498 REFLEXIONES EL DOLOR DE UN PUEBLO Guillermo Marshall S., s. j . "Oh, Yahvéh Sebaot. haznos y que brille tu rostro para que seamos salvos". (Salmo 80.4) El llanto del recién nacido HÍIV un misterioso designio que rige el destino de los pueblos: u* c-l sufrimiento. Los pueblos han sufrido siempre. Así como el llanto es la primera egresión del hombre que viene 11 este mundo, así KILIO puebla nace en el dolor. Tomemos un pueblo cuya historie y tuya alma conocemos por la Biblia, Israel. Cuando la VÍW. (le Dios habla a Moisés y le ordena liberar a los hebreos del yugo del Faraón, éstos se hallaban en dura servidumbre: "He visto la aflicción de mi pueblo en Egipiti y he escuchada d clamor que le arrancah.m su> capa taces; pues conozco sus sufrimientos" (Ex. 3.7). La travesía del desierto esíá jalonada d e c o n t r a r i e d a d e s : hi sed; "caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua... no pudieron beber e! agua porque era amarga... ¿qué vamos a beber?" (Ex. 15. 22-24); el hambre: "nos han (raido al desierto para matar de hamhre a loda esla gente" (Ex. 16.3); los ataques de enemigos: "vinieron los amalecitas y atacaron a Israel"' (Ex. 17.8); las enfermedades: la mordedura de serpientes. Establecidos en lo tierra que Yahvéh les prometiera, ocurrió que (Yahvéh) "los puso en manos de salladores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de los enemigos de alrededor y no pudieron hacerles frente" (Jueces 2.14). Después ie la breve primavera que significa el reinado de David, eí reino se divide y una serie de luchas llevan al cautiverio en Asiría y Babilonia: "Ncbuzaradán incendió la Casa de Yahvéh, y la casa del rey y todas las casas de lemsilén... ni resto del pueblo lo deportó" (2 Reyes 25.9). La vuelta a la patria se realizó bajo el dominio extranjero. Primero son los persas, luego Siria, finalmente los romanos los que ocupar el país. Un pueblo pequeño Israel fue una nación pequeña, compuesta de tribus desunidas, que ocupaban un íerritorio mal dominado, rodeada tic n:timn inquietos, situada entre dos grandes imperios que se disputaban el mundo: Egipto y Asiria-Babilonia. Tuvo que sufrir las alianzas forzosas, las repetidas anexiones, el paso de los invasores. Rodeada de ctilluras más brillantes experimentó una rn."lenÍ7.<ic!Ón paulatina. Su lucha más tenaz la di<i por conservar d alma nacional, su tradición religiosa. Esta causa llevó a Israel a una larga guerra de resistencia y de liberación contra gobernantes extranjerizantes. Finalmente no se logró la independencia política, pero se salvó 1H herencia religiosa. Dios escoge lo que no es Fn esc país, minúscula administración romana, región dominada duriinli; siglos por naciones poderosas, nación e! Salvador del mundo. Dios escogió lo que no ora para confundir lo que era (1 Ctir. 1.28). ¿Por qué no escogió Dios una nación libre, independíenle, con una hermosa h¡*>loría nacional, con una cultura en expansión, para hacer de ella su pueblo? Dios escogió lo pobre, lo humilde, lo olvidado entre los pueblos, más aún Dios escogió a un pueblo dominado, sometido, a un pueblu que no podía decir lo que pensaba, a un pueblo que pagaba tributo a un César lejano, que veía soldados extranjeros en sus pinzas, que usaba monedas romanas, que escuchaba lenguas extrañas en sus calles. Cuando Dios se hizo hombre se sinlid miembro de un grupo humano pospuesto, mirsdo c» menos por los ciudadanos romanos, perteneciente a una minoría étnica, seguidor de uno religión extraña: "Tomó la condición de esclavo" (l'ilip. 2.7). Su porte y sus modales revelaban un hombre de provincia. Su acento gíilileo hacía brotar una sonrisa. Si SJ le preguntaba de dónde era, la palabra Nszareth no suscitaba ningún recuerdo. Era un desconocido de un pueblo desconocido. Cristo asume la condición de un pueblo El anonadamiento del Hijo de Dios no es sólo individual, como si concerniera su sola persona. Este descenso del Verbo a las zonas más bajas de la humanidad abarca lo social, lo radal, lo cultural, lo político. Si Cristo quiso asumir la condición humana en toda MI espesura de dolor, de oculuniiento, también quiso asumir la situación de vejamen, de postergación y de silencio que han sufrido U>s pueblos de la tierra y la que sufrirán hasta el fina! de los tiempos. El dolor de un ser humano es un misterio que lu razón no ha podido resolver. Cristo dio una solución a ese problema: solución práctica, activa. Consistió en asumirlo hasta el fondo, por amor al hombre que suí're. para poder así compartir su destina. Con mayor razón el dolor de un pueblo es un misterio. Cristo lo asumió al encarnarse en un pueblo dolicnlc (y que en muchos aspectos ha continuado siéndolo), diciéndonos asi que el dolor de todo pueblu cambiaba de significación en la Medida cu que fuera libremente aceptado, unido al dolor de Cristo y de su pueblo, y que en El se vería transformado en esperanza de nueva na/, tic lihcrtíid verdadera, de felicidad.