“impresión” de claude monet

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LA “IMPRESIÓN” DE CLAUDE MONET
“....Ante sus broncos mares de Belle-Isle o los sonrientes de Antibes y de Bordighera, muchas
veces he olvidado que estaban hechos con un trozo de lienzo y masa de color, y he creído
hallarme tumbado en la arena siguiendo con encandilada mirada el viviente ensueño que
asciende del agua brillante y se pierde a través del infinito, más allá de la línea de horizonte que
se confunde con el cielo...!” Octave Mirbeau – Le Figaro 10 de marzo de 1889.
Monet denominará un día a una de sus telas Salida del Sol – IMPRESIÓN, ésta traía la imagen
del sol entre la niebla sobre el mar y que a la vista de esta tela, la palabra IMPRESIÓN,
extendida y transformada, después se considerase apropiada para designar el arte impresionista.
Esta marina fue el hazmerreír de los visitantes a la exposición de los Refuses en abril de 1874,
representaba un panorama del puerto de El Havre en las primeras horas de la mañana, es así que
un crítico sarcástico aprovechó el título como término despectivo para fustigar a todo el grupo
de pintores amigos a los que puso el apodo de “impresionistas”, sin pensar que más tarde ésta
palabra sería el fenómeno más importante ocurrido en el arte en todos los tiempos
“Loco, grotesco, nauseabundo, repugnante .....“ vocifereaban los críticos de arte parisiense en
ese abril de 1874. El blanco de sus iras era una exposición de óleos, pinturas al pastel y dibujos
que se apartaban de los cánones académicos, organizada por un grupo de amigos que se había
negado a presentar sus obras en el “Salón de París”, patrocinio oficial. Aquellos jóvenes
rebeldes no sólo usaban colores nunca vistos, así como técnicas aparentemente descuidadas,
sino tenían la osadía de representar escenas de la vida diaria; campos de amapolas, mujeres
lavando ropa, botes de pescadores, en vez de los solemnes retratos y las grandilocuentes escenas
históricas que entonces estaban de moda y que realmente eran pinturas de gran facturación y
técnica estática del dibujo plano - pero sin alma, fuera de la realidad, del movimiento y sobre
todo del color en todos sus aspectos y matices; pero como diría Guy de Maupassant refiriéndose
a ésta última, “..... sin embargo y a pesar de, muy superior a la pintura de vulgares motivos:
paisajistas, florales y de animales que actualmente cubren las paredes para adorno de los
muebles del burgués que quiere ser y no entiende que no es, y que nunca será.... “ Sic. Carta a
Durand Ruel – marchante de cuadros y posterior curador del Louvre.
El Impresionismo debe su validez histórica al hecho de que reflejó los profundos cambios que
se estaban teniendo en toda la cultura europea; cambios que a su vez influenciaron el
movimiento como tal - fuera de lo estático. Las teorías del color del sabio químico Eugene
Chevreul (1786 a 1889) habían sido publicadas antes de que los impresionistas empezasen a
pintar, junto con otros descubrimientos realizados por Helmholtz y Rood sobre el color y el
espectro; asimismo, la fotografía les dio a los impresionistas la ayuda de la realidad del
movimiento ese invento de Niepce y perfeccionado por Nadar - amigo y caminante de la mano
de los impresionistas. Lo más significativo es que los científicos y los artistas se movieron en
una misma dirección en el descubrimiento de que los colores no eran, como había creído
Leonardo y Alberti, realidades inmutables, sino que dependían de la percepción individual, que
formaban el universo de la luz y que eran una de las dimensiones de la naturaleza. Los círculos
cromáticos descubiertos por Chevreul para representar y clasificar los colores de manera exacta
y práctica, son setenta y dos, que representan colores francos, más otros veinte círculos para los
matices intermedios de la combinación de estos círculos actualmente la tecnología de la
computación - por ejemplo en algunos programas como el Corel - llegan a obtener desde 16 a
36 millones de colores. Chevreul al observar que la yuxtaposición de los objetos coloreados
modifica su naturaleza óptica, formuló la “ Ley del Contraste Simultáneo de Colores “, si en un
mismo plano se colocan paralelamente dos tiras de papel del mismo color, pero de tonos
diferentes, la parte de la tira más clara situada junto a la tira más oscura parece más clara de lo
que es en realidad, mientras la parte análoga de la tira más oscura parece más oscura, vale decir
todo color tiende a colorear de su complementario los colores próximos, y si dos objetos
contienen un color común, este queda considerablemente atenuado por la yuxtaposición de
aquellos.
