DELITOS IMPRUDENTES El delito culposo de comisión: En los códigos penales no solo existen supuestos de hecho típico doloso, es decir, tipos en los que la finalidad del autor coincide con la realización del comportamiento típico y el resultado (cuando éste no queda frustrado por razones ajenas a la voluntad del autor); sino que también existen supuestos de hechos punibles en los que el autor realiza el tipo “sin quererlo” es decir, cuando la conducta querida no concuerda con el resultado sino que es producto de su obrar descuidado, negligente, imprudente, imperito o por haber obrado en violación de las normas, reglas o costumbres que rigen determinada actividad riesgosa. El fundamento de la imputación de ésta clase de conductas radica en que el autor demuestra un desprecio sobre el bien jurídico afectado. En los delitos imprudentes finalidad y comportamiento no coinciden, a diferencia de lo que ocurre en los delitos dolosos en los que la finalidad coincide con el comportamiento; sin embargo, en los delitos imprudentes, la ausencia de ésta finalidad (decisión de actuar en contra del bien jurídico) se ve compensada por la infracción al deber de cuidado (es decir, la actuación descuidada en contra del bien jurídico tutelado), siendo ese el fundamento del reproche penal. Sistemas de regulación de los delitos culposos: En las legislaciones penales existen diversas maneras de regular los delitos imprudentes. El Mexicano se inclina por la existencia de un número abierto (numerus apertus) de delitos imprudentes. La ley, en dicho sistema, contiene una cláusula general que establece que todo delito doloso puede ser cometido de manera imprudente (culposa). El Código Penal Federal Mexicano lo establece en el art. 8 y define en su artículo 9 párrafo segundo que “… Obra culposamente el que produce el resultado típico, que no previó siendo previsible o previó confiando en que no se produciría, en virtud de la violación a un deber de cuidado, que debía y podía observar según las circunstancias y condiciones personales…” En otros ordenamientos penales como, por ejemplo, el Argentino, el colombiano y el Alemán, etc. No establecen una definición general acerca del concepto de la imprudencia y adoptan el sistema de “numerus clausus” es decir, de número cerrado. En dichos ordenamientos sólo son punibles, a título de imprudencia, los delitos que contemplen su realización mediante negligencia, impericia, imprudencia, violación de los reglamentos a su cargo, cuando están contemplados expresamente en la parte especial o en leyes especiales. Otros sistemas penales, establecen una definición de la imprudencia en la parte general y, luego, en la parte especial establecen cuales tipos penales admiten la forma imprudente (por ejemplo, Código Federal de Suiza o Código Penal Brasileño). El Código Penal Brasileño establece “… Art. 18. - Diz-se o crime: Crime doloso I - doloso, quando o agente quis o resultado ou assumiu o risco de produzi-lo; Crime culposo II - culposo, quando o agente deu causa ao resultado por imprudência, negligência ou imperícia. Parágrafo único. Salvo os casos expressos em lei, ninguém pode ser punido por fato previsto como crime, senão quando o pratica dolosamente…”. El delito culposo o imprudente presenta dos aspectos: Lo ilícito, es decir la infracción al orden jurídico (a través de la infracción al deber objetivo de cuidado); y la responsabilidad (reprochabilidad que fundamenta la punición en base a la previsibilidad objetiva). La Tipicidad de los delitos imprudentes: En los delitos imprudentes existen, al igual que en los delitos dolosos, ciertos elementos que deben estar presentes para el análisis de la tipicidad. Estos son: A) B) C) D) Infracción del deber de cuidado El resultado La imputación objetiva del resultado a la acción. Previsibilidad (Componente subjetivo). La infracción al deber de cuidado: Se trata del primer -y principal- elemento de la tipicidad imprudente, debido a que se trata del núcleo de la misma. Los códigos penales no definen un deber de cuidado específico para cada situación particular, sino un deber genérico cuya infracción resulta punible si se cumplen con los demás elementos (ej. El resultado). Desde ese punto de vista, los tipos culposos o imprudentes pueden considerarse tipos abiertos puesto que, en cada uno de ellos, no se define concretamente cual es la acción punible particular; sino que se parte desde un mandato general de respetar los bienes jurídicos ajenos y, por ende, ajustar las conductas en preservación de los mismos. Por ello, el deber de cuidado se expresa, con el mandato de proteger a los bienes jurídicos, en acciones idóneas tendientes a preservarlo y debe determinarse en cada caso concreto. La tipicidad de la acción se determinará mediante la comparación de