Montalvo, aunque debieron circular distintas versiones ya desde el siglo XIV. Los libros de caballerías son libros de aventuras protagonizados por caballeros cuya misión es restablecer el orden y proteger a los indefensos. La caballería reafirmaba la necesidad del estamento nobiliario en una época en que la función guerrera de la nobleza estaba puesta en entre dicho por la aparición de los soldados profesionales. Literariamente los personajes de los caballeros, siempre de linaje escogido y con valores como el honor, lealtad, religiosidad, valentía etc. Son personajes sin desarrollo psicológico por lo tanto apenas evolucionan, están idealizados y sujetos a unas convenciones formales muy estrictas como corresponde a una nobleza que ya no es feudal ni guerrera si no aristocrática y refinada; el amor es el tema central de las obras y el que determina el comportamiento de los personajes que son bueno y malos; los escenarios son imaginarios. Habrá también en el siglo XV una serie de obras, didácticas, filosóficas etc. que demuestran el interés por el saber que aparecerá con el Humanismo, como por ejemplo la Gramática de la Lengua Castellana, en 1492 y de Antonio de Ne3brija, es la primera gramática en legua romance impresa en Europa. EL TEATRO DEL SIGLO XV Sigue siendo difícil en el siglo XV diferenciar entre el espectáculo teatral y las distintas conmemoraciones, celebraciones, fiestas etc. De esta forma es posible que pudiera ser dramatizada la anónima Danza General de la Muerte de finales del siglo XIV o principios del XV, que forma parte de un grupo de largos poemas llamados Danzas Macabras o Danzas de la Muerte abundantes en la literatura europea de finales de la Edad Media. En las Danzas de la Muerte invita a un siniestro baile a todos los nacidos y se insiste en el poder igualatorio de la muerte. Del teatro religioso medieval se conocen diversas manifestaciones desde mediados del siglo XV. Estas obras llamadas “ Autos “, se representarían, como era tradicional, en carros o escenarios móviles durante la festividad del Corpus y son el antecedente de lo que más tarde serán los Autos Sacramentales. Se conservan algunos dramas religiosos como las dos obras de los ciclos de la Navidad y la Pasión de Gómez Manrique y un Auto de la Pasión atribuido a Alonso del Campo. A finales del siglo XV tenemos ya muestras de teatro profano que empieza a representarse en los palacios de la nobleza. El teatro popular pasa de la calle a los espacios interiores, transformándose según las nuevas circunstancias de lugar y público, convirtiéndose en un teatro cortesano. El primer gran auto teatral castellano fue Juan del Encina que también fue actor, músico etc; escribe obras tanto religiosas como profanas aunque lo más significativo de su teatro es la utilización de personajes campesinos que hablan un lenguaje rústico y chistoso; destacan obras como la Égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio, Égloga de Cristino y Febea y la Égloga de Plácida y Victoriano. Durante la segunda mitad o finales del siglo XV hay ya otros autores teatrales como Lucas Fernández, Gil Vicente y Torres Naha ro. LA LÍRICA TRADICIONAL DEL SIGLO XV Dentro de este tipo de lírica destacaremos El Romancero Viejo que es el conjunto de romances que se cantaban a finales de la Edad Media y que se conservan escritos a partir de este siglo bien en romanceros, bien en pliegos sueltos. El Romancero viejo es de origen oral y popular, anónimo. Ya en los siglos XVI y XVII continuarán cultivándose romances, son los romances nuevos o romancero nuevo que escriben unas composiciones que aunque siguen las estructura de los romances viejos son de autor conocido y transmisión escrita. En cuanto al origen de los romances pueden encontrarse dos tendencias, una que cree que su origen está en la descomposición de los grandes poemas épicos y otra es la que cree que los romances no son fragmentos desprendidos de los cantares de gesta si no que el romance nació como un género originalmente independiente, fruto de la invención de algún poeta. Los romances son series indefinidas de versos de ocho sílabas que riman los pares en rima asonante y quedan libres los impares. Utilizan escasos recursos formales incluso tienen sencillez sintáctica solo abundan las repeticiones, enumeraciones o alternancia de los tiempos verbales por lo tanto son claros y sencillos no por eso dejan de tener gran poder expresivo y dramático porque su expresión si es elaborada precisamente por la brevedad y la sugerencia emocional. Son estructuras abiertas con variedad de temas y motivos y en muchos de ellos la acción se inicia de forma abrupta y otros tienen finales truncados. Suelen clasificarse los romances viejos en : • Romances épicos, que tratan los mismos temas de los cantares de gesta. • Romances fronterizos , que tratan de las guerras entre moros y cristianos en las tierras de frontera. • Romances carolingios, que se centran en la figura de Carlo Magno. • Romances novelescos y líricos que tratan temas de todo tipo. LA LÍRICA CULTA DEL SIGLO XV Destacamos tres autores: el Marqués de Santillana, Juan Mena y Jorge Manrique. • El Marqués de Santillana es el que introduce los metros italianos ( sonetos, liras, endecasílabos… ) en la península y lo hace con su obra Sonetos Fechos al Itálico Modo, pero este libro no tienen gran éxito y hay que esperar a que Garcilaso de la Vega en el siglo XVI los fije para siempre en l literatura española. Escribe además Serranillas en las que idealiza a este tipo de • • mujeres que describe siempre como hermosas y dialogantes con los viandantes a los que muchas veces requieren de amores. Juan de Mena escribe El Laberinto de Fortuna o Las Trescientas. Jorge Manrique nos deja su libro Coplas por la Muerte de su Padre que constan de cuarenta coplas cada una de ellas formada por dos sextillas o estrofas de pie quebrado y a las que también se les llama estrofas Manriqueñas; cada sextilla tiene el primer, segundo, cuarto y quinto