Otros adelantos fueron de gran influencia en la pintura impresionista, por ejemplo hasta 1840
nadie había experimentado viajar en un tren a 70 kms. por hora, obviamente las cosas desde el
tren se veían diferentes, ya que la velocidad con la combinación de la luz afectaba la naturaleza
de las cosas, así se puso de manifiesto la naturaleza tan subjetiva de la experiencia visual,
subrayo la transitoriedad de las imágenes que no se quedaban estáticas, empañó los contornos
precisos a los que el arte conceptual había acostumbrado al ojo del artista. Es a partir de las
nuevas ideas científicas, que nunca más pudieron los impresionistas creer en la existencia de
una realidad permanente, independiente, inmutable y fija, de ahí que la pintura sin movimiento
muere por ser irreal, por cuanto el color cambia a cada instante.
Como dato de los adelantos científicos que vivieron los impresionistas, debemos señalar:
Síntesis de la anilina por Perkin 1855 Inglaterra, descubrimiento de los rayos catódicos por
Plucker 1856 Alemania, Drake perfora el primer pozo petrolero 1859 USA, acumulador
eléctrico de Planté 1859 Francia, prensa rotativa de Bullock 1860 Inglaterra, antisepsia
quirúrgica de Lister 1860 Inglaterra, motor de explosión a cuatro tiempos de Beau de Rochas
1863 Francia, primer automovil de gasolina de Delamare y Debouteville 1864 Francia, ley de la
herencia de Mendel 1865 Checoslovaquia, invento de la dinamita y cambio de los usos de la
guerra Nobel 1866 Suecia, maquina de escribir de Scholes y Soule 1866 USA, invención del
hormigón armado Monier Francia 1867, invento de la fotografía a color de Charles Cros 1866
Francia, primer plástico de síntesis de Hyatt 1870 USA, invención del fonógrafo de Edison
1877 USA y sus 96 inventos posteriores – sobre todo la “luz”, industrialización y
comercialización del motor a cuatro tiempos por Otto 1877 Alemania, comercialización del
automovil a gasolina de Debouteville y Delamare 1883 Francia, vacuna antirrábica de Pasteur
1885 Francia, alumbrado eléctrico de París 1889 y otros adelantos científicos como el
cinematógrafo, que hicieron cambiar al mundo estático del arte.
Inconscientemente se acercaron a un concepto de la naturaleza, materia que hallaría expresión
después en los descubrimientos de Einstein y la Filosofía de Ortega y Gasset.
Es en éste contexto que tiene un tremendo significado en Monet, que se esforzó por relacionar
luz, tiempo, lugar e historia en una secuencia de imágenes en serie, de ahí sus catedrales y
estanques de lirios, etc; era fácil decir de Monet como Heráclito – jamás te puedes bañar dos
veces en un mismo río. Al pintor se le veía caminar llevando en su burro seis telas de la
Catedral de Ruán, ya que conforme pasaba el día la luz variaba y con ella variaban sus telas,
obviamente la Catedral de las doce del día no era la misma catedral de las seis de la tarde, la luz
a través de sus torres o cayendo en su portada, la había hecho variar cada siete minutos.
Claude Oscar Monet, nace curiosamente el mismo día que Auguste Rodin (escultor de “El
Pensador”), en la neblina otoñal de París, un 14 de noviembre de 1840, su padre Claude
Auguste, tiene cuarenta años y se ha casado más bien tarde, con una joven y atractiva viuda,
Louise Justine Aubreé, éste administra una droguería en el No 3 de la rue de Cléry en el barrio
de la bolsa de valores, sin embargo no debe de tener mucho éxito por cuanto se traslada a El
Havre, donde entra en la empresa de su cuñado, Jacques Lecadre, droguero mayorista. En El
Havre (la Normandia), Claude pasó su juventud y conoció al pintor paisajista Boudin natural de
Honfleur, quien notó que Claude ya de 18 años, tenía aptitudes para la caricatura, lo instó a
pintar junto con él los paisajes de la Normandía.