la acción realizada con la exigida por las normas de cuidado en la situación concreta. En las situaciones en las que existe una regulación normativa (actividades regladas, por ejemplo, la conducción de vehículos) o una “lex artis” (una forma aceptada para los que desempeñan determinada actividad no reglada) resulta mucho más sencilla la determinación del deber de cuidado ya que la falta de adecuación de la conducta estudiada a la normativa (legal o aceptada para la actividad) importa un indicio de la infracción del deber de cuidado. En los supuestos en que se analiza una conducta que afecta a un bien jurídico en una situación o actividad no reglada, debe acudirse a pautas sociales de cuidado. Para la determinación de éstas pautas sociales de cuidado se suele acudir a lo que haría en dicha situación “el hombre medio” es decir, que le sería exigible al ciudadano lo que un hombre medio habría hecho en su lugar en la situación. Otra aproximación es el baremo del hombre medio inteligente o sensato (una persona consciente y cuidadosa); empero esta determinación del “hombre medio” es un tanto difusa, siendo necesario acudir a un análisis del sistema general de reglas sociales. Así entonces, se puede afirmar que una acción infractora al deber de cuidado es la que aumenta el peligro para el bien jurídico tutelado, según objetivos conocimientos experimentales, de acuerdo a la situación de la acción, en base a una medida determinada de carácter general. Las opiniones son divididas en el sentido de si deben tomarse en cuenta los conocimientos especiales del autor; o si la infracción al deber de cuidado debe ser analizada desde la perspectiva general de cualquier ciudadano. El punto de vista objetivo prescinde, en principio, de los conocimientos especiales que pudiera tener el autor; sin embargo, se entiende que cuando el autor tuviese conocimientos especiales en la materia de la situación concreta, éstos deberán observarse para la definición de la infracción al deber de cuidado. Desde la perspectiva objetiva, el deber de cuidado que le incumbe a un automovilista común y el de un piloto de fórmula 1 es idéntico; aun cuando el segundo con sus habilidades especiales podría haber conjurado el resultado. Desde la posición contraria, se sostiene que esos conocimientos y habilidades especiales deben ser tenidas en cuenta a los efectos de determinar si infringió o no el deber de cuidado; por ello, en esos supuestos, no habrá satisfecho el deber de cuidado quien, poseyendo habilidades o conocimientos especiales para conjurar el resultado, no hubiera obrado de acuerdo a éstos. Entonces, para el criterio individual la infracción al deber de cuidado dependerá de las capacidades y del conocimiento especial del autor concreto; por lo que infringe el deber de cuidado quien no emplea el cuidado que sus capacidades y su conocimiento de la situación le hubieran permitido; y, a la inversa, no infringe el deber de cuidado quien, de acuerdo a sus capacidades y conocimientos no podía haber previsto la realización del tipo. Formas de aparición de la infracción al deber de cuidado: La infracción al deber de cuidado aparece en los textos normativos con las acepciones de: imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión, violación de las normas y/o los deberes a cargo del sujeto activo. A la Imprudencia se la suele asociar con el obrar violatorio del deber de cuidado por un actuar descuidado, es decir, el imprudente hace lo que la prudencia no aconseja hacer. A la negligencia, en general, se lo asocia con actuar con menor intensidad que la requerida: el negligente no hace algo que la prudencia aconseja hacer. Impericia se refiere a la labor realizada alejada de las normas que rigen determinada actividad (lex artis) por lo que, la autonomía de éste término respecto de violación de las normas y/o los deberes a cargo del sujeto activo aparece difuso. En suma, más allá de la terminología utilizada todas las acepciones aparecen como manifestaciones de una misma cuestión, es decir, el actuar sin el cuidado debido para la situación en análisis. El resultado: Es parte de la tipicidad imprudente y cumple una función garantizadora en el sistema de tipos legales. La infracción al deber de cuidado, en términos generales, escindida del resultado constituye –en principio- una conducta disvaliosa que, comúnmente, es atrapada por otras ramas del derecho. Así, quien circula a 200 km/h en una avenida y no atropella a un peatón o colisiona con otro vehículo causando lesiones a quien lo tripula, comete la misma violación al deber objetivo de cuidado; empero, el primero de los casos serán pasible de una falta de tránsito, siendo su conducta atípica (penalmente irrelevante); mientras que la conducta del segundo será típica de homicidio o lesiones. De