1 Historia de la UDI Víctor Muñoz Tamayo Texto leído por su autor en la presentación Entre investigación y escritura, este libro tardó cuatro años. La idea apareció luego que retorné a Chile tras el término de un doctorado en México. Estudiar a la derecha, estudiar a la UDI, desde antes de que fuera la UDI, fue parte de lo que propuse en un proyecto posdoctoral Fondecyt que financió este estudio por tres años. Si consideramos que la investigación completa tardó cuatro, podemos concluir que fueron tres años financiados y un año más bien desfinanciado. Por cuatro años tuve un involucramiento intenso con el tema, pues es sabido que en la escritura de la historia, una personalidad obsesiva puede resultar tremendamente funcional a los objetivos, y eso fue lo que ocurrió. Las lecturas, la escritura y muchas conversaciones giraron en torno a la UDI. Hubo un esfuerzo que tuvo como fin algo que se puede explicar en términos sumamente simples, se trataba de conocer una militancia, entender sus motivaciones, discursos, prácticas, valores, en definitiva, su cultura. Pero por qué conocer. La pregunta emergía como una constante cada vez que contaba aquello que investigaba. Yo venía de estudiar el movimiento estudiantil opositor a la dictadura, el movimiento de la Agrupación Cultural Universitaria ACU, de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile reconstruida en 1984, y en esas investigaciones los actores de la red política gremialista - UDI aparecían como “los otros”, los antagonistas de los relatos escuchados. Y eran también para mí sujetos distantes, diferentes, ¨otros¨ respecto a mi propia identidad histórica. Y es que no conozco historiador político que no tenga posición política, y yo no soy una excepción. Soy un tipo de izquierda, que viene de una familia de padre, madre y seis hermanos de izquierda, con una trayectoria de vida particularmente alejada de los espacios y los contenidos culturales que se vinculan a la Unión Demócrata Independiente. Con una niñez y juventud en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, sector que nunca ha sido proclive a la derecha, una enseñanza media en el Liceo municipal Darío Salas, reconocido por su presencia en movimientos sociopolíticos contrarios a la herencia dictatorial (basta recordar el jarrón con agua de María Música), y una educación superior en la Facultad de Filosofía y Humanidades de 2 la Universidad de Chile, o sea, es claro que no he vivido una cotidianidad cercana a la militancia UDI. Mis ideas sobre sociedad y mis definiciones ideológicas también tienen esa distancia. No creo en el Estado subsidiario respecto al mercado sino en un socialismo democrático. No declaro inspiración cristiana como lo hace la UDI porque desde pequeño me enseñaron que las religiones son parte de la creación humana, dicho en sencillo, soy ateo. Por último, en ningún caso soy anti marxista, de hecho, mi cercanía con los revisionismos del marxismo hacen que algo de marxista tenga. Muchos de mis amigos creen que no, pero yo creo que sí. El punto es que sin dejar de ser quien soy, he querido conocer a ese otro, y conocer su subjetividad, dar la palabra a los sujetos de esa otredad, entrevistarlos, analizar los significados de sus discursos, situarlos en sus contextos. Conocer su relato de la historia, de su propia historia, captar las categorías mediante las que han entendido la realidad. Conocerlos, no para construir caricaturas, no para reforzar a fuerza de prejuicios mi propia otredad respecto a ellos, sino por creer que conociéndolos se puede construir una perspectiva más para pensar la historia de Chile. Por eso mismo, si bien escribí este libro para conocer un actor que para mí era un ¨otro¨, este texto no se presenta como lectura sobre la UDI para lectores necesariamente distantes de la UDI. Es un libro de historia que perfectamente puede servir e interesar a cualquiera, incluso a los mismos actores acá investigados. Sin embargo, muchas veces, esta posición, no es aceptada fácilmente, como si el objetivo de conocer no bastara. Esto al punto que da la impresión de que para muchos, la consecuencia en la posición propia supone la cerrazón ante el conocimiento del otro. Por lo mismo, no pocas personas ponen rostro de desagrado cuando miran el libro, me preguntan si yo elegí el tema, me confiesan que en realidad no les da el ánimo leer sobre la UDI porque no les gusta de UDI, o expresan de una u otra manera su desagrado con la