El joven Oscar – es así como lo llamaban en familia y es con este nombre que firmará sus
primeras obras – adorna sus cuadernos de escuela con distintos dibujos, en los que a menudo
caricaturiza a sus maestros. Pronto partiría a sus presas más importantes, los burgueses de El
Havre, haciéndose pagar diez francos por cada caricatura y hasta un Napoleón. Los gustos
artísticos de Monet lo pusieron en desacuerdo con sus padres, que deseaban tenerlo en sus
negocios. Cuando llegó la edad reglamentaria para la conscripción se declararon dispuestos a
liberarlo del servicio militar, pagando la suma exigida, como se practicaba en la época, pero
siempre que renunciara a la pintura. El joven, antes que aceptar esa condición, prefirió hacer el
servicio militar. Nada menos que se incorporó a un regimiento en Argelia, donde permaneció
alrededor de dos años, su salud alterada por el clima, obligó a sus padres a exonerarlo del
servicio militar. Consintieron que se dedicara de lleno a la pintura, exigiendo que entrara en el
taller de Gleyre en París en 1862.
Monet detestaba el trabajo académico, no sintiendo ninguna afinidad con Gleyre. Pasó por su
taller sin adoptar nada y lo abandonó al cabo de un año. Se produjo entonces un acontecimiento
decisivo para él, conoció en 1863 la obra de Manet expuesta en la casa Martinet en el Boulevard
des Italiens, estas ofrecieron de pronto a sus ojos una pintura clara, donde los tonos vivos y
contrastados estaban yuxtapuestos, sin el empleo general de las sombras convencionales.
Sintióse seducido a primera vista por la innovación osada. Hasta ese día él había pintado, como
los demás jóvenes audaces de su tiempo, en un colorido parecido al de Coubert y de Corot y sus
primeros ensayos, comparados con los que debía producir después de la revelación que significó
la obra de Manet, serían hoy considerados oscuros. Monet adoptó con decisión la nueva técnica
de tonos claros, aplicándola a la pintura del paisaje. Se tiene así un cuadro de grandes
proporciones pintado en 1886 – “Almuerzo Campestre” (Tela 418 x 630 cms. fragmentado en
tres partes - Museo del Louvre – actualmente Museo d Orsay), muy diferente del Manet que se
expuso en el salón de los Refusados en 1863 y del que me ocupé en mi artículo anterior sobre
Manet.
Después de observar sus inicios, reconocemos cuán profunda debió ser la inclinación que lo
apartó de la figura en la pintura, para empujarlo hacia el paisaje pues, a la vista de sus primeros
cuadros, que representan figuras, se descubre que los rostros en su expresión humana, fueron
descuidados verdaderamente, que no le interesaban en sí mismos y podía en consecuencia
reiniciar a pintarlos, sin que su arte perdiera nada esencial.
En efecto, son las vestiduras las que atraen y las que fueron introducidas en sus cuadros para
obtener combinaciones de colorido y de efectos de luz, más que las caras de los personajes, es el
caso de “Almuerzo campestre”.
Se cuenta que estando en el Taller de Gleyre, el pintor académico reprendía en mala forma a
otro alumno, por cuanto éste no consideraba que la pintura debía de ser un severo ejercicio de la
disciplina: Le decía “ Sin duda coquetea usted con la pintura porque le divierte. - ¡claro! –
repuso el estudiante; si no me divirtiera, no pintaría.”, aquel joven llegaría a ser su entrañable
compañero de toda la vida - Auguste Renoir. Ambos estudiantes se hicieron amigos y
abandonaron el opresivo estudio para pintar al aire libre en Chailly, cerca de Fontaineblue.
Monet todavía no había desarrollado su revolucionaria técnica impresionista en 1866. Incluso le
aceptaron varios cuadros que presentó en el salón de París, y a la edad de 26 años fue objeto de
la estimulante alabanza por su cuadro “ El Vestido Verde “, espontáneo y vital retrato de su
amante y más tarde su esposa Camille Donciex.
La morena y frágil Camille fue la musa del pintor durante muchos años. Esta Camille que fue,
siendo esposa de Monet, la inspiración y atractiva modelo de Renoir, Manet, Boudin y de ese
genial Holandes Jongkind, realmente el inspirador del color de Monet.