ese modo, se observa con claridad que el resultado cumple con una función delimitadora entre lo típico y lo atípico; y, por ende, demuestra que forma parte de la tipicidad. No se puede considerar al resultado como una condición objetiva de punibilidad, puesto que, además, de la producción del resultado éste debe estar conectado con una relación de imputación objetiva con la conducta infractora al deber de cuidado y relacionado subjetivamente, mientras que las condiciones objetivas de punibilidad condicionan la punición de un hecho realizado con dolo o culpa, a la existencia de una condición objetiva, es decir, funciona como reductor del ámbito de punibilidad y no como mecanismo de ampliación de la misma. Por otra parte, los tipos penales poseen un contenido tanto de disvalor de acción como de resultado, por lo que, la inclusión del resultado en la tipicidad objetiva se no hace más que reflejar la protección de bienes jurídicos y delimitar lo típico de lo antinormativo. La relación de imputación objetiva (o relación de determinación): Tal como en los delitos dolosos de lesión, el resultado debe ser imputable objetivamente a la acción que ha infringido el deber de cuidado. El análisis debe radicar en si existió con la conducta infractora del deber de cuidado la realización de un riesgo jurídicamente desaprobado o la elevación de un riesgo permitido; y si ese riesgo es el que se concretó en el resultado; utilizándose los mismos mecanismos que se analizaran al explicarse la imputación objetiva en los delitos dolosos. Asimismo, debe verificarse que no se den los supuestos de principio de confianza, prohibición de regreso o competencia de la víctima. La previsibilidad: Componente subjetivo en los delitos imprudentes. Se reconoce la existencia de un tipo subjetivo en los delitos imprudentes, entendiéndose que la previsibilidad subjetiva se entiende existente desde que el autor reconoce la posibilidad de producción del daño (imprudencia consciente) o podría haberla conocido (imprudencia inconsciente) según sus capacidades. Esta previsibilidad, a diferencia del dolo, requiere de un conocimiento potencial y no de un conocimiento efectivo del riesgo. Algunos autores diferencian en el tipo subjetivo del delito culposo el aspecto cognoscitivo (previsibilidad) que radica en la posibilidad de conocer el riesgo que entraña la conducta infractora del deber de cuidado; y el aspecto conativo que es la voluntad de realizar la conducta final (aunque lo querido no se condiga con lo realizado). Será atípico el hecho cuando no exista tal previsibilidad, debido a ignorancia o error invencible. Un ejemplo de ello, podría ser el de un automovilista que circula en un camino sinuoso atendiendo a todas las indicaciones (las que fueron alteradas por otra persona) sin saber que lo está haciendo en sentido contrario de circulación, y colisiona, en una curva, con otro vehículo causando lesiones a los tripulantes del otro vehículo. La previsibilidad debe establecerse conforme a la capacidad de previsión de cada individuo y en cada caso en concreto, no pudiendo establecerse baremos generales de previsibilidad. Clases de culpa o imprudencia: Imprudencia Consciente o culpa con representación: Actúa con imprudencia consciente quien se ha representado la posibilidad de producción del riesgo jurídicamente desaprobado y el resultado, aunque, confía en evitarlo pero no realiza conductas adecuadas para ello. Es decir, el sujeto reconoce la existencia del peligro (previsibilidad objetiva) pero cree que el resultado no habrá de producirse porque adoptará una conducta que lo habrá de conjurar, empero ejecuta esta conducta de manera defectuosa o realiza una conducta que prevé como pasible de evitar el riesgo, aunque la misma -en realidad- no sea idónea para ello. Por ejemplo, quien conduce a velocidad excesiva por una vía señalizada donde se advierte la velocidad máxima que confía en que si se le presenta un obstáculo accionará los frenos y evitará colisionar, pero realiza un cálculo erróneo de la distancia de frenado y atropella a un peatón que cruzaba. Imprudencia inconsciente o culpa inconsciente: Actúa con imprudencia inconsciente quien no se ha representado la posibilidad de producción del riesgo jurídicamente desaprobado y el resultado cuando objetivamente debía preverlo. Es decir, no advierte la realización del tipo a consecuencia de su falta de observancia del cuidado debido. Un sector doctrinario niega absolutamente a la imprudencia inconsciente el carácter de conducta culpable, lo cual debería conducir a su impunidad; por entender que, al no haber una decisión contraria al bien jurídico, como si lo habría en la imprudencia consciente, no puede reprochársele porque sería violatorio del principio de culpabilidad (Arthur Kaufman).