idea de acercarse a esta historia. Algo parecido viví durante una charla en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Entonces, una estudiante pidió la palabra y me preguntó algo más o menos así: “me gustaría saber por qué investigó este tema, le pregunto porque yo sólo entendería este estudio como manera de conocer al enemigo”. Reconozco que no iba preparado para contestar algo así. Hablé del valor de conocer e investigar, independientemente de la posición de uno respecto a las ideas y prácticas de los actores que estudia, y por último, agregué que “enemigo” es una categoría más propia de la guerra, que se basa en el objetivo de la eliminación del otro, y que yo, al menos, no pretendía estar en guerra, ni con la UDI, ni con nadie. Me retiré de la charla pensando en esa pregunta, y 3 entonces concluí que quizás la principal confusión de la estudiante estaba en suponer que desde la lógica de la guerra, desde el imperativo de la liquidación del enemigo, se valorara realmente el conocimiento del otro. Porque cuando sectores de la izquierda hablaron de enemigos, no enfatizaron en su conocimiento, sino en captar el devenir estructural de la historia, y definir cómo la clase proletaria y su vanguardia revolucionaria asumirían dicho devenir. De esta manera, ante las preguntas sobre ¨el otro¨, se entendía que las respuestas las otorgaban los análisis estructurales: el otro en política era aquel que se resistía a su superación histórica como clase, o aquel desclasado que se movilizaba por una conciencia que no le correspondía y que era impuesta por la burguesía. Por su parte, cuando la derecha habló de ¨los otros¨ como enemigos, cuando la dictadura impuso la doctrina de seguridad nacional y actuó desde la lógica de la guerra, lo que ocurrió fue la violencia extrema sin enfrentamiento real ni equiparable de fuerzas, es decir una masacre. Entonces ¨los otros¨ fueron representados desde imágenes demoniacas: seres intrínsecamente malignos, sin patria ni dios, que en nombre del bien común podían ser exterminados como ratas o extirpados como el cáncer. Esa función cumplió el Plan Zeta, falsificar al otro, caricaturizarlo, convertirlo en un monstruo expulsable de la comunidad nacional, una amenaza ante la que bien valía prohibir imágenes, quemar libros, asesinar personas, desaparecer cuerpos. Por lo mismo, cuando se asume la existencia de los enemigos, el conocimiento no es un objetivo, y hasta puede ser visto como un estorbo. Este libro fue escrito para conocer, y el conocimiento no crea monstruos, sino que devela humanidad y sociedad. Pero no sólo devela. El conocimiento siempre tiene función social, siempre incide en la acción. Un libro de política es en gran medida un texto para hacer política. Política y no guerra, si seguimos a Norbert Lechner, aunque el mismo Lechner agregaría que hacer política incluye construir distinciones sobre significados sociales, de modo que hacer política es también definirla. En esa línea, si hubo algo que a mí personalmente me motivó esta escritura, fue aportar con un texto para hacer y pensar una política entendida como conflicto social, o campo en donde se procesen las rupturas y democráticamente se problematice la propia democracia. Pero acá no se señalará un camino, no se dirá qué hacer, sólo se analizará y narrará una historia de sujetos que tuvieron sus propias definiciones de sociedad y de política, diferentes a las mías, quizás distintas a las de varios de ustedes, pero no equivocadas ni falsas, sino diferentes, para 4 propósitos diferentes, desde intereses diferentes, y que durante la dictadura se materializaron en la obra gruesa de un país que hoy la UDI quiere conservar y otros quieren transformar. En definitiva, me gustaría pensar que este libro será de utilidad para dar luchas desde la democracia, una democracia no clausurada, sino abierta a su permanente construcción. Para esas luchas, al contrario de lo que ocurre en las guerras, sí tiene sentido conocer profundamente a los actores en pugna, sean los que consideramos de ¨los nuestros¨, o de ¨los otros¨. En ese sentido, les dejo este libro como un instrumento para que lo ocupen como quieran. Ustedes verán las luchas que dan tras su lectura, ustedes sabrán la vereda en que se posicionan respecto a la conservación y la transformación de lo existente. Ustedes pensarán y decidirán con quienes se agrupan y elaboran identidad política. Quizás nos encontremos. Quizás no. Esa es la idea.