Marc Elder cuenta que Monet le había confesado : “..Estaba en apuros con un pastel, en un
prado de Sainte Adresse (Normandie) pero mi modelo, una vaca no se quedaba quieta. Un
larguirucho inglés seguía mi trabajo y mi impaciencia. Muy cortés me propone – le sujeto la
vaca y mientras lucha con el animal, me pregunta si conozco a Jongkind. ¡Oh!, digo es un
pintor de gran talento. Si lo quiere ver, venga mañana a trabajar en el prado. Fui escéptico,
continúa Monet, pero por curiosidad volví. Y Jongkind llegó acompañado del inglés. Me tuteo
en seguida – ya éramos amigos “. después de esto Monet invita a Jongkind a su casa quien se
aparece acompañado nada menos que de Madame Fesser esa genial escritora, pintora, música,
compañera y modelo de Jongkind esa admirable mujer que supo alentarlo y darle el apoyo
moral que tanto necesitaba; en la mesa, el ingenuo holandés se cree en la obligación de aclarar
que su compañera no es “ mío mujer “. la declaración es escuchada con un silencio helado por la
familia Monet. ¡Pero que importa! Monet que no le interesa su estado civil, presenta al holandés
a Boudin; los tres hombres hacen buenas migas y Claude queda particularmente impresionado
por la modalidad fuerte y leal de su nuevo amigo.
“El fue, a partir de ese momento, mi verdadero maestro. Es a él a quien debo la educación de
mi ojo“, como diría más tarde su amigo Cézanne: “Monet no es más que un ojo ¡pero vive Dios,
que ojo!. Las excursiones a la playa y al campo de Sainte Adresse, con los pintores amigos y sin
mujeres legítimas, preocupan decididamente al señor Monet padre, que está muy dispuesto a
desembolsar aún por un tiempo más la pensión para su “Joven Oscar Claude”, pero obviamente
y claro, que la gaste lejos – en París.
Sus aburguesados padres, cuando se enteraron del nacimiento del primer hijo de Monet, Jean, en
1867, le retiraron todo su apoyo económico. Una y otra vez sus caseros echaron a la calle a la
familia del artista. En 1869 Monet escribió al pintor Bazille “ Durante ocho días, ni pan ni
carbón, ni luz”. Su amigo Renoir también en la inopia, sacaba a escondidas pan de la casa de su
madre para que la familia Monet no muriera de inanición; esta pobreza fue la constante de su
vida casi hasta 1880 y sobre todo de su vida con su amada Camille, que algún día moriría de
pobreza pobre.
Un día le escribe a Emile de Zola cuyas novelas ya comenzaban a venderse “Quieres y puedes
hacerme un gran favor. Si mañana por la noche, martes, no he pagado la suma de seiscientos
francos, venderán los muebles y todo lo que poseo. Me desesperaría tener que comunicarle a mi
mujer la realidad. No me atrevo a ir yo mismo, sería capaz de verte sin atreverme a decirte la
causa de mi visita. Contéstame con una palabra y de todos modos te ruego no propalarlo, pues
siempre queda mal andar necesitado ante los que no comprenden”.
También Manet cuidó siempre de él, es por eso que Monet ya en su gloria económica y como
pintor, siendo amigo y consejero del Tigre Clemenceau Primer Ministro de Francia, organizó las
más grandes exposiciones universales de Manet y defendió a Zola de las terribles calumnias que
pesaban sobre él.
Probablemente no existe lugar que se identifique mejor con el impresionismo que Argenteuil,
donde trabajaron casi todos los amigos y adonde específicamente en 1874 fueron a pintar
Monet, Renoir y Manet. Después de haberse clausurado la exposición de 1874, Monet volvió a
tener dificultades con su casero y fue Manet quien le consiguió a su costo una casa en
Argenteuil, Debemos de hacer un esfuerzo de abstracción y pensar que en esa misma casa
vivían juntos los padres del impresionismo y que no sólo los unía la pintura sino la solidaridad y
la tremenda amistad desinteresada, que llegó a purificarse en la vejez, convirtiéndose en
idolatría y admiración entre ellos.