verso de ocho sílabas y el tercero y el sexto de cuatro sílabas y su rima es consonante. Las coplas se estructuran en tres partes de la 1-14 hace unas reflexiones generales sobre el paso rápido del tiempo, la brevedad de la vida y el poder igualatorio de la muerte, una segunda parte de la 15-25 pone ejemplos de todo lo dicho anteriormente y por último la tercera parte 26-40 se centra en la figura de su padre Don Rodrigo Manrique; en esta última parte nos da una visión de la muerte dialogante y comprensiva a la que Don Rodrigo no teme si no que la acepta con resignación cristiana. Además aparece la referencia a la vida de la fama ya que Jorge Manrique cree que hay una vida terrenal que es breve y a la que considera solo un paso para la vida eterna que es la verdadera y que es aquella que los hombres esperan y que conseguirán mediante sus buenas acciones en la tierra; la tercera vida será la vida de la fama que no es tan duradera como la eterna pero sí lo es más que la terrenal ya que vivirás en la memoria de los demás. LA CELESTINA El autor es Fernando de Rojas, de la Puebla de Montalbán y judío converso por lo que no se le creyó durante mucho tiempo lo que decía sobre la autoría del libro. Rojas decía que había encontrado el primer acto de la obra, que le gustó y lo continuó en pocos días por lo que sería autor de toda la obra menos del primer acto que es el más extenso. Sin embargo, si en un principio se creyó que decía esto por las posibles críticas del libro escrito por un judío converso, después todos los críticos pensaron que era tal y como él decía; Rojas habría encontrado efectivamente ese primer acto y pensó en continuarlo como una comedia, no obstante como sus amigos le piden que alargue más el proceso amoroso entre Calisto y Melibea, lo alarga hasta 21 actos frente a los 16 anteriores, pero ya se convierte en una tragicomedia debido a la muerte de los personajes principales. El texto más antiguo que conservamos de la Celestina es la edición de Burgos de 1499; este texto no tiene preliminares si no que empieza directamente con “el argumento del primer auto en esta comedia” y termina con el final del acto 16 sin colofón (nada más). A partir de esta primera edición se le van añadiendo el Tratado de Centurio, que intercala en los cinco actos a partir del final del catorce, formando la tragicomedia; aparece ya con título, subtítulo, carta del “autor a un su amigo”, coplas acrósticas, íncipit, argumento general y unas coplas finales del editor Alonso de Proaza. Se alarga entonces la obra hasta la redacción definitiva de la tragicomedia de Calisto y Melibea en 1502. El título de la obra también sufre cambios, al principio era Comedia de Calisto y Melibea y después, cuando se le añadió el Tratado de Centurio se conoció como Tragicomedia de Calisto y Melibea, Fernando de Rojas lo justifica diciendo que en sus páginas hay dolos y placer. La Celestina es una obra dialogada de considerable extensión, por eso algunos piensan que estamos ante una novela dialogada y otros creen que es una obra de teatro. La obra no estaría destinada a la representación, si no a la lectura colectiva según costumbre de la época y pertenecería al género dramático siguiendo el modelo literario de la comedia romance y la comedia humanística italiana no obstante es verdad que trata de una manera libre el espacio y el tiempo, ya que a veces se están produciendo dos escenas en espacios distintos y al mismo tiempo. El lenguaje es una mezcla de lengua culta y lengua popular y en general los personajes hablan una u otra según su condición social a excepción de Celestina que puede cambiar de registro según la situación en la que se encuentra o según el interlocutor. A veces ambas lenguas quedan enfrentadas cuando los criados se burlan del lenguaje retórico y vacío de los señores. El libro pretende prevenir a los jóvenes contra el desenfrenado y loco amor ya que la Celestina es una reprobación del amor mundano y no una exaltación de la pasión amorosa incontrolada. No obstante lo primero que destaca en la Celestina es sobre todo el poder del amor; Celestina insiste en este poder sobre todos y sobre todas las cosas; nadie puede escaparse a su imperio como dice Celestina a Pármeno: “el amor todas las cosas vence”. En la obra se suceden distintas órdenes de amor: de la visión de la mujer, Calisto queda embobado ante Melibea y nace así el amor de contemplación de raíz platónica, pero aquel primer amor de contemplación se convierte en un amor pasional cuyo objetivo primordial es el deleite, así el amor se convierte en un amor de perdición. El tema de la muerte es uno de esos temas secundarios de mayor importancia. Desde los comienzos de la obra se hace evidente una conciencia perenne en todos los personajes del paso del tiempo que conduce a la muerte. Su acción es inevitable y todos reconocen el poder inexorable del paso del tiempo. Todos saben que pesa sobre ellos la idea de la muerte, que inoportuna se presenta a deshora; pero la muerte así sentid por todos es un acicate para vivir deprisa, todos tienen impaciencia por vivir deprisa e intensamente; la misma Celestina le obsesiona el tiempo de la vejes y varias veces en la obra se rebela contra los inconvenientes que trae consigo, comparándola con el mejor tiempo de la juventud: “a la mi fe la vejez no es sino mesón de enfermedades, amiga de rencillas, congoxa continua, llaga incurable…”. Otro tema es la fortuna que también es una preocupación constante y ejerce gran poder sobre los mortales. Celestina sabe que la fortuna es aliada de los atrevido: “¡O buena fortuna, como ayudas a los osados y a los tímidos eres contraria!” Pleberio acusa también a la fortuna como causante de la tragedia con que acaba la obra; todo este fatalismo junto con la presencia continua del paso del tiempo, el acecho de la muerte y el poder mudable de la fortuna consigue crear una atmósfera de pesimismo en la Celestina y los personajes no pueden esquivar su destino trágico y fatal.