Es en Argenteuil, donde mirando pintar a Monet, Manet se dejó ganar definitivamente por el
trabajo al aire libre. Adoptó colores más claros y toques más ligeros, aunque no tan interesado
por el paisaje puro, prefería estudiar a los seres en medio de la naturaleza. Recurriendo a
modelos o amigos para sus composiciones. Así es como Manet pintó un día a Madame Monet –
Camille, en su jardín junto a su hijo Jeab, sentados los dos bajo un árbol, mientras el propio
Monet trabajaba en el jardín. Cuando un día llegó Renoir y vió a Manet en plena tarea, la escena
le pareció de un encanto tan irresistible, que le pidió a Monet que le dejará su tela, su paleta y
colores, y que lo acompañara a ponerse al lado de Manet a fin de hacer el mismo tema. Es
curioso escuchar a Monet contar en 1925 lo que ocurrió aquel día: “ Con el tiempo Manet
empezó a fijarse en Renoir – de reojo y de vez en cuando, se acercaba a la tela. Entonces con
una mueca, se me acercaba discretamente para soplarme al oído señalando a Renoir – Ese chico,
no tiene ningún talento, tu que eres más amigo de él, dile que renuncie a la pintura “
Posteriormente Manet le diría a Renoir “ si no me regalas tu pintura no podré dar crédito de tu
arte “ y así se intercambiaron las pinturas........!
Aquel verano para los tres pintores, fue el momento culminante en sus capacidades creadoras.
Al tratar de reproducir el reflejo del sol sobre el agua y el temblor de las hojas, empezaron a
pintar de una manera insólita, sobre todo Renoir y Monet, eliminando los colores sombríos de
sus paletas y utilizando diminutos rasgos y comas de color puro yuxtapuestos de modo que se
fundieran vistas a distancia.
Monet se casó con su bella Camille el año de 1870 y a fines de 1871 se instaló con su hijo Jean
en Argenteuil donde fue su morada por seis años. Día tras día, desde el alba hasta que moría la
luz, Monet pintaba al aire libre. Inclusive compró una barca-estudio para poder pintar el río en
todas las estaciones. No había mal tiempo que lo hiciera permanecer en casa. Cuando el Sena se
congelaba, clavaba su taburete y caballete en el hielo y pedía una bolsa de agua caliente para sus
entumecidos dedos. Al pintar en la playa de Belle-Ile en Mer durante una tempestad atlántica,
pidió que lo amarraran a una roca junto con su caballete (en algunas marinas de Monet se han
descubierto granitos de arena pegados por el viento).
Ese estoicismo le permitió seguir trabajando infatigablemente a pesar de las tormentas de su
vida privada. Al nacer su segundo hijo Michel en 1878, Camille enfermó de gravead. Monet
tuvo que hacer de nodriza, cocinera, niñera y lector de Zola, para mitigar las noches del terrible
sufrir de su Camille. Además se daba tiempo para recorrer las calles tratando de vender sus
cuadros para conseguir un poco de pan. Y sin embargo en esa época de angustia pudo crear una
explosión de color y alegría tan maravillosa como la “Rue Montorgueil con banderas“, pintura
que parecía que estuviera desafiando al destino. El color y la luz eran para él una obsesión cada
vez más fuerte.
Al morir Camille el año de 1879 de 29 años, pero agotada por las privaciones, el hambre y la
pobreza, Monet se sentó junto a su agonizante Camille. Ahí le torturo la agudeza de su ojo de
pintor, que tomaba involuntariamente nota de los sutiles cambios de tono y color producidos por
la muerte en el rostro desencajado de su compañera – nunca la dejó de llorar – como decía Zola.
Cuatro años más tarde, en 1883, Durand Ruel expuso la obra de Monet en París, Londres y
Boston. Ya para entonces los impresionistas empezaban a tener aceptación. Pero fue sobre todo
en los Estados Unidos en 1886, que reunió 45 obras espléndidas de su pincel, fue el punto
decisivo para el pintor; sus cuadros se convirtieron en piezas de coleccionista, y él en un gran
personaje. En 1888 Francia le dio el espaldarazo cuando lo nombraron candidato a la legión de
Honor, condecoración que rechazo en un desplante de rebeldía y que cuando la recibió Manet,
éste dijo con lagrimas en los ojos “ya es muy tarde para una vida de tantos sacrificios e
injurias”.
En el decenio de 1880 a 1889, por primera vez Monet pudo disfrutar de una existencia
sumamente prospera. Con sus dos hijos Jean y Michel, se instaló a vivir con Alice Hoschede,
viuda y madre de seis niños, que lo adoraban y lo hicieron sumamente feliz, de ellos destaca su
hijastra Blanca que fue una maravillosa pintora. Se casó el 16 de Julio de 1892 asistiendo sus
ocho hijos y todos sus entrañables amigos impresionistas, escritores y músicos. La pareja con
ocho criaturas, encontró una hermosísima alquería – casa hacienda de “persianas grises” en
Guiverny, a 75 klms de París, con un arroyuelo, puentes (su puente japones) y hasta una vía
férrea por donde pasaban todos los día cuatro trenes junto a su jardín. Guiverny era el paraíso en
la tierra, sus famosos jardines especialmente coloreados con plantas, arboles, flores y
ornamentos de la naturaleza los más bellos, que jamás se habían visto. Lo hizo, lo vivió, lo pintó
y lo amo durante 43 años, hasta el día de su muerte en 1926.
Una vez Monet y su adorada hijastra Blanca pintaban juntos en los campos en declive arriba de
la alquería; el artista empezó a reproducir un montón de heno a la luz de la luz mortecina de la
tarde. Para su desesperación, la luz cambió a los 15 minutos y le fue imposible continuar. Pidió
a Blanca que le llevará una tela nueva y poco después vio que necesitaba otra y otra. Así nació
sus famosas “ series “, Monet pintó el montón de heno a todas horas y en todas las estaciones,
para lo cual llevo de la casa al henil hasta una veintena de telas.
Asimismo pintó la fachada de la gran Catedral de Ruan durante dos años. Cinco de sus pinturas
de la catedral se exhiben actualmente en el museo d Orsay. Y obviamente sus innumerables
nenúfares, de las cuales dice Marcel Proust: “Ya que las orillas eran muy pobladas de árboles
en ese lugar, sus grandes sombras daban al agua un fondo que era habitualmente de un verde
oscuro, pero que a veces, cuando regresábamos en alguno de esos anocheceres serenos que
siguen a unas tardes tormentosas, lo veía todo de un azul claro y crudo tirando a violeta, de
apariencia fragmentada a modo japonés. Acá y acullá enrojecía en la superficie tal una fresa,
una flor de nenúfares de corazón escarlata, de bordes blancos” Du coté de chez swann.
¡Que ojo!, Monet amaba el agua sobre todas las cosas. Poco después de haberse mudado a
Guiverny, desvió un arroyuelo para construir un estanque, y en él plantó lirios amarillos, rojos,
rosados azules y blancos. Ese estanque le obsesionó y lo pinto repetidamente durante 30 años.
En 1911 su adorada Alice muere de la pena que le causó la muerte de su adorada hija, es aquí
que Monet ya no desea vivir más, dos perdidas no las podía soportar, además se estaba
volviéndo ciego “....y ya no tengo por que seguir..”, es en esta época que se deja entristecer en
su jardín de ensueño, el color se le iba de los ojos del alma.
El mejor amigo de la vejez de Monet fue el primer Ministro de Francia de la Primera Guerra
Mundial Georges Clemenceau.
Un día Monet que soñaba con crear una galería decorada con enormes pinturas de lirios en las
paredes curvas: En un mundo desgarrado por la Primera Guerra Mundial, quería construir un
lugar dedicado a la serenidad, la contemplación y a la paz. Clemenceau lo animó a trabajar en
aquel proyecto. Pero los ojos se le debilitaban día a día. A veces desgarraba colérico las telas
donde no podía plasmar sus visiones. Varias veces tiraba los pinceles y decía que jamás volvería
a pintar.
En esas ocasiones el primer ministro tenía que urgentemente abandonar sus complejas tareas y
acudía presuroso a Guiverny, no hay que olvidar que quedaba 75 Kms de París, para instar a su
amigo diciéndole “...pinta, pinta que serán obras maestras aunque ahora no tengas conciencia de
ello...”. Clemenceau estaba en lo cierto “ Las Decoraciones con lirios acuáticos “ en las
galerías de L Orangerie en París donadas por Monet a la nación para celebrar el armisticio de
1918, se consideran el supremo logro del maestro.
Un día le escribe Clemenceau “Tu enfermedad es muy inoportuna y la cosa es muy fastidiosa,
pero tu no estas amenazado de perder la vista. La catarata de lenta evolución es muy
molesta....pero éste no es tu caso, puesto que la catarata del ojo enfermo muy pronto habrá
madurado y se podrá operar. Una cosa de nada, mientras está asegurada la continuidad de tu
vista. Es menos fastidioso que ser prostático; te lo aseguro.....”. Nuevamente tenía razón
Clemenceau, su vista mejoró considerablemente con una operación de cataratas, y Monet siguió
trabajando casi hasta el fin de sus días y dedicándose a darle color a su jardín y al jardín de
nuestro mundo.
Soportó los años de prueba y de miseria con una gran fuerza de carácter. Luego cuando la fama
vino a coronar su nombre, no varió en nada su vida simple. Se comportó siempre muy bien con
sus compañeros del Impresionismo. Nadie defendió y elogió mejor que él a Degás, Pissarro,
Cezanne, Renoir, quien muere en 1903, Berthe Morizot, Guillaumin, Sisley, Bazille quien le
compraba cuadros a precios filantrópicos y que gracias a él su primer hijo nace con la atención
médica necesaria – Bazille muere en la guerra Franco Prusiana, pero su arte quedó para siempre
en el corazón y en los “ojos” de Monet, que lo llevó con él a los grandes museos.
Nunca cesó de expresar gran admiración por Manet y de hacer conocer todo lo que le debió en
su punto de partida. Fue el promotor en 1890 para franquear la entrada de la Olimpia de Manet
al Louvre. Cuando Zola, en el asunto Dreyfus, se lanzó adelante a favor del condenado,
levantando contra sí a todo el pueblo de Francia, encabezó con un grupo de intelectuales su
defensa, fue el benefactor de Debussy, gran admirador de Daubigny, Boudin su amigo de
infancia, de ese loco holandés Jongkind, el consejero de Guy de Maupassant cuando escribe
sobre los remeros del Sena, su magistral Mouche y Bel Ami, fue el agradecido de siempre del
que le dio o no le dio la mano...!, irónicamente actualmente- sus obras están valoradas en más
de 2000 millones de dólares.
En 1896 el gran filosofo Bergson, obsesionado y fanático de los impresionistas y en especial de
Monet se inspira en el, para escribir su triunfal obra “Materia y Memoria” –“Se nos ha dado una
continuidad movible, en la cual todo cambia y permanece a la vez”.
La música siguió el camino de los impresionistas y al estilo de Monet, seguía un camino
paralelo. La búsqueda del color orquestal se había manifestado, de modo evidente en las sonoras
y rítmicas de Berlioz primero y de Bizet y Chabrier después. Pero la influencia de la pintura
impresionista y sobre todo de Monet se evidencia claramente en las composiciones de Claude
Debussy, cuando reaviva con sus disonancia la sensibilidad del oído; al igual que Monet había
aclarado nuestra mirada al disociar los tonos.
“La luz es el personaje principal de un cuadro”, solía decir Monet y relataba cómo se esforzaba
en fijar en la tela – la belleza del aire y del silencio – lo cual es un imposible físico, pero un
posible filosófico para el que ve con los ojos de la luz de Monet. La sombras siempre se
alargaban ante la vista de aquél cuya vida no había sido sino un estímulo de la luz.
Hace poco tuve la oportunidad de ver una de las tantas películas que se le filmó en vida, en su
jardín, caminando, pintando, conversando con sus amigos - mi impresión fue tan conmovedora
que con la vista nublada, quería ponerle color al blanco y negro de la cinta, para poder apreciar
realmente ese jardín paraíso de Guiverny y tomar una limonada en su puente japonés,
observando las nenúfares de su arroyuelo......!, encontrar en su pinacoteca los cuadros que
guardaba de Renoir, de ese larguirucho Bazille, de Manet y de tantos otros y leer a Zola,
Baudelaire y Guy de Maupassant, y ver las fotografías de Camille en Argenteuil, razonando con
la filosofía de su amigo Bergson.
Luchar, ante todo, para vivir; luchar, luego, contra lo imposible, contra el instante que se va;
detener el tiempo; luchar contra las fuerzas primitivas; éste fue el trabajo sobrehumano,
cotidiano, emprendido con inagotable paciencia y sin desalentarse jamás de aquel que, con su
maestría, a fuerza de exigir y observar escrupulosamente, llegaría a una verdadera síntesis de la
atmósfera. “Estoy en la naturaleza sin poder comprenderla “, decía con tristeza. Amaba la
naturaleza hasta el punto de querer ser él mismo un simple elemento constitutivo de ella. Se
conmovía ante cualquier estremecimiento de la hierba, ante las sonrisas del agua, esa agua que
tanto amaba y ante la alegría plena y tranquila del abrirse de las flores.
Con mi esposa nos imaginamos a Monet mientras cruza su puente japonés entre las dos orillas
de su río; se detiene bruscamente como arrebatado por el éxtasis, mirando encantado una ninfea
de un tiernísimo rosa, posada sobre el agua, como un objeto de marfil irisado. El trinar de los
pájaros y el murmullo del arroyo, a lo lejos quizá - el ruido del tren, una planta acuática
ondulada al fondo y la luz, siempre esa luz cambiante que se agita sobre el agua, el sonido del
aire y del silencio y sus ojos mirando todo el color de su paraíso.
Monet miraba cada vez más intensamente, pero se intuía el gran drama latente, misterioso,
angustioso que se agitaba en él. Aquel que había pasado su vida labrando prismas, entrelazando
calidoscopios, tratando la luz como un bordado, analizándola, desenredándola y enredándola
para lograrla mejor. Monet, el gran Monet, este hilador de la luz, no nos veía más con los ojos
abiertos. Así como Beethoven tenía las notas en el cerebro, Monet tenía el color en su alma.
A los 86 años en 1926 muere Monet de una falta terrible de color, en su paraíso de Guiverny...!
“Si, Monet, debemos amar algo para no morir, para no enloquecer”, le escribía Mirbeau. Pero
él, Monet, moría porque ya no podía amar......como el sabía amar.......y ese amar era la
luz,........ era el color, ..........era la vida.
El impresionismo nació en un cierto contexto social y cultural que fue responsable de darle su
firma y determinar su ideología. La mayoría de sus practicantes habían crecido bajo la sombra
no tan distante de la Revolución Francesa y Napoleón; habían vivido el año 1848, el golpe de
estado, el Segundo Imperio, la publicación del genial libro “El Manifiesto Comunista” – 1848
de Marx y Engels, el Segundo Imperio, la Guerra Franco Prusiana, la Comuna y algunos
fallecieron en la Tercera República. El trasfondo de sus vidas demostraba una altísima cultura
en todos los campos, sea en el científico, como en las artes - que las dominaban todas, a tal
extremo de ser además de pintores, destacados escritores, músicos, escultores y grandes
conocedores de las ciencias, su mundo estaba rodeado de la más calificada intelectualidad y la
política, de ahí la gran influencia que ejercieron en todos estos campos. Todos estos
intelectuales y científicos de la época se adhirieron a la izquierda (Pissarro quizá fue quien tuvo
más conciencia política y fue más aún un anarquista Proudhoniano, más que cualquier otra
cosa). Pero lo quisieran o no, ese espíritu de su tiempo los identificó con la política; ser un
revolucionario en arte representaba ser un revolucionario en todo lo demás...!.
Se criaron en el París de Balzac y llegaron a la madurez de Zola; presenciaron la transformación
de la ciudad con la guía del Barón Haussmann; una maraña arcaica de grandes palacios y
edificios superpoblados y descuidados se convirtió en una ciudad luminosa de grandes
boulevards, hoteles lujosos y parques verdes, que ellos al elegirlos como temas de sus obras,
iban a inmortalizar. El trato social fue más bien reposado y aunque en los cafés, por ejemplo,
siempre habían tenido una función en la vida cultural de París, en el siglo XIX adquirieron una
importancia que nunca han vuelto a perder. La historia del arte francés podría ser escrita en
términos de cafés: La Brasserie Andler donde Coubert era el centro de atención; el Café Fleurus,
con paneles decorados por Corot y otros; el Café Taranne, favorito de Fantin Latour y Flaubert;
el Novelle Athenes donde estaba Forain y Lammy y el famoso Café Guerbois, que más que
ninguno, podía reclamar que había sido el lugar del nacimiento del impresionismo y el centro
obligado de intelectuales, artistas y científicos.
Tenemos que reconocer que la palabra “Impresionismo”, fue todo un hallazgo. Concisa,
evocadora, tan ambigua como se quiera esta palabra cundió y, yendo más allá de los problemas
propios del arte pictórico, no tardó en designar una nueva manera de ver, de sentir, un nuevo
modo del ser, en suma, algo como un nuevo imperio, rebosante de luz y de espacio,
conquistando - no siempre - a las tinieblas polvorientas de la ciénaga académica y de tanto
retrógrado inculto que habita nuestro mundo actual. Pronto se observó la saludable influencia de
este soplo, de esta luz de esta “IMPRESIÓN” en todas las artes, la política y la ciencia.
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